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Fragmentos (Francesco Castiglione - Italia)


Siempre fui hincha del Napoli.

Mis primeros recuerdos son los del papel impreso. Eran años en que la televisión todavía estaba en casa de pocos, y de todos modos no en mi propia casa. Reacio a otorgar la menor confianza a las ponderadas admoniciones de mi padre, me asomé al fútbol con el entusiasmo y el ímpetu de los años juveniles.

El ritual era más o menos el mismo. Después de las "extraordinarias" empresas de precampeonato, que nuestros diarios ciudadanos publicitaban oportunamente como un seguro presagio de que ese año el Nápoli era el esperado equipazo que haría grandes destrozos, se proveía a la fatídica sustitución una suerte de catarsis del joven hincha.

La hermosa fotografía del nuevo equipo tomaba el lugar de aquella ahora ya vieja y amarillenta, la de los tontos del año anterior. Esos rostros nuevos, esos lomos voluminosos y brillantes, las miradas mucho más asesinas que las de los borrachos de la pasada temporada eran la anunciación de empresas gloriosas. Llegaba después, finalmente, el primer domingo al que habrían de seguir todos los otros de la Resurrección.

Emocionado, como si fuera yo el que debutaba, el oído alerta a escuchar los resultados de los primeros tiempos, una aflicción creciente a medida que la robusta voz de nuestra radio de válvulas avanzaba según un riguroso orden alfabético: "En Milán: Inter 2-Bologna 0, en Roma: Lazio 1-Atalanta 0; en Nápoles (a esta altura hasta el año se contraía): Nápoli 1... Juventus 3".

Las cosas no cambiaron con el transistor ni con la televisión, ni con la frecuentación de las tribunas. Recuerdo una transmisión radiofónica dominical, que comentaba irónicamente los habituales problemas de nuestra ciudad, con una constante que tenía este pequeño motivo: "Es siempre lo mismo, no hay nada que hacer, es siempre lo mismo, y seguimos viviendo".

Y se volvió también el ritornello de los hinchas. Parecía que el Napoli tuviera todo: estaba el gran estadio, estaba el magnífico público, el A. C. Napoli se había transformado también en la S. S. C. Nápoli (rimbombante mutación a la cual -no se sabe por qué- se unió el signo de una segura inversión en la tendencia); todos los años llegaban los campeones que solamente algunos años antes -con casacas casi siempre de franjas verticales- nos habían flagelado, pero nada cambiaba. Jamás.

Parecía que el Asno tuviera el extraordinario poder de patear a sus propios adeptos.

Más o menos alrededor de los veinte años, también nosotros ex jovencitos no?, habíamos alineado con nuestros viejos, habíamos alcanzado su misma madurez futbolística: el escepticismo.

Existía la certeza -casi siempre no revelada, pero bien esculpida dentro de cada uno de nosotros- de que la Juve o el Milán o el Inter, que desde siempre nos habían mortificado, fatalmente seguirían haciéndolo, y siempre serían más poderosos que nosotros. Una década de desilusiones había signado nuestra pasión, imprimiéndole el estigma amargo de la derrota.

Relegada la conquista del scudetto a esa parte profunda del corazón donde reside la tropa abigarrada de nuestros deseos inalcanzables, ya no se daban tampoco las ganas de comprender, de preguntarse por qué este maldito equipo no funcionaba nunca. Se invocaba al Destino, o a la mala suerte, como diría años más tarde Ramón Díaz: ‘a ciorta’, como decimos nosotros. Así como había destinado que en Nápoles estuviera el Vesubio, evidentemente en virtud de los mismos inescrutables motivos, el Padre Eterno había decidido negar el éxito futbolístico a la Ciudad.

Atribuida a las esferas ultraterrenas la responsabilidad de las desventuras del ensamble azul, fue natural, ante todo en los momentos más negros, que la hinchada confiara a enérgicas intervenciones de San Gennaro, patrono al cual hasta ahora nadie se atreve a negar, el mérito de éxitos aislados del equipo, no por casualidad definidos como milagros.

