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El canto de los ausentes (Claudio Morresi - Argentina)
Se debía consensuar la Junta Directiva que dirigiría al FC Barcelona. Adolfo Suárez manifestó que prefería no meterse y fueron el subsecretario de Gobernación: Rodríguez de Miguel, Juan Gich quienes pactaron que Carrasco, Vilaseca, Lloveras pudieran entrar en la Junta, Ariño quedaría como en un segundo plano.
Y es que durante muchos años, las Juntas Directivas eran elegidas ‘a dedo’ desde la Capital de España y siempre entre personas afines al gobierno.
Como el propio Agustín Montal reconoce, ser presidente del Barça en aquella época era muy duro, ya que el Barça tenía encima los ojos del centralismo y sobre todo de la Dirección General de Deportes que dependía directamente del Ministerio del Movimiento y el mero hecho de hablar en catalán, incluso por la megafonía del estadio era "pecado". Tanto que en un partido ocurrió la siguiente anécdota:
Se dió un aviso por megafonía. El Ministro de la Gobernación que estaba invitado preguntó:
- ¿Qué idioma están hablando? -preguntó el Ministro.
- El Catalán. Ha sido una decisión de la Asamblea del club -le contestó Montal.
- La Asamblea del Barça es el acto politico antifranquista más importante que se ha hecho desde la Guerra. Si hablan este idioma otra vez, te lo diré en otro sitio y de otra manera -contestó el Ministro.
(tomado de la página “Mushofútbol”)
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Sin embargo, ‘Jo’ Gaetjens se iba a encargar de romper ese sueño. Después de perder ante España y con ya casi ninguna posibilidad de clasificarse para la fase de grupos final, Estados Unidos acabó también con las posibilidades de Inglaterra en el Mundial gracias a un gol del futbolista nacido en la ahora devastada ciudad de Puerto Príncipe. El partido finalizó 1-0 y el tanto de Gaetjens le convirtió en una auténtica leyenda y en el auténtico héroe de aquel encuentro. Aquella derrota fue un duro golpe para Inglaterra y el país lo llegó a etiquetar como “catástrofe”.
Parecía que la vida de Joe Gaetjens iba a cambiar por su gol ante Inglaterra y que todo iba a ser color de rosa... pero nada más lejos de la realidad. El futbolista de Estados Unidos no iba a disfrutar de un final feliz. Después de jugar unas temporadas en Francia, decidió colgar las botas para convertirse en comercial.
Catorce años más tarde de su gol en el Mundial de Brasil regresó a su Haití natal. En 1964 la dictadura de François Duvalier ahogaba todos los sueños de sus ciudadanos y los de Gaetjens no iban a ser menos. El ya ex futbolista fue detenido por la policía secreta y desapareció para siempre. Nadie supo más de él. El hermano de ‘Jo’ movió cielo y tierra para conocer su paradero pero sin ninguna fortuna. Muchos investigadores apuntan a que el futbolista falleció el mismo año de ser arrestado, en 1964, pero sin ninguna prueba convincente que así lo demuestre. ¿El lugar? Nadie lo sabe.
En 1976 la Federación de Fútbol estadounidense incluyó a Joe Gaetjens en su ‘Salón de la Fama’. Un bonito homenaje hacia un héroe que no tuvo un final feliz.
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IGNACIO RAMONET, periodista español, ex director de “Le Monde Diplomatique”)
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(GETÚLIO VARGAS, presidente de la República Federativa del Brasil, arengando a la delegación brasileña, finalizada la Copa del Mundo de 1934 que obtuvo la selección 'azzurra')
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(JEAN-FRANÇOIS NYS, doctor en Ciencias Económicas y escritor francés)
Gloria maldita (José Antonio Fernández - España)
El estadio quedó vacío tras el partido, aunque los focos aún iluminaban el césped. Meditabundo, Oldrych Nejedly contemplaba el escenario con las manos en los bolsillos del pantalón, con ese mal sabor de boca que imprime la derrota; para él era aun peor, había fallado una pena máxima en el último suspiro del encuentro.
