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La decadencia del imperio albiazul


Una década de desmanejos llevó a Talleres de Córdoba a la situación límite que afronta en la actualidad.

27 de Marzo de 1999, sábado por la noche, Estadio Córdoba. Mientras Diego Garay, José Zelaya y Fernando Nicolás Oliva trataban de convertirle goles a José Luis Chilavert, el arquero de Vélez Sársfield, dos empleados de seguridad de Talleres ingresaban a las boleterías y llenaban sus gruesas camperas con billetes.

Por entonces, los embargos a la tesorería albiazul estaban a la orden del día, los gastos eran demasiados y había que agudizar el ingenio para llegar a fin de mes. Una vez cumplido el trámite, los custodios salieron presurosos en dos autos, acompañados por tres empleados y un directivo de la "T".

Lo que cambió la rutina fue la decisión de parar en un bar a mitad de camino, frente a la plaza Jerónimo del Barco de barrio Alberdi, quizá para brindar por la obtención del nuevo botín. Al bajar de los vehículos, el arma de uno de los policías se disparó, lastimándole el glúteo, el muslo y la rodilla derechos. "Siempre salíamos con los autos. Se manejaba muy mucha plata.

Aquella vez creo que eran 300 mil pesos-dólares"
, le reveló a La Voz del Interior uno de los implicados. Al accidentado, en aquel momento integrante de la fuerza de seguridad provincial, le costaría un año rehabilitarse y reintegrarse a sus labores.

Este episodio, que no figuró en ningún parte policial y tampoco en las crónicas periodísticas de la época, sintetiza como pocos lo que vivió Talleres en los albores del nuevo milenio. En lo deportivo, fue una época de nuevas sensaciones, seguramente dominadas por la embriaguez que provocan las copas. En lo institucional, significó el principio del fin.

Carlos I, el ambicioso

De aquello y mucho más fue capaz la gestión que se extendió entre 1999 y 2004. En ese lapso, fueron moneda corriente la doble venta de pases de futbolistas, las irregulares concesiones de las divisiones inferiores (Dimecor, Norton y Grupo Rex) y los golpes de efecto político que se consumaron a cualquier precio. Ni hablar de los 900 documentos emitidos con nulo respaldo, que le valieron al mandamás albiazul Carlos Dossetti el mote de "El rey de los cheques voladores", tal la expresión que hizo famosa el ex directivo Rogelio Egea durante un mitin opositor.

Apuntalado por el influyente gerente deportivo Antonio "Pichi" Fauro, el sucesor de Mario Martín (desplazado por una interna feroz, renunció argumentando razones de salud) no escatimó esfuerzos en su afán de cumplir con la ambición de "quedar en el bronce" como un nuevo Amadeo Nuccetelli. Reformó el estatuto a gusto y placer para asegurarse la continuidad sin elecciones, en dos asambleas donde las pocas voces opositoras fueron calladas por miembros de la barra brava "Las Violetas".

Con el constructor Jorge Petrone como Mecenas, Talleres edificó su propio castillo de arena. Y una vez embarcado en la aventura de la Copa Conmebol, a mediados de 1999, promovería una auténtica "timba financiera", seduciendo a prestamistas con tasas que ni la usura podía afrontar. En 2004, ya distanciada de sus principales sostenes económicos, aquella directiva apostó un pleno a la permanencia en Primera. El descenso ante Argentinos Juniors dejaría herido de muerte a su reinado.

Carlos II, el magistrado

"Si (Álvaro) Díaz Cornejo queda a cargo del club, en 10 días pide la quiebra", aseguró Dossetti en uno de sus tantos amagues de paso al costado, ya con el equipo en la B Nacional. Un problema cardíaco, mientras negociaba la venta de un futbolista para pagarle al plantel, que se negaba a concentrar antes de un clásico con Belgrano, precipitó su salida el 22 de Octubre de 2004.

De ahí en más, pasaron 61 días hasta que el vicepresidente pidió el auxilio de la Justicia. Su último acto de gobierno fue aceptar una colecta de 45 mil pesos para evitar el remate de la sede. Hacía rato que los "notables" no aportaban. La última vez había coincidido con un misterioso viaje a Paraguay de un "seguridad" del club, antes del recordado partido con Sportivo Alagoano de Brasil, que arbitró el guaraní Ricardo Grance y que terminó con la obtención de su título internacional.

