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Está en la miseria el hombre que cambió el curso del fútbol mundial

El ex-futbolista Jean-Marc Bosman, cuya demanda contra la normativa de transferencias en el fútbol propició la 'Ley Bosman', es alcohólico y vive de un plan social en Bélgica, según el diario británico 'The Sun'. 

Han pasado 15 años desde que Jean-Marc Bosman revolucionó el mundo del fútbol. Su caso, que terminó en la 'Ley Bosman', permitió a los futbolistas de la Unión Europea jugar libremente en otros países de este territorio sin contabilizar como jugadores extranjeros. 

Los equipos, que hasta entonces sólo podían contar con tres extranjeros, dieron un vuelco en la configuración de las plantillas. 

Corría el año 1990, cuando Bosman denunció a su club, el RFC Lieja, por reducirle su sueldo a más de la mitad e impedirle el paso al equipo francés Dunquerque, a pesar de que su contrato se había vencido. 

El jugador decidió recurrir a la FIFA y también a la UEFA para presentar una queja formal. Cinco años después el Tribunal Europeo de Justicia, dio una histórica resolución que les permitió a los jugadores profesionales europeos la posibilidad de cambiar de club al expirarse sus vínculos, actuando como agentes libres. Hoy, Bosman tiene 46 años y lucha para superar la depresión y la adicción al alcohol. 

Según indicó el propio ex jugador: "Ha sido muy, muy duro. Gané mucho dinero sobre el césped pero soy el único que tuvo que pagar y pagar y pagar".

Gordo y con una calvicie notable, Jean-Marc vive en una pequeña casa a las afueras de Lieja, Bélgica. Es su única posesión material. Ahora, su única motivación son sus hijos Martin, de casi 2 años, y Samuel, de 5. Pero no puede vivir con los niños ni con su madre, Carine, por miedo a que les retiren (a ellos) el plan social estatal. 

Los antidepresivos le ayudan a seguir adelante y, aunque dice que ha estado desde 2007 alejado de la bebida, llegó a tener serios problemas y realiza las declaraciones al diario británico 'The Sun' dando pequeños sorbos a un vaso de vino: "Solo tomo un vaso de vino espumoso en ocasiones especiales".

Sobre Bosman se dijo que llegó a tener 2 casas y 2 Porsches pero ahora sonríe cuando escucha esa afirmación: "La gente piensa que gané una fortuna pero con mi 'fortuna' no podría pagar ni un solo día de salario de Wayne Rooney". 

“Busco trabajo, pero no lo encuentro”, confesó ante el tabloide británico el hombre que dio un cambio radical al mercado futbolístico. “Wayne Rooney gana 200.000 libras por día, pero yo vivo de un subsidio", afirmó.

También es cierto que compró un Porsche de segunda mano, aunque los problemas económicos le obligaron a venderlo. "Normalmente, cuando ganas un juicio te sientes libre pero los medios en Bélgica se pusieron en mi contra tras el caso. Caí en depresión y empecé a beber más y más. Al final, sólo estaba en casa bebiendo vino y cerveza" reconoce el ex jugador.

Bosman presentó una denuncia después de que su club, el RFC Lieja, le recortara 60% el sueldo tras no autorizar una transferencia al equipo francés Dunquerque al término de su contrato en 1990.

Tras un duro y costoso proceso legal de 5 años, logró un veredicto favorable en los tribunales que cambió para siempre la manera de contratar a los jugadores de fútbol en Europa y les permitió moverse libremente entre clubes al finalizar sus contratos, actuando como sus propios agentes, lo que hizo que aumentara su capacidad negociadora y potencial para ganar dinero.

Jean Marc Bosman en su época de jugador 

Bosman fichó por el belga Charleroi en 1991, pero le pagaban menos de € 1.000 al mes por considerarle un riesgo. Cuando finalmente dejaron de emplearle, tuvo que dejar su piso en esa ciudad e instalarse en el garaje rehabilitado de sus padres, ya sin su primera esposa y la hija de ambos. 

Ahí se agudizó un deterioro personal del cual aún intenta recuperarse, a la espera de encontrar una fuente de ingresos -tal vez una nueva página web en la que promoverá el deporte amateur- que le permita mantener a sus hijos. 

Pese a su desesperada situación, Bosman asegura que no siente celos de los jugadores que ahora cobran sueldos multimillonarios beneficiados por la ley que él propició, pero admite que desearía que se le reconociera el esfuerzo que hizo, por el que lo perdió casi todo. 

Fuentes consultadas
* The Sun
* Revista "El gráfico"
* Diario digital "Urgente 24"

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El amor platónico de Bill Shankly

Bill Shankly, autor de las citas más audaces e ingeniosas de la historia del fútbol, se hizo hombre en East Ayrshire, Glenbuck, Escocia. Creció en el seno de una familia humilde de diez hermanos, tuvo una infancia durísima, llena de calamidades, y eso forjó en él un carácter tan crudo como irónico. No pudo darse un baño en condiciones hasta los quince años, trabajó a destajo en la mina y encontró en el fútbol, la válvula de escape perfecta para alegrar su complicada vida.

Shankly, un futbolista discreto, pronto entendió que su vocación estaba en el banquillo. Su primer equipo fue el Grimsby Town, luego pasó al Workington y más tarde, en 1956, ficharía para ser entrenador de un equipo modesto, el Huddersfield. Fue allí, en ese equipo, donde Shankly hizo debutar a un muchacho de clase obrera, con pies alados, mala leche y un descaro sobrenatural con la pelota en los pies.

Se llamaba Denis Law, era escocés, había crecido en un barrio marginal de Aberdeen y sólo tenía quince años. Después de unos cuantos partidos, Shankly habló con el presidente del Huddersfield, le pidió retener a cualquier precio a aquel muchacho y le dio un consejo:

-Oiga Presidente, saque su diario y anote esto. Algún día, Denis Law será transferido por 100.000 libras esterlinas.

El presidente no le hizo caso, Denis Law terminó en el Manchester City. Quizá inspirado en aquella jugarreta de aquel presidente, Shankly llegaría a definir a los directivos del fútbol de un modo tan crudo como lapidario:

“La Junta Directiva ideal estaría compuesta por tres hombres: dos muertos y un agonizante”.

Finiquitada su experiencia con el Huddersfield, el bueno de Shankly aceptó el reto de dirigir al entonces modestísimo Liverpool, un equipo sin grandes expectativas que deambulaba por la Segunda división inglesa. Allí fue donde forjó su legendario carácter ganador, donde se convirtió en el manager más famoso de todos los tiempos y donde dejó, con carácter vitalicio, el germen ganador de la filosofía Shankly.

En Liverpool fue donde obligó a su mujer, el día de su boda, a asistir a un partido… de Segunda División. En Anfield fue donde Bill implantó la costumbre de levantar a sus jugadores a las ocho de la mañana para que vieran, son sus propios ojos, cómo trabajaban los mineros de Liverpool. Y en ese club fue donde Shankly instauró reuniones con sus jugadores media hora antes de saltar al campo. Les hacía arrodillarse y les hablaba. Les hablaba de boxeo. De combates históricos, de boxeadores heroicos, de fajarse, de no rendirse. De respeto. De jugar y ganar. De ser los mejores.

Sin embargo, en toda la carrera de Shankly, sólo existió un sueño deportivo irrealizable. Fichar para su Liverpool a aquel descarado escocés que debutó de su mano en el Huddersfield. Shankly había profetizado en 1956 que ese niño prodigio, ese tal Denis Law, algún día valdría 100.000 libras.

La profecía se cumplió el 12 de Julio de 1962, cuando el gran rival del Liverpool, el Manchester United de Matt Busby, fichaba a Law por 115.000 libras esterlinas, una suma de dinero que escandalizó al mundo, y que acabó con el sueño de Shankly.

Denis Law ficha por el Manchester United, a su derecha Matt Busby

Aquel fichaje relámpago el United resultó muy doloroso para Shankly, cuyo ojo clínico ya había vaticinado el talento de Law. Con el tiempo, el patriarca de Anfield, acabaría rendido a la elegancia y clase de su compatriota escocés.

"Law es tan bueno -afirmaba Shankly- que podría bailar en una cáscara de huevo".

No hablaba por hablar. Denis Law inspiraba un fútbol alegre, contagioso, eléctrico y preciso. Alejado del cánon cavernario del patea y corre británico, se convirtió en una especie de volante atípico, más afín al arquetipo latino que al fogoso extremo de Las Islas.

Tan discontinuo en su rendimiento como letal en el área, el fútbol de Law fue el complemento perfecto para el talento de los otros dos grandes talentos del United: Bobby Charlton y George Best. Juntos pero no revueltos, Best, Charlton y Law formaron un triunvirato perfecto, armónico, imparable.

Lo que la política fue incapaz de conseguir, lo unió el fútbol, y un norirlandés, un inglés y un escocés fusionaron su magia, su carisma y su genialidad al servicio de una misma bandera, la del Manchester. Aquellos tres cruzados del Imperio Británico alzaron la Copa de Europa de 1968, y fue fueron considerados como el tercer corazón de Inglaterra, según la prensa de la época, después de Su Majestad La Reina y de The Beatles.

Charlton era el oportunismo, el estajanovismo, la tradicional flema inglesa y el liderazgo en el campo. Best era un genial e irreverente futbolista, un tipo con pie de terciopelo y una cabeza mal amueblada. Law, amén de su grave lesión de rodilla y de su permanente mala leche sobre el terreno de juego, era el goleador inesperado, la chispa adecuada, el tipo capaz de encender a la masa, el interruptor que conectaba una máquina de hacer fútbol.

Su miopía nunca fue un problema cerca del área, sus quiebros eran tan bruscos que hacían descarrilar defensas y su visceralidad le convirtió en uno de los fundadores del histórico club de futbolistas a los que hoy se conoce por ‘Bad boys’ (Chicos malos).

Law, el chico que creció en un barrio modesto de Aberdeen, llegó a hacer realidad el cuento de Cenicienta y se convirtió en una de las estrellas fugaces más brillantes de toda la historia del Imperio Británico. Amó al fútbol por encima de todas las cosas. Vistió la camiseta del Huddersfield, se hizo futbolista en el Manchester City, pasó una temporada en el Torino italiano, alcanzó la gloria con el Manchester United y por último, en su última temporada en activo, decidió colgar las botas en Maine Road, el hogar del Manchester City.

Además de ser internacional por Escocia en 55 ocasiones, Law disputó en toda su carrera un total de 587 partidos, anotando la friolera de 300 goles. Fue Balón de Oro en 1964. Ningún otro escocés ha logrado volar tan alto con una pelota en los pies. Bautizado como ‘El escocés volador’, Law ganó prestigio, fama y dinero durante los años sesenta.

En Julio de 1974, el padre deportivo de Law, el mítico Shankly, anunciaba su retirada del Liverpool. Ese día, los aficionados colapsaron la centralita del club y los trabajadores de las fábricas locales amenazaron con ir a la huelga si no regresaba su héroe, pero Shankly consideró que había llegado el momento de pasar más tiempo con su mujer Ness y su familia. Shankly ganó todo, pasó a la historia como el mejor manager de todos los tiempos, y su Liverpool jamás caminará sólo. Sin embargo, al bueno de Bill siempre le atormentó no haber podido conseguir el fichaje de Denis Law para su Liverpool.

Fue su amor platónico, el sueño frustrado e imposible de toda su vida. Law nunca llegó a jugar para el Liverpool. Fue el único sueño que Shankly no pudo alcanzar.

(publicado en el blog “Siempre fútbol” del lunes, 12 de Enero de 2009)

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¿Cómo debe comentarse un partido de fútbol?


Indudablemente hubo un cambio en la manera de comentar el fútbol. En el pasado se trataba sólo de contar el partido, de narrarlo. No se aventuraban juicios personales. No había incursiones en lo técnico. El cronista era un espectador más.
Pero desde hace unos años se viene operando una transformación. Se intenta juzgar. Se utilizan argumentos tácticos. El cronista es un técnico más.

En muchos casos se ha pasado de un extremo a otro; es decir, de elogiar todo porque sí, por rutina, saltamos a criticar todo porque sí, también por rutina. Antes aquello, que era malo por sensiblero. Ahora esto, que es malo por destructivo.

Personalmente creo que esto no es más que un proceso de evolución, en el que aparecen exageraciones, como en cualquier orden de la vida, hasta que llega la decantación, y entonces luego sí la identificación de los auténticos valores. Me parece positiva la nueva inquietud de los cronistas por averiguar los secretos futbolísticos y transmitirlos al público. Eso es bueno. Pero no hay que olvidar que el fútbol es pasión, y que comentar un partido de fútbol no es dar una lección de tácticas, sino también penetrar y participar de un hecho que por ser masivo y por ser popular es parte de nuestra apasionada manera de vivir.