Todos confiaban en él; sin embargo erró el disparo y la luz se convirtió en tinieblas, ése es el precio que tiene pagar el lanzador, que en las botas tiene por un momento la gloria y el fracaso, en un segundo que parece eterno.
Italia, 1934. Llegó con la esperanza de ganar el campeonato, como todos, pero su equipo comenzó a ganarse el respeto de los demás en el primer partido cuando ganaron a Rumanía por 2 goles a 1, marcados por él mismo y por su compañero Puc.
Así comenzó Checoslovaquia su andadura por el mundial de ese año, pero además del poder futbolístico de los azzurri tendrían en contra el poder del Duce. Mussolini, amén de organizar el torneo superando obstáculos burocráticos de forma polémica, quería ganarlo a toda costa, por lo que utilizó todo ese poder.
Mientras tanto el equipo checoslovaco seguía avanzando y se encontraba ya en cuartos de final. Enfrentándose a Suiza y venciendo por 3 goles a 2 pasaron a la siguiente ronda donde les esperaba Alemania. En ese momento pensó Nejedly que el sueño había llegado a su fin, pues era de esperar que los alemanes ganaran el partido, pero su espíritu era fuerte y no se dio por vencido, al igual que sus compañeros, la gran final estaba ahí, a la vuelta de la esquina, el sueño de todo jugador: abrazar la gloria por un momento, escribir una página en la historia.
Nejedly lo sabía, infundió ánimos a su equipo y Alemania sucumbió; tres goles suyos catapultaron a su equipo a la gran final, el momento soñado. Y llegó el gran día, sólo tenían que salvar un escollo más y el trofeo más preciado sería para ellos, pero se enfrentaban al país anfitrión: Italia. Combi, Alemandi, Bertolini, Meazza, Orsi... la squadra azzurra.
En el Olímpico de Roma no cabía un alfiler. Mussolini presidía el encuentro como un emperador romano que espera en el Coliseo la salida de los gladiadores para levantar o bajar el pulgar según le plazca.
Mientras, en el vestuario, el seleccionador checo se sube en uno de los bancos y se dirige a los jugadores. Parece que les va a dar las órdenes pertinentes e infundirles ánimo para ganar el encuentro, pero no, se saca un papel del bolsillo y lo lee. Abatidos, algunos lloran, otros se sientan cabizbajos, pero deben salir al terreno y afrontar el partido.
Nejedly mira alrededor cuando salta al terreno, el ruido es ensordecedor, una banda de música se prepara, los equipos se sitúan y suenan los himnos. Cuando suena el de Italia la multitud lo entona al unísono y estalla en un clamor cuando éste acaba. El partido comienza, los checos no parecen los mismos de encuentros anteriores; Nejedly pierde el balón con facilidad y falla ocasiones inexplicablemente.
A pocos minutos del final, Puc marca para Checoslovaquia pero extrañamente apenas lo celebran, el Olímpico de Roma enmudece, los jugadores se miran unos a otros, se reanuda el juego y en poco tiempo marca Orsi para Italia y poco después Schiavio, en una gran jugada, le da la vuelta al marcador.
Pero a un minuto del final Nejedly se interna en el área y Allemandi le derriba, el árbitro decreta pena máxima. El estadio vuelve a enmudecer. Nejedly coloca el balón en el punto de penalti, mira detenidamente al portero; luego gira la cabeza y contempla la tribuna donde Mussolini aguanta la respiración debajo de su rostro pétreo -en realidad parece que todo el mundo aguanta la respiración-.
Vuelve a mirar a la portería, toma carrerilla y lanza: el balón roza el poste izquierdo y sale por la línea de fondo. El Olímpico vuelve a estallar, Mussolini se levanta como un resorte, el árbitro pita el final del partido y todo es un clamor. Italia es campeón del mundo.
Cincuenta años más tarde, Nejedly, sentado en un butacón de su casa el día de Navidad, el día de su cumpleaños, observa el recorte de periódico donde puede verse su foto después del partido mirando hacia la portería donde erró el penalti, cabizbajo, con las manos en los bolsillos. Extrajo un papel semiarrugado del interior de un libro y volvió a leerlo:
“Les recuerdo con esta misiva que si ganan este partido, los jugadores de la selección italiana serán fusilados al amanecer dentro del terreno de juego.
