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La televisión fue uno de los acontecimientos más destacados del Mundial de Suiza en 1954. Por primera vez este medio de comunicación iba a transmitir todos los partidos del campeonato del mundo. Equipos como Dinamarca, Alemania Ferderal, Inglaterra o Francia pusieron su granito de arena para que los aficionados del todo el mundo (y que tuvieran televisión) pudieran seguir todo lo que estaba aconteciendo en aquel Mundial.
El primer patrocinador de un Mundial de Fútbol fue Omega, que tras varios meses de reuniones y negociaciones se convirtió en el reloj oficial. Esto hizo que en todos los estadios se pudiera ver el logotipo de esta marca. También comenzaron a aparecer los primeros mensajes publicitarios durante los encuentros del torneo mundialista.
En el libro ‘de Montevideo a Munich’, del periodista Eliezer Pérez también se puede leer que muchas selecciones se quejaron del estado de algunos campos ya que en vez de utilizar cal para pintar las líneas se usó aserrín. Uruguay, que se proclamó campeón del mundo en Brasil 1950, fue sancionado por la FIFA por entregar con varios meses de retraso la Copa Jules Rimet.
En este Mundial fue cuando apareció lo que hoy todavía se conoce como ‘Catenaccio’. El entrenador austriaco Karl Rappan usó este esquema extremadamente defensivo y Suiza lo puso en práctica en 1954, llegando a utilizar en más de una ocasión hasta siete jugadores defendiendo. Este método les ayudó para alcanzar los cuartos de final del campeonato del mundo.
El viaje de la selección de Corea del Sur duró nada más y nada menos que cerca de 50 horas. Además tuvieron que pedir ayuda para viajar a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos debido a que no había mucho dinero. Disputaron dos partidos y recibieron 16 goles en total. Corea del Sur se fue sin marcar ni un solo tanto.

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En la clasificación para el Mundial de Fútbol de 1954, que organizaba Suiza, ocurrió un hecho inusual (no repetido), cuando en uno de los grupos europeos, España quedó eliminada mediante un sorteo.
El tema fue que el seleccionado español (en la imagen), dirigido por Luis Iribarren Cavanilles, debía lograr su clasificación enfrentando al representativo de Turquía. Había tranquilidad entre los españoles, porque el fútbol turco de entonces, carecía del nivel que mantiene en la actualidad.
El primer partido se disputó en Madrid. Fue el 6 de Enero de 1954 y allí el local le ganó a Turquía por 4 a 1. Parecía ‘pan comido’.
La revancha se realizó en Estambul y allí la sorpresa. Fue el 14 de Marzo de ese año, donde los turcos lograron vencer por 1 a 0, con mucho amor propio y un público que alentaba a sus jugadores a luchar hasta el último minuto.
Lo cierto es que como en aquellos tiempos no existía el "gol de diferencia", se disputó un tercer partido, jugado el 17 de Marzo en Roma, donde hubo un empate: 2 a 2. Y no estaban contemplados en el reglamento los penales que definieran la situación. Ya las cosas no aparecían tan sencillas para España.
Fue allí cuando las autoridades de FIFA determinaron que la clasificación quedara determinada por sorteo. Para ello se colocaron dos bolillas en una hielera de acero donde un niño, con los ojos vendados, sacó una de ellas, la que determinó que España quedara afuera del Mundial de Suiza. Puro azar. A partir de esa situación, el sorteo nunca más definió una clasificación mundialista.

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Sebes estaba muy comprometido con la ideología socialista, y eso se podía palpar en todo lo que decía. De cada partido o competición importante hacía una cuestión política, y a menudo hablaba de cómo la lucha entre el capitalismo y el socialismo se libraba en el terreno de juego como en cualquier otro sitio.

(GYULA GROSICS, guardameta húngaro, opinando sobre Gusztáv Sebes recordado entrenador del combinado magyar en el Mundial de Suiza 1954)

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Que no pase como el otro día, lo que papá quiere hoy es juego y goles…

(OBDULIO VARELA, capitán de la selección de Uruguay, arengando a sus compañeros antes de enfrentar a Escocia en el mundial de Suiza en 1954. El partido terminó 7 a 0; tres goles de Borges, dos de Míguez y dos del “Pardo” Abbadie)

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¡Oh, Hungría! (Francisco J. Uriz - España)


Cima del fútbol de los 50,
la del 3-6 en Wembley y el 7-1 en Budapest.

