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Los goles que quiero seguir viviendo


En todos estos años hay algo que permanece inamovible en mi: la intensidad con que disfruto de las jugadas de calidad y dé esos goles que se meten haciendo ruido, sacudiendo la red... Esos que entran y se caen todos los cuadros de la pared. Un toquecito suave al costado, como el de Valdano a los alemanes, o el de Maradona a los ingleses en México 86, o el de Bochini a Boca en la Liguilla del 87, son lindos. Pero a mí me gustan los otros.
Si tengo que elegir el gol más emocionante de todos los que vi; no dudo un instante me quedo con el segundo de Mario Alberto Kempes a Holanda en la final de la Copa del Mundo del 78. Lo tuvo todo: vibración, habilidad, empuje coraje, clase, determinación, fibra, alegría y drama.

En esos cinco o seis segundos interminables que duró la jugada, Kempes los juntó a todos: a Bernabé Ferreira, a Varallo, a Moreno, a Sastre, a Pedernera, a Méndez, a Alfredo Di Stéfano, a Pontoni, a Grillo, a Sívori, a Sanfilippo, a Rojas, a Menotti, a Verón, a Onega, a Artime, a Bianchi; a Maschio, a Yazalde, a Willington, a Alonso, a Brindisi, a Bochini y a Diego Armando Maradona.


(JULIO CÉSAR PASQUATO "Juvenal" [1923-1998], periodista deportivo argentino, en su libro "Fútbol desde el alma")

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En Agosto de 1976, el Valencia de España ofreció a Rosario Central medio millón de dólares por Mario Alberto Kempes. En aquellos tiempos, esa cantidad era mucho dinero y también era mucha la responsabilidad de los dirigentes canallas el decidir por sí solos la transferencia de su máximo goleador e ídolo de la hinchada.
Repitiendo casos anteriores en el club, se decidió realizar un plebiscito, por el sí o por el no, para concretar el pase del cordobés, quien ya había sido goleador del torneo Nacional de 1974 (25 tantos en 25 cotejos) y del Metropolitano de 1976 (21 goles en 21 partidos).
El plebiscito se efectuó en un día laboral (fue un lunes) y entonces de los 40 mil socios habilitados para dar su opinión, solo votó un 4 por ciento. El cómputo final fue de 967 votos a favor de la transferencia y 228 por la negativa, con 2 votos en blanco y 2 anulados. De esa forma, Kempes pudo crecer económicamente y profesionalmente, dejando el mejor de los recuerdos en Rosario Central, porque tras 26 meses vistiendo la camiseta canalla, había logrado un total de 97 goles en partidos oficiales y 8 en Copa Libertadores.

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El Matador (Walter Saavedra - Argentina)


La memoria es un paraíso desde
donde no podemos ser desterrados

(F. Richter)



Julián dijo que si queríamos ir al baño aprovecháramos ahora porque después no le iba a dar pelota a nadie, que durante noventa minutos no quería ser molestado y que por culpa nuestra tenía que escuchar al Gordo Muñoz en lugar de estar en la cancha como Dios manda.

Yo no tengo ganas de mear. Al contrario: me da miedo. Tanta picana me inflamó todo y cada vez que orino siento como que expulso vidrios molidos. Ayer, sin ir más lejos, me hice en los pantalones cuando estaba en la máquina y me salió sangre.

Sin embargo, la excursión hacia el sanitario es una buena excusa para caminar unos metros y, de paso, sacarnos la capucha un par de minutos. Así que me sumo al grupo y voy. Como siempre, debemos andar con los brazos estirados y las manos apoyadas en los hombros del de adelante, casi como en la escuela. Dejamos pasar primero a Aída Berengher que está embarazada. Después, a Elsa Mendiguren, que anda con el período.

Julián nos apura y advierto en él una excitación similar a la que experimenta cuando nos golpea.

-Si se portan bien y no rompen las bolas, dejo la puerta abierta para que escuchen el partido -dice en un rapto de bondad inusitada-, mientras hace un gran bochinche con algo, que presumo es una matraca.

El que está atrás mío pregunta con la voz algo amariposada y titubeante:

-¿Qué partido?

-Argentina-Holanda, la final del Mundial -respondo yo-.