Hoy se prestan a responder a nuestra pregunta cronistas de la antigua modalidad, cronistas de la nueva modalidad, periodistas de otras actividades y críticos de arte. Quizá alguien se sorprenda de encontrar a un crítico de cine o de música en esta encuesta, pero aclaro que aquí no se trata de hablar de fútbol, sino de actitudes críticas, de formas críticas. Por eso responden aquí.

Nuestros encuestados son: Borocotó, de los que hicieron El Gráfico; Edmundo Eichelbaum, crítico de teatro de El Mundo y de cine en Radio Municipal; Calki, decano cronista de cine; Jorge Rodríguez Duval, joven y maduro periodista; Bernardo Neustadt, creador de una modalidad periodística; Juvenal, Osvaldo Ardizone (los dos son de la casa); Jorge D’Urbano, crítico musical, y Alberto Laya, estilista, jefe de deportes de La Nación.

BOROCOTÓ
Crítico de revista “El Gráfico”
Se producen partidos claros, fáciles para el comentario, así como otros muy complicados, en los que “pudo ser lo que no fue” y que incluimos en un denominador común: “cosas del fútbol”. Me sería fácil enumerar muchísimos de éstos cuya explicación hay que hallarla hurgando en la trastienda, pero la lista sería muy extensa. Remitiéndome a los cotejos normales, presto mucha atención al desempeño de los medios porque, a mi entender, brindan un rumbo para el comentario. No obstante, admito que no hay regla fija. Es la experiencia, es el conocimiento que se tiene acerca de capacidades individuales y colectivas de equipos lo que ayuda al comentarista. A veces encuentro una colaboración en los recuerdos, ventaja de los que hace rato tenemos escarchado el techo del rancho...

EDMUNDO EICHELBAUM
Crítico de Teatro
El partido de fútbol es un espectáculo dramático, en la medida en que existen dos fuerzas en conflicto. Es también un espectáculo plástico, ya que el deporte genera movimientos, ritmos, dinámica, que se manifiestan corporalmente en los jugadores. Y es un espectáculo técnico, porque ese deporte posee sus reglas y sus recursos propios, que cada jugador y cada equipo dominan en determinada magnitud. El comentario de fútbol debe reflejar fundamentalmente lo que ocurrió en la cancha respecto de esos tres órdenes, en el plano colectivo y en el plano individual, valorando cada uno de los aspectos y ofreciendo un balance total. Además, en nuestro país es el deporte popular por excelencia, lo que comprende una fuerte carga sentimental en el espectador y en el hincha, y eso debe ser contemplado en cierto modo, sin disminuir la importancia mayor de los otros tres aspectos.

JORGE RODRÍGUEZ DUVAL
Crítico de diario “El Mundo”
Comentar un partido de fútbol sugiere, fundamentalmente, contarlo. La base está allí. No se trata de volcar necesariamente el hecho, para después desmenuzarlo. Tampoco el periodista debe caer en el análisis subjetivo, agrio, muchas veces desalmado.
El periodismo evoluciona, como cualquier orden de la vida. De la misma manera se supone que el lector sabrá digerir las disquisiciones del comentarista. Sólo, para el caso, se requiere un término medio que contemple cualquier situación. Pensar que el fútbol es una actividad que apasiona a todas las clases sociales. Y que cuando hablamos o escribimos de él, comprendamos que nos están leyendo o escuchando un médico, un político, un obrero, un empleado.

BERNARDO NEUSTADT
Periodista de intensa trayectoria
No hay líneas rígidas. Ni fundamentos clásicos. Quien se quiera ajustar a tales estrecheces mentales, desde ya es antiguo. Comentar es tener una óptica. Si se me exigiera definiciones siempre flexibles diría: ni dedicarse exclusivamente al clima, ni aburrir y aburrirse en abstracciones filotécnicas, en lenguaje intelectualizado. Ni el “ayer” de fabricantes de falsos mitos, ni el hoy destructor por actitud espectacular. Personalmente no abandonaría el campo social que ofrece el fútbol. No lo desvincularía del país-país. Trataría de probar que el individualismo del siglo XVIII o XIX ha “muerto en una cancha de fútbol”. Que los países tienen buen fútbol si alcanzan su desarrollo. Y si no tienen desarrollo, por lo menos tienen “orgullo nacional”. Trataría de crear mitos sobre bases sólidas. Y me abrazaría a ellos con espíritu de conjura. Tenemos necesidad de volver a adorar algo. No negarnos. No autodestruirnos. No sería complaciente, pero tampoco iracundo gratuito. Iría al estadio con fervor, no con espíritu lípido. Comentaría para servir, no para servirme.

CALKI
Crítico de Cine
Un partido de fútbol está allí, desarrollándose sobre la cancha, del mismo modo que una película desarrolla su acción sobre la pantalla. Debe ser sencillo, para el crítico, mirar y juzgar objetivamente. Es el precepto número uno. Desde luego, a una perfecta objetividad se llega desprendiéndose de todo partidismo. Después, en segundas y terceras instancias, llega aquello del conocimiento, de la sensibilidad y el talento, que puede llegar a construir un estilo. La tarea de un crítico es siempre difícil. Creo que cuando llegue a la perfección se quedará sin amistades.

JUVENAL
Crítico de revista “El Gráfico”
Con sentido crítico. Es no quiere decir con acritud. Con criterio pedagógico. Eso no significa deshumanizarse. Con objetividad. Es decir: hablando de lo que uno realmente vio. No de lo que quiso ver o llevaba previsto ver. Con la preocupación permanente de darle al lector o al oyente, un panorama total del juego. Al mismo tiempo con la inquietud técnica de marcar aciertos y errores individuales, explicando los motivos de elogio o de crítica. Tratando de usar el idioma con fluidez y si es posible con elegancia. Con una pizca de ironía. Pero midiendo mucho lo que se dice, para no caer en un concepto erróneo por hacer una frase bonita o intercalar un dicho gracioso. Lo que interesa fundamentalmente es que el concepto sea justo para el actor. Y claro para el que lee o escucha.

JORGE D’URBANO
Crítico musical de diario “El Mundo”
Se me ocurre que la crítica de fútbol debe tener las tres condiciones de cualquier clase de crítica: sinceridad, conocimiento y claridad. La primera porque el crítico siempre debe decir lo que piensa; la segunda porque el crítico debe saber por qué piensa así; la tercera porque cualquier crítica es inútil si los demás no la entienden. Quiero agregar que la crítica de fútbol se me imagina de tremenda dificultad. Por lo menos, eso es lo que piensa de ella un crítico musical.

ALBERTO LAYA
Jefe de deportes del diario “La Nación”
No ser corto de vista ni tener úlceras. Conocer gramática. Poder de captación, poder descriptivo, poder de convicción, poder poder. No ponerse de acuerdo con nadie para coincidir en una jugada o en un gol. Ver con los ojos de uno mismo. La miopía mental es más deplorable que la miopía óptica. No llegar a la cancha al comenzar el segundo tiempo ni irse de ella al terminar el primero. Preferir el contenido al continente. Si se consiguen las dos cosas, tanto mejor. Y ser, al fin, lo suficientemente veraz como para que el lector, en su afán de saber lo que pasó y cómo pasó, no compre otro diario. Eso sería un harakiri periodístico porque el papel cada vez está más caro. ¡Ah...!, me olvidaba. Saber lo que es fútbol y no simpatizar exageradamente con ningún equipo, con ningún club, con ningún dirigente ni con ningún aguatero.

OSVALDO ARDIZZONE
Crítico de revista “El Gráfico”
Se da “por aprobada” la lección tan difundida de la objetividad, ecuanimidad, sinceridad, idoneidad, dad..., dad..., dad...
Además de todo eso, es importante que el comentario de un partido califique el juego, alcance a descifrar el porqué de un resultado o de una superioridad, transmita la característica de los equipos al margen de ese partido y haga conocer a la opinión una opinión sobre los jugadores.
Además de todo eso, es importante que el comentarista no muestre especial vocación por administrar justicia en los resultados, que generalmente no sirve para nada. El excesivo celo en debitar y acreditar los shots en los palos, los penales no cobrados, las atajadas heroicas, los centros malogrados, los córners cedidos forzados, las oportunidades “perdidas”, el arbitraje “mal intencionado”, no esclarece nada.
Además: el vuelo de la pluma. Que esté bien escrito es, al cabo, lo más importante...

(Artículo de Julio Lagos publicado en revista “El Gráfico”, mediados de la década del ‘60)

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La tragedia de Superga


En la entrada del viejo estadio de Filadelfia, donde jugó el Torino hasta la construcción del Comunale, hay un monumento que recuerda al mejor equipo de su historia, el "grande Toro" de la década de los años cuarenta. Se trata de la hélice de un viejo avión. Es de lo poco que se conserva de la aeronave que se estrelló en las afueras de Turín y que acabó con el mejor equipo que posiblemente ha dado Italia en toda su historia. Hoy, cuatro de Mayo, se cumplen sesenta años de aquella tragedia.

Hoy, como cada cuatro de Mayo, los fieles aficionados del Torino suben andando a la Basílica de Superga, situada a veinte kilómetros del centro de Turín, para rezar una oración junto a la lápida que recuerda que allí mismo se estrelló el avión que devolvía a casa al considerado mejor equipo de la historia de Italia. El Torino de los años cuarenta, que había conquistado cinco títulos de Liga de forma consecutiva, protagonizó una tragedia de la que el equipo "granota" no se ha recuperado.

El accidente conmocionó a la sociedad italiana que se estaba recuperando de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, ese conflicto impidió que el Torino hiciese más grande su palmarés. Ganaron el último título antes de que el calcio se paralizara durante tres años -que habrían caído en su saco- y volvieron a ganar los tres siguientes. En 1949 faltaban cuatro jornadas para conquistar el quinto scudetto consecutivo cuando tomaron un avión para jugar un amistoso en Lisboa contra el Benfica. Valentino Mazzola, el mejor jugador de aquel Torino -y padre de Sandro Mazzola, estrella del Inter de los setenta- había insistido en acudir al homenaje del capitán lisboeta José Ferreira.

El Benfica quería al mejor equipo de Europa en aquel encuentro y Mazzola, el jefe de aquel equipo, había convencido de los directivos. La fama de aquel equipo era descomunal. Con la llegada de Valentino Mazzola y Ezio Loik, que formaban la pareja de delanteros, el conjunto grana se había convertido en una máquina perfecta que todo el mundo quería ver de cerca.

El problema vino en el viaje de vuelta. Había tormenta sobre Turín y excesiva nubosidad. Cuentan que el piloto no tenía demasiada clara la maniobra y que fue la expedición del Torino la que insistía en aterrizar. Un error de navegación hizo el resto. El avión, un viejo Fiat G212CP (en la foto de abajo), se estampó contra la Basílica de Superga. La violencia del choque fue salvaje y murieron los treinta y tres ocupantes del avión (dieciocho futbolistas, directivos, técnicos, acompañantes y tres periodistas).


Para identificar a las víctimas fue llamado el seleccionador italiano, Vittorio Pozzo. Y es que la tragedia no sólo fue para Torino sino para la selección italiana. En aquel tiempo el once inicial de la "azzurra" estaba formado por el portero de la Juve y los diez jugadores de campo del Torino. La tragedia dejó a Italia sin sus opciones de ganar el campeonato del Mundo de Brasil al que, por temor al avión, viajaron en barco.

El duelo en Turín fue tremendo. Toda Italia lo siguió por televisión y más de medio millón de personas salió a la calle para asistir al cortejo fúnebre de los futbolistas. Sus ataúdes entraron en la catedral turinesa en orden, como salían al campo cada domingo mientras por la megafonía se anunciaban sus nombres. La escena, que figura en diversos documentales, estremece. Sauro Tomá, el único jugador que no viajó a Portugal por culpa de una lesión de menisco, quedó tocado para toda su vida. Y se salvó también Kubala. El húngaro jugaba en un equipo italiano y estaba en Lisboa de viaje con su mujer e hijo. Acordó con el Torino regresar en el mismo avión, pero su hijo se puso enfermo y fue ingresado en un hospital portugués por lo que Kubala retrasó el regreso y regateó así a la muerte.

El Torino no se resignó aunque nunca se recuperaría. Decidió acabar el campeonato de aquel año jugando con los juveniles. Lo mismo hicieron sus adversarios y los clubes, reunidos por la Federación, decidieron conceder el título de 1949 al Torino independientemente de los resultados de las últimas cuatro jornadas. Hoy, los incondicionales del "Toro" regresarán como cada 4 de Mayo a Superga.