El 28 de Diciembre de 2004, el juez Carlos Tale decretó la quiebra. Para desgracia de los hinchas albiazules, no se trató de una broma del Día de los Inocentes. El magistrado -ajeno a los desmanejos a pesar de tener a cargo la convocatoria de acreedores- optó por la administración fiduciaria, pero el triunvirato original no tardaría en sugerir el gerenciamiento.

Un semestre le bastó para darse cuenta de que no podía manejar al club vendiendo bonos de 5 pesos en la cancha, compitiendo con los ex socios aportantes y sufriendo las constantes amenazas de "la Fiel", la fracción que ya había usurpado del poder de las tribunas.

Carlos III, el pingüino

Carlos Granero llegó al mundillo del fútbol de la mano de Carlos Quieto, empresario que tuvo su cuarto de hora exportando jugadores al América de Colombia en los ’80, cuando ese club era manejado por el Cartel de Cali. Santacruceño, abogado y peronista, al igual que Néstor Kirchner, acunó en su restaurante de San Telmo la proclamación de la primera fórmula presidencial "K".

En Talleres desembarcó en 1996, como representante del entrenador Ricardo Gareca. Después acercaría sponsors, negociaría con los que reclamaban aquellos aportes que solventaron la campaña de la Conmebol y saldaría deudas del club a cambio de jugadores.

Si lo hizo de su propio bolsillo, nadie lo sabe. Su cercanía con el kirchnerismo siempre lo puso en la sospecha de estar moviendo dinero ajeno. Después de la quiebra, y entusiasmado por Fauro, creó Ateliers, formó una alianza estratégica con el club Saint Ettiene de Francia y se presentó como candidato para gerenciar a la "T". Le alcanzó con muy poco: un capital de 12 mil pesos y su condición de único oferente que se amoldó sin reparos al marco legal impuesto por el juez.

Las malas decisiones deportivas, los desmanejos en el semillero y el recelo de los hinchas por su cercanía a Dossetti (él fue quien regateaba por el pase de González aquel 22 de Octubre) le fueron minando el camino. "Éste es el sueño del pibe", declaró en Julio de 2005, cuando asumió y prometió hacerle una estatua a Emilio Commisso, su primer DT. En Enero de 2008 vendió Ateliers en 2 millones de pesos.

Carlos IV, el enigmático

El 9 de Julio de 2008 los porteños levantaron sus miradas y se sorprendieron con un espectáculo inusual: la nieve que caía en Buenos Aires después de 87 años. Nadie advirtió la llegada del avión que traía entre sus pasajeros a Carlos Ahumada Kurtz, un empresario cordobés que había hecho fortuna en México y que luego de 32 años volvía al país para alejarse de los escándalos y empezar a lavar su imagen.

En el ocaso de la gestión Granero, Ahumada Kurtz llegó como caído del cielo. De él se conocía poco. Que en tierras aztecas había manejado dos clubes (León y Santos Laguna) y que había estado involucrado en episodios de coimas a políticos, que le valieron el apodo de "El señor de los sobornos" y tres años en prisión. Apenas llegó a Córdoba se declaró hincha de Talleres y, bajo la consigna "hechos, no palabras" prometió el ascenso.

Más adelante, protagonizaría en Buenos Aires un intento de fuga, confirmado por Interpol. Con la remodelación de la Boutique se metió a los hinchas en el bolsillo. Sus diferencias con Tale, con quien dice mantener "una batalla", hoy lo ponen en jaque. "Talleres ni va a caer, ni va a morir, ni va a desaparecer", dice ahora. Con ese nuevo eslogan respondió, desafiante, cuando el magistrado comparó la situación del club con la caída del imperio romano.

(artículo del periodista Hugo Caric, publicado en el diario cordobés “La voz del interior” del Domingo 14 de Junio de 2009)

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El Daniel de los estadios (Nilo Neder - Argentina)

* dedicado a Daniel Willington


Yo te saludo Daniel de los estadios
y te agradezco
por ellos y por mi
no por el gol de un triunfo ambicionado
sino por todo
por el juego del poeta y del célebre
por el canto de un pueblo
que olvidó colores
y gritó tu nombre para llamar al fútbol.

Yo te saludo Daniel de los estadios
por tu juego
por tu ciencia
por tu arte
por tu fútbol
por la fiesta de todas las tribunas
por la sonrisa nueva de aquellos que no ríen
pero los domingos cantan.

