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La final con prórroga

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La final del Campeonato Mundial de fútbol de 1934 fue la primera que necesitó de una prórroga para designar al nuevo campeón. A partir de entonces, este hecho se produciría más de una vez, pero pocas finales han sido tan duramente disputadas como la que sostuvieron Italia y Checoslovaquia el 10 de Junio de 1934. En aquella jornada se abatía sobre Roma una ola de calor que llevó los termómetros a temperaturas superiores a los 30 grados. Con todo, el ambiente era, si se permite la expresión, mucho más "caliente" todavía.

Cabe recordar que en 1934 Italia vivía aún la etapa expansiva de su nacionalismo, fomentado por el Gobierno fascista de Mussolini, que seguía alimentando sueños imperiales. Toda forma de afirmación -política, social, etc.- era explotada por el Gobierno, y el deporte no podía ser una excepción. Mussolini había seguido personalmente el desarrollo de aquel campeonato, organizado con gran fasto y solemnidad. La victoria de Italia, de la legendaria squadra azzurra, debía ser el lógico colofón apoteósico de la celebración.

El camino a la final no resultó sencillo: después de arrollar a los modestos amateurs norteamericanos por 7-1, Italia se enfrentó en cuartos de final a España, a la que venció por el tanteo mínimo de 1-0 en el partido de desempate, ya que en el primero se había empatado a un gol. Gianni Brera, el gran periodista italiano, no tuvo inconveniente en reconocer años más tarde la ilegalidad del gol italiano que obligó al desempate: "El empate se produjo casi al término del tiempo reglamentario: lo marcó Ferrari, mientras Schiavio sujetaba a Zamora y el arbitro fingió no verlo". Siete jugadores lesionados en el bando español y cuatro en el italiano no pudieron participar en el desempate, donde los italianos ganaron merced a un gol de Meazza a los 12 minutos de juego y se dedicaron a defender ardorosamente su exigua ventaja.

En la semifinal, dos días después, Italia ganó de forma similar con un gol del argentino nacionalizado Guaita a los 18 minutos; a partir de aquí, cerrada defensa y victoria por el mínimo tanteo. Con anterioridad, Checoslovaquia había vencido a Alemania por 3-1, impidiendo así la final Italia-Alemania soñada por Mussolini y Hitler.

Mussolini estaba, aquel 10 de Junio, en el palco de honor. Lo peor había pasado, pues se creía que Checoslovaquia no sería enemigo de consideración en la final, a pesar de contar en la portería con el famoso Planicka, un portero excepcional. Pero los checos no querían ser víctimas propiciatorias: con su típico juego lento y pausado, tejieron una "tela de araña" en el centro del campo, que envolvió a los italianos, los cuales, agotados por el esfuerzo de los días precedentes, se veían incapaces de imponer su propio ritmo de juego, mucho más vivo y dinámico.

Un silencio sepulcral se produjo en el estadio cuando, a los 26 minutos de la segunda parte, los checos se adelantaron en el marcador gracias a un error del guardameta italiano, que se lanzó tarde y mal a atajar un disparo, sin aparente peligro, del extremo Puc. A los 32 minutos, un disparo del delantero centro checo dio en el poste. Fue la jugada decisiva: el balón rebotado lo recogió un jugador italiano, que lanzó en profundidad a Orsi, otro ítalo-argentino nacionalizado, el cual alojó el balón en las redes. De un posible 2-0 para Checoslovaquia, a diez minutos del final, se había pasado al empate a uno.

En la prórroga, y a pesar de su agotamiento, los italianos sacaron fuerzas de flaqueza, y Schiavio, en el minuto cinco, marcó el gol de la victoria. El jugador sufrió un desvanecimiento a causa de la fatiga y de la emoción. Tras el encuentro, Mussolini saludó personalmente a los jugadores, y el seleccionador italiano Vittorio Pozzo manifestó que "las razones de la victoria italiana se encuentran en la atmósfera creada por el fascismo alrededor de todo el equipo".

El fútbol italiano iniciaba así una etapa de gloria, que le llevaría a revalidar su título mundial cuatro años después, siempre a las órdenes de Vittorio Pozzo. Este extraordinario preparador se retiró en 1948, cuando el equipo olímpico italiano fue batido por Dinamarca por 5-3. Su palmarés incluía 60 victorias, 16 empates y sólo 13 derrotas; Pozzo, sospechoso de haber colaborado generosamente con el fascismo, fue despedido sin homenajes de ningún tipo y con el único regalo de un pequeño apartamento en Roma, a unos centenares de metros del estadio donde su selección había conquistado su primera Copa del Mundo.

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Mística, otra forma de reflejar el deporte


El sábado 19 de Abril de 1997 apareció la revista Mística acompañando la edición de los días sábados de Olé. Definida por el director del diario, Ricardo Roa como “El espíritu del deporte”, la revista proponía una mirada diferente sobre el deporte, con reportajes a los protagonistas, historias e investigaciones especiales. Contenía 84 páginas y un gran despliegue fotográfico.
Según el director del diario deportivo, esta nueva publicación “responde a las necesidades del nuevo lector de deportes, que constantemente está buscando cosas nuevas. Plantea una mirada distinta sobre el deporte. Hay una distinción básica con Olé: el diario se ocupa de lo urgente. La revista toma el mismo hecho pero con otros ojos, que van más allá de lo inmediato".
En su primera edición, Mística arrancó con todo y tuvo una tirada de 200 mil ejemplares, que demostraron una muy cuidada edición, un importante despliegue fotográfico y la presencia de varios columnistas especiales. Según Roa, "Olé es el diario del hincha y Mística es tanto del hincha como del simpatizante. Que viven de maneras diferentes una misma pasión por el deporte. El diario muestra a los protagonistas en la cancha. La revista se mete en el túnel con ellos y los acompaña para mostrarlos en todo lo que no se ve en el juego. El diario es la pasión, Mística es el espíritu del deporte. Al estilo Olé, que significa emoción, testimonios y rigor informativo".
Mientras permaneció en el mercado (hasta el 4 de Noviembre de 2000 vieron la luz 186 números de la revista), abordó las vivencias, motivaciones, dilemas e intimidades dentro y fuera del escenario de competencia. Así, pudo verse en la tapa al goleador Martín Palermo disfrazado de mujer; a Alfredo Davicce -el sobrio presidente de River- con un sombrero de arlequín con los colores del club o a los mellizos Barros Schelotto personificados en dos gangsters. La revista tiene análisis, investigaciones y otros géneros, compaginados en secciones habituales bajo la identificación de La rabona, Instantánea (cuatro fotografías del deporte en acción), Fotomemoria, Radiografía, Fanática, Retro, Peloteo, El buzón, Sprint y las columnas Tinta Roja y Posición adelantada.
Vale aclarar que la revista apareció en el mercado en un momento favorable en relación a cuestiones económicas y de expansión del mercado deportivo. Lo mismo había sucedido con el diario Olé en el año 1996.
Se produjo un aprovechamiento de las condiciones económicas, deportivas y culturales imperantes en la época. La masificación de la televisión por cable produjo la aparición de gran cantidad de medios dedicados al deporte. Y, a su vez, esa proliferación de medios responde al crecimiento del negocio. Se dio una relación simbiótica: los medios ayudaron al fútbol y éste a los medios. El fútbol se transformó en un espectáculo mediático y al mismo tiempo surgió un mercado inexplorado donde ciertos empresarios encontraron la veta para sacar un nuevo producto.
De esta manera surgió Olé y se transformó en un elemento necesario incluso para el periodista deportivo. Su aparición está íntimamente relacionada con una época donde los procesos económicos vigentes permitieron mayores inversiones a las empresas. Teniendo en cuenta que las materias primas y materiales eran adquiridos a precio dólar, en ese momento en paridad cambiaria con la moneda argentina, la inversión resultaba más fácilmente concretable. Ejemplo de esto es que tanto para el diario como para la revista se trabajó en conjunto con un diseñador español; cosa que hoy implicaría costos mucho más onerosos.

Grupo de pertenencia

Un elemento que no debe ser obviado dentro de este análisis es que la creación de Olé y Mística se da bajo la tutela de Clarín. No es un dato menor, que tal emprendimiento saliese al mercado y contara con la aprobación y el respaldo periodístico-económico de uno de los grupos empresarios periodísticos más significativos y de mayor poderío en la Argentina. Y esto es un elemento clave a la hora del análisis.
Analizando por partes, fue el Grupo Clarín el multimedio que se animó a editar un diario deportivo. Contando con los recursos económicos necesarios para una gran preproducción y también para solventarlo en épocas de reconversión de ventas, Olé salió al mercado con el irreemplazable valor del apoyo que tuvo de Clarín. En segundo lugar, cuando logró establecerse en el mercado argentino como el diario deportivo y la referencia tanto para el ámbito de futbolistas como periodístico, surgió la idea de la aparición de Mística. Aquí también la revista tuvo detrás el apoyo, pero en este caso la referencia era claramente Olé y no así el Grupo Clarín.
Sin embargo, la revista pudo mantener su edición poco más de tres años. Eso lleva a pensar en la política del multimedio Clarín, con el apoyo económico que posee: ¿no pudo o no le interesó sostener este emprendimiento? Del mismo modo resulta difícil pensar en el surgimiento de nuevas revistas deportivas independientes. Incluso el paso del tiempo lo demuestra ya que desde la desaparición de Mística no hubo revistas deportivas que hayan aparecido y perdurado en el tiempo.

Innovaciones que presentó

Mística fue una revista moderna en sus aspectos visuales; y tuvo la particularidad de ser, en nuestro país, la primera revista de un diario deportivo. Desde ese punto de vista es una innovación para los medios gráficos argentinos. Además, por surgir en ese marco, es que no puede compararse directamente con otras revistas deportivas; no sería adecuado porque puede basarse en otros aspectos al no tener que seguir el mismo concepto de actualidad. Buscó diferenciarse del resto de las revistas porque en su caso particular, no tuvo que seguir la actualidad día a día. El diario se ocupaba de eso y la revista de los protagonistas, fuera del ámbito en que practicaban su actividad.
De esa manera, podía hacerle frente a la vorágine de actualización constante que imperaba, y aún impera, en el universo deportivo. Olé actualizaba la información todos los días y Mística podía leerse durante toda la semana porque sus notas pueden ser consideradas atemporales.
Por otra parte, las notas publicadas en Mística contaban con un tiempo de preparación mayor al de otras revistas. Si bien resulta incomparable el tiempo de elaboración de una revista con respecto a un diario, en este caso ese tiempo era aún mayor. Porque no tuvo que esperar a que se produzca un hecho deportivo determinado para cubrirlo y que aparezca en sus páginas. Todo ese tipo de información iba en Olé. Entonces podía planearse con mucha antelación y no debía cambiar su estructura. Un resultado de último momento no iba a modificar su estructura. Presentó textos mejor escritos por contar con más tiempo de elaboración y también tuvo la particularidad de colaboradores que se ofrecían para escribir notas para la revista en una especie de “despuntar el vicio” con una nota de elaboración extensa que no podrían realizar en el diario.
Muchas de las notas de la revista bien podrían haber ocupado un espacio dentro de otro tipo de publicación ya que los contenidos no se limitaban solamente a cuestiones deportivas. Además, las notas -según contaron periodistas de su redacción- en muchos casos surgieron espontáneamente, sin tener en cuenta la actualidad deportiva.
Podemos presentar a Mística de Olé, en una especie de paralelismo a lo que representa Viva de Clarín. Es decir, una revista más de personajes que de actualidad propiamente dicha, de lectura que permite extenderse a lo largo de la semana.

