(JUST FONTAINE, ex jugador francés, tras jugar frente a Brasil en el Mundial de 1958)
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(JUST FONTAINE, ex jugador francés, tras jugar frente a Brasil en el Mundial de 1958)
(JOAO HAVELANGE, ex Presidente de la FIFA, opinando sobre el entrenador brasileño y Campeón del Mundo, como jugador en Suecia 1958, Mario "Lobo" Zagallo)
(RAÚL HORACIO COLOMBO, Presidente de AFA, desde 1956 a 1964, durante la preparación de la selección argentina para el Mundial de 1958, en el que terminó en el 13º lugar, el cual se recuerda aún como “el desastre de Suecia”)
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(JOAO HAVELANGE, ex Presidente de la FIFA)
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Fue uno de los grandes delanteros europeos de los años 50. En 1958 recibió el Balón de Oro, reconocimiento de la revista francesa “France Football” como al mejor futbolista del continente de ese año.
Comenzó a jugar en el club Angers en 1949, pero profesionalmente en Reims, donde actuó desde 1951 hasta 1956.
Jugaba como delantero centro, hasta que en 1956 pasó a jugar en Real Madrid, pero sobre la punta derecha. Aquélla inolvidable delantera merengue alineaba con Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento. ¡Eran imparables!
A fines de 1958 volvió a Francia para jugar nuevamente en Reims, hasta 1969. Fue campeón en su país con esa camiseta en 1953-1955-1960 y 1962.
Con Real Madrid ganó dos Ligas Españolas (1956-1957 y 1957-1958) y 3 Copas Europeas (1956, 1957 y 1958).
Kopa fue capitán del seleccionado de Francia en el Mundial de Suecia de 1958. En su representativo actuó desde 1952 hasta 1962, jugando un total de 45 partidos, en los cuales anotó 18 goles.
Fue un jugador exquisito, rápido, de fino traslado, y siempre recordado por aquél equipo de Real Madrid que comandaba Alfredo Di Stéfano y que llenó de fútbol las canchas de toda Europa.
Lo más curioso es que la elección de Pelé para vestir la 10 de la seleção ocurrió casualmente.
Antes del Mundial de Suecia, los dirigentes brasileños mandaron la relación de jugadores de la selección convocados para la competición. Sólo que se olvidaron de dar los números de los seleccionados. Para resolver el problema, un dirigente uruguayo que estaba en la sede de la FIFA, casualmente, acabó por escoger los números de los brasileños. El caso es que el uruguayo no conocía los jugadores brasileños. Pues así Brasil se fue a Suecia con la numeración más extravagante de la historia de los Mundiales. El portero Gilmar jugó con el 3, Garrincha, extremo derecha, con el 11, Didi, con el 6.
Y el destino quiso que Pelé se quedase con el 10.
(SIGVARD PARLING, defensor sueco, encargado de marcar a Pelé en la final del Mundial 1958)
Vavá (nacido en Recife) quedó en la historia al ser el primer futbolista en convertir goles en dos finales del mundo consecutivas, y ganar el trofeo.
En 1958 anotó 2 para el triunfo de Brasil en la final ante Suecia por 5 a 2, y 1 gol en la final de 1962 ante Checoslovaquia (Brasil 3 a 1). Pese a esos títulos y a jugar en clubes como el Vasco Da Gama, Atlético de Madrid, Palmeiras, América de México, San Diego, en EEUU, y cerrar su trayectoria, en 1970, actuando para el Portuguesa de su país, tuvo un retiro con poco dinero en su cuenta bancaria.
Para colmo, no le habían hecho aportes jubilatorios y se le hizo difícil sobrevivir. Murió en 2002, a los 67 años, enfermo y angustiado por su situación económica. Para sobrellevar su hogar, su viuda, Miriam, recurrió a subastar la camiseta que utilizó su esposo y todo el equipo de Brasil en la final ante Suecia, en 1958. Una camiseta de color azul, y no la tradicional amarilla de Brasil. Dicha casaca se compró en Suecia, de apuro (los escudos y los números de las mismas se cosieron horas antes del partido), porque apenas unos pocos advirtieron que Suecia llevaba también la casaca amarilla.
Lo cierto es que esa camiseta de Brasil, única en su historia, quedó como una reliquia que a Mirian Netto le sirvió para aliviar su momento económico.
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Fue el primer mundial que ganaron los brasileños en una heroica final contra Suecia (5-2).
Entre los elementos de adorno y cosas que formaban parte del entorno y del acontecimiento había una jaula con una paloma. El Gobernador anunció que, como reconocimiento a la consecución de la Copa del Mundo, se iba a premiar a cada futbolista con una casa con jardín en la playa.
