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Uno de los técnicos que hizo historia en el fútbol mundial fue el inolvidable Helenio Herrera, quien dirigió a los seleccionados de Francia y España (en el Mundial de Chile de 1962) y fue técnico del inolvidable Internazionale de Milán, bicampeón de la Copa Intercontinental -en 1964 y 1965- las dos veces derrotando a Independiente de Avellaneda, en épicos partidos.
Helenio Herrera era un argentino nacido en Puán, provincia de Buenos Aires, en 1913, pero radicado de muy joven en Europa. Su vida fue el fútbol, actuando en varios equipos extranjeros. Claro que una lesión lo apartó de la actividad como jugador, iniciando una carrera excepcional como entrenador.
Fue un técnico muy táctico, especialista en jugadas de contraataque, pero además un hombre que utilizó mucho la psicología para sacar lo mejor de un futbolista. Cuando le tocó dirigir al Barcelona, debió afrontar, en 1958, el primer clásico ante el Real Madrid de Alfredo Di Stéfano, ya ganador de varias Copas Europeas. En la mañana previa al partido, se le acercó uno de sus defensores y le dijo: "Mister, no podré jugar... ¡tengo 38 grados de fiebre!". Como no tenía un sustituto de las mismas características, Herrera escuchó a su dirigido y le respondió: "¡Formidable! ¿Usted sabe que los grandes records de los atletas lo logran con estados febriles? Usted salga a la cancha y verá que jugará el mejor partido de su vida...".
El defensor -del cual se reservó su apellido- jugó un verdadero partidazo y el Barcelona ganó el clásico por 4 a 0.
Helenio Herrera y su "inflador anímico".

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Uno de los mayores inconvenientes que tenían los organizadores de la Copa del Mundo de 1962, era el idioma, ya que con la fecha de inicio cerca no habían podido conseguir intérpretes más que para las lenguas más tradicionales, como el inglés, el francés y el alemán.
En esa instancia apareció en la Subcomisión de Informaciones, un muchacho de la región de Temuco (al sur de Chile), ataviado con ropas humildes llamado Segundo Sánchez pidiendo trabajo, “...domino dieciocho lenguas nada más señor...”, le comunicó al encargado de la Comisión de Fútbol Chilena.
Luego de una exhaustiva evaluación, notaron que Sánchez dominaba más de los dieciocho idiomas que dijo, entonces el joven declaró: “...en realidad hablo hasta veinticinco lenguas, sin contar algunos dialectos como el malayo y el indonesio...”, más tarde explicó que los había aprendido por su propia cuenta a través de diccionarios, libros y revistas comprados en una vieja librería.
El muchacho fue contratado de inmediato y una vez finalizado el Campeonato del Mundo continuó su carrera en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

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Una final con handicap


En 1962, Pelé era la figura indiscutible del fútbol mundial; su fama había atravesado todas las fronteras. De ahí que en el Campeonato del Mundo se aguardara con expectación su presencia como auténtico conductor del equipo brasileño. Desde hacía cuatro años la selección apenas se había renovado. Aún jugaban los laterales Djalma y Nilton Santos, de 37 y 36 años, respectivamente, aunque la franja central de la defensa la cubrían ahora Zoísmo y Mauro, menos seguros, por otra parte, que Bellini y Orlando. Afortunadamente, en la portería estaba, mejor que nunca, Gilmar.

El centro del campo había variado poco. Seguían firmes Zito y Didí, éste después de haber pasado, con poca fortuna, por el Real Madrid.

Tampoco se había modificado la línea atacante, con Garrincha, Vavá (38 años), Pelé y Zagallo. La táctica brasileña se había hecho más conservadora a medida que la veteranía de sus astros obligaba a éstos a jugar con mayores precauciones. De esta forma Zagalo se convertía prácticamente en un tercer centrocampista y Pelé tenía libertad de acción para moverse por toda la franja izquierda del campo.

