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El día del arquero

“A los penaltys que tan bien parabas
acechado tu acierto,
nadie más que la red le pone trabas
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado, muerto”. 

El poeta español Miguel Hernández jugaba de volante, pero su poema futbolístico más conocido se lo dedicó a un arquero, a “Lolo, portero del Orihuela”. El poeta escribió también el himno del equipo que fundó en Orihuela, su pueblo natal. “Vencedora surgirá / la terrible y colosal Repartiora”. En La Repartiora (así llamada porque todos tenían algo para repartir), Hernández, que tenía unos quince años, era “Barbacha”, porque su juego lento hacía recordar a unos caracoles pequeños. 

Su padre no lo quería ni cura ni escritor y lo obligó a que cuidara las cabras. De poeta pastor de Orihuela y su amigo católico Ramón Sijé (“compañero del alma, compañero”), Hernández, mudado a Madrid, pasó a poeta comunista y miliciano. Cavó trincheras y dio aliento con lecturas a los soldados en el frente. En 1942 tenía apenas 31 años. Murió tuberculoso, hacinado y hambriento en las cárceles franquistas, donde las ratas cagaban en su cabeza. 

Hace unos meses, el Tribunal Constitucional de España rechazó un pedido de la familia, de que se declarara nula la condena a muerte que le había decretado el franquismo en juicio sumarísimo. Los jueces ni siquiera le han permitido ahora reparar su honor. Sí lo hizo Jaén y su nuevo himno en 2013, que llevará la letra de uno de los poemas más célebres que Hernández escribió en plena Guerra Civil española: “Andaluces de Jaén / aceituneros altivos / decidme en el alma: ¿quién / quién levanto los olivos?”.

Lolo Sampedro, el arquero hecho poema por Hernández, muere al chocar contra un poste (“¡Ay fiera! En tu jaulón medio de lino / se eliminó tu vida”). El puesto del arquero fue siempre el más literario del fútbol. Más aún desde que la modernidad renunció a los wines, un puesto de locos, de Garrinchas y Housemans. “Oh Platko, Platko, Platko”, escribió en 1928 Rafael Alberti. El poeta español dedicó una célebre oda al arquero húngaro deBarcelona, Franz Platko, héroe en una final de Copa frente a Real Sociedad, porque volvió al campo con seis puntos de sutura y un vendaje aparatoso, tras recibir una patada brutal en la cabeza. 

El arquero más mítico de la propia España fue “El Divino” Ricardo Zamora, estrella de Real Madrid. Fue detenido por milicianos descontrolados porque, además de atajar, Zamora escribía artículos en el diario católico “Ya”. Zamora casi muere fusilado en la cárcel Modelo de Barcelona. Le salvó la vida, contó alguna vez su hijo, un miliciano que lo reconoció. Se refugió en la embajada argentina, hasta que el torpedero con bandera argentina “Tucumán” lo llevó hasta Francia. Su larga permanencia allí, paradójicamente, enojó luego al franquismo, que sospechó de él a la hora del retorno y hasta llegó a detenerlo algunos días. Quedó un dicho famoso, síntesis de que era garantía de seguridad: “Uno cero y Zamora de portero”. Lo contrario sucedió más de medio siglo después con Luis Miguel Arconada, a quien se le escapó infantilmente una pelota en un tiro libre de Michel Platini que dio un recordado triunfo a Francia en la Eurocopa de 1984. Su error provocó otro dicho célebre: “Ay Dios, ha hecho una Arconada”.

Tremendo error de Luis Miguel Arconada en la final de la Eurocopa de 1984. 
Minuto 57, tiro libre de Michel Platini, Francia 1 - España 0.

Es así. El arquero es el puesto más expuesto del fútbol. De Tarzán se pasa al ridículo. “Una difícil regulación de la autoestima”, me dijo alguna vez un psicólogo que atendió arqueros. Son los únicos que visten distinto y pueden usar las manos. Grandotes y hasta goleadores como José Luis Chilavert o extravertidos como Hugo Gatti o René Higuita, los arqueros suelen ser los futbolistas favoritos de los escritores. “Bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso de las bofetadas”, escribió Eduardo Galeano. “La segunda muerte de Barbosa”, tituló un diario el 8 de Abril de 2000, al día siguiente del fallecimiento del primer arquero negro de la selección de Brasil. La primera ‘muerte’ había sido la de su error en el Maracanazo del Mundial 1950. Y eso que todavía no había TV como ahora, de 24 horas sobre 24. Imágenes que repiten y repiten goles, no atajadas. 