Cuando me toca el turno e ingreso a ese cubículo hediondo que eufemísticamente Julián denomina baño, me arranco con desesperación la capucha y me bajo el pantalón. Siento que mis ojos luchan por huir de las tinieblas, tratando de acomodarse a la luz natural. Inspecciono mi entrepierna, curioso, buscando las razones de tanto ardor y veo, aun con dificultad, profundas estrías de cascarilla negra, reseca y el pene diminuto, intrascendente, deformado por una inflamación soberbia de la cabeza.

Me miro las manos, flacas, huesudas, temblorosas; me levanto el buzo, la camisa y la remera y noto mi pecho amoratado. Por suerte no hay espejo: difícilmente soportaría verme el rostro desfigurado como lo siento, el pómulo derecho inflado, casi un colgajo de carne. Un haz insuficiente penetra por un respiradero y creo advertir un pedazo de cielo. Me pongo la capucha y salgo.

-Che, zurdito, ¿te crees que me sobra el tiempo a mí? ¿Te estuviste haciendo la del mono?- grita Julián, mientras yo me acomodo al tanteo nuevamente en la fila.

Sé que es 25 de Junio, pues recuerdo que la final estaba prevista para esa fecha. Se lo comento a mis compañeros y ellos se extrañan. Elsa creía que ya estábamos en Agosto; Darío, el profesor de literatura, en Noviembre; Jacobo Varsky en Febrero o Marzo de 1979.

-Y es domingo- digo yo con la certeza de que un partido así sólo puede jugarse en domingo. Esto último parece aniquilar el poco ánimo que de por sí ya tenía el grupo. De vez en cuando, alguien se queja de dolor. Todos estamos muy lastimados. Comienza el partido. Julián sube el volumen de la radio. Entonces me sucede algo extraño: después de cinco meses de encierro y ultrajes, siento que la voz de Muñoz me transporta hacia la libertad. Me veo caminando nuevamente por la costa rumbo a Cabo Corrientes, apretando fuerte la mano helada de Alicia, el viento del mar sublevándonos los cabellos y yo cantándole "Muchacha ojos de papel" con la mirada perdida en el oleaje violento. Y me veo sentado alrededor de la mesa concentrado en un inmenso plato de tallarines que sirve mi vieja, embriagado por el perfume de la salsa bolognesa. Y siento que vuelo de palo a palo como tantas tardes en la cancha de Los Pinares, atrapando un recio tiro libre de Juan Boliche. Y me escucho entonar la marcha con todos los compañeros en la clandestinidad del sindicato, a media voz, desafiando la censura con una obcecación asnal. Y me escucho gritar eufórico un ¡envido! que vale los dos porotos para ganar el desafío de la tarde lluviosa y aburrida en el bar de la Martita.

"Está jugando mejor Argentina. Lleva la pelota Ardiles, toca para Gallego, éste combina con Olguín, que se adelanta en el terreno", se escucha como en una letanía la voz del Gordo, mezclada con los comentarios procaces de Julián.

Yo conozco su rostro. Una de las tantas veces que me hacían el submarino pude verlo. A él no le gustó. Recuerdo que me dijo exaltado: "¿Qué mirás? Este soy yo, si, ¿y?".

Fue la primera y única vez que lo noté desconcertado. Supongo que sintió vulnerada su impunidad. Aún con la respiración entrecortada, casi asfixiado, increíblemente me vinieron a la memoria aquellas palabras de Groucho Marx: "Nunca olvido una cara, pero en tu caso haré una excepción". La carcajada de Julián y los otros llegó con efecto retardado. Creo que desde ese día me trató de otra manera. Cuando me picaneaba ponía el casete Adiós Sui Géneris, grabado en vivo en el Luna Park el 5 de Septiembre de 1975, que yo tenía en el bolsillo de la campera cuando me detuvieron. Me pedía que cantáramos Canción para mi muerte y yo arrancaba:

Hubo un tiempo que fui hermoso
y fui libre de verdad
guardaba todos mis sueños
en castillos de cristal.
Poco a poco fui creciendo
y mis fábulas de amor
se fueron desvaneciendo
como pompas de jabón.


Después, éramos Charly y Nito, a dúo:

Te encontraré una mañana
dentro de mi habitación
y prepararás la cama para dos.


Entonces, aparecía él como solista:

Es larga la carretera
cuando uno mira atrás
vas cruzando las fronteras
sin darte cuenta quizás.
Tómate del pasamanos
porque antes de llegar
se aferraron mil ancianos
pero se fueron igual.



Y luego del estribillo, él seguía:

Quisiera saber tu nombre
tu lugar, tu dirección
y si te han puesto teléfono
también tu numeración.