El escepticismo no recibió siquiera un rasguño por la llegada de Sívori y Altafini, de Nielsen, de Sormani, de Hamrin, de Clerici, de Savoldi, de Krol, de Dirceu; a lo sumo, con los años, salió todavía más reforzada la convicción de la absoluta inalcanzabilidad de la meta del Scudetto.

El escepticismo no fue tampoco afectado por la llegada de Diego. La acogida triunfal -en la que seguramente encontraba lugar también la naturaleza curiosa, festiva y hospital de la gente napolitana- fue dictada más que nada por el deseo del público de presentarse al campeón, casi como para tranquilizarlo sobre la sabiduría de su decisión de imponerle al Barcelona su quiero irme. Pero realmente nadie pensó que aquella sociedad habría de quebrar la fuerza del destino.

Después Diego nos encantó. Entrenado o con el aliento corto, gordo o flaco, llegado apenas de vía Orazio o de Buenos Aires, contra los arbitrajes y contra las más vulgares agresiones periodísticas, Diego vencía. Diego rompía los encantamientos. Diego hizo verdad el sueño. Diego era indispensable.

Cuando, precedido por el habitual cancán semanal, llegaba el domingo pleno de dudas, no había quien, dirigiéndose al estadio, no tuviera necesidad de aquel reaseguro: “Pero Diego, ¿está?”, era la pregunta que aleteaba, antes de que los megáfonos, confirmando que el 10 -como siempre- era de Diego, nos permitieran arrojar el aliento suspendido y conquistar la certeza de no haber ofendido al estofado anteponiéndole el estadio.

Todos querían ver a Diego. El Inter, el Milan, la Juve, a veces llenaban y llenaban los estadios, pero la gente no va al estadio solamente para asistir a las atléticas prestaciones de Matthaeus, de Van Basten o de Schillaci. En cualquier lugar donde jugara el Nápoli, independientemente de lo que se ponía en juego, de los intereses de la tabla o de las rivalidades históricas, el todo-agotado estaba en cambio garantizado por una sola presencia: estaba Maradona, y hasta el más insípido amistoso se volvía una ocasión que era mejor no perder.

A los napolitanos los vicios de Maradona no les disgustaban. La indolencia matutina, la resistencia a las férreas reglas de cuartel, aquella vestimenta absurda, el aro en el lóbulo de la oreja, las trasnochadas en los night, usos y abusos, su disolución en suma, que tanto indignaba al periodismo pacato, ese su ser semejante solamente a sí mismo que es típico del fuera de serie, del caballo de raza, exaltaban hasta la leyenda sus empresas dominicales; cuanto más disoluta había sido la semana, tanto más sus goles valían el doble, y mayor era la satisfacción de ver burlados a los perfectos atletas, a las sociedades-modelo, a las S.p.A. del fútbol.

Para los Agnelli y los Berlusconi eran mucho más que derrotas, eran precipitarse en el ridículo. Para los hinchas napolitanos -todavía muy inclinados a ver en el fútbol el sentido del juego- era la ocasión para ejercitar una de sus actividades predilectas: lo sfottó (lo jodió). Una suerte de colectivo y gigantesco pedo con la boca -el de Eduardo, Don Ersilio Miccio del Oro de Nápoles, para entendernos- simbólicamente se elevaba desde Fuorigrotta a cada proeza de aquel zurdo maligno y divino.

Los napolitanos no son el pueblo alegre y descuidado que se tiende a proponer muy a menudo, aun hoy. Su cultura es densa de melancolía, invadida por un profundo sentido del límite, de la provisionalidad, del final. Acaso también por ello muchos de nosotros, en estos sin embargo increíbles años, no han podido liberarse de la obsesión del "después".

¿Qué hubiera sucedido cuando viéramos cómo aquella inconfundible cabeza desaparecía por última vez hacia abajo por las escaleras del vestuario? ¿Le hubiéramos preparado una fiesta de despedida tan grandiosa como había sido bien venido, o qué otra cosa? ¿Hubiéramos tenido el deseo de volver al estadio sin él? ¿Y para ver qué? ¿Y a quién?