Moacir Barbosa comienza a pagar una condena que sería eterna

Cuando los arqueros dominan la escena, es por algún ridículo. Como le sucede hoy mismo al gran Gianluigi Buffon en Italia, señalado por sus errores en la derrota de Juventus ayer 2-0 contra Bayern Münich. La TV, en realidad, suele regodearse ya no ante el simple error humano, sino frente al exceso de confianza, el del superhombre derrumbado por el error infantil. ¿Cuántas veces se exhibieron en estas horas algunas torpezas del hoy encarcelado Pablo Migliore, como la del gol del Racing-Colón en el que sacó rápido, la pelota pegó en la cabeza del ‘Bichi’ Fuertes y se le metió en el arco? “En el puesto de los bobos -solía decir Hugo Gatti- yo soy el más vivo”. “El día del arquero”, sabemos, no es un homenaje; es el día que no llegará nunca.

Albert Camus fue arquero del primer equipo de la Universidad de Argel (R.U.A.). El Premio Nobel de Literatura de 1957 se hizo arquero de niño porque era el puesto en el que las zapatillas le duraban más. Aprendió a moverse siempre a último momento. Hoy no podría hacerlo porque las pelotas, pobres arqueros, son cada vez más livianas y traicioneras. Pero la zapatilla casi intacta evitaba a Camus el reto a latigazos de la abuela. ¡Cómo no citar la frase con la que, más que al fútbol, Camus buscó acaso reivindicar lo mejor del deporte!: “Porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Más crítico, en cambio, fue siempre Umberto Eco. Algunos interpretaron que su mirada dura hacia el fútbol se debe a que, de niño, como nunca fue bueno, lo mandaban al arco. Cuando éramos niños, los malos iban al arco, salvo que fueran los dueños de la pelota. Puesto también de los más gordos, el arco dejó las bromas y pasó a ser un drama cuando en 2009 el arquero alemán Robert Enke, que todavía aspiraba a jugar el Mundial de Sudáfrica, se tiró debajo de las vías de un tren. Nueve futbolistas se habían suicidado antes en la Argentina en los últimos años. Cinco de ellos eran arqueros. Ocupaban el puesto más solitario y extremo. “El más ingrato del fútbol”, como lo llamó una vez Amadeo Carrizo.

Amadeo Carrizo cortando un centro con una mano

Hay numerosos ejemplos que se contraponen al supuesto modelo del "arquero bobo". Arqueros que analizan y se convierten en técnicos (habitualmente cautelosos). Arqueros lectores. Y arqueros poetas. Me quedo con Américo Tesorieri, seis veces campeón con Boca de 1919 a 1926, 37 veces selección argentina. Admirador de Quinquela Martín y amigo del Gordo Troilo, “Mérico” decidió escribir “poemas indigestos para matar el tiempo, antes de que el Tiempo me mate a mí”. En “Jonedick” recordó los viejos Boca-River en la isla Demarchi, con sus canchas separadas por un par de cuadras. En “Imploración” pidió a Dios: “¿No podrías darme por unos domingos mi perdida juventud?”. Y en “Ocaso” escribía: “Escuchemos, querida, por radio el partido/ está muy fría la tarde y más frío el olvido”. “U.S.A.” cita a Abraham Lincoln, Walt Whitman, Tomas Edison, Jack Dempsey, Babe Ruth, Bessie Smith y Louis Armstrong, entre otros. Pero el homenaje del poema no es para ellos. “No/ fue solamente porque alumbró mi feliz infancia/ con madre, padre y siete hermanos más/ una humilde lámpara de querosén/ acogedora luz, acariciadora luz, amorosa luz/ Se llamaba “Miller” y era de reluciente níquel/ con palabras enigmáticas, jeroglíficas, incomprensibles/ “Made in USA”/ pequeña lámpara, amiga nuestra/ es por ella mi querencia y deslumbramiento/ ¡Oh, U.S.A.!”

