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Ladislao Mazurkiewicz [1945-2013]


En la mañana de hoy, 2 de Enero, falleció el ex arquero de la selección uruguaya y de Peñarol, Ladislao ‘Chiquito’ Mazurkiewicz. 

‘Mazurca’ fue uno de los más grandes arqueros que diera nuestra América, considerado el mejor portero del mundo en la década del ’60, campeón de la Copa Libertadores y de la Intercontinental con los aurinegros en 1966 y ese mismo año fue el arquero de Uruguay en el Mundial de Inglaterra, lo cual repitió en México 1970, cuando los celestes obtuvieron el cuarto puesto.

Días pasados, otro gran arquero uruguayo y que sucediera a Mazurkiewicz en el arco de Peñarol, Fernando Álvez, contó una anécdota en su cuenta de Twitter que pintó de cuerpo entero la personalidad del portero ‘carbonero’: “Les voy a contar una anécdota increíble de Ladislao antes de jugar contra Inglaterra en el Mundial de 1966. Ambos equipos debían subir al palco a saludar a la Reina, que aún vive. Primero los ingleses y seguido Uruguay. Era reverencia a la Reina frente a ella y la mano al marido que estaba a su lado como siempre. Tengan en cuenta que 10 minutos después iba a empezar el partido, cuando ‘Chiquito’ queda frente a la Reina, le hace la reverencia y da un paso, le extiende la mano al marido de la Reina Isabel y, cuando éste le da la mano, ‘Chiquito’ le dice: “Vos sí que estás pintado” y siguió su camino. Sus compañeros no lo podían creer. Dicen que eso sirvió para que alguno de ellos aflojara la tensión que el partido provocaba”.

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Alberto Spencer (Washington "Canario" Luna - Uruguay)

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La actualidad de Pelé, llevando su mensaje a todo el mundo de que él fue el mejor futbolista de todos los tiempos, contrasta con sus épocas de verdadero esplendor, donde mostraba la humildad de los grandes. Al menos eso parecía.
A propósito de ello, el inolvidable delantero de Peñarol de Montevideo de los años 60 y 70, el ecuatoriano Alberto Spencer, reflejó la imagen que tenía de Pelé en su biografía "El señor Spencer", escrita por Freddy Álava Muentes.
En uno de sus capítulos, recuerda dos anécdotas: "Peñarol y Santos eran, en los años 60, los equipos de moda y se cruzaban por todos lados; cumplía años Alianza Lima y llamaban a ambos cuadros, cumplía años Millonarios y no podían faltar Peñarol y Santos. En un cuadrangular disputado en Santiago de Chile, por esas coincidencias, las dos delegaciones se alojaron en el mismo hotel. La noche previa que jugáramos un partido, nos encontrábamos cenando, cuando alguien levantó la voz: -Ahí vienen los del Santos, no le demos bola porque andan agrandados.
Efectivamente, pasó el grueso del equipo brasileño, ingresando al salón muy en lo suyo, con la vista al frente, mientras nosotros comíamos con naturalidad. El hielo se rompió cuando Pelé, que se había retrasado, se acercó a la mesa, me encaró directamente y me dijo: "Qué tal Spencer, ¿tudo ben?'... Y seguimos conversando, demostrándome que, siendo una super estrella del fútbol mundial, poseía mucha humildad. En otra ocasión, en un amistoso veraniego jugado en el estadio Centenario, Peñarol estaba ganando por cinco goles. En esos momentos, antes de disputar una pelota, Pelé me pidió: 'Spencer, Spencer, avisa a los muchachos que ya parar...'.
El ecuatoriano no atinó más que a sonreír ante la inesperada ocurrencia del, por esos días, doble campeón mundial".

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José Piendibene fue un legendario futbolista uruguayo, de los comienzos de este deporte en el vecino país. Había nacido en Uruguay el 5 de Junio de 1890, falleciendo el 12 de Noviembre de 1969.
Comenzó a jugar en Huracán Pocitos para luego realizar toda su trayectoria en el CURCC (Central Uruguay Railway Cricket Club de Villa Peñarol) ganador del primer torneo amateur uruguayo.
Utilizando una camiseta aurinegra, jugó hasta 1928, conquistando cinco campeonatos. Con ese club disputó más de 500 partidos, en los cuales convirtió un total de 253 goles.
Piendibene era un futbolista extraordinario, de enorme destreza pese a padecer una molesta lesión de meniscos. Para su selección jugó 56 partidos anotando 26 goles.
Precisamente el 29 de Octubre de 1911, Uruguay enfrentó a la Argentina, en el estadio del Parque Central, en Montevideo, por la Copa de Honor Uruguayo.
Dicha Copa estuvo en disputa en 12 oportunidades, realizándose su última edición en 1923.
En ese partido, Uruguay derrotó a la Argentina por 3 a 0, con dos goles de Piendibene y uno de Canavessi.
Lo cierto es que Piendibene cumplió una tarea excepcional: sus goles fueron luego de sendas "apiladas" a los defensores argentinos Susan y a uno de los hermanos Brown, para derrotar al arquero Wilson.
En su segundo gol, fue tan buena su maniobra, que tras la conquista, el zaguero argentino Jorge Brown (jugaba en el Alumni) se le acercó y le dijo: "Vea amigo, usted es un verdadero maestro. Lo felicito".
Eran tiempos del amateurismo y en donde el fair play se aplicaba con toda intensidad aunque fuese en un clásico rioplatense.

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El gran goleador de la historia de Peñarol, Fernando Morena, convirtió su primer gol para el equipo aurinegro el día 11 de Febrero de 1973
Este ídolo 'carbonero' nació el 2 de Febrero de 1952, su carrera la comienza jugando en Baby Fútbol, con el equipo de Faro de Punta Carretas, más tarde entra en las formaciones inferiores del Club Racing.
Una de las instituciones que le dio cobijo fue el Club River Plate, donde debuta en primera división.
Para 1973 se concreta el gran pase a Peñarol, quien logró con gran visión de futuro para él. Su primera anotación fue en un encuentro amistoso en el Estadio Centenario, contra San Lorenzo de Almagro (Argentina), en ese encuentro Peñarol gana 3 a 2 y dos de los tantos fueron convertidos por el 'Potrillo' al arquero argentino Agustín Irusta. Si debemos destacar una, entre muchas cosas de nuestro goleador, es que en tan solo una década obtuvo para sí y la institución 31 títulos, convirtiendo 34 goles en el año 1975 por el campeonato Uruguayo, batiendo así el récord de Pedro Young. Luego llegó a 36 anotaciones en el Campeonato Uruguayo de 1978, además de convertir la friolera de siete goles en un partido.

Títulos conseguidos

* Campeón Uruguayo con Peñarol en 1973, 1974, 1975, 1978, 1979, 1981 y 1982.
* Campeón de la Copa Libertadores e Intercontinental con Peñarol en 1982
* Campeón de la Liguilla Pre-Libertadores en 1974, 1975, 1977, 1978 y 1984.
* Campeón de la Copa Teresa Herrera en 1973 y 1974 y Costa del Sol en 1975.
* Campeón de la Copa América con Uruguay en 1983
* Campeón de la Super Copa Europea con el Valencia en 1980

(tomado del blog “Soy carbonero”)

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El éxodo austral de Tomás Jerónimo San Mateo (Daniel - México)


Cuál Moisés ante la zarza ardiente o Mahoma elevado a los cielos por el Arcángel Gabriel, Tomás Jerónimo San Mateo tiene una revelación divina justo en el momento en que Carlos Ramírez coloca la pelota en el manchón para patear el quinto y último penal de la tanda. Precisamente ahí, parado en medio de una cantina malamuertera de la Colonia Industrial, con la mirada clavada en un viejo televisor empotrado arriba de la barra, Tomás Jerónimo San Mateo encuentra de pronto el sentido de su vida entera.

No es un presentimiento o una corazonada ni mucho menos una idea loca surgida al fragor de la noche o un delirio de borracho, pues no hay una gota de cerveza en su sangre. Es una Verdad o más bien dicho La Verdad. Hay momentos en que la duda o el titubeo simplemente no caben en la vida. Aquello que mil religiones, filósofos, lunáticos y motivadores de pacotilla pasan buscando toda una vida, lo encontra Tomás en ese preciso segundo, mientras ve a Ramírez tomar vuelo para patear el penalty. Sabe, en ese instante, que tiene una misión que cumplir en la vida, aunque sea lo último que haga sobre la Tierra. Esa misión es ir en peregrinaje hasta Montevideo Uruguay.

La fracción de segundo que tarda una pelota pateada con toda la furia y el rencor de una cañonero en recorrer once metros, se transforma, para Tomás Jerónimo San Mateo, en la borgeana historia de la Eternidad y al final de aquella Eternidad está la red y al momento en que esa circunferencia de cuero toque esa red, los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León estarán en la mismísima final de la Copa Libertadores de América en donde los aguardaba el flamante el Peñarol de Montevideo.

Tigres juega esta noche en Bucaramanga, Colombia, la semi final del certamen. El partido de ida en San Nicolás de los Garza lo ganaron los felinos con agónico cabezazo de Julio César Santos casi en tiempo de compensación. 1-0. Magra ventaja, pero ventaja al fin. Sin embargo, aún faltan infinitos 90 minutos en aquella ciudad cafetalera con nombre de trabalenguas. Tomás Jerónimo San Mateo ha faltado a la fábrica por segunda vez en el mes.

Desde hace muchos años, cual ortodoxo hebreo, santifica el sábado, que transcurre religiosamente cada 15 días en la tribuna de Sol del Estadio Universitario de San Nicolás de los Garza. Pero los miércoles de Copa Libertadores no están entre sus autoproclamados derechos sindicales. Por fortuna, para un hombre de convicciones firmes como él, no hay lugar siquiera a mínimas cavilaciones: Si tiene que elegir entre los Tigres y el trabajo la respuesta está clarísima: Elegirá siempre a los Tigres. Pero los juegos de Copa Libertadores tienen otro inconveniente. Sólo los transmiten por cable y su magro salario de obrero no le da a Tomás Jerónimo San Mateo para pagarse ese lujo.