No obstante, la presencia de Pelé en el Campeonato resultó lamentablemente corta. En el segundo partido, contra Checoslovaquia, quedó fuera de combate por una grave lesión en la ingle.

El nerviosismo y la inquietud se apoderaron de los brasileños, que tuvieron enormes dificultades para batir a España por 2-1 en el último partido de la fase eliminatoria, y ello gracias a dos goles de Amarildo, el sustituto de Pelé. Este joven jugador, desconocido fuera de su país, vino a ser la estrella y la tabla de saltación de su equipo. Menos completo que Pelé, Amarildo poseía, en cambio, un innato sentido del gol.

Brasil llegó a la gran final para encontrarse de nuevo con Checoslovaquia, que había eliminado en semifinales a Yugoslavia por 3 a 1.

En tanto, la 'canarinha' se había librado de Chile por 4 a 2, con dos goles de Garrincha y otros dos de Vavá. Amarildo parecía haber perdido el espectacular toque de su primer partido frente a España.

La final fue poco espectacular y muy diferente de la celebrada en Estocolmo cuatro años antes. Brasil se basaba en la experiencia y el contragolpe, igual que Checoslovaquia, que había dado la sorpresa llegando a la final con una formación no menos veterana (29 años de promedio, el más elevado después de Brasil). El soviético Latuchev fue el encargado de dirigir el partido.

Lo mismo que en Estocolmo, Brasil empezó perdiendo. A los 15 minutos, Masopust, el potente centrocampista checo, abrió el marcador. Casi inmediatamente, empató Brasil por medio de Amarildo, que había recobrado su dinamismo. Pero en esta ocasión las cosas no se veían tan cómodas; la lucha era tremenda en el centro del campo.

El primer tiempo finalizó, pues, con empate a uno. Esta situación se mantuvo hasta el minuto 70 de juego, en que Zito, el veterano medio volante, puso por delante a Brasil, que podía aplicar de esta forma su táctica de contención y contragolpe.

Zagallo se retrasó ostensiblemente para sostener a sus compañeros centrocampistas, mientras que los diabólicos regates de Garrincha obligaban a la defensa checa a vigilar sus puestos. A un cuarto de hora del final los checos se lanzaron al ataque, y poco después, en un fallo del portero checo Schroif, Vavá redondeó el triunfo brasileño.

Era el final de una época. Vavá, Didí, Garrincha, Nilton y Djalma Santos..., todos estaban en el crepúsculo de su carrera. Pasarían ocho años antes de que Brasil saboreara de nuevo las mieles de la victoria. Un solo superviviente. Pelé, culminaría en México su fabulosa carrera deportiva.

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Yo empaté aquel partido. Soy descendiente de húngaros y odio a los rusos desde la invasión soviética a Hungría en 1956.

(JOAO ETZEL FILHO, árbitro paulista que arbitró el recordado 4 a 4 en el Mundial de Chile 1962 entre las selecciones de Colombia y la URSS, que ganaba 4 a 1 a falta de 22 minutos para terminar el partido)

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En 1962, con la lesión de Pelé, descubrí a otro Garrincha. De repente el paró de saltar, se tornó serio, compenetrado de que la conquista de la Copa dependía de él. Garrincha ganó casi por sí solo aquella Copa del Mundo para Brasil. Hizo cosas que nunca antes había hecho. Goles de cabeza, de pie izquierdo, de 'folha seca'. Él gambeteó como endiablado, corrió por todo el campo, enloqueciendo a los adversarios.

