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A propósito de ello, el inolvidable delantero de Peñarol de Montevideo de los años 60 y 70, el ecuatoriano Alberto Spencer, reflejó la imagen que tenía de Pelé en su biografía "El señor Spencer", escrita por Freddy Álava Muentes.
En uno de sus capítulos, recuerda dos anécdotas: "Peñarol y Santos eran, en los años 60, los equipos de moda y se cruzaban por todos lados; cumplía años Alianza Lima y llamaban a ambos cuadros, cumplía años Millonarios y no podían faltar Peñarol y Santos. En un cuadrangular disputado en Santiago de Chile, por esas coincidencias, las dos delegaciones se alojaron en el mismo hotel. La noche previa que jugáramos un partido, nos encontrábamos cenando, cuando alguien levantó la voz: -Ahí vienen los del Santos, no le demos bola porque andan agrandados.
Efectivamente, pasó el grueso del equipo brasileño, ingresando al salón muy en lo suyo, con la vista al frente, mientras nosotros comíamos con naturalidad. El hielo se rompió cuando Pelé, que se había retrasado, se acercó a la mesa, me encaró directamente y me dijo: "Qué tal Spencer, ¿tudo ben?'... Y seguimos conversando, demostrándome que, siendo una super estrella del fútbol mundial, poseía mucha humildad. En otra ocasión, en un amistoso veraniego jugado en el estadio Centenario, Peñarol estaba ganando por cinco goles. En esos momentos, antes de disputar una pelota, Pelé me pidió: 'Spencer, Spencer, avisa a los muchachos que ya parar...'.
El ecuatoriano no atinó más que a sonreír ante la inesperada ocurrencia del, por esos días, doble campeón mundial".
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Y dale alegría a mi corazón (Fito Páez - Argentina)
Brasil y el Mundialito de 1972
El torneo estuvo marcado por su carácter federal. Se distribuyeron las sedes de manera tal que en cada sector del país se pueda acudir al estadio de turno. Río de Janeiro, Salvador, Curitiba, Natal, Recife, Maceió, fueron solo algunas de las ciudades que dijeron presente en la competición.
Grupo 1: Argentina, Colombia, Francia y dos veces en África unida y la CONCACAF (Confederación de la América Central, América del Norte y el Caribe).
Sedes: Aracaju, Salvador y Maceió.
Grupo 2: Portugal, Irlanda del Sur, Ecuador, Chile e Irán.
Sedes: Natal y Recife.
Grupo 3: Bolivia, Yugoslavia, Paraguay, Perú y Venezuela.
Sedes: Curitiba, Campo Grande (por entonces parte del Mato Grosso) y Manaos.
Los primeros de cada grupo diputarían la gran final mientras que los segundos accederían al partido por el tercer puesto y cuarto puesto.
El proyecto brasileño fue muy ambicioso en un principio, pues querían la participación de Alemania Federal, Inglaterra e Italia, ex campeones del mundo. Las negativas de estas Federaciones -tras muchas idas y venidas- obligaron a una modificación en los planes con el ingreso de Checoslovaquia, Unión Soviética y Escocia, como reemplazantes en las semifinales.
Francia y Argentina (dirigida por Juan José Pizzuti) pelearon palmo a palmo el liderato del Grupo 1. La igualdad en cero entre ambos equipos clasificó a los argentinos por mejor diferencia del gol. El combinado de África obtuvo el tercer puesto mientras que Colombia y el conjunto de la CONCACAF quedaron relegados al fondo de la tabla.
Portugal arrolló en el Grupo 2 y ganó sus cuatro partidos de manera cómoda al obtener un asombroso registro de doce goles a favor y solo dos en contra. Los demás equipos poco pudieron hacer ante el poderío ofensivo de Eusebio y compañía. Chile se ubicó en segundo lugar, seguido por Irlanda, Ecuador e Irán, respectivamente.
Por su parte el Grupo 3 presentó un equipo yugoslavo que tuvo una gran performance gracias a su juego ofensivo y de gran calidad técnica. Poco pudieron hacer los países sudamericanos ante el conjunto europeo. Uno de ellos, Venezuela, recibió la mayor paliza del torneo al perder por 10 a 0.
Argentina, Portugal y Yugoslavia fueron entonces los países que acompañaron a los equipos clasificados de antemano. Aún restaba la etapa más emotiva y de mayor caudal futbolístico.
Los ocho equipos de distribuyeron en dos grupos:
Grupo A: Brasil, Escocia, Checoslovaquia y Yugoslavia.
Grupo B: Portugal, Argentina, Uruguay y URSS.
Los primeros de cada grupo diputarían la gran final mientras que los segundos accederían al partido por el tercer puesto y cuarto puesto.>
La campaña de la Selección Argentina
5 victorias, un empate y 2 derrotas dejaron un saldo positivo en esta presentación argentina que tenía como meta fundamental empezar a curar las heridas producidas por la no clasificación al Mundial de México 1970 y como una forma de empezar a sentar las bases de lo que sería su participación en Alemania 74.