Ese mismo año el escritor checo Milan Kundera publica su obra “La insoportable levedad del ser”. En ese libro Nejedly guardaba el papel entre unas páginas donde había subrayado este texto: “La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes”.
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Era oficial de los Alpini (Cazadores de Montaña) en pleno régimen fascista. Le gustaba que los trenes llegaran en punto, pero no soportaba los actos de violencia armada.
(GIORGIO BOCCA, escritor italiano, recordando al entrenador de la ‘azzurra’ entre 1928 y 1948 y con la cual ganó dos Copas del Mundo)
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Cacho, el capitán (Rubén Herrrera - Argentina)
"muchas veces, regesar,
no es estar de vuelta"
-¡Volvió, Doña Cata, volvió! -le grité desde la mitad de la cuadra al ver que no se dio vuelta, le volví a gritar mientras corría hacia ella. La calle estaba cubierta de hojas, hacia frio, y comenzaba a lloviznar.
-¡Volvió, Doña Cata, volvió! Pensé que no me había escuchado, porque no giró su cuerpo para verme. Cuando la tuve ahí, le toqué el hombro, y le volví a decir.
-¡Volvió, Doña Cata, al fin volvió! Vio que le dijimos que todo iba a salir bien, que iba a volver, que estaría con nosotros de nuevo. Pero me miró con una mirada triste y a la vez indiferente, como ausente, como pensando en otra cosa.
-Sí, por suerte volvió -me contestó-. Mientras se dio vuelta como para continuar su viaje. Seguro que iba a la capilla para agradecerle a Dios.
-Claro que sí, claro que volvió, recién me enteré. Y ya les dije a mis hermanos y a todos los muchachos. El sábado, le vamos a preparar un asado de bienvenida. Ya arreglamos todo, lo vamos a hacer en la casa de Don Jiménez, el padre de Javier. Así que dígale a Cacho que esta tarde voy a su casa y arreglamos la hora, mientras nos tomamos una cerveza.
Doña Cata me miró y dijo algo que nunca pensé que diría.
-¡No!, El Cacho no quiere verlos, no quiere ver a nadie, él solo quiere descansar.
-¿Cómo dijo Doña Cata?, ¿Que no quiere vernos? A nosotros, a sus amigos, a sus hermanos, a los que siempre estuvieron con él en todas, ya sean buenas o malas. Bueno está bien, hoy déjelo que descanse, dígale que se duerma todo, porque en realidad debe estar muy cansado, pero que mañana, nos vamos con todos los muchachos, a celebrar y esperar ese asado que le preparamos, mientras charlamos sobre como paso allá, en ese lugar lejano.
Doña Cata se alejó lentamente, llevaba como siempre, un vestido largo y oscuro, con un abrigo negro encima, como para cubrirse del fuerte viento de Junio, cartera y zapatos negros y su infaltable pañuelo en la cabeza. Se la veía distinta, algo raro le sucedía, porque su hijo había vuelto y no se la veía feliz, parecía más bien preocupada.
Yo me fui a la casa del enano, para que organicemos un partido de solteros contra casados, ya que hace como tres meses que no jugábamos. Claro, el Cacho no estaba, entonces decidimos entre todos los muchachos, que no jugaríamos hasta que el capitán del equipo volviera, y ahora que esta de vuelta con nosotros, que mejor que jugar un partido.
Al otro día, después de juntarnos en la cancha de Don Julio y cuando estaba cayendo la tarde, fuimos hasta la casa de Cacho, como para charlar mientras nos tomábamos una birra, que habíamos comprado en el almacén de la esquina.
Su casa era una prefabricada que compraron cuando su padre aún trabajaba en el ferrocarril y su madre lavaba ropa para un geriátrico de Capital. Él, su padre, murió, como hace diez años en un accidente, que nunca fue esclarecido, después que se unió a la huelga del sindicato. Cacho tuvo que trabajar duro junto a su madre para salir adelante, ya que las cosas eran difíciles.
