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Se puede disponer de las mejores instalaciones y contratar a los mejores jugadores del mundo, pero la llave del éxito la tiene el entrenador.

(STEFAN KOVACS [1920-1995], entrenador húngaro, recordado por su gran paso en el Ajax de Johan Cruyff)

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Sebes estaba muy comprometido con la ideología socialista, y eso se podía palpar en todo lo que decía. De cada partido o competición importante hacía una cuestión política, y a menudo hablaba de cómo la lucha entre el capitalismo y el socialismo se libraba en el terreno de juego como en cualquier otro sitio.

(GYULA GROSICS, guardameta húngaro, opinando sobre Gusztáv Sebes recordado entrenador del combinado magyar en el Mundial de Suiza 1954)

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En 1978, la selección italiana de fútbol disputó un encuentro amistoso con el equipo de la colectividad italiana en Argentina.
El día del partido, el Deportivo Italiano -por entonces así denominado- sale al campo de juego con una bandera italiana llevada por todos los jugadores.
El entrenador, (el húngaro Elmer Banki) quería figurar, y la tomó por delante para ser el primero en aparecer con la misma. Antes de salir del túnel en la cancha de Boca, Banki tiraba de la bandera para salir, y los jugadores tiraban para atrás para que no apareciera. Al final se rindió y salió solo.

(Anécdota contada por el Sr. Eduardo Redondo a Mauro Salvatore, autor del libro “Cincuentenario del Sportivo Italiano”)

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En su libro de anécdotas futboleras, "Detrás del túnel", el recordado técnico húngaro Jorge Elmer Banki, cita una breve historia en tiempos en que conducía a All Boys, a comienzos de la década del 60.
Todo comenzó cuando en los entrenamientos de pretemporada, uno de sus jugadores le pidió permiso para que pudiera hacer los ejercicios junto al plantel, un amigo suyo.
Banki accedió y al otro día, cuando lo vio, se dio cuenta que el muchacho no tenía físico de futbolista. Grandote, fornido, medio gordito, el "agregado" circunstancial al plantel, demostró entusiasmo por entrenar. Claro que después de correr unos 400 metros, siempre quedaba completamente exhausto y muy dolorido. ¿La causa?; sus pies planos. Pese a ello, irradiaba una gran simpatía y mucha voluntad para ir todas las mañanas a entrenar en Floresta.
Un día, Banki le llevó un par de plantillas para que se colocara en las zapatillas, como para que sus pies planos soportaran mejor el dolor y el enorme sobrepeso que producía su enorme físico. "Gracias maestro, pero quiero seguir corriendo así nomás, yo pego con los puños, no con los pies", le dijo socarronamente con su voz aflautada. Era nada menos que Oscar "Ringo" Bonavena (foto), que comenzaba a boxear, en sus tiempos de amateur.
Ya consagrado, siendo una figura de prestigio mundial dentro del ámbito del pugilismo, Bonavena expresaba su agradecimiento a Banki, por haberlo ayudado a mantenerse en forma y aprender ejercicios que le vinieron muy bien en su posterior carrera en el deporte de los puños.

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Cuando atacábamos, atacábamos todos, y cuando defendíamos era lo mismo. Fuimos el prototipo del ‘fútbol total’.

(FERENC PUSKAS 1927-2006, el mejor jugador húngaro de todos los tiempos, recordando a la selección de su país en la década del '50)

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En el último partido de la primera ronda del Mundial de 1978, el 10 de Junio de ese año, debieron enfrentarse Francia (único equipo que utilizó a sus 22 convocados) y Hungría; ambas selecciones ya se encontraban sin chances de pasar a la ronda siguiente del torneo.
Un día antes de disputado el partido, la F.I.F.A. le comunica a la delegación húngara que debido al color rojo de su camiseta y al azul de la de los galos, se podían confundir las mismas en los televisores blanco y negro que predominaban en Argentina por ese entonces, deberían jugar con la camiseta suplente, sin prever que los franceses adoptando la misma postura hacen lo propio y salen al campo de juego, al igual que sus rivales, con la casaca blanca, y como ambos seleccionados estaban convencidos de que estaban haciendo lo correcto, ninguno había llevado las camisetas titulares, por lo cual el árbitro no podía comenzar el partido.
Entonces a los franceses se les ocurre enmendar su error y pedirle prestado un juego de camisetas al club de fútbol que estuviera más cerca del estadio. Como el partido debería disputarse en el estadio mundialista de Mar del Plata, el club Kimberley de dicha ciudad le proporciona sus casacas blancas y verdes a rayas verticales con las que finalmente los franceses vencen por 3 a 1 a Hungría.
Lo más curioso del caso es que en la vestimenta del conjunto galo, los jugadores Dominique Rocheteau y Olivier Rouyer, tenían en sus pantalones los números 7 y 11, mientras que en sus casacas llevaban el 18 y el 20 respectivamente.