Yo te saludo Daniel de los estadios
por los que juegan
por los que escriben
por los que hablan
por los que gritan
por los que aplauden.

Yo te saludo Daniel de los estadios
por vos y por el fútbol.

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En su libro, "Simplemente Fútbol", Enrique ‘Quique’ Wolff destaca los mejores momentos de su vida deportiva. Relata que a su regreso de Europa, a fines de los '80, mientras se le cerraban las puertas para un retorno a River, o a Racing, se lo convocó para un partido amistoso como parte de los festejos por los 75 años de vida de Argentinos Juniors.
Escribe Wolff: "El 15 de Agosto de 1979 se organizó un partido en la cancha de Vélez Sarsfield, contra Talleres de Córdoba, que tenía un equipo bárbaro, con la ‘Pepona’ Reinaldi, Valencia, el ‘Chupete’ Guerini, Ludueña. Para la ocasión nos invitó al ‘Loco’ Gatti, a Bochini y a mí, a integrar el equipo junto a Diego Maradona. Fue un partido bárbaro que terminó 5 a 4 a favor nuestro, con un gol de Bochini, después de tirar mil paredes con Diego que fueron increíbles".
Y continúa su recuerdo: "Pasados dos días de ese partido, me llamó Delem, en ese momento director técnico de Argentinos. Lo había tenido como técnico en River, y no solo empecé a respetarlo por todo lo que sabía y transmitía, sino porque se trata de un tipo muy querible. Él me dijo que tenía una idea, la de hacer con Argentinos con Maradona una especie de Santos con Pelé y para eso quería rodearlo de algunos jugadores conocidos y así salir por el mundo. Definitivamente me convenció. Arreglé un contrato a préstamo por tres meses con una opción con Don Próspero Cónsoli y Cía. Yo cerraba mi carrera con un ciclo realmente espectacular, haber jugado contra Pelé, Johan Cruyff y con Diego Maradona. Diego era muy chico, aunque ya era Campeón Mundial Juvenil y tenía una magia incomparable. Verlo en los entrenamientos era un privilegio de pocos. Y los domingos era como tener el as de espadas en todas las manos. La idea de Delem me pareció bárbara, pero impracticable en nuestro fútbol. Jugamos dos partidos por el campeonato, empatamos los dos y luego echaron a Delem".

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El Ángel de los milagros (Labruna y el inolvidable Talleres de Córdoba 1974)


Don Ángel Labruna:

Él le va a contar una historia.

Por eso lo ha acomodado a usted en un sillón. Le sirve un café, le acerca el cenicero. Se sienta enfrente suyo, se aquieta. Pregunta cuantas cucharadas de azúcar, dice del tiempo, comenta la noticia del día. Está preparando el clima. Atención. Ahí va, se produce el primer silencio, ahora sí...

"Fue más o menos el 4 o 5 de Enero de este año. Me llaman por teléfono y me ofrecen dirigir a Talleres de Córdoba. Me sorprendió, no lo esperaba. Mi primera reacción no fue de entusiasmo; nunca había pensado en la posibilidad de irme al interior, y además en ese momento se estaba tratando mi ingreso en River. Se decía que podía ser yo o ‘Pipo’ Rossi. A los pocos días me vino a ver a casa el presidente del club, señor Nuccetelli..., Amadeo Nuccetelli. Él comprendía cual era mi situación pero, de todas maneras, insistía para que yo fuera a Córdoba.

Tuvimos como quince reuniones en veinte días. Incluso le dije que hablara a otros técnicos, a Spinetto, a Mareque, a Cavagnaro, y creo que conversó con ellos, pero no arreglaba con ninguno; entonces volvía a insistirme. En los últimos días de Enero se define todo. Me invita a pasar tres días en Córdoba para ver el equipo y conocer el ambiente, sin ningún compromiso de mi parte y siempre dependiendo de lo que pasara con River.

En esa corta estadía ya fui pensando seriamente en aceptar. Es que me atendieron una barbaridad y noté que había intenciones de hacer las cosas bien, en serio, al nivel de cualquier club de Buenos Aires. En cuanto al plantel, después de verlo les dije que para asegurar la clasificación para el Nacional hacían falta dos volantes, dos wines y un número nueve. Eran las exigencias mínimas para no fracasar. Cuando vuelvo a Buenos Aires me entero que River se había decidido por ‘Pipo’; entonces no dude más y resolví irme a Córdoba, con la única condición de que se contrataran los refuerzos".