Es cierto que los rieles del destino suelen correr a lo largo de recorridos imprevisibles. Nadie hubiera podido imaginar que lo vería por última vez, sin saber que era "la última vez". Se ha ido en silencio, sin un gracias, sin un apretón de manos, y ni siquiera una bandera azul que le dijera adiós.

Después de los Idus de Marzo, se ha desencadenado la Restauración. Los órganos de información pacata -aquellos que lo usaban para vender del lunes al sábado, pero a los que él, los domingos, hacía callar- han recibido las órdenes de la escudería: después del jugador, borrar también su modo destructivo de ser vencedor, destruir el símbolo, retornar a la "normalidad", devolver a los banderines el estilo Juventus.

De aquel adiós que no se dijo y de la furia provocada por las infamias y las mentiras propinadas a diestra y siniestra ha nacido en mí y en los otros amigos de "La calidad no es poca cosa" el deseo insuprimible de organizar el Te Diegum: una jornada de reconocido agradecimiento a quien nos resarcía de nuestras trescientas mil liras por año ofreciéndonos todos los domingos la ebriedad de un espectáculo de categoría absoluta.

Hoy he sentido la fuerza, no las ganas, de volver al estadio: ha sido como asistir a las vulgares exhibiciones de Jovanotti después de escuchar una suntuosa sinfonía de Mozart.

Escribe Gastón Bachelard: “Es necesario ir hacia... donde la razón quiere estar en peligro”. Y entonces, yo vuelvo a esperar realmente que Él vuelva.

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LOS TANOS - Audax Italiano La Florida (Chile)


Los Inicios

Corría el año 1910. El primer Centenario de la Declaración de la Independencia de Chile había sido celebrado con entusiasmo por la ciudadanía chilena. De ese entusiasmo desbordante participaban también en forma importante los nacidos en Italia, que habían venido de esas lejanas tierras y sus hijos nacidos en esa larga y angosta faja de tierra llamada Chile.

Las brisas primaverales daban un encanto especial a las noches de Santiago en ese mes de Noviembre de 1910. La Alameda Bernardo O’Higgins, con sus altos y esbeltos álamos, era el punto obligado de reunión de la juventud alegre y soñadora de esa época.

Como nace la idea

Una noche bajo un farol, junto a la hoy desaparecida Pérgola de las Flores, frente a la Iglesia de San Francisco y la Pastelería “Ramis Clar”, tres jóvenes italianos tuvieron la idea de formar un club, una Institución poderosa que cobijara bajo su alero a todos los miembros de la Colonia Italiana para demostrar el vigor de su raza, compitiendo leal y fraternalmente en las lides deportivas con la juventud chilena y dejar marcado a fuego con el apodo de “Tanos”, como se conoce en Sudamérica a los inmigrantes e hijos de italianos, a la naciente institución.

Estos tres jóvenes eran Ruggero Cozzi, Alberto Caffi y Amato Ruggieri. Cozzi fue el de la idea, Caffi y Ruggeri la compartieron de inmediato.

Junto con prometer no descansar hasta ver coronados por el éxito sus desvelos, Cozzi, Caffi y Ruggeri aportaron los primeros dineros para la tarea. Cada uno aportó diez centavos. El día 30 de Noviembre de 1910 se sembró la semilla de lo que hoy es Audax Club Sportivo Italiano.

La primera reunión

La primera reunión se efectuó en calle Puente 689, donde estaba ubicada la Sombrería Caffi. Allí, teniendo como asientos los mostradores de la tienda, se reunieron Ruggero Cozzi, Alberto Caffi, Amato Ruggeri, Arnaldo Antolise, Epaminondas Andreani, Zifredo Bersezio, Emilio, Octavio y Pergente Cintolesi, Enrique y Luís Dateri, Saturnino del Sante, Carlos Daveni, Mario Maglio, Albino Pagani, Arturo Podestá, Victorio Queirolo, Gerolamo Repetto, Armando Zanelli, Héctor y Rafael Zembo.