Las víctimas del accidente

Jugadores: Valerio Bacigalupo, Aldo Ballarin, Dino Ballarin, Emile Bongiorni, Eusebio Castigliano, Rubens Fadini, Guglielmo Gabetto, Ruggero Grava, Giuseppe Grezar, Ezio Loik, Virgilio Maroso, Danilo Martelli, Valentino Mazzola, Romeo Menti, Piero Operto, Franco Ossola, Mario Rigamonti, Giulio Schubert.
Dirigentes: Arnaldo Agnisetta, Ippolito Civalleri.
Entrenadores: Egri Erbstein, Leslie Levesley.
Periodistas: Renato Casalbore, Renato Tosatti, Luigi Cavallero.


(artículo del periodista Juan Carlos Álvarez, publicado en el diario digital “Faro de Vigo” el 04/05/09)

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El portero de hierro del Manchester City


Bert Trautmann nació en 1923 en Bremen. Estuvo en la Luftwaffe, las fuerzas aéreas alemanas, y partició en la segunda Guerra Mundial, era un paracaidista. Estuvo luchando en el Frente del Este, por ello le dieron cinco medallas, entre ellas, la "Iron Cross".

Después de esto, le mandarían a luchar al frente Oeste, allí no tendría tanta suerte. Fue capturado por los británicos. Lo llevaron a un campo de concentración de Ashton-in-Makerfield (en Lancashire) con 1.000 soldados más, él fue uno de los 90 que consiguieron sobrevivir. Un poco más tarde le ofrecieron repatriarse a Alemania, pero se negó, entonces se quedó a vivir en el norte de Inglaterra, trabajando como granjero y jugando al fútbol. Era el portero del St.Helens Town (actualmente en la North West Counties Football League). Allí jugaría 43 partidos, en la temporada 1948-49. Ese año su fama iría creciendo, sobre todo tras una final de una competición local, la Mahon Cup, a la que acudirían unas 9.000 personas.

Entonces llegaría su momento, varios clubes se interesaron por él, finalmente ficharía por el Manchester City con un contrato amateur. Era su oportunidad, y no la desaprovechó, ya que no tardarían en hacerle contrato profesional. Su pasado como soldado (posteriormente también fue sargento) de la Alemania nazi no gustaba a la afición. Muchos seguidores bombardearon la sede del City con cartas de protesta y pancartas en las que se podían leer leyendas como "Fuera el alemán". Además, tenía que sustituir a toda una leyenda de los citiziens, Frank Swift.

Su primer partido como titular lo disputaría ante el Bolton Wanderers, aquello sirvió para que los fans del City se dieran cuenta de su calidad como portero. Pero cuando jugaban fuera, era abucheado por los seguidores de los equipos rivales, tanto que un día cuentan que se desconcentró por completo, al ser el centro de las iras rivales, y le metieron 7 goles, concretamente jugando ante el Derby County.

Poco después, en Enero de 1950 tenía que jugar en Craven Cottage, su primera visita a Londres. La prensa londinense recordaba su pasado todos los días, y en aquel partido la afición del Fulham no paró de llamarle "nazi" durante todo el partido. Pero al final de aquel partido, tras realizar grandes paradas terminó siendo aplaudido, sobre todo por los jugadores de ambos equipos, el Fulham y el Manchester City. A pesar de sus grandes partidos, no pudo evitar que el City bajase a segunda ese año, aunque no tardarían en volver a la First Division.

Comenzó a ser considerado uno de los mejores porteros de la época, y fue uno de los primeros porteros en jugar con los pies ya que sería uno de los participantes del Revie Plan que utilizó aquel Manchester City. Este sistema les llevaría a jugar la Final de la FA Cup de 1955, donde cayeron por 3-1 ante el Newcastle, en un partido totalmente nefasto. Pero solo una temporada después, tendrían la revancha. Esta vez llegaban al viejo Wembley para jugar contra el Birmingham City. La final iba bien para el City, ganaban por 3-1 y quedaban 15 minutos.

Un balón disputado provocó un fuerte golpe entre Trautmann y Peter Murphy. Trautmann tenía un gran dolor en su cuello y en su rodilla derecha. En esa época no había cambios, por lo que continuó jugando a pesar de su estado físico. Con esos problemas, todavía tuvo tiempo para realizar paradas espectaculares en los últimos minutos, la más destacada ante Murphy. Se acabó el partido y ganaron, pero pudo recoger su medalla, aunque después tendría que permanecer con su cabeza inmóvil debido a que su dolor en el cuello incrementaba.

Acudió al St.George´s Hospital donde le dijeron que solo tenía tortícolis, pero tres dias después en Manchester el diagnóstico fue otro, se había roto cinco vértebras, de las cuales la segunda de ellas se había fracturado en dos, lo que pudo haberle costado la vida. Después volvería mucho más tarde a jugar, pero no se había recuperado bien de su lesión y duraría poco más.

Fue nombrado jugador del año por la prensa inglesa en 1956, y antes, en 1953 le ofrecieron jugar con su país pero lo rechazó, no quería más polémicas sobre su pasado. En su juego destacó además de por tener un porcentaje muy alto de paradas por tener un saque muy largo que realizaba con su mano, ya que había jugado al balonmano cuando era más joven.

En la actualidad vive en un pueblo valenciano (desde 1990) y ha trabajado para mejorar las relaciones anglo-germánicas. Su último homenaje se lo dieron en 2005, cuando pasó a formar parte del National Football Musseum de Preston.

Aquí debajo, el resumen de aquella final de la FA Cup de 1956 que le llevaría a la fama:


(publicado en el blog “Neighborhood Football”, el miércoles 21 de Octubre de 2009)

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La decadencia del imperio albiazul


Una década de desmanejos llevó a Talleres de Córdoba a la situación límite que afronta en la actualidad.

27 de Marzo de 1999, sábado por la noche, Estadio Córdoba. Mientras Diego Garay, José Zelaya y Fernando Nicolás Oliva trataban de convertirle goles a José Luis Chilavert, el arquero de Vélez Sársfield, dos empleados de seguridad de Talleres ingresaban a las boleterías y llenaban sus gruesas camperas con billetes.

Por entonces, los embargos a la tesorería albiazul estaban a la orden del día, los gastos eran demasiados y había que agudizar el ingenio para llegar a fin de mes. Una vez cumplido el trámite, los custodios salieron presurosos en dos autos, acompañados por tres empleados y un directivo de la "T".

Lo que cambió la rutina fue la decisión de parar en un bar a mitad de camino, frente a la plaza Jerónimo del Barco de barrio Alberdi, quizá para brindar por la obtención del nuevo botín. Al bajar de los vehículos, el arma de uno de los policías se disparó, lastimándole el glúteo, el muslo y la rodilla derechos. "Siempre salíamos con los autos. Se manejaba muy mucha plata.

Aquella vez creo que eran 300 mil pesos-dólares"
, le reveló a La Voz del Interior uno de los implicados. Al accidentado, en aquel momento integrante de la fuerza de seguridad provincial, le costaría un año rehabilitarse y reintegrarse a sus labores.

Este episodio, que no figuró en ningún parte policial y tampoco en las crónicas periodísticas de la época, sintetiza como pocos lo que vivió Talleres en los albores del nuevo milenio. En lo deportivo, fue una época de nuevas sensaciones, seguramente dominadas por la embriaguez que provocan las copas. En lo institucional, significó el principio del fin.

Carlos I, el ambicioso

De aquello y mucho más fue capaz la gestión que se extendió entre 1999 y 2004. En ese lapso, fueron moneda corriente la doble venta de pases de futbolistas, las irregulares concesiones de las divisiones inferiores (Dimecor, Norton y Grupo Rex) y los golpes de efecto político que se consumaron a cualquier precio. Ni hablar de los 900 documentos emitidos con nulo respaldo, que le valieron al mandamás albiazul Carlos Dossetti el mote de "El rey de los cheques voladores", tal la expresión que hizo famosa el ex directivo Rogelio Egea durante un mitin opositor.

Apuntalado por el influyente gerente deportivo Antonio "Pichi" Fauro, el sucesor de Mario Martín (desplazado por una interna feroz, renunció argumentando razones de salud) no escatimó esfuerzos en su afán de cumplir con la ambición de "quedar en el bronce" como un nuevo Amadeo Nuccetelli. Reformó el estatuto a gusto y placer para asegurarse la continuidad sin elecciones, en dos asambleas donde las pocas voces opositoras fueron calladas por miembros de la barra brava "Las Violetas".

Con el constructor Jorge Petrone como Mecenas, Talleres edificó su propio castillo de arena. Y una vez embarcado en la aventura de la Copa Conmebol, a mediados de 1999, promovería una auténtica "timba financiera", seduciendo a prestamistas con tasas que ni la usura podía afrontar. En 2004, ya distanciada de sus principales sostenes económicos, aquella directiva apostó un pleno a la permanencia en Primera. El descenso ante Argentinos Juniors dejaría herido de muerte a su reinado.

Carlos II, el magistrado

"Si (Álvaro) Díaz Cornejo queda a cargo del club, en 10 días pide la quiebra", aseguró Dossetti en uno de sus tantos amagues de paso al costado, ya con el equipo en la B Nacional. Un problema cardíaco, mientras negociaba la venta de un futbolista para pagarle al plantel, que se negaba a concentrar antes de un clásico con Belgrano, precipitó su salida el 22 de Octubre de 2004.

De ahí en más, pasaron 61 días hasta que el vicepresidente pidió el auxilio de la Justicia. Su último acto de gobierno fue aceptar una colecta de 45 mil pesos para evitar el remate de la sede. Hacía rato que los "notables" no aportaban. La última vez había coincidido con un misterioso viaje a Paraguay de un "seguridad" del club, antes del recordado partido con Sportivo Alagoano de Brasil, que arbitró el guaraní Ricardo Grance y que terminó con la obtención de su título internacional.

El 28 de Diciembre de 2004, el juez Carlos Tale decretó la quiebra. Para desgracia de los hinchas albiazules, no se trató de una broma del Día de los Inocentes. El magistrado -ajeno a los desmanejos a pesar de tener a cargo la convocatoria de acreedores- optó por la administración fiduciaria, pero el triunvirato original no tardaría en sugerir el gerenciamiento.

Un semestre le bastó para darse cuenta de que no podía manejar al club vendiendo bonos de 5 pesos en la cancha, compitiendo con los ex socios aportantes y sufriendo las constantes amenazas de "la Fiel", la fracción que ya había usurpado del poder de las tribunas.

Carlos III, el pingüino

Carlos Granero llegó al mundillo del fútbol de la mano de Carlos Quieto, empresario que tuvo su cuarto de hora exportando jugadores al América de Colombia en los ’80, cuando ese club era manejado por el Cartel de Cali. Santacruceño, abogado y peronista, al igual que Néstor Kirchner, acunó en su restaurante de San Telmo la proclamación de la primera fórmula presidencial "K".

En Talleres desembarcó en 1996, como representante del entrenador Ricardo Gareca. Después acercaría sponsors, negociaría con los que reclamaban aquellos aportes que solventaron la campaña de la Conmebol y saldaría deudas del club a cambio de jugadores.

Si lo hizo de su propio bolsillo, nadie lo sabe. Su cercanía con el kirchnerismo siempre lo puso en la sospecha de estar moviendo dinero ajeno. Después de la quiebra, y entusiasmado por Fauro, creó Ateliers, formó una alianza estratégica con el club Saint Ettiene de Francia y se presentó como candidato para gerenciar a la "T". Le alcanzó con muy poco: un capital de 12 mil pesos y su condición de único oferente que se amoldó sin reparos al marco legal impuesto por el juez.

Las malas decisiones deportivas, los desmanejos en el semillero y el recelo de los hinchas por su cercanía a Dossetti (él fue quien regateaba por el pase de González aquel 22 de Octubre) le fueron minando el camino. "Éste es el sueño del pibe", declaró en Julio de 2005, cuando asumió y prometió hacerle una estatua a Emilio Commisso, su primer DT. En Enero de 2008 vendió Ateliers en 2 millones de pesos.

Carlos IV, el enigmático

El 9 de Julio de 2008 los porteños levantaron sus miradas y se sorprendieron con un espectáculo inusual: la nieve que caía en Buenos Aires después de 87 años. Nadie advirtió la llegada del avión que traía entre sus pasajeros a Carlos Ahumada Kurtz, un empresario cordobés que había hecho fortuna en México y que luego de 32 años volvía al país para alejarse de los escándalos y empezar a lavar su imagen.