Así las cosas, la única alternativa que le deja la existencia es ir al Bar Mi Oficina de la Colonia Industrial. El cantinero lo mira con cierta repugnancia cuando Tomás Jerónimo le pide un refresco. Y no, no es que a Tomás no le guste la cerveza o sea abstemio. Bebe y a veces mucho, pero nunca durante los sagrados 90 minutos de un juego de los Tigres.

Vaya, hay que entender que para Tomás Jerónimo San Mateo ver un partido de los Tigres no es un simple pasatiempo recreativo o un rato de esparcimiento para compartir con los compadres. Nada de eso. Los partidos de futbol, léase Selección Mexicana, América vs Chivas y de más oncenas ordinarias y aburridas, son simples pretextos para destapar caguamas. Los partidos de Tigres en cambio son actos litúrgicos, ceremonias religiosas de éxtasis místico en las que Tomás Jerónimo San Mateo entra en una surte de trance durante 90 minutos y no se permite chascarrillo alguno ni gota de alcohol. Así transcurre en aquel bar aquel insufrible partido contra Bucaramanga. La ventaja de 1-0 pronto se hace añicos cuando Buitrago entierra un tiro libre en el primer cuarto de hora. El global está 1-1.

Los presagios se tornan negros y apocalípticos cuando Toño Sancho es expulsado luego de propinar tremendo patadón en la espinilla a un colombiano casi al final del primer tiempo. El Armagedón ha llegado. Un global empatado y 45 minutos por jugarse con un hombre menos soportando los embates de unos colombianos sedientos de gloria libertadora parecen una misión cruel. Pero hay tardes en que el Diablo baja a la cancha y se pone de tu parte. Aquel segundo tiempo que le roba la respiración a Tomás Jerónimo, es una sinfonía de postes, travesaños y atajadas milagrosas del portero Tigre. El milagro sucede. Al final de los 90 minutos el global está 1-1. La puerta hacia el Infierno de los penales abierta de par en par.

Y el Infierno desciende a la tierra cuando empieza la tanda y ni uno de los tiradores parece con intenciones de fallar. Ocho penales seguidos se anotan. 4-4 está el marcador. Pero el as de espadas está bajo la manga amarilla. Cuando el Bucaramanga manda a Arestizabal a patear el quinto penal, el corazón de Tomás Jerónimo San Mateo empieza a latir con inusitada fuerza. Dios, el Diablo o vaya usted a saber que deidad le está jalando las patas y el alma cuando Edgar Hernández, el portero Tigre, ataja el disparo del colombiano. Queda el quinto penal y ya se prepara el Pachuco Carlitos Ramírez. Si lo anota, Tigres está en la Final de Libertadores. Es entonces cuando Tomás Jerónimo San Mateo ve la zarza ardiente. Si, como dicen los tanatólogos, es cierto que en el momento de la agonía hay un segundo en el que transcurre la vida entera como una película, esa película la está viendo Tomás Jerónimo en el momento en que Ramírez toma vuelo para patear el penal decisivo.

Vaya, es algo así como un momento profético, un instante en que el sentido del Universo y la causa ontológica huma pueden verse ante sus ojos con insoportable claridad. Tomás Jerónimo San Mateo debe ir a Montevideo a la Final de la Copa Libertadores de América porque ese es el destino que tras mil reencarnaciones le toca cumplir en la vida.

Tomás Jerónimo San Mateo nació hace 24 años bajo el signo del Tigre. Eso le decía su padre, Jacinto Espiridón, obrero metalúrgico de la Fundidora de Monterrey y aficionado Tigre desde los prehistóricos tiempos en que el Club Universitario de Nuevo León hacía sus pininos en la Tercera División.

Tomás Jerónimo San Mateo nació en Monterrey Nuevo León el 6 de Junio de 1982 a las 2:45 de la tarde. Jacinto Espiridón no estaba ese día a lado de su esposa Catalina. Es preciso comprender que había asuntos más trascendentes que estar presente en el nacimiento de su primogénito. Y es que ese día, justo ese día, Los Tigres de Carlos Miloc jugaban la mismísima Final del Campeonato 81-82 contra los Potros de Hierro del Atlante en el Estadio Azteca. La ventaja de 2-1 en San Nicolás de los Garza parecía insuficiente para enfrentar al superlíder en su cancha. Los nubarrones de tragedia se cernían sobre los felinos. Bastos expulsado y el Atlante ganando 1-0 no parecían un panorama muy prometedor cuando faltaban 30 largos minutos de tiempo extra. Pero aquella tarde un Santo bajó del cielo al Estadio Azteca y se colocó en la portería de los Tigres: San Mateo Bravo. Cabinño, Moses, Vázquez Ayala no pudieron hacer nada para batir la meta felina y la puerta hacia el Infierno de los Penales quedó abierta de par por primera vez en la historia de las finales del futbol mexicano. Y en ese Infierno el Diablo fue Tigre o más bien dicho un Santo, infernal o celestial, que más da.

Era San Mateo que atajó tres penales. 'Ratón' Ayala, Moses y Cabiño descargaron artillería pesada con tremendos cañonazos pero San Mateo los contuvo. Sólo el portero Ricardo Lavolpe pudo anotar. Chava Carrillo falló por Tigres, pero Goncálvez y Jerónimo Barbadillo anotaron. Quedaba el penal decisivo a cargo de Sergio Orduña, parado frente a Lavolpe (sí, el mismo que hoy es técnico nacional) Orduña puso las manos en la cintura, pegó carrera y pateó de derecha.

Cuenta la leyenda que en el momento en que Orduña batía a Lavolpe y el balón besaba las redes del Azteca, Tomás Jerónimo San Mateo vio la luz a mil kilómetros de distancia, en Monterrey. Su padre Espiridón se abrazaba en la Tribuna con la Porra mientras Tigres, flamante campeón del Futbol Mexicano, daba la vuelta olímpica. Horas más tarde, cuando llamó a casa, le comunicaron la noticia del nacimiento de su primogénito que Espiridón no pudo menos que tomar como una profecía. Había nacido un cachorro Tigre que traería, como torta bajo el brazo, una era de gloria y trofeos para el equipo nicolaita.

El niño fue bautizado en la Iglesia de la Purísima cuando su padre regresó con la porra de la Ciudad de México. Envuelto en una enorme bandera amarilla firmada por todos los campeones, el niño recibió las aguas bautismales como marcaba el santoral felino: Tomás, en honor al mariscal de campo, el principesco Ocho Tomás Boy. Jerónimo, homenaje al ángel negro peruano, el Patrulla Jerónimo Barbadillo, Siete Inmortal del equipo y San Mateo, ni falta hace decirlo, por aquel portero salvador que les dio el título.

Pero el niño Tigre no traía una torta bajo el brazo, sino vacas flacas e infortunio. A partir de 1982 se vinieron épocas pordioseras para los Tigres cuyos saldos al final del torneo salían en números rojos. Jerónimo Barbadillo vendido a Italia, Tomás Boy peleado con Miloc y la directiva, San Mateo Bravo acabando sus días en las miserables Cobras de Querétaro y un desfile de técnicos y extranjeros que no daban píe con bola. Tiempos de vacas flacas llegaron también para la familia de Don Espiridón. En 1986, en el año del Mundial, cuando su niño estaba por cumplir cuatro años, una huelga promovida por charros sindicales acabó con la existencia de la Fundidora Monterrey y el obrero calificado con sueldo decoroso, tuvo que salir a las calles a buscar las migajas del subempleo.

En 1988, el mero Día de la Independencia, el Huracán Gilberto destruyó su hogar, en el lecho del Río Santa Catarina, en el Camino a Cadereyta. Pero el infortunio económico no fue razón poderosa para que Don Espiridón dejara de llevar a su niño Tomás Jerónimo San Mateo cada sábado a la Cueva del Tigre, después bautizada Volcán por un comentarista. Tardes de sábado en que con aquella mítica bandera autografiada, que había sido ropón de bautizo, padre e hijo sufrían en la tribuna de Sol la sequía de títulos. Don Espiridón no volvió a ver a los Tigres ganar un gran torneo de Liga.

En Abril de 1996, cuando Sócrates Rizzo fue tumbado de la gubernatura de Nuevo León y días después de que Tigres tuviera una pequeña alegría ganando un torneo de Copa contra el Atlas, la tragedia llegó al hogar de Tomás Jerónimo, que por entonces estaba por cumplir catorce años. Una infausta tarde de domingo, Tigres perdía en su Cueva el Clásico contra el odiado rival de la ciudad y era enviado a la Segunda División. Esa noche, el deficiente corazón y los años de malas pasadas apagaron con la vida de Espiridón. Tomás Jerónimo quiso envolver el ataúd de su padre con la bandera autografiada, pero antes de morir, le dijo que la conservara y la ondeara en la tribuna hasta el día en que Tigres volviera a ganar un campeonato.

Han pasado 10 años de la muerte de Espiridón. Tigres ha vuelto a primera división, pero siguen las vacas flacas y la sequía de títulos. Tomás Jerónimo tiene 24 años de edad, mismos que lleva esperando por ver a su equipo ganar un título, Ahora está en el Bar “Mi oficina” y Carlos Ramírez acaba de anotarle al Bucaramanga el penal ganador que los manda a la Final de la Copa Libertadores de América.

El encuentro decisivo contra Peñarol será dentro de dos semanas en Montevideo. Tomás Jerónimo ha visto la zarza ardiendo y sabe que debe peregrinar a Uruguay como el Pueblo Hebreo a la Tierra Prometida. No sabe si el Canal de Panamá se abrirá como el Mar Rojo o si lloverá maná de los árboles en la selva del Amazonas. Silencioso sale de la cantina y se dirige a su hogar en donde lo aguarda su esposa Amanda y sus tres hijos. No hacen falta muchas explicaciones.