Composición de la redacción

Mística fue una revista más analítica, descriptiva y que buscaba el debate. Atractiva y moderna en cuanto a los recursos estilísticos que presentaba. Con un protagonismo preponderante del diseño. Más rigurosa en su mirada del deporte donde presentó un discurso crítico y más complejo discursivamente. Con notas de varios tipos: cortas y a veces con una mirada menos comprometida y en ocasiones sólo marcando un tinte informativo; y de desarrollo, investigación y análisis. Produjo innovación también en la relación entre texto e imagen. Fue una revista deportiva pero que se asemejaba por las producciones fotográficas a una revista de interés general.
Con Mística se buscó en primera instancia consolidar la posición del diario a un año de su aparición; y a la vez realizar una revista que se expandiera más allá del ámbito de la cancha.
Los periodistas de la redacción de Mística escribieron sabiendo para quién lo hacían, porque conocían desde un primer momento el público consumidor de Olé y tuvieron un objetivo claramente establecido: mejorar la escritura en el periodismo deportivo, aprovechando el tiempo de elaboración con que contaban.
Otra de las características distintivas que podemos establecer de Mística fue que intentó replantear las preguntas que hacía el periodista deportivo de entonces. Desde una mirada más audaz y reflexiva basada tal vez en la influencia de la edad de los que hacían la revista. Eran periodistas que -salvo excepciones- apenas superaban los 30 años y muchos colaboradores jóvenes que se iniciaban.

Avatares de la publicación

Si bien iba a ser la revista del diario deportivo, la publicidad que se hizo de Mística (antes de su salida y durante su producción) no fue como la que anteriormente se realizó para presentar la salida de Olé. Si bien se promocionó dentro del diario deportivo no tuvo una extensa publicidad fuera de él ya que la prioridad el diario.
No obstante, los inconvenientes también se plantearon al momento del acceso a la revista por parte del público y las diferencias que planteó en sus contenidos con respecto al diario.
Se trató de una revista que se acercó más hacia aspectos literarios y contó con grandes producciones fotográficas en contraposición de un diario que prácticamente analiza desde la posición del hincha. El análisis caliente y actualizado del diario contra el análisis más frío, analítico y descriptivo de la revista. Claro está también que esa posición de la revista pudo establecerse de esa manera porque era Olé el que se dedicaba al día a día en la información. La posibilidad de no destacar resultados deportivos y basarse en el protagonista del deporte también es un rasgo característico de Mística, que a la vez se produce gracias a llegar acompañando a Olé.
No obstante, las diferencias entre uno y otra fueron notables. El lector se encontró con una publicación totalmente distinta a lo que era el diario e incluso las revistas deportivas conocidas hasta ese momento.
Pero ante esto surgieron inconvenientes en el proceso de búsqueda de lectores específicos. Se trató de dos productos que si bien salían en conjunto los días sábados, tuvieron ópticas distintas. Y en ese proceso de ampliar el mercado, se planteó el problema de cómo podía hacer Mística para conquistar a un público que no tenía acceso a Olé. Y desde el otro lado, cómo podía leerla un lector que no se interesaba por el diario. Imposible. O casi, si tenemos en cuenta la salvedad del comentario boca a boca o algún otro imprevisto.
La revista no podía comprarse por separado. Los sábados era el diario junto a la revista. No hubo opción, como sí años más tarde la hubo -y todavía la hay- con la revista Ñ de Clarín, que sale los sábados pero se la consigue durante el transcurso de la semana en los kioscos de diarios pagando el precio adicional.
En el caso de Mística, después de las entrevistas realizadas con personal de la revista, quedó demostrado que ese adicional resultó un peso para una parte de los compradores de Olé. Porque esas personas que no se interesaban por el contenido que presentaba la revista indefectiblemente debían pagar ese canon extra para acceder al diario.
Está claro que más allá de todo lo expuesto con anterioridad, la historia periodística de nuestro país demuestra que una publicación de las características de Mística chocó, choca y chocará con una verdad absoluta dentro del periodismo gráfico: las revistas deportivas -salvo raras excepciones- carecen del apoyo publicitario.
El periodismo gráfico no atrae a las grandes firmas. Y el caso de Mística no fue la excepción. La publicidad ocupa el mayor porcentaje de ingreso en un medio gráfico, y en caso de Mística, los avisos no compensaron los costos. Por lo tanto, ese faltante hizo que la revista tuviera que modificar ciertos rasgos (incorporando nuevas secciones pensando más en vender que en el espíritu de la revista) para buscar solventarse. Ese fue el caso de secciones como Fierros, ESPN e incluso promociones como la raspadita (que regalaba entradas para espectáculos deportivos) que tenían como única finalidad incorporar ingresos económicos. Es decir, cambios que fueron incorporándose a la publicación más pensando en una salida económica que en el espíritu inicial de la revista.
En el caso de Mística, quedó claro que la búsqueda inicial en cuanto a los anunciantes se volcó hacia las grandes firmas pero esto no logró el efecto deseado y a partir de allí comenzaron a notarse las falencias en cuanto al objetivo económico del proyecto.
Más allá de esto, hay que destacar que Mística permitía dos lecturas: leerla para reírse y disfrutar o para reflexionar sobre ciertos aspectos ocultos detrás del deporte. Fue una revista flexible en cuanto a la forma en que podía ser leída.
Propuso una mirada distinta para mostrar el espíritu del deporte. Mostrar aquello que no se veía, el detrás de escena, con notas intimistas pero sin dejar de ser profundas. Ocupó un nuevo lugar a partir del cual reveló ciertas intimidades y reflexiones de los protagonistas. Exploró un lugar hasta ese momento inédito. Con investigaciones sobre temas que se manejaban por detrás de la imagen misma del deporte, con el objetivo de demostrar que detrás de escena se manejan muchas intimidades que extrañamente eran tratadas por los medios gráficos.
También es probable que esas diferencias que se manifestaron entre Olé y Mística hayan sido perjudiciales. La identificación se produjo más desde el nombre y ciertos rasgos gráficos que desde el estilo y el discurso. Fue la revista del diario, pero se basó en aspectos del deporte desde una mirada totalmente distinta.

Periodistas que cambian de sección

La redacción estuvo integrada por periodistas provenientes de distintas ramas del periodismo. No todos los que formaron parte de la revista provenían del seno del periodismo deportivo. Entonces la mirada sobre los temas presentados fue mucho más amplia y, como ya mencionamos, permitió tratar ciertas temáticas que iban más allá de la frontera del deporte.
Una vez que Mística dejó de aparecer, los integrantes de la revista buscaron otros horizontes; y si bien algunos como Sanz y Ladrón de Guevara aún permanecen en Olé, otros prefirieron seguir su propio camino lejos del diario deportivo. Este es el caso de periodistas que para escribir sobre deporte más analíticamente se abren de los medios propiamente deportivos y se recluyen en medios gráficos que le brindan el lugar o bien pasan a integrar otro tipo de sección. Alejandro Caravario forma parte actualmente de la revista dominical del diario Crítica y Juan José Becerra se dedica a la literatura y sigue la campaña de Boca escribiendo para Crítica pero desde un lugar distinto al del periodista deportivo tradicional (según explicó, realiza una crónica pero sin tomar ningún tipo de nota durante el encuentro y sólo escribe a partir de lo que registra en su memoria al final del mismo).

Agenda en detrimento del análisis profundo

Luego de la aparición de Olé, y la transformación que produjo en la agenda deportiva (que pasó a ser diaria), se modificaron otros productos (en el caso de los diarios ampliando su sección deportiva y en el caso de la revista El Gráfico es importante tener en cuenta que presentó un rediseño y se configuró como una revista que dejó de basarse en los resultados deportivos). Además es interesante marcar que las revistas comenzaron a generar menos expectativa y muchas desaparecieron (Goles, Sólo Fútbol) ya que se transforma en un imposible que una revista semanal pueda competir con un diario.
Estos productos se encuentran en desventaja con respecto a los otros medios: periodísticamente se las considera atemporales. Ya sea la radio, los diarios o Internet, le han sacado enormes ventajas. Está claro que la sociedad en la que vivimos dedica poco o prácticamente nulo espacio al análisis y al pensamiento. En una época donde se demoniza a la cultura de la letra, declarándola prácticamente prescindible, como parte de una moda que privilegia la información audiovisual, recordar y escribir permite intentar comprender grandes cuestiones. Así las cosas, las revistas tienen otro elemento en contra.
Y de la mano de esta lucha que sostienen los diferentes soportes de comunicación para ver quién llega primero con la información, las revistas quedan totalmente en desventaja. No hay dudas en que el mundo está dividido y dominado por la velocidad. Y los medios no son la excepción. Esta sociedad posmoderna que privilegia el individualismo por sobre las necesidades colectivas, no permite generar espacios para la reflexión.
Los requerimientos de información al instante y la necesidad de cumplir con la agenda van, salvo casos excepcionales, en detrimento del análisis profundo.
La sociedad se acostumbró a dejar de lado el análisis a cambio de la información más superficial privilegiando el concepto de actualidad. Saliendo estrictamente del periodismo deportivo, es infrecuente encontrar en un diario durante la semana que se toquen temas con profundos análisis de sus columnistas. Ese tipo de notas se dejan de lado para el fin de semana.
Otro interrogante a plantear es si el público no lee porque no tiene tiempo o porque prefiere consumir otra cosa. Sería interesante realizar estudios sobre la audiencia para determinar con certeza si son las condiciones sociales que hacen al poco tiempo disponible para la lectura o es una cuestión cultural en la sociedad que lleva a planificar el tiempo de ocio hacia lugares que van en detrimento de la lectura.
Mística propuso detener el tiempo de la información; dedicarse a analizar en lugar de correr detrás de la actualidad. Interpretar los hechos que muchas veces quedaban sin profundizar en el diario.
Y es aquí donde se plantea el interrogante para determinar si es posible llevar a cabo proyectos de este tipo. Porque aunque en el caso de Mística la revista es bien recordada y añorada por muchos seguidores del deporte, los anuncios publicitarios nos se acercaron a ella y de esa manera es imposible mantener un producto.
También sería vital realizar estudios sobre la factibilidad en cuanto al público de llevar adelante este tipo de proyectos. Es decir, determinar si, en este caso en particular, el lector que se acerca al deporte se interesa por leer columnas de opinión y notas que tal vez no están relacionadas directamente con los últimos acontecimientos. O bien solamente está atento a las publicaciones que remiten a los sucesos más cercanos al momento de su publicación.