Fueron unos escasos minutos en el No-Do
y la palabra sobre papel de las reseñas periodísticas
lo que nos hizo fabular mitos
-Bocsis, Hidegkuti, Puskas, Kocsis...
en aquel majestuoso equipo.

Aprendimos de su desgracia que
nunca se debe jugar con diez y una estrella lesionada
y que a una final no se va simplemente a recoger el trofeo
-hay que bajarse del autobús para ganarla-.

Que frente hay otro equipo,
cuidadito si es alemán o uruguayo.

Luego los desperdigaron
acontecimientos extrafutbolíslicos
-una rebelión nacional-,
algunos llegaron a Madrid y Barcelona.

Y nunca más Hungría.

(Mi agradecimiento al Maestro Francisco J. Uriz quien, con toda generosidad, me envió su libro "Un rectángulo de hierba" de donde tomé este poema)

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El fin de una leyenda


En 1953, Hungría pudo romper la legendaria imbatibilidad de Inglaterra en su propio feudo de Wembley. Sin embargo, aquella espectacular victoria húngara por 6-3 era una más en la línea de su extraordinaria regularidad. Los húngaros habían creado escuela con un juego brillante y ofensivo en el que sus puntas de lanza eran el pie izquierdo de Ferenc Puskas y la "cabeza de oro" de Sandor Kocsis; junto a ellos, el imprevisible Zoltan Czibor, un extremo que volvía locos a los defensas, y, en una línea más retrasada, los "cerebros" del equipo: el medio Bozsik y el falso delantero centro Hidegkuti, que jugaba en posición intermedia.

Hungría llegó a la final del Campeonato del Mundo de 1954 con 27 victorias y 4 empates en sus últimos 31 partidos. Tenía que enfrentarse a Alemania, un equipo al que en la fase eliminatoria los húngaros habían vencido ya por un estrepitoso 8-3 (si bien en aquella ocasión los alemanes habían alineado a varios suplentes). Tan absolutamente convencidos estaban los húngaros de su superioridad, que alinearon a Puskas, a pesar de no hallarse totalmente recuperado de una lesión. El entrenador, Sebes, manifestó: "A fin de cuentas, esta final es una pura formalidad".

Los enemigos más peligrosos habían sido dominados: en cuartos de final, 4-2 a Brasil -con un expulsado por bando y una batalla campal en los vestuarios- y, en semifinal, también 4-2 a Uruguay, si bien tras una dramática prórroga resuelta por un espléndido testarazo de Kocsis, que mereció incluso la felicitación señorial del uruguayo Schiaffino. Alemania, en efecto, aparecía como una simple formalidad, aunque su contundente victoria por 6-1 contra Austria en la otra semifinal era un resultado muy digno de consideración.

La final se inició bajo los mejores auspicios para Hungría: a los 6 minutos Puskas marcó el primer gol; su espinilla no se resentía aún del esfuerzo. Dos minutos más tarde, Czibor puso el 2-0 en el marcador. Todo podía terminar aquí, pero a los 10 minutos de juego, el interior Morlock acortó distancias: 2-1. Y a los 18, el pequeño extremo Helmut Rahn aprovechó un error defensivo para establecer el empate. La final volvía a comenzar. Pero los húngaros tenían el hándicap de un Puskas disminuido (y en 1954 no se admitían las sustituciones). Bozsik, su mejor defensa, acusaba el peso de varios partidos muy duros, y los centrocampistas no proporcionaban a Kocsis la oportunidad de conectar sus temibles testarazos.

La racha goleadora se interrumpió. Empezaba un duro forcejeo en el centro del campo. Fritz Walter, el pulmón del equipo alemán, y sus compañeros Mai y Morlock, apoyados en el sólido bastión defensivo que era Liebrich, empezaron a imponerse al trío formado por Bozsik, Zalearías e Hidegkuti. Así iban pasando los minutos y se perfilaba la posibilidad de una prórroga. Sin embargo, a los 39 minutos del segundo tiempo, Bozsik dejó una pelota suelta que fue aprovechada por el extremo Rahn para internarse en el área y batir al meta húngaro cuando éste iniciaba una salida desesperada. Los últimos seis minutos constituyeron un dramático ataque magiar. Lo mismo que cuatro años antes en Maracaná, se producía la gran sorpresa, y Alemania ganaba el Campeonato del Mundo, rompiendo así la imbatibilidad de los húngaros mantenida a lo largo de casi siete años.