(artículo de Ezequiel Fernández Moores publicado el 2 de Abril de 2013 en el suplemento "Cancha llena" del Diario "La Nación")

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Si todas las personas que dicen haber estado en la final del Mundial 1950 frente a Uruguay realmente hubieran concurrido, el público presente esa tarde en el Maracaná tendría que haber sido de más de un millón de espectadores.

(JO SOARES, humorista brasileño)

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Una de las historias más extrañas que sucedieron en el Mundial de Brasil de 1950 tiene como protagonista a Joe Gaetjens, jugador de Estados Unidos pero nacido en Haití. El combinado norteamericano llegaba a este campeonato del mundo con cierta inexperiencia y en uno de los partidos de su grupo se tuvieron que ver las caras ante una soberbia Inglaterra, que pensaba que se iba a llevar el Mundial sólo porque en su país el fútbol estaba más avanzado.
Sin embargo, ‘Jo’ Gaetjens se iba a encargar de romper ese sueño. Después de perder ante España y con ya casi ninguna posibilidad de clasificarse para la fase de grupos final, Estados Unidos acabó también con las posibilidades de Inglaterra en el Mundial gracias a un gol del futbolista nacido en la ahora devastada ciudad de Puerto Príncipe. El partido finalizó 1-0 y el tanto de Gaetjens le convirtió en una auténtica leyenda y en el auténtico héroe de aquel encuentro. Aquella derrota fue un duro golpe para Inglaterra y el país lo llegó a etiquetar como “catástrofe”.
Parecía que la vida de Joe Gaetjens iba a cambiar por su gol ante Inglaterra y que todo iba a ser color de rosa... pero nada más lejos de la realidad. El futbolista de Estados Unidos no iba a disfrutar de un final feliz. Después de jugar unas temporadas en Francia, decidió colgar las botas para convertirse en comercial.
Catorce años más tarde de su gol en el Mundial de Brasil regresó a su Haití natal. En 1964 la dictadura de François Duvalier ahogaba todos los sueños de sus ciudadanos y los de Gaetjens no iban a ser menos. El ya ex futbolista fue detenido por la policía secreta y desapareció para siempre. Nadie supo más de él. El hermano de ‘Jo’ movió cielo y tierra para conocer su paradero pero sin ninguna fortuna. Muchos investigadores apuntan a que el futbolista falleció el mismo año de ser arrestado, en 1964, pero sin ninguna prueba convincente que así lo demuestre. ¿El lugar? Nadie lo sabe.
En 1976 la Federación de Fútbol estadounidense incluyó a Joe Gaetjens en su ‘Salón de la Fama’. Un bonito homenaje hacia un héroe que no tuvo un final feliz.

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Tras empatar de milagro a dos contra Suiza, Hans Peter Friedlander estrelló un balón en el poste en los últimos minutos, Brasil se la jugaba ante Yugoslavia en el tercer y último partido de la primera fase del Mundial de 1950.
A la ‘canarinha’ sólo le valía ganar si quería seguir luchando por conquistar su Mundial. Enfrente, una Yugoslavia que había aplastado a México (4-1) y a Suiza (3-0) con Kosta Tomasevic como su principal amenaza en ataque.
Sin embargo, la mala suerte se cebó con Yugoslavia en aquel decisivo partido. Cuando los jugadores se disponían a saltar al césped de Maracaná, Rajko Mitic olvidó agacharse y se golpeó la cabeza con el marco de la puerta del túnel de unos vestuarios que se encontraban en obras. Mitic sufrió una profunda brecha y recibió varios puntos de sutura en la cabeza, por lo que Yugoslavia tuvo que jugar los primeros veinte minutos del partido con un hombre menos ya que por aquel entonces seguía sin haber cambios durante los encuentros.
Cuando Mitic regresó al terreno de juego con un aparatoso vendaje en la cabeza, Brasil ya se había adelantado en el marcador gracias a un gol del ‘Pichichi’ Ademir en el minuto 4. Sin embargo, Mitic no se enteró de que Yugoslavia ya iba perdiendo hasta que se lo comunicaron sus compañeros en el vestuario durante el descanso.
Yugoslavia sufrió un segundo contratiempo durante el partido. El defensa Zlatko Čajkovski recibió el impacto de un naranjazo lanzado desde las pobladas gradas de Maracaná, por lo que jugó bastante mermado toda la segunda parte. En el minuto 68, Zizinho (foto) marcó el definitivo 2-0 y colocó a Brasil en la fase final de su Mundial.