Identidad fútbol-sociedad

Históricamente se ha denostado y criticado al deporte. No se lo ha tomado como algo en serio desde lo que produce, genera o mueve. Sin embargo, en este caso particular no es fácil hablar del fútbol más allá de una pelota. Ahora bien, tanto el deporte y principalmente el fútbol poseen en nuestro país una valor agregado. La aparición de un diario deportivo, que tiene como bandera la información del fútbol, no es un dato menor y merece ser analizada desde varias aristas.
Más allá de las condiciones mencionadas en líneas anteriores que originaron los productos que son objetos de nuestra tesis, cabe preguntarnos: ¿de qué hablamos cuando hacemos referencia al fútbol?
En primer término podemos definirlo como una expresión privilegiada de nuestro imaginario social, con su pasión, su creatividad y su excelencia. También con su agresividad, su violencia y su machismo. Porque el fútbol, como cualquier realización humana (arte, filosofía, religión, ciencia, tecnología), se genera desde los discursos y las prácticas sociales de una cultura determinada. Entonces, se puede pensar desde el fútbol una posibilidad -fecunda e iluminadora- para pensar nuestro tiempo histórico.
Asimismo puede ser enmarcado como una pasión desbordante, que provoca sentimientos encontrados que lo alejan a uno de la reflexión serena; es el fenómeno de masas de mayor convocatoria; la pasión colectiva más significativa en tierras como las nuestras. Tal es el caso, que llevándolo a situaciones límites, de los resultados de los partidos depende la dicha o la desdicha de millones de personas; y sin embargo hay un divorcio entre la cultura y el poder. En síntesis el fútbol como reflejo de la sociedad, es una tremenda manifestación cultural y delirio colectivo único.
Cuántas cosas nos genera este increíble universo cuando podemos escapar de la crónica rutinaria referida a 22 protagonistas que juegan un partido durante noventa minutos. Allí es donde los rasgos culturales nos unen. Al fin y al cabo el fútbol sigue siendo la excusa para contar historias de vida.
Pero sin embargo no es tan simple como muchos suponen. Tiene la exacta complejidad de la condición humana. Hay en este deporte comportamientos heroicos, impensables por su grandeza. Pero también genera miseria de espíritu y vicios públicos. Es el reflejo de una sociedad que recibe migajas de fiestas ajenas y prolonga un viejo fracaso de identidad…el fútbol, espectáculo único e irrepetible, proclive al desborde humano.
La elección de un equipo de fútbol marca una identificación con un grupo determinado lo que a su vez es uno de los elementos intervinientes en la construcción de la propia identidad. La identificación con el grupo se forma cuando se establecen barreras frente a otros grupos. La pertenencia de esta manera al grupo adquiere un gran peso en la identidad del individuo.
Exigir el reconocimiento de una identidad propia significa expresar una diferencia en oposición o contraste a otros grupos. Las identidades son construcciones sociales formuladas a partir de diferencias reales o inventadas que operan como signos diacríticos, esto es, signos que confieren una marca de distinción.
Sin embargo, el deporte y el fútbol -particularmente- tienen muchos temas detrás. No es posible analizar la lógica de este deporte dejando de lado las crisis económicas de muchos clubes, los barras bravas, las Sociedades Anónimas y la violencia. Temas que fueron tratados en las páginas de Mística yendo en contra de lo que dicen implícitamente ciertos códigos del fútbol. La revista no se preocupó por dejar de lado aquellos temas de los que frecuentemente “no hay que hablar”.
No resulta tan sencillo hablar de fútbol más allá de la pelota. El sistema y el contexto social, político y cultural no están de acuerdo. Hay ciertos aspectos vedados en los que es preferible mirar hacia otro lado y no meterse en un análisis estructural.
Sería importante recuperar y aprovechar la identidad que se produce entre el fútbol y la sociedad para, de esa manera, comenzar a recuperar lectores interesados en los problemas que alguna vez trató Mística.
Es decir, que los problemas escondidos detrás de la escena del negocio del fútbol puedan salir a la luz y resulten atractivos para el público. Que el fútbol no sólo sea un deporte del que hay que publicar los resultados y las fotos de los protagonistas sino que sea un espacio de estudio sobre los problemas que lo rodean. Para, así, poder comprender el escenario completo y no solamente lo superficial.
Lo importante estaría en fomentar la lectura analítica por parte del público. Buscar la veta por donde entrarle a todos aquellos seguidores del fútbol que no se interesan por el análisis. Tratar de ingresar a través de los textos a ese mundo de la identificación que se produce entre el fútbol y la sociedad e incursionar más allá de los temas superficiales.

(parte del trabajo presentado como Tesis de Grado en 2008 en la Cátedra de Periodismo Deportivo I en Periodismo Deportivo de la Universidad Nacional de La Plata por los alumnos Nicolás Octavio Bozza, Gerardo Carmona y Federico Ariel Serra)

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Fútbol y narcotráfico


Otra actividad que permitía lograr apoyo popular y lavar dinero es la dedicación de los narcotraficantes colombianos al deporte, y muy especialmente al fútbol, a pesar de que el organismo encargado de su vigilancia, Coldeportes, nunca ha tomado medidas.

El equipo de fútbol Atlético Nacional tenía como principal accionista al narcotraficante Hernán Botero Moreno, quien además era propietario de una cadena de hoteles. Su hermano Roberto fue condenado en los Estados Unidos por el lavado de 70 millones de dólares, y contra el propio Hernán, los norteamericanos libraron una orden de detención en 1981 por haber lavado 5 millones de dólares y ser propietario de un cargamento de 1.762 kilogramos de cocaína, incautado en Miami.

A pesar de haber interpuesto decenas de maniobras legales para evitar su extradición, fue entregado a las autoridades norteamericanas el 15 de Noviembre de 1984. Por este motivo, la división mayor del fútbol colombiano suspendió los partidos de la fecha en señal de protesta. El Nacional fue adquirido luego por Ignacio Aguirre, quien cargaba con una solicitud de extradición, librada por un tribunal peruano, por tráfico de cocaína.

El Club Deportivo Los Millonarios, de Bogotá, era controlado por el ya difunto Edmer Tamayo, vinculado a un cargamento de 2.000 kilos de cocaína, capturado en Septiembre de 1982 en La Florida. Tras su muerte en 1983, sus intereses fueron representados por los abogados Germán y Guillermo Gómez, quienes recibieron un pago de 15 millones de dólares por la venta del total de sus acciones en favor de Gonzalo Rodríguez Gacha.

En 1984 el arquero argentino Raúl Navarro, jugador comprado por el equipo colombiano, denunció públicamente que el fútbol se encontraba infiltrado por la mafia del narcotráfico. Como su pase estaba en manos de un socio de Rodríguez Gacha, lo pasaron a reserva y hasta el momento no ha podido volver a jugar.

El Club América de Cali es propiedad de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, sobre quienes pende una solicitud de extradición a los Estados Unidos por 15 cargos relacionados con el narcotráfico.

Uno de los casos más conocidos se identificó con el nombre de "La maleta de Fonseca", apellido de un valijero de los hermanos Orejuela, encargado de e ntregar 25.000 dólares a cada jugador del equipo si ganaban la final de la Copa Libertadores de América. Por otra parte, en el edificio “Los Conquistadores de Cali”, los Rodríguez le regalaron un departamento al jugador Roberto Cabañas por un gol que les dio el campeonato.

(fragmento tomado del libro “Colombia, cuentos cortos” del ex diputado argentino Eduardo Varela-Cid)

NOTA: En la imagen aparece Pablo Escobar Gavíria [1949-1993], célebre líder del Cartel de Medellín, y quien fuera el máximo capo de la mafia colombiana, portando la Copa Libertadores de América. Más información sobre este tema en este enlace.

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TyC Sports, nacimiento y recorrido del deporte en el cable


En la historia de la difusión de los acontecimientos deportivos en nuestro país hay algunos momentos que marcan un antes y un después. Fechas que no pasan desapercibidas, y que dieron el puntapié inicial para lo que hoy son grandes medios periodísticos dedicados exclusivamente a los deportes.

En el caso de la televisión fue la creación de TyC Sports, como primer canal deportivo de la Argentina con transmisión las 24 horas. En la gráfica se destacará unos años más tarde (1996) la aparición del diario deportivo Olé, que surgió para satisfacer las necesidades de miles de lectores que sólo buscaban en los diarios de tirada nacional o local su suplemento deportivo.

De la fusión del Grupo Clarín y de la empresa Torneos y Competencias SA, nace la señal de cable que tuvo su primera transmisión el 3 de septiembre de 1994.

Antes de eso, Torneos y Competencias, empresa de Carlos Avila utilizaba los canales de aire, para la difusión de los eventos deportivos.

En 1982 inició su actividad en los medios con un programa de golf, que dio vueltas por varios de los canales (13, 2, 9 y 7). En 1985 creó el hoy exitoso programa de fútbol "Fútbol de Primera", y a partir de ese momento comenzó a comprar derechos de la mayoría de los deportes con trascendencia nacional.

Con el tiempo creó la Televisión Satelital Codificada y firmó un contrato con la AFA que le garantizaba la exclusividad de transmisión de los encuentros de Primera División por más de una década (luego ese convenio se amplió por varios años más). Hasta ese momento se buscaba una señal específica en los operadores de cable para codificar las señales y emitir los encuentros.

Con la creación de TyC Sports, se encontró una vía para explotar aún más ese beneficio de poder emitir el deporte más popular del país, sin competidor alguno.

Daniel Guiñazú, en la actualidad periodista de Radio Provincia, fue en el inicio del nombrado canal uno de los encargados de la producción periodística de los noticieros y los primeros programas que se emitían desde los estudios de Buenos Aires Televisión, porque no había un canal propio de la señal deportiva.

“TyC Sports surge en un contexto de gran explosión deportiva. Desde los comienzos de la década del 90, hubo en el país un espacio cada vez mayor dedicado al deporte, y así lo interpretó Carlos Avila, que en su primer mensaje recuerdo que expresó que quería crear el ESPN que estaba en Estados Unidos, pero en la Argentina. A partir de ese momento compró los derechos de los principales deportes: básquet, vóley, algunos torneos de tenis, pero nunca pudo con el rugby”, sentenció Guiñazú.

De aquellos primeros días del canal hay recuerdos que están frescos pese a los más de 15 años que pasaron desde la emisión inaugural.

“Recuerdo que la inversión inicial era muy fuerte, pero la estructura no estaba preparada para arrancar con un canal que iba a demandar tanta importancia. No estaba en condiciones de salir, pero salió. Alejandro Fabbri me llamó cuando terminó el Mundial de Estados Unidos, para decirme que me quería a su regreso trabajando con él para el canal que empezaba en unos días”.

El canal tenía el respaldo de la marca que ya era Torneos y Competencias, y comenzó a crecer fuertemente cuando los vínculos con Canal 13 (parte del Grupo Clarín) se hicieron más sólidos.

Cuando estaba por comenzar en septiembre del 94, TyC Sports, los periodistas que iban a conducir el noticiero (Greta Rodríguez, Hugo De Cucco, Ramiro Sánchez Ordóñez) tenían que ir a las 8 de la mañana a Canal 13 para hacer pruebas de cámara, porque no había un lugar físico para hacer los ensayos en una carrera contrarreloj para estar en marcha con la señal.

Destacó Guiñazú en más de una oportunidad que “estábamos dentro de una empresa muy sólida económicamente, pero los comienzos fueron complicados, porque nadie sabía quiénes éramos. Recuerdo que el día que se murió Carlos Monzón, que era un domingo, no había viáticos para mandar a un equipo a realizar la cobertura más importante del momento. Eran dos camarógrafos por turno, no había móvil, no había nada. Y un productor, con su tarjeta de crédito, tuvo que pagar el traslado de los periodistas para cubrir ese información”.