Estos fueron los resultados y goleadores:
11/06/72 (Salvador de Bahía) Confederación Africana 0 - Argentina 2 (Fischer y Mastrángelo)
18/06/72 (Salvador de Bahía) Concacaf 0 - Argentina 7 (Bianchi, Mas -2-, Fischer -4-)
22/06/72 (Salvador de Bahía) Colombia 1 - Argentina 4 (Brindisi y Bianchi -3-)
25/06/72 (Salvador de Bahía) Francia 0 - Argentina 0
29/06/72 (Rio de Janeiro) Portugal 3 - Argentina 1 (Brindisi)
02/07/72 (Belo Horizonte) Rusia 0 - Argentina 1 (Pastoriza)
06/07/72 (Porto Alegre) Uruguay 0 - Argentina 1 (Mas)
09/07/72 (Rio de Janeiro) Yugoslavia 4 - Argentina 2 (Brindisi -2-) -partido por el tercer puesto-
Si bien la base del plantel argentino que disputó el Mundialito de Brasil no fue la que participó dos años más tarde en tierra germana, algunos de estos jugadores (Carnevali, Santoro, Wolff, Bargas y Heredia) si estuvieron en la cita mundialista.
Más información sobre la participación argentina en este enlace.
Algunos de los equipos participantes ni siquiera trajeron uniforme, tal fue el caso de Irán, quien olvidó sus uniformes y para ganar la simpatía de la gente local pidió prestadas las camisetas del equipo más popular de Recife -el Santa Cruz Futebol Clube- y con la camiseta tricolor obtuvo los siguientes resultados:
11/06/72 Irán 1-2 Irlanda
14/06/72 Irán 0-3 Portugal
21/06/72 Irán 1-1 Ecuador
25/06/72 Irán 1-2 Chile
Portugal, subcampeón del Mundialito de 1972
Plantel argentino que disputó la Minicopa
La Copa Independencia fue un éxito en todo sentido. Se logró un torneo con equipos de jerarquía, se vivió un clima festivo y de gran armonía, reunió grandes jugadores, se confeccionó un precioso trofeo de oro para el ganador valuado en 25.000 dólares de la época y sobre todo logró unificar a un país extenso como lo es Brasil al designar trece sedes para llevar a cabo los distintos encuentros.
La campaña de Brasil
Brasil 0 - Checoslovaquia 0
Brasil 3 - Yugoslavia 0
Brasil 1 - Escocia 0
Brasil 1 - Portugal 0 (FINAL)
Fuentes consultadas:
* Wikipedia Brasil
* Blog "Morenacult"
* Portal "No’ gracia a vo"
Gambetas para un poema (Marcelo Vallejos - Ecuador)
Carta abierta
Globo libre,
el primer balón flotaba
sobre el grito espiral
de los vapores.
Roma y Cartago
frente a frente iban,
marionetas fugaces
sus sandalias.
Rafael Alberti
Para salir de pobrezas Cirilo Montaño planeó una estrategia.
Durante su vida lo había intentado todo, desde someterse en cuerpo y alma al trabajo porque, según el orden natural de las cosas, ese es el camino correcto; pero llevaba quince años en su oficio y no había logrado completar ni siquiera el menaje de su casa. Eso de "su casa" es un decir, porque era un arrendatario que se veía en pindingas para pagar puntualmente las mensualidades. En algún momento, cuando su espíritu rebosaba fe y optimismo, condenó la posición de un viejo compadre suyo que rechazaba sistemáticamente cualquier posibilidad de trabajo bajo un argumento simple: para morir pobre y cansado; prefiero vivir pobre pero descansado.
Hoy ya no era tan radical en esa apreciación, incluso había llegado a darle la razón porque él mismo, tras esos tres lustros de sacrificios sin cuenta, tras deslomarse trabajando en un aserradero primero, y en las oficinas de la empresa maderera después, (había estudiado por las noches hasta alcanzar el título de Contador Público), apenas si podía mantener decentemente a su familia.
Cuando se dio cuenta que por el camino del trabajo no llegaría jamás a su objetivo, decidió entregarse por entero a la esperanza. Jugó sistemáticamente a la lotería y apostó a cuanto sorteo se promocionaba en la tele, él se atrevía a soñar, tal y como recitaba un extrovertido animador; pero, como sabemos, todo en la vida es sueño y los sueños sueños son, cada jueves, o el día siguiente a los sorteos, volvía a la frustración y a la realidad desalmada de su pobreza.
La Providencia entonces le envió un mensaje, por lo menos así lo creyó Cirilo, hombre de convicciones y perseverancia, a través de una noticia publicada en primera página por un matutino de gran tiraje. La información contaba que en Madrid un emigrante ecuatoriano había logrado vender a su hijo en seis millones de euros. Hay que precisar que el negocio comprende su "carta pase", es decir a los derechos deportivos, que no a la persona misma, aun cuando en la práctica es igual, más todavía si el objeto de venta es de raza negra.
El comprador era el Real Madrid, aquel equipo de fútbol que, en su tiempo, fue gloria del balompié de España y Europa y del generalísimo Franco, así lo afirma con pelos y señales el escritor uruguayo Eduardo Galeano, y si él lo dice así debe haber sido, no sólo porque es hombre merecedor de crédito sino porque la afirmación está publicada y nadie la ha desmentido todavía.
Fue entonces cuando Cirilo Montaño se fijó en su hijo. ¿Tenía dotes para futbolista?
No lo sabía, porque se dedicó por entero y sin distracciones al trabajo, poniendo sus cinco sentidos en la meta sagrada de ganar dinero.
De ninguna manera podría atribuírsele falta de preocupación hacia su único hijo.
