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Una de las historias más extrañas que sucedieron en el Mundial de Brasil de 1950 tiene como protagonista a Joe Gaetjens, jugador de Estados Unidos pero nacido en Haití. El combinado norteamericano llegaba a este campeonato del mundo con cierta inexperiencia y en uno de los partidos de su grupo se tuvieron que ver las caras ante una soberbia Inglaterra, que pensaba que se iba a llevar el Mundial sólo porque en su país el fútbol estaba más avanzado.
Sin embargo, ‘Jo’ Gaetjens se iba a encargar de romper ese sueño. Después de perder ante España y con ya casi ninguna posibilidad de clasificarse para la fase de grupos final, Estados Unidos acabó también con las posibilidades de Inglaterra en el Mundial gracias a un gol del futbolista nacido en la ahora devastada ciudad de Puerto Príncipe. El partido finalizó 1-0 y el tanto de Gaetjens le convirtió en una auténtica leyenda y en el auténtico héroe de aquel encuentro. Aquella derrota fue un duro golpe para Inglaterra y el país lo llegó a etiquetar como “catástrofe”.
Parecía que la vida de Joe Gaetjens iba a cambiar por su gol ante Inglaterra y que todo iba a ser color de rosa... pero nada más lejos de la realidad. El futbolista de Estados Unidos no iba a disfrutar de un final feliz. Después de jugar unas temporadas en Francia, decidió colgar las botas para convertirse en comercial.
Catorce años más tarde de su gol en el Mundial de Brasil regresó a su Haití natal. En 1964 la dictadura de François Duvalier ahogaba todos los sueños de sus ciudadanos y los de Gaetjens no iban a ser menos. El ya ex futbolista fue detenido por la policía secreta y desapareció para siempre. Nadie supo más de él. El hermano de ‘Jo’ movió cielo y tierra para conocer su paradero pero sin ninguna fortuna. Muchos investigadores apuntan a que el futbolista falleció el mismo año de ser arrestado, en 1964, pero sin ninguna prueba convincente que así lo demuestre. ¿El lugar? Nadie lo sabe.
En 1976 la Federación de Fútbol estadounidense incluyó a Joe Gaetjens en su ‘Salón de la Fama’. Un bonito homenaje hacia un héroe que no tuvo un final feliz.

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El fútbol es como la vida, requiere perseverancia, abnegación, sacrificio trabajo duro, dedicación y respeto a la autoridad.

(VINCE LOMBARDI [1913-1970], entrenador de fútbol americano)

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Invierno de 1980, River se encaminaba al tricampeonato y el 30 de Julio, enfrentó en el Giant’s Stadium al Cosmos de New York. En aquel momento ya no tenía a Pelé, pero contaba con estrellas como Beckenbauer, Rijsbergen, Neeskens, Chinaglia, Eskandarian (el iraní que jugó en Argentina 78), los paraguayos Julio Cesar Romero “Romerito” y un jovencísimo Roberto Cabañas.
El equipo de Angelito Labruna, por su parte viajó con todas sus figuras del momento, saliendo a la cancha con Fillol (Landaburu) Comelles, Pavoni, Passarella, Tarantini (Héctor López), J.J López, Merlo (De Los Santos), Alonso, Pedro González (Ramón Díaz), Luque y Comisso.
Para la ocación se puso en juego la Copa “Aerolíneas Argentina”. El match en cuestión terminó 1-1 y los goles fueron marcados por el ‘Negro’ López a los 83, empatando Bogicevic a los 90.
Un detalle de color fue que al jugarse en pasto sintético, algunos jugadores utilizaron el calzado provisto por Puma, otros no llegaron a un acuerdo económico para calzarlos, y el ‘Beto’ Alonso jugó con unas viejas y casi desvencijadas Flecha, como podemos ver en la foto. La otra imagen nos muestra al ‘Kaiser’ original, haciendo marca personal sobre un ya no tan veloz Pedrito González.
Un par de años más tarde el equipo americano terminó desapareciendo y la mayoría de sus estrellas retiradas. Al millonario le ocurriría algo similar en 1982/1983, ya sin la pléyade de figuras que formaron parte de este equipo.