Cuando llegamos, golpeamos las manos por arriba del portoncito de caño verde, que tenía este, al lado del tejido que da a la vereda. Salió el perro ladrando desde el fondo, esperamos unos segundos y al ver que nadie atendía volvimos a golpear. Se abrió la puerta de la casa y apareció Doña Cata.
-¿Cómo le va Doña? -le pregunté- venimos con los muchachos para verlo a Cacho, estamos ansiosos por hablar con él, así que dígale que venga, que queremos verlo.
Su respuesta, nos sorprendió a todos:
-¡No! Cacho está cansado y me dijo que no quiere ver a nadie.
-Pero señora dígale que somos nosotros, los muchachos, sus amigos.
-Ya les dije que no quiere ver a nadie -nos volvió a contestar.
-¿Cómo que no quiere ver a nadie? Le dije levantando la voz. Dígale que salga o sino entramos nosotros igual. Una nueva, que no quiere ver a nadie.
En la ventana, se vio correr la cortina desde adentro, y para sorpresa de todos, su figura se dibujo en ella. Estaba ahí, sí Cacho estaba ahí, nuestro amigo, nuestro hermano, aquel que nos enseñó a jugar al fútbol, a casi todos. Aquel que nos defendía si alguno de otro barrio quería pegarnos. Claro tenía como dos años más que todos.
Estaba en la ventana, lo vimos mucho más flaco que cuando se fue, tenía la cara demacrada y una barba mal cuidada, cuando de repente dijo:
-¡Acaso no escucharon lo que dijo mi vieja! ¡Qué, ¿habla inglés acaso?! Les dijo que no quiero ver a nadie, o no entendieron. Quieren que se los diga yo entonces. -Bueno- ¡no quiero ver a nadie! -gritó desde adentro.
Yo lo miré al Enano, a mi hermano Bocha, a Topo, al Zurdo, a todos como buscando alguna explicación a lo que había escuchado, pero nadie entendía nada.
-Cómo que no querés ver a nadie? -le dije-, mientras lo miraba a la cara, notando un extraño comportamiento. ¿Qué, acaso no te acordás más? Nosotros somos tus amigos de toda la vida. Los que rezábamos todas las noches para que regresaras pronto a casa. Si hasta fuimos haber al Papa cuando vino. ¡Sí!, fuimos a pie, y hasta Don Vicente nos acompañó, y vos sabés mejor que todos, que él no creía en nada, ni en nadie. Pero estuvo ahí, acompañándonos para pedir que vuelvas. Justamente a los muchachos, los que todas las tardes nos juntábamos en la casa de Armando, para escuchar la radio y comentar lo que pasaba. Los que te escribíamos dos veces por semana, si hasta compramos todas las barras de chocolate que existían en la zona, con tal de enviártelas, para vos y para todos los que estaban con vos. Así que dejate de joder y vení, abrí el portoncito, que tenemos que hablar de muchas cosas. Ah, la llamé a Carmencita y me dijo que viene para acá, ella está laburando cama adentro, pero no puede aguantar hasta el sábado a la tarde y se tomaba el primer bondi que venía. Me dijo que se moría por verte, que te extrañaba mucho, y que se volvía loca si no venías pronto.
-No muchachos, váyanse que quiero preparar todo, porque nos vamos del barrio. Nos mudamos cerca de mi tío allá en Corrientes.
-¿Cómo que te vas del barrio? Si vos sos parte de él. Si creciste acá, si fuiste a la escuela con nosotros, y para colmo sos el capitán del equipo. Porque acá, para que sepas y sino preguntale a tu vieja si no me creés a mí, no se jugó más al fútbol.
-No chicos, ustedes no entienden nada, yo ya no quiero jugar más, yo me cansé de jugar, así que mejor búsquense otro capitán, por que me voy al Interior.
-No Cacho, no digas nada de lo que te puedas arrepentir -le dije- lo que todos queremos, es que te quedes, que descanses mucho, y vuelvas a jugar con todos nosotros. Porque tenés una zurda espectacular, le pegás los tiros libres como nadie, gambeteas como un elegido, si hasta hiciste como cinco goles de córner, en el último campeonato.