Por el contrario, buena parte de su exigua renta la dedicaba a educarlo con esmero, a cuidar de su salud y a vestirlo convenientemente; lo que no se le ocurrió jamás fue comprarle unos zapatos de fútbol, o unos guantes de arquero, ni siquiera una camiseta del equipo campeón.
A su criterio tal actitud hubiese sido un desperdicio.
Pero ante la realidad plasmada en la noticia se dio cuenta de su equivocación, creyó que el camino era evidente y decidió seguirlo.
De la noche a la mañana cambió su conducta.
Renunció a los tiempos extra que le daban algún dinerillo adicional y actuó como manda la lógica: compró literatura futbolera para adentrarse en el tema y leyó, a más de obras de táctica y estrategia y manuales de entrenamiento, a Osvaldo Soriano, Eduardo Galeano, innúmeros cuentos de fútbol, la autobiografía de Diego Maradona y hasta, nadie lo hubiera creído, a Pier Paolo Pasolini, el cineasta apasionado por el fútbol.
Así instruido pasó de la teoría a la práctica.
Compró un balón e invitó a su hijo, que a la sazón frisaba diez años, a un picadito de indorfútbol. Y se sorprendió de la habilidad del chiquillo. Jugaba a lo Franklin Salas, paseando el balón como si estuviera en una fiesta, acariciándolo, escondiéndolo del rival, y goleando. Era un diez que no se contentaba con servir sino con hacer.
Y se dio cuenta de la mina de oro que tenía en sus manos o, propiamente expresado, en los pies de su hijo. Sin embargo, existía una grave dificultad.
No lo podía vender en el país. Ningún club nacional arriesgaría un dólar por su muchacho, y si lo hicieran, los del negocio serian ellos, excluyéndolo. Tenía que seguir el ejemplo que le daba la vida y que había sido reseñado por los periódicos: tenía que emigrar, y se fue.
De nada valieron los llantos de su mujer, acostumbrada ya a las pobrezas cotidianas. Para ella tenía más valor la integridad familiar que los posibles réditos que las habilidades de su hijo pudieron eventualmente ofrecerles. Prefería a su marido en casa que en esa búsqueda incierta.
Prefería ver a su hijo en la escuela, estudiando e imaginarlo en el colegio y en la universidad, que correteando tras una pelota, aun cuando su habilidad era evidente.
No pudo detenerlo y, como en el bolero, cerrando los ojos lo dejó partir.
Han transcurrido varios años. Don Cirilo Montaño vive en España. Ha progresado. Después de cosechar aceitunas y brócoli, derrochando su tesón habitual llegó a las oficinas de una empresa internacional donde hoy trabaja llevando las cuentas. Es un hombre eficiente aunque insatisfecho.
Mi madre viajó a reunirse con él. Hoy viven juntos en Murcia. Yo tengo 20 años. Llegué a jugar con algún suceso en el Esmeraldas Petrolero; pero seguí la carrera de Letras en la extensión de la Universidad Católica. Pretendo ser escritor. Pero no puedo dar por terminado este relato sin consignar que fue mi propio padre, don Cirilo Montaño, el culpable de que yo no esté jugando en el Real Madrid o en el Barcelona, ni siquiera en la Liga de Quito, cuadro del que soy devoto hincha, porque, cuando él se fue, y como una forma de mitigar mi tristeza, empecé a leer los libros que compró y que, como a don Quijote de la Mancha, le llevaron a su particular locura, y desde entonces dejé el balón por el oficio de las letras.
Siempre sería pobre.
Pero no me importa, nada mejor que la gambeta de un poema, digo yo, contrariando los sueños de mi adorado y ausente progenitor.
El hombre del corazón azulgrana (Rocío Soria R. - Ecuador)
Hay apasionamientos tan grandes en los hombres, inexplicables para el resto de los mortales y que de a poco se convierten en formas de vida, la poesía no solo se la escribe desde el papel, no solo se la sangra en el papel, sino que se la hace en la vida, con el cuerpo, con el dolor, con el llanto, con la rabia, y qué mejor si la musa de inspiración es la AKD.
Cuando ganamos nuestra tercera estrella en el 2008 hubo algo que me hizo enteramente feliz, la contemplación de la sonrisa de mi madre que estaba en la casa con el corazón acelerado mirando el partido por TV mientras yo andaba en Latacunga.
Pero más que la sonrisa de mi madre, me hacía feliz otra cosa, ¿hay algo que a un mortal le pueda hacer más feliz?, pues si, la esperanza de que ese hombre que se llenaba la boca y la vida con un “Lindo Quito de mi vida” estuviera presenciando el partido.
Ser hincha del equipo que siempre pierde, es como estar enamorado de esos amores imposibles, de esos que no se concretan y por el hecho de no concretarse gozan de una cierta magia o misticismo, mítico compromiso, cuento sin final. El Quito es un sentimiento y eso no tiene discusión, decía mientras filosofaba ese hombre.
Los años 55, 56 y 57 fueron años gloriosos para la hinchada ferviente del Quito, supongo entre esa hinchada estaba ese niño de 4 años, que de a poco se volvió hombre, niño en cuerpo de hombre, pasión en cuerpo de niño. El tricampeón era indomable en esa época, decía el hombre.
Y es que los amores de la vida de este hombre fueron dos, su madre y su equipo, qué más se puede pedir a Dios que haber contado con los dos amores más bellos, el filial y puro de la madre y ese que rabia en el alma, el amor a la camiseta, el amor a la AKD.