(tomado del blog “En una baldosa”)

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El hombre que mira tres partidos de fútbol seguidos debe ser declarado con muerte cerebral.

(ERMA BOMBECK [1927-1996], ex periodista y humorista norteamericana)

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En los Juegos Olímpicos de 1996 disputados en Atlanta, Estados Unidos, el seleccionado de fútbol femenino del país anfitrión logró la medalla de oro.
Según el detalle de las crónicas de la época, la guardavallas del equipo, Briana Scurry, por entonces de 24 años de edad, había realizado una insólita promesa en el caso de ganar el torneo olímpico.
Scurry anticipaba que si llegaba el triunfo olímpico, recorrería las principales calles de Atlanta, desnuda y con la medalla de oro colgando de su cuello.
Fue asi que tras la final del torneo, cuando Estados Unidos venció a China por 2 a 1, en la primera participación del fútbol femenino en un torneo olímpico, aguardaban la actitud que tomaría Scurry en cuanto a cumplir la promesa.
Tras el triunfo, y como mujer de palabra, aprovechó la madrugada para salir de su hospedaje, y cuando no había ningún transeúnte, se desnudó dentro de su automóvil para luego comenzar a correr, por la Village Avenue, tal cual Dios la echó al mundo, portando solamente su oro olímpico. Una secuencia que fue filmada por una amiga. "Las promesas hay que cumplirlas. Si no hubiera hecho lo que hice, hoy estaría con una deuda espiritual muy importante" admitió la guardameta años más tarde.

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It's my life (Bon Jovi - USA)

* dedicada a Steven Gerrard

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Poder jugar al fútbol es una bendición, pero ser futbolista es un don de Dios.

(JOHN IRVING, novelista estadounidense)

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Sábado a la tarde, lejos (Eduardo Pérsico - Argentina)


El hombre, profesor de español o spanish professor, según, esperaba en Miami su conexión a New York un sábado a la tarde y se distraía viendo a unos de sombreros y tacones que sobreactuaban su versión yanki de zona rural.

Estos vuelan a Tampa, se dijo al oír sus palabras nasales y fingirse recién desmontados. Los tipos se imitaban a ellos mismos confundiendo el ‘Ser’ con simular ser; cowboys que cuando pibe llamábamos ‘convóys’.

The professor volvía de Waco, cerca de Dallas. Sumaba ya treinta años viviendo en USA donde al llegar lo conmoviera tanto paisaje irrepetible y el aire trayendo y alejando los sonidos. Por suerte el viento está libre de orgullos nacionales y de cartógrafos que discuten límites, pensó cuando alguien copó el salón de espera dando los brincos y chillidos de la polca peliculera donde la chica rubia se casa con el muchacho, valiente y trabajador...

Tanto tiempo lejos de Argentina entraban a dolerle. Los freeway vigorosos y las cascadas dando contraluz a la montaña ya le fatigaban la mirada, y acaso debiera rearmar su asombro ante tantas estrellitas y panoramas gigantes. ‘Hay que quitarse tanto paisaje y sobrecarga sensorial’, recordó comentar una noche con Mary, su mujer. Y al mirar a un pelirrojo que levantó una ceja desechando verlo, le sugirió ‘este cree que yo dinamité las Torres’…

Volvía de cuatro semanas en Waco University, rutina de su clase en el Hispanic Departament a la orilla del Brazos Ríver y de ver apagarse la tarde. Eso sí, siempre a mano los whiskys en aquella atmósfera de "Lo que el viento se llevó", su visión demorada del sur que tanto le reprochaba Mary, quien lo aguardaría en el departamento del Village.