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Bela Guttman: "Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una final europea"


El entrenador húngaro, que llevó al Benfica a ganar dos Copas de Europa en el arranque de los sesenta, fue despedido por la entidad portuguesa debido a que pidió un aumento de sueldo. El día que se despidió del club lo hizo lanzando una sentencia que en aquel momento fue tomada de forma anecdótica pero que se ha convertido en toda una losa para el Benfica. “Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una copa europea”. Desde entonces ha disputado seis finales y las ha perdido. Cinco de Copa de Europa y una de la UEFA.

Guttmann, el trotamundos

Bela Guttman [Budapest, 1900-Viena, 1981] fue un trotamundos como jugador y también lo fue como entrenador. En su etapa como jugador fue un destacado mediocentro húngaro de origen judío que conquistó dos títulos de Liga con el MKT Budapest, jugó con la selección en los Juegos Olímpicos de París de 1924, y marchó al Hakoah Viena. Este equipo austriaco se convirtió en uno de los más importantes de Centroeuropa en la década de los años 20. Su popularidad le llevó a medirse con el West Ham United inglés. El primer partido se disputó en Viena y el resultado fue de empate. Los ingleses se comprometieron a disputar el desempate en Londres. Allí, el Hakoah humilló a los hammers endosándoles un rotundo 0-5. Bela Guttmann siempre fue inquieto. Tras una gira por Estados Unidos se quedó asombrado tras disputar un partido en el New York’s Polo Ground ante 46.000 espectadores. Por ello, y porque buena parte de los clubes eran de propiedad judía, decidió marcharse a la liga estadounidense donde jugó 176 partidos hasta su retirada a la edad de 32 años.

Sus inicios en el banquillo estuvieron ligados al Hakoah Viena. Posteriormente marchó al Enschede holandés (actual Twente) y ganó la Liga. También ganó la Liga húngara en la temporada 1938/39 con el Ujpest. Tras la II Guerra Mundial siguió entrenando en Hungría. Se hizo cargo de las riendas del Kispest Honved, con el que ganó otros dos campeonatos. El Honved era propiedad del padre de Ferenc Puskas, detalle que podría ser anecdótico pero que fue crucial en su trayectoria en la institución. Su marcha se produjo tras un roce con Puskas hijo. Guttmann quiso cambiar a un defensa y Puskas se negó. El cambio no se produjo. Guttmann se había dado cuenta que acaba de perder el respeto de sus jugadores. Se sentó en el banquillo, ojeó una revista hasta la conclusión y presentó la dimisión.

Marchó a Italia. Tras pasar por los banquillos de Pádova y Triestina recaló en el AC Milan en 1953. El camino de Trieste a Milan no lo hizo solo. Se llevó a un prometedor defensa de la Triestina: Cesare Maldini. Se convirtió en uno de los jugadores históricos del club rossonero. Fue el encargado de levantar la primera Copa de Europa de los milanistas en 1963. Pero, sobre todo, fue uno de los mejores defensores de su época. Guttmann tuvo un gran equipo a sus órdenes. Contó con el trío ‘gre-no-li’. Es decir, con los delanteros suecos: Gunnar Gren, Gunnar Nordahl y Nils Liedholm. Los tres formaron parte del combinado nacional que había sido oro olímpico en los Juegos de Londres de 1948. Además, también contó con el uruguayo Juan Alberto Schiaffino. Uno de los autores de goles del llamado ‘maracanazo’. Con este plantel, el Milan ganó el título de 1955. Nordahl fue el máximo goleador del torneo. El sueco actualmente es el segundo máximo goleador de la historia del Scudetto. En 1956 salió por la puerta de atrás del Milan y se despidió de Italia tras entrenar al Vicenza.