Y ahí empalmaba yo:

Te suplico que me avises
si me vienes a buscar
no es porque te tenga miedo
solo me quiero arreglar.


Tenemos prohibido hablar entre nosotros, aunque a veces cruzamos algún susurro. Durante todo el día debemos permanecer sentados en el suelo, sin apoyarnos en las paredes, lo que nos resulta un tormento. A mí me duele enormemente la espalda y como en ocasiones las descargas eléctricas son en el ano, resulta penoso guardar la misma posición tantas horas.

"Ataca Holanda, cuidado. René van der Kerkhof combina con Neeskens, no puede marcar Tarantini, cuidado, pica Rep en diagonal, pero anticipa muy bien Passarella".

Somos ocho en un calabozo donde tres serían multitud. El pobre Varsky está muy estropeado: su condición de judío no lo favorece. "Varsky, a Auschwitz", le dicen cada vez que lo sacan para llevarlo al quirófano. Los antisemitas son tan cínicos que lo obligan a realizar el saludo hitleriano. Con una gillette le tatuaron en la frente la cruz gamada. Hace tres días -me contó- lo obligaron a comer jabón. ¿Qué gusto tiene tu mujer?, le preguntaron. Ella también fue detenida.

"Vamos Argentina, vamos muchachos... Cero a cero está la final. Una multitud ha desbordado el estadio Monumental, a orillas del Río de la Plata, demostrando un gran comportamiento. Para que el mundo vea que los argentinos somos derechos y humanos".

Aprovecho que Julián está obsesionado con el partido y me levanto ligeramente la capucha, un pasamontañas negro de lana. Mis compañeros son vagas siluetas desparramadas sobre la breve superficie. Siento que el ojo derecho desapareció bajo la inflamación del pómulo. No hay ventana. Pero descubro un contrabando de luz: viene de la puerta que Julián mantiene abierta. Al rato, la niebla comienza a disiparse. Hubiese preferido seguir entabicado. Aída está sufriendo terriblemente.

Le pregunto para cuándo espera y me contesta que tenía fecha para el 28 de Junio. Se queja de calambres. Elsa soporta a duras penas la situación. Tiene la cabeza cubierta por una funda de almohada y un gran tajo en la pierna izquierda. Me horrorizo: la herida está agusanada.

"Recibe Ardiles, cambia para Luque, ataca Argentina, Luque juega para Kempes, peligro de gol, aguanta Kempes la pelota, peligro de gol, va a tirar, tiró...¡Gol, gol, gol, gol, goooolllll argentino..."

Julián sepulta el grito de Muñoz con su voz. Todos nos alteramos, porque cada vez que nos vienen a buscar para llevarnos a la máquina irrumpen así, con alaridos similares, pero no, esta vez es sólo un grito de gol. Julián pasa por el pasillo corriendo como un poseído, la radio en una mano y un vaso en la otra. Ni cuenta se da que yo no tengo el pasamontañas. Igualmente, me lo coloco. Regresa y nos insulta a todos:

-¿Y ustedes no festejan, bolches de mierda, enemigos de la patria? Estamos ganando la Copa del Mundo. ¡Vamos, Argentina! ¡Qué grande el Matador!

Vuelvo a descubrirme. Elsa se ahoga en sollozos silenciosos, asustada por la reacción
de Julián. Sé que fue violada reiteradamente, incluso una vez contra natura. No creo que tenga más de dieciocho años. Darío anda con un ataque de asma. Respira penosamente y un silbido agudo le sale del pecho. Anoche, después de la paliza, creí que se moría.

"Y se termina el primer tiempo, señoras y señores. Con gol de Mario Alberto Kempes, Argentina le está ganando a Holanda y se está adjudicando por primera vez en la historia la Copa del Mundo".

De los demás no sé nada, ni siquiera sus nombres. Hace poco que están aquí. A uno creo que lo trajeron de Bahía Blanca. Están atados entre sí por una cadena. Tienen los tobillos en carne viva. Me cubro nuevamente la cabeza.

"Veinticinco millones de argentinos jugaremos el mundial..." Julián se acerca a la celda. Está exultante.

-¿Qué te parece, zurdito?- me pregunta sabiendo que soy futbolero.

-Falta mucho todavía- respondo.

-Ya está. Ustedes siempre los mismos pesimistas. Nada está bien, nada. Por eso quieren cambiar el mundo, ¿no? Así les va, también.