Conocer es reconocer, pensó que diría Platón sin hablar de herencia genética ni cosa parecida cuando lo distrajo ver a un vaquero al ajustarse unos audífonos. Hacía muy bien el cowboy en oír música country, aunque si Platón entendía que la memoria humana; lo sufrido y amado; era la ilusión de estar soñando un sueño, ¿qué le resucitaría al tipo aquel hacer sonar sus espuelas en un aeropuerto?

Aunque empujarle metafísicas a ese valiente personaje, -según la invención literaria de Zane Grey- no era tarea para él. Un latino enturbiado por cuatro whiskys que además lo hacían añorar las palomas de los bares porteños, picoteando maní entre los bebedores de cerveza. Y por ese mismo borde etílico recibía el ambiente futbolero de un Los Andes versus Témperley cuarenta años atrás, memorable tres a tres sobre la hora. ¿Aquel empate fue también una idea de Platón..?

- Pasajeros a Denver, puerta diez -y uno alisó su sombrero al estilo John Wayne al desenfundar. A estos pelotudos que viajan a Tampa, -retomó the professor- les contaría de las presuntuosas palomas de Plaza de Mayo pero también de los torneos del sesenta, las épicas de Talleres de Escalada y las luchas tribales entre Almagro, San Telmo y Defensores. Y por favor, respeten mis cuatro whiskis from Dallas a Miami, yankis giles, porque a ustedes, ¿quién los eligió para marcarnos el paso y el camino? Presumen a puro sombrero, tacos y espuelas en Miami Airport que pueden cuánto quieren.

Todos se sienten ‘wasp’; white, angle, saxon, protestant, mientras el mundo cada día les queda más lejos y ustedes siguen negando que sin acrobacias de alcoba con negras, asiáticas y latinas la humanidad es puro verso. Vamos vaquero, ustedes son buena gente, -saludan, sonríen- aunque son viva viva la soledad y por tanto ignorar al resto ni vislumbran el desprecio ajeno.

Y al no saber exhiben orgullosos sus jardines con la ardillita que corre sobre la cerca, sin atisbos de músculo en el alma. Viven acallando el cañón de la palabra meta watching y watching TV en el salón de estar, desolados que cumplen un albedrío con instrucciones: 'circule con precaución, no trespassing y stop que te vigilan, yanki’. Así que no jodamos, sabemos quiénes son y por respeto a mis tragos, dejemos todo como está…

Los vaqueros se desgranaron por el salón y the professor deliraba viendo lazos desplegados, alguien silbó al caballo Silver y el resto midiendo quién meaba más lejos. Qué aburrimiento mientras en Buenos Aires serían las cuatro de la tarde, sobre el campito de Gerli caería un íntimo sol y en la tribuna de espaldas a la vía resonarían alientos y zapatasos. Y de vuelta en casa, qué oportuno sería un asadito con los amigos, comentar el partido tomando vino tinto; artera fantasía que entró a zumbarle en el cerebro junto al instinto de las palomas, Platón y las alienaciones del conocimiento.

-Pasajeros a New York, puerta catorce -anunciaron y ahí the professor, balanceando el cuerpo, preguntó al del audífono algo sin traducción posible.

- Che convóy, ¿no sabés cómo va el Porve? *

* (El Porvenir, tradicional equipo del ascenso argentino)

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En cierto sentido, Faulkner es como Maradona: en su escritura tiene vuelos capaces de representar lo abstracto como Maradona lo hace en el fútbol.

(GIORGIO SAVIANE, "Corriere dello Sport-Stadio", 16 de Noviembre de 1986)

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Cuando David llegó, creo que sí estaba comprometido con lo que estaba haciendo, se preocupaba por el equipo y por su rendimiento propio, pero en algún lugar en el camino, y creo que eso coincide con la marcha de Ruud Gullit, cambió de idea y se dijo 'Uh-huh, no lo voy a hacer más'.
Todo lo que pedíamos como mínimo era que se comprometiera con nosotros, no sólo porque cobra más que nadie, pero no lo ha demostrado ni dentro ni fuera del campo. Digamos que se queda aquí otros tres años... pero no voy a gastar los próximos años de mi vida así, es miserable, no quiero que el fútbol sea así. Hay que entrenar duro, jugar fuerte. Tal vez no sea un líder, ni el capitán, de acuerdo. Pero como mínimo debe esforzarse todos los días. Mi sensación es que David piensa que todo esto es una broma.