En el ocaso de la gestión Granero, Ahumada Kurtz llegó como caído del cielo. De él se conocía poco. Que en tierras aztecas había manejado dos clubes (León y Santos Laguna) y que había estado involucrado en episodios de coimas a políticos, que le valieron el apodo de "El señor de los sobornos" y tres años en prisión. Apenas llegó a Córdoba se declaró hincha de Talleres y, bajo la consigna "hechos, no palabras" prometió el ascenso.

Más adelante, protagonizaría en Buenos Aires un intento de fuga, confirmado por Interpol. Con la remodelación de la Boutique se metió a los hinchas en el bolsillo. Sus diferencias con Tale, con quien dice mantener "una batalla", hoy lo ponen en jaque. "Talleres ni va a caer, ni va a morir, ni va a desaparecer", dice ahora. Con ese nuevo eslogan respondió, desafiante, cuando el magistrado comparó la situación del club con la caída del imperio romano.

(artículo del periodista Hugo Caric, publicado en el diario cordobés “La voz del interior” del Domingo 14 de Junio de 2009)

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La aparición del diario deportivo Olé


En el desarrollo del periodismo deportivo en nuestro país, la actividad radial ocupó un espacio preponderante, porque fue el medio que se utilizó para la difusión masiva de acontecimientos a lo largo de la historia, desde aquellas viejas transmisiones de partidos de fútbol de antaño hasta las recordadas peleas de Carlos Monzón.

En la actualidad la radio sigue dedicando, y hasta direccionando el crecimiento de la actividad del periodismo deportivo.

Así como TyC Sports marcó un antes y un después en la expansión televisiva en la Argentina, hubo a comienzos de la década del 90 un enorme crecimiento del deporte en los medios gráficos del país.

La revistas semanales (El Gráfico, Goles, Sólo Fútbol) se vieron sensiblemente atacadas por la realidad del día a día de cada periódico nacional o local. Se ampliaron la cantidad de páginas para la difusión de diversas actividades, teniendo al fútbol como eje central de difusión. Lo que las revistas informaban los martes o lunes por la noche ya era viejo y había salido en por lo menos una decena de diarios.

Suplementos especiales comenzaron a acaparar la atención de los lectores, pero no ya como una cuestión estrictamente vinculada con los fines de semana, cuando se desarrollaba casi la totalidad de los acontecimientos.

En este contexto, el Grupo Clarín, que ya editaba entre otras cosas el diario del mismo nombre, puso en marcha el 23 de Mayo de 1996 el diario deportivo Olé.

Aquella primera tapa del número 1 tuvo como título principal “River tuvo más aguante”, por el triunfo de ese equipo en el partido de Copa Libertadores ante San Lorenzo.

Nunca modificó su formato tabloide, pero sí a lo largo de estos años varió sus estrategias de mercado. Apuntó a una revista sabatina como Mística, de buenos contenidos, que tuvo éxito en la aceptación de los lectores, pero no en la evaluación de los costos de la misma.

“Pasó algo curioso y hasta novedoso con Mística, porque nació la revista como consecuencia de que el diario no tenía más espacio para publicidades. Entonces se habló con las empresas para la creación de esta revista en la que se podían volcar estas publicidades. Después sí cambió el panorama y como en otras oportunidades se dio un achique de gastos”, comenta Carlos Fanjul, periodista platense que fue el primer corresponsal de Olé en la ciudad y estuvo desde la aparición del diario.

Captó al público del ascenso con un suplemento especial, y lo mismo hizo con los “fierreros” y en algunas oportunidades con los amantes del rugby, el tenis o el básquet, según lo marcara la actualidad de cada uno de los deportes. Hasta implementó tapas especiales para las principales ciudades del país, y hubo experimentos, como el de Córdoba, en los que se hacía un suplemento para venta en la provincia con contenidos puramente locales.

Como en tantas otras cuestiones, las pruebas tienen un plazo para la evaluación, y ante un resultado negativo el recurso es la desaparición, el reemplazo o el achicamiento.

La crisis económica del 2001 llevó a transformaciones de toda índole. El director periodístico del diario, Mariano Hamilton, se fue de Olé, y la idea fue modificar también sus contenidos. Esa división, casi perfecta, para que el espacio para todos los clubes sea equitativo, quedó de lado. Entonces, Boca y River desplazaron a páginas en las que se vertían comentarios varios de los demás clubes.

Dijo Fanjul: “Recuerdo que teníamos una cabeza por día de cada equipo. O al menos La Plata se llevaba una página. Después cambió el panorama y pasamos a tener 15 líneas o 25, salvo que el tema realmente requiera un desarrollo mayor. Siempre digo que el proyecto ese de hacer un suple especial de La Plata no funcionó porque se hizo un estudio de mercado, que indicaba que con los dos diarios de la ciudad (El Día y Hoy) y sus suplementos, ya la gente estaba completa de información, y no iba a apuntar a Olé como una opción”, concluye el periodista, que en 2003 dejó de pertenecer al nombrado medio.

También se modificó el despliegue para las otras disciplinas, y lo que se denominaba polideportivo pasó a ocupar una cuarta parte del diario, tal como se lo puede observar hoy en día.

Cambio de rumbo

Marcelo Nogueira, editor de Olé, que estuvo en los albores del diario, reconoce que hubo un cambio en la idea original que se tenía antes de salir a la calle.

“Cuando se comenzó a planificar el diario, se pensó en un deportivo, con otras informaciones, para competir con los demás que daban otras informaciones y deportes. Ese proyecto hasta tuvo forma, y tenía que ver con unas páginas para información general, política y algo más. Pero cuando salió Olé se decidió apuntar específicamente a lo deportivo y dejar de lado las otras cuestiones”.

¿Por qué se había pensado en una estructura editorial de deportes y algo más?

La ecuación que se hacía era estrictamente económica. La gente no tendría para comprar dos diarios, como pasa en Europa con muchos casos en los que al diario de tirada nacional le suman el diario deportivo. Entonces, querían brindar los dos tipos de informaciones, con un costo único. Fue sólo un proyecto inicial que nunca se cristalizó.

Si de estrategias de mercado o cambio de rumbos se trata, hubo un acontecimiento que marcó un quiebre. Cuando el diario lanzó la campaña del “Sexto grande” tenía un argumento central y que no específicamente tenía que ver con la cantidad de hinchas que apoyarían a uno u otro equipo.

Olé buscó a través de esta encuesta, instalar que su mercado sería el de los equipos denominados grandes, y específicamente de Capital Federal.

Cuenta, a modo de anécdota, Carlos Fanjul que “antes de empezar la encuesta ya nos habían dicho que iba a ser Huracán el sexto grande, porque el diario tenía buena venta en la zona de Constitución, Parque Patricios, Once, y que era necesario apuntar a esa zona. El estudio daba que si salía Central era una complicación con el mercado rosarino, si era Colón con el de Santa Fe y así también se pensó con La Plata, con Córdoba y con otros lugares”.

Fue a partir de ese momento que el diario tomó el formato de contenidos de hoy, y hasta muchos enfatizan que el show se puso por delante de lo periodístico.

En el historial del diario no se puede dejar de mencionar que durante el Mundial de 1998 en Francia, Olé se imprimió y se vendió en los kioscos de diarios y revistas de ese país. Fue una prueba que no se repitió en Corea-Japón 2002, por la crisis económica del momento, y que estuvo en estudio para Alemania 2006, pero finalmente quedó sin efecto.

El mundo marcaba el camino

En Europa, los diarios deportivos forman parte de la vida de los españoles, los italianos y los franceses, por nombrar solo algunas nacionalidades, desde hace décadas.

Marca, el diario de mayor venta en España, es el exponente más claro de ello, con una tirada que supera el 1.500.000 ejemplares. Nació en San Sebastián en 1938, pero no como formato diario. Sí lo hizo día a día desde 1942, pero con edición y armado desde Madrid, donde en la actualidad tiene su redacción principal.

Una economía diferente a la de los países de Latinoamérica llevó a que Marca sea el diario de cabecera de los españoles, que en muchos casos acompaña a El País, El Mundo o ABC. Estas publicaciones tienen deportes, pero no como eje principal de sus informaciones.

El mercado permitió que desde 1967 irrumpa As, también desde la capital española y con un nivel de penetración muy importante, aunque inferior al de Marca.

Y no podía quedar al margen la pujante Barcelona que desde hace tres décadas cuenta con El Mundo Deportivo y con Sport, que por centrarse en la información local como la más importante (fundamentalmente cuestiones del Barcelona FC), relegaron a los madrileños Marca y As.

La regionalización y la presencia de poderosos equipos de fútbol llevó a que cada comunidad tenga su propia publicación deportiva: Equipo en Aragón, El deportivo en Galicia, entre otros ejemplos.

El ejemplo español se puede trasladar a cada uno de los países de Europa, y uno de los emblemas es la Gazzetta Dello Sports, en Italia. Fue la fusión en 1896 de las revistas Ciclista y La Tripleta, por eso ocupa grandes espacios todo lo relacionado con el Giro de Italia (desde 1909), prueba ciclista de suma importancia y difusión en el país.

La particularidad de la Gazzetta Dello Sports es su color rosa, que tiene su debida explicación. Se quiso diferenciar este medio exclusivamente deportivo, de los demás diarios italianos que no lo eran.

Por eso se destaca siempre en los lugares de venta, como si se tratase de un cartel luminoso que direcciona la atención. Es el diario italiano más vendido en el país.

El caso de referencia francés es el diario deportivo L’Equipe, que fue posterior a los nombrados en España e Italia.

Sus competidores nunca pudieron ingresar en el mercado, y el intento del Sport duró apenas un lapso corto, porque fundió cuando L’Equipe le agregó color a sus páginas en 1987.

Últimamente se sumaron otras publicaciones deportivas francesas como 10 Sports y Ajourd’ hui Sports, pero de menor venta y relevancia.

Se podría repasar cada caso de cada país europeo que tiene al menos un diario deportivo.

Lo mismo ocurrió años más tarde en el continente americano. Y tal como pasó con Olé en Argentina, se podría nombrar en Perú los casos de Libero y El Bocón; en México La afición, Ovaciones y Estadio; en Colombia el Diario Deportivo; La Gazeta Esportiva de San Pablo en Brasil, y muchos más.

Sin lugar a dudas, el deporte pedía un lugar dentro del mercado gráfico, y cada uno de los ejemplos nombrados avalaron ese requerimiento.


(artículo de Matías Mor Roig)

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Embambinados


Fue acusado por intentar abusar a un menor y terminó preso. Hoy es una celebridad mediática: es crítico de cine por tevé, comenta fútbol y su libro de anécdotas se convirtió en best-seller. Pero la misma sociedad que festeja su reinserción le niega ese beneficio a ex convictos que no son ricos ni famosos. Radiografía de una hipocresía social.

"Todos con el culo en la pared…" cantaban las hinchadas del fútbol argentino apenas Héctor Rodolfo Veira se asomaba en cualquier cancha como director técnico del Club Atlético San Lorenzo de Almagro. “…Llegó el Bambino. Larguen todo y salgan volando que acá está llegando el gran violador”. La popular, se sabe, es impiadosa.

Al recordar aquellas tardes de domingo, hoy, desde otra realidad que ubica a estos mismos actores en otro rol, caben algunas preguntas:

¿A dónde fueron a parar aquellos juicios de valor contra una persona que tiempo antes había sido idolatrado por toda la sociedad?

¿Quién silenció aquel canto/sentencia que bajaba implacable de las tribunas?

Un ídolo futbolero por excelencia, un icono viril y galante, habitué incansable de la noche porteña, aparecía involucrado en un caso de violación a un menor de edad. Así se conoció la noticia por esos días. Un hecho que lo sometió al escarnio público y por el que terminó tras las rejas. Hoy, veinte años después, vale una repregunta: ¿por qué la misma sociedad que lo culpó, hoy aplaude complaciente sus intervenciones televisivas?

El Bambino fue y es una estrella. Suma rating. Vende libros. Entretiene. Se presenta y lo presentan como un personaje de Buenos Aires. Fue un “matador” en las canchas y es un best-seller en las librerías. Aplausos para él, una figura que, la misma sociedad que le niega cualquier esperanza de reinserción a miles de compatriotas que pasaron por la tumba de la desesperación y la delincuencia, lo abruma de cariño como a una celebridad. Desigualdad o hipocresía, que va mucho más allá del Bambino y su locuacidad.