La victoria alemana sería más tarde puesta en tela de juicio por algunos observadores. Se señaló que los jugadores habían sido estimulados con determinados productos químicos en aquella memorable jornada del 4 de Julio. Su entrenador, el veterano Sepp Herberger, rechazó indignado las acusaciones, pero pocos días después de la final, la mayoría de sus jugadores se vieron aquejados de una misteriosa enfermedad parecida a la ictericia, lo que nos dejó de levantar fundadas sospechas. En cualquier caso, nada pudo probarse al respecto.

Helmut Rahn, un extremo derecho, había sido el "verdugo" de las aspiraciones húngaras en este caso. Nacido el 16 de Agosto de 1929, su juego se basaba en un extraordinario fondo físico, que le permitía apoyar a sus compañeros en el centro del campo, y en una formidable potencia de tiro. Había debutado en la selección alemana a los 22 años de edad y llegó a jugar 40 partidos internacionales, entre ellos los correspondientes a la Copa del Mundo de 1958. En esta ocasión Rahn marcó 5 goles en los tres partidos de la fase eliminatoria y después el único gol de encuentro en los cuartos de final ante Yugoslavia. En 1960, y ya en el declive de su carrera, fichó por un equipo holandés, donde todavía jugó un par de años.

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Tuvo una carrera completa en Hungría y la repitió en España con el Real Madrid. Por eso no es sólo un jugador de categoría mundial, sino que pertenece al reino de los sueños.

(GYULA GROSICS, portero de la selección húngara en la década del '50, opinando sobre Ferenc Puskas)

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Más allá de los promocionados goles históricos de Pelé, Hugo Sánchez, Romario, Ronaldo, Batistuta, Crespo o Raúl, y de nuestros entrañables “Gringo” Scotta, Artime, Sanfilippo y Diego, es el húngaro Ferenc Deak (foto) el que mantiene una marca cada vez más difícil de superar en este fútbol tan competitivo...
Posee el récord de mayor cantidad de goles anotados en una temporada: 66 en el campeonato de su país en 1946, cuando se estaba forjando la gran selección húngara que le quitaría el invicto a los ingleses en Wembley...
Aquella Hungría se clasificaría subcampeona mundial de la Copa de 1954, que organizó Suiza, al perder una final increíble ante Alemania, cuando pese a ir ganando por 2 a 0, cayó por 3 a 2 (Argentina no participó de ese certamen)...
Deak, que jugaba para el club Szentolorinci, formó parte de la generación de futbolistas húngaros que hicieron historia, con jugadores de la talla de Puskas, Kubala, Czibor y Kocsis, a manera de ejemplo, aunque se quedaron con las manos vacías en cuanto a títulos...
En ese torneo, Sandor Kocsis fue el goleador con 11 tantos y Hungría resultó la selección más ofensiva con 27 goles en 5 partidos. Deak tuvo menos repercusión, pero quedó en la historia de los máximos goleadores de ligas locales...

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Los hermanos Willie y René Van der Kerkhof (en la foto, abajo, 3º y 4º de izquierda a derecha) jugaron la final del Mundial en Argentina en 1978, defendiendo a Holanda cuando perdieron ante el seleccionado argentino en el estadio Monumental de River Plate.
También los hermanos alemanes Berndt y K. H. Foster estuvieron en la final de una Copa del Mundo, en España '82, cuando Alemania cayó ante Italia en el estadio Santiago Bernabeu.
La primera vez que dos hermanos pudieron consagrarse campeones en un mundial representando a su país, fue en el certamen organizado por Suiza en 1954 cuando en la final, Alemania le ganó a Hungría por 3 a 2 y en el equipo germano estaban Fritz y Ottmar Walter.
Fue el 4 de Julio de 1954, en Berna, y los equipos formaron así. Alemania (3): Turek; Posipal, Liebrich y Kohlmeyer; Eckel y Mai, Rahn, Morlock, Ottmar Walter, Fritz Walter y Schafer.
Hungría (2): Grosies; Buzansky, Lorant y Lantos; Bozsik, Zakarias; Czibor Kocsis, Hidegkuti, Puskas y Toth.
El segundo caso se dio en el Mundial de Inglaterra, en 1966, cuando en la final entre el local y Alemania Federal, para el ganador jugaron los hermanos Jackie y Robert Charlton.

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Aquel equipo rayó la perfección. Su lugar en la historia del deporte es semejante a la de un gran atleta que no conquista una medalla de oro en las Olimpíadas.