(LANDON DONOVAN, jugador de Los Ángeles Galaxy, dando las palabras de "bienvenida" a David Beckham quien debe regresar a la disciplina del equipo angelino el próximo día 16 de Julio)

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Decidle que mueva el culo hacia adelante. No pagamos un millón de dolares por un tipo que holgazanea en la defensa.

(Un directivo del Cosmos de Nueva York, en 1979, pidiendo a un colaborador que le diera su "mensaje" a Franz Beckenbauer)

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Me quedaré en el fútbol. Ni siquiera me importa que me usen como banderín de córner.

(DEREK DOOLEY, ex futbolista inglés quien sufrió la amputación de su pierna derecha a raíz de una colisión accidental con un arquero)

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No quiero ser crítico con nadie, pero es lo que es. Si echas la vista atrás a los últimos 60 días, con todo lo que ha ocurrido se podría llenar un hospital psiquiátrico.

(BRUCE ARENA, entrenador de Los Ángeles Galaxy, manifestando en el diario "Los Ángeles Times" su deseo de que finalice la 'novela Beckham' y el astro inglés, cedido por los angelinos al AC Milan, pueda regresar al equipo estadounidense antes del 9 de Marzo, a pesar de su deseo de permanecer en Europa)

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Sería un placer tenerlo con nosotros. Nos haría muy felices recibirlo como simpatizante, aunque calculo que por algún tiempo estará muy ocupado.

(GIANFRANCO ZOLA, entrenador del West Ham, acerca de la próxima visita al estadio de los “Hammers” de un simpatizante de lujo, Barack Obama, por impulso de su hermanastra Auma, que vive en el Condado de Kent)

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Jugar con línea de 3 contra Brasil es lo mismo que declararle la guerra a Estados Unidos.

(HORACIO PAGANI, periodista deportivo argentino, en el programa “Estudio Fútbol” que se emite diariamente por el canal TyC Sports)

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Un espíritu inquebrantable (Beth Kephart - Estados Unidos)


Jeremy tiene apenas ocho años y ya está convencido de que el fútbol es lo suyo. Se sienta a la mesa de la cocina y me cuenta lleno de emoción lo que ocurrió en el recreo:

-Los chicos se pusieron a jugar al fútbol. Los de segundo, tercero, cuarto y quinto. ¡Qué bien juegan! ¡Me encanta el fútbol!

- ¿De veras? -le pregunto- ¿Te gusta mucho aunque nunca has pateado un balón?

- Sí.

- ¿Por qué? -insisto, intrigada.

- Porque me gusta... Y voy a jugar. Voy a ser muy bueno.

Me mira con sus ojos grandes y soñadores, y yo le creo, porque soy su madre.

Al día siguiente, cuando paso a recogerlo a la escuela, intenta disimular el temblor de sus labios apretándolos con fuerza.

-¿Cómo te fue? -le pregunto, descorazonada al ver su tristeza.

-Bien - dice, sin convicción.

En el primer semáforo en rojo me vuelvo para mirarlo mejor.

- ¿Qué te pasó?

Se queda callado en el asiento trasero, y al cabo de un rato, tras avanzar varios kilómetros más, por fin rompe el silencio:

- ¡Qué difícil es el fútbol!

Jeremy es la viva imagen de la tenacidad. Desde que nació su desarrollo no fue como el resto de los niños. Se le dificultaba retener las palabras, y algunas que para los demás chiquillos eran familiares, como cuchara, triciclo, crayón, columpio y pelota, para él resultaban terriblemente incomprensibles.