“Eran los momentos en los que se decidía esto va, esto no va, y que muchas cosas se decidían si iban o no estando en la pantalla. Hubo cosas que funcionaron y otras que no”, remarcó el periodista que estaba a cargo de los noticieros que eran la columna vertebral de la emisora.

Hay coincidencia en casi todos los que estuvieron desde el nacimiento de TyC Sports, que el acontecimiento que marcó el quiebre del canal en su crecimiento fue la cobertura de los Juegos Olímpicos de Atlanta ’96.

Hasta ese momento nunca se había efectuado una cobertura de un JJOO con tanta profundidad y detalle. Había antecedentes de emisiones aisladas por los canales de aire de los Juegos de Barcelona, partidos de tenis de Gabriela Sabatini, y no mucho más.

“El gran boom deportivo lo marcó la vuelta de Maradona a Boca en el 95, colaboró desde lo económico el 1 a 1 que había en el país, y sí creo que el quiebre fue Atlanta 96. Porque fue lo distinto. Después sí, el Mundial del 98 en Francia fue impresionante, y varios acontecimientos más”.

“Siempre cuento una anécdota cuando digo que no estábamos preparados, y tiene que ver con el regreso del seleccionado sub 20 campeón del Mundo en Qatar. Nosotros pedíamos un móvil para cubrirlo, y no había. Y mientras TN estaba recibiendo en vivo a los campeones, nosotros estábamos pasando los goles de la fecha del fútbol chileno”, recordó Daniel Guiñazú sobre los inicios de TyC Sports.

Justamente en los comienzos y pese a surgir de la misma familia, porque todos pertenecían a la misma caja grande del Grupo Clarín, parecía existir una gran rivalidad con TN Deportivo, porque desde éste último se observó la aparición de una sombra para el canal de noticias que acaparaba también en la difusión de noticias deportivas.

Hasta se cuenta que hubo una reunión de los encargados de noticias de cada uno de los canales, para interceder en una relación que distaba de ser amistosa.

Hoy TyC Sports cuenta con una estructura sólida de edificio propio, equipos y coberturas que distan de aquellas de mediados del 94.

Desde el 2004 la señal se emite a más de 10 países del continente y hay una señal internacional, que difiere de lo que se ve dentro de la Argentina en muchos de sus contenidos.

El crecimiento del periodismo deportivo y la necesidad de difusión de los acontecimientos llevó luego a que otras cadenas instalen sus propias señales deportivas con emisión en nuestro país, como Fox Sports y la misma estadounidense ESPN.

Pero para la historia televisiva de la difusión de deportes, sin dudas que TyC Sports marcó el camino.


(artículo de Matías Mor Roig)

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El gol es un relato imaginario


Una costumbre argentina, la de escuchar fútbol por la radio, cumplió recientemente 80 años sin que nadie se diera cuenta. En 1924, coincidiendo con el partido en que Cesáreo Onzari convirtió el primer gol de córner de todos los tiempos y el seleccionado argentino le ganó por 2 a 1 a Uruguay en la vieja cancha de Sportivo Barracas, por LOR Radio Argentina, Horacio Martínez Seeber, un inquieto radioaficionado interesado también por el periodismo, y Atilio Casime, jefe de Deportes del mítico diario “Crítica”, transmitían el primer partido de la historia (en la imagen, antes del comienzo del encuentro); sin saberlo, ataban un lazo emotivo que, a lo largo de ocho décadas, viene uniendo la máxima pasión nacional con varias generaciones de hinchas.

El choque entre Argentina y Uruguay, que estrenaba el título olímpico ganado poco antes en el Estadio de Colombes (Francia), se disputó un 2 de Octubre, aunque debió haberse jugado poco antes, el domingo 28 de Septiembre. Pero la multitud desbordó las tribunas del estadio y el partido se suspendió a los cuatro minutos del primer tiempo. Radio Argentina, la emisora pionera de la radiotelefonía nacional que había iniciado sus emisiones en 1920, narró los tumultos e incidentes en las voces de Martínez Seeber y Casime. Y decidió retornar a la cancha el jueves 2 de Octubre para contar los 86 minutos restantes.

No se trató de un relato clásico, del tipo de los que en hoy en día se escuchan, sino de una simple descripción de las incidencias del juego. Martínez Seeber, un profundo conocedor de los aspectos técnicos de la radiotelefonía, tenía la licencia oficial de radioaficionado número 1, otorgada por el Ministerio de Marina y, esa tarde, hizo a la vez de relator, comentarista y técnico. Instaló tres micrófonos en el puesto al borde del campo de juego: uno para él, otro para Casime, y el tercero de ambiente para registrar el enorme bullicio del partido internacional.

El primer relato íntegro data de 1927 y se lo atribuyó a sí mismo Tito Martínez Delbox, quien dijo haber narrado para Radio Nacional (hoy Radio Belgrano) el partido entre Sportivo Barracas y Estudiantil Porteño por el campeonato de la Asociación Amateurs Argentina, utilizando un teléfono candelero y con don Jaime Yankelevich, el dueño de la emisora, como técnico operador. Allí dio comienzo una historia que reconoce cuatro nombres sobre los que no hay dudas: cada uno con lo suyo y en el orden que se prefiera, Lalo Pelliciari, Fioravanti, José María Muñoz y Víctor Hugo Morales han sido los más grandes, los relatores que marcaron su tiempo.

Lalo Pelliciari vino de Uruguay en 1935 y relató en Rivadavia, Stentor y Mitre, de la que llegó a ser su dueño. Son muy escasas las grabaciones existentes que pueden dar cuenta de su estilo. Pero quienes lo recuerdan destacan su teatralidad. “Inventaba los partidos, los adornaba”, opinó de él Fioravanti, su comentarista en la ya desaparecida Radio Stentor. Era desprejuiciado, informal, espontáneo, claro y veloz en la descripción de las jugadas. “Vamos muchachos, vamos”, gritaba cuando el partido no tenía el ritmo que él pretendía para hacer ameno su relato. Y cuando veía a un jugador bien ubicado, lo resaltaba diciendo, por ejemplo, “me gusta la posición de Moreno” (o de Sarlanga, o de quien fuera).

Sin embargo, para los mayores, no hubo ni habrá nadie como Fioravanti. Joaquín Carballo Serantes (tal era su nombre completo) fue el creador de la transmisión tal cual se la conoce ahora, el primero en todo. Relató desde una cabina ubicada en lo más alto del estadio y no desde el borde del campo o en la platea para evitar que se cuelen los insultos de los espectadores. Creó las conexiones para tener al instante todo lo que sucedía en las otras canchas.

Tuvo durante años un auspiciante único (cigarrillos Caravana, Bodegas y Viñedos Giol) para que las largas tandas y las voces de sus locutores comerciales no consumieran los mejores momentos de los partidos. Y al final de sus programas resumía la jornada con una vibrante síntesis que remataba con la repetición del relato de los goles. "Más que un relator, soy un narrador", acostumbraba a definirse a sí mismo Fioravanti. Y era tal cual: posaba su voz sobre el partido, acompañando las acciones y subrayaba los momentos de mayor emoción, con un lenguaje pulcro, tan elegante que enriquecía el vocabulario de quienes lo escuchaban. Los lunes, en las escuelas, los chicos les preguntaban a sus maestros el significado de tal o cual palabra porque el domingo la habían escuchado de su boca. Fioravanti fue el número uno, el más popular en los ’40 por Radio Splendid y en los ’50 por El Mundo. En los ’60 debió adaptar su estilo ante la aparición de Muñoz en el aire de Radio Rivadavia. Tuvo que hacerse más enfático sin perder buen gusto y lo consiguió hasta su retiro en 1972, 31 años después de su debut.

Muñoz elevaba la voz, gritaba, dejaba que la emoción lo desbordase y se derramase sobre sus oyentes. Antonio Carrizo no duda cada vez que habla de él: “Fue el personaje más importante de la radiofonía argentina”. Jorge Fontana, su locutor comercial en los ’60, llegó a decir: “Muñoz es al periodismo deportivo y a la radio lo que Troilo es al tango”. En verdad, Muñoz fue un obsesivo de la producción que trabajaba de lunes a lunes, llegaba antes que ninguno a la radio de Arenales y Pueyrredón, y se iba después que todos. Aprovechó la explosión de las comunicaciones de los ’60 y unió al país y al mundo con sus conexiones, Fragata Libertad y Base Marambio inclusive.

“El Relator de América” supuso que hacía patria con sus relatos. Y eso explica su inveterado oficialismo con militares, peronistas y radicales, su periodismo alambicado y meloso, acrítico con el poder y los poderosos de turno. Apoyó sin reservas el Mundial ’78, mandó a la gente que celebraba el título juvenil del ’79 a manifestar en contra de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y movilizó en 1982 a favor de la aventura en Malvinas, porque entendía que era lo mejor para el país. Siempre quedará la duda de si calló cosas durante la dictadura porque estaba demasiado bien informado o porque no sabía la verdad de lo que estaba sucediendo.

El 12 de Febrero de 1992 condujo desde la cama de un sanatorio una previa de dos horas del clásico Boca-River. Dos días después falleció. Sin ser un relator extraordinario, pegándole a menudo a la palabra de al lado, Muñoz revolucionó a la radio.

El hoy es de Víctor Hugo Morales. El uruguayo lleva 23 años de labor ininterrumpida en la Argentina y es, para muchos, el más grande relator de habla hispana de la actualidad y de todos los tiempos. Su relato del segundo gol de Maradona a los ingleses en 1986 ya le ha asegurado un lugar en la historia que él se encarga de defender, partido a partido, con su voz extraordinaria y su talento único. Le tocan tiempos ingratos: la televisión le pelea espacios a la radio, las empresas no invierten en sus transmisiones y hoy ya no se asocian como antes los grandes acontecimientos deportivos con las voces enronquecidas de los narradores.

Sin embargo, después de ochenta años, la magia no se extingue. La radio no puede estar sin el fútbol. El fútbol, tampoco sin la radio.

(artículo de Daniel Guiñazú publicado en el diario “Página 12” del lunes 29 de noviembre de 2004)

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El balón de Pitágoras: armonía y esfera


Leonte: ¿Y tú quién eres?

Pitágoras: Un filósofo.

Dice Johan Cruyff que los jugadores han perdido cualidades técnicas desde que los niños ya no juegan al fútbol en las calles. Nosotros, de quienes no se puede decir precisamente que exhibamos una técnica brasileña con el balón en los pies, disfrutamos de aquel tiempo en el que en cualquier descampado improvisábamos un estadio sin ser molestados por el continuo pasar de los coches: que no desarrolláramos un excelente control del esférico se debió más a nuestra torpeza que a un error en la teoría de Cruyff.

Pero a lo que estamos, que este capítulo va de armonías y pelotas. Pelotas de fútbol, entiéndanos. Si por un lance del juego ocurría que alguno de nosotros, con ocho, diez, doce años, da igual, rematábamos de cabeza, el dolor de coco quedaba garantizado durante el resto del partido; y le aseguramos que aquellos encuentros solían durar hasta que la falta de luz nos obligaba a dejarlo. Qué balones de fútbol, qué duros, duros como ellos solos. Una vez nos dieron un balonazo en el dedo de una mano y hasta hace nada hemos estado mudando la uña, créanos. Veíamos lo que hacía Santillana de cabeza e intuíamos que la madurez significaba rematar de esa forma sin que la frente se te diera de baja.