-Ellos tienen un gran equipo.

-En el '74 también tenían un gran equipo, mejor que éste y bien que les ganó Alemania. ¿O no?

Julián está contrariado. Se va. El viejo Varsky me dice: "No lo hagás enojar, pibe. Después se la agarra con nosotros y nos amasija".

No hace falta enfadarlo para eso. Anteayer estaba de buen humor y sin embargo me tuvo dos horas, calculo, sobre la parrilla. Me dijo que iban a probar un nuevo método conmigo, que yo tenía ese privilegio. Y entonces me apoyaron un tubo de teléfono que, conectado a 220, me enviaba electricidad a la oreja y a la boca simultáneamente. Además, me pegaron todo el tiempo con una varilla en la planta de los pies y me tiraron un baldazo de agua. Julián es sádico. Disfruta aplicando los peores tormentos. Y los otros lo siguen. Llegué a escuchar algo realmente espantoso que comentaron entre carcajadas: no sé a quién le habían hecho el rectoscopio, que consiste en introducir por el ano un cilindro en el interior del cual colocan una rata. En su afán por escapar, el roedor destroza los órganos.

"Menos de diez minutos para el final. La pelota en poder de René van der Kerkhof, se viene Holanda, a no descuidarse muchachos. Van der Kerkhof mete el centro, cuidado, salta Nanninga, cabecea... Gol... Gol holandés. Casi sobre el cierre del partido Nanninga, que había reemplazado a Rep, marca el empate..."

La voz apagada de Muñoz se desvanece aun más, bajo los gritos de Julián Descontrolado, lanza todo tipo de maldiciones. Elsa entra en pánico. Varsky también Darío se agita. Aída dice que tiene contracciones. Rensenbrink revienta el palo derecho de Fillol. El partido termina.

-¿Estás contento ahora, zurdito de mierda? Vamos al suplementario. Lo teníamos ganado y ahora hay que jugar treinta minutos más. ¿A vos te parece? -me dice Julián-, entrando al calabozo a las patadas. Siento un golpe fuerte en la espalda. Ahora otro en el estómago. Parece danzar a mí alrededor, enloquecido.

"Comienza el primer tiempo del suplementario. Flamean miles de banderas en el estadio Monumental. Vamos, hay que alentar al equipo argentino".

De repente, todos estamos haciendo fuerza por la selección. No es que nos haya invadido el exitismo ni que nos ataque ahora un nacionalismo exacerbado, por otra parte, tan propio de nuestro pueblo. Es un mecanismo de autodefensa: sabemos que si Argentina pierde la final se va a duplicar el castigo. Pienso en el teléfono, en el submarino, en el rectoscopio. En la bronca de Julián y los suyos, sacándose los perros de adentro, haciendo catarsis con nosotros, con nuestros cuerpos lacerados, macerados a puntapiés y puñetazos, quemados, ulcerados, ultrajados.

"Pelota para Bertoni, juega para Kempes, ataca el Matador, elimina uno, peligro de gol, elimina otro, peligro de gol, sale Jongbloed, gol, gol, gol, gol..."

Esta vez, el gol interminable del Gordo Muñoz es para nosotros lo más maravilloso que hemos escuchado en los últimos tiempos. Todos gritamos con él. Y con Julián, que ahora se me tira encima y me abraza y siento su aliento a alcohol y su respiración entrecortada y hasta me parece que llora, sí, Julián llora, se estremece contra mi cuerpo y rodamos por el suelo y choco contra algo, creo que es el vientre inflado de Aída. Y la radio comenta la guapeada de Kempes arrastrando a sus marcadores y se escuchan las voces del Monumental ahogando la de Muñoz que dice que todo el pueblo argentino festeja y es verdad, si nos viera José María, si nos viera, también aquí se festeja...

Estos minutos son perpetuos. Holanda intenta con Jansen, con Willy van der Kerkhof, ya en el segundo tiempo del alargue. Julián le pide a Dios y a todos los santos la hora; nosotros también. Faltan seis minutos.

"Argentina con más resto. Intenta Kempes, la gran figura, toca para Bertoni, se mete en el área, hay un rebote, insisten Kempes y Bertoni, otro rebote, pega en Krol, le queda para Bertoni, ahí está, gol, gol, gol, gol, goooollll argentino..."