-Ya me cansé de todos -volvió a decir- me cagué de hambre, me cagué de frio, me cagué de miedo, por qué y para qué, me pregunto todas las noches. Ya que ni siquiera duermo. Yo solo quería ser feliz, casarme con Carmencita y tener muchos hijos.
-Y bueno hermano, ya estás aquí -le grité también- Ahora podrás hacer todo lo que soñaste, casarte tener hijos, jugar al fútbol todo los domingos, y todo el pueblo se juntará detrás del alambrado, para verte jugar y disfrutar.
Cacho empezó a gritar y maldecir a todos. A los tipos que lo mandaron ahí, a los que no entendían nada, a los que creían que era todo un juego, a los que seguían la vida como si nada sucediera, a los que hablaban por hablar. Sabiendo que a ellos nunca les iba a tocar. Decía que estaba cansado y que otra vida comenzaría pronto, mientras decía esto, su voz empezó a quebrarse.
-No ven que no quiero jugar más, por que no me dejan de joder, ¡no quiero jugar más! Nos gritó a todos, mientras se corría desde la ventana, hacia la puerta. Y una vez apoyado en el marco de ésta, dijo:
-No es que no quiero ¡no pueeedooo! Gritó llorando fuerte, y con mucha bronca, que le nacía desde el fondo de su corazón.
Aquella zurda, de los pases milimétricos, de los tiros libres impecables, de los goles olímpicos. La que nos deleitaba a todos, ya no estaba en su lugar, se la habían amputado en Malvinas, en un conflicto bélico, que él no había elegido…
(En memoria de todos los “Cachos” que volvieron, y de todos los que dejaron la vida, en defensa de las Islas Malvinas)
Yo jugué ese partido pensando en Malvinas. Sentimentalmente, hice culpable a cada uno de los jugadores ingleses de lo que había sucedido y mis goles tuvieron un sabor diferente. El primero fue como meterle la mano en el bolsillo a un inglés y sacarle una plata que no era de ellos.
El segundo tapó todo...
(DIEGO MARADONA, recordando su enfrentamiento con Inglaterra en México '86 y el recuerdo de la Guerra de Malvinas de cuatro años antes)
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El principio y el fin de mi aventura con selección fueron extraordinarios. Del Campeonato Europeo al principio, en 1968, hasta la Copa Mundial de la FIFA de 1982... no se puede pedir más.
Cuéntenos la anécdota del regreso a Roma en el avión de Pertini
Aquel Mundial de España se vivió en mi país con un fervor extraordinario. Regresamos a Italia en el avión del Presidente Pertini, que se había entusiasmado mucho en el estadio. Nos pidió que jugáramos una partida de escoba. El Presidente, Bearzot, Causio y yo. Nos pasamos la hora y media de viaje jugando. Pertini era un hombre capaz de hacer que te sintieras muy cómodo en su compañía, parecía uno más del grupo, era extraordinario. Aterrizamos en Roma y se desató la locura hasta el Quirinale. Pertini dice que tenemos que comer algo y va y salta: "Mi sitio es éste. Quiero a Bearzot a un lado, Zoff al otro y a todos los jugadores. Si hay sitio para los Ministros y para los Diputados, vale. Si no, que se vayan a un restaurante". Sabía expresarse, Pertini.
¿Cree que esa pasión de la gente por las calles, tan sólo por un partido de fútbol, es justificada?
Somos un pueblo que, socialmente, siempre ha vivido con pasión el fútbol. Es un deporte muy popular. Ha prendido en todas las clases sociales. Por eso, se celebran así las victorias y el triunfo en un Mundial, especialmente en un Mundial en el que se ha cumplido, se ha llegado hasta el final con corrección, porque eso es lo que caracteriza a Bearzot: la corrección, la responsabilidad. Cumplir con nuestro cometido y, encima, ganar, enarbolar bien alta la bandera italiana, es un placer y es justo que la gente lo celebre por todo lo alto.