Aprobada con entusiasmo la brillante idea de Cozzi de fundar un club deportivo, de inmediato se echaron las bases de “Audax Club Sportivo Italiano”, en la vieja y amplia casona de San Isidro con Marcoleta. Audax Italiano ocupó una pequeña, modesta y oscura pieza. Era el último rincón de la casa, pero no fue inconveniente para que a fines del mismo año la verde divisa se paseara triunfante por las pistas del ciclismo chileno.

En la medida que aumentaban los triunfos, fue cada vez mayor el prestigio, lo que trajo consigo el paulatino crecimiento del número de socios que obligó a ocupar más habitaciones de la vieja casona, sobrepasando el Centro Democrático Italiano en poderío económico, en actividad y cantidad de socios.

Audax Club Ciclista Italiano poco tiempo después de su fundación, llevó al cargo del presidente al joven Alberto Caffi, quien con entusiasmo, cariño, criterio sano y justo dirigió por 23 años consecutivos a la Institución, constituyéndose en uno de los principales paladines de la grandeza siempre creciente de esta entidad deportiva.

Nace el fútbol

Ya en 1917 empezaron a formarse los primeros equipos de fútbol, que jugaban reñidos partidos a nivel local con otras instituciones. Pero con la llegada de los hermanos Domingo y Tito Frutero, entusiastas cultores de fútbol, lucharon ardorosamente por crear esta nueva rama, ya que este deporte empezaba a prender con inusitada rapidez en la juventud chilena.

A comienzo de 1922 los hermanos Frutero, encabezando un grupo de socios, le dieron forma a la rama de fútbol, que de inmediato ingresó a la Liga Metropolitana. Fue este mismo año que el novel equipo ganó el Campeonato de Santiago 1910.

En 1933, ya con el nombre de Audax Club Sportivo Italiano, formaba parte de los clubes fundadores de la Asociación Central de Fútbol de Chile.

Tres años después, en 1936, ganaba su primer título de Campeón de Chile de Fútbol, repitiendo los años 1946, 1948 y 1957. Además ha sido nueve veces vice-campeón.

El crecimiento acercaba nuevos socios y los deseos de crear nuevas disciplinas deportivas; fue así como nacieron las ramas de Esgrima, Patín, Hóckey, Motociclismo, Bochas, Automovilismo y Básquetbol.

1936 el primer grito de campeón

Este plantel era dirigido por Carlos Giúdice y las principales figuras de esté plantel eran: Luís Cabrera, Ascanio Cortes, Carlos Giúdice y Hernán Bolaños quien fue goleador ese año con 14 goles. En está campaña jugó 10 encuentros, en donde ganó 7, empató 2 y perdió sólo uno. Anotaron 38 goles y recibieron en contra 20. Audax resultó ser el equipo más goleador y el menos batido de aquel año.

El torneo de Audax es avalado por los subcampeonatos, en 1934 y 1935, tras Magallanes, que resultó ser el primer tricampeón del Fútbol Chileno.

1946 el segundo titulo audino

Con Daniel Chirinos como gran figura en el pórtico audino, Audax consiguió su segundo título. Ganó la liga con 38 puntos, dos más que su perseguidor, Magallanes. Marcó 66 goles y recibió 50.

En la zona del mediocampo Jorge Acuña, era un gran habilitador y gran colaborador con el quite. Y en la delantera Hugo Giorgi, un goleador innato, quien al año siguiente ficharía por el Bologna de Italia.

1948 campeón anticipado

Seis puntos de ventaja sacó Audax de su más cercano perseguidor en la tabla. Por lo cuál se coronó campeón tres fechas antes que terminase el torneo El plantel estaba conformado por la misma base de 1946, con Chirinos en portería, Cabrera en la defensa, Carlos Atlagich en el quite en la zona media y Ramón Vilasante, serían jugadores claves para la obtención del tercer titulo audino. Además de contar con el goleador del torneo Juan Zarate, quien anotó 22 goles.

El entrenador de este equipo era el señor Salvador Nocetti, quien años más tarde se transformó en el entrenador de la selección nacional de Chile.