Recuerdo que una vez me desperté sobresaltada, era el hombre que cantaba a voz en cuello, para todo el barrio: “Desde chiquito te vengo a ver, y me persigue la policía no sé hasta cuando me van a joder no me entienden que vos sos mi vida”… desde chiquito… Finalmente siempre somos lo que fuimos de niños.
La vida únicamente es válida por la mayor o menor medida de pasión que pongamos en nuestros actos, recuerdo aquella vez que juntos fuimos a la Cocha a ver al equipo amado, él, desarmado, se había vuelto un fardo de dolores nuevos, pero eso no tenía importancia, su corazón estaba pintado de azul grana, procuraba no desplomarse, el espíritu le sostenía el cuerpo por dentro, ese era el amor que profesaba a su Quito Corazón. Cuando se sometía a su tratamiento de diálisis, su madre, sus tíos y yo rezábamos porque aunque no lo crean, salía radiante si el Quito ganaba, incluso hasta el tío hincha de Liga, rezaba por el Quito, rezaba por este hombre.
Yo aun tiemblo al escuchar esos cánticos de las barras y les contaré un secreto, pues no es blasfemia asegurar que además de haberse ido con la casaca roja y azul por debajo y con traje azul y la corbata roja, también se hubiera ido pronunciando con lo que le quedaba de su voz, Lindo Quito de mi vida., lindo Quito de mi vida.
Mi madre no me dejaría mentir en esto. Ese hombre, de quien les hablo, era mi hermano, el Ing. Ramiro Heredia, quien fue miembro de la directiva del Deportivo Quito, más conocido como Ramiro “Conaie” Heredia en la cultísima barra de la cual formó parte y cuyo nombre consta en la publicación de Patricio Ycaza.
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(OTILINO TENORIO 1980-2005, desaparecido jugador ecuatoriano, contando el origen de su recordado festejo "enmascarado")
Segundo tiempo (Carlos Béjar Portilla - Ecuador)
Eso mismo le digo. Si a "Cascarita" se le ocurre cruzarla por la izquierda así, en forma total, era seguro que yo la agarraba de chanfle, pero el otro aflojó y tuvo miedo de driblar en la línea de córner y para no perder el cuero prefirió, el menso, tocar los botines del back centro y los hizo refugiarse en el tiro de esquina. ¡Qué le cuento! Faltaban minutos para terminar y la general era un despelote completo, gritaban y ya invadían el grass para celebrar el empate y sacar a los locales en hombros. Con ese punto ganaban el campeonato. Bien aliviados nos íbamos a quedar, y eso que nosotros veníamos de sostener en Bolivia varias confrontaciones y en Montevideo las ganamos todas, para que vea nomás la experiencia que traíamos como visitantes.
Pero había que ver, los paisanos eran duros y el machete zumbaba en las dieciocho. El referí no decía nada, como que el muy torcuato ya estaba pitando cargado desde que empezó la complementaria y me derribaron un par de veces, a la altura de los veinte y los cuarentidós, cuando entraba embalado; por más que reclamamos, nada, nada. Al ver esto la defensa de ellos se avispó y comenzaron con los fauls descarados, si hasta me sacaron la manga de la camiseta, además que como nueve me tocaba la peor parte y usted siente que las cañoneras se le agarrotan y cuando corre en profundidad a buscar el claro o hace la pared con el interior es como que va con plomo en los botines. Eso siempre pasa a los cuarenta, así que no se puede hacer jugadas de fantasía y que me cache acariciar el cuero, las cascaritas se acaban, se busca el hueco para patear, pero todo se cierra. Ve únicamente defensas por todos lados, de manera que hay que retrasar el balón con las consabidas rechiflas de la general.
Me imagino aquí los nervios de toda la fanaticada oyendo la radio ya casi para finalizar y la vieja esperando que ponga el de honor que también nos hubiera dado el campeonato. En eso lesionaron al zurdo Gobea, cuando hacía una entrada de mucho peligro, arremetiendo por el centro y ya todos coreaban el gol, la bola que viaja al fondo de los piolines, y el referí no pita aplicando la ventaja y hace sonar el silbato sancionando el tanto. Faltaban treinta segundos. Era nuestra victoria y nos pusimos a brincar como niños en la grama. El estadio se derrumbaba de puro silencio, los paisanos se quedaron fríos cuando en eso el arbitro indica el punto en donde se cometió la infracción para que se cobre, anulando así nuestra conquista. Gobea se levantó y corrió como loco a reclamarle y todavía no salíamos de la euforia cuando ya lo había expulsado.
Esto me hace acordar de las finales que jugamos en Bogotá por la Libertadores. Era en el sesenta y dos y el respetable había colmado totalmente las aposentadurías del "Campín" sin dejar claros. Récord de taquilla que pasaba del millón de pesos. Nuestro cartel era fabuloso porque veníamos de cumplir una campaña de puros triunfos. Yo estaba en la cabeza de la tabla, veintidós goles en doce partidos. Gobea y el ñato Santacruz todavía andaban por el banco. Nos entrenaba Pepe Silveira que después se fue al Corinthians y nos impuso el cuatro a tres con un libero adelante, que ése era yo, como nueve, a pesar que algunas veces cambiamos las camisetas para confundir un poco a las defensas. El hecho es que tenían depositadas en nosotros todas las expectativas. En esa vez teníamos poca barra porque fueron pocos los aficionados que pudieron acompañarnos, no como en Guayaquil, un partido antes de la final, cuando la hinchada se venía estadio abajo ya que en los primeros cuarenta y cinco les habíamos metido cinco a los peruanos.