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Veo fútbol de todos lados, el alemán, el inglés, el que venga. El único que no me gusta es el fútbol chileno. No sé por qué. No lo puedo ver. De repente juegan mejor que uno, pero con el fútbol chileno me duermo o me voy a darles de comer a los pájaros.

(JULIO PÉREZ, ex futbolista uruguayo, campeón mundial en 1950)

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La historia de la Copa del Mundo de 1950 tuvo su punto clave en el inolvidable Maracanazo; ese partido definitorio cuando contra todos los pronósticos, Uruguay venció a Brasil por 2 a 1, ganando el torneo.
La desazón de los locales fue indescriptible: el Maracaná estaba colmado por casi 220 mil espectadores.
Más allá de las críticas a sus jugadores, los cañones periodísticos apuntaron hacia el director técnico, Flavio Costa quien, hasta el partido ante Uruguay, era uno de los hombres más elogiados, como estratega. Luego de la derrota final, los hinchas lo querían matar y Flavio debió alejarse del ambiente del fútbol por un tiempo.
De todas formas, con el paso de los años, se le reconocieron sus virtudes y se destacaron algunos de sus preceptos futbolísticos, que colocaba en carteles pegados a las paredes del vestuario. Uno de ellos, decía: "Tú puedes ser el Jesucristo del fútbol, pero si te marca un loco que no te deja dar una patada a la pelota, nunca podrás jugar al fútbol". Otro, señalaba: "Los extremos (wines) son al equipo lo que los brazos al cuerpo humano".
Y también inculcaba: "Las distancias iguales entre los jugadores del mismo equipo mantienen la geometría del cuadro".
Flavio Costa había nacido en Río de Janeiro el 14 de Septiembre de 1906. Quiso seguir la carrera militar, pero se dedicó al fútbol jugando en el Flamengo. Después de varios años con los pantalones cortos, se convirtió en DT dirigiendo al Flamengo, para luego irse al Vasco Da Gama.
De allí pasó a ser técnico de la selección de su país, en una primera etapa desde 1944 hasta 1950. Pese a su fracaso en la Copa del Mundo, cinco años más tarde lo volvieron a llamar, dirigiendo a Brasil entre 1955 a 1957.
Falleció en Río de Janeiro en 1999, a los 93 años de edad.

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Se llamaba Schubert Gambetta y entró en la historia grande del fútbol de Uruguay al haber sido uno de los campeones del mundo de 1950, en el recodado Maracanazo.
Fue 9 veces campeón con la camiseta de Nacional de Montevideo (1940, 1941, 1942, 1943, 1946, 1947, 1950, 1952 y 1955) y una vez campeón Sudamericano con la Celeste (1942).
El “Mono” Gambetta había nacido en Montevideo en 1920, falleciendo en la misma ciudad en 1991.
Era un volante de entrega total, incansable, aguerrido, polifuncional y con mucha llegada al gol. Estaba donde tenía que estar y poniendo todo lo que había que poner. En cada acción era como si se jugara la vida, disputando la pelota como la última de su carrera.
En 1949, a menos de un año del Mundial de Brasil, sufrió una fractura de tobillo que, prácticamente, descartaba su participación. Pero con mucho amor propio se recuperó y fue convocado por el técnico Juan López.
Al final de su trayectoria, sus batallas en el campo de juego le dejaron un balance de fracturas en los dos brazos, rotura de ligamentos de rodilla derecha, fracturas en ambos tobillos, fractura de maxilar, y un hundimiento de pómulo, además de una operación de meniscos que le realizaron una vez retirado. Un retiro que se produjo a los 50 años, luego de deambular, despuntando el vicio, por varios equipos del interior del Uruguay, para terminar como empleado en el Casino del Parque Rodó. Schubert “Mono” Gambetta, fue un jugadorazo y un guapo de verdad.

