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La actualidad de Pelé, llevando su mensaje a todo el mundo de que él fue el mejor futbolista de todos los tiempos, contrasta con sus épocas de verdadero esplendor, donde mostraba la humildad de los grandes. Al menos eso parecía.
A propósito de ello, el inolvidable delantero de Peñarol de Montevideo de los años 60 y 70, el ecuatoriano Alberto Spencer, reflejó la imagen que tenía de Pelé en su biografía "El señor Spencer", escrita por Freddy Álava Muentes.
En uno de sus capítulos, recuerda dos anécdotas: "Peñarol y Santos eran, en los años 60, los equipos de moda y se cruzaban por todos lados; cumplía años Alianza Lima y llamaban a ambos cuadros, cumplía años Millonarios y no podían faltar Peñarol y Santos. En un cuadrangular disputado en Santiago de Chile, por esas coincidencias, las dos delegaciones se alojaron en el mismo hotel. La noche previa que jugáramos un partido, nos encontrábamos cenando, cuando alguien levantó la voz: -Ahí vienen los del Santos, no le demos bola porque andan agrandados.
Efectivamente, pasó el grueso del equipo brasileño, ingresando al salón muy en lo suyo, con la vista al frente, mientras nosotros comíamos con naturalidad. El hielo se rompió cuando Pelé, que se había retrasado, se acercó a la mesa, me encaró directamente y me dijo: "Qué tal Spencer, ¿tudo ben?'... Y seguimos conversando, demostrándome que, siendo una super estrella del fútbol mundial, poseía mucha humildad. En otra ocasión, en un amistoso veraniego jugado en el estadio Centenario, Peñarol estaba ganando por cinco goles. En esos momentos, antes de disputar una pelota, Pelé me pidió: 'Spencer, Spencer, avisa a los muchachos que ya parar...'.
El ecuatoriano no atinó más que a sonreír ante la inesperada ocurrencia del, por esos días, doble campeón mundial".

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El recordado futbolista y director técnico argentino Luis "Yiyo" Carniglia [1917-2001], de prestigio internacional, en sus recuerdos volcados en una biografía resalta uno de los momentos más amargos por los que atravesó en su larga carrera de entrenador.
Fue cuando era responsable técnico de Milan de Italia que, como campeón de Europa, le tocaba enfrentar en Octubre de 1963 al Santos por la Copa Intercontinental.
En el partido de ida, disputado en Italia, la principal preocupación de Carniglia (en la imagen) era la marca sobre Pelé, el mejor jugador del mundo.
"Yiyo" le dio la responsabilidad a Trapattoni, quien prácticamente anuló a O’Rey. El partido lo ganó Milan 4 a 2. Al conjunto italiano le tocaba viajar a Brasil, para la revancha.
Los entendidos decían que el Milan tenía más de media copa ganada, porque Pelé no iba a poder ser de la partida al haberse desgarrado. Lo cierto es que el 14 de Noviembre de 1963, en el Maracaná de Río de Janeiro, Milan perdió 4 a 2. Un partido que, para los italianos, tuvo un principal protagonista: el árbitro argentino Juan Brozzi, a quien se lo acusó de parcial y de haber recibido regalos de parte de los brasileños.
El tercer partido se disputaría nuevamente en el Maracaná, pero el Milan solicitó cambio de árbitro, lo que la Confederación Sudamericana de fútbol se negó a aceptar.
Fue así que Brozzi, quien aseguraba haberse equivocado en dicho encuentro a favor de Santos, les prometió que no iba a volver a repetir tamaños errores.
Pero esa confianza que le había dado Brozzi a los milaneses se derrumbó. El juez no sólo sancionó en el primer tiempo un penal inexistente a favor del Santos, sino que además, por protestar levemente la sanción, expulsó al capitán del Milan, Cesare Maldini.
Esta fue la síntesis del partido final, del 16 de Noviembre de 1963 ante 120 mil almas.
Santos (1): Gilmar; Ismael, Mauro, Haroldo; Dalmo, Lima y Mengalvio; Dorval, Coutinho, Almir y Pepe.
Milan (0): Balzarini; Maldini, Trapattoni, Pelagalli; Benítez, Trebi, Mora, Lodetti, Altafini, Amarildo y Fortunato.
Gol: a los 31' Gallo (S), de penal
Expulsado: 30' del PT, Cesare Maldini (M)