Desde muy pequeño, el pan de cada día para él fueron las visitas a terapeutas y las desalentadoras predicciones de supuestos especialistas. Pero al final sólo una persona podía superar los desafíos: él mismo. Y, en efecto, Jeremy tomó magistralmente las riendas de su vida. Ahora que tiene ocho años, no le faltan amigos y va muy bien en la escuela. Es mi héroe. Pero, sobretodo, es mi pequeño, y como el fútbol empieza a torturarlo, lo primero en que pienso es en alejarlo de él.

Quizá sea lo mejor, en vista de sus impedimentos: reacciones lentas, flacidez muscular, percepción espacial limitada. Además, ni siquiera una flor es tan delicada como éste niño, que de la noche a la mañana se ha enamorado de un deporte que exige energía, arrojo y tácticas de guerra.

- Me encanta el fútbol -me dice cuando llegamos a casa. Luego de comer un dulce helado y varias galletas vuelve a la carga:

-Sí, es el deporte que más me gusta.

Tenemos un balón y dos caballetes que hacen las veces de porterías. ¡Y allí vamos, a jugar al fútbol. Pero cuando el balón rueda hacia Jeremy, y él se prepara, alza la pierna y calcula el disparo, barre el césped con la suela...y el balón pasa de largo. Compramos libros y videos de fútbol y luego invitamos a jugar algunos amigos. Mi esposo anota las reglas en un cartón. Hacemos cuanto podemos por alimentar la afición de nuestro hijo.

Pero la escuela se ha convertido en una prueba despiadada, y casi a diario, cuando recojó a Jeremy, veo que le tiemblan los labios. Conforme pasan las semanas empieza a bajar la guardia.

- Se burlan de mí -me cuenta. Dicen que no me sé las reglas. Que mejor me vaya a los columpios, o que primera aprenda a patear bien el balón.

-¿Y qué les contestas? - Le pregunto conteniendo el coraje.

- Que lo único que quiero es jugar, saber qué se siente patear la pelota aunque sea una vez -responde, hecho un mar de lágrimas.

- ¡Ay Jeremy! Quiero abrazarlo en ese mismo instante, pero faltan ocho kilómetros para llegar a casa.

Él continúa: - Dicen que soy un tonto porque recojo el balón con las manos, y eso no se debe hacer.

- ¿Lo tomas con las manos? - ¿Porqué?, si sabes que no se permite.

- ¿Cómo voy a poder patearlo si no me dejan que me acerque? - Tengo que agarrarlo para poder hacerlo mamá. Necesito practicar.

Más tardes de entrenamiento, más libros, más videos. Siguen las lágrimas durante los recreos y las historias desgarradoras. Casi todos los trayectos de la escuela a casa nos dejan a los dos el corazón hecho pedazos.

Empiezo a entender que para Jeremy el fútbol ha empezado a dejar de ser sólo un deporte y se ha vuelto en una metáfora: es la llave para entrar en un mundo nuevo, y si alguien le da la oportunidad, habrá traspuesto otra puerta fundamental; se habrá acercado a esa arbitraria condición que llamamos "normalidad". Jeremy no se rinde. Practica todas las tardes y estudia religiosamente los libros de fútbol.

Un día anuncia que sabe cómo resolver el problema: -Voy a entrar en una verdadera liga de fútbol. En la que juegan mis amigos. Así me volveré un buen futbolista, y me darán un trofeo.

- ¿Estás seguro, hijo? He oído que una liga es muy dura.

El entorna los ojos, y con un dejo de impaciencia contesta: -¿Cómo voy a mejorar, mamá, si no juego en una liga de verdad?

No vivimos en la ciudad que patrocina la liga que Jeremy escogió, pero las mamás de sus amiguitos prometen ayudarlo a inscribirse en un equipo. Y al cabo de varias semanas la noticia es oficial: Jeremy jugará con los Tiburones, usará una camiseta morada y espinilleras de plástico. Le han asignado el número tres. ¡Es todo un acontecimiento!