1957 la última hazaña

La última vez que un plantel itálico fue campeón fue en 1957, en donde Audax finalizó primero con 34 puntos. Tres de diferencia con su más cercano perseguidor, que era la Universidad de Chile. Audax marcó 51 goles y Daniel Chirinos su portero recibió 42 en 21 partidos jugados.

El entrenador de este plantel era Ladislao Pakosdy, quien también estuvo a cargo de la selección de Chile. El plantel aún mantenía a su portero, Daniel Chirinos, quien está en la historia del plantel por ser uno de los jugadores que estuvo en 3 de los 4 títulos de Audax.

Aquel plantel estaba conformado por: Raúl Águila, Vicente Astorga, Israel Benavides, Daniel Chirinos, Conrado Comte, Luís Escobar, Sergio Espinoza, Malaquias González, Francisco Molina, Carlos Tello, Mario Torres, Adelmo Yori, Héctor Toledo y Luis Medina, entre otros.

Años difíciles

Si bien a comienzos de la década de 1950 el equipo continuó siendo un activo protagonista del campeonato, alcanzando su séptimo sub-campeonato en 1951 y el mencionado título de Campeón de 1957, su rendimiento comenzó a decaer paulatinamente hacia fines de la década. De ahí en adelante el equipo deambuló entre la mitad de la tabla y los últimos lugares, llegando a descender a la Segunda División en 1971. Recién 6 años más tarde el Audax volvería a disputar el torneo de Primera División 1977, ubicándose en el 9 lugar, de 18 equipos.

En su vuelta a la Primera División el equipo no volvería a reeditar su glorias pasadas, sin embargo, el año 1981 y gracias al esfuerzos de dirigentes y del técnico Hernán Godoy estuvieron más de diez partidos invictos en el campeonato nacional además de acceder a la final de la Copa Chile tras eliminar al Cobreloa finalista de la Copa Libertadores de América en Calama por 1-0. Lamentablemente, en la final, perdió 5-0 contra Colo-Colo. En ese equipo destacaban: "El perro" Zamorano en la defensa, Carlos Rivas como creador acompañado por el delantero mundialista Juan Carlos Letelier. Al año siguiente se contrató al "Pititore" Cabrera en reemplazo de Letelier.

Posteriormente los itálicos apenas se salvaron del descenso en 1983, gracias a que ese año no descendió ningún equipo, pues se resolvió ampliar la Primera División de 22 a 26 equipos, dividiéndose el torneo en dos zonas de 13 equipos cada una, disputándose un cuadrangular entre los dos primeros de cada zona.

Sin embargo, en 1986, con un campeonato reducido a 18 equipos, el Audax volvería a la Segunda División al resultar penúltimo, solo superando a Magallanes. Esta sería la etapa más oscura del club, e incluso en 1988 estuvieron cerca de descender a la Tercera División donde derrotó en partidos de ida y vuelta a Malleco Unido, permanecería en la Segunda División hasta 1995, donde nuevamente ascendería a Primera División.

1995 el retorno a Primera División

De la mano de Jorge Aravena, Audax consiguió su vuelta a Primera División. Con Fernando Astengo en la defensa, Fabián Vásquez en el mediocampo y Alejandro Carrasco en delantera junto a Rodrigo Delgado, Audax logró junto a Wanderers el regreso a la Primera División del fútbol chileno.

Ambas escuadras lograron el ascenso en la última fecha del torneo, partido que los enfrentaba en igualdad de puntaje. El encuentro terminó empatado sin goles y tras una serie de otros resultados, tanto Audax Italiano y Wanderers terminaron ascendiendo a la división de honor. El título se dilucidó en dos partidos extras, consiguiéndose el anhelado regreso a la Primera División.

2006-2007 con las fuerzas de un toro a las primeras participaciones internacionales

Las temporada 2006 y 2007 han sido históricas para Audax Italiano, debido a que estos planteles de la mano del técnico Raúl Toro, han sido los primeros planteles en clasificar a competencias internacionales, Copa Libertadores y Copa Sudamericana, en donde se registra sólo una derrota, frente al Necaxa en México, sobre un total de 10 partidos jugados.