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Cuando juega Uruguay (Jaime Roos - Uruguay)

* Versión original con Obdulio Varela y Murga "Falta y Resto"

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Antes de que el seleccionado de Uruguay partiese hacia Brasil para disputar la Copa del Mundo de 1950, había en la delegación un clima enrarecido. El fútbol uruguayo venía de solucionar un problema con los futbolistas que había provocado una huelga en 1948. Un "detalle" que marcó a algunos jugadores, tildándoselos de "carneros"* por no haberse unido a los huelguistas que reclamaban mejoras.
Uno de ellos era Matías González, fuerte defensor, implacable en la marca, decisivo para jugar tamaño torneo. González no estaba bien visto en el plantel por no haber acompañado la huelga, y sus compañeros hasta le negaban el saludo. Pero ahí surgió la figura de Obdulio Varela, líder del grupo, guapo y de fuerte personalidad. Obdulio, el "Negro Jefe" reunió a todo el equipo y después de una breve introducción, dijo: "nadie sale de esta pieza sin saludar a este compañero", con obvia referencia al por entonces zaguero de Cerro.
Lógicamente, la sugerencia fue aceptada sin chistar. Para Obdulio Varela era la única forma de crear una unidad, un grupo de verdad, más allá de diferencias y personalismos. Era la única forma de lograr el objetivo tan anhelado por los uruguayos: traer nuevamente la Copa Jules Rimet al Uruguay. Y así fue que todo terminó en el glorioso Maracanazo, con Obdulio como figura en el medio de la cancha y un Matías González que tuvo una extraordinaria actuación en la defensa.

* Glosario
Carnero (trabajador que no se adhiere a una huelga)

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El día 6 de Marzo de 1962 se despedía de la afición el portero más emblemático de toda la historia azulgrana: Antoni Ramallets i Simón, más conocido como Ramallets.
Aquel día participaron muchos deportistas que habían compartido vestuario con el mítico portero y las autoridades políticas, tanto nacionales como provinciales.
El Camp Nou se llenó como en las grandes tardes de fútbol y se pactaron dos partidos. El primero entre la Selección de España, compuesta por jugadores ya retirados de la práctica activa del fútbol, y un equipo de "Les Cinc Copes" que finalmente se impondría por 3 a 2. En este partido jugarían:

Barcelona: Velasco, Seguer, Biosca, Calvet (Navarro III), Gonzalvo III, Flotats, Basora, César, Aloy, Moreno (Colino) y Manchón (Rueda).
Selección de España: Eizaguirre (Quique), Alonso (Babot), Parra, Asensi (Navarro I), Pasieguito, Puchades (Alonso), Iriondo (Juncosa), Venancio (Hernández), Zarra (Arcas), Pañizo (Taltavull) y Gaínza.
Goles: 1-0 Gonzalvo, 2-0 Rueda, 3-0 Aloy, 3-1 Pasieguito (p), 3-2 Hernández.

Como colofón hubo un partido que el FC Barcelona ganó al SV Hamburgo por 5 tantos a 1. Las alineaciones fueron las siguientes:

Barcelona: Ramallets (Sadurní), Benítez, Gensana (Rodri), Chicao (Olivella), Segarra (Marañón), Garay (Vergés), Zaballa (Pereda), Evaristo, Martínez, Seminario (Villaverde) y Villaverde (Vicente).
Hamburgo: Schnoor, Krug, Meinke, Jughun, Werner, D. Seeler, Dehn. Neisner, U. Seeler, Dahre y Doerfel.
Goles: Eulogio Martinez, Evaristo (2), Vicente y Verges.

En el intermedio, se le impuso al portero la Medalla al Merito Deportivo. Ramallets, que tenía 38 años, hizo vibrar el Camp Nou con sus intervenciones, especialmente una increíble parada al delantero alemán Uwe Seeler.
Años después, el 11 de Marzo de 2008, recibe un nuevo homenaje cuando recibe la llave de Barcelona de manos del ex Presidente del FC Barcelona, Joan Gaspart.
Ramallets se consagró definitivamente en el Mundial de 1950 que se celebró en Brasil. En este Mundial la selección española obtuvo la mejor clasificación de su historia.
El portero azulgrana era conocido como el "gato de Maracaná" por su gran agilidad y por la extraordinaria actuación que realizó en el estadio brasileño.