Nos desbordamos. Es imposible que Holanda pueda revertir el resultado. Julián escucha los últimos minutos con nosotros. Súbitamente, somos aliados; estamos enrolados en la misma causa.. Increíblemente compartimos esta alegría, claro que por motivos bien diferentes. Si pudiera quitarme el pasamontañas, vería a mi alrededor una verdadera escena fellinesca.

"Argentina Campeón del Mundo... Argentina Campeón del Mundo", repite Muñoz con la última hebra de voz que le queda. Julián parece caminar por las paredes.

-¡Qué impresionante, zurdito, qué final. Somos campeones del mundo, ¡carajo! -y me pasa el brazo por el hombro y me sacude.

-¡Y ese Kempes qué jugador. Él solo ganó el partido. Es una bestia Kempes, es un animal! Y se pone de pie y se va, "dale campeón, dale campeón" y nuevamente nos quedamos solos, mientras escuchamos bocinazos y petardos a lo lejos y la radio repite una y otra vez que "veinticinco millones de argentinos ganaremos el Mundial" y Muñoz cuenta que "Daniel Passarella, el gran capitán argentino, levanta la Copa del Mundo. Se estremece nuevamente el Monumental. Desde los palcos, el excelentísimo señor presidente de la nación, don Jorge Rafael Videla, Junto a otras altas autoridades, celebra esta conquista histórica. La copa va de mano en mano. Allí está Mario Alberto Kempes, el Matador, el gran héroe de la final..."

-Che, zurdito: decidimos con los muchachos que hoy cerramos el quirófano. Vamos a festejar el campeonato. Agradézcanle a Kempes- exclama entre risas Julián.

-Qué contradicción- dice el viejo Varsky.

-¿Por qué?- pregunto yo.

-Porque nos salvó el Matador- responde.

(extraído del libro “Hambre de gol”)

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El 22 de Febrero de 1976, por la 3ª fecha del torneo Metropolitano (zona B) se enfrentaron River y San Lorenzo de Almagro, en Núñez.
Esa tarde, Leopoldo Jacinto Luque, de River, se convertiría en el primer futbolista en anotar 5 goles en un clásico de equipos grandes, en toda la historia el profesionalismo argentino.
River venció a San Lorenzo por 5 a 1, I con 5 goles del hombre que descolló también con la camiseta del seleccionado nacional que ganó la Copa del Mundo en 1978. La síntesis del partido fue la siguiente:


RIVER (5): Landaburu; Comelles. Perfumo, Passarella y H. López; Merlo, Russo (Artico) y Sabella; Pedro González, Leopoldo Jacinto Luque y Más (Reinaldi).

SAN LORENZO (1): Irusta; Ruiz, Navarro, Olguín y E. Sánchez; Gauna, Maletti y Mendoza: Premici, Villarreal y Rizzi.

Árbitro: Miguel Ángel Comesaña.

GOLES

1º Tiempo: 16' Luque (R).
2º Tiempo: 9', 28', 30' y 32' Luque (R) y 39' Jorge Olguín (SL), de penal.

Leopoldo Luque, proveniente de Unión de Santa Fe, se consagró en River, debutando en el seleccionado nacional, dirigido por César Luis Menotti, el 3 de Agosto de 1975 frente a Venezuela, por la Copa América. Tuvo 45 presencias con la camiseta argentina. Nunca defraudó.
En ese torneo de 1976, Boca Juniors fue el campeón del Metropolitano y pese a sus 5 anotaciones en un solo partido, Luque no pudo ser el goleador. El máximo artillero de ese torneo fue Mario Alberto Kempes, que jugaba para Rosario Central, con 21 conquistas.

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José María Sánchez Lage se enorgullece de haber sido quien recomendó al Valencia de España la compra de Mario Alberto Kempes, cuando el cordobés era el goleador de Rosario Central, pero también recuerda el debut de quien luego sería el Matador. Y apunta que se produjo en un amistoso y Mario fue un auténtico desastre, a tal punto que en un momento recibió una pelota cerca del banderín del córner, la pisó y se cayó...
La gente lo miraba sin creerlo y recriminaban duramente a las autoridades del club haberlo ido a buscar a la Argentina.
Después, ya lo sabemos, fue un ídolo valenciano.

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En apenas una Copa del Mundo, demostró ser un jugador irresistible y de fenomenal confianza. En 1978, sólo algunas defensas encontraron la forma de controlarlo, y yo tengo el orgullo de pertenecer a una de ellas. Lo marcamos en zona con Christian Lopez, con quien nos repetíamos que se trataba de un jugador como cualquier otro para darnos confianza. Sabíamos que no podíamos dejarlo darse vuelta porque era letal frente al arco. Tenía mucha potencia.