Sociedad anónima deportiva

En Enero de 2007 Audax Italiano pasó a llamarse "Audax Italiano La Florida Sociedad Anónima Deportiva y Profesional.

Con este cambio se espera lograr un crecimiento en la institución y tiene como objetivo la práctica de deportes de todas sus formas, actividades de docencia, promover el esparcimiento social y cultural de sus miembros por medio de bienes inmuebles, estadios, canchas deportivas, establecimientos educacionales propios o de terceros y la construcción de los mismos para tales fines.

Uniforme y Escudo

Desde su fundación en 1922 el color predominante de la rama futbol de Audax Italiano ha sido el color verde en la camiseta y medias y el blanco en los pantalones.

El club debe sus colores a la representación de la bandera italiana, por lo que a menudo se han agregado trazos rojos y blancos a la camiseta verde para resaltar esta identificación. Si bien el uniforme del club no ha presentado mayores cambios a lo largo de su historia, en 1997 se agregó una franja horizontal blanca la que solo se mantuvo por algunos partidos.

En lo que respecta al uniforme alternativo desde sus inicios ha sido completamente blanco al cual tradicionalmente se le han agregado trazos rojos y verdes.

El escudo de Audax representa una rueda de bicicleta protegida por un águila, con el fondo de los colores nacionales de Italia, ésto porque los primeros dirigentes del club eran un grupo de amantes del ciclismo italiano que dieron inicio a este club y a su rama deportiva, lo que incluyó construir el "Stadio Italiano", utilizado hasta ahora y fiel testimonio del esforzado trabajo de sus dirigentes.

Normalmente el escudo de la institución está ubicado en la parte superior izquierda de la camiseta, aunque en algunas temporadas de la década de los 90 y en el año 2006 se situó en el centro de ésta, sobre el sponsor.

El nuevo estadio

En sus comienzos Audax Italiano tenía su propio estadio llamado "Estadio Italiano" ubicado en las calles General Saavedra con Guanaco en la actual comuna de Independencia detrás del Cementerio General, sin embargo este recinto posteriormente llevó muchos años clausurado hasta ser demolido.

Ya desde que debutó el profesionalismo en 1933 Audax utilizó su localía en los estadios Santa Laura y Nacional, ya que el Estadio Italiano de Independencia fue demolido.

Audax Italiano juega de local en el Estadio Municipal de La Florida desde 1987, recinto que es propiedad de la Municipalidad de La Florida y que se encuentra en comodato por el club desde 2005. Fue inaugurado en 1986 y tiene una capacidad de 8.500 espectadores. Se encuentra en calle Enrique Olivares 1003.

El recinto deportivo posee una superficie de pasto sintético de 10.513 m² que cumple con todos los estándares exigidos por la FIFA, lo que permite que en el futuro se puedan jugar partidos internacionales. Cuenta además con iluminación artificial.

El 9 de Diciembre de 2007 se jugó el último partido oficial antes de su remodelación para ser sede de la Copa Mundial Femenina de Fútbol Sub-20 de 2008 entre Audax Italiano y Cobreloa, con triunfo audino de 1-0.

Actualmente el estadio se encuentra en fase de remodelación. El proyecto presentado por la firma de arquitectos Judon & Olivos prevé una estructura de acero, hormigón y poliéster.

La capacidad será aumentada a 12.000 espectadores sentados (la FIFA no permite público de pie en los estadios que alberguen competiciones internacionales, no importando su categoría), y su estética lo integrará al barrio que lo rodea. Accesos abiertos, plazas alrededor del estadio y zonas de encuentro están previstos en su construcción.

Asimismo, el estadio tendrá estacionamientos subterráneos, convirtiéndolo en el complejo deportivo más moderno de Santiago. Sólo se conservará su actual cancha de pasto sintético, al cumplir ésta con los estándares FIFA.

Debido a la remodelación del estadio floridano, Audax Italiano hace de local durante el año 2008 en los estadios Monumental, Nacional y Santa Laura.

Fuentes consultadas:

• Wikipedia

• Fotolog “Museo de Audax Club Sportivo Italiano”

• Página web oficial del club Audax Italiano La Florida

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