Pasado. En la tarde del 17 de Octubre de 1987, Sebastián Candelmo viajaba junto a un amigo en el auto conducido por su padre. Vieron a Veira, y los jóvenes se lanzaron del auto con una misión: conseguir su autógrafo. Veira accedió, pero no pudo dejar su rúbrica. No funcionó la lapicera. Pero el DT no quería defraudar: invitó a Candelmo -entonces de 13 años- a subir a su departamento. En esos minutos y en la intimidad, el joven sufrió el intento de abuso que condenaría a Veira a la cárcel. El escándalo, de inmediato, inundó las tapas de los diarios.

La suerte del ídolo cambió. La opinión pública, como es o debería ser lógico, se puso del lado de la víctima. No tuvo clemencia ni concesiones para el Bambino. El brillo se cubrió de sombra: la desilusión social fue implacable. Nadie en su sano juicio puede tolerar un delito aberrante. Pero el tiempo y la causa judicial siguieron su camino. El caso entró en un laberinto mediático y judicial, con un sinfín de idas y vueltas, donde estuvo involucrada la misma policía -que protegió al ídolo- al no dar parte inmediato al juez. Comenzó el lento proceso judicial que llevó a Veira tras las rejas.

Para 1988 y aún sin que la justicia se expidiera sobre la denuncia realizada al por entonces técnico de San Lorenzo de Almagro, Veira solía salir desde el vestuario hacia el campo de juego con la vista puesta sobre el césped y sin levantarla hasta llegar al banco de suplentes, mientras las miles de personas agolpadas en las tribunas se quedaban afónicas de tanto insultarlo.

El ídolo carismático que había sido el técnico campeón del mundo con River Plate en 1986, ahora era la cara del mal.

El 30 de Agosto de 1991, un fallo en primera instancia lo condenó a cuatro años de prisión por ser autor del delito de violación en grado de tentativa, en concurso ideal con promoción de la corrupción.

Días después el Bambino iniciaba su estadía en la cárcel de Villa Devoto. Estuvo sólo 11 meses detenido, hasta que abandonó el penal bajo libertad condicional. El caso estuvo cruzado por todo tipo de sospechas, la principal -un lugar común de aquellos años- recaía sobre la Justicia menemista, un terreno complaciente para ricos y famosos.

En Septiembre del ’92, la cárcel quedó atrás, y al poco tiempo Veira volvió al club de sus amores, San Lorenzo de Almagro.

Su camino de regreso había comenzado.

De a poco el Bambino, a fuerza de histrionismo desde el banco de suplentes, retomó su personaje más popular: el del porteño pintoresco y entrador.

En 1995 sacó campeón a San Lorenzo. Habían pasado 21 años desde que el club no ganaba un campeonato. El Bambino recuperaba su lugar de ídolo popular. La sociedad lo había indultado.

¿Por qué?

La psicóloga María Beatriz Müller, especialista en abuso de menores, intenta encontrar una respuesta: "Recuerdo que cuando sucedió lo del Bambino, hubo un fuerte posicionamiento a favor suyo y en contra del joven. La gente pretende, en estos casos, tratar el tema del abuso como si fuera una mentira del abusado y, en este caso más, porque el chico Candelmo era ‘rarito’. Hoy el trato de la sociedad sería diferente".

Respecto a Veira visto como un modelo social, técnico de fútbol ganador o crítico de cine por TV, hay una gran desmemoria que, también, refleja la decadencia de la sociedad: nivelamos para abajo”. Y enfatiza: “El Bambino forma parte de ese grupo de personas que son los ídolos de una sociedad ciega, sorda, muda y sin memoria”.

La reinserción social de Veira una vez que dejó la dirección técnica de fútbol para trabajar en los medios de comunicación, fue de menor a mayor. Desde su lugar de comentarista fue captando al público que esperaba sus intervenciones ocurrentes y festivas con la misma ansiedad con la que esperaban gritar un gol. Sentado frente a las cámaras y amparado por su gracia natural, se instaló como una celebridad mediática de la tevé.

Para una emisión del programa “Hay equipo” que se emite por la señal de TyC Sports, en la que integrantes de equipos recordados juegan un partido contra los periodistas del canal y luego comparten un asado, el Bambino fue invitado junto a algunos ex jugadores del San Lorenzo campeón de 1995, a compartir la mesa. Llegada la hora de la sobremesa, sin guiones ni formatos diagramados, el Bambino hizo explotar de risa a los más de quince comensales que lo rodeaban. Inesperadamente, Héctor Rodolfo Veira promovió la risa desde el fútbol y alcanzó el estrellato como comediante a tal punto, que YouTube tiene entre sus videos más visitados a los del Bambino.

Desde otra perspectiva, un conocedor del derrotero de ex convictos que intentar volver a ser admitidos por la sociedad, el abogado Christian Vargas, defensor de Luis “Gordo” Valor y Hugo “La Garza” Sosa, define que la exposición pública contribuye a que el perdón social prevalezca por sobre las críticas. “No hay que olvidar que en algunos lugares, como cuando Veira estaba dando una nota durante el Mundial 2006, le gritaron ‘violador’. Sin embargo, la exposición del propio personaje genera que se lo acepte y se echen al olvido las cosas antiguas. La mayoría de los que incursionan en estas cuestiones delictivas, con el tiempo buscan expiar las culpas, a fin de que la sociedad lo absuelva. Pero algo es cierto: si los padres de Candelmo estuvieran reclamando públicamente como los padres de Cromañón, el Bambino no tendría un segundo más en televisión”.

La vida de Veira andaba sin mayores sobresaltos, gozando de su fama recobrada, hasta que el pasado volvió para sopapearlo. En 1998 debió indemnizar a Candelmo, por daños y perjuicios, con 145 mil dólares. Además, sufrió el embargo del 90 por ciento de sus bienes y el 20 por ciento de su sueldo como entrenador de San Lorenzo.

Y tiempo después, el joven Sebastián Candelmo volvía a aparecer en público: para entonces ya era Malena, una travesti que decidió contar su drama en el programa de Jorge Rial: “Aunque recuerdo todo, trato de no revivirlo porque me hace mal. Veira fue mi primer hombre. Por eso siento que es culpable de mi homosexualidad, aunque no de mi travestismo. Mi apellido es una cruz. Mis amigos se borraron. A los 16 años me escupían y pegaban. Fui discriminado en el colegio y en el barrio. Siempre era conocido como el chico del caso Veira. Odiar no odio a nadie, pero si me cruzase con el Bambino le diría: ¡Cómo me cagaste la vida!”. Por esas semanas, Veira se alejó de la exposición.

No hizo declaraciones.

El psicólogo, especialista en grupos de riesgo, Alfredo Moffatt analiza: “En el pibe no pensó nadie. Hasta el propio padre lo sometió a un escándalo mediático. La sociedad entera lo desprotegió. Luego vendría su transformación de identidad y más puntos de rating. La Justicia es injusta. Demora 30 años en poner tras las rejas a Mario Benjamín Menéndez mientras que a los ídolos los pone en un lugar de inimputabilidad. Los ídolos populares ejercen la impunidad o es la gente misma la que se la regala. La sociedad olvida estos hechos. El ídolo es más fuerte”.

Best Seller. Los amigos que estuvieron al lado de Veira durante toda su vida no se cansan de decir que el Bambino es un personaje único de Buenos Aires. Son pocas las voces de la farándula que se animan a realizar un juicio de valor sobre los motivos que lo dejaron tras las rejas.

Fueron esos compañeros de la vida, del fútbol o de la farándula, quienes lo animaron para que sus anécdotas pasaran al formato de libro. Una idea audaz. Una gran negocio.

Otro condimento para el análisis.

La directora del Comité de seguimiento y aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, Nora Shullman, señala: “Veira logró a través de la televisión que la gente se olvidara de una faceta oscura que marcó la vida de un chico que se desarrolló con una mancha que no pudo olvidar. Muchas veces la credibilidad de los chicos se pone en duda, como en el caso Grassi, mientras que personajes como Veira ganan la pantalla. El hecho de ser una persona mediática condiciona la condena social: ‘¿cómo va a ser abusador si era futbolista?’. Ese olvido se da con los ricos y famosos y, obviamente, también con el poder”.

Analizado este y otros casos donde se presentan hechos de abusos de menores, las estadísticas sostienen que casi el cien por ciento de los abusadores y violadores reincide. Para el psiquiatra y perito legista Miguel Maldonado, “lo que ocurre en general con los abusadores de menores es que tienen un perfil no tan virulento. Suelen recurrir a la seducción, al convencimiento y a la persuasión. Este tipo de mecanismo se ve en los abusos intrafamiliares, donde los individuos comienzan con una fase de envolvimiento que va llevando a lo demás. Recuerdo que cuando Veira volvió a la cancha, la tribuna lo ovacionó. Hay un trastocamiento de valores en la sociedad. Soy de la opinión de que los que cometen delitos sexuales deben quedar presos de por vida en institutos especiales. Tanto la castración como otros métodos no sirven”.

Pero la figura del Bambino, paradójicamente, despierta simpatía en un sector de la sociedad que aboga por la mano dura cuando el delito no viste Versace ni huele a fragancia importada. Reflejo de una sociedad desigual y miope. Veira tuvo la oportunidad de reinsertarse. Pero no todos corren la misma suerte. En este marasmo de estadísticas imprecisas que es la Argentina, no hay datos fidedignos sobre el porcentaje de ex convictos que lograron retomar una vida socialmente aceptada tras el encierro, pero según los especialistas consultados, la cifra es tan menor que explica, en parte, el nivel de reincidencia en el delito. La vara, se sabe, no es igual para todos.

Arremete el diseñador Roberto Piazza: “La Argentina es un país de pelotudos sin memoria. Si viera a mi hermano, que me abusó desde los seis años frente a una cámara para hacerse famoso, no pararía hasta verlo en el último averno del Dante. No hay justificación para semejante crueldad”. Y va más allá: “Que un acusado por violación sea ídolo de multitudes me parece la atrocidad más grande que le puede pasar a este país. El Bambino es ídolo, best seller y columnista en televisión. Solo le falta que conduzca programas infantiles. Ahí me pondría tetas y me hago puta”, ironizó.

¿En dónde anida el olvido?

¿En dónde el perdón?

¿Y la hipocresía?

Y valga una discreción: soy “cuervo” desde la cuna y he disfrutado oír hablar a los abuelos de mi barrio sobre el eximio jugador de fútbol que fue Veira. También lloré de emoción durante el campeonato “azulgrana” del ‘95 en una fría noche rosarina de Junio.

Un año después, cuando Veira ya era el director técnico de Boca Juniors, en un partido jugado en estadio de San Lorenzo, la tribuna local no tardó en reclamar la patria potestad de uno de sus máximos ídolos. Cuando Veira entró al campo de juego para sentarse en el banco de suplentes visitantes, la espontaneidad futbolera dijo lo que hoy podría resumir de dos o cinco maneras las múltiples y disímiles caras de la sociedad en la que estamos inmersos. El grito ensordecedor duró diez minutos y Veira saludó aprobando aquella ocurrencia popular: “Esta es tu hinchada, la que siempre te bancó, los bosteros te gritaban violador”. El Bambino sonrió. La sociedad ya lo había perdonado.

Pero la Argentina, más allá de Veira, es desigual. Perdona a unos pocos y condena a la mayoría.

(artículo de Lucas Cremades, publicado en revista “Veintitrés”, Octubre de 2008)

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Alemania 1972, la mejor cosecha alemana


El mejor equipo alemán, y en esto es mejor ampararse en la subjetividad, disputó un partido memorable el 29 de Abril de 1972. Alemania regresaba a Wembley seis años después de su derrota en la final de la Copa del Mundo de 1966.

El equipo se había renovado con un grupo de jóvenes jugadores, muchos de ellos desconocidos. El seleccionador, Helmut Schoen, se apoyó casi exclusivamente en dos clubes: el Bayern de Munich y el Borussia Moenchengladbach.

La facción bávara estaba encabezada por Franz Beckenbauer, excepcional centrocampista que llevaba una semilla desastrosa. Muy pronto, decidió refugiarse como líbero, blindarse con defensas, retrasar al equipo diez metros, convertir sus formidables condiciones técnicas en pirotecnia y animar a los futuros grandes creadores a hacer lo mismo (Stielike, Matthaus…). El centro de gravedad del juego alemán pasó del medio campo al líbero. No hacía falta mucho para adivinar el siguiente paso: el pelotazo.