Su llegada a Portugal

De Bela Guttmann se dice que fue un gran estratega. La leyenda dice que él fue el inspiró el 4-2-4 con el que Brasil se proclamó campeona en el Mundial de 1958. Se dice que Guttmann durante su etapa en el MTK decidió fortalecer el medio del campo y para ello comenzó a emplear un 4-2-4 que Bukovi y Sebes también empezaron a utilizar. En 1957 Guttmann volvió a dirigir al Honved. El mítico Honved en el que jugaban: Puskas, Czibor, Kocsis, Bozsik, Budai, Lorant y Grosics. Con este 4-2-4 el Honved realizó una gira por Brasil. Allí se enfrentó a varios equipos. El conjunto húngaro maravilló y Guttmann se quedó en Brasil para hacerse cargo del Sao Paulo. Un Sao Paulo al que llevó al título en 1957. En este equipo formaron Dino Sani y Mauro Ramos, que ganaron el Mundial de 1958, y, sobre todo, destacaba la presencia del veterano Zizinho. Él fue el primer centrocampista brasileño que impactó a nivel mundial.

Tras su paso por Brasil, Guttmann puso rumbo a Portugal. En concreto a Oporto. Ganó la Liga con los dragoes. El Benfica se fijó en él y le contrató un año más tarde. Alrededor de este húngaro hay mucha mística y leyenda. Otra de esas leyendas dice que antes de firmar con el Benfica pasó por la barbería. En ella, coincidió con José Bauer, que en ese momento era el técnico del Sao Paulo. A lo largo de la conversación surgió el nombre de un joven mozambiqueño que tenía cautivado a Bauer. Guttmann decidió mandar a un ojeador y Eusebio Ferreira llegó a Lisboa a finales de 1960. Con la pantera negra, Guttmann encontró lo que al Benfica le faltaba para aspirar a la corona continental. De hecho, el primer triunfo europeo de las águilas se remonta a 1960. La irrupción de Eusebio no pudo ser más estrepitosa. En la final del Torneo de París de 1961, el Benfica iba perdiendo 3-0 con el Santos de Pelé y tan sólo habían transcurrido 20 minutos de partido. Guttmann desesperado decidió poner a Eusebio en el campo. El mozambiqueño respondió a la confianza de su entrenador con tres goles que igualaron el partido y que provocaron la reacción de Pelé. El astro brasileño hizo dos goles y su equipo terminó ganando por 6-3. Pero el gran triunfador de la noche fue Eusebio. La crónica de France Football es fiel reflejo de ello: “Eusebio 3, Pelé 2″.

El camino hasta la final de Berna fue relativamente cómodo para el Benfica. Eliminó al Hearts, Ujpest, AGF y Rapid de Viena. Pero el rival en la final iba a ser el todopoderoso FC Barcelona. El conjunto azulgrana había eliminado en primera ronda al Real Madrid, equipo que había ganado las cinco copas de Europa que se habían disputado hasta la fecha. Tenía un conjunto temible encabezado por los húngaros Kubala, Kocsis y Czibor más Evaristo y Luis Suárez. El Barça partía como favorito. Pero no cumplió. Se estrelló con la madera. Hasta cuatro balones acabaron en los postes. El Benfica no pudo contar con Eusebio en la final debido a que no había podido de arreglar el contrato con el club lisboeta. A pesar de ello, las águilas se impusieron por 3-2 en la prórroga.

El título de campeón de Europa lo iba a revalidar en la temporada siguiente. Y lo iba a hacer ante el mismísimo Real Madrid que alcanzó la final y que quería sumar su sexto título en siete ediciones. El conjunto blanco tuvo una difícil eliminatoria de semifinales ante la Juventus. Di Estéfano firmó el tanto del triunfo madridista en Turín. Pero la Juve repitió resultado en Charmartín, infligiendo al Real Madrid la primera derrota europea en casa de su historia. Fue necesario un partido de desempate en París que concluyó con triunfo blanco por 3-1. Si el Real Madrid sufrió en cuartos, el Benfica lo hizo en las semifinales ante el Tottenham Hotspur. 3-1 en Lisboa y derrota por 2-1 en The Lane. La final de Ámsterdam iba a enfrentar a los dos únicos campeones de la competición. Y Guttmann iba a poder contar con Eusebio, que estaba maravillando al continente con el fútbol que tenía en sus botas. Además, Guttmann tenía la posibilidad de tomarse una pequeña revancha con Puskas. El jugador húngaro fue el mejor de los blancos. Firmó tres goles, todos los que hizo el conjunto de Charmartín en aquella tarde. Pero el Benfica hizo cinco, dos de ellos de Eusebio.