(SANDRO MOREYRA, periodista brasileño)

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El ex internacional de Inglaterra Jimmy Greaves tiene un dicho que lo ha hecho muy famoso en el Reino Unido: "El fútbol es un jueguecito de lo más curioso". Es muy posible que Greaves usara por primera vez la frase en Viña del Mar durante la Copa Mundial de la FIFA Chile 1962. En el partido de la derrota de Inglaterra por 3-1 a manos de Brasil, un perro se coló en el terreno de juego y, en plena carrera por el césped, esquivó a todo jugador y recogepelotas que intentó atraparlo. ¡Se zafó incluso del legendario Garrincha! Pero Greaves, muy perspicaz, se puso a cuatro patas a la altura del chucho, lo miró fijamente a los ojos, lo levantó del suelo en brazos y se lo entregó al representante del campo. La normalidad volvió a reinar en el partido.
O eso parecía. Greaves empezó a notar en el pecho una sensación rara, como una humedad tibia que le empapaba la camiseta, y no era precisamente su sudor. Los espectadores se lo estaban pasando en grande, al igual que Garrincha, que acababa de decidir que aquel animal era su mascota de la suerte. "Empecé a apestar de tal manera... era asqueroso", recordaba Greaves. "Yo no me explico cómo no gané aquel partido yo solo... ¡desde aquel momento ningún defensa brasileño se atrevió a acercarse a mí!".
Cuatro años más tarde, cuando robaron el Trofeo "Jules Rimet" del vestíbulo central de Westminster durante la exposición Stampex de Stanley Gibbons, un perro volvió a acaparar toda la atención en Inglaterra. Un año después del robo, Pickles, el perro del señor David Corbett, recuperó el trofeo en un seto de acebo de una propiedad situada en el sur de Londres y, por la hazaña, ganó para su dueño las 5.000 libras esterlinas del rescate: una cifra cinco veces superior a la prima que había cobrado cada uno de los jugadores de la selección inglesa cuatro meses antes por la conquista de la Copa Mundial de la FIFA.



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Nino Landa que estás en los cielos (Francisco Mouat - Chile)


Ni el foul de tus intenciones podrá evitar la caída
cuando en la red de tus labios te acomode el primer gol
.
Bonano, Fattorini y Pettorosi


No hay vuelta: al destino le agradan las coincidencias, las repeticiones. Honorino Landa sólo confirmó la sentencia. Finteó con la muerte, gozó haciéndole sombreritos y uno que otro túnel, hasta intentó una pared corta en plena área chica para esquivarla. No pudo: se estrelló definitiva, dolorosamente con ella el 30 de Mayo de 1987, tendido en una cama del Hospital Barros Luco, a las cinco de la tarde, las mismas cinco de la tarde del 30 de Mayo de 1962, cuando Nino Landa dio el puntapié inicial del Mundial de Chile, a la Copa Jules Rimet, con las medias gachas, el jopo en la frente, las piernas gruesas y el gol a exactos cincuenta metros de su mirada.

Lo de Nino fue un pacto de amor con la pelota de fútbol, un encantamiento sin dobleces. De pequeño, cuando vivía interno en el Hispanoamericano, el menor de los Landa se divertía muchísimo con una bola en los pies a lo largo y a lo ancho de cualquier patio del colegio. Entre rezos y confesiones, los curas no tardaron en darse cuenta de que este muchacho tenía dotes excepcionales para el fútbol. Apenas acabó las humanidades lo llevaron a Unión Española con la certeza de que a Dios jamás se le ocurriría vetar esa decisión tan mundana como celestial.

Nino no defraudó: ni A Dios ni a los curas ni a nadie.

Debutó en Primera División en 1959 contra O’Higgins de Rancagua: tres veces metió la pelota en el arco de los contrarios. Ya nadie lo supo detener.

Félix Landa, hermano: “Hay tres clases de futbolistas: el rápido, el hábil y el inteligente. Nino tenía las tres características: muy rápido, muy hábil y muy inteligente. Por eso yo digo que es lejos el jugador más dotado que ha tenido el fútbol chileno”.

De pronto, Honorino se encontró con que era un joven de sólo diecinueve años al que la hinchada quería y celebraba porque era un gusto ver sus piques cortos, su manera cantinflesca de correr con la pelota imantada en el botín derecho que mareaba defensas, defensas irresolutos y desesperados que no podían adivinar si Nino trazaría líneas rectas o dibujaría cabriolas sobre el pasto de la cancha de turno.