No hay llantos, berreos ni drama en la despedida. Tomás Jerónimo San Mateo, un obrero de industria maquiladora, padre de familia, habitante de una zona marginal irregular en un cerro de Escobedo Nuevo León, se marcha de su hogar para seguir a sus Tigres a Montevideo. De un cochinito saca 233 pesos que han sido los ahorros que han sobrevivido a la tormenta de gastos mensuales. Afuera de su casa lo espera una vieja Brasilia modelo 1982, herencia de su padre, conservada por haber sido fabricada en el año del mítico campeonato.

Su mujer y sus hijos lo miran en silencio. Tomás Jerónimo San Mateo enciende la Brasilia que emite estertores agónicos de motor a punto de fallecer. Mofle colgando, un cuarto de gasolina y 233 pesos en la cartera amarrilla son sus armas para llegar por tierra dentro de dos semanas a las puertas del Estadio Centenario de Montevideo.

Tomás nunca ha viajado mucho. Sus máximas travesías han sido a Torreón y a Ciudad Victoria para ver partidos de Tigres contra Santos y Correcaminos. Nunca ha estado más de 300 kilómetros alejado de Monterrey, pero sabe que Montevideo está en América y luego entonces se puede llegar por tierra. Cuelga la vieja bandera en una ventana de la Brasilia y en el último instante, Fekete, su viejo perro de raza indefinida salta al asiento del copiloto.

Lanza una última mirada a su mujer antes de enfilar la Brasilia rumbo a la Carretera Nacional, esa que lleva a Villa de Santiago y a Linares pues sabe que eso es el Sur y para allá supone que debe quedar Montevideo.

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En el libro "Memorias de la pelota", escrito por el periodista uruguayo Alfredo Etchandy, se menciona un dato curioso de un arquero absolutamente ganador en los torneos de la vecina orilla, casi un amuleto de la buena suerte para el equipo en el que jugara: Héctor Tuja.
“En un verdadero amuleto, en eso se convirtió Tuja. Con sus manos evitó goles, pero con su presencia generó una confianza que se veía confirmada al final de cada temporada cuando había que festejar con la vuelta olímpica”, comenzaba diciendo Etchandy.
“Defendiendo el arco de Central Español se coronó por partida doble. En 1983 logró el certamen de la B y al año siguiente repitió en el círculo de privilegio, siendo protagonista del único caso de la historia en la que un club que ascendió terminó ganando el título. Pero no quedó allí y en 1987, consiguió ser campeón uruguayo con Defensor. Más tarde lo logró con Racing en 1989 retornando a Primera e hizo lo propio con River Plate en 1991 y con Rampla Juniors en 1992. Cuando parecía que estaba cerca del retiro, en plena década del 90, sorpresivamente pasó a Peñarol e integró el plantel que se coronó como mejor en 1993 y 1994. En definitiva, ocho títulos conseguidos con varias instituciones en doce temporadas. En realidad, un verdadero récord que merece el más amplio reconocimiento. Además de arquero era el gran amuleto para esas conquistas” finaliza la anécdota Etchandy.

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El 26 de Mayo de 1938 fue un día fundamental en la historia de River Plate. Por aquellos días los periodistas habían acuñado la frase de que “un equipo de lujo, necesitaba un estadio de lujo”. Por eso el Monumental, a fines del mes de Mayo de 1938, acababa de convertirse en una enorme medialuna con la cara abierta al Río de la Plata.
Lo construyeron en poco más de cuatro años en terrenos donde no hacía mucho tiempo había enormes pastizales.
El primer partido de River Plate en lo que sería (y sigue siendo) el estadio más grande de Argentina, se jugó ante Peñarol de Montevideo. Era jueves por la tarde a pleno sol, pero la trascendencia del evento hizo que las tribunas rebalsaran por primera vez. Dicen que ese día en Nuñez había 120.000 personas.
Como suele ocurrir en los eventos de este tipo, el cotejo pasó a un segundo plano, pero la estadística rescata la victoria de River Plate sobre Peñarol por 3-1 con goles de Carlos Peucelle, José Manuel Moreno y Bernabé Ferreyra, descontando Juan Pablo Young para los uruguayos.
En las fotos que ilustran el post se observa el saludo previo de los capitanes de ambos equipos, José María Minella de River Plate y Álvaro Gestido de Peñarol, con el detalle del enorme banderín mirasol haciendo referencia al evento en cuestión.
Tres días más tarde River Plate jugaría su primer partido oficial en su nueva cancha, perdiendo ante Independiente de Avellaneda.
El primer gol oficial en el Monumental fue convertido por el delantero de Independiente Vicente De la Mata, el primer gol oficial de River fue señalado por el "Charro" José Manuel Moreno.
La primera victoria “Millonaria” en el flamante estadio se produjo el 12 de Junio de 1938 ante Almagro por 2-1.

(tomado del blog “River, lujo y pueblo”)

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No me arrepiento de este amor (Attaque 77 - Argentina)

* dedicada al Club Atlético Peñarol

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- ¿Es cierto que te quiso comprar Boca?

- Al menos nunca lo supe. Racing sí y también el San Lorenzo del Bambino cuando yo jugaba en Wanderers.

- ¿Te rechazaron en tu club, Peñarol?

- No; esas son anécdotas que cuentan algunos. En Uruguay dicen que yo jugué en Fénix pero nunca jugué allí, fui a ver a un amigo. Empecé en Wanderers. A los 15 años fui a entrenar a Peñarol con mi viejo y había como doscientos chicos. Estuve toda una tarde sentado, jugué 20 minutos y me dijeron “quedaste, vení la semana que viene”. No volví más porque le dije a mi viejo “no voy a estar toda la tarde para jugar 20 minutos”. No sé qué hubiera pasado si volvía.

- ¿Cuál sería tu mejor homenaje en la vida?

- Me lo hicieron. Un día íbamos en un taxi con mis hijos hablando de todo un poco. Tenían 8 o 10 años y el tachero les dijo “¿saben una cosa?, su padre es un gran jugador pero acuérdense de esto, tienen un gran padre y una gran persona”.
Te emociona que tus hijos lo escuchen de un tachero, sé que muchos le dicen “más que jugador, qué gran tipo”. Para mí el fútbol sigue siendo mi pasión pero yo quería esto: formar una familia, ser un buen tipo, tener amigos, una vida tranqui…

(ENZO FRANCESCOLI, ex internacional uruguayo, en revista “Hombre”, edición Diciembre de 2009)

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Me castigo jefe, me meto un autogol y pierdo la Copa Libertadores en el último minuto.

(El chupamedias de Espina pidiendo perdón al señor Zañartu una semana después de que Cobreloa perdiera la final de la Libertadores del '82 en el minuto contra Peñarol en "La Oficina" el inolvidable y clásico sketch del célebre programa de humor chileno "Jappening con Ja" de las décadas del ’80 y ’90)

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En 1959, San Lorenzo de Almagro se consagraba campeón del fútbol argentino y como tal, al año próximo le tocaba en suerte participar de la disputa de la primera Copa Libertadores de América.
Tras eliminar al Bahía (Brasil) por el Grupo II, su futuro rival, en semifinales, era Peñarol de Montevideo. Entre los aficionados argentinos, y particularmente en los hinchas de San Lorenzo, esta Copa no interesaba demasiado. No tenía mucha "prensa".
El primer partido se disputó en el estadio Centenario de Montevideo (foto), ante 55 mil espectadores. En Uruguay, las cosas se tomaron de una manera diferente. Allá, las expectativas eran muchas. Pero pese a todo, como San Lorenzo tenía un equipo muy fuerte, en especial en su ofensiva (Facundo, Ruiz, Oscar Rossi, Sanfilippo y Boggio) se logró un importantísimo empate. Linazza convirtió para los mirasoles y Boggio para los santos.
La revancha fue en Buenos Aires, en el estadio de Huracán, ante solo 10 mil personas. Muy poca gente para la época. Y fue empate en cero.
Como en esos tiempos no existía el gol de visitante para definir la paridad, tuvo que realizarse un tercer partido, en país neutral. Y ahí apareció la experiencia del recordado directivo de Peñarol, Washington Cataldi, viendo el negocio y el cierto desinterés del club argentino. Entonces, ofreció una suma de dinero (50 mil pesos de la época) para que la definición se realizara en el Estadio Centenario.
Los dirigentes de San Lorenzo aceptaron y Peñarol, nuevamente como local, y con dos tantos del ecuatoriano Alberto Spencer al arquero Vladimiro Tarnawski llegó a la final.
Finalmente, Peñarol ganó la primera Copa Libertadores al derrotar a Olimpia, quedando en la historia sudamericana.

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Yo trato de aprender de todo el mundo, de todos los técnicos, de la gente, del periodismo, porque pienso que no tiene límites lo que el hombre puede llegar a crecer aprendiendo de sus semejantes, hasta de la gente que supuestamente no sabe de fútbol trato de aprender. Cada hecho tiene alguna verdad para decirte. Para mí es un apostolado el tratar de aprender de todos, un apostolado que se ve enriquecido cada día por todas las personas que están al lado mío.

