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El fútbol es la última representación sagrada de nuestro tiempo. Mientras que otras representaciones sagradas están en declive, el fútbol es el único sobreviviente. El fútbol es el espectáculo que sustituye al teatro.

(PIER PAOLO PASOLINI [1922–1975] -foto-, escritor, poeta y director de cine italiano)

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Una de las películas argentinas emblemáticas en cuanto a los sueños de los chicos de llegar a jugar al fútbol en Primera División fue "Pelota de Trapo", estrenada el 10 de Agosto de 1948 en el cine Metropolitan de Buenos Aires.
Allí, el actor Armando Bo (foto) tuvo un desempeño de singular valía, además de ser el productor del filme que dirigió Leopoldo Torres Ríos.
El argumento fue escrito por el periodista Ricardo Lorenzo, Borocotó, y en el mismo relata la historia de un hijo de obreros que ama al fútbol y que lo juega en su niñez con una pelota de trapo, y en su adolescencia con una de cuero, hasta que llega tener la oportunidad de jugar profesionalmente.
Una afección en el corazón, hace que su retiro se concrete de manera prematura y dramática.
Los protagonistas fueron Armando Bo, Floren Delbene, Orestes Caviglia, Santiago Arrieta, Andrés Poggio "Toscanito", Mario Baroffio, Semillita y Carmen Valdéz, entre otros.
Pero los amantes de la historia de nuestro fútbol, tienen la oportunidad de ver, en varios pasajes de la historia, a grandes jugadores de antaño como Oscar Sastre, Vicente de la Mata, Saúl Ongaro, ‘Tucho’ Méndez, Guillermo Stábile, Llamil Simes, Higinio García, Perico Marante y Rubén Bravo, además de los periodistas Félix Frascara, Enzo Ardigó y Fioravanti.
Pelota de Trapo, de 114 minutos de duración, participó de Festival de Venecia de 1950 y recogió premios nacionales como el mejor melodrama de la temporada cinematográfica.

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Si Maradona hubiese nacido en la época de Cristo habría sido por lo menos uno de los santos, uno de los apóstoles.

(EMIR KUSTURICA, músico y director de cine bosnio -2008-)

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El Bambino en el cine

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El fútbol es un sistema de signos, un lenguaje. Hay momentos que son puramente poéticos: los del gol. Cada gol es siempre una invención, una subversión del código: fulguración, estupor, irreversibilidad. Igual que la palabra poética.
El goleador de un torneo es el mejor poeta del año. El fútbol que produce más goles es el más poético. Incluso el dribbling es de por sí poético aunque no siempre como la acción del gol.
En los hechos, el sueño de cada jugador, compartido por cada espectador, es partir de la mitad del campo, dribbliar a todos y meter el gol. Si se puede imaginar en el fútbol una cosa sublime, es ésa. Pero no sucede nunca. Es un sueño...


(PIER PAOLO PASOLINI, 1922/1975, poeta, escritor y cineasta italiano)

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El negocio del cine es macabro, grotesco: es una mezcla de partido de fútbol y de burdel.

(FEDERICO FELLINI, -1920/1993-, célebre cineasta y guionista italiano)

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Pensar con los pies


Gonzalo Suárez y David Trueba reivindican el fútbol como símbolo y espectáculo. Con el horizonte de la Eurocopa que empieza el próximo sábado, los escritores y cineastas analizan un deporte que ha dado grandes crónicas pero no grandes películas.
Salta a la mesa el sintagma "intelectuales futboleros" y David Trueba niega la mayor. No por futbolero, sino por intelectual. "Intelectuales son Habermas y los académicos. Yo me considero más del entertainment, del mundo del espectáculo. Por oficio estoy más cerca de Sara Montiel. Tal vez Gonzalo, que es un pensador...". "¿Yo?", responde éste revolviéndose en la silla: "Individuo en dificultades. Yo quería ser explorador. Luego entendí que explorar era cazar moscas. Nunca me he puesto la bata de escritor". El mismo día en que el Manchester United le birló la Champions al Chelsea en los penaltis y a tiro de piedra de la Eurocopa de Austria y Suiza, que se abre el próximo sábado en Basilea, los dos escritores y cineastas se reúnen en un restaurante madrileño.
Gonzalo Suárez realizó informes para el Inter de Milán, al que entrenaba Helenio Herrera, el marido de su madre.
Uno de los protagonistas de la nueva novela de Trueba es un futbolista argentino que ficha por un equipo español.