Sin un papel relevante de sus creativos centrocampistas, sin Schuster, que rescató al equipo en fogonazo de la Eurocopa de 1980, Alemania comenzó a estirarse: cada vez más cerca de su portero y cada vez un gigante más alto en la punta del equipo: Dieter Hoenness, Hrubesch, Bierhoff. La simplificación llevó a la simpleza. Y la simpleza es deprimente. El precio que ha pagado el fútbol alemán es muy alto. No han faltado las victorias, pero los jugadores alemanes han perdido prestigio. Pocos actúan en las grandes Ligas. No añaden gran cosa. Se simplificó demasiado. Se creó un prototipo funcional que, a fuerza de repetirse, terminó por degradarse. Pero hubo un tiempo donde Alemania era una selección maravillosa.

En aquel partido de Wembley, cuartos de final de la Eurocopa, Alemania derrotó 1-3 a Inglaterra. El resultado fue menos importante que la manera de conseguirlo y quiénes lo consiguieron. A un lado, Beckenbauer se acompañaba del portero Maier, el central Schwarzenbeck, el lateral izquierdo Breitner, el goleador Gerd Müller y el media punta Uli Hoeness. Tanto Hoeness, extraordinario jugador prematuramente disminuido por una grave lesión, como Breitner eran jóvenes y desconocidos en Europa.

La otra parte del equipo estaba dirigida por Günther Netzer, eterno suplente de Overath. Netzer, que jugó el partido de su vida en Wembley, había conducido al Borussia Moenchengladbach del anonimato al primer peldaño de la Bundesliga. Junto a él, el lateral derecho Vogts, el magnífico centrocampista Wimmer y el delantero Jupp Heynckes. Todos estaban en Wembley, donde se exhibió Alemania con un fútbol perfecto.

El duelo con Inglaterra y la victoria en la Eurocopa de 1972 marcan el momento de mayor altura en el juego de la selección alemana. Antes de adentrarse en el fútbol especulador y pesadísimo que caracterizó al Bayern de los años setenta, la selección alemana jugó tan bien como Holanda y con jugadores tan brillantes. Fue un período que merece recordarse, lo mismo que el triste destino del Borussia Moenchengladbach. Siempre jugó mejor que el Bayern, pero perdió sus oportunidades en la Copa de Europa, mientras el equipo de Beckenbauer ganaba las finales con poco juego y mucha suerte.

Como Moenchengladbach, una pequeña ciudad junto a la frontera belga, no es Munich, las posibilidades de sobrevivir a la ausencia de éxito son mucho menores. El Borussia entró en un declive lastimoso para los aficionados que preferían su aventura a la calculadora maquinaria del Bayern. Y como el Bayern se ha preocupado de eliminar cualquier atisbo de oposición en la Bundesliga -cada vez que aparece un competidor, sus mejores jugadores acaban irremediablemente en el equipo bávaro-, el fútbol alemán es prisionero de un club con una perniciosa querencia por la depredación.

(artículo de Santiago Segurola, publicado en Marca.com el 24/10/07)

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De la capital bonaerense al viejo mundo


Por aquellos años, la ciudad de La Plata no era tan conocida, los medios de comunicación eran otros y muy lentos. Lo cierto es que el club de Gimnasia y Esgrima La Plata salió con un equipo de fútbol reforzado como era la costumbre en aquella época.

Con toda la ansiedad de un puñado de jóvenes llenos de ilusiones y de alegría con la posibilidad de conocer el mundo salieron desde La Plata el 8 de Diciembre de 1930 presidiendo la delegación el señor Mario Sureda un conocido periodista platense y como entrenador Rafael “Kid” Lafuente, después gran boxeador de la ciudad.

Alfonso Doce fue el director técnico y empresario, partieron en el vapor francés “Lutetia” a lo que sería el debut en Brasilla delegación integrada por: Felipe Scarpone, Evaristo Delovo, Julio Di Giano, Vicente Ruscitti, José María Minella, Antonio Belli, Miguel Currell, Jesús Díaz, Arturo Naón, Juan González e Ismael Morgada de Gimnasia; plantel reforzado con Juan Botasso (Argentino de Quilmes), Pedro Chalú (Ferro Carril Oeste), Oscar Tarrio (San Lorenzo), Leonardo Sandoval y Juan Arrillaga (Quilmes) y Atilio Demaría (Estudiantil Porteño).

El debut no fue lo que se esperaba. En el arranque jugó con Vasco Da Gama con el que empató en un tanto. Cuatro días más tarde en la revancha perdió 4 a 0 con el Combinado Carioca, estos partidos se disputaron con luz artificial, a lo que no estaban acostumbrados los gimnasistas.

Desde Brasil el equipo a bordo del buque “Asturias”, siguió viaje hacia Portugal y desde allí hacia España donde jugó nada menos que contra el Real de Madrid, que no había podido ser derrotado ni por Boca en su gira del 25 ni por Nacional de Montevideo.

Lo cierto es que Gimnasia se impuso 3 a 2 y la prensa española dijo: Los argentinos parecen haber nacido para jugar bien al fútbol.

Gimnasia en Europa disputó 27 encuentros de los que ganó 11, empató 8 y perdió los 8 restantes, en esa memorable gira el equipo platense recogió innumerables elogios por su juego efectivo y vistoso. Se las tuvo que ver con el campeón de Europa, Sparta Praga, imbatible, ni la selección uruguaya campeona olímpica le había podido ganar.



Sureda contaba que los hinchas locales les mostraban los cinco dedos de la mano como vaticinando ya un resultado, el joven equipo de nuestra ciudad no se amedrentó y terminó ganando 3 a 1 en el nevado campo de juego quitándoles el invicto frente a equipos sudamericanos.

Gimnasia escribió una página gloriosa, jugando en el crudo invierno europeo, donde nadie lo había hecho antes, siendo el primer equipo argentino que jugó bajo la nieve, con arbitrajes a veces parciales.

Le cupo al equipo de Gimnasia quedar registrado en un hecho histórico, en Leipzig, 2 a 1 ganó Gimnasia al combinado de Düsseldorf en un día lluvioso y frío. Pero el hecho histórico para el fútbol argentino fue que un corresponsal de un diario de la Capital Federal envió a La Plata desde aquella lejana ciudad, la primera radiofoto que refleja el gol anotado por Ismael Morgada.

Si bien el tiempo pasó es bueno recordar esta página que tiene que llenar de orgullo a los platenses, si bien años más tarde Estudiantes de La Plata obtuvo su título intercontinental en Inglaterra, el “mens-sana” fue el primero en pasear la bandera argentina por aquellos remotos lugares.

(artículo del periodista Roberto Abrodos, publicado en el portal de Agencia NOVA del lunes 25 de Febrero de 2008)

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El domingo debutó el 'Negro' Fontanarrosa


Invitado por "El Gráfico", el entrañable 'Negro' experimentó su primer River-Boca en 1988. Una crónica que aún nos deleita y que fuera publicada en dicha revista el 20 de Septiembre de 1988.

Es sabido, el Negro Fontanarrosa es hincha de Rosario Central. Es, además, quien nos hace reír a diario con chistes unitarios o tiras como Inodoro Pereyra. O sea, un humorista de talento inmenso y creatividad permanente. Y como también sabe escribir, le pedimos que viajara desde Rosario para colaborar con nosotros. Aunque parezca mentira, y pese a su edad (que no quiso develar) fue la primera vez que presenció un River-Boca. Por eso no dudamos en anunciar su debut.

De la misma forma en que el coronel Aureliano Buendía ansiaba conocer el hielo para, de una vez por todas, saciar su curiosidad, empezar con buen pie “Cien años de soledad” y postular a Gabriel García Márquez como futuro Premio Nobel de Literatura, yo ansiaba ver un River y Boca.

He estado algunas veces en la cancha de River, pero, salvo en la tarde del Argentina-Holanda del 78, nunca la he visto tan llena. Sólo por esa final vi tanta gente. Y no creo que sea la misma. Al menos, no alcanzo a reconocer a ninguno. Es cierto que han pasado ya varios años pero no detecto rostros familiares. Cerca mío supongo reconocer a uno. Es un holandés, que también me mira con rostro de complicidad. Lo identifico porque no salta.

Es un domingo de sol esplendoroso. Con un estadio, el mayor del país, cubierto completamente. Está el colorido de las tribunas, las incontables banderas (hasta una inglesa veo, valioso aporte de los hooligans, quizás, al máximo encontronazo del fútbol argentino). Está el árbitro y los dos equipos formados para comenzar el partido. Y un césped verde impecable. Cierro los ojos y trato de recordar dónde he visto antes esta escena. Debo remontarme a la remota infancia: la he visto muchísimas veces en las tortas de cumpleaños.

Los dos arquitos, los equipos formados, los jugadores de pasta clavados en el bizcochuelo sosteniendo cada uno, una velita. En Rosario, esa escena era frecuentemente ocupada por los muñequitos de Central y Ñuls. Pero cuando el niño es pequeño, cuando aún no ha definido el color de su pelo, su ideología política ni su tendencia futbolera, no es raro que las madres se inclinen por la perdurabilidad de lo clásico: River, Boca y dulce de leche en el medio.

El estadio es de River, los colores son de River, los controles y auxiliares son de River, pero todo lo demás parece ser de Boca. Estoy rodeado de boquenses, atrás, a los costados, arriba. Y no son de los más tímidos. Gritan, saltan, vociferan. Debe haber gente de River, no lo dudo, pero no se dan a conocer, no se identifican. Se los puede adivinar por un gesto contrariado, un rictus severo, a veces, un manotazo veloz y crispado cuando alguna pelota da en un palo. La gente de Boca me hace acordar a la hinchada de Central. La de River a la de Newell’s. La hinchada de Boca, en cambio, se acuerda de Menotti. La de River de Alonso. Pero no se puede vivir de recuerdos.

Los primeros quince minutos son de River. Apenas larga, el Ruso Hrabina la toca para atrás buscando al arquero. Llega Centurión (viejo tiburón de aguas cálidas) y le entra flojito desde dos metros a las manos de Navarro Montoya. Estamos todos fríos, el Ruso, Centurión, el árbitro, los chocolatineros y nosotros. Parece como si nadie asumiese la importancia de esa jugada crucial cuando todavía no han pasado dos minutos. Si Centurión la metía, el curso de la historia podía volcarse. Pero también si Napoleón hubiese vencido en Waterloo, tal vez, los hinchas de River estarían ahora festejando.

Es difícil ver bien desde la platea. Hay gente parada en los pasillos y parada sobre las plateas. Me tengo que incorporar, a mi edad, por cada ataque de River y por los nervios. Entonces me pregunto: ¿por qué estoy nervioso, si yo soy hincha de Central? Es difícil no estarlo. Hay una carga eléctrica en estos partidos. Una energía que dinamiza y crispa, sea el partido bueno, malo o regular. Después los argentinos nos sobresaltamos cuando nos sorprende una sobrefacturación de fluido. Es por este tipo de cosas.

Van quince minutos y alguien grita: “¡Che, Boca, ya empezó el partido!”. Pese al estruendo del público, pese al ulular constante de las hinchadas, Boca lo escucha. Tapia cambia una pelota a la izquierda por la espalda de Basualdo y Barberón le pega un zurdazo bajo que se va junto al primer palo. Más tarde lo tendría Tapia, tras desborde de Graciani por la derecha. Llega como ocho y le da de zurda sacudiendo el triángulo lateral de la red por el lado de afuera.

River contesta, Basualdo se suelta como siete y la cruza al medio conde Centurión no alcanza con el arco descubierto. Pero después es de Perazzo, el goleador ausente, el hombre al que algunos memoriosos habían visto hacer goles. River juega al offside, una pelota terca, como en las maquinitas electrónicas de “pin-ball”, rebota en todos los rebotes y lo sirve a Walter disparando hacia el arco. La mida y la pone abajo, adonde no llega nadie. Ni el gol. La pelota pega en el poste, cruza el arco y se escabulle por el otro lado.

Hay una ley llamada “Ley de Murphy” que dice, sabiamente: “Si algo puede funcionar mal, funcionará mal”. Hay otra ley, más conocida y complicada, tal vez, que es la Ley de la Offside. A veces ambas leyes se entrecruzan y un marcador que no sale a tiempo o un zaguero que sale demasiado pronto o un linesman que desconoce ambas leyes, produce el cortocircuito. Y así como hay gente que se propone achicar el Estado, la última línea de River procura achicar el terreno. A los hinchas de River se les suben los sentimientos a la garganta durante los noventa minutos.