Las cosas han cambiado, que dirá Heráclito en otro capítulo.

Pasamos de aquél a un balón que botaba más pero pesaba menos, que hacía menos daño. Ya era tarde para aprender a rematar de cabeza, estábamos mayores, pero sentimos que aquellos nuevos balones no estaban hechos para héroes, como los esféricos de nuestra niñez. ¿Qué había ocurrido para que esos utensilios sin los cuales el fútbol no es posible se hubieran transformado de esa manera?

Simplemente, que el balón se había reencarnado, responde Pitágoras.

¿Cómo? ¿Quién es ése? ¿Pitágoras? ¿Qué pinta él en todo esto?

Ya le decimos: no hay fútbol sin balón, pero tampoco filosofía sin Pitágoras. Él nos lo va a hacer entender todo, y sin tantos dolores de cabeza como provocaban aquellas piedras que osábamos rematar con ocho, diez, doce años, da igual.

De modo que el balón es algo imprescindible, esférico y que cambia cada cierto tiempo, cada cierta generación. Últimamente, por refrescar, hemos visto rodar el Roteiro, el balón del Europeo de 2004 y, en la Liga española, un balón amarillo de cuyo nombre no queremos ni acordarnos y que, con total certeza, ha sido lo más feo que se ha visto en un terreno de juego, lo cual es mucho decir: ¿recuerda a Reizieger, el holandés del Barça, o a Prosinecki, el ínclito yugoslavo que fumaba puros en la banda del Bernabéu?

Pitágoras no dejó nada escrito: tampoco los balones, que como mucho dejan una señal en el rostro del que se topa con él sí ha sido Ronald Koeman quien ha botado la falta.

Acerca de Pitágoras se han escrito muchas cosas y se han comprobado muy pocas, pero comencemos recordando que él fue el primero que empleó el término filósofo (“amante de Sofía, de la sabiduría”), cuando el tirano Leonte le preguntó: “¿Y tú quién eres?”. No le haga esta pregunta a la pelota, a la vieja, que le llama Di Stéfano, a la joya de la corona, sino escuche, porque el tal Pitágoras fue precisamente hijo de un joyero, en la isla de Samos, cerca de Mileto. Nació en el 570 a. C. y cuentan que su padre le financió los mejores estudios que se le podía dar en aquel tiempo a un hijo, pero lejos de él. Ya debía de intuir el joyero la joya de muchacho que estaba criando, y lo mandó con viento fresco a Egipto, que es como si hoy mandas al chico a Londres, a los Estados Unidos, a Pekín, para quitártelo del medio un tiempo y a ver si espabila. Pitágoras espabiló, pasando de Heliópolis a Menfis, de Menfis a Tebas, y después continuó su formación en manos de los caldeos, los fenicios, los Magos de Asia Menor, los persas...

Cuando acaba sus estudios, cercano a la cuarentena (para que luego digan que ahora la gente tarda en independizarse), nuestro hombre regresa a Samos, donde se encuentra con un estilo de vida que le parece depravado. El tirano Polícrates había desarrollado una desaforada pasión por Baco, ya sabe, el dios de las orgías, del vino, y al grito de “¡Evohé!” (expresión proferida en los rituales báquicos) cada noche convencía un poco más a Pitágoras de que debía pedir el traspaso a otro equipo.

Lo hizo, y recaló en la ciudad de Crotona, donde lo contrataron para que impartiera clase. Menuda cosa le ofrecieron al bueno de Pi, que en poco tiempo se había organizado un grupito de jóvenes acólitos del que surgió, más que una mera escuela filosófica, una secta elitista donde el conocimiento traspasado por el Maestro se guardaba con el mayor de los celos. Este secretismo concuerda con lo misterioso de los vestuarios, donde se pretende que nada trascienda al exterior.

Pitágoras fundamenta sus enseñanzas en dos conceptos: la metempsicosis y el número. Tranquilo, porque sólo nos hallamos ante una palabrota de académicos, “metempsicosis”, que no esconde más que un concepto sencillo: alude a la reencarnación de las almas.

Comencemos por esto.

A saber, conocemos los siguientes balones de fútbol: los de trapo, anudados con cordeles y propios de épocas de penuria o de una infancia fecunda en imaginación; los de plástico, lisos, que no pesan, y tras los cuales los más tiernos infantes aprenden a corretear; los balones de las postales y las fotos amarillentas, que eran unos esféricos de tono ocre, con visibles costuras y en pos de los cuales se estiraban los guardametas que lucían aquellas gorras enormes y como de paseo de domingo en la plaza del pueblo; los balones compuestos por hexágonos y pentágonos, durísimos, que ya hemos dicho que intentábamos rematar en nuestra niñez; los mismos, pero sabrá Dios de qué otro material y hechura, que ya no pesaban tanto y con los cuales uno podía dar mejor la rosca; el ya citado Roteiro, que fue muy criticado, entre otros por el griego Tsartas, a la postre campeón del Europeo, porque experimentaba un extraño efecto en los metros finales de un lanzamiento largo o tras el bote; y no volveremos a citar los esféricos amarillos de la Liga 2004/2005 (y eso que aún recordamos a Reizieger y su boquita de piñón...). Seguro que a usted se le ocurren más modos, más formas de balón de fútbol... más reencarnaciones.

Pitágoras diría que todas estas manifestaciones de un balón se deben a esto que hemos llamado metempsicosis: la reencarnación del alma del balón, que además no recuerda sus vidas pasadas. O sea, que siempre es el mismo objeto, idéntica alma en distintos cuerpos, en distintas envolturas. Pitágoras sostenía que ya había vivido cuatro veces antes, y que lo volvería a hacer eternamente: habló de haber sido pescador, luchador en la guerra de Troya, hijo de un dios... incluso después de su muerte algunos pitagóricos afirmaron que el Maestro se había reencarnado en varios señores más, y hasta en una señora dedicada a hacer la vida más agradable a los señores a cambio de una cantidad determinada de dinero.

Además, habría que contar con las reencarnaciones en las que Pitágoras se transformó en animal, planta u objeto. Y atención, porque aquí se introduce un concepto que a la civilización occidental le suena debido a algunas enseñanzas posteriores al pitagorismo: los cambios de su cuerpo, de la envoltura de su alma, dependen de cómo se haya portado, lector, así que ojo. O sea, que si usted ha sido un balón estupendo, que ha protagonizado magníficos y espectaculares partidos, la próxima vez que su alma rellene de aire otro esférico será un balón de reglamento de primera categoría; si en cambio lo ha hecho de pena y con usted no le han metido un gol ni al arco iris, no descarte que en su próxima vida se convierta en esa pelotita amarilla tan fea de la Liga española... que no, que no nos queremos ni acordar de su nombre.

Debido a esta creencia, los pitagóricos no comían el corazón de ningún animal, no fuera que se estuvieran jalando el de un ilustre antepasado. No era la única manía incluida en su ideario: no comían habas, no partían el pan, no podían dejar huella de su cuerpo al levantarse de la cama… un portento de muchachos, en definitiva. Si los pilla Camacho, en un mes les quita todas esas curiosas costumbres, ya sabe.

Y hemos hablado del número. Para los filósofos griegos, la cuestión de la materia resultaba de una importancia absoluta: ¿de qué estaba hecho el universo?, ¿cuál era la sustancia que todo lo formaba?

Para Tales de Mileto, por ejemplo, esta sustancia esencial, o arké, era el agua, que sólida, líquida o gaseosa era capaz de dar forma a todo lo que conocemos, desde una piedra a los propios seres humanos. Anaxímenes, en cambio, se inclinaba por la opción del aire. Heráclito, ya lo veremos, por el fuego.

Cada filósofo tenía un elemento esencial. Y Pitágoras cree que el arké lo constituye el número: el universo material está compuesto de números. Para él, el Uno es un punto; el Dos, una línea recta; el Tres, un plano; el Cuatro, un cuerpo sólido… Si bien nosotros creemos que los balones de fútbol están formados por cuero, por aire, por costuras… para Pitágoras están hechos de cuatros, de seises, de treintas…

Pero no sólo eso, sino que los números, para el señor Pi, cuentan con una importancia propia, se hallan sometidos a una jerarquía que indica cuál de ellos es más noble, el “mejor número”, del mismo modo que los jugadores de fútbol se pelean por lucir el 1 de portero a la espalda, el mítico 10, el avispado 7, el talento del 8, el 14 de Cruyff, el 23 de Beckham… El 1, 2, 3 y 4 eran los más importantes para los pitagóricos, y con ellos dibujaban la figura llamada tetractis, es decir, el número 10, el número divino:



Y opinaban que la ordenación correcta de los números es la armonía, que identifican con todo lo bueno. Así, la salud es la armonía entre el calor y el frío de los cuerpos vivos, la justicia social es la armonía entre lo que se trabaja y lo que se percibe como salario…

La armonía del universo se esconde tras el secreto de los números.

¿Qué figura más armónica, pensamos por tanto, que la esfera, sin un solo vértice y con todos a la vez, delimitada pero infinita, sin esquinas pero con un centro equidistante a todos los puntos de la superficie?

El cuerpo más armónico es la esfera, entonces, y para nosotros queda reencarnada precisamente en el balón de fútbol, aunque sea ese que rematábamos a finales de los setenta y principios de los ochenta y que nos provocó tal conmoción cerebral que quién sabe si no fue ahí cuando en nuestras pobres cabezas empezamos a gestar la idea de hablar de filosofía y fútbol.

Quédese con la idea de que Pitágoras, amigo del secretismo, de la idea de la reencarnación de las almas y del número, es el primero que habla de ser “filósofo”. El resto de griegos, para bien o para mal, no dejarán de referirse a él y a sus enseñanzas. Vamos, que Pitágoras fue el que se trajo el balón para que empezáramos el partido.

Y ya que tenemos balón, pasemos, sin más, a jugar.

(fragmento tomado del libro "Futbolia - Filosofía para la hinchada" de José Machado y Manuel Valera)

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El Ángel de los milagros (Labruna y el inolvidable Talleres de Córdoba 1974)


Don Ángel Labruna:

Él le va a contar una historia.

Por eso lo ha acomodado a usted en un sillón. Le sirve un café, le acerca el cenicero. Se sienta enfrente suyo, se aquieta. Pregunta cuantas cucharadas de azúcar, dice del tiempo, comenta la noticia del día. Está preparando el clima. Atención. Ahí va, se produce el primer silencio, ahora sí...

"Fue más o menos el 4 o 5 de Enero de este año. Me llaman por teléfono y me ofrecen dirigir a Talleres de Córdoba. Me sorprendió, no lo esperaba. Mi primera reacción no fue de entusiasmo; nunca había pensado en la posibilidad de irme al interior, y además en ese momento se estaba tratando mi ingreso en River. Se decía que podía ser yo o ‘Pipo’ Rossi. A los pocos días me vino a ver a casa el presidente del club, señor Nuccetelli..., Amadeo Nuccetelli. Él comprendía cual era mi situación pero, de todas maneras, insistía para que yo fuera a Córdoba.