Parecía que el Benfica iba a sustituir al Real Madrid en el trono continental. Si los blancos habían dominado la década de los 50 con Di Estéfano como gran abanderado, el Benfica se encomendaba a Eusebio y Guttmann para imponer su tiranía. El Benfica parecía un equipo imbatible. Con un poderío ofensivo notable y con un Eusebio al que ninguna defensa lograba frenar o, al menos, minimizar. Guttmann afrontaba su tercer año en la entidad. El húngaro pensaba que la tercera temporada era la más difícil para un entrenador. Por ello, durante el verano pidió un aumento de sueldo. Las negociaciones entre técnico y directiva no llegaron a buen puerto, hubo mucha tensión y el club decidió cesar Bela Guttmann. Tras el cese, el húngaro profirió la ya cita frase de “sin mí, el Benfica no volverá a ganar una copa europea”. La frase comenzó a tener sus efectos en ese mismo 1962. A finales de año, en la disputa de la Intercontinental que se llevó el Santos de Pelé.

Seis decepciones

Con la derrota en la Intercontinental no se quiso dar mayor importancia a la frase de Guttmann. Normal. Al fin y al cabo, la Intercontinental no era una competición europea y, por supuesto, ¿quién iba a creer esa amenaza cuando se tenía un equipo tan potente?. En 1963 el Benfica alcanzó la final de la Copa de Europa que se iba a disputar en Wembley. El rival era el AC Milan de Nereo Rocco que contaba con Gianni Rivera, Cesare Maldini, Giovanni Trapattoni y José Altafini, que se convirtió en el máximo realizador del torneo con 14 dianas. La final también era el escenario en el que se iban a enfrentar dos de las más grandes figuras futbolísticas del momento: Altafini y Eusebio. Ambos fueron los encargados de inaugurar el marcador. Altafini adelantó al Milan y Eusebio igualó la contienda. Pero Altafini iba a decantar el título con otro gol, logrado a pase de Rivera. En 1964, el Benfica cayó eliminado en primera ronda por el Borussia de Dortmund. Iba a ser un año después cuando las águilas alcanzasen su cuarta final de la máxima competición continental. De nuevo iba a enfrentarse a un conjunto italiano de la ciudad de Milán, pero esta vez su rival iba a ser el Internazionale, que era el vigente campeón de la competición. El Inter acrecentó la leyenda. Los elementos se aliaron con los neroazurri. El Inter jugaba en San Siro. La climatología no acompañó, llovió y el agua impidió que el Benfica practicase su estilo ofensivo. El Inter defendió con orden y rigor y, además, consiguió golpear primero gracias al tanto que Jair logró al filo del descanso. Este gol sirvió a los neroazurri para ganar su segunda y última Copa de Europa hasta la fecha. El Benfica perdía por segunda ocasión aunque firmaba un quinquenio de excepción: cuatro finales con dos títulos. La carrera de Eusebio tocó techo en 1968 y la del Benfica también. La pantera negra fue elegida Balón de Oro por France Football. Fue la primera ocasión en la que se otorgó este premio y el galardón recayó sobre el mejor jugador del momento. El Benfica estaba considerado como el mejor equipo de Europa. Tras eliminar a Gletoran (se deshizo de este rival gracias al valor doble de los goles en campo contrario, primera vez que se utilizó este sistema para decidir una eliminatoria igualada), Saint Etienne, Vasas y Juventus, el Benfica regresó a Wembley. No era un escenario que le traía buenos recuerdos y, además, iba a tener que jugar contra un equipo inglés: el Manchester United de Matt Busby. Un detalle nada anecdótico ya que los diablos rojos no habían conseguido ganar ningún partido fuera de casa durante las eliminatorias previas. En Wembley iban a contar con el apoyo de sus seguidores. Hibernian, Sarajevo, Gornik y Real Madrid fueron sus obstáculos para llegar a Wembley. La final no registró goles hasta la segunda mitad. Bobby Charlton, en el 54’, inauguró el marcador. Jaime Graça igualó minutos después. Se llegó a la prórroga. En ella, Charlton, Best y Kidd hicieron los tantos del United. 4-1. Tercera final perdida para el Benfica.