Visto de atrás, un jugador de Boca es un jugador de Boca. Usted puede ver un jugador de Boca en la cola del cine, adelante suyo y puede decir, sin temor a equivocarse: “Ese es un jugador de Boca”. Es más, si le ve el número puede decir: “Es Simón. O Marangoni”. Ahora, si usted ve un jugador de River de adelante es un jugador de River. Pero si lo ve de atrás, puede ser de River, de Huracán, de Argentino de Rosario o del Deportivo Cúcuta de Cúcuta jugando con la camiseta suplente. ¿Quién quitó la banda roja de las espaldas millonarias? No puede aducirse que sea un sitio destinado a publicidad. Al menos, yo no vi allí ningún reclamo de tal tipo. Tal vez están aguardando ofertas. Lo cierto es, que en algún lugar de los vestuarios locales deben estar, tiradas, las bandas rojas que ya no brillan sobre los dorsales de los jugadores riverplatenses.

Se agota el partido y ya, entre pelotazos para arriba y toques imprecisos, comenzamos a pensar en la ruleta rusa de los penales. Pero se va pico por la izquierda, la cruza larga, llega Tapia y no se anima de derecha, gira sobre la línea de córner y la cambia, suave y malintencionada, por arriba hacia el segundo palo. Por detrás salta Walter, la frentea débil y calculada y la mete adentro. Sin furia, como diciendo “¿Por qué tardaste tanto?”. Revienta el estadio y los de Boca van a caer, revueltos y sudorosos, bajo la cabecera que los ha alentado todo el partido.

No faltan las explosiones, los papelitos, los puños cerrados, los besos a la camiseta, esas venas hinchadas que hacen aparecer los cuellos como viejos troncos de árbol. Todo, todo lo que hace a un partido de fútbol en la Capital de los argentinos. ¡Es lo que he venido a ver, caramba! ¡Qué triste hubiese sido mi regreso sin ningún gol para contar! ¡Qué hubiese dicho en “El Cairo” si regresaba con la mecánica obligación de narrar penales o atajadas desde los doce pasos! Tal vez no hubiese vuelto, por vergüenza, y me hubiese radicado en Buenos Aires.

River quema las naves. Perdió el atildamiento y el intento por jugar con mesura la pelota. Ha entrado Rinaldi, quien, con Higuaín y Tapia es un compendio de amores cruzados y tumultuosos. Ayer de Boca, hoy de River. Ayer de River, hoy de Boca. Hay reproches duros, palabras ácidas, recuerdos de goles perdidos o encontrados. Una maraña de pasiones salvajes. Un tema medular para una telenovela de cariños traicionados. Enrique es el toque impulsivo y meridional de la trama. Arranca por la izquierda y le pega de zurda para los que vienen. Pero le sale al arco y el pelotazo sacude al primer palo de Navarro Montoya, el mismo que fuera castigado por Perazzo.

Hrabina anuncia un zurdazo desde el fondo y la cruza larga. Graciani, los ojos muy abiertos, la nariz filosa, como tantas y tantas veces en su destino de puntero, gana la posición en su diagonal hacia adentro y la mata cuando baja. Casi antes de que de que llegue al piso, atisba un resquicio junto a la cadera de Comizzo y se la toca allí. La bola se va picando hacia la red y Graciani sigue disparado hacia la tribuna de Boca, saltando los carteles de publicidad, especialidad que ya, hoy por hoy, debería exigírsele a todos los goleadores.

Conocí el mar ya de grande, cuando había pasado la veintena. Estuve después en las pirámides de El Cairo (el verdadero) atraído por la leyenda de Keops, Kefrén y Micerino, aquel terceto central como nunca más volverían a tener los egipcios. Y vi un River-Boca en cancha de River. “Puedo morir tranquilo -aseveró cierta vez un agudo estadista norteamericano-. He visto al hombre llegar a la Luna y he visto el perfil de Jane Mansfield”. Yo no tuve el gusto de conocer a la señorita. Pero vi una película de Isabel Sarli. Y he visto jugar al “Gitano” Juárez.

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Cholo con orgullo


En el Perú no se puede hablar de la importancia del fútbol sin tocar el caso de Hugo Sotil. Fue símbolo, una figura paradigmática, un predecesor de la importancia que tienen los cholos en el Perú. Fue un notable jugador, por ello el país se le rindió. Ahora conozcamos de él y de su significado para la sociedad peruana.

Corría el año de 1969 y por primera vez éramos ganadores. El himno que se cantaba en las esquinas, el que se escuchaba en las radios era el famoso "Perú Campeón" ("es un grito que repite la afición"). La tarde de la "Bombonera" (estadio argentino donde Perú se clasificó para el Mundial de 1970), será siempre tarde de gratos recuerdos, igual que aquella voz que gritó, ¡¡¡ NO NOS GANAN!!!

Se abría así un nuevo capítulo no sólo en la historia del fútbol, sino también en nuestra propia forma de mirarnos y de mirar a aquellos que eran los protagonistas del drama: los jugadores. Hasta antes de asistir al Mundial de México 70, pocos, muy pocos hubieran apostado su vida a correr detrás de una pelota. El fútbol se jugaba sobre todo porque se llevaba en la sangre, el alcanzar la fama sería obra del destino.

Una clasificación nos colocó donde jamás habíamos llegado, y el fútbol se hizo pan de cada día. Los goles de "Cachito Ramírez" llegaron, sin necesidad de que "Pocho"(comentarista deportivo fallecido) los anunciara, y el Perú se estremeció de júbilo. Didí (el entrenador de la selección) fumó su enésimo cigarrillo y el juego bonito tuvo su partida de nacimiento.

De eso hace ya tiempo, mas nadie olvida esa generación de futbolistas que ya han colgado los chimpunes. Varios de ellos se fueron sin un adiós digno, entre ellos uno que terminó jugando por el Espartanos de Pacasmayo: Hugo Sotil, "El Cholo Sotil".

El de México 70 fue el primer Mundial de nuestra historia futbolística. Con él empieza el ciclo de los mundiales, de las esperanzas en la viveza criolla del entrenador Marcos Calderón en el Mundial del 78, o en la sabiduría del abuelo Tim en el Mundial del 82. Los contratos millonarios llovieron como el maná. Nadie que se precie de ser peruano no puede dejar de reconocer que con ese Mundial el fútbol tuvo su mayoría de edad, y el país entero lo sigue con pasión. El fútbol es el deporte más popular y "es un gran espejo en donde se refleja en gran medida lo que somos como sociedad" (1).

Después de más de veinte años (2), ya es posible hacer un balance de lo que significó aquella generación mundialista, México 70. De todos los jugadores, Sotil tiene un brillo particular. Su historia trascendió fronteras, tal como quedara demostrado en las afirmaciones del ex-técnico de Alianza Lima, el brasileño Amaral, quién aprendió a querer al Perú cuando supo de ese jugador que se escapaba sin zapatos para jugar fútbol.

Estando de acuerdo con el carácter popular del fútbol, con el nuevo ciclo abierto a partir de la clasificación al Mundial, y con la posibilidad de encontrar aspectos de nuestras diversas identidades colectivas en la práctica deportiva, entonces empecemos por el principio. ¿Quién es Sotil?

Es un ídolo. Sí, un ídolo popular cholo. Es la primera gran emergencia futbolística de los cholos en el Perú. Antecede a la música chicha. Con sus quiebres informales conquistó espacios tan exquisitos como el Nou Camp, donde su nombre fue coreado por multitudes. Europa se le rindió y de eso hace como diecisiete años (3).

Años después otro cholo pasearía por Europa su talento, esta vez musical, Chapulín y los Shapis. Pero no olvidemos al ídolo, aquel que nació un 18 de Mayo de 1949, en la décima cuadra de la calle Paita, en Ica. El que jugaba en El Porvenir, en la cancha del Cura, dos o tres partidos los días domingo.

En la sierra, en los tiempos de las haciendas, las mujeres más deseadas solían ser las hijas del patrón, pues éste era considerado el último suspiro de Dios. Eran el sueño lejano que alguna vez se conquistaría. Y así fue, Sotil contrajo matrimonio, un 20 de Febrero de 1970 en la Catedral de Lima, con Guillermina, hija de Don Patronicio Eche, un próspero comerciante de café tipo exportación de Chanchamayo, quien en sus ratos libres se divertía viendo jugar fútbol a sus muchachos de La Parada. Fútbol recio, de cholos que se abren un lugar en la urbe.

A Sotil lo vio jugar en El Gamarra, uno de tantos equipos que tenían su mundo en La Victoria. Don Patronicio tenía un equipo, el Gaillard, que jugaba en la segunda división amateur de la liga de La Victoria. Lo llevo a su equipo y le dio trabajo en su empresa. Sotil se casó con su hija.

Años más tarde el "Cholo" declaró: "Yo nací humilde y sigo siendo humilde. Si juego aquí es porque aquí está la gente más pobre de nuestra Lima, aquí está la pobreza, aquí está la lágrima" (4). La entrevista se realizó al borde del campo deportivo de Manzanilla. Era un campeonato organizado por los trabajadores del Mercado Mayorista de La Parada, cerca del cerro San Cosme.

II

"La tradición del ídolo peruano se engarza en definitiva con el destino cotidiano del pueblo. Es decir, estuvo en la bonanza, pero regresa irremediablemente a su condición de pobre" (5).

La bonanza de Sotil empieza en el modesto estadio de San Martín de Porras, donde desde antaño se desarrollaba el torneo de segunda de ascenso. El ganador del campeonato subía a la profesional. El Municipal, el cuadro de la franja, vivía su hora amarga. La segunda no era un lugar para un club con su tradición por más que esa tradición se pierda en la noche de los tiempos.

Fueron los dirigentes Enrique Noriega y Luis Mora quienes llevaron a Sotil al club. Ellos estaban recorriendo los barrios para armar un nuevo cuadro que disputara el ascenso. Hasta sus oídos llegó la fama del jugador del Gaillard, lo vieron jugar en el estadio nacional frente al Genovesa (equipo reserva del ya desaparecido Defensor Arica), pero no convenció. Volvieron a verlo jugar en el estadio San Martín y allí sí decidieron contratarlo. Sotil sólo por la presión familiar pudo dejar el Gaillard. Las mejoras económicas se dejaron sentir, 3.500 soles sería su nuevo sueldo. Municipal pagó 5,000 soles por su pase, era el año de 1968.

En la segunda de ascenso jugó junto a otro cholo y tocayo: Hugo Ocsas, a quien hizo goleador. Hacer goleadores sería una de las especialidades de Sotil. Era un delantero que no se desesperaba por meter el gol, eso era para otros. El ponía el espectáculo. Generosidad lo llamaron muchos, pero en esa increíble habilidad para dejar regados a los rivales, para burlar hasta a los arqueros y no disparar al arco, había mucho de revancha. Era el "Cholo" quien se entretenía con los rivales, era su manera de demostrarles su superioridad, el gol no era el fin, sus malabares hacían que brotaran aplausos de las tribunas que se rendían a sus pies. El gol lo podía convertir otro.

El Municipal volvió a jugar en la profesional y Sotil fue llamado "El Maestrito", era 1969 y Didí ya tenía armada la selección. La eliminatoria la vivió como cualquiera de nosotros. Su debut profesional fue el 17 de Mayo de 1969 frente a la "U" de José Fernández, Nicolás Fuentes, Héctor Chumpitaz, Challe, Cruzado, etc. Municipal perdió 5-2, pero Sotil demostró su valía.

Bailaba a las defensas y el público gozaba. Alegría, desbordante alegría había en las tribunas cuando el "Cholo" Sotil jugaba. Jaime Mosquera fue goleador, lo mismo que Mellán después, pero siempre serán recordados como resultados de las genialidades de Sotil.

III

La bonanza empezaba a sonreírle. El año de 1970 cinco días después de su matrimonio, el 25 de Febrero, jugo al lado del "Nene" Cubillas, en el famoso combinado Alianza-Muni y fueron los alemanes del Bayer de Munich quienes supieron del fútbol que se practica por estas tierras. Un cholo y un negro, dos exponentes de razas que han sufrido el desprecio de los blancos y que para diferenciarse se han despreciado mutuamente, estaban allí, llenándonos de orgullo. Era un reconocimiento. Cholo y negro no serían el peyorativo de siempre, no cuando se tratara de Sotil o Cubillas.

La sociedad oligárquica que jamás los integró, hubiera dicho "cosa de cholos", "cosa de negros", pero ya los cambios se empezaban a sentir, las tribunas aplaudían y los consideraban parte de todos los peruanos.

El Perú empezaba a reconocerse sin prejuicio en sus jugadores. Era la dupla de oro. Se respetaban y se comprendían. El campo alcanzaba para los dos y todos salían ganando, incluidos los dirigentes que organizaban las ya difuntas temporadas internacionales de verano.