Segundo silencio.

Un sorbo de café, él; un sorbo usted. Usted enciende un cigarrillo, él le dice que no fuma. Usted cruza una pierna sobre la otra, se recuesta, lo mira. Él advierte que usted espera, y sigue...

"En una semana, entre el Presidente y yo contratamos a todos los jugadores que necesitábamos. A Rivadero lo trajimos a préstamo con opción. Cuando el año pasado lo conocí en Racing, me pareció un buen jugador que no se adaptó a Buenos Aires.

Después, Valiente, que estaba libre del León, de México. Importante porque es goleador y tiene mucha experiencia. Yo le hablé a Mugione, que estaba libre de Millonarios de Colombia, un jugador que había tenido en Platense y me parecía muy útil: es disciplinado y cumple con lo que se le indica en el partido. A Pignani, libre de Gimnasia, que puede ser wing derecho o izquierdo. En Córdoba se contrató a Ludueña y a Comelles. Yo no los había visto jugar, pero mucha gente conocida mía, que me merece confianza, aseguraba que eran muy buenos. Dentro de las posibilidades del club creo que se hicieron operaciones importantes. Ya estaba casi todo listo para empezar a trabajar; entonces hablamos de mi contrato. Al principio hicimos un arreglo de palabra, solo faltaba firmar los papeles. Pero después fue pasando el tiempo y el Presidente o yo lo dejábamos para otro día. Al final nos tomamos tanta confianza el uno al otro que nunca lo hicimos. Yo ahora no tengo contrato. Nunca firmé nada, pero tampoco tuve ningún problema, siempre se respetó la palabra. Y creo que con los premios y todo debo ser uno de los técnicos mejor pagados del país...

Otra cosa que me impresionó muy bien fue el primer día que llegué al club. Se hizo una reunión de comisión directiva y después de presentarme el Presidente les dijo a todos: "Bueno, ahora tienen la oportunidad de preguntarle lo que se les ocurra. El señor Labruna les va a contestar sin ningún problema, aunque tengamos que estar acá dos días seguidos, porque después no se va a admitir ningún tipo de requerimientos ni de intromisiones". Así fue, nunca tuvimos ningún inconveniente. Me nombraron dos asesores y el Vicepresidente, que hace de coordinador. El recibe mis informes después de cada partido: si hay lesionados, como vamos a viajar si nos toca ir afuera, en fin, todo lo que debe saber la comisión. Como ya empezaba el campeonato local, me decido por hacer tres o cuatro partidos de práctica para ver a los jugadores y ya ir armando el equipo. Hasta ahí todo iba muy bien, pero después de esos partidos casi largo todo y me vuelvo a Buenos Aires".

Tercer silencio.

Usted está muy interesado en que siga pero él ahora se ha metido en el recuerdo por unos segundos. Está volviendo a vivir aquella bronca, pero ya retoma, necesita descargarse...

"La primera vez que salgo al campo, yo no sabía cómo me podían recibir, pero nunca pensé que iba a haber hinchas esperando que me asomara para gritarme “ladrón”. No lo podía creer. Me decían que yo estaba robando. Eso fue terrible. Quería renunciar. Me convencieron que era solo un grupito, que ni siquiera eran hinchas de Talleres. Íntimamente me propuse demostrarles que yo había ido a ganar. Para mí era una carta muy brava...

Venía de hacer excelentes campañas en equipos importantes. Si fracasaba me retiraba definitivamente. Seguí el trabajo y después de probar muchos jugadores me quedé con 23 o 24. Hice algunos cambios de puesto y armé el equipo base. A Comelles, que era volante, lo puse de marcador de punta.

Así aprovecho que es jugador de marca y que puede proyectarse. Porque me gusta que se vayan al ataque. A Ocaño lo cambié para marcar sobre el lateral izquierdo. A Patire, que era número 9, lo pasé a la punta derecha: es veloz y tiene habilidad para el puesto. No tuvimos tiempo para hacer pretemporada porque ya empezaba el torneo. El cuerpo técnico se completó con el preparador físico Hugo Ivancich y el médico, doctor Rodolfo Kobylanski, que ya estaban en el club desde hace 7 años. Dos profesionales muy buenos. El equipo esta excelentemente preparado y cuando hay lesiones el doctor es un fenómeno para curarlas en poco tiempo. Al principio hacíamos reuniones con todo el plantel, se charlaba mucho. Yo siempre les dije que ellos estaban en condiciones de ganarle a cualquiera.