(DINO ZOFF, recordando en la página oficial de la FIFA la conquista del Mundial de 1982 por parte de la selección 'azzurra')
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Los 'leopardos' emprendieron viaje hacia Alemania con una advertencia de su presidente, el delirante dictador Mobutu Sese Seko: "Si pierden, no vuelvan". Lo recordaron, sin duda, cuando Yugoslavia les ganó por 9 a 0.
Ya consumada su eliminación, intentaron poner en práctica un plan desesperado: subieron al autobús que les prestaba la organización e intentaron huir hacia cualquier sitio, menos hacia su propio país.
Según algunas versiones, el plan consistía en volver a Zaire por carretera y aplacar la ira de Mobutu regalándole el vehículo. La cosa no funcionó. La policía alemana les detuvo en la frontera y les obligó a devolver el autocar. Volvieron a Kinshasa, capital de ese país y, como temían, sufrieron represalias y alguna paliza policial.
Pero no siempre fue de esta manera.
A los colegiados se les llamaba por su apellido paterno, y se podía leer en las crónicas de los periodicos deportivos o escuchar en la radio "Pérez tuvo una mala actuación o García estuvo correcto", pero hace unas décadas hubo un colegiado de apellido Franco que tuvo una tarde nefasta.
Por esos tiempos, había que ver quién era el guapo que tenía bemoles de radiar o escribir "Franco estuvo desacertado, Franco se equivocó constantemente o Franco no da ni una" cuando el destino de la Madre Patria estaba en manos del Generalísimo.
La solución que tomó la prensa fue la de nombrar al trencilla por sus dos apellidos y al no haber lugar a confusión podían ponerlo a caldo sin riesgo de acabar delante de un tribunal con juez togado y fiscal.
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(JULIO HUMBERTO GRONDONA, Presidente de la A.F.A., al comunicarse con la producción del programa “Ahí, donde está el silencio”, que conduce Mauro Viale por Radio Rivadavia en ocasión del partido amistoso Alemania-Argentina del miércoles pasado. Grondona hablaba con otra persona acerca de la ayuda del Gobierno a la AFA en la televisación del fútbol argentino sin percatarse que estaba saliendo al aire. Se puede escuchar en este enlace.)
- Señor Pozzo, terminada la ceremonia inaugural de la Copa del Mundo se hará un desfile militar. Sucede que quiero saludar al pueblo, y sucede también que los jugadores y usted tendrán que hacer presencia en el mismo.
- Presidente, me parece buena idea lo del desfile, pero mis muchachos no podrán asistir. Eso los podría desconcentrar.
- Vamos, señor Pozzo, es una simpleza. Además, yo quiero que usted y el resto del equipo participen del desfile.
- Pero a usted también le gustaría que Italia consiga el título mundial y esas dos situaciones se contraponen.
- Señor Pozzo, seré más concreto. Asuma que la presencia suya junto a la de la selección, es una orden mía.
- En ese caso no tenga ninguna duda, presidente. Ellos estarán, pero sin mí. Yo solamente dirijo lo que puedo controlar.
- Está bien, señor don Vittorio. Tiene usted razón. Si va a desconcentrar al equipo no asistan al desfile, pero Dios le ayude si Italia no gana la Copa del Mundo.
Y con esa Espada de Damocles sobre su cabeza, Vittorio Pozzo, director técnico de la selección italiana de fútbol a la II Copa del Mundo, encaró el compromiso, ganó el evento, y salvó su vida.
Vittorio Pozzo, 4 años más tarde, en 1938, también dirigió el equipo ‘azzurri’ a la tercera Copa del Mundo que se celebró en Francia y también ganó. En la ocasión Italia se convirtió en el primer país que gana en 2 Campeonatos del Mundo de manera consecutiva, Brasil ganó en 1958 y 1962, pero la única que lo hace con un mismo Director Técnico.
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Desde el punto de vista futbolístico fue una verdadera pena pues las rivalidades nacionalistas impidieron que un equipo formidable explotara al máximo su talento en la cita germana. Disponían de un centrocampista sensacional, el esloveno Brane Oblak, y de un genial extremo zurdo, el serbio Dragan Djazic.