Rosa Trepiana, cuñada: “Era un bailarín, una cosa impresionante cómo finteaba y corría y finteaba. Cuando metía un gol, todo el estadio aplaudía de pie sus genialidades”.

Veinticuatro tantos marcó Honorino en el campeonato nacional de 1961: goleador absoluto del torneo. Fernando Riera, entrenador de la selección chilena, no tuvo dudas: Landa llevaría la número 9 en el Mundial del 62. Al compás de Los Ramblers, del rock de la fiesta universal del deporte y el balón, Nino salió a la cancha y enfrentó a los suizos, alemanes, italianos, soviéticos y brasileños. No marcó un solo gol en el todo Mundial, y le dieron duro.

Honorino Landa: “No fracasé. Había que estar adentro, en la cancha, para comprender lo difícil que era enfrentar a las defensas europeas. Les aseguro que en los partidos con Alemania e Italia recibí más golpes que en dos años de campeonato local. Y eso habría lo de menos si después del quiscazo el camino se hubiese abierto, pero no se abrió. Lo importante en un equipo no es quién haga el gol, sino que se haga”.

A pesar de esa sequía goleadora, el teléfono de su casa debió desconectarse durante y después del Mundial porque había mujeres que llamaban a Nino todo el día para ofrecerle citas con romance incluido, mientras se llenaban bolsas y más bolsas con cartas de fans que le confesaban admiración.

Lucía Montenegro, secretaria: “Estupendo. Crespo, dientes lindos, piernas viriles, regio, rico. En mi pieza tenía afiches de Honorino Landa. Iba con mis amigas al estadio nada más que para verlo. A otras les gustaba Fouillioux, pero a mí no; muy blancuchento. Landa era de comérselo”.

Una fiesta en la cancha, Nino. Un deleite. Al arquero Pancho Fernández le bajaba los pantalones. Al Palitroque Rodenack le quitaba el gorro y salía con él arrancando por toda la cancha. A Colo Colo, en una Copa Libertadores, le metió un golazo y luego se fue por la pista de ceniza del estadio Nacional con la pelota dribleando carabineros ante el delirio de las tribunas: “Lo único que quería era hacer jugar a los pacos”, explicó más tarde. A Manuel Cuesta, legendario presidente de la rama de fútbol de Unión Española, le robó el vaso en que guardaba su ojo de vidrio: “estaba ahí, delante de mí, flotando, y uno no podía dejar de mirarlo. Después se lo devolví”.

Honorino Landa: “Mi desplante tiene mucho de afición a jugarme carriles, a desafiar incluso la lógica sin pensar mucho en las consecuencias. No me tomo el fútbol a la tremenda. Ni tan adentro que te quemes, ni tan afuera que te hieles. La verdad es que yo no puedo tomar nada a la desesperada. No está en mí. Me siguen cargando los tontos graves, los que no saben ponerle un poquito de pimienta a las cosas. Por ejemplo, jugar a canillas peladas obliga a aguzar el ingenio para eludir los raspones. Por último, nadie es tan malo que le vaya a dar un quiscazo a una pierna desnuda sin pensarlo dos veces”.

Las gracias y el talento de Nino se repartieron luego entre el Mundial del 66 (se perdió un gol increíble contra Corea), Green Cross, Huachipato, La Serena, Magallanes, Aviación y Unión Española. Abandonó el fútbol activo en 1975. Fumaba Lucky sin filtro. Jamás se desentendió de la pelota. Hizo un curso de entrenador y trabajó con sus hermanos en el criadero de pollos Navarra, bautizado asó en homenaje a la región hispana desde donde zarpó su padre hacia Chile a mediados de los treinta. Fue director técnico de las divisiones inferiores y del primer equipo de Unión Española, y más adelante jugó con sus amigos de barrio defendiendo los colores del club Tato Rojas.