Les pedía que tomaran cada partido como una final. Que no se pararan nunca adentro de la cancha. Pero no los ataba.

La idea es simple: jugar cuando la tienen, abrir la cancha y, si la pierden, no retroceder: luchar para recuperarla.

Eso lo aprendí en mi época de jugador. Me acuerdo que cuando jugábamos contra Boca y ‘Lucho’ Sosa se mandaba, si no lo corríamos, los de atrás nos insultaban de arriba abajo. Hay que hacer eso, marcar al que la tiene, y a ese que va a la marca cubrirle las espaldas para que no le hagan el 2-1. En el primer campeonato que jugamos, que era clasificatorio para el Nacional '74, perdimos la final con Belgrano, 2-1. El único partido que perdimos.

Pero igual entramos porque ellos ya estaban clasificados de antes; entonces nos correspondió a nosotros también. Después jugamos el zonal. Ganamos la zona "A" y fuimos a la final con Instituto, ganador de la "B". Ganamos 2-0 y pasamos a disputar lo que se llama la finalísima, con Belgrano: dos partidos. Empatamos 0-0 el primero y ganamos 2-0 el segundo. Salimos campeones de Córdoba y además ganamos la clasificación para el Nacional '75. Y todo esto lo veníamos haciendo jugando miércoles y domingos, todas las semanas: por eso, hace poco, para no perder el ritmo, organizamos un amistoso contra Boca y les ganamos 2-0.
Esa campaña logró algo sensacional: que la gente de Talleres volviera a la cancha. Ahora copamos cualquier estadio del país. Siempre se hacen recaudaciones millonarias. Por ejemplo, contra..."

Cuarto silencio.

Ahora él quiere ser preciso. Pone cara de "Humm, a ver..." Los ojos hacia arriba recorren sin ver. Usted lo observa. Tres arrugas profundas en la frente, unas cuantas más tenues le bordean la cara. Pelo blanco arriba, nariz cortada abruptamente, algunos dientes encimados, carón, bigotito sobre el labio. Bueno, no se distraiga, él le habla otra vez...

"Contra Boca, en el amistoso, hicimos 33 millones, y hace dos domingos, con River, en Buenos Aires, Talleres se trajo limpios 22 millones. Inclusive los dirigentes ya piensan que si las cosas siguen bien, en el verano se va a organizar un torneo internacional con el Santos, un equipo polaco con la base de los que jugaron el Mundial, Boca y River y, por supuesto, Talleres. La hinchada influyó mucho. Le dio moral, fe y ganas al equipo. Como jugamos tan seguido ahora no los exijo. Entrenamos de tarde y concentramos la noche previa al partido. No me gusta tenerlos más tiempo encerrados. La única vez que estuvimos tres días, perdimos. Tengo confianza en los jugadores.

El caso de Willington fue muy especial. Cuando yo llegué al club estaba fuera de estado y con ganas de retirarse. Le dije que iba a tener su oportunidad, si se preocupaba. A él le molestaba salir con el número 11. Yo lo puse de 10. Ahí jugó todo el torneo. Hasta que lo echaron en la final con Belgrano y le dieron 40 días de suspensión. Entonces entró Taborda, que estaba listo para jugar. Ahora utilizo a los dos de acuerdo a como los necesito. Daniel es más ofensivo, Taborda la tiene más y le hace el relevo a Artico.