Tuvimos como quince reuniones en veinte días. Incluso le dije que hablara a otros técnicos, a Spinetto, a Mareque, a Cavagnaro, y creo que conversó con ellos, pero no arreglaba con ninguno; entonces volvía a insistirme. En los últimos días de Enero se define todo. Me invita a pasar tres días en Córdoba para ver el equipo y conocer el ambiente, sin ningún compromiso de mi parte y siempre dependiendo de lo que pasara con River.

En esa corta estadía ya fui pensando seriamente en aceptar. Es que me atendieron una barbaridad y noté que había intenciones de hacer las cosas bien, en serio, al nivel de cualquier club de Buenos Aires. En cuanto al plantel, después de verlo les dije que para asegurar la clasificación para el Nacional hacían falta dos volantes, dos wines y un número nueve. Eran las exigencias mínimas para no fracasar. Cuando vuelvo a Buenos Aires me entero que River se había decidido por ‘Pipo’; entonces no dude más y resolví irme a Córdoba, con la única condición de que se contrataran los refuerzos".

Segundo silencio.

Un sorbo de café, él; un sorbo usted. Usted enciende un cigarrillo, él le dice que no fuma. Usted cruza una pierna sobre la otra, se recuesta, lo mira. Él advierte que usted espera, y sigue...

"En una semana, entre el Presidente y yo contratamos a todos los jugadores que necesitábamos. A Rivadero lo trajimos a préstamo con opción. Cuando el año pasado lo conocí en Racing, me pareció un buen jugador que no se adaptó a Buenos Aires.

Después, Valiente, que estaba libre del León, de México. Importante porque es goleador y tiene mucha experiencia. Yo le hablé a Mugione, que estaba libre de Millonarios de Colombia, un jugador que había tenido en Platense y me parecía muy útil: es disciplinado y cumple con lo que se le indica en el partido. A Pignani, libre de Gimnasia, que puede ser wing derecho o izquierdo. En Córdoba se contrató a Ludueña y a Comelles. Yo no los había visto jugar, pero mucha gente conocida mía, que me merece confianza, aseguraba que eran muy buenos. Dentro de las posibilidades del club creo que se hicieron operaciones importantes. Ya estaba casi todo listo para empezar a trabajar; entonces hablamos de mi contrato. Al principio hicimos un arreglo de palabra, solo faltaba firmar los papeles. Pero después fue pasando el tiempo y el Presidente o yo lo dejábamos para otro día. Al final nos tomamos tanta confianza el uno al otro que nunca lo hicimos. Yo ahora no tengo contrato. Nunca firmé nada, pero tampoco tuve ningún problema, siempre se respetó la palabra. Y creo que con los premios y todo debo ser uno de los técnicos mejor pagados del país...

Otra cosa que me impresionó muy bien fue el primer día que llegué al club. Se hizo una reunión de comisión directiva y después de presentarme el Presidente les dijo a todos: "Bueno, ahora tienen la oportunidad de preguntarle lo que se les ocurra. El señor Labruna les va a contestar sin ningún problema, aunque tengamos que estar acá dos días seguidos, porque después no se va a admitir ningún tipo de requerimientos ni de intromisiones". Así fue, nunca tuvimos ningún inconveniente. Me nombraron dos asesores y el Vicepresidente, que hace de coordinador. El recibe mis informes después de cada partido: si hay lesionados, como vamos a viajar si nos toca ir afuera, en fin, todo lo que debe saber la comisión. Como ya empezaba el campeonato local, me decido por hacer tres o cuatro partidos de práctica para ver a los jugadores y ya ir armando el equipo. Hasta ahí todo iba muy bien, pero después de esos partidos casi largo todo y me vuelvo a Buenos Aires".

Tercer silencio.

Usted está muy interesado en que siga pero él ahora se ha metido en el recuerdo por unos segundos. Está volviendo a vivir aquella bronca, pero ya retoma, necesita descargarse...

"La primera vez que salgo al campo, yo no sabía cómo me podían recibir, pero nunca pensé que iba a haber hinchas esperando que me asomara para gritarme “ladrón”. No lo podía creer. Me decían que yo estaba robando. Eso fue terrible. Quería renunciar. Me convencieron que era solo un grupito, que ni siquiera eran hinchas de Talleres. Íntimamente me propuse demostrarles que yo había ido a ganar. Para mí era una carta muy brava...

Venía de hacer excelentes campañas en equipos importantes. Si fracasaba me retiraba definitivamente. Seguí el trabajo y después de probar muchos jugadores me quedé con 23 o 24. Hice algunos cambios de puesto y armé el equipo base. A Comelles, que era volante, lo puse de marcador de punta.

Así aprovecho que es jugador de marca y que puede proyectarse. Porque me gusta que se vayan al ataque. A Ocaño lo cambié para marcar sobre el lateral izquierdo. A Patire, que era número 9, lo pasé a la punta derecha: es veloz y tiene habilidad para el puesto. No tuvimos tiempo para hacer pretemporada porque ya empezaba el torneo. El cuerpo técnico se completó con el preparador físico Hugo Ivancich y el médico, doctor Rodolfo Kobylanski, que ya estaban en el club desde hace 7 años. Dos profesionales muy buenos. El equipo esta excelentemente preparado y cuando hay lesiones el doctor es un fenómeno para curarlas en poco tiempo. Al principio hacíamos reuniones con todo el plantel, se charlaba mucho. Yo siempre les dije que ellos estaban en condiciones de ganarle a cualquiera.

Les pedía que tomaran cada partido como una final. Que no se pararan nunca adentro de la cancha. Pero no los ataba.

La idea es simple: jugar cuando la tienen, abrir la cancha y, si la pierden, no retroceder: luchar para recuperarla.

Eso lo aprendí en mi época de jugador. Me acuerdo que cuando jugábamos contra Boca y ‘Lucho’ Sosa se mandaba, si no lo corríamos, los de atrás nos insultaban de arriba abajo. Hay que hacer eso, marcar al que la tiene, y a ese que va a la marca cubrirle las espaldas para que no le hagan el 2-1. En el primer campeonato que jugamos, que era clasificatorio para el Nacional '74, perdimos la final con Belgrano, 2-1. El único partido que perdimos.

Pero igual entramos porque ellos ya estaban clasificados de antes; entonces nos correspondió a nosotros también. Después jugamos el zonal. Ganamos la zona "A" y fuimos a la final con Instituto, ganador de la "B". Ganamos 2-0 y pasamos a disputar lo que se llama la finalísima, con Belgrano: dos partidos. Empatamos 0-0 el primero y ganamos 2-0 el segundo. Salimos campeones de Córdoba y además ganamos la clasificación para el Nacional '75. Y todo esto lo veníamos haciendo jugando miércoles y domingos, todas las semanas: por eso, hace poco, para no perder el ritmo, organizamos un amistoso contra Boca y les ganamos 2-0.
Esa campaña logró algo sensacional: que la gente de Talleres volviera a la cancha. Ahora copamos cualquier estadio del país. Siempre se hacen recaudaciones millonarias. Por ejemplo, contra..."

Cuarto silencio.

Ahora él quiere ser preciso. Pone cara de "Humm, a ver..." Los ojos hacia arriba recorren sin ver. Usted lo observa. Tres arrugas profundas en la frente, unas cuantas más tenues le bordean la cara. Pelo blanco arriba, nariz cortada abruptamente, algunos dientes encimados, carón, bigotito sobre el labio. Bueno, no se distraiga, él le habla otra vez...

"Contra Boca, en el amistoso, hicimos 33 millones, y hace dos domingos, con River, en Buenos Aires, Talleres se trajo limpios 22 millones. Inclusive los dirigentes ya piensan que si las cosas siguen bien, en el verano se va a organizar un torneo internacional con el Santos, un equipo polaco con la base de los que jugaron el Mundial, Boca y River y, por supuesto, Talleres. La hinchada influyó mucho. Le dio moral, fe y ganas al equipo. Como jugamos tan seguido ahora no los exijo. Entrenamos de tarde y concentramos la noche previa al partido. No me gusta tenerlos más tiempo encerrados. La única vez que estuvimos tres días, perdimos. Tengo confianza en los jugadores.

El caso de Willington fue muy especial. Cuando yo llegué al club estaba fuera de estado y con ganas de retirarse. Le dije que iba a tener su oportunidad, si se preocupaba. A él le molestaba salir con el número 11. Yo lo puse de 10. Ahí jugó todo el torneo. Hasta que lo echaron en la final con Belgrano y le dieron 40 días de suspensión. Entonces entró Taborda, que estaba listo para jugar. Ahora utilizo a los dos de acuerdo a como los necesito. Daniel es más ofensivo, Taborda la tiene más y le hace el relevo a Artico.

Cuando empezó el Nacional el equipo ya venía bien; lo único que tenía que hacer era cambiar 3 ó 4 jugadores, alternarlos para oxigenar al cuadro. Al principio no me gusto la zona que nos tocó, me parecía que los partidos bravos estaban muy seguidos pero después empecé a analizar, hice el cálculo del puntaje que podíamos sacar en cada partido y no me equivoqué. En la primera rueda conseguimos el puntaje que yo había previsto. La segunda es más difícil por los partidos que tenemos de visitante, pero con 9 ó 10 puntos estamos clasificados. Los más fuertes del grupo son River, Newell's y Altos Hornos Zapla. Pero ahora el equipo está agrandado: aunque todavía nos falta serenidad para meterla adentro podemos hacer 2 ó 3 goles por partido. Además se les paga muy bien y al día. Tienen 105 mil pesos de premio por partido ganado y en las finales va a haber 500 mil pesos extra para cada uno. El problema lo tengo yo. Es que yo juego con un equipo de 13 ó 14. En el medio, especialmente... Con Taborda y Willington hago uno, porque son distintos. Con Mugione me aseguro la marca sobre el armador del contrario, y cuando va arriba le pega muy bien de lejos. Por eso a veces entra en lugar de Ludueña. Rivadero está pasando un gran momento. Con él y Ludueña puedo llegar al área de en frente tocando con seis jugadores. Los dos llegan al gol. Arriba, también Fachetti y Valiente son distintos. Fachetti es veloz, picador, pero le falta serenidad para definir. Valiente es más lento y tocador, pero más frío y certero. Los dos son muy útiles. Pero los muchachos entienden cuando uno hace los cambios, acá no hay figuras. Creo que a algunos ya se los puede ver para la selección. Artico es un fenómeno y tiene 25 años. Ludueña, Comelles, Ocaño. Tengo fe en el futuro: con la humildad que tienen y como vienen trabajando, los resultados se tienen que dar. Yo no pienso en el campeonato, tampoco los jugadores. La meta es el próximo partido. El próximo domingo..."

(tomado de una edición de revista “El Gráfico” del segundo semestre de 1974)

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El Superclásico más espectacular de toda la historia


El recuerdo se dispara entre hojas amarillentas que se deshacen al contacto con las manos. Carlos Manuel Morete es un grito interminable, es la típica postal del gol. Tiene la boca abierta, los puños cerrados y Norberto Alonso, el “Capitán Beto” musicalizado por el ‘Flaco’ Spinetta, lo busca con la mirada para festejar.