Garrincha se dirigió al gobernador y le dijo: “Señor, no me interesa la casa en la playa; yo tengo otro deseo”.
Se quedó mirando a la paloma y pidió su liberación.
Era figura de Botafogo, como un futbolista fino, estilizado, al que se le adjudicaba ser el inventor de la "folha seca" (un disparo seco y fuerte).
Didí golpeaba la pelota con la parte exterior del pie, con bastante potencia, elevándolo por encima de la barrera, y por lo general marcaba el gol de forma espectacular.
Al principio daba la impresión que la pelota iba a la tribuna, pero enseguida bajaba hacia el ángulo del arco para convertirse, lentamente, en gol, como caen las hojas secas (folha seca).
El tema es que el entrenador Fleitas Solich lo llevó al Madrid, con toda la pompa de haber sido una de las piezas clave, junto a Pelé, del Brasil ganador de la Copa del Mundo en Suecia.
Pero todo terminó con una gran desilusión: Didí fracasó rotundamente. Su traslado cansino por el campo de juego y su escaso espíritu de sacrificio no cuajaron con la manera de transpirar la camiseta de Alfredo Di Stéfano o Gento. Didí duró muy poco jugando en Europa y pronto regresó a su país, mientras que el propio presidente del Real, Santiago Bernabeu, declaraba a la prensa, de manera irónica: "Hemos pagado las hojas secas a precio de oro dieciocho quilates".
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Cuando Havelange fue al Mundial de Suecia del '58 como simple directivo del seleccionado de Brasil, no asistió a la final ante los suecos. Tanto viaje para no ir al estadio en la instancia decisiva, solo por una cuestión de nervios. Y Brasil fue campeón por primera vez.
Entonces, para respetar lo que se convertiría en una cábala, hizo lo mismo para el próximo Mundial que se realizó en Chile, en 1962. Havelange no fue a la final ante Checoslovaquia y Brasil nuevamente alzó la Jules Rimet.
En la Copa de 1966, en Inglaterra, vio los primeros partidos de su selección hasta que quedó eliminado. No hubo final para Brasil.
Entonces, para México '70, Havelange repitió su cábala de no ir a la final y Brasil logró el tricampeonato, al derrotar a Italia.
Claro que al ser titular de la FIFA, le era imposible no ver los partidos y Brasil no pudo dar la vuelta olímpica ni en 1978, 1982, 1986 y 1990.
Pero en los Estados Unidos, en 1994, Havelange, desde el palco de honor pudo presenciar, por primera vez -aunque mediante penales- como Brasil se consagraba tetracampeón del mundo, también frente a Italia. Y se acabaron las cábalas.
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(VICENTE FEOLA, entrenador de Brasil en la Copa Mundial de 1958, opinando sobre el malogrado wing)
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Pelé, campeón del mundo a los 17 años
El 29 de Junio de 1958 Brasil podía festejar una victoria afanosamente buscada a lo largo de casi veinticinco años. Desde su primera aparición en el Campeonato del Mundo en 1934, cuando su equipo fue vencido por España en octavos de final, la selección brasileña había formado parte de la restringida élite de los favoritos. Tras de sí tenía todo un pueblo para el que el fútbol era algo más que un deporte y se había convertido en una auténtica fiebre.
En el ánimo de los millones de aficionados estaba aún abierta la herida de aquel gol de Ghiggia, el extremo uruguayo, en la final de 1950 disputada en el gigantesco estadio de Maracaná. En aquella ocasión, a Brasil le bastaba el empate para hacerse con el trofeo (la preciada Copa “Jules Rimet”), pero la derrota por 2-1 ante los vecinos uruguayos provocó un día de luto que no había sido olvidado. Ahora, al cabo de ocho años, Brasil volvía a encontrarse en la final. Esta vez jugaba en campo contrario ante Suecia, anfitriona de la Copa del Mundo, que había repescado a sus mejores jugadores esparcidos en diversos países europeos donde eran destacados profesionales.
A pesar del factor campo, Brasil partía como favorito después de haber eliminado en semifinales a Francia por 5 a 2. El equipo galo contaba entonces con un gran estratega, Raymond Kopa, y un extraordinario goleador: Just Fontaine, que sería el máximo artillero del campeonato con 13 goles. Pero Brasil no sólo tenía en sus filas excelentes jugadores, sino que había implantado un módulo de juego, el llamado 4-2-4, que iba a revolucionar el fútbol de la misma forma que la WM de míster Chapman lo hiciera en los años treinta.