(JULIO RIBAS, entrenador uruguayo, recientemente cesanteado en Peñarol de Montevideo)

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Que gire la pasión (Ignacio Copani - Argentina)

* dedicado al Club Atlético Peñarol

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Los finalistas de la Copa Libertadores de América en su edición de 1965, fueron Independiente de Avellaneda (foto) y Peñarol de Montevideo.
El primer partido se disputó en el estadio de los rojos el 9 de Abril de 1965. Los equipos formaron así: Independiente: Santoro; Ferreiro, Navarro, Guzmán y Decaria; Mura, Acevedo y Savoy; Bernao, Suárez (De la Mata) y Avallay.
Peñarol: Mazurkiewicz; Forlán, Pérez, Várela y Caetano; Ledesma, Goncálvez, Rocha y Silva; Sasía y Joya.
Esa primera final la ganó Independiente por 1 a 0, con gol de Bernao, pero los historiadores la recuerdan por una insólita acción del uruguayo Sasía, cuando para aprovechar mejor un tiro de esquina a favor de Peñarol, se le ocurrió la picardía de recoger tierra de la cancha para arrojársela al arquero Santoro cuando se disponía a cortar el centro.
Afortunadamente, el árbitro peruano Arturo Yamasaki observó la ocurrencia del ‘Pepe’ Sasía y Peñarol se quedó con 10 jugadores.
La revancha se disputó el 12 de Abril en el estadio Centenario y allí los locales vencieron por 3 a 1
Se debió jugar un partido desempate en Santiago de Chile, donde Independiente, el 15 de Abril, cumplió una tarea descollante venciendo por 4 a 1.
Fue la segunda Copa Libertadores de los rojos. La "tierrita" de Sasía que perjudicó al equipo uruguayo, provocó que los dirigentes de Peñarol, indignados, lo transfirieran a Rosario Central.

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El inolvidable Roque Gastón Máspoli, arquero del seleccionado de Uruguay, campeón del mundo de 1950, y que también actuara en el certamen mundial de Suiza de 1954, debió asumir la dirección técnica del representativo de su país a los 80 años. Todo un récord.
Máspoli aceptó el reto de dirigir a Uruguay en los últimos partidos de la ronda clasificatoria para el Mundial de Francia de 1998. ¿Quién le iba a reprochar algo a una leyenda como él?
Hizo lo que pudo, pero los magros resultados obtenidos con anterioridad, hicieron que la proeza no se concretara. Fue así que Uruguay quedó afuera de Francia, sin pena ni gloria. Pero nadie criticó a Máspoli, en su función de orientador de la Celeste.
Hubo otras circunstancias, externas, para que Uruguay haya perdido puntos muy valiosos en la primera etapa clasificatoria, y no hubo tiempo para la reacción. Máspoli, ganador por naturaleza, atajó para Peñarol desde 1939 hasta su retiro en 1957, y como director técnico tuvo una brillante foja de servicios al ganar con los Mirasoles dos veces la Copa Libertadores de América, y con la selección, al obtener en 1981 el Mundialito realizado en Montevideo.

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Carbonero Piendibene (Guillermo García Moyano - Uruguay)


En Pocitos, ya en esta época, existía una figura deportiva que estaba por encima de todos los bandos, que superaba toda reserva. Los niños, los hombres, deportistas o no, del bando que fueran, las muchachas, amas de casa, la gente trabajadora o la burguesía veraneante, todos conocían a "José" y así lo nombraban: José, José Piendibene.

Muchacho netamente pocitero, mucho antes de ser "el maestro", ya empezaba a ser ídolo. Para nosotros los chicos, mas que para los grandes, Piendibene era "José" a secas, algo así como si fuera un torero de alguna perdida aldea andaluza. (Eran los años en que había toros en La Unión con grandes toreros como Fuentes y Bombita, de los que oíamos hablar a diario). El localismo era legítimo. Los chicos lo tuteábamos y lo señalábamos a nuestros padres al cruzarnos por la calle, o cuando, a través de la vidriera, lo veíamos con sus hermanos en la "Hojalatería y Zinguería de Piendibene Hermanos", en la calle Chucarro.

La admiración era explicable. Un pocitero que se había iniciado jugando en "El Intrépido" y en "El Pampero", cuadritos de pueblo, era ahora de los poquísimos que sin ser ferroviario, integraba el cuadro de primera división de "los carboneros". Esto solo era suficiente. Los ídolos se crean así. No fumábamos todavía, pero juntábamos vintenes para comprar un paquete de cigarrillos baratos, ya que en cada cajilla venia un pequeño retrato de un jugador de fútbol, ansiando que nos tocara un retrato de "José" Piendibene, nuestro ídolo. Y el próximo domingo jugaban en "La Estancia" Peñarol y Nacional.

Ya en aquel entonces era el clásico. Peñarol era todavía el C.U.R.C.C. (Central Uruguay Railway Cricket Club) y "La Estancia" era la vieja cancha de la Estación Peñarol, enorme y demasiado empastada, de medidas que excedían las reglamentarias. Allá estaría Piendibene, el gran jugador, en el cuadro del pueblo, el de "los carboneros", los obreros de los Talleres del Ferrocarril Central. Había que correr la aventura para ver ese partido.

Pero "La Estancia" quedaba tan lejos! Solo se podía ir en Ferrocarril, pues aun no había tranvía ni ómnibus hasta el pueblo ferroviario. Yo casi era un hombrecito de once años bien cumplidos, pero tenía que convencer a mi madre para que diera la necesaria autorización y "financiara" aquel viaje.

Uno de los amigos preferidos, Capellini, hijo de obreros, nos tenía alborotados con la posibilidad de una ida en carro. Desde el jueves se sabía que Pedrito Lombardi, dueño de un carro grande, de los de mudanza, de cuatro ruedas y tres caballos que eran tres pingos, uno de ellos cadenero, se largaba hasta "La Estancia" pudiendo llevar hasta una veintena de gente pocitera. Y cobraba por todo el viaje tan solo dos reales!

Pedrito y su carro, nuevo, bien pintado, era otra institución en el pueblo. Claro esta que habría que ir bastante amontonados y de a pie, pero que importaba! Para mi era una formidable aventura, un viaje extraordinario. Las incomodidades no existían cuando se tenia once años y había que ir a ver a jugar a "José".

Mi madre estuvo vacilante, pero al final accedió. Iban varios de los muchachos amigos y Pedrito Lombardi era una garantía. La financiación era muy simple: dos reales para pagar el carro, un real para la entrada y otro real que me permitiría comprar dos "exquisitos" pasteles al Negro Navarro, dos "cangrejos" confeccionados de acuerdo a "la formula del Dr. Navarro" (el médico de más fama en aquel entonces. Como se ve, con cuarenta centésimos se podía hacer todo aquello.

El domingo fue tibio, de sol luminoso. Antes de las once, en la puerta de la casa de los Lombardi, en la calle Barreiro, el grupo viajero había casi llenado la capacidad del carro. Bien pronto se arrancó, hacia Buceo, para tomar luego al trotecito, el camino Propios hasta Peñarol. El viaje era una fiesta y una alegría general. Como jugó Peñarol y que bien jugó "José" aquella tarde!

Apenas era noche y ya estábamos de vuelta en nuestro pueblo.

(tomado del libro "Pueblo de los Pocitos" del citado Guillermo García Moyano)

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CARBONEROS - Peñarol (Uruguay)


Los inicios

El nombre de Peñarol proviene de una ciudad piamontesa, Pinerolo, que por su parte tomó el nombre de una especie de pino de dicha región: el "Pinus Aerolus", que luce estilizado en la heráldica lugareña. Pinerolo es una ciudad de unos cincuenta mil habitantes, aproximadamente, cabeza de distrito, sede episcopal y estación ferroviaria entre Turín y Torre Pellice.

¿Cómo llegó dicho nombre a Montevideo? Pasada la mitad del siglo XVIII, Giovanni Battista Crosa, natural de Pinerolo, se afincó en el paraje de campo abierto junto a la propiedad del abuelo de José Artigas. Casado con Francisca Pérez Bracamonte, gallega, Giovanni debió castellanizarse, incluso su apellido, al que emocionadamente agregó "Pinerol", en piamontés, deformado luego a Peñarol y agregado definitivamente como apellido por sus descendientes.

De ahí que el paraje se llamara popularmente "lo de Peñaro". El Pueblo, la Villa Peñarol, tomó su nombre oficialmente a fines de 1890, pocos meses antes que se fundara el club, y en las cercanías del apartado lugar, donde se había radicado Don Juan Bautista Crosa Peñarol, uno de cuyos descendientes fue el conocido guerrero de la Independencia: Cnel. Félix Croxa Peñarol.

Por la necesidad de tener lugar común de reunión y desarrollar socialmente a los habitantes de la zona, es por lo que se funda el Centro Artesano.

En el Centro Artesano se celebrarán los festejos y las conmemoraciones de las fechas magnas de la República. Era magisterio y manifestaciones populares, alegría y trabajo.

Atendidos los requerimientos de la cultura y la expansión espiritual, se pensó en la creación de otro centro independiente del anterior que atendiera el cuidado de los deportes que por entonces eran tres: cricket, fútbol y tenis.

Nace así el Central Uruguay Railway Cricket Club (CURCC), el 28 de Septiembre de 1891. Habría que trasladarse hasta la Villa Peñarol, al lado de toda la maquinaría ferroviaria. Allí se daba vida al más glorioso club del país y a uno de los más gloriosos del mundo entero.

El día de la fundación se estampó en el libro de actas: “será eterno como el tiempo y florecerá en cada primavera...” La frase, de ‘El Libro de las Profecías’, apunta justamente hacia quienes alguna vez discutieron la continuidad peñarolense en el tiempo.

El renacer primaveral, el florecer de cada septiembre, no solamente es el secreto de su eternidad sino que es una realidad incontrastable en la vida de Peñarol, todos los trofeos, los colores, la enseña, los registros sociales, la plantilla de jugadores y cuanto da representación y vida a una entidad, pasó a la dirección política criolla del club. Fue el renacer más importante de todos los renaceres.

Un club británico, fundado en el apartado Pueblo Peñarol por un núcleo apenas ferroviario y con una directiva de oficio presidida por el administrador del ferrocarril... Pero Peñarol no era solamente eso. Y así, siendo pueblo y un pueblo deportivo extendido a través de todas las barriadas, supo sostener la bandera con el corazón y asentar su florecer eterno.

La historia de Peñarol puede resumirse fácilmente: un espíritu generoso invitando al esfuerzo físico; una bandera deportiva extendida a través de todos los rincones de la patria; y una cosecha de triunfos esplendorosa, disfrutada en contagiosa comunicación de pueblo.

Su denominación anterior pudo llamar a equívocos, aunque jamás nadie sintió gritar otra cosa que Peñarol, Peñarol campeón; a lo largo del siglo nadie gritó Central, ni Cen-Uruguay, ni CURCC.