"El fútbol es un drama en directo, y es muy difícil llevar esa pasión al diferido o a una película". (David Trueba)

"Chillida me dijo que había aplicado a su escultura nociones sobre el espacio aprendidas del fútbol". (Gonzalo Suárez)

David Trueba (Madrid, 1970) advierte de que él es un mero aficionado y Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) añade que nadie sabe de fútbol. Ni de economía: "Si entendieran, hubieran dicho a principios de año que el Zaragoza iba a bajar a Segunda y que la crisis estaba encima. Yo creo en el destino, pero a posteriori". "El partido del domingo se ve mejor el lunes", añade Trueba, cuya última novela, "Saber perder" (Anagrama), cuenta entre sus protagonistas con un futbolista argentino que ficha por un equipo español. Cuando nació David Trueba, Gonzalo Suárez ya había publicado seis libros y dirigido tres películas. "Lo conozco desde niño", dice éste de aquél. Y añade: "¡Dios mío, de todo hace ya veinte años! Cuando no cuarenta".

La relación del director de El portero con el fútbol daría para una novela (adaptable al cine, claro). El segundo marido de su madre fue Helenio Herrera, considerado el primer entrenador moderno de fútbol y al que se atribuyen ocurrencias ya históricas como: "Se juega mejor con diez que con once" o "vamos a ganar sin bajarnos del autobús". En los años en que H. H. entrenó al Inter de Milán, Gonzalo Suárez realizó informes sobre los rivales del equipo italiano. "No era un ojeador. No miraba jugadores. Para eso ya tenía Helenio unas fichas muy completas, como las de las bibliotecas. Yo era un espía", aclara. De aquella experiencia surgió en 1964 Los once y uno, una novela montada a partir de anécdotas reales del Inter y el Barça componiendo un solo puzzle. Sobre ella llegó incluso a hacerse un guión para la Warner, con una duda respecto al actor protagonista: el propio Helenio Herrera u Orson Welles. Además, en la primera mitad de los sesenta, Gonzalo Suárez publicó reportajes y entrevistas en diversos periódicos bajo el seudónimo de Martín Girard. Como apunta Javier Cercas, cuyo primer libro publicado no fue ninguna novela, sino un ensayo sobre la obra de Suárez, aquellas crónicas se adelantaron diez años al nuevo periodismo. En 2006 quedaron recogidas en un volumen imprescindible: “La suela de mis zapatos” (Seix Barral).

Justo antes de empezar a hablar de fútbol, David Trueba y Gonzalo Suárez -que a partir de la semana que viene analizarán la Eurocopa para la sección de Deportes de este periódico- reparan en que ambos, de jóvenes (o de más jóvenes), habían jugado... al balonmano.

SUÁREZ: Pero yo al balonmano de once contra once en campo de fútbol. Era precioso.

TRUEBA: Una especie de rugby.

SUÁREZ Sí, de hecho, yo viví los primeros tiempos del rugby en España, en la facultad. Nos entrenaba André Courrèges.

TRUEBA: ¿El diseñador de moda? A mí el balonmano me parece el deporte perfecto, como un ajedrez con personas. España es una potencia mundial y los medios no le dan relevancia.

SUÁREZ: A mí dejó de interesarme cuando pasó a ser de siete y en cancha de cemento. Soy herbívoro, no me gusta el cemento.

TRUEBA: Yo perdí el gen competitivo a los quince años.

SUÁREZ: Pues a mí me lo insufló Helenio Herrera. Yo había sido un niño de pasillo. Toda mi infancia, toda la posguerra. No de barrio, como otros niños.