Los dos son apenas unos pibes de pelo largo y cuidado, a la moda. Ese instante, congelado por la fotografía de la revista “El Gráfico”, marca el epílogo de aquella proeza del fútbol que Osvaldo Ardizzone tituló: “Un partido que no olvidaremos jamás”.

Acaban de cumplirse 30 años del clásico más electrizante y cambiante que River y Boca jugaron en casi un siglo de rivalidades bien entendidas y de las otras. Un 5 a 4 que no desentonó con el día de la madre y que cambió de dueño como los chicos de entonces cambiaban las figuritas. Era 2 a 0 para los de Núñez en nueve minutos, 4 a 2 para su rival en apenas 51 minutos y 4 a 4 hasta que Silvio Marzolini cometió un foul sobre la hora y al borde del área grande. El ya fallecido Jorge Dominichi tiró un centro, Ernesto Mastrángelo se filtró en el área chica y Morete le colocó la frutilla al postre, que River devoró sin contemplaciones y le provocó una indigestión a Boca.

Incomparable por sus alternativas, aunque no tanto por sus consecuencias -hasta ahora, la final que Boca ganó 1 a 0 en 1976 y lo consagró campeón no tiene contras en ese rubro-, será difícil que aquel clásico jugado el 15 de Octubre de 1972 por la primera fecha del torneo Nacional se repita. La cancha de Vélez, sin plateas sobre la calle Reservistas Argentinos y con una tribuna lateral y dos torres desde donde transmitían los relatores, resultó el escenario elegido. Apenas una verja separaba a las dos hinchadas sobre esa popular del costado. Los policías no se hacían notar como ahora y a casi nadie se le antojaba copar el sector del otro.

El sol iluminaba Liniers, Boca y River colocaban lo mejor que tenían sobre el césped y la primavera avanzaba entre ruidos de metralletas, el demorado regreso de Perón al país y los pavorosos asesinatos en serie de un criminal con cara de niño: Carlos Robledo Puch. La Argentina venía de dictadura en dictadura y era el turno de Alejandro Agustín Lanusse.

El 22 de Agosto, casi dos meses antes del clásico, la Marina masacraba a dieciséis guerrilleros detenidos en una base de Trelew. San Lorenzo ya había ganado el campeonato Metropolitano del ‘72, Boca venía dulce por la cosecha de títulos en la década del ‘60 y River intentaba, una vez más, despojarse de la malaria que lo perseguía; en 1957 había dado su última vuelta olímpica. Su sequía, en diciembre, cumpliría quince años.

Por entonces, Guillermo Vilas era “el mayor suceso del tenis argentino”, el Ford Falcon ganaba su primer título de Turismo Carretera con Héctor Luis Gradassi, Abel Cachazú y la ‘Pantera’ Saldaño se molían a golpes en un Luna Park desbordante y el campeonato Nacional que arrancó con aquel clásico imborrable desparramaba apellidos que nadie con menos de cuarenta años y la memoria de compañera, recordaría: Syeyguil de Belgrano, Parsechian de Independiente de Trelew, Pedone de Gimnasia y Esgrima de Mendoza y Chichozola de Bartolomé Mitre de Misiones, entre los más curiosos. En Córdoba ya se hablaba de un pibe que tenía condiciones para ser un fenómeno: Mario Alberto Kempes jugaba en Instituto y lo pretendía River, pero Central se quedaría con el pase.

En Octubre, la música progresiva seguía colocando mojones: Arco Iris estrenaba su ópera Sudamérica en el estadio Monumental. En Agosto, Sui Generis, con ‘Charly’ García y ‘Nito’ Mestre, había terminado de grabar su primer álbum, Vida y, al mes siguiente de aquel partido en el José Amalfitani, se desarrollaba Buenos Aires Rock III, que dio pie a la filmación de la película “Hasta que se ponga el sol”. El cine de ese año recibió con beneplácito una obra de Leonardo Favio que dejaría su huella: Juan Moreira.

Y, en la literatura, el éxito de la novela Las Tumbas, convirtió a Enrique Medina en un escritor de consumo masivo. El mundo, si se comparan las políticas que lleva adelante Estados Unidos desde que se constituyó en un imperio, no era demasiado diferente. Richard Nixon amenazaba a los vietnamitas, como ahora lo hace George Bush (h) con los iraquíes. “Estos bastardos no han sido bombardeados nunca como van a serlo esta vez”, dijo aquel antes de que el escándalo Watergate acabará con sus días en la Casa Blanca.

Voces del ‘72 y de hoy

La mayoría de los protagonistas del clásico que se jugó en una cancha de Vélez colmada, con hinchas increíblemente sentados sobre el cemento y sin incidentes, siguieron vinculados al fútbol cuando colgaron los botines. En River, Juan José López, Reinaldo Merlo y René Daulte son técnicos de Primera, Jorge Ghiso hizo su trayectoria en el ascenso, Ernesto Mastrángelo en las divisiones inferiores y Carlos Morete se dedicó a representar jugadores. En cambio, Norberto Alonso, tras una efímera experiencia como entrenador y un par de intentos frustrados como candidato a la presidencia de su club, hoy es columnista deportivo de la cadena Fox.

El Beto recuerda que se trató de “un partido impresionante. Nosotros veníamos de una gira por Europa con la selección y creo que habíamos jugado también por la Copa Libertadores. Yo llegué extenuado y me tocó disputar ese clásico de ida y vuelta. Fue un partidazo, pero no lo considero el mejor clásico, a no ser por la cantidad de goles. Será porque a mí siempre me gustó ganarles en la cancha de ellos y, los más gratos recuerdos, son de la Bombonera: el 3 a 2 que ganamos un día de mañana en el ‘81 o el de la pelota naranja con dos goles míos...”.

Si en River casi todos eligieron al fútbol como el medio de vida, aún después de la etapa como jugadores, en Boca sucedió otro tanto. Roberto Mouzo, Rubén Suñé y Osvaldo Potente trabajaron o trabajan en las divisiones inferiores xeneizes, Silvio Marzolini salió campeón como entrenador en 1981, con aquel equipo en el que brillaron Diego Maradona y Miguel Brindisi y ‘Cachín’ Blanco conduce en la actualidad a Atlético Rafaela. Carlos Pachamé acompañó a Carlos Bilardo durante toda su trayectoria en la Selección Nacional y Ramón Ponce ascendió con Banfield a Primera a mediados del 2001.

Este último, correntino, cantante y buen imitador, evocó del clásico un momento clave: “Cuando estábamos nosotros 4 a 2 arriba, los delanteros y los mediocampistas ofensivos nos perdimos casi diez situaciones de gol. Podríamos haber llegado a un resultado de catástrofe. Pero ellos se recuperaron y lo dieron vuelta. Ese mismo año, nosotros les habíamos ganado 4 a 0 en el Monumental con dos goles de Curioni y dos míos. Por eso, mientras un clásico significó una alegría enorme, al otro lo viví con bronca”.

Cuando Página/12 le leyó a Ponce una frase suya citada en El Gráfico en la edición posterior al partido, una auténtica muestra de su hidalguía -”Los felicito de corazón a los muchachos de River. Les tocó a ellos y que lo disfruten”-, el ex delantero comentó: “Mi manera de ser nunca cambió. Siempre pensé en frío en los momentos calientes”.

Otros tiempos, otro fútbol

En 1972, los nombres de los técnicos no aparecían en las síntesis con puntaje de la tradicional revista deportiva semanal, que el empresario Carlos Ávila discontinuó treinta años más tarde. Ni Juan Eulogio Urriolabeitía, ni José Varacka, los entrenadores de River y Boca, respectivamente, son mencionados, a no ser por alguna anécdota conocida en los vestuarios. El ‘Vasco’ debutó esa tarde como conductor del equipo ganador y siguió el clásico desde las plateas. Apenas pudo dar algunas indicaciones utilizando como correo al profesor Solé, el preparador físico.

Transcurridos algunos días, también se supo que el temperamental Pachamé -que había ganado todo con Estudiantes de La Plata y era una especie de caudillo- la había emprendido contra el juvenil Mouzo en pleno partido. Le reprochó que debía marcar a Morete y lo responsabilizó por los dos últimos goles de River.

Aquella tarde, José Perico Pérez, le atajó un penal a Rubén Suñé después de embolsar la pelota con una rodilla en alto y cometerle infracción en el área al cordobés Hugo Curioni. Gestual como pocos entre sus pares, el árbitro Luis Pestarino imitó la acción del arquero semejando un paso de baile, mientras recibía airadas protestas. Pérez, quien por entonces se perfilaba como un dirigente sindical incipiente de Futbolistas Argentinos Agremiados, llevaba desviados con ése, cuatro penales. Sería su especialidad, como ocurrió años después con otro arquero de River, Sergio Goycochea.

“Mandaron los sentidos. Y para los sentidos no hay decámetro, ni hectolitro, ni hectáreas, ni kilogramo”, escribió Ardizzone sobre ese acontecimiento al que no le encontró unidad de medida para juzgarlo. Al minuto de juego, ya ganaba River con un gol de Mastrángelo (foto). Había pescado un rebote que dio Rubén Sánchez tras un zapatazo con el sello de Oscar Más. Ocho minutos después, ‘Pinino’ metió el segundo. La defensa de Boca no hacía pie y el clásico parecía jugarse en Núñez, aunque se había mudado a Liniers.

River se lanzaba sin red al ataque y comenzaba a trastabillar atrás. Curioni descontó sobre la mitad del primer tiempo y Ponce, con un estupendo tiro libre, clavó el 2 a 2. Se agotaba la primera parte de un partido que ya tenía el voltaje por las nubes, pero todavía había más. Osvaldo Potente, un diez tan rechoncho de físico que no hacía honor al vigor que transmitía su apellido, aunque sí se destacaba por su rapidez e inteligencia para resolver en el área, estampó el tercero de Boca y la historia parecía trasladarse a la Bombonera. Pero no, no era cierto, seguía jugándose en aquel fortín neutral que sería escenario de unos cuantos superclásicos.

Cuando Potente estiró la diferencia a dos y su equipo se encaminaba a bajarle el telón a la tarde, Mas arrimó el bochín, el partido se convirtió definitivamente en partidazo y aún restaba el desenlace que lo llevaría a la categoría de inolvidable. River se ponía a tiro de Morete o del empate, que era como decir lo mismo. El ‘Puma’, uno de esos centrodelanteros de tranco largo, definiciones certeras y que, por esas curiosidades del destino, daría sus últimos pasos en el fútbol jugando junto a Maradona en el Boca del ‘81, empató a los 17 minutos del segundo tiempo. Cuatro a cuatro, más situaciones de gol en las dos áreas y aquella definición en la boca del arco del goleador riverplatense sobre la hora, hicieron crujir la cancha, aumentar las pulsaciones y acabar con la incertidumbre.

Mastrángelo, uno de los bromistas más festejados del fútbol en los años ‘70, viajó horas después a Rufino para depositar su camiseta con la banda roja en el nicho de su madre. La satisfacción de unos no pasó de las cargadas posteriores en la semana siguiente y el pesar de los otros se esfumó en 1973, con una de las tantas goleadas que registra la historia de los clásicos. El 27 de Junio de ese año, siete días después de ocurrida la masacre de Ezeiza en el definitivo regreso de Perón al país, Boca despachó a su rival de toda la vida con un 5 a 2 en la Bombonera. Pero había sido por otro torneo, el Metropolitano, sólo reservado a los clubes directamente afiliados a la AFA.