Aunque hasta el 13 de Diciembre de 1913 no tomará oficialmente el nombre de Peñarol, siempre fue Peñarol, y siempre fue “el carbonero” en clara alusión a su estirpe ferroviaria. El carbonero era el empleado que se encargaba de alimentar con carbón el fuego de la locomotora. Uno de los trabajos más duros del ferrocarril, precisaba de hombres fuertes que pudieran hacer la incansable tarea de apalear constantemente al candente fuego de las calderas.

Ya en 1895 había tenido su primer capitán criollo, Julio Negrón, y toda una generación de jóvenes de la Villa epónima había crecido agitando con orgullo las banderitas aurinegras.

A la continuidad histórica, se agrega la unidad sociológica entre aquel sentir peñarolense de la Villa y el actual ya trascendido a todos los rincones de Uruguay y con notoriedad en América y el Mundo.

Todo nació desde el Centro Artesano en el Pueblo Peñarol, la Institución que trascendió a su origen británico y a su cuna lejana; el eterno como el tiempo, que florece en cada primavera...

Peñarol, en Mayo de 1892, iniciando la práctica del deporte que sería popular por excelencia, jugó amistosamente con el Albion, en Punta Carretas. El Albion de Lichtenberger derrotó por 3 a 1 a Peñarol y Arthur "Papá" Davenport fue el autor del primer gol aurinegro.

El campo de Villa Peñarol se inauguró el 25 de Mayo de 1892, que en aquel entonces era Fiesta Nacional (rioplatense). Engalanado con banderas oriental, argentina, del Albion, la clásica británica de la "Unión Jack" y la primitiva enseña del CURCC, el campo era un hermoso campo de juego con un alambre de un hilo a su alrededor.

Las crónicas afirman que dos mil personas rodearon el campo, que estaba frente a los Talleres, concurriendo en masa el personal obrero, de administración y de servicio del ferrocarril. El resultado fue de 4 a 1 para Albion, anotando Jones para aquella formación de jugador-dirigente-hincha que era el Peñarol naciente.

La historia del Peñarol está íntimamente abrazada con el gol. Si el resultado es el cuerpo, el gol es la piel, el músculo en tensión, la mente que lo crea. El gol es alivio, milagro, honor, venganza, fortuna...

Pues bien, el primer gol oficial fue contra el Albion, por la Copa Competencia de 1900, y lo marcó Guillermo Davies. Eso fue en el Paso Molino el 10 de Junio (Peñarol ganó dos a uno). El 15 de Julio los aurinegros ganaron el primer clásico, amistoso -2 a 0- en el Parque Central.

Belvedere, Parque Lugano, canchita de Wanderers en Millán, del Bristol en Maroñas, la leonera del Reformers, la gallera del Dublín... Después el Parque de los Aliados, el nuevo Parque Central, el estadio Centenario... Todos han sido escenarios que han recogido goles de este club amado por medio país.

El conjunto aurinegro de 1905 ganó invicto y sin goles en contra, es decir, imbatido, la Copa Uruguaya. El Peñarol de 1905 tenía claro acento criollo, con los Carbone, Pancho en la portería e imbatido de esa Copa y Luis al lado de Mazzucco. De medio derecho jugaba Ceferino Camacho, hermano de Juan y del goleador Aniceto.

Con Pena, los Acevedo (Edmundo y Amílcar), Mañanita y ‘Perucho’ Zibechi, el aporte oriental era mayoritario.

En 1907, en Maroñas, campo en esos momentos del viejo River Plate, volvió a ganar el decano con gol de Aniceto. Se habían incorporado a Peñarol los Manito, Guillermo, Miguel y Agustín, que apuntaba como sucesor de Aniceto.

Pero surgió José Piendibene. La afición le creyó inglés, pero luego le vio magistral y le llamó "Penita" (por Juan Pena). El Parque Central, escenario propiedad de una empresa tranviaria, fue el campo de las más grandes hazañas de José Piendibene. Con el tiempo, sumaría más goles que nadie -de su época- contra el adversario de todos los tiempos, Nacional.

Desde 1911, Piendibene fue el "Maestro", bautizado con la celeste en el pecho. Para la evocación de sus goles aurinegros quedan muchos inolvidables a lo largo de sus dos décadas de jugador goleador incomparable.

Técnica y espectacularidad. Los goles de Piendibene se caracterizaban por lo primero: un remate suave, con más dirección que fuerza, con más efecto que potencia. Espectacularidad tuvieron los goles de Isabelino Gradín, con tiros impresionantes de media distancia

Antonio Sacco fue un extraordinario jugador de fútbol. Tiempos en que el trato de la pelota era lo fundamental, jugando con Anselmo y el "Maestro", a ese placer agregó la sal de sus goles decisivos.

Sacco definió nada menos que tres clásicos contra Nacional. Y como para pasar a la historia, los tres 1 a 0, en escenarios diferentes: en el Parque Central, el 19 de Abril de 1926, en Pocitos el 23 de Mayo de ese mismo año, y en el Estadio Centenario, en 1930.

Este último correspondió a la Copa Uruguaya de 1929 y se jugó en el cumpleaños de Peñarol (28 de Septiembre) del año del Centenario patrio. Fue el primer clásico en el estadio.

En 1932 comenzó la era profesional. Un jugador que brillaría con luz propia a lo largo de los años fue Raúl Antonio Schiaffino, "El pequeño maestro". En su regate de cintura mostraba el arte de Piendibene. ‘Toto’ Schiaffino fue el espejo donde se miraron muchos jóvenes a la hora de empezar a tocar un balón.

Una figura histórica en el seno del Peñarol fue Arthur William Davenport. Nacido en 1866, fue primer secretario de la Institución, en carácter de fundador y primer autor de un acta en castellano. "Papá" Davenport fue el autor del primer gol del Peñarol de todos los tiempos, en Mayo de 1892 contra el Albion.

Acompañó a Peñarol hasta su alejamiento de Montevideo en 1937. En 1951 participó en los festejos del 60ª Aniversario del Club. A los 85 años, tenía un aspecto patriarcal, reflejando una personalidad simpática y atrayente. La misma que inculcó al conjunto aurinegro. Falleció en Londres en 1953.

Y para no perdernos en el tiempo, habrá que destacar los hombres que hicieron posible que la historia de Peñarol fuera eterna como el tiempo y floreciese cada primavera.

José Piendibene fue jugador de fútbol, con letras mayúsculas. Mostró un camino de la mano de la técnica con su pase de muleta, su peinada, su remate de tornillo o de puñalada; puso la grifa en el costado de cada fotografía de sus goles de bostezo, de cachetada, de pelota dormida.

Y puso el sello mayor: fue goleador. Nadie vestido con la celeste le hizo más goles a Argentina; hasta su desaparición física, nadie vestido con la aurinegra le anotó más goles a Nacional...

Dos récords trascendentes, de primera línea, de emoción mayor. José Piendibene le enseñó al mundo futbolístico que para ser crack y pasar a la historia había que ser goleador.

El Maestro Piendibene

José Piendibene fue el primero al que su grandeza en el tiempo y su extraordinaria jerarquía le valió el unánime reconocimiento de "El Maestro".

Rubio, alto, flexible, a los 17 años comenzó a sembrar una maravillosa escuela de fútbol que contagiaría al mundo futbolístico. De carrera zigzagueante, capaz de regatear toda una defensa, marcó una época en el fútbol uruguayo.

Si grande fue lo de Piendibene, trastocando todo lo conocido hasta integrarse en una primera gran formación internacional, también fue grande, aunque sin alcanzar los niveles de hechizo del "Maestro", el aporte de otro hombre de la oro y negro: John Harley.

Fue el mismo Piendibene quien lo escogió, y el hecho conviene recordarlo. Harley vivía en Argentina y actuaba con Ferrocarril Oeste cuando en un amistoso con Peñarol el "Maestro" advierte que su fútbol tenía poco que ver con lo conocido, apreciando la facilidad y claridad con que pasaba la pelota dominada a sus compañeros de adelante.

Piendibene planteó que se consiguiera su traslado a Montevideo para defender a Peñarol, en lo que constituye la "transferencia" más influyente de toda la historia del fútbol uruguayo.

Harley se "acriolló" de tal manera que ganó las simpatías generales por sus dotes personales y extraordinaria capacidad para dar la vuelta a conceptos, en lo que formó un único y formidable binomio de "revolucionarios" con Piendibene.

Jugando la pelota a ras del suelo, colocando el pase justo, evitando el "bombazo" contra el que luchaba desesperadamente Piendibene, con un impecable juego de cabeza, imprimió al fútbol uruguayo una de sus claves siempre: el pase corto.

Uno, Piendibene, "creó" el fútbol uruguayo dotándolo de riqueza técnica, y otro, Harley, aumentó sus valores con el pase corto. Y ambos fueron hombres de la gloriosa enseña peñarolense como para que siempre con la celeste constituyeran casi una misma cosa.

Y con estos antecedentes nos presentamos en el final de la década de los 40. El Peñarol del 49 no se borra de la mente de los aficionados aurinegros.