Cuando empezó el Nacional el equipo ya venía bien; lo único que tenía que hacer era cambiar 3 ó 4 jugadores, alternarlos para oxigenar al cuadro. Al principio no me gusto la zona que nos tocó, me parecía que los partidos bravos estaban muy seguidos pero después empecé a analizar, hice el cálculo del puntaje que podíamos sacar en cada partido y no me equivoqué. En la primera rueda conseguimos el puntaje que yo había previsto. La segunda es más difícil por los partidos que tenemos de visitante, pero con 9 ó 10 puntos estamos clasificados. Los más fuertes del grupo son River, Newell's y Altos Hornos Zapla. Pero ahora el equipo está agrandado: aunque todavía nos falta serenidad para meterla adentro podemos hacer 2 ó 3 goles por partido. Además se les paga muy bien y al día. Tienen 105 mil pesos de premio por partido ganado y en las finales va a haber 500 mil pesos extra para cada uno. El problema lo tengo yo. Es que yo juego con un equipo de 13 ó 14. En el medio, especialmente... Con Taborda y Willington hago uno, porque son distintos. Con Mugione me aseguro la marca sobre el armador del contrario, y cuando va arriba le pega muy bien de lejos. Por eso a veces entra en lugar de Ludueña. Rivadero está pasando un gran momento. Con él y Ludueña puedo llegar al área de en frente tocando con seis jugadores. Los dos llegan al gol. Arriba, también Fachetti y Valiente son distintos. Fachetti es veloz, picador, pero le falta serenidad para definir. Valiente es más lento y tocador, pero más frío y certero. Los dos son muy útiles. Pero los muchachos entienden cuando uno hace los cambios, acá no hay figuras. Creo que a algunos ya se los puede ver para la selección. Artico es un fenómeno y tiene 25 años. Ludueña, Comelles, Ocaño. Tengo fe en el futuro: con la humildad que tienen y como vienen trabajando, los resultados se tienen que dar. Yo no pienso en el campeonato, tampoco los jugadores. La meta es el próximo partido. El próximo domingo..."

(tomado de una edición de revista “El Gráfico” del segundo semestre de 1974)

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Entrevista a Daniel Willington


Memorias de un gran jugador

Fue un crack deslumbrante. Nacido en Santa Fe pero criado en Córdoba, su lugar en el mundo. Es uno de los símbolos de oro de Vélez Sarsfield junto con José Amalfitani, Victorio Spinetto, Carlos Bianchi y José Luis Chilavert. Bohemio y polémico como en su época de futbolista, el crack cordobés repasa su historia en una nota inolvidable.

Hay futbolistas que marcan la historia y pasan a formar parte de la leyenda. Son los que conforman el Olimpo de cada club, los que el hincha se enorgullece en sentir propio. Como los de Vélez, que recuerdan a Don Pepe Amalfitani como el fundador, a Don Victorio Spinetto como la garra y el alma del Fortín, a Carlos Bianchi como el goleador temible y el técnico que los hizo grande entre los grandes, y a José Luis Chilavert como el futbolista ganador. Junto a ellos, Daniel Willington será por siempre el crack.

Nació el 1 de Septiembre de 1942 en Santa Fe, pero como su padre, que era un cinco batallador e inteligente, mudó toda su familia a Córdoba poco tiempo después, entonces Daniel fue para siempre "El Cordobés". Se fue formando como jugador y como hombre hasta que, a los veinte años, Vélez Sársfield puso sus ojos en ese enganche con llegada al gol que intimidaba con su físico y desequilibraba con una gambeta sorprendente.

¿Cómo jugaba? Mejor que lo diga ese maestro del periodismo que firmaba con el seudónimo Juvenal: "Era un futbolista diferente, porque quebraba la cintura con la soltura de los petisos y escondía la pelota con su físico prodigioso. Y era guapo. La carta que hacía de Vélez un equipo imbatible en El Fortín. Aunque es probable que la pegada haya sido la más llamativa de sus virtudes, porque en la década del sesenta, cuando se jugaba con una pelota anaranjada mucho más pesada que la actual, reunía fuerza y precisión en una combinación letal al rematar. Una pegada de billar, cuando usaba su inteligencia y panorama para meter cambios de frente, al pie del lateral, o un pelotazo de 50 metros para dejárselas servida a sus goleadores preferidos: ‘Pichino’ Carone o el ‘Turco’ Wehbe".