No se olvide que los del Rímac son lo que hay para un desmarque y juegan con profundidad. Perico Cruz era un show pateando desde las dieciocho pero no había nada que hacer, estábamos inspirados y atrás el patucho Carpió no dejaba pasar ni el aire. Comenzamos con el baile, la filigrana, el ballet funcionaba como nunca y nos marcaban el ritmo desde las tribunas batiendo las manos. Dos minutos antes el árbitro dio por finalizado el encuentro, porque el respetable empezó a invadir la cancha para sacarnos en hombros y todo era una locura increíble; las banderas, los pitos, los cohetes, encendieron los periódicos en galería, nos arrancaron en pedazos la celeste y al rato también me quedé sin los botines. Imagínese usted el recibimiento que me esperaba en el barrio. La vieja estaría llorando de pura emoción prendida de los comentarios finales en donde se iba a dar cuenta exacta de los tres goles que me tocaron, sobre todo del segundo que fue una jugada de mucha inspiración.
Vino un centro de la derecha para nadie. Sacó de lateral uno de los muchachos justo sobre mi cabeza, saltamos con el back y me lo llevé largo para bajarla con el pecho, driblar a dos más que se botaron y disparar de zurda al vuelo, bajo y cruzado sobre el parante derecho porque había visto con el rabillo del ojo que el man del arco andaba cazando moscas en el izquierdo. Un partido más y nos llevábamos la Copa. Por eso vino lo de Quito y como le dije era algo bárbaro que dos equipos nacionales se hubieran clasificado pero todos nos daban el mayor chance para el triunfo. Se sabía que los paisanos juegan recio y en cancha propia se creen como cuando le metieron dos a cero al seleccionado de Argentina, pero qué le íbamos a hacer, llevábamos la camiseta, usted sabe lo que son los colores, y teníamos fe absoluta en llevarnos los puntos.
El partido iba a ser de trámite violento por lo que se jugaba y le repito que en el área chica zumbaba la patada, además teníamos miedo de que el referí de puro bandido nos pite un penal en las postrimerías, así que había que jugar limpio abajo, entrándole al cuero con anticipación. Ya le conté cómo nos anularon el gol del zurdo Gobea faltando treinta segundos y estábamos jugando el descuento con el público metido en la cancha cuando un mal rechazo de la defensa permitió desviar la esférica hacia la izquierda en donde el ñato la cogió solo y enfiló potente cañonazo a media altura hasta el mismo fondo de las redes, así fue que nos llevamos la Copa. Ahora, si usted quiere que le cuente el partido que jugamos con Santos en el sesenta, pida media botella más de caña, bríndeme otro trago y verá lo que es candela.
(tomado de "Joyas de la Literatura Ecuatoriana", Círculo de Lectores, 1985, Quito, Ecuador)
(ALBERTO SPENCER, 1937-2006, ex futbolista ecuatoriano de imborrable paso por Peñarol de Montevideo, máximo goleador histórico de la Copa Libertadores con 54 goles)
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(DAMIÁN MANSO, jugador argentino, recientemente consagrado Campeón de la Copa Libertadores de América con la Liga Deportiva de Ecuador, en diario Olé del sábado 12 de Julio de 2008)
(ROBERTO HORCADES, Presidente del Fluminense de Brasil, "atendiendo" al árbitro de la final celebrada el miércoles y que consagró a la Liga Deportiva Universitaria como Campeón de la Copa Libertadores de América)
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El gladiador tranquilo
Los necaxistas nos hemos doctorado en frustraciones. Durante 57 años el equipo no ganó la liga, ha desaparecido dos veces del primer circuito y no ha encontrado su tierra prometida. La diáspora se anunció en el nombre mismo de Necaxa, pueblo inundado para producir electricidad, continuó en el ciudad de México (donde encontró apropiado lugar en entrenamiento en el Club Israelita) y ahora despacha en Aguascalientes, esa Patagonia tan alejada del Azteca.
En los noventa el Necaxa conquistó trofeos con una constancia un tanto vulgar para el estoico gusto de sus viejos seguidores. Sin embargo, en los años de gloria su alineación fue tan inestable como la de Deep Purple. En sentido estricto, la década de oro le perteneció a Alex Aguinaga. En una liga donde cada vez es más difícil que un jugador se identifique con un club, el ecuatoriano demostró que los prodigios pueden ser duraderos y sólo dijo adiós en 2003, a los 35 años.
Aguinaga tuvo la inasible condición del crack. Sus ojos de insomne y su boca abierta daban la equívoca impresión de que se había cansado; sin embargo, aparecía en cualquier sitio donde la pelota pudiera volverse interesante. Jugó con el número 7 de los viejos extremos derechos, pero fue un 10 natural.
No entraba al partido a defender pero se barría para recuperar balones de acceso restringido. No era un volante retrasado pero filtraba pases de treinta metros. Nadie lo confundió con centro delantero pero resolvió rompecabezas de área chica. En cada situación era más de lo que debía ser.