Y para no errar en datos importantes, Juan Alberto Schiaffino, con su tradicional capacidad de análisis, da una visión muy particular de las características del Peñarol del 49: "El papel de don Emerico Hirsch era fundamental, pues entrenaba y dirigía, es decir: nos preparaba físicamente y nos ubicaba en la cancha. No todos los jugadores hacíamos el mismo trabajo físico y era frecuente que yo diese unas vueltas al campo e hiciera poco fútbol. Era una hombre de vasta experiencia, y armó el equipo enseguida.
Desde luego que fue tácticamente más prolijo el Peñarol del 51, por la evolución lógica e incluso el cambio de algunas figuras, como el ingreso de Abbadie principalmente. Jugábamos en WM y la base del éxito, hablando de 1949, estaba en la gran efectividad.
El Peñarol del 49 era un equipo que contaba con dos delanteros muy veloces y atentos al cambio de frente, lo que abría brechas para la contundencia de los demás y de un ataque que tenía todo: velocidad, táctica, habilidad y potencia.
El líder era el diálogo y el valor individual de los jugadores, dúctiles y poseedores de recursos técnicos y tácticos. Es muy difícil que pudiera darse en este momento un equipo como aquél, entre otras cosas porque perteneció a una etapa de nuestro fútbol diametralmente distinto al de ahora y por la carencia actual de grandes individualidades.
El mejor recuerdo del Peñarol del 49 era la seguridad con que arrasamos los campeonatos locales. En la defensa las cosas no eran muy parejas, primando también las individualidades para alcanzar un rendimiento efectivo. Pero la tranquilidad que teníamos adelante era absoluta: cada fin de semana era una fiesta".


Así pues, de manera escueta y profunda, Schiaffino nos ha relatado convenientemente cómo era el Peñarol de un año que marcó varias décadas.

El año 1959 preparaba un acontecimiento magno en la historia de Peñarol. Empezaba a originarse la Copa Libertadores. En Montevideo hay un dicho que refleja el pensar aurinegro: "Peñarol le echó sal, Peñarol la preparó, y este pícaro Peñarol se la comió, se la comió". Y es que el conjunto uruguayo tuvo mucho que ver en la constitución de la Libertadores.

La Copa de Campeones fue una idea de la Asociación Chilena de Fútbol, pero en nadie halló ambiente mas propicio que en el seno de Peñarol y más precisamente en su delegado titular como parte de sus funciones al asumir la representación de la entidad y su visión personal del "adelantado".

En el Congreso realizado en Santiago en el 59 junto al Dr. Juan Carlos Bracco concurrió como representante ahora de la Asociación a tratar como punto principal la creación de un campeonato de esas características.

El Congreso designó una comisión para redactar las bases del primer reglamento de la Copa que en su mayor parte continúa vigente y Washington Cataldi fue uno de sus miembros.

Peñarol -en medio de descreimiento- tomó casi con pasión la idea y se convirtió así en su abanderado desde aquellos días augurales.

Terminaba la idea de un fútbol local, que limitaba los títulos a las satisfacciones personales, "íntimas", de los países: se abría un horizonte de posibilidades que los miembros del Consejo Directivo abarcaron de inmediato en toda su extraordinaria dimensión.

Peñarol aparecía así como el gran abanderado de una gran idea, y asoció su nombre desde los primeros difíciles pasos.

EI 19 de Abril de 1960 el Estadio Centenario de Montevideo fue testigo del echarse a rodar la pelota, comenzando el primer Campeonato de Campeones.

El 19 de Junio de 1960 el Peñarol empataba a uno en Asunción frente al Olimpia y levantaba por primera vez la Copa Libertadores. Se iniciaba así el camino de éxitos que marcaron y marcarán la intrínseca historia del club aurinegro.

Cinco Copas Libertadores adornan sus vitrinas, lo que viene a significar que es el segundo club de América con más trofeos. Solo el Independiente de Avellaneda le supera, con siete títulos.

Si el Peñarol fue el club que más interés puso en que la idea de lanzar una Copa de Campeones se llevara a cabo, no podía ser menos a la hora de su consecución.

No cabe duda que Peñarol sabía el realce que daría a nivel internacional la consecución de este preciado trofeo, que no olvidemos tiene en la dificultad su mayor virtud.

Así como Peñarol fue el adelantado en toda la Copa, y así como inauguró las despedidas, también inauguró los retornos triunfales. Al día siguiente del decisivo encuentro en Asunción, se vivió la primera apoteosis al arribar la delegación.

El aeropuerto resultó pequeño y los aledaños también. Cuando el ómnibus que recogió a los viajeros puso rumbo al centro de la ciudad, se improvisó una caravana de victoria que recogió a su paso el fervoroso saludo del pueblo amarillo y negro en cientos de miles de personas. Peñarol, raíz del pueblo, estaba en sus brazos.

El impacto de la victoria a nivel continental no se detuvo ahí: al día siguiente Washington Cataldi por Peñarol, y el presidente de la Asociación, Fermín Sorhueta, viajaban especialmente a Madrid para echar las bases de la Copa Mundial de Clubes, la Intercontinental, que en 1960, en su primera edición, ganara el fabuloso Real Madrid al empatar con Peñarol 0-0 en Montevideo y derrotarle en Madrid.

Aquel entusiasmo desatado por las conquistas a todo nivel, la idea de un Peñarol avasallante, hicieron nacer como natural expresión popular el famoso "Y dale dale los Peñaroles...", que llenó una época y está ahí, junto a cada gran éxito, listo para salir de la garganta del pueblo y echar a volar como las campanas que anuncian una gran fiesta.

La difusión de la letra y la música singularmente pegadizas fueron inmediatas y constituyen el himno popular por excelencia. Nada más justo que haya aparecido a comienzos de la década del 60, años esplendorosos cuya iniciación hemos historiado y cuyos alcances todavía se perciben.

Sí fue el despegue del fútbol del país, el rompimiento de las antiguas barreras que lo limitaban a una lucha doméstica sin otro objetivo que la imposición local, fue también y esto no es de casualidad, el despegue, la proyección mundial antes que ningún otro club de América del glorioso Club Atlético Peñarol.

Al alcanzar Peñarol el mayor éxito interclubes del mundo Copa Europea, Sudamericana o Copa Intercontinental apareció y se popularizó la letra con ritmo murguero y música conocida en el Río de la Plata. Esa canción de homenaje y aliento fue registrada por Bernardo Abate, un autor de cuño futbolístico desaparecido en 1978.

"Y sí, señores, soy aurinegro.
Y sí, señores, de Peñarol...
en esta tarde tan futbolera
el hincha espera tu acción triunfal.

Y dale, dale, los peñaroles
y dale, dale, de corazón...
porque esta barra tan futbolera
con toda el alma te vino hoy a alentar..."

Y es que Peñarol será eterno como el tiempo y florecerá en cada primavera... La afición celebra y canta la canción con la consecución de cada título, que se produce cuando los capullos abren sus pétalos y la rosa llega a todo su esplendor.

Campeón de América y el mundo (1961-1969)

En 1961, Peñarol como campeón de Uruguay y de América en la temporada anterior, disputó una nueva versión de la Copa de Campeones, alcanzando el bicampeonato de la misma tras superar en la final a Palmeiras de Brasil, luego de ganar por 1 a 0 en Montevideo, con gol del ecuatoriano Alberto Spencer, y empatar 1 a 1 en São Paulo. En la segunda parte del año Peñarol se adjudicó el campeonato uruguayo y, por primera vez en su historia, la Copa Intercontinental, al derrotar al Benfica por 5 a 0 en el Centenario, después de haber perdido la primera llave por 0 a 1.


Al siguiente, el club estuvo a un paso de alcanzar se tercera consagración el Copa de Campeones, sin embargo, tras perder en la primera final por 0 a 1 y ganar la segunda llave, en un partido marcado por los incidentes, por 3 a 2, debió disputar una tercera definición, en el Estadio Monumental de Buenos Aires Peñarol cayó ante Santos, equipo en el que destacaba entre otros Pelé, por 3 tantos a 0, viendo de esta manera impedida su intención de alzar un nuevo campeonato continental. Tuvo como consuelo la obtención del campeonato uruguayo, lo que le valió obtener su primer quinquenio de oro (1958-1962).

Tras una temporada sin títulos, en la que destacó a nivel internacional por obtener la llave con mayor diferencia de goles en la historia de la Copa Libertadores luego de superar en el global por 14 a 1 al Everest de Ecuador (5 a 0 y 9 a 1), Peñarol obtuvo el campeonato uruguayo en 1964 y 1965, éste último año además alcanzó la final de Copa Libertadores en la que fue derrotado por Independiente de Avellaneda. No obstante, en 1966 Peñarol obtuvo su tercera consagración como campeón de América, luego de derrotar a River Plate en un tercer partido de definición jugado en Santiago de Chile por 4 tantos a 2. Ese año también obtuvo su segunda Copa Intercontinental tras superar al Real Madrid por 2 a 0, tanto en el Centenario como en el Santiago Bernabéu.

En los siguientes años, Peñarol continuó obteniendo logros a nivel nacional e internacional, destacando la obtención de los campeonatos nacionales de 1967 y 1968, y de la Supercopa de Sudamericana de Campeones Intercontinentales en 1969, torneo que agrupó a los clubes sudamericanos que hasta ese momento habían ganado la Copa Intercontinental y que fue reconocido oficialmente por la Conmebol en 2005. Durante este periodo Peñarol consiguió, además, el mayor invicto registrado en el campeonato uruguayo, el cual se prolongo por 56 partidos entre el 3 de septiembre de 1966 y el 14 de Septiembre de 1968, cuando cayó derrotado 0 a 2 ante Liverpool. Ésta marca corresponde además al invicto más prolongado realizado por algún club sudamericano en torneos profesionales de primera división y el segundo si se considera la etapa amateur, por detrás de Boca Juniors.

La transición (1970-1979)

En 1970, Peñarol alcanzó nuevamente la final de Copa Libertadores, en la cual cayó derrotado por Estudiantes de La Plata. Cabe resaltar que en aquel torneo el club logró la mayor goleada en la historia de la competición, luego de batir a Valencia de Venezuela por 11 a 2. Al año siguiente, en un torneo dividido en dos fases, Peñarol se ubicó segundo por detrás de Nacional. Al cabo de la primera etapa, el club acumuló 32 puntos, misma cantidad que Nacional, sin embargo no pudo mantener el ritmo en la fase final, en la que sumó 7 unidades, 1 menos que los tricolores. Tras terminar nuevamente como subcampeón en 1972, en 1973, año en cual llegó a Peñarol el goleador histórico del club y del fútbol uruguayo Fernando Morena, el club obtuvo el campeonato uruguayo, honor que repitió en 1974 y 1975. En 1974 Peñarol se convirtió en el primer cuadro uruguayo en ganar por Copa Libertadores en Argentina, luego de derrotar a Huracán en Buenos Aires por 3 a 0.