(MARIUS TRÉSOR, jugador francés en Argentina 1978, opinando sobre Mario Kempes)

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Me interesan jugadores que se adapten a nuestro juego. Si ustedes no creen lo que yo digo, fíjense en los europeos. Vienen y se llevan jugadores. ¿Pero qué jugadores? ¿Se llevan a Alonso, a Houseman? No, viejo, se llevan a Scotta, Kempes, tipos que no andan con chistes y la meten seguido...


(JUAN CARLOS "Toto" LORENZO, recordado entrenador de fútbol argentino)

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Botas y botines (Ezequiel Fernández Moores)


Mario Kempes se largó a llorar apenas se enteró del golpe. Su llanto alertó a varios de sus compañeros. El presidente de la Delegación, Pedro Orgambide, recibió una comunicación telefónica desde Buenos Aires informándole que la Selección debía cumplir ese día con su partido y seguir con el resto de la gira. "Yo me enteré por el golpe a través de Muñoz y él nos tranquilizó diciendo que por suerte no había desgracias personales ni derramamiento de sangre", recordaría luego Orgambide. La particular apreciación del "Gordo" Muñoz, casi un comunicado de la Junta, no satisfizo a todos. Algunos jugadores, como Héctor Scotta y el propio Kempes, dijeron que querían volver a la Argentina. Se hizo una reunión y la mayoría decidió que había que seguir adelante. En medio de esa conmoción, revelada por algunos jugadores de aquel equipo, Argentina salió al campo y venció 2-1 a Polonia, dando vuelta el marcador con goles de Héctor Scotta y René Houseman. Aquel partido se jugó en Chorzow, una ciudad industrial de 150 mil personas del sur de Polonia, y sirvió a la Junta Militar para decir que ese día, 24 de Marzo de 1976, todo seguía funcionando normalmente en la Argentina.
Los primeros comunicados de la Junta de aquel miércoles 24 de Marzo hablaban de suspensión de derechos, intervenciones y prohibiciones. Pero el número 23 informaba que se interrumpía la transmisión de la cadena nacional para permitir la difusión en directo del partido Argentina-Polonia. El fútbol volvió a ocupar a la Junta en la primera reunión celebrada por sus integrantes el día 24. El almirante Emilio Massera comunicó al general Jorge Rafael Videla que Argentina debía confirmar su decisión de organizar la Copa Mundial ‘78. "Costará sólo 70 millones de dólares", le dijo Massera a Videla. Alguien intentó explicar luego que las obras demandarían una inversión mayor, pero Videla no se preocupó. "Aunque cueste cien millones no hay problemas", señaló.
"Veinticinco millones de argentinos", como decía el jingle militar, terminaron pagando más de 700 millones de dólares.
El 25 de Marzo la Junta recibió de manos del deporte una de las primeras adhesiones. La dio el presidente de la Confederación Brasileña de Deportes (CBD), almirante Heleno Nunes. "Tal vez sea la mejor garantía de la Copa del Mundo en Argentina", dijo Nunes. Al día siguiente arribó a Buenos Aires una comisión de la FIFA, para inspeccionar las obras del Mundial, encabezada por el alemán Hermann Neuberger, SS en los tiempos de Hitler. "El cambio de Gobierno no tiene nada que ver con el Mundial. Somos gente de fútbol y no políticos", dijo Neuberger. Más claro aún fue el propio mandamás de la FIFA, Joao Havelange. El 28 de Marzo decía desde el exterior que "la Argentina está ahora más apta que nunca para organizar el Mundial". Recibiendo a la FIFA en Ezeiza aquel 25 de Marzo estaba ya el almirante Carlos Lacoste, la bota que Massera puso dentro del deporte, para manejar el poder y los negocios.
Lacoste convocó a sus oficinas en el Ministerio de Acción Social al presidente de Boca Juniors, Alberto J. Armando, y le sugirió que pidiera la renuncia a toda la cúpula de la AFA. Su presidente, el médico de la UOM David Bracutto, rechazó el convite. Pero el 30 de Marzo la dictadura bloqueó las cuentas de la AFA en el Banco Central y Bracutto debió abandonar su cargo. La Marina y el Ejército libraron una batalla para ver quién se quedaba con la pelota. Ganó Massera y el 1º de Mayo de 1976 el voto obediente y mayoritario de los presidentes de los clubes de fútbol permitió al abogado Alfredo Cantilo convertirse en el nuevo presidente de la AFA.