A fines del año 86 asomó el cáncer. Fulminante. Asunto de siete meses.

Tendido en una cama del hospital Barros Luco, Honorino Landa murió el 30 de Mayo de 1987 a las cinco de la tarde en punto.

Todos lloraron a Nino. En el estadio Santa Laura, en el preludio de un partido entre Universidad Católica y Everton hubo silencio durante un minuto. Y después un gran aplauso. Jota Eme resumió el sentimiento de los hinchas: “Este es nuestro último aplauso para ti, crack, crack, crack”.

Al cementerio llegó una enorme columna. Allí estaban su canoso y octogenario profesor de castellano, el vendedor de calugas de Santa Laura, los compañeros del Mundial del 62. Tristes, todos ellos avanzaron en silencio tras la urna de Nino mientras una trompeta ejecutaba “Yo tenía un camarada”.

Ya no más malabares. Ya no más verónicas a la entrada del área.

(texto publicado en el libro “Nuevas cosas del fútbol”, de Francisco Mouat, Ediciones B, Santiago de Chile, 2002)

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El inolvidable astro brasileño Edevaldo Isidro Netto, más conocido como Vavá, fue uno de los futbolistas que contribuyeron a que Brasil se coronara bicampeón mundial, tras ganar las Copas Jules Rimet en 1958 (en Suecia) y en 1962 (en Chile).
Vavá (nacido en Recife) quedó en la historia al ser el primer futbolista en convertir goles en dos finales del mundo consecutivas, y ganar el trofeo.
En 1958 anotó 2 para el triunfo de Brasil en la final ante Suecia por 5 a 2, y 1 gol en la final de 1962 ante Checoslovaquia (Brasil 3 a 1). Pese a esos títulos y a jugar en clubes como el Vasco Da Gama, Atlético de Madrid, Palmeiras, América de México, San Diego, en EEUU, y cerrar su trayectoria, en 1970, actuando para el Portuguesa de su país, tuvo un retiro con poco dinero en su cuenta bancaria.
Para colmo, no le habían hecho aportes jubilatorios y se le hizo difícil sobrevivir. Murió en 2002, a los 67 años, enfermo y angustiado por su situación económica. Para sobrellevar su hogar, su viuda, Miriam, recurrió a subastar la camiseta que utilizó su esposo y todo el equipo de Brasil en la final ante Suecia, en 1958. Una camiseta de color azul, y no la tradicional amarilla de Brasil. Dicha casaca se compró en Suecia, de apuro (los escudos y los números de las mismas se cosieron horas antes del partido), porque apenas unos pocos advirtieron que Suecia llevaba también la casaca amarilla.
Lo cierto es que esa camiseta de Brasil, única en su historia, quedó como una reliquia que a Mirian Netto le sirvió para aliviar su momento económico.

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El inolvidable Helenio Herrera, nacido en Puán, provincia de Buenos Aires, fue uno de los mejores entrenadores del mundo entre las décadas del 50 y el 70, dirigiendo a equipos como el Inter de Milán (ganó 2 Copas de Europa y 2 Intercontinentales), Atlético de Madrid (2 veces campeón), además de clubes de Francia e, inclusive, el seleccionado de España que participó del mundial de Chile de 1962.
Pero cuando dirigió a la Roma, no las tuvo todas consigo. La campaña fue muy mala y como era exageradamente locuaz, cometió, en 1971, un grave yerro al decir que "la última vez que Roma fue campeón, en 1942, fue porque el técnico era Benito Mussolini".
Pese a que aceptaba una rebaja de su sueldo del 75 por ciento, los directivos no quisieron saber más nada con él después de esas declaraciones. La connotación política que Herrera le dio al "scudetto" de la Roma en los años 40, no pudo ser digerida ni por los directivos ni por los hinchas.
Sin trabajo, al controvertido entrenador, se le ocurrió colocar un aviso en "II Mesaggiero" que decía en su primer párrafo: "Técnico busca club con un presidente serio".
Firmado: Helenio Herrera