Luego de ubicare segundo en 1976 y 1977, al año siguiente, Peñarol ganó su vigésimo cuarto campeonato uruguayo, temporada en la que Fernando Morena marcó dos récord, el de mayor número de goles convertidos en una temporada (36) y la mayor cantidad de anotaciones en un partido, convirtió 7 frente a Huracán de Buceo.

La década de los ‘70 se cerró de buena manera con la obtención de un nuevo campeonato nacional.

Nuevamente en la cima (1980-1989)

Tras comenzar la década de los años 1980 ubicándose en el tercer lugar, en 1981 Peñarol se consagró nuevamente campeón uruguayo tras superar por tres puntos Nacional. En el equipo campeón destacaron las figuras de Rubén Paz, goleador del torneo con 17 tantos, y Fernando Morena, que esa temporada retornó al club por la cifra récord, hasta ese instante, de U$S 1.029.000.

Al año siguiente, Peñarol obtuvo nuevamente la Copa Libertadores luego de superar a Cobreloa en condición de visitante por 1 a 0, con gol de Fernando Morena en el minuto 89, quien además fue goleador del certamen continental con 7 tantos. En el segundo semestre, Peñarol repitió el campeonato uruguayo, nuevamente con Morena como goleador con 17 anotaciones, y se adjudicó por tercera vez en su historia la Copa Intercontinental, al vencer al Aston Villa de Inglaterra por 2 a 0.

En 1983, el club realizó un discreto papel a nivel local, ubicándose en el séptimo puesto, no así en plano internacional, en el que tras superar en semifinales a Nacional, alcanzó una nueva final de Copa Libertadores, sin embargo, no logró revalidar el título del año anterior al caer ante Gremio de Porto Alegre. En 1985 y 1986, el club se alzó nuevamente con el campeonato uruguayo, siendo la última de estas conquistas particularmente singular, puesto que, los problemas económicos del club no le permitieron disputar el primer partido de ese año, perdiendo en consecuencia los puntos, no obstante, se acordó que en el caso que Nacional superara a Peñarol con menos de 2 puntos de ventaja, se disputaría un partido de definición. A fin de campeonato, Nacional solo supero a Peñarol por un punto, por lo cual se jugó la final en la Peñarol se impuso por 4 a 3 en la tanda de penales. En 1987, el club pese a los innumerables problemas económicos además de juventud del platel, 22 años de promedio, se coronó por quinta vez campeón de Copa Libertadores, al batir a América de Cali, por 1 a 0 con gol de Diego Aguirre en el minuto 120 del alargue. Como curiosidad esta fue la tercera Copa Libertadores obtenida por Peñarol en el Estadio Nacional de Chile.

A pesar de su éxito en el plano internacional, ese año Peñarol no realizó una buena actuación en el campeonato uruguayo, posicionándose en el octavo puesto, en los años posteriores pese a mejorar su rendimiento no logró adjudicarse algún torneo.

Un nuevo quinquenio (1993-1997)

A mediados de 1990 la directiva de la institución decidió contratar al ex seleccionador argentino César Luis Menotti con el objetivo de recuperar el título de campeón uruguayo, que Peñarol no ostentaba desde 1986. No obstante, el club no realizó una buena campaña en Campeonato Uruguayo, finalizando solo en la tercera posición a ocho puntos de Bella Vista. En tanto que en el plano internacional fue eliminado en semifinales de la Supercopa Sudamericana por Olimpia de Paraguay. Ese año además fue constituida una comisión especial a fin de organizar los preparativos en conmemoración a los cien años de vida del club, la cual estuvo presidida por el ex presidente de la República Julio María Sanguinetti. Sin embargo, en forma paralela la plana directiva del Club Nacional de Football conformó la denominada “Comisión del Decanato” que rechazó abiertamente la celebración del centenario, reviviendo la polémica en torno a la fecha de Peñarol y a su vinculación con el CURCC.

Al año siguiente, ya sin Menotti en el banquillo e impedido de participar en la Copa Libertadores de América, dada su temprana eliminación de Liguilla Pre-Libertadores, Peñarol festejó su aniversario número cien en el marco de la suspensión del Campeonato Uruguayo, luego de que la AUF determinase dicha medida hasta que las instituciones afiliadas a ella aceptaran una serie de medidas que tenían como objetivo evitar actos de violencia.

Posteriormente, en 1993 de la mano de la llegada del internacional uruguayo Pablo Bengoechea y bajo la conducción técnica de Gregorio Pérez, el Club Atlético Peñarol conseguiría su segundo quinquenio histórico siendo campeón durante 5 años consecutivos del Campeonato Uruguayo entre 1993 y 1997.

En el año 1998 pierde la oportunidad de lograr un inédito sexenio, logrando su eterno rival Nacional cortar esta histórica oportunidad al ganar los dos torneos cortos (Apertura y Clausura), siendo la segunda y hasta hoy última vez que un club lo conseguía desde 1994, cuando Peñarol obtuvo los dos campeonatos, pero perdió el Apertura para Defensor Sporting por una sanción de quita de puntos por actos de violencia de su barra brava.

En el año 1999 se vuelve a coronar campeón uruguayo otra vez de la mano del técnico Julio Ribas, con una campaña impresionante en el Clausura, que batió el record de goles de la popular "Máquina del '49", equipo de Peñarol integrado entre otros por Juan Eduardo Hohberg, Juan Alberto Schiaffino, Alcides Edgardo Ghiggia y Oscar Omar Míguez.

El equipo marcó en total 47 goles en 14 partidos, con 12 triunfos y 2 empates. El récord fue el arranque, con 8 triunfos sobre 8 encuentros jugados, y 37 goles a favor en esos partidos, dando un impresionante promedio de 4,625 goles por encuentro.

El nuevo siglo y la crisis

El nuevo siglo trajo a las vitrinas de Peñarol el Torneo Uruguayo de 2003. Nacional accedió a la final al haber ganado el Apertura y Peñarol al lograr ganar el Clausura. El equipo carbonero se consagró campeón en un sólo partido (ganó 1 a 0 con gol de Joe Bizera) porque tenía esa ventaja al haber ganado también la tabla Anual. Pero de ninguna manera este título disimulaba la crisis en la que se encontraba desde hacía años desde lo institucional y lo deportivo con una sequía inusual de títulos.

En Agosto de 2007 fallece un emblema del "Carbonero", el verborrágico José Pedro Damiani, a raíz de los problemas renales que sufría, y con él se va un pedazo grande de la mejor historia aurinegra.

Fue uno de los tres presidentes más destacados de la institución junto a Gastón Güelfi y Washington Cataldi. Una de sus principales virtudes era la austeridad económica a la hora de levantar al club de su pésima situación financiera, haciendo gala de su título de Contador Público. Como decía Cataldi: “llamen a Damiani que se prende fuego”.

Había tomado la conducción del club en 1987 cuando Peñarol pasaba sus peores momentos deportivos y económicos. En 1987 con un plantel muy joven logra obtener la quinta Copa Libertadores de América en una final electrizante ante América de Cali en Santiago de Chile.

En 1989 deja la conducción de Peñarol en acuerdo con Cataldi para que éste tomara la presidencia del club. Vuelve en 1993, período en el que logra obtener el segundo quinquenio de Oro (1993-1994-1995-1996-1997) formando un plantel maduro, con varias figuras que estaban de regreso desde Europa y con la consolidación de varios juveniles.

José Pedro Damiani presentaba su renuncia a la presidencia del Club Atlético Peñarol el día 24 de Julio del 2006 luego de que Peñarol saliera último en el Campeonato Uruguayo, y vuelve inmediatamente asumiendo el cargo menos de dos días después, argumentando que dio un paso al costado.

En la actualidad Peñarol, uno de los equipos que acumula más títulos en el fútbol sudamericano, atraviesa una crisis institucional y deportiva que pareció tocar fondo con su rápida eliminación de la Copa Libertadores de América 2009, torneo que supo ganar en cinco ocasiones anteriormente. Los problemas de Peñarol no son nuevos y afectan desde la cabeza.

En las recientes elecciones hubo tres listas, duras acusaciones y recriminaciones entre los candidatos y esas disputas, que se mantienen, se reflejan en la interna del club.

Los directivos realizaron una fuerte apuesta económica y formaron en los últimos meses uno de las planteles más caros, sino el mejor remunerado, del fútbol uruguayo. Un grande que quiere levantarse para demostrar la guapeza que siempre le caracterizó.

Uniforme titular

Desde sus inicios los colores que representaron al CURCC y posteriormente a Peñarol, han sido el amarillo y negro. Esto a partir del distintivo ferroviario, que a su vez procede de la Locomotora Rocket, diseñada y construida por George Stephenson, vencedora de una prueba de aptitud en 1829, logrando de esta manera el contrato de la línea ferroviaria Liverpool-Manchester, desde donde se expandió el modelo hacia el resto del mundo.

La primera camiseta utilizada por CURCC en 1891 consistió en camiseta dividida en dos mitades verticales -negro a la derecha y a rayas amarillas y negras a la izquierda-, pantalón negro y medias de igual color. En 1901 el club cambio su camiseta por una a cuadros amarillos y negros. La indumentaria actual de Peñarol -camiseta listada amarilla y negra- data de 1905 y desde entonces se ha utilizado casi ininterrumpidamente con muy pocas variaciones, entre las que se pueden contar el color de las medias -alternando entre amarillas y negras-, el color del pantalón -amarillo en 2001-, así como algunas variaciones en la dirección de las franjas en la camiseta.