Las cosas se desarrollaron bien durante la primera fase porque los futbolistas se comprometieron a mantenerse unidos en la lucha por un objetivo común: la prima que les había prometido el mariscal Tito. El plan se torció tras la brillante clasificación para la segunda fase. Un grupo de jugadores, entre ellos Djazic, reclamó que se les anticipara una parte de la prima. Querían aprovechar su estancia en Alemania para ir de compras.
El presidente de Yugoslavia hizo entonces una cosa poco aconsejable: viajó a Alemania, se reunió con los futbolistas, les lanzó una arenga sobre la gloria y el triunfo y les pagó todo el dinero prometido. Ese mismo día comenzó el desastre. Ya nadie se preocupó de otra cosa que de gastar, preferiblemente en compañía de señoritas. También quedó olvidado el pacto de unidad. Serbios y croatas dejaron de hablarse.
Oblak, esloveno, lo resumió años más tarde con una frase: "El dinero fue nuestra ruina".
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(LEOPOLDO JACINTO LUQUE, ex internacional argentino, opinando en 2008 acerca de las condiciones socio-políticas en las que se desarrolló el Mundial de Argentina 78)
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(MARIO DAS NEVES, gobernador de la provincia de Chubut, objetando al gobierno argentino por los retrasos en el giro de fondos a provincias, mientras está al día el contrato con la A.F.A. por la televisación del fútbol)
Carlos Alberto Torres y Jairzinho habían sido revelaciones en ese Panamericano en el que el scratch se alzó con la medalla de oro, en un momento en que el fútbol brasileño, campeón del mundo en Chile 1962, pasaba por un momento de esplendor.
Pero lo que marcó Mayo de 1963 fue la inolvidable visita del equipo de Madureira a Cuba, donde sería recibido con honor y reverencia por Ernesto “Ché” Guevara, líder de la revolución cubana que llevó a Fidel Castro al poder en 1959 y una figura destacada de su tiempo.
"El contacto con el Che Guevara fue muy amable. Fue amor. Nos visitó en el hotel y asistió a uno de los encuentros en donde distribuyó serpentinas", recuerda Jorge Farah, hincha del Madureira presente en la gira por la isla.
El paso de Madureira por la isla era parte de una gira por América, dos años después que el club se había convertido en el primero en Brasil en hacer un viaje alrededor del mundo. Meses antes, el Che Guevara había recibido en Brasilia, de manos del presidente brasileño, la “Orden de la Cruz del Sur”.
En el mismo período Flamengo, Fluminense y Bangú viajaron de gira a Europa y Bonsucesso armó sus maletas para un amistoso en Guayaquil, Ecuador.
La gira del Madureira, concretada por José Correia da Gama da Silva, que presidió el club durante el período 1959/1960, se inició en Colombia, prosiguiendo luego por Costa Rica, El Salvador y México.
En Cuba, Madureira hizo un total de cinco partidos, ganando todos: el primero por 5 a 2 ante Industriales (campeón local), el segundo por 6 a 1 ante un combinado del Municipio de Morón, de la provincia de Camagüey, el tercero ante una Universidad (11 a 1) y dos presentaciones ante una selección de La Habana (el primero lo ganó por 1 a 0 y 3 a 2 el segundo, el 20 de Mayo de 1963, cuando contó con la presencia en la tribuna oficial del Ché Guevara, por entonces Ministro de Industria cubano.
"Llevaba el uniforme verde oliva del Ejército y después del partido saludó uno por uno a los veintidós jugadores. Parecía un hombre íntegro" recuerda Farah.
En 1963, Cuba llevaba cuatro años bajo el régimen comunista, establecido después del triunfo del Movimiento “26 de Julio”. La delegación brasileña se hospedó en el legendario hotel “Habana Hilton”, un símbolo de la opulencia de América durante la dictadura de Fulgencio Batista y renombrado luego "Cuba Libre" por Fidel Castro.
Después de tantos años, muchos recuerdos se desvanecen, pero Jorge Farah no olvida a Cuba, el Che y la fascinación suscitada por la gente cubana.