Aguinaga descifró el juego en el terreno entero y deambuló por la poblada media cancha con entusiasmo de escapista. Rara vez jugaba de primera intención porque el fútbol impulsivo no es lo suyo, pero jamás dormía el esférico. En el fragor de la trifulca, demostró las virtudes épicas de la serenidad; inventaba pausas, hacía pensar que los que corren sin freno no saben lo que hacen. Un jugador mental cuyo atletismo es la concentración.
Durante más de diez años ejerció la maravilla de los tres toques, que generalmente salían así: controlaba una pelota descompuesta, la arreglaba con un amague distractor y le encontraba un destino lujoso.
Entre los muchos goles que anotó y celebraba apoyándose en el banderín de córner, escojo el que le anotó al Cruz Azul y permitió que el Necaxa volviera al título de Liga luego de una espera de 57 años. Como tantas de sus proezas, ésta pareció ocurrir en cámara lenta. Recibió un balón que se prestaba para un tiro cruzado. Todos los ojos del Estadio Azteca vieron el rincón del peligro evidente. Todos menos los de Alex Aguinaga. Genio de lo imprevisto, el grande del Necaxa tocó con suavidad a un sitio ajeno a la obvia geometría pero no a la imaginación.
Aguinaga tenía el temple de los capitanes que saben motivar sin apremios excesivos y se ganan el respeto de los contrarios y los árbitros adictos a sacar tarjetas. Ante el triunfo, fue como Bobby Moore en la final de Wembley 66: se limpiaba las manos en la camiseta antes de alzar un trofeo.
He escrito de Aguinaga en pasado, no porque sus facultades se hayan extinguido sino porque su nombre ya se inscribe en la leyenda. Llegó a un club que no tenía títulos recientes ni seguidores a la vista, con la cola de caballo y las ojeras de alguien que se desvela en favor del rock. Aunque ya el ecuatoriano Italo Estupiñán había coronado al Toluca, venía de una nación sin gran pedigrí en México. Sus credenciales decían poco del hombre que durante más de diez años se hizo el improbable. Su vida seguirá en otros estadios. Su tranquila manera de ganar batallas se queda en el Azteca.
(texto del escritor mexicano Juan Villoro, tomado de la web del Club Necaxa)
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EL BOMBILLO - Club Sport Emelec (Ecuador)
El Club Sport Emelec, es un club deportivo de la ciudad de Guayaquil, provincia del Guayas, Ecuador. Fue fundado en el Barrio del Astillero el 28 de abril de 1929 por el norteamericano, George Capwell. Su principal deporte es el fútbol, el más popular en el país, y juega en la Serie "A" Ecuatoriana, máxima categoría nacional, la cual ha ganado en diez ocasiones.
Disputa el llamado "Clásico del astillero" ante el Barcelona, club de la misma ciudad con quien mantiene una gran rivalidad histórica. Su barra brava se llama la "Boca del Pozo" y es conocida por ser la primera de este tipo que apareció en el país.
George Capwell llegó a Guayaquil proveniente de Cienfuegos, un estadounidense que sería Superintendente de la Empresa Eléctrica del Ecuador. Inmediatamente observó que el deporte despertaba gran pasión entre los empleados. Entonces, decidió convocar a una Asamblea y junto con otros deportistas, amigos y empleados de la empresa eléctrica, como Nathan Meyers, Víctor Peñaherrera, Octavio Arbaíza Marquez de la Plata y Rigoberto Alvarado, decide fundar un club deportivo al que se le puso el nombre de la Empresa Eléctrica del Ecuador: Emelec. El apodo "Bombillo" (foco) está intimamente ligado a esta empresa eléctrica así como "Los eléctricos" otro de los sobrenombres con que se conoce a este grande del fútbol ecuatoriano.
Según consta en el Acta de Fundación, la primera Junta de Socios se realizó el 28 de Abril de 1929, fecha en la que nació una de las más grandes instituciones deportivas del país. Desde sus inicios el club contaba con equipos de natación, béisbol, boxeo, básquetbol y atletismo. Dado a que su fundador, George Capwell, tenía predilección por el béisbol, su idea no fue formar un club deportivo que se centre en el fútbol. A pesar de esto, posteriormente se incorporó a este último deporte, porque no le quedó otra que engancharse a la pasión de multitudes. El 7 de Junio de 1929, el equipo de fútbol de Emelec se afilia a la Federación Deportiva del Guayas e ingresa a la Serie "C", donde debuta el 24 del mismo mes, con una derrota de 2 a 1 frente a Gimnástico Ecuador. Después, Emelec ya contaba con un equipo de béisbol, donde El "Gringo" Capwell era el catcher. Ya para ese entonces, él ya era todo un referente, como deportista y dirigente.
El profesionalismo
El profesionalismo en el Ecuador empezó en 1951, cuando en cada provincia se realizaban campeonatos, pues aún no había un campeonato de carácter nacional. En 1956 Emelec consigue su primer título del profesionalismo, al consagrarse campeón del Guayas, tras empatar el 2 de Diciembre con Barcelona en el Clásico del Astillero, ante 30.000 espectadores.