Uniforme alternativo

En lo que respecta al uniforme alternativo, se sabe con relativa certeza que el primer uniforme utilizado fue una camiseta a cuadros, similar al uniforme titular utilizado en 1901, negros y naranjos. Desde entonces se han utilizado diferentes modelos, entre los cuales se cuenta una camiseta a franjas horizontales en 1985, camiseta amarilla y pantalones negros en 1987, así como uniformes totalmente negros, grises o amarillos usados en la última década. Adicionalmente han sido utilizadas camisetas de distinto color para partidos internacionales, especialmente el la década de los años 1960 y 1970.

El clásico del fútbol uruguayo

El primer enfrentamiento entre Peñarol y su rival tradicional, Nacional, data del 15 de Julio de 1900, fecha en la cual el CURCC se impuso por 2 a 0 con anotaciones de Aniceto Camacho. Debido a esto se considera al clásico como la rivalidad más antigua fuera de las islas británicas, no obstante, esta posición es discutida a causa de la controversia que rodea la relación entre el CURCC y Peñarol. Fue durante esta etapa en la cual CURCC se adjudicó la mayor goleada en la historia del clásico tras ganar por 7 tantos 3, el 1º de Noviembre de 1911 en el marco de la Copa de Honor. En total, considerando partidos oficiales y amistosos, CURCC y Nacional se enfrentaron en 59 oportunidades, con 24 victorias para CURCC y 20 para Nacional.

Ya bajo la denominación actual de Peñarol el primer enfrentamiento contra Nacional, aconteció el 14 de Diciembre de 1913. Durante el amateurismo Nacional obtuvo una leve ventaja en el historial de partidos, sin embargo con la llegada del profesionalismo Peñarol revirtió esta tendencia. A lo largo de esta etapa, han sido diversos los episodios que han quedado en la retina de los aficionados, entre ellos uno de los más recordados fue el denominado "Clásico de la fuga", ocurrió el 9 de Octubre de 1949 en el marco de la primera ronda de la Copa Uruguaya. A término del primer tiempo Peñarol se imponía por 2 a 0, sin embargo, durante el descanso previo a la segunda mitad del partido, Nacional decidió no salir a la cancha y retirarse del encuentro a través de los vestuarios. Si bien en filas de Nacional justificaron que el abandono del partido se debía a disconformidades frente a los fallos arbitrales, los aficionados "aurinegros" argumentaron que el motivo real del retiro habría sido el miedo a sufrir una goleada de mayores proporciones. Desde 14 de Diciembre de 1913, Peñarol enfrentó a Nacional en 433 ocasiones, con 154 victorias y 138 derrotas.

Por lo tanto, al considerar las distintas etapas amateur y profesionales en encuentros oficiales y amistosos, tanto locales como internacionales e incluyendo los resultados obtenidos por el CURCC, ambos clubes se encontraron 492 veces, con 178 victorias Manyas y 158 Tricolores, finalizando los 156 partidos restantes en empate.

Hinchada

En el ámbito futbolístico uruguayo, Peñarol y Nacional se disputan las preferencias de la afición. Generalmente, se sostiene que el país se divide en dos, en alusión a los hinchas de uno y otro club, y se considera que ambas instituciones se encuentran muy parejas en este aspecto. Los diversos estudios de opinión pública realizados al respecto no son concluyentes, al existir algunos que sitúan a Peñarol como el club con mayor cantidad de adhesiones, mientras que otros ubican a Nacional en dicha posición. En efecto, una encuesta realizada a nivel de todo el país por la consultora Datos en 1997, publicada por el diario El País, reveló que Nacional poseería el 45% de los hinchas, mientras que Peñarol el 42%. No obstante otro estudio realizado por la consultora FACTUM en 2006, contrapone ésta posición otorgando un 45% de las preferencias a Peñarol y un 35% a Nacional, esto según lo publicado en el diario uruguayo “El Observador”. La barra brava de Peñarol es conocida como La Caterva Aurinegra.

Los apodos

Aurinegro: En referencia a los colores de la casaca tradicional, amarillo y negro (tomados de la locomotora del ferrocarril).

Decano: Peñarol ha sido llamado Decano, por todos los medios de prensa escrita y oral hasta fines de los años 30, en referencia al club activo más viejo del Uruguay.

El Cuadro de los Gringos: también llamado el cuadro de los "gringos" no solo por los que eran ingleses sino también por otros de diferentes nacionalidades, que por trabajar en el ferrocarril ya eran Peñarolenses por concepción. La gran mayoría de los empleados ferroviarios de fines de siglo 19 y comienzos de siglo 20 eran ‘gringos’ estos también eran sus primeros jugadores, dirigentes e hinchas.

El Cuadro del Pueblo: Peñarol es el primer cuadro de Uruguay y quizás de América que por su carácter obrero, humilde y popular, incorporó los sectores más populares en sus equipos y en su masa social. Peñarol, acunado en una villa obrera, acogió primero a los trabajadores del ferrocarril y luego a los hijos de éstos, que habían emigrado de la vieja Europa. El cuadro del pueblo, fue una expresión muy usada por los periódicos de comienzos del siglo XX, justamente por la característica popular del club.

El Equipo de los Negros: Peñarol fue popularmente así bautizado debido a la gran cantidad de morenos que vestían la camiseta oro y carbón allá por principios del siglo XX, esto gracias a Isabelino Gradín, Juan Delgado y ‘Tatita’ Silva. Peñarol el primer equipo en incorporar a los negros del sur montevideano.

El Viejo Club: (idem a la referencia de Decano). Poco usado

Ferrocarrilero: (idem a la referencia de Carbonero). Poco usado.

Manya: click aquí

Mirasoles: Se le llama así en connotación al girasol, oleaginosa cultivada en todo el mundo. ‘Mirasol’ es un seudónimo de esta hermosa flor que lleva los colores del club Peñarol.

Estadio

Peñarol ejerce de local, frecuentemente, en el Estadio Centenario, de propiedad estatal y que fue inaugurado el 18 de Julio de 1930. Posee una capacidad de 76.609 espectadores, mientras que el terreno de juego tiene dimensiones de 110 x 70 m. Esta emplazado en Parque Battle, Montevideo.

No obstante, Peñarol dispone de un estadio propio, denominado actualmente José Pedro Damiani (antiguamente "Las Acacias"), inaugurado el 19 de Abril de 1916 y que cuenta con capacidad para 12.000 espectadores. Si bien esta cancha está habilitada para disputar partidos de primera división, normalmente no es utilizada por carecer de una infraestructura acorde para el desarrollo de un partido de la institución, aunque se ha utilizado en varias oportunidades. El Palco y el portón de entrada de Las Acacias formaron parte del mítico Estadio Pocitos, lugar donde se convirtiera el primer gol de un Mundial de fútbol.

Actualmente hay negociaciones por parte del grupo inversor, Ficus Capital, y el club, con el fin de que Peñarol cuente con un estadio propio que cumpla los requisitos para albergar no sólo partidos del campeonato uruguayo sino también de las competiciones internacionales. Primariamente la idea es construir un estadio desde cero que albergue aproximadamente unas 35.000 o 40.000 personas, o bien remodelar “Las Acacias” para que llegué a poseer dicho aforo. Sin embargo, la difícil situación económica e institucional por la que actualmente atraviesa el club hace difícil que éste proyecto se realice en corto o mediano plazo.


Palmarés

Torneos nacionales

* Campeonatos uruguayos en la era amateur (4): 1918, 1921, 1928 y 1929

* Campeonatos uruguayos en la era profesional (36): 1932, 1935, 1936, 1937, 1938, 1944, 1945, 1949, 1951, 1953, 1954, 1958, 1959, 1960, 1961, 1962, 1964, 1965, 1967, 1968, 1973, 1974, 1975, 1978, 1979, 1981, 1982, 1985, 1986, 1993, 1994, 1995, 1996, 1997, 1999 y 2003

Torneos internacionales

* Copa de Honor Cousenier (1): 1918

* Cup Tie Competition (1): 1916

* Copa Aldao (1): 1928

* Copa Escobar-Gerona (1): 1942

* Copa Intercontinental (3): 1961, 1966 y 1982

* Copa Libertadores de América (5): 1960, 1961, 1966, 1982 y 1987

* Supercopa de Campeones Intercontinentales -zona Sudamericana- (1): 1969

* Subcampeón de la Copa Conmebol en 1993 y 1994


Fuentes consultadas:

* Wikipedia
* Blog carbonero
* Página web oficial del Club Atlético Peñarol
* Sr. Edgardo Andrada
* Libro “Los grandes clubes del fútbol mundial”, Tomo I, Pág. 157 a 168


Campeón Intercontinental 1966


Campeón del Mundo 1982



Campeón de América 1987

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En una nota en la que repasaba su vida, el boxeador argentino José Menno, que fue campeón sudamericano de la categoría medio pesado a fines de la década del sesenta, recordaba su pasión por el fútbol: “Yo no era malo, era bravo. Si me buscaban, me encontraban fácil. De chico fuí a la cancha, soy hincha de Estudiantes de La Plata, y siempre me hice respetar en la tribuna. Era otra época, sin droga ni armas en el fútbol y yo tenía un lomo bárbaro”.
En la misma nota, cuenta la pelea donde más lo habían golpeado: “¡Vaya si lo recuerdo!, pero no fue sobre un ring sino en una cancha de fútbol: Le cuento, yo era de La Plata y soy ‘pincha’ de toda la vida. Se venía la final de la Copa Libertadores contra Peñarol, en 1970, y el clima estaba muy pesado.
Para colmo, el segundo partido, el decisivo, debía jugarse en Montevideo. Cuando llegó el momento, los dirigentes del club pensaron que sería conveniente garantizar, con mi presencia en el micro y en el vestuario, la seguridad de los jugadores. Yo acepté encantado, porque iba a vivir el partido de adentro, como lo soñaba de chico. Pero alguien le avisó a los uruguayos. Cuando bajé del micro había seis negritos esperándome. Los seis eran boxeadores. Cuando los reconocí, apenas pude atajar la primera piña. ¡Nunca me pegaron tanto en toda mi vida!”.

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Profesor de la alegría (Los 8 de Momo - Uruguay)

* dedicada a Pablo Javier Bengoechea

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