15 años iba a tardar el Benfica en regresar a una final europea. No fue en la Copa de Europa, sino en la Copa de la UEFA de la temporada 1982/83. El Benfica contaba en el banquillo con la dirección de un entrenador sueco: Sven-Göran Ericksson. Eliminó a Betis, Waasland, Zürich, AS Roma y Universidad de Cracovia. El equipo a batir era el Anderlecht belga. El club belga había ganado dos Recopas, perdido otra, y dos Supercopas de Europa durante la década de los 70. En esa temporada, antes del partido de vuelta de la eliminatoria ante el Oporto, Van Himst relevó a Tomislav Ivic en el banquillo. Se plantó en la final que se disputaba a doble partido. En la ida, el Anderlecht venció por la mínima gracias a un solitario gol del danés Brylle. El Estadio de la Luz registró un gran lleno para la vuelta. El Benfica acariciaba el título a pesar del resultado en contra que traía de Bélgica. Sheu, en el 36’, adelantó a las águilas e igualaba la final, pero el español Lozano, dos mimutos después del tanto portugués, puso el 1-1 con el que iba a finalizar el partido. La Uefa era para el Anderlecht y Bela Guttmann se reía desde su tumba en Viena, en la que descansaba desde hacía dos años.

Un año después de que el Oporto levantase su primera Copa de Europa en la final que le enfrentó al Bayern de Munich, el Benfica tenía la posibilidad de romper la maldición de Guttmann en la quinta final continental que iba a disputar tras la marcha del húngaro. De nuevo era finalista de la Copa de Europa. Stuttgart acogió la final. En ella el Benfica iba a tener que enfrentarse con el PSV Eindhoven de Guus Hiddink. El PSV no enamoró a Europa. Europa estaba del lado del Benfica. Ganó tan sólo tres de los nueve partidos que disputó en la competición. A penas hizo goles. Superó los cuartos de final (Girondins) y la semifinal [Real Madrid] gracias al valor doble de los goles conseguidos fuera de casa y, además, se granjeó la antipatía europea debido a la entrada que Koeman realizó a un jugador francés al que lesionó de gravedad. El PSV contaba con un gran portero bajo palos: Van Breukelen. Además en defensa contaba con el ya citado Koeman y con el belga Gerets, El fútbol en la medular lo creaba el danés Lerby y en las bandas contaba con Vanenburg y Gillhaus. En ataque, el delantero centro era Wim Kieft, El Benfica había eliminado a Partizan, AGF, Anderlecht y Steaua de Bucarest para llegar a la final. El encuentro concluyó 0-0. Se disputó la prórroga y el marcador no se movió. En los penaltis, el PSV acertó con todos mientras que Veloso falló el sexto por parte del Benfica. La maldición estaba más viva que nunca.

La última final que hasta la fecha ha disputado el Benfica fue dos años después de la derrota en Stuttgart. En 1990. El escenario iba a ser el Pratter vienés. Como el Benfica iba a visitar Viena, donde está la tumba de Bela Guttmann, al club se le ocurrió poner punto y final a la maldición. Una delegación lisboeta encabezada por Eusebio hizo una ofrenda floral en la tumba del húngaro y rezó antes de la disputa de la final en la que las águilas iban a volver a verse las caras con el AC Milan. El Milan de Sacchi atemorizaba Europa. Estaba revolucionando el fútbol y ya había ganado una Copa de Europa 12 meses antes en el Camp Nou. El Milan sufrió para llegar a la final. Sobre todo ante el Real Madrid en octavos y ante el Bayern de Munich en semifinales. Derrotó a los alemanes en la prórroga. El camino del Benfica también fue duro y, al igual que el Milan, sufrió en semifinales. El Olympique de Marsella era uno de los conjuntos favoritos para hacerse con el triunfo final. Era el aspirante al trono del Milan, incluso se decía que el único que podía batir al cuadro rossonero. El Olympique cayó en las semifinales ante el Benfica en un polémico encuentro de vuelta que se resolvió gracias a un tanto de Vata. Tampoco se vio una gran final, pero sí se vio a un Benfica gris, sin ideas para abordar al Milan. Rijkaard, en el 68’, marcó el 1-0 definitivo. Esta fue la última vez que el Benfica se asomó a una final continental que perdió como las cinco anteriores que había disputado tras la marcha de Bela Guttmann. De momento, la maldición de Guttmann sigue haciendo efecto a las águilas.


(tomado de la página "Fútbol táctico")

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La caída del imperio británico (Juan Bonilla - España)


Cayeron los imperios, los reyes y los príncipes.

Cayeron las repúblicas, dictaduras y dioses.

Cayeron boxeadores y jefes de la mafa.

Cayeron los amantes de juventud hermosa.

Cayeron los hipócritas. La noche llega a todo.