En cambio, el campeonato federal ideado por el fallecido Valentín Suárez en 1967 fabricaba goleadas de molde que los grandes equipos de Buenos Aires les propinaban a los semiamateurs del interior. Su arranque en la edición de 1972 no podía haber sido mejor. La exhibición de fútbol casi insuperable de aquel River-Boca debería ocupar un lugar en las vitrinas de nuestros mejores momentos deportivos. Como homenaje al fútbol, por la pasión que despierta y también como tributo a lo que simboliza aquel estribillo caído en desuso, que no vendría mal entonar en estos tiempos de sinrazón y puro exitismo.

“Ganamos, perdimos, igual nos divertimos...”.

(artículo de Gustavo Veiga publicado en el Diario “Página 12” del domingo, 27 de Octubre de 2002)



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Los quince cambios de camiseta más polémicos del fútbol inglés


Con la llegada de Carlos Tévez al Manchester City y el sorprendente fichaje de Michael Owen por el United, la Premier League ha vivido una de las pretemporadas más controvertidas que se recuerdan. Quizá no igualen la convulsión la marcha de Sol Campbell al Arsenal en 2001, pero han servido para recordar algunos los fichajes que más iras han levantado en la historia del fútbol británico.

1. Sol Campbell (Tottenham: 1992-2001 / Arsenal: 2001-2006)
Tras nueve temporadas en White Hart Lane, el central protagonizó la que es considerada por muchos la mayor traición del fútbol inglés. Rechazó renovar por los Spurs y desestimó varias ofertas importantes del extranjero (entre ellas una del FC Barcelona) para firmar por el Arsenal. Ganó dos Premiers y tres FA Cups antes de fichar por el Portsmouth. A partir de este hecho los fans de los "Spurs" lo llaman Judas.

2. Mo Johnston (Celtic: 1984-1987 / Rangers: 1989-1991)
Tras abandonar ‘The Paradise’ y jugar dos temporadas en el Nantes, el escocés decidió no regresar a su equipo de orígen y fichar por el Rangers de Graeme Souness. Un movimiento que no contentó ni a los supporters del Celtic ni a los del Rangers. Los ‘Hoops’ vieron en Johnson un traidor y los protestantes a un católico y seguidor de su eterno rival que rompía las tradiciones y el orgullo de su club.

3. Alan Smith (Leeds: 1998-2004 / Manchester United: 2004-2007)
Más allá de la rivalidad que enfrenta a ambos clubs y que ha dejado a otros grandes traidores entre los que destacan Eric Cantona y Rio Ferdinand, la marcha del delantero de Elland Road rumbo a Old Trafford fue especialmente dolorosa por el momento en que se produjo. Tras confirmarse el descenso del Leeds, Smith abandonó el terreno de juego besando el escudo y jurando fidelidad eterna al equipo de toda su vida aunque fuera en segunda división. Algunas semanas más tarde cerraba su traspaso al United por unos 7 millones de libras.
Alan Smith juró fidelidad eterna al Leeds y fichó por el Manchester United tiempo más tarde.

4. Ashley Cole (Arsenal: 2000-2006 / Chelsea: 2006)
El lateral flirteó con el club de Stamford Bridge en varias ocasiones durante su estancia en los ‘Gunners’ hasta que en 2006 se enfundó la camiseta azul. La prensa desveló las reuniones secretas con la directiva del Chelsea que levantaron las iras de los seguidores del Arsenal. Cole aceptó una oferta que doblaba su salario y selló su traspaso por 5 millones de libras y el pase de William Gallas al conjunto de Ársene Wenger.

5. George Graham (Arsenal: 1986-1995 / Tottenham: 1998-2001)
Vía Leeds (1996-98), el ex jugador y técnico ‘Gunner’ firmó por el eterno rival en 1998. El escocés no pudo llevar al Tottenham donde si llevó al Arsenal a lo largo de las nueve temporadas en las que se sentó en el banquillo de Highbury, pese a conquistar la Copa de la Liga en 1999. Con los cañoneros logró dos ligas (1989 y 91), una FA Cup (93), dos Copas de la Liga (87 y 93) y la Recopa de 1994. En su etapa como jugador del Arsenal entre 1966 y 1972 sumó tres títulos más.

6. Lee Clark (Newcastle: 1990-1997: / Sunderland: 1997-1999)
Tras siete temporadas en St. James’ Park el centrocampista jugó durante dos temporadas en el gran rival de los ‘Magpies’, el Sunderland. Pero en la final de la FA Cup de 1999 entre el Newcastle y el Manchester United apareció fotografiado junto a unos supporters de los Urracas con una camiseta con el slogan “Sad Mackem Bastards”. (Mackem es un término que se refiere al acento de los habitantes de Sunderland). Lógicamente no volvió a jugar nunca con los ‘Black Cats’. Firmó por el Fulham y en 2005 volvió a ‘su’ Newcastle.

7. Pat Jennings (Tottenham: 1964-1977 / Arsenal: 1977-1985)
Después de 13 temporadas y 591 partidos, los ‘Spurs’ decidieron traspasar al guardameta norirlandés al Arsenal, el gran rival, considerando que el fin de su carrera estaba cerca. Pero Jennings aguantó a gran nivel hasta los 40 y llevó a los ‘Gunners’ a la conquista de la FA Cup de 1979. Hasta Sol Campbell, en 2001, fue el último jugador que abandonó el Tottenham para recalar en el Arsenal.

8. Nick Barmby (Everton: 1996-2000 / Liverpool: 2000-2002)
Tras seis temporadas en Goodison, el delantero se convirtió en el primer jugador en cruzar Stanley Park rumbo a Anfield desde que lo hiciera Dave Hickson en 1959. Unos años después el portugués Abel Xavier seguiría el mismo camino que Barmby y se convertiría en el último jugador que ha defendido ambas camisetas.

9. Harry Redknapp (Portsmouth: 2002-2004 / Southampton: 2004-2005 / Portsmouth: 2005-2008)
El longevo técnico no ha tenido problemas en sentarse en ambos banquillos en reiteradas ocasiones. En 2002 se hizo cargo del ‘Pompey’ y logró llevarlo a la Premier League en su primera temporada. En 2004 la falta de entendimiento con el propietario del club, Milan Mandaric, acabó con su salida del equipo en diciembre, rumbo al Southampton, el gran rival. Pero Redknapp no puedo evitar el descenso de los ‘Saints’ que abandonaron la máxima categoría tras 27 años. Sin embargo, permaneció en el equipo durante los primeros meses en el Championship hasta que, de nuevo, sus malas relaciones con la cúpula del equipo forzaron su salida. Paradójicamente, de vuelta al Portsmouth. Con la conquista de la FA Cup de 2008, la afición del ‘Pompey’ pareció perdonarle definitivamente, pero su espantada para fichar por el Tottenham en octubre del año pasado acabó por colgarle la etiqueta de traidor en Fratton Park de forma definitiva.
Los aficionados del Portsmouth no guardan un buen recuerdo de Redknapp pese a los éxitos.

10. Peter Beardsley (Liverpool: 1987-1991 / Everton: 1991-1993)
Tras triunfar en el Liverpool, el pequeño delantero firmó por los ‘Toffess’ en 1991 por un millón de libras. Hasta la fecha el traspaso más caro entre ambos clubs. Sin embargo, Beardsley no despertó las antipatías de los seguidores ‘Reds’ que culparon al club de su marcha. Durante sus dos años en Goodison Park se convirtió junto a David Johnson en uno de los dos únicos jugadores capaz de marcar en el Merseyside derby con ambas camisetas.

11. Paul Ince (West Ham: 1984-1989 / Manchester United: 1989-1995)
La afición ‘Hammer’ nunca perdonará al centrocampista por fotografiarse con una camiseta del Manchester United siendo todavía jugador del West Ham. Una falta de respeto al club en el que se formó que todavía se recuerda en Upton Park. Ince tampoco tuvo inconvenientes en fichar por el Liverpool en su vuelta a la Premier en 1997 pese a haber jugado con anterioridad en los ‘Red Devils’ durante seis temporadas.

12. Denis Law (Manchester United: 1962-1973 / Manchester City: 1973-1974)
Uno de los jugadores más grandes de la historia de los ‘Diablos Rojos’ jugó el último año de su carrera deportiva en el gran rival ciudadano, el City. El escocés ya había formado parte de los ‘Sky Blues’ la temporada 60-61 en la que llegó procedente del Huddersfield Town en el traspaso más caro de la historia del fútbol británico: 55.000 libras. Un año más tarde, Law firmaba por el Torino con el que realizó una buena temporada pero en la que no se adaptó al estilo de vida italiano. Su vuelta a Inglaterra era inevitable y lo hizo con otro traspaso récord de 115.000 libras que le llevó a Old Trafford. En el último partido de su carrera en 1974, el delantero marcó un gol ante el United que no celebró al creer que suponía el descenso del equipo con el que se hizo grande. Law fue sustituido inmediatamente y abandonó el campo cabizbajo, pero lo que no sabía era que sin aquel gol el United habría descendido de todas formas. Denis Law finalizó su carrera en el Manchester City.

13. Kenny Miller (Rangers: 2000-2002 / Celtic: 2006-2007 / Rangers: 2008-2009)
El delantero de Edimburgo no ha tenido ningún tipo de reparo en vestir las dos camisetas de los conjuntos que protagonizan el eterno derby de Glasgow. El más caliente del fútbol británico. Miller jugó en el Rangers la temporada 2000-01, antes de dar el primer salto al fútbol inglés para incorporarse a los ‘Wolves’, en los que jugó cuatro temporadas y media. En el año 2006 volvió a Escocia para jugar en el Celtic, pero tras una sola temporada con los ‘Hoops’ probó de nuevo suerte en Inglaterra, en esta ocasión la camiseta del Derby County. Tras una temporada para olvidar, fichó por el Rangers el pasado verano.

14. Billy Bonds (West Ham: 1967-1994 / Millwall: 1997-1998)
Leyenda en el West Ham, con el que jugó desde 1967 hasta 1988, se sentó en el banquillo de Upton Park entre 1990 y 1994 para suceder a Lou Macari. Logró el ascenso en la campaña 90-91, no pudo mantener el equipo en la máxima categoría la temporada siguiente, pero en 1993 devolvió a los ‘Hammers’ a la ya creada Premier League. En 1994 fue sustituido por Harry Redknapp y su carrera como técnico se prolongó por Queens Park Rangers y Reading antes de recalar en el Millwall en 1997. Los ‘Lions’ y el West Ham protagonizan una de las rivalidades más calientes de Inglaterra que ha dejado tras de sí, incluso, alguna película como Green Street Hooligans (2005) dirigida por Lexi Alexander y protagonizada por Elijah Wood.

15. Gordon Durie (Chelsea: 1986-1991 / Tottenham: 1991-1993)
En 1991, el escocés decidió abandonar el Chelsea, según afirmó, para estar cerca de su familia en Escocia…. pero fichó por el Tottenham. Años más tarde sí que acabaría cumpliendo su deseo y firmaría por el Glasgow Rangers, antes de retirarse en 2001 con la camiseta del Hearts.

(tomado del blog “Premier Football”)

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