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Pelé (Brasil)


Tenía el físico ideal para jugar al fútbol: altura, musculatura. Las piernas perfectas: grandes arriba y finitas abajo. El físico estaba siempre predispuesto a obedecer todo lo que mandaba el cerebro. Era malo. Devolvía golpe por golpe. Si recibía, esperaba el momento de la devolución y seguro que se cobraba. Nunca repetía una jugada. Era el rey del engaño y el que lo marcaba tenía que barajar diez posibilidades que el negro, seguramente, manejaba en un segundo.
En técnica individual era perfecto. Una vez jugando yo para Cruzeiro y él para Santos nos pusimos a charlar antes de la iniciación del partido en el medio de la cancha. En determinado momento me confesó: "No digas nada, pero a fin de año dejo de jugar al fútbol". Me rompió la cabeza. Estuve quince minutos desconcentrado pensando solamente en eso.

(extraído del libro “Jugar al fútbol” de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A., 1997)

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En el apartado de tácticas tiernas para "ablandar" al rival destaca la revelación que de Pelé hizo José Macia, "Pepe", segundo goleador del Santos brasileño, con 405 tantos entre los años 50 y 60.
Según Pepe, "el único defecto" que tuvo Pelé lo descubrió Píter, un defensa del modesto equipo Comercial, del estado de Minas Gerais. "Píter se le acercaba antes del partido y comenzaba a decirle: Pelé, ¿cómo está su madre, doña Celeste? ¿Y su padre, Dondinho? Me gustaría ir a su casa a tomar un vino con su hermano Zoca... "
Pepe asegura que "el negro se derretía con aquellas palabras y permanecía manso durante el partido". El desconocido Píter fue, quizá, el único en la tierra que supo anular al rey del fútbol.
¿Conversaciones o saludos en la cancha con el contrario? Ni pensarlo si en frente estaba el centrocampista Alejandro Mancuso, ex jugador de la selección argentina, Vélez Sarsfield, Boca Juniors y los brasileños Palmeiras y Flamengo. Mancuso, a quien le acusaban de recurrir "a una buena patada" al comienzo del partido para que el rival "pensara dos veces antes de intentar regatearlo", reveló que quedaba "indignado" cuando sus compañeros abrazaban o dialogaban con "los enemigos" antes del pitido inicial.
De ternura, mucha ternura, pudo haberse valido el Rosario Central en 1975 para desvelar e inquietar a varios jugadores del Cruzeiro la víspera de un partido de la Copa Libertadores. "No puedo probar que las mujeres que llegaron esa madrugada al hotel para despertarnos fueron enviadas por los directivos del Rosario Central. Pero coincide con la advertencia que nos habían hecho: que eso ocurría con los extranjeros que llegaban a jugar en el Gigante de Arroyito", dijo el ex guardameta Raúl Plassmann.
El Cruzeiro tenía la ventaja de poder perder hasta por dos goles sin poner en riesgo su continuidad en el torneo, pero volvió a Belo Horizonte eliminado tras sufrir una auténtica paliza. "Hacia las tres o cuatro de la mañana escuché que alguien tocaba la puerta de mi habitación y me levanté para abrir. ¡Qué sorpresa me llevé cuando vi una mujer bonita, sensual, maquillada!", relató.
"Mi reacción fue muy profesional, a pesar del impacto que una escena de esas puede causar a un hombre que lleva varios días en una concentración", dijo el ex jugador del Sao Paulo, el Cruzeiro y el Flamengo, y ganador de la Copa Libertadores en 1975 y 1981. "Casi lloro el resto de la noche. Al día siguiente, después del partido, me arrepentí por haber rechazado a la chica", admitió Plassmann, quien supo después que otros compañeros fueron tentados por tres mujeres más.

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