Caerán tarde o temprano las catedrales nórdicas.


Todo caerá no hay duda. Si cayó -recordadlo,

recordad esa tarde que el estadio de Wembley

tembló cuando los húngaros su sexto gol marcaron-

la hasta entonces invicta selección de Inglaterra.

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En el Benfica de Lisboa, un ataque cardiaco costó la vida en Enero de 2004 al delantero húngaro Miklos Fehér, fallecido en pleno partido.
En su honor, el número 29 fue retirado para siempre. Sin embargo, esos dos guarismos reaparecieron en el "Estadio de la Luz" una noche de Noviembre de 2006. Más de dos años después de la tragedia, en un encuentro de Liga de Campeones entre el Benfica y el Celtic de Glasgow, los aficionados escoceses desplegaron una banderola con el número 29 y la frase en portugués: 'Feher: Nunca caminharás sozinho' (nunca caminarás solo).
Los jugadores lusos, llenos de emoción, agradecieron el homenaje, como en estas palabras del delantero internacional Nuno Gomes: 'Ha sido un momento inolvidable y un detalle maravilloso, una bonita demostración de juego limpio'.

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Es oro puro. Es oro puro.

(BELA GUTTMANN, entrenador húngaro del Benfica, a su ayudante Fernando Caiado después de ver por vez primera un entrenamiento de Eusebio en el Estadio da Luz)

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Yo empaté aquel partido. Soy descendiente de húngaros y odio a los rusos desde la invasión soviética a Hungría en 1956.

(JOAO ETZEL FILHO, árbitro paulista que arbitró el recordado 4 a 4 en el Mundial de Chile 1962 entre las selecciones de Colombia y la URSS, que ganaba 4 a 1 a falta de 22 minutos para terminar el partido)

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¡Oh, Hungría! (Francisco J. Uriz - España)


Cima del fútbol de los 50,
la del 3-6 en Wembley y el 7-1 en Budapest.

Fueron unos escasos minutos en el No-Do
y la palabra sobre papel de las reseñas periodísticas
lo que nos hizo fabular mitos
-Bocsis, Hidegkuti, Puskas, Kocsis...
en aquel majestuoso equipo.

Aprendimos de su desgracia que
nunca se debe jugar con diez y una estrella lesionada
y que a una final no se va simplemente a recoger el trofeo
-hay que bajarse del autobús para ganarla-.

Que frente hay otro equipo,
cuidadito si es alemán o uruguayo.

Luego los desperdigaron
acontecimientos extrafutbolíslicos
-una rebelión nacional-,
algunos llegaron a Madrid y Barcelona.

Y nunca más Hungría.

(Mi agradecimiento al Maestro Francisco J. Uriz quien, con toda generosidad, me envió su libro "Un rectángulo de hierba" de donde tomé este poema)

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El fin de una leyenda


En 1953, Hungría pudo romper la legendaria imbatibilidad de Inglaterra en su propio feudo de Wembley. Sin embargo, aquella espectacular victoria húngara por 6-3 era una más en la línea de su extraordinaria regularidad. Los húngaros habían creado escuela con un juego brillante y ofensivo en el que sus puntas de lanza eran el pie izquierdo de Ferenc Puskas y la "cabeza de oro" de Sandor Kocsis; junto a ellos, el imprevisible Zoltan Czibor, un extremo que volvía locos a los defensas, y, en una línea más retrasada, los "cerebros" del equipo: el medio Bozsik y el falso delantero centro Hidegkuti, que jugaba en posición intermedia.

Hungría llegó a la final del Campeonato del Mundo de 1954 con 27 victorias y 4 empates en sus últimos 31 partidos. Tenía que enfrentarse a Alemania, un equipo al que en la fase eliminatoria los húngaros habían vencido ya por un estrepitoso 8-3 (si bien en aquella ocasión los alemanes habían alineado a varios suplentes). Tan absolutamente convencidos estaban los húngaros de su superioridad, que alinearon a Puskas, a pesar de no hallarse totalmente recuperado de una lesión. El entrenador, Sebes, manifestó: "A fin de cuentas, esta final es una pura formalidad".

Los enemigos más peligrosos habían sido dominados: en cuartos de final, 4-2 a Brasil -con un expulsado por bando y una batalla campal en los vestuarios- y, en semifinal, también 4-2 a Uruguay, si bien tras una dramática prórroga resuelta por un espléndido testarazo de Kocsis, que mereció incluso la felicitación señorial del uruguayo Schiaffino. Alemania, en efecto, aparecía como una simple formalidad, aunque su contundente victoria por 6-1 contra Austria en la otra semifinal era un resultado muy digno de consideración.