Aquel legendario equipo fue dirigido por el chileno Renato Panay y tuvo a uno de los mejores guardametas de todos los tiempos, Cipriano Yu Lee. Tenía una defensa aguerrida e impasable conformada por Jaime Ubilla, Cruz Avila y Raúl Argüello; un medio campo tan recuperador como ofensivo, destacándose Francisco Pugliese y Bolívar Herrera, además de Chinche Riveros y Galo Solís; en el ataque contaba con José Vicente "El Loco" Balseca, Daniel "Pata de Chivo" Pinto, Carlos "El Flaco" Raffo y por la izquierda Jorge Larraz, acompañado por Júpiter Miranda. Para ese entonces, Emelec ya se había metido en el corazón de su gente, y siguió creciendo hasta convertirlo en lo que ahora es: un grande del fútbol del Ecuador y América.
Época dorada: Fútbol de elegancia y clase
La mejor época que ha tenido históricamente Emelec ha sido sin lugar a dudas a finales de la década del 50, toda la del 60 y comienzos del 70. Durante esos años, Emelec se consagró campeón en 1957, 1961, 1965 y 1972 y subcampeón en 1960, 1963, 1966, 1967 y 1970.
En el ámbito internacional, 1965 y 1966 fueron años destacados para el conjunto azul cuando obtuvo triunfos sobre: Universidad Católica de Chile (7:2), Chacarita Juniors de Argentina (3:0), Peñarol de Uruguay (1:0), en ese entonces ganador de varias Copas Libertadores, Vélez Sársfield de Argentina (4:2), al Corinthians (2:0), a la Selección de Paraguay (1:0) y al Borussia Dortmund (1:0).
La gente se deleitaba mirando al impresionante despliegue de talento de los jugadores "eléctricos". Su juego era toda una sinfonía de genialidad, los jugadores se movían de manera tan sincronizada y elegante dentro de la cancha, que la prensa y la hinchada azul los empezó a denominar: "El Ballet Azul".
Así fueron conquistando varios torneos locales. Uno de los cuadros más recordados de la era del "Ballet Azul" fue el que formaron en 1962: el arquero Ramón Maggereger, los defensas José Romanelly, Alberto Cruz Ávila y Felipe Mina; los volantes Henry "El Cachito" Magri y Carlos "El Trompudo" Pineda; y los temibles atacantes José Vicente "El Loco" Balseca, Jorge "El Pibe" Bolaños, Carlos "El Flaco" Raffo, Enrique "El Maestrito" Raymondi y Roberto "El Pibe" Ortega, estos últimos más conocidos como "Los Cinco Reyes Magos". El creador de ese legendario equipo fue don Fernando Paternoster, en ese entonces, director técnico uruguayo del Emelec.
"Aquel equipo practicaba un fútbol preciosista, de frac, bastón, y galera; de toque y avance, de pausa y aceleración, diagonales, centro y gol. Virtualmente hacían goles cuando se les daba la regalada gana y cada cual provenía de una maniobra espectacular", reseñó hace bastante tiempo atrás, el ex directivo y actual periodista Otón Chávez Pazmiño.
Los elogios le llovían al equipo de Paternoster. Pero el DT, desde su inmensa sencillez, decía: "Hay que ubicar a los jugadores según sus características técnicas, y luego viene el sistema; nada saco con tener un sistema en la cabeza si no tengo los jugadores adecuados para ello".
Dos Bicampeonatos en menos de 10 años
La década del 90, con Nassib Nehme y Fernando Aspiazu como sus principales dirigentes, Emelec logró su primer Bicampeonato en 1993 y 1994. El cuerpo técnico lo comandaban el argentino Salvador Capitano y el ecuatoriano Carlos Torres Garcés.
El nuevo siglo trajo a Emelec nuevos títulos. Bajo el mando de los directivos Enrique Ponce y se logra el segundo bicampeonato, gestado entre 2001 y 2002, el primero de la mano del técnico nacional Carlos Sevilla y el segundo del argentino Rodolfo Motta.
Ambos bicampeonatos se destacaron por la juventud de la plantilla de futbolístas las cuales eran mayormente conformadas por jugadores de la cantera. En el año de 1993 destacaba la línea defensiva que la integraban los mismos que lo hacían en la selección de Ecuador, estos erán Dannes Coronel, Máximo Tenorio, Iván Hurtado y Luis Capurro. También habían elementos que son reconocidos como emblemas de la institución, tales como Angel Fernández, Kléber Fajardo, Enrique Verduga, Jesús Cardenas, Ivo Ron, entre otros.
Al año siguiente la plantilla de futbolistas nacional se mantuvo relativamente intacta, aunque mejorada por las contrataciones de los porteros Jacinto Espinoza y Alex Cevallos, los delanteros Eduardo Hurtado y Pedro Mauricio Muñoz, entre otros. Los jugadores extranjeros que llegaron eran Antonio Vidal González, Edú, Sergio Vásquez, Carlos Reherman y Leopoldo Fernández.
En el siguiente bicampeonato la plantilla tenía su podería en los jugadores nacional. Se habían repatriado a Carlos Alberto Juárez y Wellington Sánchez, mientras que otros pasaron a ser figuras rutilantes que llegaron a la selección ecuatoriana. El más destacado era Otilino Tenorio quien fallecería años después en un accidente automovilístico y es recordado como uno de los ídolos más grandes para la hinchada.