TRUEBA: Sería curioso analizar ese gen. Maradona lo sigue teniendo. Y los que conocían a Cruyff dicen que no toleraba no ganar. Terminaba los entrenamientos y se quedaba a jugarse dinero viendo quién le daba más veces al larguero en lanzamientos de falta. Es gente con la competición en la sangre.

SUÁREZ: Helenio hasta en los aviones tenía que salir el primero. Era una continua carrera. Pero eso lo da el hambre, al menos en su caso. Había superado una miseria tan extrema que a partir de ahí se puso a correr y no paró.

TRUEBA: Es gente que asocia el juego a ganar. Otros, a disfrutar.

SUÁREZ: O a imaginar. Porque para ser competitivo necesitas anteojeras y limitar tu visión.

TRUEBA: Es lo que comentaban Mastroianni y Vittorio Gassman de los actores. Cuanto más tonto fuera, mejor. En el sentido de cuanto más vacío, para poderse llenar con el personaje. Luego se ha entendido mal lo de tonto, aunque un tonto es peligrosísimo, sea en un rodaje o en un campo de fútbol, es peor que un malo. Se referían a alguien que llega de nuevas, que está dispuesto a ser formado.

SUÁREZ: Eso sería inocencia. En ese sentido yo no he dejado de ser tonto. De hecho, "El idiota", de Dostoievski, fue durante mucho tiempo mi libro de cabecera.

¿El gen competitivo también es decisivo para el espectador? ¿Se puede disfrutar un partido sin querer que gane un equipo concreto?

TRUEBA: Es distinto. Eso es elegir, no ser fanático. En cuanto veo un partido ya tengo uno que quiero que gane. Y si gana me hago del otro, porque la celebración del triunfo me parece tan hortera... Es uno tan idiota en cuanto empieza a hacer así (levanta los dos brazos).

¿Y por qué engancha el deporte a la gente?

TRUEBA: Es que es de los pocos aspectos de la vida que concede la posibilidad de que el débil venza al poderoso. Por eso se engancha la gente. En la vida real es imposible: en la política, en la banca... El deporte concede esa pequeña ventanita de placer donde todos los débiles del mundo se alían o donde los débiles se hacen del poderoso porque les concede un domingo de poder. Luego termina el partido, cogen el metro y se vuelven al suburbio.

SUÁREZ: A mí hay dos cosas que me repugnan. Una, la dinámica de grupo. No me gusta la mentalidad del grupo. La otra es el público masivo de los estadios. Además, nunca he conocido a nadie que sea "el público". Nadie es "el público". Creo que hay que preservar a la persona. Escribo y hago cine persona a persona. Donde no está la persona se impone lo más irracional. Da miedo. Me dio miedo en su día, cuando hacía los informes para Italia, que era una tarea muy sencilla porque te decían muy concretamente lo que quería Helenio. Fue el primer país que puso rejas entre el campo y el público. Te veían escribir y se empezaban a meter contigo, eras sospechoso. No me fío de la masa que ve blanco donde es negro en función de la camiseta. Por eso creo que la fidelidad a un equipo es bastante tonta. Si te gusta el fútbol, es contradictorio con el hecho de que tengas que seguir una bandera. Eso siempre me da miedo. Banderas, sotanas, todo eso que se mueve al viento me produce escalofríos porque lo que viene detrás no me gusta.

TRUEBA: Eso ya es entrar en para qué se utiliza el fútbol.

SUÁREZ: Como contrapartida habría que hablar de la descarga de adrenalina que se canaliza en los estadios. Algo que en otros escenarios ya sabemos qué resultado da. Pero me molesta saber que bastan unas circunstancias, una banderita, una camiseta, para que nos convirtamos en eso.

TRUEBA: Hay una necesidad social de pertenecer a un grupo. Como el español no es de partido político -tiene una fidelidad pero no la puede ejercer en público porque está mal visto-, el fútbol canaliza esa necesidad. Por otro lado, prácticamente todos los mundiales han estado al servicio de la corrupción política. Incluido el de España 82, que era un mundial que había pedido Franco en vista del gran éxito que les reportó a las dictaduras brasileña y argentina. Ahora pasa lo mismo con los Juegos Olímpicos de Pekín.