La final se inició bajo los mejores auspicios para Hungría: a los 6 minutos Puskas marcó el primer gol; su espinilla no se resentía aún del esfuerzo. Dos minutos más tarde, Czibor puso el 2-0 en el marcador. Todo podía terminar aquí, pero a los 10 minutos de juego, el interior Morlock acortó distancias: 2-1. Y a los 18, el pequeño extremo Helmut Rahn aprovechó un error defensivo para establecer el empate. La final volvía a comenzar. Pero los húngaros tenían el hándicap de un Puskas disminuido (y en 1954 no se admitían las sustituciones). Bozsik, su mejor defensa, acusaba el peso de varios partidos muy duros, y los centrocampistas no proporcionaban a Kocsis la oportunidad de conectar sus temibles testarazos.

La racha goleadora se interrumpió. Empezaba un duro forcejeo en el centro del campo. Fritz Walter, el pulmón del equipo alemán, y sus compañeros Mai y Morlock, apoyados en el sólido bastión defensivo que era Liebrich, empezaron a imponerse al trío formado por Bozsik, Zalearías e Hidegkuti. Así iban pasando los minutos y se perfilaba la posibilidad de una prórroga. Sin embargo, a los 39 minutos del segundo tiempo, Bozsik dejó una pelota suelta que fue aprovechada por el extremo Rahn para internarse en el área y batir al meta húngaro cuando éste iniciaba una salida desesperada. Los últimos seis minutos constituyeron un dramático ataque magiar. Lo mismo que cuatro años antes en Maracaná, se producía la gran sorpresa, y Alemania ganaba el Campeonato del Mundo, rompiendo así la imbatibilidad de los húngaros mantenida a lo largo de casi siete años.

La victoria alemana sería más tarde puesta en tela de juicio por algunos observadores. Se señaló que los jugadores habían sido estimulados con determinados productos químicos en aquella memorable jornada del 4 de Julio. Su entrenador, el veterano Sepp Herberger, rechazó indignado las acusaciones, pero pocos días después de la final, la mayoría de sus jugadores se vieron aquejados de una misteriosa enfermedad parecida a la ictericia, lo que nos dejó de levantar fundadas sospechas. En cualquier caso, nada pudo probarse al respecto.

Helmut Rahn, un extremo derecho, había sido el "verdugo" de las aspiraciones húngaras en este caso. Nacido el 16 de Agosto de 1929, su juego se basaba en un extraordinario fondo físico, que le permitía apoyar a sus compañeros en el centro del campo, y en una formidable potencia de tiro. Había debutado en la selección alemana a los 22 años de edad y llegó a jugar 40 partidos internacionales, entre ellos los correspondientes a la Copa del Mundo de 1958. En esta ocasión Rahn marcó 5 goles en los tres partidos de la fase eliminatoria y después el único gol de encuentro en los cuartos de final ante Yugoslavia. En 1960, y ya en el declive de su carrera, fichó por un equipo holandés, donde todavía jugó un par de años.

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Jamás en mi vida me sentí tan feliz por haber perdido. Con los cuatro goles que me hicieron salvé la vida a once seres humanos. Antes de empezar el partido los italianos recibieron un telegrama de Mussolini en el que decía: Vencer o morir.

(ANTAL SZABÓ, arquero de la selección húngara en el Mundial de 1938)

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Tuvo una carrera completa en Hungría y la repitió en España con el Real Madrid. Por eso no es sólo un jugador de categoría mundial, sino que pertenece al reino de los sueños.

(GYULA GROSICS, portero de la selección húngara en la década del '50, opinando sobre Ferenc Puskas)