En el 4-2-4 se creaba un cuadro simétrico con cuatro defensas en línea, dos medios volantes y cuatro delanteros. Se trataba de racionalizar la distribución de los jugadores en el campo, incorporando un segundo defensa central y aplicando sistemáticamente la táctica del fuera de juego mediante su disposición en línea y de mareaje por zonas. La labor de los dos centrocampistas, un medio volante y un interior según el modelo clásico, se veía esporádicamente acompañada por la acción de un falso extremo que corría la banda arrancando desde atrás. Vicente Feola, un napolitano crecido en Brasil, profesor de gimnasia, había sido el inventor del sistema. El voluminoso y tranquilo Feola dejaba la preparación atlética a su colaborador Pedro Amaral y la preparación psicológica a un grupo de médicos destinados a orientar adecuadamente a los jugadores y a dotarles de mentalidad de ganadores.
Este dispositivo táctico fue admirablemente llevado a la práctica por la formación brasileña. En ella despuntaba un muchacho de 17 años llamado Edson Arantes do Nascimento, futbolísticamente conocido por Pelé, que se había incorporado al equipo titular a partir del segundo encuentro y de inmediato se hizo insustituible. Pelé jugaba en punta al lado de Vavá, y cubría la amplia franja izquierda por la que Zagallo, el falso extremo, se incorporaba de vez en cuando. En el lado derecho, Garrulería y su mágico dribbling volvía locos a las defensas contrarias. El científico Didí era el cerebro del equipo en el centro del campo junto a Zito, quien en ocasiones apoyaba ala defensa.
La final no tuvo historia. A los 3 minutos el veterano Liedhölm ponía en ventaja a Suecia, pero cinco minutos más tarde empataba Vavá y la máquina brasileña se ponía en marcha. Era un auténtico bloque que no se dejaba perturbar por goles tempraneros. A los 32 minutos, Vavá consiguió el 2-1 para Brasil y con este resultado se llegó al descanso. En la segunda parte, Pelé inició su propio show y a los 10 minutos marcó el tercer tanto al que seguiría otro de Zagallo a los 23 minutos. Con 4-1 a su favor, Brasil no se inmutó ante el segundo gol sueco, obra de Simonsson. En el último minuto del partido, y ya en plena apoteosis, Pelé obtuvo el quinto gol, equiparándose a Vavá como máximo cañonero brasileño (cinco goles cada uno).
Después, el delirio. En Brasil, la retransmisión radiofónica, que había mantenido despierto al país a altas horas de la madrugada, había sido seguida con enorme expectación y liberó el entusiasmo de todo un pueblo. Los campeones mundiales se convirtieron en ídolos del público, aunque varios de ellos (Vavá, Didí, Orlando, etc.) emigraron pronto a otros países donde eran reclamados a golpe de talonario. Para el joven Pelé su propio éxito le hacía intransferible, y habría de esperar casi quince años para marchar a Estados Unidos. Pelé se convertía en símbolo de Brasil y como tal no tenía precio.
(JUST FONTAINE, jugador francés, goleador del Mundial de 1958, respondiendo a las críticas luego de sacar un disco, en gran parte por la fama conseguida en ese torneo)
Levanté la Copa por casualidad.
(BELLINI, capitán de la selección brasileña campeona del Mundo en Suecia 1958, inventor del gesto de levantar la Copa con las dos manos)
-¿Qué partido no hubiera querido ver?
-El que más me afectó fue cuando Checoslovaquia nos goleó en el Mundial de Suecia (1958). Yo creía que Argentina se comía a todos. Mirábamos por encima del hombro, típica soberbia nacional. Después estaba desolado, sin poder entender nada. Fue una humillación atroz. Allí aprendí que cuando se pierde no hay que romper el carnet y cuando se gana no hay que patearles la puerta a los contrarios.
(ENRIQUE MACAYA MÁRQUEZ, periodista deportivo argentino, en declaraciones a la revista "Veintidós", 6/7/2000)
Durante el Mundial de Suecia, en 1958, Garrincha se compró una radio espectacular de más de cien dólares. Mario Américo, el masajista de Brasil, se aprovechó de la poca cultura de Mané y le dijo: "Ese aparato no le va a servir en Brasil, porque sólo habla sueco. Y se le van a reír todos".
El delantero se lo creyó, y le preguntó al asistente qué podía hacer. Ni lento ni peresozo, Mario Américo le dio la solución: "Muy fácil. Usted me la vende a mí por cuarenta dólares. No importa que se rían de mí, yo no soy importante como usted".
Con toda su inocencia, Garrincha aceptó el trato, pero con una condición: el utilero no debía contarle a nadie del error que había cometido Mané al comprar una radio que sólo hablaba en sueco.