Ya se acercaba el Mundial y Didí no tuvo más remedio que convocar a Sotil. Bulgaria, nuestro principal rival, llegó para realizar dos partidos amistosos previos al Mundial. El partido premonitorio fue aquel en que se perdía en el primer tiempo por uno a cero. En el segundo tiempo ingreso Sotil, pelado a coco, y el cabezón Del Castillo. Perú empató, los búlgaros volvieron a avanzar, nuevo empate y otra vez Bulgaria, 3-2. Sólo faltaba quince minutos para irse a los camarines con una derrota, pero Cubillas dijo presente y otra vez tablas. Las tribunas ya no cabían en su alegría.

Hasta que llego la apoteosis. A los 42 minutos Sotil, sin ser soldado en Ayacucho, diezmó a los búlgaros, eliminó al arquero y las tribunas corearon el gol antes que ingresara la pelota al arco dando botes. El quinto fue lo de menos. Lo real es que se volteó un partido en quince minutos y Sotil dejó sentado que era un mago con la pelota; pero aún así debió saber de la banca.

El equipo de Didí ya estaba armado y él no estaba en sus planes. Pero Sotil demostró tener paciencia. Había invadido para hacerse de un lugar, como invaden sus congéneres la ciudad hasta hacerla suya, hasta ser reconocidos como: "Los héroes anónimos de nuestro tiempo".

El segundo tiempo le aguardaba en la selección y el "Cholo" no se impacientaba. Hasta que llegó el día esperado, el dos de Junio de 1970 en México. Perú con crespón negro y sin Sotil, empezó las acciones otra vez contra Bulgaria. Rafael García, periodista de France Press, escribió: "Todo es desconcertante en Sotil, vista de lince, regateo sorprendente en un pañuelo, especialista en cambiar de velocidad en pequeñísimo trecho. No es la primera vez que la aparición de Sotil cambia el ritmo de la escuadra Inca". El resto es silencio y cosa conocida, incluídas las acusaciones que se lanzaron contra Didí por la derrota frente a Brasil. Hasta comisión investigadora se nombró, y eso que el Parlamento estaba recesado.

Sotil volvió como lo que era, un triunfador. El pelo ya le había crecido y los "sotiles" eran vistos por todo Lima. El peinado "estilo Sotil", era parte del paisaje de la ciudad (‘estilo chontril’ dirían los muchachos de Breña).

Esto es muy importante porque los provincianos siempre afrontaron desprecios, por su forma de hablar, por llevar siempre puesta una chompa como en la sierra, etc. esta pesada carga hacía que muchos se ondularan el pelo, se negaban a sí mismos. "El desprecio a una parte de sí mismos es ingrediente de la hostilidad e inestabilidad. Para sobrevivir como limeños habría que rechazar una parte de sí" (6).

Si hasta hoy se habla de desprecios, hace 20 años ser cholo era una marca pesada. Pero Sotil fue elevado a la categoría de estrella de cine en el año de 1971.

Fernando Batiewsky se encargó de financiar el film "El Cholo". La canción de Abanto Morales "Cholo soy y no me compadezcas", ya no se adecuaba al nuevo momento que se vivía. Al "Cholo" se le admiraba, se le quería y hasta se le imitaba.

La película lo llevó a viajar por mes y medio al viejo continente; Londres, París, Roma, Florencia y Pisa lo vieron en los ajetreos de la filmación. Su co-protagonista era la modelo Nancy Gross, hoy un nombre como miles, en esos días la modelo de la TV más cotizada. Sus hermanas menores bailaban los viernes en el programa del Tío Johnny a GO-GO. "Las estrellitas" vivían en Breña.

Sotil también jugó ese partido y no despreció el gol en esa ocasión. Pasado el tiempo la ex-modelo le recordaría que la vida tiene sus lados crueles. Pero eso estaba lejos de sospecharlo Sotil. en aquellos días los reflectores le seguían, como en aquel partido Muni-Cristal, en donde intentó marcarlo el "Dr" Campos, quien tenía órdenes de su entrenador, el alemán Rudy Gutendorf, de no dejarlo libre en ningún instante. La cámara estaba filmando y Sotil jugó para ella, recostado en la punta izquierda haciendo y deshaciendo al fiel Campos que no lo dejó por más huachas, sombreros y relojes que el "Cholo" le hizo ese día.

Los días de gloria se prolongaban y los estadios seguían llenándose para verlo jugar. Definitivamente había conquistado Lima y de paso el Perú. Pero en el año de 1973 ocurrió el resbalón que pocos imaginaban. La planificación no es nuestro fuerte y menos en el fútbol que es gitano, dicen. Lajos Barotti quiso planificar nuestra clasificación al Mundial de Alemania 74 y no ganar partidos de preparación, pero acostumbrados como estábamos a vivir de apariencias, más valían triunfos mentirosos que un plan serio de preparación, y el buen Lajos tuvo que irse sin que nadie lo acompañe al aeropuerto. Los resultados no pudieron ser peores. Chile nos dejó fuera del camino y los ídolos del 70 conocieron la cara triste de la fama. Está en el recuerdo la rabia de Cubillas y sus lágrimas frente a las cámaras, por no haber podido jugar el partido de desempate en Uruguay. Eran los días donde el nacionalismo de los periódicos se tornó oscuro y chauvinista.

Querían jugadores machos que no se cuidaran las piernas. Cubillas fue excluido de la selección porque se rumoreaba su pase a un equipo extranjero. Al "Cholo" no pudieron tocarlo, pero igual perdimos. Esa señora tan conocida por los peruanos, llamada frustración, se enseñoreó de los campos de juego y todos los jugadores descubrieron que tenían defectos.

Los mismos patrioteros del 73, que no permitieron que un hombre nacionalizado peruano de todo corazón, Ballesteros, atajase por la selección, años más tarde exigirían en todos los tonos que el "Loco" Quiroga se nacionalice. Morales Bermúdez ya estaba en el poder.

IV

Si el pueblo ante las derrotas se encierra en sus frustraciones y el desencanto le gana horas al día, en cambio la salida para los de arriba es mirar al extranjero y asegurar el negocio.

El "Cholo" interesó al Barcelona de España, y las exportaciones no tradicionales empezaron a tener auge. La afición no perdonaba la eliminación en manos de Chile, y el "Cholo" se fue sin despedida de masas, pero en Barcelona demostró que valía tanto oro como el que los conquistadores, durante siglos, se llevaron del Perú. Sotil era quien guiaba al equipo, y no el renombrado Cruyff, pero no supo, no quiso hacer respetar su valía.

Jamás debió aceptar no jugar por espacio de un año, por más que le dieran cinco millones de pesetas y las primas y premios que cobraban los jugadores titulares, esas cadenas de oro pesaron demasiado. se olvidó que de niño eran tales sus ganas de jugar que a pesar de que su madre lo encerraba sin ropa en su cuarto, siempre encontraba a alguien que le proporcionaba lo indispensable para jugar. Se olvidó que en la cancha del Cura vestía distintas casaquillas de equipos para no salir del campo de juego. No supo de los versos de Javier Heraud que dicen: "Un año es un siglo/cuando es un año/de sueños y olvido". 365 días con todas las comodidades y sin poder jugar para el gran público.

El Ferrari era amarillo y las noches interminables. Atrás quedaron las privaciones de la pobreza, pero no era su mundo, y su alma de jugador empezó a morir. De vuelta ya en Lima, y en el Municipal, tendría una experiencia parecida: dejemos que él mismo nos dé su versión: "El impase que tuve con cierta persona, quien me dio una puñalada por la espalda cuando volvía a ser el Sotil de mis primeros momentos... Realmente me perjudicó mucho en mi carrera deportiva, me marginó del equipo, luego de haber jugado la primera rueda y parte de la segunda rueda del descentralizado de 1983. Aducía razones de indisciplina que no existieron... aunque en épocas diferentes, han sido golpes fuertes que he sufrido en mi vida deportiva y jamás podré olvidarlos por sus consecuencias perjudiciales" (7). "La verdad es que entrenaba fuerte, pero muchas veces se me ignoró hasta en el banco de suplentes. Entonces para qué me dije, bajó mi interés, pero yo no me he despachado contra Hobberg" (8).

Lo mismo le sucedió 10 años antes con Rinus Michels. La farra y la bohemia española impidieron que Sotil fuera el de siempre. Pero aún tuvo aliento, fue en 1975 cuando jugó por la selección el partido final de la copa América frente a Colombia. Su físico no era el mismo pero anotó el gol del triunfo a los 24 minutos de la complementaria. Después sería dos años campeón con Alianza Lima, el 77 y el 78, asistiendo al Mundial de Argentina 78, sin el brillo de su primer Mundial.

No es una novedad decir que vivimos tiempos difíciles como tampoco lo es, que cada día y con más frecuencia, los peruanos buscan fortaleza para el espíritu en la fe. Sotil no fue una excepción.

Los periódicos anunciaban su purificación en la fe Mahikari. "Como se recordará, Sotil fue llevado a la congregación Mahikari por su esposa, con la intención de alejarlo del mal camino: El "Cholo" ha decidido rectificar su conducta y el primer paso ha sido recibir la purificación" (9).

Por el año de 1984, Sotil fue nuevamente a las primeras planas de los periódicos, pero por un juicio de alimentos que le interpuso la ex-modelo Nancy Gross. Sotil se defendió: "A mí la gente no me puede decir cómo debo ser ni cómo debo vivir, uno vive como quiere. Me dicen de todo porque sigo caminando por La Victoria, por el barrio de la Avenida América, porque en vez de frecuentar el Sheraton frecuento la tienda del chino José". Continúa diciendo, "lo más importante del hombre es que sea honrado, honesto, sincero y leal y lo que quiero es la lealtad" (10).

Reiteradamente Sotil ha sostenido que "el juego hay que sentirlo, el que es malo es malo y el que es bueno es bueno toda la vida" (11). A pesar de ello sabemos que las jugadas que hacían del fútbol un espectáculo mayor ya no volverán.

Los años del quiebre desconcertante pasaron, pero el "Cholo" buscaría reencontrarse con el aprecio del público. Sino, por qué declarar: "En Barcelona jugué relativamente muy poco y nunca me olvidaron, qué diferencia con el Municipal. En este club me inicié y jugué mis mejores años; es más, pensaba retirarme luciendo sus colores. Pero el trato es totalmente diferente y por eso como peruano me duele, porque creo que hice mucho por esa institución" (12).

Es un descargo con sabor a reproche, contra quienes en años anteriores no le escatimaron elogios, y cuando estaba en dificultades, no dudaron en buscar el lado truculento de la noticia para poder vender sus periódicos. Lo real es que ese tipo de informaciones alejarían a Sotil de importantes sectores juveniles, creyentes en el progreso y que todo en la vida debe ir hacia arriba, siempre consolidando lo ganado, sea dinero o prestigio, como Cubillas, pero esa es otra historia.

Lo importante en Sotil es que es la primera gran emergencia de lo cholo en el fútbol. en el seguimiento a su carrera deportiva es posible comprobar que un amplio sector popular se identificó con él. El mundo criollo aprendió a no burlarse de los jugadores recios, cholos, se les aprendió a mirar como iguales. Los sotiles de cerquillo indomable no supieron de venganza sino de orgullo. Sotil siempre reinvidicó sus orígenes.

Para una sociedad fuertemente impregnada de actitudes aristocratizantes, la victoria de Sotil fue la afirmación d sectores marginados. Sotil hizo mucho más por acercarnos entre peruanos que lo que él mismo imagina. Y eso no se olvida jamás, por más que se haya retirado del fútbol profesional sin un homenaje de despedida. Tal vez haya sido mejor, porque ese vacío puede hacer más grande su figura con el tiempo, único y definitivo juez de lo que realmente es trascendente en una sociedad.

Notas:
1.- Sánchez León, Abelardo, Fútbol: un espejo para mirarnos mejor. QUE HACER 7, 1980
2.- Este ensayo fue publicado por primera vez en La Revista Los Caminos del Laberinto N° 2, Noviembre de 1985.
3.- Este ensayo escrito en 1985, fue incorporado como parte del libro; Perú: Los Eslabones del Archipiélago, ediciones El Laberinto, año 1993.
4.- Diario Expreso, 15 Julio de 1984.
5.- Sánchez León, Abelardo, op. cit.
6.- Cánepa, María Ángela, Páginas N° 90.
7.- diario La Crónica, 18 de Mayo de 1984.
8.- Diario Última Hora, 29 de Marzo de 1984.
9.- Salinas Roberto, "El Cholo se rehabilita" HOY, 12 de Junio de 1984.
10.- Diario La República, Junio 5 1984.
11.- Idem
12.- Diario La Crónica, Mayo 27 1984.

(artículo de Artemon Ospina Salinas publicado en la revista “Los caminos del laberinto” Nº 2, Noviembre de 1985)

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