Emelec hace de local en su estadio, "George Capwell" ubicado en Guayaquil, con capacidad para 28.000 espectadores y que fuera inaugurado el 21 de Octubre de 1945
Fuentes consultadas
* Wikipedia
* Página web "Clásico del astillero"
La altura tiene sus pro y sus contras, no vamos a negar que la altura exista pero hay que ser claros que por mucho que tengas altura sino tienes un buen equipo seguro no puedes asistir a una copa del mundo. Ecuador tiene 2800 metros, La Paz tiene 3800, entonces si habláramos que la altura te pone en una Copa del Mundo Bolivia estaría siempre en los mundiales, así como a veces nos toca ir a jugar a un grado bajo cero como en Argentina o Uruguay, jugar con pasamontañas, con guantes o cuando vamos a Barranquilla a 55 grados de temperatura es difícil jugar y sin embargo Ecuador ha soportado siempre todo ese tipo de cosas.
AZUCENAS - Liga Deportiva Universitaria (Ecuador)
El 11 de Enero de 1930 un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad Central de Quito, forma un equipo de fútbol semi-profesional al que denominan “Universitario”. Un club de fútbol para colmar la satisfacción y las necesidades de los universitarios de ese tiempo, romántico y entrañable, pero con grandes y positivos resultados.
El presupuesto inicial del equipo fue de 500 sucres. En aquel entonces el equipo se conformó con estudiantes de la Universidad, que tenían que solventar sus propios gastos, uniformes, vendas, etc. Es así como el Dr. Bolívar León (su primer Presidente) fue quien diseñó el primer uniforme del equipo, camiseta y pantalón blanco con una U roja con dos triángulos -uno azul y uno rojo de fondo-, similares a los del escudo de la institución madre.
Rápidamente comienza a vislumbrarse, con aquel célebre equipo denominado "La Bordadora", el gran fútbol desarrollado por el equipo blanco, pero es recién en 1932 cuando se logra el primer gran hito en una escalera de grandes sucesos y conmemoraciones, pues en ese año L.D.U logra su primer campeonato en el Estadio Municipal, cuando, legalmente recién había cumplido dos años de existencia.
La epopeya marca en la camiseta alba el primer campeonato profesional provincial en 1954, con la dirección técnica de Lucho Vásquez. El campeonato de 1958 lo consigue con la presencia del internacional Roberto "Pibe" Ortega, como jugador y como técnico. Después llegan los bicampeonatos del 60 con el paulista José Gomes Nogueira y el del 61 con el chileno Román Soto. La gloria se repite en el 66 y 67, con uno de los nombres sagrados en el fútbol sudamericano, el paraguayo José María Ocampo, "El Mariscal", que había sido leyenda en el "Dorado Colombiano" un poco antes.
Esta rica historia prosigue con el primer campeonato nacional conseguido en 1969, cuando se habían unificado todos los torneos provinciales ecuatorianos, nuevamente con el brasileño José Gomes Nogueira como DT.
La Liga desciende de categoría en 1972 para conseguir como inmediata respuesta el ascenso a la Primera División y los campeonatos de 1974 y 1976 bajo la dirección técnica del colombiano, Leonel Montoya.
Casi quince años de sequía padeció la Liga hasta el comienzo de los ’90 con el título de campeón de ese año y el inicio de la consolidación como la mejor institución futbolística de su país.
Consiguió en el periodo de los últimos 10 años, 5 de sus 9 títulos nacionales además del 3º lugar en la Copa Sudamericana del 2004 y ha sido muy importante para el desarrollo del fútbol ecuatoriano su importante contribución a las selecciones nacionales que participaron en los mundiales de 2002 y 2006, en este último siendo el equipo sudamericano que más jugadores prestó a su equipo nacional con un total de siete.
En 2008 suma a sus vitrinas la “Copa del Pacifico”, siendo el primer trofeo Internacional conseguido por el club y que fue ampliamente festejado por sus hinchas.
Su estadio, fundado el 6 de Marzo de 1997, es llamado la “Casa Blanca” y posee una capacidad de 55.400 espectadores. Se encuentra ubicado al noroeste de la ciudad de Quito.
El apodo “Azucenas” hace alusión al color de la casaca oficial del club al igual que “Albos” como también se identifica a esta institución orgullo del pueblo ecuatoriano.
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¿Qué anécdota recuerda de Alberto Spencer?
Una que ocurrió después que salí de Peñarol y fui a jugar a Brasil (en el Sao Paulo primero, luego en el Cruzeiro). Por esa época me encontraba mucho con Pelé. Un día, en un hotel hablábamos de fútbol, y le dije a Pelé que él hizo goles de todo tipo. De cabeza, de chilena, de pecho. En ese momento él me respondió: “Te voy a decir algo, Pablo, alguien que cabeceaba mejor que yo era Alberto Spencer. Yo cabeceaba bien, pero Spencer fue espectacular cabeceando. Por lo general lo hacía tomando carrera como sin tomarla”.
De los jugadores actuales, ¿con quien lo compararía?
Es muy difícil compararlo. Por velocidad pienso que se parece a Robinho, del Real Madrid. Aunque Alberto era un poco más alto que él. Robinho tiene más enganche, dribla, pero Alberto era más letal, explosivo. Se podía llevar al contrario pero con una finta simple. Sin duda, Spencer era un goleador empedernido, Robinho no lo es.
(PABLO FORLÁN, ex marcador de punta derecho de Peñarol de Montevideo, recordando al excelente jugador ecuatoriano, recientemente desaparecido, en una entrevista concedida al diario ecuatoriano "El Universo")