El fútbol ha dado grandes cronistas, pero no gran literatura ni gran cine. ¿Cuál sería la gran película sobre fútbol?

SUÁREZ: Yo no he visto ninguna buena, porque Evasión o victoria, de John Huston, era simplona y falsa, en lo que al fútbol respecta.

TRUEBA: La saeta rubia tiene la curiosidad de ver a los futbolistas reales, pero no tiene mayor interés. Ya empieza a haber un género tangencial, desde Fiebre en las gradas (basada en el libro de Nick Hornby sobre el Arsenal) hasta Quiero ser como Beckham. El fútbol es el telón de fondo.

SUÁREZ: Mientras el balón sea redondo y el resultado imprevisible, el fútbol será imposible de trasladar a la pantalla.

¿El hecho de que se trate de un deporte colectivo añade dificultad?

SUÁREZ: Varias dificultades: ¿que sean futbolistas o que sean actores? Si son futbolistas, ¿tienen que actuar? ¿Qué colores pones, qué club? ¿Te lo inventas y reconstruyes todo el contexto? Resultaría muy problemático.

TRUEBA: Tienes que inventártelo. Yo la haría encantado. Siempre que la película no transcurriera en el campo. Sólo si no pones a los jugadores en el césped puedes salvar la película.

Con otros deportes sí se han hecho grandes películas, empezando por el boxeo.

SUÁREZ: En las películas de boxeo se habla de la mafia, de corrupción, de gente pagada por perder. ¿Qué equipo de fútbol asume eso? Te lo tienes que inventar todo.

TRUEBA: Una gran película sería sobre la selección Argentina de 1978, pero quién hace de Kempes. Se han hecho películas a mayor gloria de Zidane, de Di Stéfano, de Maradona como se han hecho a mayor gloria de la Pantoja.

Maradona ya lleva varias. En Cannes se estrenó la de Kusturica. Y aprovechó para criticar a Pelé, que salía, por cierto, en la película de Houston.

TRUEBA: Pelé ha decidido hacer dinero arrimándose a los poderosos y Maradona ha decidido hacer dinero haciendo la revolución. Son dos polos del mismo sistema. Pero que una persona le diera prodigiosamente bien a un balón no significa que su opinión sobre la política mundial tenga ninguna importancia. Por cierto, es posible que la mejor película sobre fútbol sea el vídeo del gol de Maradona a Inglaterra en el mundial de México.

SUÁREZ: Y eso que el fútbol no se ve bien por televisión. Muchas veces lo importante no es ver la jugada sino dónde no está el balón. Lo importante es ver el espacio. Eduardo Chillida, que había sido portero de la Real Sociedad, me dijo que él había aplicado a su escultura nociones sobre el espacio que había aprendido en el fútbol.

Iríbar decía que la televisión había matado la imaginación. Y que había hecho mucho daño, sobre todo, a los porteros.

TRUEBA: La televisión corrompe todo lo que toca. En la retransmisión no tiene ninguna importancia ni la colocación ni el espacio, que es, eso dicen los que entienden, lo más importante. Nunca apreciarás a un jugador que abra huecos, que sea oportuno. Porque su trabajo no sale en la tele. Por eso algunos presidentes sólo quieren fichar delanteros.

SUÁREZ: Los jugadores de clase (Luis Suárez, Guardiola) siempre han sido jugadores en gran angular, veían el espacio. Pero el jugador que más suele gustar es el de teleobjetivo: el que regatea y hace lo imposible. Pero esa jugada es excepcional e irrepetible.

TRUEBA: El fútbol es un drama en directo, y es muy difícil llevar esa pasión al diferido o al grabado que es una película. Los deportes han sido cinematográficos o literarios cuando han sufrido la manipulación de quien los miraba. Las grandes películas de boxeo no hablan sobre los combates. Lo interesante es lo que rodea a los personajes. Si consigues hacer una obra rica en el desarrollo de los personajes, el fútbol resulta tan interesante como el curso del río Misisipi. Depende de la calidad de la mirada.