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El técnico de España en el Mundial organizado por Chile en 1962, era el argentino Helenio Herrera. Entre sus máximas figuras estaba otro argentino, Alfredo Di Stéfano, también el húngaro Ferenc Puskas, el paraguayo Eulogio Martínez y el uruguayo José Emilio Santamaría, todos ellos, como es lógico, nacionalizados españoles. Por tal motivo, a esa selección española la llamaban "el equipo de la ONU" (Organización de Naciones Unidas).
Mientras que Alfredo Di Stéfano no pudo jugar un solo partido, al viajar lesionado y no poder recuperarse, Santamaría disputó 2 cotejos, Puskas 3 y Martínez tan solo uno. La actuación de España en esa Copa fue muy floja, no pudiendo pasar la primera ronda, la del Grupo 3, que integraba junto a Brasil, Checoslovaquia y México.
En el primer partido, Checoslovaquia la derrotó por 1 a 0, en su segunda presentación le ganó a México por 1 a 0 (gol de Peiró) y en el tercero y definitorio cotejo para pasar la serie, Brasil le ganó por 2 a 1. Vencía España con gol de Adelardo, pero en pocos minutos, Amarildo (suplantaba a Pelé, que se había lesionado) anotó los dos goles decisivos.
Los clasificados de esa zona fueron Brasil (que sería el campeón) y Checoslovaquia, siendo eliminados España y México. Lo curioso es que José Santamaría ya había participado en el Mundial de 1954 realizado en Suiza, pero jugando para Uruguay, mientras que Puskas (en la foto junto a Nilton Santos) también lo había hecho en el certamen suizo, pero vistiendo la camiseta de su Hungría natal, país que por entonces tenía un poderoso equipo, pero que sucumbió en la final ante Alemania.

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Cuando comenzó a jugar, los médicos diagnosticaron que aquel anormal nunca llegaría a ser deportista. Era un pobre resto de hambre y de poliomielitis, burro y manco, con un cerebro infantil, la columna vertebral en `s´ y las dos piernas torcidas para el mismo lado. Pero, a lo largo de sus años en los campos, Garrincha fue el hombre que dio más alegría en toda la historia del fútbol. Cuando él estaba, el campo era un picadero de circo; la bola, un bicho amaestrado; el partido, una invitación a la fiesta.

(EDUARDO GALEANO, escritor uruguayo)

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Si hubiese muchos Garrincha o Pelé, los entrenadores nos moriríamos de hambre. La conclusión más práctica que he sacado de este Mundial es que contra el ingenio puesto en la cancha al servicio de una improvisación exitosa, nada se puede oponer.

(LUIS "El Zorro" ÁLAMOS, ayudante del técnico chileno Fernando Riera, en el Mundial de Chile 1962)

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El avión con los 25 dirigentes sale mañana, ahora solo falta conseguir los 22 jugadores.

(Excéptico titular del periódico "Folha de Sao Paulo", del 19 de Mayo de 1962)

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Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo!

(Célebre frase del dirigente chileno CARLOS DITTBORN, en la campaña previa a la realización del Mundial de 1962, después de los violentos terremotos que destruyeran parte del país)

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- Por favor... dos palabras para este micrófono...

- ¿Dos palabras? ¡Adiós micrófono!

(GARRINCHA, recién finalizado el partido final del Mundial 62 al ser consultado por un periodista de una radio brasileña al borde del campo de juego)

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-Disculpe maestro, ¿hoy es la final?
-Sí... la jugamos frente a Checoslovaquia.
-Ah... con razón que hay tanta gente.
(GARRINCHA, consultando al técnico de Brasil, Aymoré Moreyra, minutos antes de disputar la final del Mundial Chile 1962 sobre tamaña concurrencia en el Nacional de Santiago)

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