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Yo dejé de creer en Dios en el día que ví perder a Brasil la Copa del Mundo en el Maracaná. Doscientas mil personas vieron cuando Ghiggia hizo el segundo gol para Uruguay. Fue una jugada muy clara, sin ningún tipo de confusión que pudiese dar lugar a dudas: sólo Ghiggia, Bigode, Juvenal y Barbosa. Pues bien, después del partido, no encontré una sola persona que describiese aquel juego de la misma manera. Entonces, ¿cómo acreditar la versión de media docena de apóstoles, los pocos que vieron a Cristo resucitado, a través de la penumbra, en una zona apartada y oscura?

(CARLOS HEITOR CONY, escritor y periodista brasileño)

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No estés mal. Algún día la ganaré.

(PELÉ, al ver llorar a su padre, Dondinho, tras la derrota de Brasil ante Uruguay en la final de 1950)

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Procedo de un país, Uruguay, donde una gran victoria lograda por valores futbolísticos (ganarle la final a Brasil en su propia tierra) fue vista como el elogio máximo a la virilidad; desde entonces perder es no ser tan hombre. Le hemos puesto a los jugadores para siempre el sayo de que si no son capaces de ser campeones del mundo no son tan hombres como aquellos de 1950, que a la vez se han quedado sin el reconocimiento de lo que valían como futbolistas.

(VÍCTOR HUGO MORALES, relator y periodista uruguayo)

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Las deserciones producidas para el Mundial de 1950, algunas de manera obligada, otras no, provocaron que los organizadores brasileños tuvieran que trabajar a destajo.
Por ejemplo, meses antes de iniciarse la competencia mundial, Gales e Irlanda renunciaron al torneo por imposición de algunos dirigentes de la FIFA.
Escocia, pese a poder ir, se indignó ante lo sucedido con los galeses e irlandeses y renunció, solidarizándose con aquellos países. De las islas británicas solo fue Inglaterra (jugó su primer Mundial).
Por otro lado, Francia, Turquía y Portugal rechazaron la invitación al no sentirse capacitadas y la Argentina, tampoco asistió aduciendo que la FIFA no había castigado a la liga colombiana, la que se llevó a sus mejores jugadores argentinos, sin pagar un peso.
Pero el hecho curioso, todo un récord, según se relata en "El libro negro de los Mundiales de fútbol", de Daniel Cecchini, Andrés Bufali y Jorge Boimvaser, es que no se permitió que participara la India, porque algunos de sus futbolistas estaban acostumbrados a jugar descalzos.
La FIFA fue clara: "Es obligación jugar con botines". Y así, la India se quedó en su casa.

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En Brasil la máxima pena por cualquier delito es de treinta años. Yo llevo cuarenta y tres pagando por un delito que no cometí.

(BARBOSA, arquero brasileño, señalado como máximo responsable de la derrota de Brasil en la final del Mundial de 1950, cuando no le dejaron visitar la concentración de la selección de Brasil en 1993)

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Guando Brasil organizó la Copa del Mundo de 1950, Italia era la selección favorita para quedarse con la Copa Jules Rimet, al haberlas ganado en las dos ocasiones anteriores, en Italia '34 y Francia '38 (el primer Mundial, disputado en Uruguay, había sido ganado por el país anfitrión).
Luego, la II Guerra Mundial evitó que se jugaran mundiales entre 1942 y 1946. Lo cierto es que Italia fue el único representativo que arribó a Brasil en barco. Como el equipo del Torino había muerto trágicamente un año antes en un accidente, al estrellarse el avión contra la colina de Superga, el técnico, los jugadores y dirigentes del seleccionado azzurro, prefirieron la travesía naviera.
Claro que en la motonave "Sies" que los transportaba, se comían muy buenas pastas y como el viaje duró un par de semanitas, todos engordaron más de lo previsto al arribo a la bahía de Guanabara.
El tema fue que en el primer partido, a los italianos se los notó fuera de forma, y perdieron ante Suecia por 3 a 1. Días más tarde le ganaron a Paraguay por 2 a 0, pero no dieron los números para la clasificación e Italia quedó afuera del torneo.
"Quisieron que engordásemos para perder forma -adujeron-; de alguna manera tenían que arrebatarnos el título de campeones del mundo".
Fueron lamentables excusas. A veces es preferible cerrar la boca para no hablar de más, y de paso, comer menos...

