(FRANZ BECKENBAUER, aconsejando a Uwe Seeler ante el interés del Inter de Italia, a mediados de los '60 por el potente delantero alemán)
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(FRANZ BECKENBAUER, aconsejando a Uwe Seeler ante el interés del Inter de Italia, a mediados de los '60 por el potente delantero alemán)
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(UWE SEELER al declinar la oferta del Inter italiano y aceptó quedarse en el equipo que amaba, el Hamburgo)
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El presidente “enmascarado”
Los primeros tiempos del Intenazionale de Milán fueron difíciles. Y gran parte de la culpa la tenía Giovanni Paramithiotti. Un veneciano que, formando parte de los socios fundadores, se convirtió en el primer presidente de la entidad milanista. Pero su paso a la historia no se produciría por esta circunstancia. Su personalidad poseía una particularidad única que le convertiría en un extraño personaje en los primeros pasos del Inter como institución futbolística.
Giovanni Paramithiotti era “mufa”, o al menos, era lo que parecía. Desde los primeros partidos disputados por el equipo interista bajo el mandato de este presidente veneciano, el mandamás “neroazurro” seguía las evoluciones de sus muchachos desde el borde del terreno de juego. Y desde que este personaje asistía a los encuentros el Internazionale no había conseguido ninguna victoria. La racha de derrotas era demasiado importante. La situación era alarmante. Había que tomar alguna medida.
Las soluciones se presentaban difíciles para la Junta Directiva. ¿Cómo terminar con este cúmulo de derrotas que, en principio, no parecían tener motivaciones claras? ¿Había que hacer caso de la “mala suerte” del presidente? Pero lo que para los di-rigentes del club parecía una difícil tarea, encontraba una fácil solución entre los aficionados que acudían en número de un centenar a los partidos del ínter. Había que prohibir que el presidente asistiese a los partidos del equipo. Si, en verdad, Giovanni Paramithiotti era “mufa” ésta era la única solución posible para acabar con el problema.
El mandamás interista siguió acudiendo a los encuentros. Pero su asistencia se hizo cada vez más insoportable. El seguía acudiendo a los partidos y el equipo seguía cosechando derrota tras derrota. Los aficionados querían verle cada vez lo más lejos posible del terreno de juego. Giovanni ya no podía soportarlo. La gente cada vez le miraba con peor cara. Había que buscar una solución. Y pronto.
El presidente no quería dejar de asistir a los partidos de su equipo. Aunque la situación así lo aconsejaba. Había que tratar de conjugar estos dos hechos. Y lo consiguió. A partir de ese momento, acudiría disfrazado a los partidos. Así nadie podría reconocerle. Se colocó una barba y un bigote postizos y siguió acudiendo a ver a su equipo.
En aquellos primeros años de vida, el ínter disputaba sus encuentros en un terreno de juego situado cerca del Puerto Grande. A orillas de un río. En uno de los partidos el balón fue lanzado con fuerza y cayó al agua. Había que recuperarlo desde una barca pues desde la orilla resultaba imposible. Y el presidente “enmascarado”, ni corto ni perezoso, se prestó gentilmente a la tarea. Se subió en una barca y logró devolver el balón al campo. Nadie podía imaginar que era Giovanni Paramithiotti.
A partir de ese momento vendrían tiempos mejores. El ejercicio parecía haber provocado un exorcismo. Ese encuentro lo ganaría el Inter. Se consigue, después de tres intentos, la primera victoria sobre el rival de la ciudad, el Milán. Al final del encuentro, Giovanni Paramithiotti lanzó al agua su disfraz. El maleficio se había roto. Por fin, había podido disfrutar de la primera victoria de su equipo desde que acudía al borde del terreno de juego para presenciar los partidos. Rápidamente, es reconocido por el público que se muestra alborozado.
Las victorias se suceden a partir de ese instante. Pero hubo que tomar medidas. Con el fin de que el presidente no volviera a embarcarse en busca de una pelota que pudiese romper el exorcismo, la Junta Directiva de la institución interista decidió contratar a un barquero profesional. Cobraría una cantidad estipulada de dinero por cada balón recuperado de las aguas del río.
(extraído del libro “Los grandes clubes del fútbol mundial”, pág. 487)