¿Y no se podría aplicar al fútbol la misma mirada manipuladora que al boxeo? El fútbol ha generado mejores crónicas que ficciones.

SUÁREZ: El boxeo como metáfora es más estricta: es uno contra otro. Y el hecho de que se dé en un cuadrilátero es más inteligible como representación. Además, lo mitificaron los surrealistas, la novela negra... Lo importante es amueblar la realidad. Por eso la gente quiere que le cuentes al día siguiente lo que ha visto el día anterior. Y sabiendo, además, el resultado.

TRUEBA: La crónica es fundamental.

SUÁREZ: Sí, para no perderse en el agujero negro del instante.

TRUEBA: Ha habido escritores que han hablado bien de fútbol. Aparte de Gonzalo, que lo ha hecho muy bien, están los argentinos. Siendo justos, porque luego ha caído todo en la parodia, lo que hizo Valdano cuando se puso a escribir de fútbol tiene mucho valor. Que lo hiciera bien Vázquez Montalbán tiene un relativo mérito porque ya tenía atribuido el factor intelectual, pero Valdano fue el primero que, salido de los campos, empezó a contar el fútbol muy bien, con ironía, con sentido mítico. Luego, cuando conoces la sensibilidad argentina y uruguaya, descubres que él era heredero de la tradición de Roberto Fontanarrosa, de Osvaldo Soriano, escritores que han bordeado los géneros. Fontanarrosa era viñetista, y Soriano, periodista y novelista negro. Su relato sobre el Maracanazo (Obdulio Varela, el reposo del centrojás) es maravilloso.

Ahora hay más escritores futboleros, pero en la literatura española el caso más socorrido era siempre el poema de Alberti a Platko, el portero húngaro.

TRUEBA: Y Vinicius de Moraes tiene un poema muy bonito a Garrincha, El ángel de las piernas torcidas. Si al atraso histórico español le añades la Guerra Civil, cuando llegamos a los cuarenta y cincuenta, que es cuando se da la explosión del fútbol, tenemos un país de un catetismo abrumador. Para ser intelectual aquí había que fingir unas cosas que en Argentina, México o Francia no había que fingir. Gonzalo, tú conoces bien la tradición francesa.

SUÁREZ: Yo empiezo a no acordarme de nada.

Albert Camus jugó de portero.

TRUEBA: El deporte siempre ha sido importante para muchos escritores. Orhan Pamuk es seguidor del Fenerbahce. Y Coetzee en "Diario de un mal año" hace varias reflexiones sobre el críquet. Coetzee escribe muy bien sobre el deporte, y habla, precisamente, de la profunda antipatía que produce la celebración de un triunfo deportivo. Esa estúpida manía de celebrarlo todo como si fuera el no va más, por cualquier excusa te cierran la Cibeles o Canaletas, formando parte de esa hiperinflación mediática del fútbol, donde cada pequeña cosa que sucede es hinchada artificialmente para sacar dinero.

SUÁREZ: Yo la verdad es que prefiero que me las juzguen antes (risas). De cualquier cosa se puede sacar buena literatura, depende, como decíamos, de la mirada.

TRUEBA: Sí, y ahora que las batallas son teledirigidas, quizás el fútbol tenga algo de batalla que se puede contar.

¿El deporte es la épica de nuestro tiempo?

TRUEBA: No, la épica hoy está en las pateras, no en el Bernabéu. Los medios han terminado con la épica. Cuando yo era pequeño leía las cosas que se escribían sobre cine para ser mejor espectador, para encontrar en las películas cosas que no había sabido encontrar. Como ahora vivimos en una época de dorar la píldora al consumidor, la escritura sobre las cosas tiene como objetivo crear peores espectadores. Te hacen tragar que lo que estás viendo es buenísimo, y luego... Se ha perdido el sentido crítico y la idea de hacer mejor al que mira. Por otro lado, hasta los científicos y los intelectuales tienen que acreditar hoy triunfos deportivos para ser reconocidos. Crear una vacuna que salve millones, arrasar en taquilla.

SUÁREZ: El problema es que hay inflación. Hay un partido del siglo cada semana. Y la mejor novela de los diez últimos años sale cada dos meses.