Si la dictadura precisó a la AFA de una fachada democrática, distinta fue la situación en la Confederación Argentina de Deportes (CAD). Allí fue designado interventor Miguel Ángel Bruno, allegado al general Reynaldo Bignone. En el Comité Olímpico Argentino ( COA) el régimen urdió una trampa derrocando al tirador Pablo Cagnasso. Rodríguez sigue aún hoy en el COA y Bruno es su vicepresidente. La palabra "desaparecido" golpeó al fútbol al mes de producido el golpe. El 23 de Abril de 1976 las capuchas se llevaron a Norberto Julio Morresi, de 17 años, hermano de Claudio, el jugador que luego actuó en Huracán y River, una de las pocas voces del fútbol que jamás se escondió para repudiar activamente la represión. Casi al mes siguiente, el 17 de Mayo de 1976, la dictadura tuvo su primera muerte en las canchas. Estudiantes y Huracán jugaban en La Plata y en la tribuna visitante apareció un cartel de Montoneros. En medio de la batahola cayó muerto de un balazo Gregorio Noya, que estaba en la platea acompañado de su hijo pequeño. En 1976, según recuerda el periodista Amílcar Romero, en su libro Deporte, Violencia y política la AFA hizo disputar una cifra récord 752 periodistas y fue bajo la dictadura cuando las barra bravas, como dijo Roberto Perfumo, "ganaron su lugar al sol". Aquel mes de Mayo, el día 23, el triunfo de Víctor Galíndez en Sudáfrica y ante Richie Kates y el asesinato de Ringo Bonavena en un burdel de Nevada ocultaron otra pequeña noticia publicada por los diarios: el hallazgo de los cuerpos acribillados de los legisladores uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
Util para la dictadura, al deporte también le llegó la censura. El interventor de las radios “Splendid” y “Excelsior”, Vicecomodoro Jorge Pedrerol, transmitió órdenes superiores y prohibió en esas emisoras cualquier "comentario adverso" a la selección y a su técnico, César Menotti. Videla, en tanto, elegía deportistas para almorzar con "jóvenes sobresalientes", el 21 de Septiembre de 1979: entre los elegidos estaba Alberto Tarantini y Claudia Casabianca, años más tarde involucrados en causas por drogas. El 26 de Noviembre desaparecía Claudio Tamburrini, arquero del club de Almagro. Fue torturado y privado de su libertad hasta el 24 de Marzo de 1978. Pasó 120 días en el centro de tormentos clandestino instalado en el oeste del Gran Buenos Aires bajo el nombre de Mansión Seré.
Irónicamente uno de los hombres que tuvo bajo su cargo la Mansión Seré fue el comodoro Julio César Santuccione, famoso profesor en Mendoza y uno de los tantos militares dirigentes de la AFA, en aquellos años, como secretario del Tribunal de Disciplina y de la Comisión Especial de Reformas al Reglamento.
Siguiendo los consejos de la agencia Burson Masteller, contratada para mejorar su imagen en el extranjero, la Junta siguió montada al deporte y el 9 de Septiembre de 1977 Videla esquivó protestas en su visita a Nueva York fotografiándose con Guillermo Vilas, que unos días después ganaría por primera y única vez el Abierto de Estados Unidos.
Aquel mismo 9 de Septiembre, más pequeño, se informaba sobre el secuestro del profesor Alfredo Bravo. El ‘77, cuando ya Suárez Mason viajaba en los aviones de YPF para seguir los partidos de Diego Maradona en su club, Argentinos Juniors, se cerró con el recordado secuestro de las monjas francesas. Al día siguiente, las portadas en los diarios, sin embargo, se ocuparon en la fecha del fútbol, la final del polo entre el coronel Suárez y Santa Ana y una exhibición de Carlos Monzón en la Rural. Los archivos de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) cuentan a 56 desaparecidos en Enero de 1978. Uno de ellos es el único deportista federado argentino chupado por los militares. El atleta Miguel Sánchez un tucumano de 25 años que había participado tres veces en la famosa maratón brasileña de San Silvestre, fue arrancado de su casa de San Martín 176, de Villa España, en Berazategui, a las 3.30 de la madrugada del 9 de Enero de 1978. Su entrenador, Osvaldo Suárez, una de las máximas figuras del atletismo argentino, siempre creyó que se trató de "uno de los tantos errores de procedimiento".
Pero así como en el ‘82 se recordó por la Guerra de Malvinas y en el ‘83 la dictadura se despidió sembrando muerte y violencia con un año negro en las canchas, 1978 quedó incorporado como el año del Mundial. La historia sospechará eternamente del 6-0 ante Perú. Lo hará también de los controles antidóping, como reflotó hace unos días en la TV el periodista Aldo Proietto, director de la revista El Gráfico. Proietto era hombre de Lacoste en aquel engendro llamado EAM ‘78. La imagen de Argentina era custodiada desde los micrófonos por José María Muñoz y Raúl Portal atendía a periodistas en la Cancillería.
En Rosario, a un periodista cuyas crónicas "deformaban la realidad", le mandaron una señorita. Y cuando se quedó dormido la dama se llevó su credencial, sin la cual no pudo seguir trabajando y debió volver a su país. El día que empezó el Mundial, la dictadura cerró el Hospital Rawson. Y un día antes de la final ante Holanda, Adolfo Pérez Esquivel salió de prisión. Argentina ganó el Mundial el 25 de Junio de 1978 y los torturados de la ESMA no escucharon los gritos del estadio de River pese a la cercanía. Ellos se enteraron, porque su represor, el "Tigre" Acosta, irrumpió en el tercer piso al grito de "¡Ganamos, ganamos!". Obtenida la Copa, El Gráfico, abrió su edición del 4 de Junio con una entrevista exclusiva a quien creyó figura de la Copa, el general Videla. Fueron años en que la política abusó del fútbol. Años de Kempes, el Matador. Años de Videla, el asesino.

