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Una anécdota muy graciosa en el fútbol español fue protagonizada años atrás entre el jugador danés John Lauridsen (foto) y José María Maguregui su entrenador en el Espanyol de Barcelona.
Maguregui, más bien conservador, era conocido por poner tranvías en la portería y el danés apostaba por un futbol creativo en el centro del campo.
La cuestión es que Lauridsen se descolgó a principio de temporada con unas declaraciones en las que decía que el Espanyol debía apostar por el espectaculo, el toque y el buen futbol. En la siguiente sesión de entrenamientos, Maguregui llamó a Lauridsen delante de sus compañeros y le dijo que le iba a hacer caso, "durante 90 minutos hará usted lo que yo le mande, y al final del partido llegará el momento del espectáculo, se va usted al centro del campo y se baja los pantalones".

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La primera documentación falsa


En los años setenta el fútbol español ha conocido uno de sus grandes escándalos: el de los llamados "falsos oriundos". Bajo documentaciones falsas, unos cuantos jugadores llegados del otro lado del Atlántico han formalizado suculentos contratos en los clubs hispanos e incluso algunos de ellos han logrado actuar en la selección nacional. Pero, si repasamos la historia, resulta que existieron precedentes lejanos de "falsos oriundos".

Allá por 1916, cuando una entrada valía la entonces ya fantástica suma de dos pesetas, los clubs buscaban refuerzos con el fin de contentar a su cada vez mayor masa de seguidores. Y surgió el "caso Garchitorena".

El Barcelona había vencido al Español por 3-0 en partido del Campeonato de Cataluña. El equipo perdedor presentó la denuncia de que en las filas azulgranas se había alineado un jugador extranjero, cosa prohibida en la época. El denunciado era Juan Garchitorena. El Español, simple y llanamente, reclamó los puntos.

La Federación estimó que la decisión pertenecía a la Asamblea de Delegados de Clubs. Efectivamente, se comprobó que Garchitorena era de nacionalidad argentina, que se había inscrito en el Barcelona con documentación falsa de español, pero que el club desconocía su origen, tratándose sólo de un joven jugador, amateur cien por cien y que además no era titular indiscutible.

El Presidente del Barcelona, Gaspar Roses, apeló a la conciencia de los delegados, extrañándose de la conducta del Español, al que por parte del Barcelona se le habían dado amplias facilidades para inscribir fuera de plazo a dos jugadores. El delegado del "Universitari" propuso que el Barcelona perdiera todos los puntos de los partidos en que se había alineado Garchitorena, entre los que se encontraba el que había perdido su propio equipo.

La propuesta fue desestimada por 11 votos contra 7. Al final se tomó el acuerdo de que el Barcelona volviera a jugar los partidos no dados como válidos, pero el club azulgrana rechazó tal acuerdo, razón por la cual perdió el Campeonato, que había ganado con todas las de la ley en el terreno de juego.

Garchitorena no fue un gran jugador de fútbol. Su fama la conseguiría en otro medio muy distinto. Marchó a Hollywood, donde se hizo famoso como artista de cine (con el nombre de Juan Torena), y como galán, destrozando muchos corazones, entre ellos el de Myrna Loy, según afirmaba José Samitier.

Era Garchitorena un jugador singular. A él pertenece esta anécdota, recogida en la historia del C. de F. Barcelona: A los aficionados de aquella época ya les parecía un tanto original la manera de comportarse de Garchitorena. Por ejemplo, en un partido jugado en el viejo campo del Español, tuvo un gol hecho con la cabeza. Pero no remató esa jugada fácil. Luego declararía que no había puesto la cabeza para no ensuciársela, porque el esférico estaba lleno de barro.

Garchitorena fue el primer caso conocido, por lo menos en un club de campanillas, de falsificación de documentos. Y el Español se proclamó campeón de Cataluña gracias a esta circunstancia. Naturalmente, el fútbol no tenía entonces la fuerza arrolladora y polemista de ahora. Samitier, que jugaba en el Internacional, cobró por su fichaje como barcelonista un traje con chaleco y un reloj con esfera luminosa en el que sólo se podía ver la hora cuando era de noche, según explicaba con el gracejo y el humorismo que le acompañaron hasta la hora de su muerte. Las cuotas de socio eran de tres pesetas al mes, y en el mercado negro, cuando había un encuentro de relieve, las localidades se vendían a la exorbitante suma de ¡cinco pesetas!

Tal vez por eso, porque el fútbol aún era un espectáculo de segunda fila, el "caso Garchitorena" no mereció las primeras páginas de los periódicos, como ocurriría medio siglo después... en España. Italia había aprendido antes la lección, como lo prueba el famoso Orsi, el extremo izquierdo argentino que jugó la Copa del Mundo de 1934 y fue factor decisivo en el triunfo de la "squadra azzurra" de Vittorio Pozzo.

Y ya que estamos en eso, recordemos que también fueron los italianos los que en los años cincuenta continuaron siendo maestros en el arte de la "falsificación", apelando a todos los procedimientos: desde comprar la voluntad de algún oscuro cura de parroquia aldeana para buscar unos abuelos apócrifos al jugador que el club quería contratar, hasta hacer afirmar al "as" apetecido que no tenía madre...

En el "escándalo Garchitorena" no se llegó tan lejos. Aquel elegante "playboy" era sólo un amateur que gustaba de jugar al fútbol y buscaba un trampolín para la fama. Ciertamente la consiguió, pero también hizo perder un título al Barcelona y nada menos que en favor del Español. Algo que molestó entonces a los 2.000 socios azulgranas y produjo la alegría de los 500 del Español. Aunque en el lejano 1916, recordémoslo, cuando la Primera Guerra Mundial arrasaba Europa y Carlos Gardel comenzaba a apuntar su leyenda, el fútbol tenía otra dimensión.

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