(entrevista realizada por Javier Rodríguez Marcos y publicado en el diario “El País” de España del 31/05/2008)

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Si Silvio Berlusconi va a una reunión, quiere ser el que habla; si asiste a una boda, quiere ser el novio; si va a un funeral, quiere ser el muerto.

(ROBERTO BENIGNI, cineasta italiano, opinando sobre el Primer Ministro italiano y actual Presidente del AC Milan)

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- ¿Cuándo empezó el romance con la noche?

- De jovencito, era muy pibe. Salía cuatro o cinco noches por semana. Y tenía el sueño al revés, completamente. Durante el día se me cerraban los ojos y a la noche, en la concentración, me costaba dormirme.

- Otra de tus pasiones es el cine. Trabajaste en Hollywood...

- Sí, en México yo estaba en Torreón, y las películas se rodaban al lado, en Laredo, porque se pagaban menos impuestos que en Estados Unidos. Iba a filmar gente muy importante, como John Wayne, Raquel Welch, Wiliam Holden, Ann Margret, Rod Taylor. Durante dos años vinieron todos. Y ahí empecé a trabajar bastante como extra. Hacía de indio y de borracho en muchas películas, o de los que estaban atrás en los salones. Yo amaba el cine y a esos monstruos los veía cuando era pibe.

- ¿Y te pagaban bien?

- Sí, como me daban cien dólares cada vez que iba a grabar, yo pensaba: "Ojalá que no me maten rápido". Pero me liquidaban enseguida, era uno de los primeros en morir. Era el indio que siempre caía primero. Siempre me tocaba ese papel.

- ¿Se puede decir que sos un actor frustrado?

- Sí, si no era futbolista hubiera sido actor. Seguramente me dedicaba a la comedia, porque toda la vida tuve sentido del humor. Yo era fanático de Burt Lancaster y no lo pude conocer. Rogaba para que fuera a filmar a México, porque era un actor que podía hacer westerns, pero nunca se dio. Me hubiera gustado protagonizar “Apache”, esa memorable película en la que actuó él.

(HÉCTOR "Bambino" VEIRA, ex jugador y DT argentino, en revista "Hombre", 2007)

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Diego Maradona es un personaje único. No hay otra figura que genere la popularidad y la excitación que él provoca. Me siento muy afortunado porque me abrió su corazón. El sabía que yo no haría nada en su contra. Muestro todas las facetas de su personalidad, lo que hizo en el pasado con las drogas y su relación de hoy con su familia. Muy pocos saben cómo es Maradona en realidad. Se lo conoce como un excéntrico jugador de fútbol pero yo lo muestro como un ser humano.

¿Cuál fue el desafío más grande a la hora de hacer el documental?

Todo fue muy excitante. Muchas veces no pude ni siquiera verlo porque él estaba en otro lugar. Eso me dio la idea de introducirme a mí mismo en el filme y experimentar lo que es estar cerca de una leyenda. Comparando sus raíces con las mías fue el mejor modo de reconocerme a mí mismo. Estar donde él nació fue un gran desafío.

¿Qué es lo que más te gusta del documental?

La libertad con la que él dice lo que piensa. Es inusual tener a una estrella del fútbol hablando de política, de los capítulos más controvertidos de su vida y terminar en una discoteca, como lo hicimos, en Cocodrilo. Nunca ví nada igual. Bucear por los espacios de Diego, ésa fue la cuestión. Aun cuando la leyenda se iba agigantando por alguna agenda incontrolable o los destiempos que manejan la vida de Maradona, que hoy está y mañana, quizás. Pero siempre bajo el signo de lo inconmensurable. Por caso, volver a Nápoles, ciudad donde gobierna sin otro cetro que la pasión de sus tifosi, fue un punto alto. Diego regresaba para el partido despedida de su amigo, Ciro Ferrara. Pero la ciudad, el estadio San Paolo, escenario de sus más hermosas proezas con la número cinco, se eclipsaron con su sola presencia. Todos querían tocarlo, abrazarlo... El estadio hervía a fuego lento. "Ho visto Maradona..." fue el canto sinfín por las calles bendecidas por la sangre de San Genaro.