(BRIAN GLANVILLE, periodista británico, testigo de la final del Mundial de 1954, refiriéndose a la selección de Hungría que, con Puskas lesionado, perdió la final 3 a 2 con Alemania)

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Se puede decir que Fritz Walter tenía una personalidad parecida a la de Sepp Herberger, sólo que más sensible. Siempre estaba dispuesto a echar una mano, tanto dentro como fuera del campo. Hablaba mucho con sus compañeros, era una especie de segundo entrenador para nosotros. La disciplina y los buenos modales eran muy importantes para él.
Hay una pequeña anécdota que no olvidaré nunca. Después de los partidos era habitual ir a comer con los demás jugadores. En una ocasión, me senté con mi compañero Karl Wanger y decidimos ir a la ciudad tras la comida. Estábamos ya preparados, así que nos levantamos de la mesa antes que nadie y cometimos el 'error' de no colocar la silla convenientemente. Fritz Walter nos reprochó agriamente el gesto y nos indicó con severidad que no es de buena educación levantarse de la mesa antes que los demás y, además, no colocar la silla convenientemente. Aquello se me quedó tan grabado que, desde entonces siempre espero a que la gente se levante de la mesa y coloco la silla convenientemente.


(HORST ECKEL, compañero en la selección campeona del mundo en 1954, opinando sobre Fritz Walter)

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En la Copa del Mundo organizada por Suiza en 1954, se produjo un hecho sin precedentes...
Fue durante el partido disputado el 20 de Junio en Basilea, cuando se enfrentaron Hungría y Alemania...
El tema es que, por entonces, había mucha expectativa por ver al equipo húngaro (que finalmente apabulló por 8 a 3 a los germanos) porque era la máxima atracción internacional con un juego lleno de preciosismo y efectividad...
Fue así que como el estadio resultaba pequeño para cobijar a tanta gente, se ideó ubicar un tren como tribuna adicional, sobre el terraplén del ferrocarril aledaño al estadio...
Allí se ubicaron muchos hinchas, quienes vieron brillar a Kocsis, Puskas y Czibor, entre otros...
Lo curioso fue que la final del torneo la disputaron los mismos protagonistas, y pese a ese resultado, que vaticinaba un nuevo triunfo de Hungría, Alemania se quedó con la Copa, triunfando por 3 a 2, remontando un 0-2 parcial...

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El técnico de España en el Mundial organizado por Chile en 1962, era el argentino Helenio Herrera. Entre sus máximas figuras estaba otro argentino, Alfredo Di Stéfano, también el húngaro Ferenc Puskas, el paraguayo Eulogio Martínez y el uruguayo José Emilio Santamaría, todos ellos, como es lógico, nacionalizados españoles. Por tal motivo, a esa selección española la llamaban "el equipo de la ONU" (Organización de Naciones Unidas).
Mientras que Alfredo Di Stéfano no pudo jugar un solo partido, al viajar lesionado y no poder recuperarse, Santamaría disputó 2 cotejos, Puskas 3 y Martínez tan solo uno. La actuación de España en esa Copa fue muy floja, no pudiendo pasar la primera ronda, la del Grupo 3, que integraba junto a Brasil, Checoslovaquia y México.
En el primer partido, Checoslovaquia la derrotó por 1 a 0, en su segunda presentación le ganó a México por 1 a 0 (gol de Peiró) y en el tercero y definitorio cotejo para pasar la serie, Brasil le ganó por 2 a 1. Vencía España con gol de Adelardo, pero en pocos minutos, Amarildo (suplantaba a Pelé, que se había lesionado) anotó los dos goles decisivos.
Los clasificados de esa zona fueron Brasil (que sería el campeón) y Checoslovaquia, siendo eliminados España y México. Lo curioso es que José Santamaría ya había participado en el Mundial de 1954 realizado en Suiza, pero jugando para Uruguay, mientras que Puskas (en la foto junto a Nilton Santos) también lo había hecho en el certamen suizo, pero vistiendo la camiseta de su Hungría natal, país que por entonces tenía un poderoso equipo, pero que sucumbió en la final ante Alemania.

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Los árbitros europeos tienen horror a los negros.

(ZEZÉ MOREIRA, técnico de Brasil en el Mundial 1954, temiendo por los arbitrajes de este certamen)

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Nuestra selección perdió la Copa porque despreció el torneo. Yo no conseguí sentir con el equipo el mismo fervor de la Olimpíada, dos años antes. Para nosotros, la medalla en la Olimpíada fue más importante.

(SANDOR KOCSIS, jugador húngaro, goleador de la Copa del Mundo de 1954, comentando sus sensaciones tras la final perdida ante Alemania)

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La defesa húngara es lo mismo que una puerta mal cerrada.

(PINGA, atacante de la selección brasileña en el Mundial de 1954)

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