Distancias: Brasil hizo 4.659 kilómetros; Argentina, 618: Curioso dato, y más teniendo en cuenta que Brasil era el enemigo a batir por los argentinos y las enormes distancias del país organizador.
Coca Cola, patrocinador: Desembolsó 8 millones de dólares para patrocinar el Mundial.
Se marcaron 102 goles: La media del torneo fue de 2,68 goles por partido. Hubo tres goles en propia puerta y 64 futbolistas festejaron al menos un gol durante el torneo.
Más de millón y medio de espectadores: Las gradas de los seis estadios que albergaron partidos acogieron a 1.610.200 personas, a una media de 42.374. La final se jugó en el campo de River Plate en pleno invierno local ante 71.483 espectadores.
Brandts, a favor y en contra: El holandés fue, ante Italia, el primero en marcar en su meta y la rival en un mismo choque. Su equipo ganó 2-1.

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Allá por la década del 70 cuando Mario Alberto Kempes desparramaba defensores, metía goles inolvidables y jerarquizaba a Rosario Central, un emblema de ese plantel, Aurelio José Pascuttini reflexionaba así: "Mario tiene que ganar el doble de contrato y cobrar premios triple. Es un fenómeno, gracias a él todos nos llenamos los bolsillos. Ojalá se quede para toda la vida".

(Obviamente, Kempes fue transferido a España y aquel lapso triunfador quedó en el recuerdo. Extraído del diario "Clarín" del 22 de Febrero de 2006)

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Para la mayoría de la gente, "El Matador" es Salas y no vos. ¿Te molesta?

No, para nada, el chileno ahora está en vigencia y yo no juego más. Hay un tiempo para todos, para Pelé, para Maradona, para Di Stéfano.... Cada uno hizo lo que tenía que hacer en su momento. Además, a él no sé quién le puso el apodo.

¿Y a vos quién te lo puso?

El "Gordo" Muñoz, el mejor relator de todos los tiempos. Una vez, allá por 1975, me fue a relatar a Rosario y me reprochaba porque no hacía muchos goles de visitante. Y me prometió que si convertía dos goles de visitante en el partido siguiente me iba a poner un apodo. Jugamos contra Banfield, hice 3 y ahí me gané el mote.

(MARIO "El Matador" KEMPES, ex futbolista y técnico argentino, en declaraciones a la revista "El Gráfico", Julio de 2002)

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Si tiene ofertas y el Valencia le da la oportunidad, Claudio López debe irse. A mí no me la dieron y después me echaron ellos.

(MARIO ALBERTO KEMPES, ex jugador y técnico argentino, Marzo de 1999)

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