(EMIR KUSTURICA, cineasta bosnio, sobre el protagonista de su documental Diego Maradona -recientemente presentado en Cannes-, en declaraciones a la revista argentina "Viva" del 8 de Junio de 2008)

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Guardiola es un hombre afecto al cine y la lectura que está condenado a un equívoco esencial: los escritores quieren hablar con él de fútbol y él quiere hablar con ellos de libros.

(JUAN VILLORO, escritor mexicano)

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Vinnie Jones (Inglaterra, 1965)


Otro personaje que no ingresa a esta columna, al igual que Rodion Camataru o el “Trinche” Carlovich, por un carácter pintoresco o comentarios divertidos. No es este el caso. Todo lo contrario.
Vinnie Jones, nació el 5 de Enero de 1965 en la ciudad de Watford, en el condado interior de Hertfordshire al sureste de Inglaterra, en el Reino Unido.
Primero se hizo público como jugador de fútbol profesional, jugando en la liga Inglesa de fútbol, conocido como uno de los jugadores más rudos del fútbol, “El carnicero de Wimbledon” saltó a la fama cuando un fotógrafo lo tomó agarrando los testículos al jugador del Newcastle United Paul Gascoigne, en un partido en el que lo derribó infinidad de veces además de escupirlo y llenarlo de codazos.
Uno de los más temibles defensores que se recuerde en el fútbol de las Islas Británicas. Realizó un video en el cual detallaba sus malas artes dentro de un campo de juego y el cual fue record de ventas en el Reino Unido. El mismo se exhibía en las estanterías de deportes violentos como el boxeo y el kárate, para que quedara claro de que se trataba.
Propinó varias quebraduras y tiene un récord en el fútbol de Inglaterra al ser expulsado ni bien comenzó el partido, a los 10 segundos de juego.
Jugó en clubes como Wimbledon, donde ganó una FA Cup, Leeds United, Sheffield United, Chelsea y Queens Park Rangers. Internacionalmente jugó en Gales.
Finalizada su carrera como futbolista, el cine le atrapó. Hizo su primera actuación en la comedia inglesa del director Guy Ritchie “Lock Stock and Two Smoking Barrels” (1998) y en el año 2000 tuvo un papel en la comedia “Snatch” del mismo director.
En el año 2006 hizo el papel de Juggernaut en la película “X-Men 3”, dirigida por Brett Ratner.
Algunas de las frases de este gentlemen del fútbol:
* Cuando me entero que a algún rival le ha dejado la mujer, yo procuro recordárselo en el campo.

* Si pasa la pelota, no pasa el rival.

* Cuando derribo a un rival, siempre me ofrezco para levantarlo. Lo agarro de las axilas y le tiro fuerte del pelo.

* Ganar no es tan importante siempre y cuando ganes.

* Cuando algún contrario se me acerca demasiado, le agarro por los testículos y le digo con voz suave: ¿Te importaría retirarte un poco?



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El goleador es siempre el mejor poeta del año (PIER PAOLO PASOLINI, director de cine y escritor italiano)

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La primera documentación falsa


En los años setenta el fútbol español ha conocido uno de sus grandes escándalos: el de los llamados "falsos oriundos". Bajo documentaciones falsas, unos cuantos jugadores llegados del otro lado del Atlántico han formalizado suculentos contratos en los clubs hispanos e incluso algunos de ellos han logrado actuar en la selección nacional. Pero, si repasamos la historia, resulta que existieron precedentes lejanos de "falsos oriundos".

Allá por 1916, cuando una entrada valía la entonces ya fantástica suma de dos pesetas, los clubs buscaban refuerzos con el fin de contentar a su cada vez mayor masa de seguidores. Y surgió el "caso Garchitorena".

El Barcelona había vencido al Español por 3-0 en partido del Campeonato de Cataluña. El equipo perdedor presentó la denuncia de que en las filas azulgranas se había alineado un jugador extranjero, cosa prohibida en la época. El denunciado era Juan Garchitorena. El Español, simple y llanamente, reclamó los puntos.