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Más allá de los promocionados goles históricos de Pelé, Hugo Sánchez, Romario, Ronaldo, Batistuta, Crespo o Raúl, y de nuestros entrañables “Gringo” Scotta, Artime, Sanfilippo y Diego, es el húngaro Ferenc Deak (foto) el que mantiene una marca cada vez más difícil de superar en este fútbol tan competitivo...
Posee el récord de mayor cantidad de goles anotados en una temporada: 66 en el campeonato de su país en 1946, cuando se estaba forjando la gran selección húngara que le quitaría el invicto a los ingleses en Wembley...
Aquella Hungría se clasificaría subcampeona mundial de la Copa de 1954, que organizó Suiza, al perder una final increíble ante Alemania, cuando pese a ir ganando por 2 a 0, cayó por 3 a 2 (Argentina no participó de ese certamen)...
Deak, que jugaba para el club Szentolorinci, formó parte de la generación de futbolistas húngaros que hicieron historia, con jugadores de la talla de Puskas, Kubala, Czibor y Kocsis, a manera de ejemplo, aunque se quedaron con las manos vacías en cuanto a títulos...
En ese torneo, Sandor Kocsis fue el goleador con 11 tantos y Hungría resultó la selección más ofensiva con 27 goles en 5 partidos. Deak tuvo menos repercusión, pero quedó en la historia de los máximos goleadores de ligas locales...

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Los hermanos Willie y René Van der Kerkhof (en la foto, abajo, 3º y 4º de izquierda a derecha) jugaron la final del Mundial en Argentina en 1978, defendiendo a Holanda cuando perdieron ante el seleccionado argentino en el estadio Monumental de River Plate.
También los hermanos alemanes Berndt y K. H. Foster estuvieron en la final de una Copa del Mundo, en España '82, cuando Alemania cayó ante Italia en el estadio Santiago Bernabeu.
La primera vez que dos hermanos pudieron consagrarse campeones en un mundial representando a su país, fue en el certamen organizado por Suiza en 1954 cuando en la final, Alemania le ganó a Hungría por 3 a 2 y en el equipo germano estaban Fritz y Ottmar Walter.
Fue el 4 de Julio de 1954, en Berna, y los equipos formaron así. Alemania (3): Turek; Posipal, Liebrich y Kohlmeyer; Eckel y Mai, Rahn, Morlock, Ottmar Walter, Fritz Walter y Schafer.
Hungría (2): Grosies; Buzansky, Lorant y Lantos; Bozsik, Zakarias; Czibor Kocsis, Hidegkuti, Puskas y Toth.
El segundo caso se dio en el Mundial de Inglaterra, en 1966, cuando en la final entre el local y Alemania Federal, para el ganador jugaron los hermanos Jackie y Robert Charlton.

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Aquel equipo rayó la perfección. Su lugar en la historia del deporte es semejante a la de un gran atleta que no conquista una medalla de oro en las Olimpíadas.

(BRIAN GLANVILLE, periodista británico, testigo de la final del Mundial de 1954, refiriéndose a la selección de Hungría que, con Puskas lesionado, perdió la final 3 a 2 con Alemania)

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Un extraño suceso se produjo pocos minutos antes de iniciarse el partido entre Hungría y Portugal, el 13 de Julio de 1966, por el Grupo 3 del Mundial de Inglaterra.
Los espectadores que asistieron al estadio "Old Trafford" de Manchester, notaron que cuando el equipo húngaro realizaba el precalentamiento, su arquero Szentmihalyi resbalaba de manera imprevista, golpeándose la cabeza contra uno de los postes, quedando semiinconsciente.
Lo atendieron durante varios minutos (el árbitro inglés Callagham comenzó las acciones con retraso), hasta que Szentmihalyi pudo recuperarse. Pero no del todo. Se sentía mareado, aunque igualmente pidió que lo dejaran en su puesto.
Apenas comenzado el partido, antes de los 2' Portugal se colocaba en ventaja. Una mala salida del arquero húngaro ante un centro, permitió el limpio cabezazo de Augusto.
Luego, Eusebio chocó con Szentmihalyi, quedando éste aún más obnubilado. Pero siguió atajando, sin una total recuperación. Nadie, en el banco de suplentes, lo advirtió.
En la segunda parte, Bene empató a los 15', pero casi inmediatamente, un tremendo yerro de Szentmihalyi, provocó la desazón húngara. Eusebio quiso tirar centro, el arquero hizo "vista" y... 2-1.
Poco antes del final, Torres convirtió el tercer gol portugués, ante una nueva falla del arquero.
Así, Portugal ganaba un partido que en la previa suponía difícil, pero que se le dio a favor debido a las circunstancias mencionadas y ante la poca previsión del cuerpo técnico de Hungría, dejando a un arquero en inferioridad de condiciones al que le hicieron goles tan tontos como decisivos.

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Si le daba una vez al balón, marcaba dos goles.

(ZOLTAN CZIBOR, opinando sobre su ex compañero en el Kispest y en la selección húngara Ferenc Puskas)

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