Los primeros dos entrenamientos se cancelan, y sólo queda uno antes del partido inaugural. Llegamos temprano, y Jeremy baja de un salto del coche, con las piernas de gacela ocultas por los gruesos calcetines y los protectores, dando pasos inseguros con sus zapatos de taco.

Cuando llegan los demás Tiburones, se ponen a calentar por toda la cancha: cabecean el balón, lo golpean con los muslos, driblan furiosamente a sus compañeros. Jeremy solo salta de aquí para allá y parece un cometa solitario. ¡Ay, Dios mío, apiádate de él, imploro! En eso, aparece la entrenadora y toca el silbato. Los chicos corren hacia ella...excepto Jeremy, que sigue dando saltos -¡Jeremy! le grito, ¡acércate!- No me oye, dejo mi bolso un lado para ir por él.

-No vayas,
me dice una de las madres-. Déjalo sólo. Asiento con la cabeza. Juro mantener la boca cerrada y me pongo de espaldas para poder cumplirlo.

Tres días después es el primer partido Aún no amanece y Jeremy ya está de pie, luciendo orgulloso su camiseta morada. En todos estos confusos y emotivos años jamás imaginé que lo vería jugar con un equipo “tú eres el mejor” -le digo-. Y es que no importa lo que ocurra dentro de una hora: él ha salvado mayores obstáculos. El juego es estrujante.

Mi pequeño se entrega por completo al frenético y rudo vaivén. Y tres veces patea el balón. ¡Tres veces, en un partido oficial de liga! Jeremy cumple su parte, mientras los gritos de júbilo de mi marido y los míos resuenan en la cancha. Mi hijo juega al fútbol, y yo pertenezco en el sitio que al fin entiendo que me corresponde: el área para padres delimitada por una línea blanca.

Muchas semanas después, cuando la temporada termina, le comento a mi héroe que voy a escribir su historia en el fútbol. Ahora ya puede ufanarse de que ha ganado un trofeo. "Jeremy de los Tiburones", dice una pequeña placa que está al pie de un futbolista dorado. Me pide que incluya algunas observaciones:

-Escribe que todavía estoy trabajando duro para mejorar. Y no olvides hablar del pase, de que en el quinto juego se me quitó el miedo y llevé el balón desde la media cancha hasta la portería. Y que se lo pasé a Garret, porque él es el goleador.

-No lo olvidaré, hijo
-le digo-. Eso es muy importante.

- Escribe también que papá y tú eran los únicos que me animaban. Ahí estaban los demás papás y la entrenadora, gritando que corriéramos, como en los equipos de verdad.

- Tampoco lo olvidaré.

- Creo que es todo, mamá. Bueno, si te queda espacio, habla del fútbol profesional.

- ¿Del fútbol profesional?

- Sí, que cuando crezca seré futbolista profesional. Que no sé si estaré en los Juegos Olímpicos, o en la Copa del Mundo, pero que todo el mundo me verá por televisión.

- Eso voy a escribir. Sé que puede lograrlo. Lograr lo que quiera. Sólo necesita una oportunidad, que lo llamen Tiburón, que lo incluyan en el equipo.

(tomado de la revista “Selecciones”, edición en español de Septiembre de 2000)




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Beckenbauer (Andy Warhol - USA)

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Es más una estrella de 'pop' que un futbolista. Conozco el nivel que se juega en esa liga, los fans exigirán mucho a una estrella como él. Puede pasear por Hollywood en sus días libres y cuando no tenga entrenamiento.

(PELÉ, refiriéndose al arribo de David Beckham al fútbol de E.E.U.U. en diario "El Mundo" del 29/07/2007)

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Si hubiéramos sabido que el gol en contra provocaría eso, habríamos preferido perder aquel partido.

(THOMAS DOOLEY, centrocampista de Estados Unidos, tras el asesinato del colombiano Andrés Escobar, que marcó un tanto en propia meta en el partido contra el equipo norteamericano en el Mundial de 1994)

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El fútbol puede ser categorizado como un tipo de técnica masturbatoria.


(SHERE HITE, educadora sexual y feminista estadounidense)

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