La Federación estimó que la decisión pertenecía a la Asamblea de Delegados de Clubs. Efectivamente, se comprobó que Garchitorena era de nacionalidad argentina, que se había inscrito en el Barcelona con documentación falsa de español, pero que el club desconocía su origen, tratándose sólo de un joven jugador, amateur cien por cien y que además no era titular indiscutible.

El Presidente del Barcelona, Gaspar Roses, apeló a la conciencia de los delegados, extrañándose de la conducta del Español, al que por parte del Barcelona se le habían dado amplias facilidades para inscribir fuera de plazo a dos jugadores. El delegado del "Universitari" propuso que el Barcelona perdiera todos los puntos de los partidos en que se había alineado Garchitorena, entre los que se encontraba el que había perdido su propio equipo.

La propuesta fue desestimada por 11 votos contra 7. Al final se tomó el acuerdo de que el Barcelona volviera a jugar los partidos no dados como válidos, pero el club azulgrana rechazó tal acuerdo, razón por la cual perdió el Campeonato, que había ganado con todas las de la ley en el terreno de juego.

Garchitorena no fue un gran jugador de fútbol. Su fama la conseguiría en otro medio muy distinto. Marchó a Hollywood, donde se hizo famoso como artista de cine (con el nombre de Juan Torena), y como galán, destrozando muchos corazones, entre ellos el de Myrna Loy, según afirmaba José Samitier.

Era Garchitorena un jugador singular. A él pertenece esta anécdota, recogida en la historia del C. de F. Barcelona: A los aficionados de aquella época ya les parecía un tanto original la manera de comportarse de Garchitorena. Por ejemplo, en un partido jugado en el viejo campo del Español, tuvo un gol hecho con la cabeza. Pero no remató esa jugada fácil. Luego declararía que no había puesto la cabeza para no ensuciársela, porque el esférico estaba lleno de barro.

Garchitorena fue el primer caso conocido, por lo menos en un club de campanillas, de falsificación de documentos. Y el Español se proclamó campeón de Cataluña gracias a esta circunstancia. Naturalmente, el fútbol no tenía entonces la fuerza arrolladora y polemista de ahora. Samitier, que jugaba en el Internacional, cobró por su fichaje como barcelonista un traje con chaleco y un reloj con esfera luminosa en el que sólo se podía ver la hora cuando era de noche, según explicaba con el gracejo y el humorismo que le acompañaron hasta la hora de su muerte. Las cuotas de socio eran de tres pesetas al mes, y en el mercado negro, cuando había un encuentro de relieve, las localidades se vendían a la exorbitante suma de ¡cinco pesetas!

Tal vez por eso, porque el fútbol aún era un espectáculo de segunda fila, el "caso Garchitorena" no mereció las primeras páginas de los periódicos, como ocurriría medio siglo después... en España. Italia había aprendido antes la lección, como lo prueba el famoso Orsi, el extremo izquierdo argentino que jugó la Copa del Mundo de 1934 y fue factor decisivo en el triunfo de la "squadra azzurra" de Vittorio Pozzo.

Y ya que estamos en eso, recordemos que también fueron los italianos los que en los años cincuenta continuaron siendo maestros en el arte de la "falsificación", apelando a todos los procedimientos: desde comprar la voluntad de algún oscuro cura de parroquia aldeana para buscar unos abuelos apócrifos al jugador que el club quería contratar, hasta hacer afirmar al "as" apetecido que no tenía madre...

En el "escándalo Garchitorena" no se llegó tan lejos. Aquel elegante "playboy" era sólo un amateur que gustaba de jugar al fútbol y buscaba un trampolín para la fama. Ciertamente la consiguió, pero también hizo perder un título al Barcelona y nada menos que en favor del Español. Algo que molestó entonces a los 2.000 socios azulgranas y produjo la alegría de los 500 del Español. Aunque en el lejano 1916, recordémoslo, cuando la Primera Guerra Mundial arrasaba Europa y Carlos Gardel comenzaba a apuntar su leyenda, el fútbol tenía otra dimensión.

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