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El inolvidable Roque Gastón Máspoli, arquero del seleccionado de Uruguay, campeón del mundo de 1950, y que también actuara en el certamen mundial de Suiza de 1954, debió asumir la dirección técnica del representativo de su país a los 80 años. Todo un récord.
Máspoli aceptó el reto de dirigir a Uruguay en los últimos partidos de la ronda clasificatoria para el Mundial de Francia de 1998. ¿Quién le iba a reprochar algo a una leyenda como él?
Hizo lo que pudo, pero los magros resultados obtenidos con anterioridad, hicieron que la proeza no se concretara. Fue así que Uruguay quedó afuera de Francia, sin pena ni gloria. Pero nadie criticó a Máspoli, en su función de orientador de la Celeste.
Hubo otras circunstancias, externas, para que Uruguay haya perdido puntos muy valiosos en la primera etapa clasificatoria, y no hubo tiempo para la reacción. Máspoli, ganador por naturaleza, atajó para Peñarol desde 1939 hasta su retiro en 1957, y como director técnico tuvo una brillante foja de servicios al ganar con los Mirasoles dos veces la Copa Libertadores de América, y con la selección, al obtener en 1981 el Mundialito realizado en Montevideo.

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Schubert Gambetta fue el héroe de Maracaná. Tenía todo: temperamento, clase, confianza. Contagiaba fe. Con gente así es imposible perder.

(ROQUE GASTÓN MÁSPOLI, 1917-2004, legendario arquero uruguayo, una de las figuras de la final del Mundial de 1950)

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En 1949, Peñarol de Montevideo tenía un equipazo. Integraban su plantel gran parte de los jugadores que, al año siguiente, se consagrarían campeones del mundo con la selección de Uruguay, tras al inolvidable "Maracanazo" en el definitorio partido ante Brasil.
En aquél Peñarol estaban figuras de la talla de Obdulio Várela, Míguez, Schiaffino, Gigghia, Máspoli, Davoine y muchos otros.
La campaña de ese equipo resultó brillante, con Obdulio apareciendo como líder.
En el libro "Memorias de la pelota", de Alfredo Etchandy, se rescata una anécdota imperdible, relatada por uno de sus protagonistas, el inolvidable Juan Eduardo Hohberg.
"Antes de mi primer clásico frente a Nacional, Obdulio Várela me hizo sentar a la sombra de un árbol en Los Aromos (lugar de entrenamiento de Peñarol) y me dijo: 'Usted jugó bien en la reserva un clásico, pero no es suficiente. Al hincha hay que demostrarle que uno sirve en partidos como el de hoy. Usted viene jugando muy bien, pero no le alcanza si no rinde hoy. ¿Quién lo va a marcar?'", indicó.
El delantero respondió que Tejera y el capitán continuó: "En los primeros cinco minutos va a tratar de saber quién es usted. Y lo va a buscar. Recibirá el encontronazo y se aguanta. Después yo agarro una pelota y la voy a entregar dividida entre los dos. Usted sabe lo que tiene que hacer". Y allí terminó la conversación.
"En el partido, contaba Hohberg, vino un córner desde la derecha y me doblaron de un golpe. Cuando abro los ojos veo a Obdulio inclinado sobre mí. '¿Qué le dije?', me preguntó.
Al rato agarró una pelota y se fue arrimando por donde yo estaba marcado por Tejera, la tiré rastrera entre los dos. Y supe lo que debía hacer, y lo hice. El fútbol es así, ni me quejo de Tejera ni él se quejó de mí después".
El respeto entre Hohber y Obdulio era tal, que nunca se tutearon.

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El fútbol hizo feliz a Uruguay, le dio importancia, personalidad. Que un país tan chico tuviera cuatro títulos mundiales era una cosa increíble. Y lo del Maracaná ya fue el colmo.


(MARIO BENEDETTI, escritor uruguayo)

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