Rápidamente se hizo ídolo de la hinchada de Vélez que coreaba su nombre y lo despedía con el clásico ¡Cordobés! ¡Cordobés!, al mismo ritmo que el eterno canto de guerra tribunero ¡Elfortín! ¡Elfortín! (así, todo junto, sin separar en sílabas). Y referente del plantel por sobre los más grandes de edad, por su valentía a la hora de encarar y jugar aún en los campos más difíciles y ante los rivales más duros, y porque Don ‘Pepe’ Amalfitani lo elegía como preferido, lo que le permitía arreglar los mejores contratos. "Recuerdo que en el año 62, cuando llegué a Vélez, fui y le pregunté a los jugadores más grandes cuánto ganaban, cómo habían arreglado el contrato, para saber si había firmado bien o mal y cómo manejarme. Entonces ellos me respondieron: "Eso no se pregunta. Ya te vas a dar cuenta solo". Empecé a jugar y al año siguiente eran ellos los que venían a preguntarme: "Che, Cordobés, ¿por cuánto firmaste?" Entonces les sonreía y les decía: "Aaaaahhh.... ¿te acordás cuando recién había llegado y te pregunté lo mismo? ¿Te acordás lo que me dijiste? Bueno, yo aprendo rápido, así que viejo, esas cosas no se preguntan... Y me moría de la risa".

- Daniel, llegar en aquellos tiempos era mucho más difícil que ahora, ¿quiénes fueron los que más lo ayudaron?

- Mis padres, Don ‘Pepe’ Amalfitani, Talleres y Vélez. En definitiva, todos los que me dieron la posibilidad de jugar al fútbol. Don Pepe era un hombre cerrado, grande de edad, pero que conmigo se transformaba en un chico. No sé qué habrá encontrado en mí. Pero siempre me protegió. Cuando yo tenía 15, 16 años me vinieron a buscar varios clubes grandes de Buenos Aires pero al final no concretaban, por el tema de mi conducta..., y él lo sabía. Pero me llevó a Vélez igual. Y lo único que me dijo fue: "Yo confío en vos, no me hagás quedar mal". Desde entonces me trató como a un hijo. Me administraba la plata. Me enseñó a caminar...

- ¿Cómo es el tema de su conducta?

- Siempre me hacían fama... Pero nada que ver. Toda macana que me puedan achacar, habrá sido afuera de la cancha. Porque en lo deportivo nunca di motivo. Si no, Don ‘Pepe’ me hubiera echado. El manejaba todo. No quería salir campeón, el quería masa societaria. Y sin embargo, a mí me retuvo siempre. Una vez, River le ofertó 100 millones, creo, por el año 64 ó 65, y encima 5 jugadores bárbaros. Se me acercó como si nada y me dijo: "Che Cordobés, ¿vos te quedarías en Vélez?", y yo le respondí: "Pepe, si me paga esa plata...", "Entonces quedate. Que todos esos sigan en River que vos sos de Vélez". Y así estuve siempre entre los 10 jugadores mejor pagos del país. Estaba Amadeo Carrizo, Ramos Delgado, Onega y Artime en River, Roma, Rattin y Marzolini en Boca. Y yo...

- Es decir que se manejó muy bien...

- No tanto. Tendría que haberme dado más con el periodismo. Era antipático, no sé por qué... A lo mejor me daba bronca que se metieran en mi vida privada. Ardizzone, Panzeri, Diego Lucero, ponían con palabras simples que a lo mejor no jugaba bien. Pero no se metían con lo que yo hacía del domingo al miércoles. El resto...

- Ahora que pasó el tiempo, ¿se puede saber qué hacía?

- Y ¿qué iba a hacer? Era joven, andaba por los veinte años, con auto, que en aquel entonces lo tenían pocos... De lunes a miércoles salía, y a veces no me encontraban. Pero iba al centro, al bowling, al billar, a estar con mis amigos. Y también me gustaba milonguear. Yo bailo todo. Y en el tango, como en el fútbol, hice grandes amigos. Pero amigos en serio, ¡eh!

- ¿Quiénes, por ejemplo?

- Floreal Ruiz, Argentino Ledesma, Jorge Valdés, Abel Córdoba, el ‘Polaco’ Goyeneche, Roberto Rufino, Roberto Florio, Oscar Alemán... Sabía llevar los violines a la orquesta de Pugliese, cuando tocaban en Palermo... Íbamos con mi amigo ‘Piraña’, que vendía banderines en la cancha. Yo vivía con ese ‘busca’, y el bulín que teníamos se llamaba “La Yumba”, por el tango de Pugliese. Si hasta teníamos la letra escrita completa en la puerta.

- Una vida privada fabulosa, ¿de verdad usted conoció a todos esos maestros?

- ¡Y claro! Y aparte, en ese tiempo nos juntábamos los jugadores de todos los equipos después de los partidos para hablar de fútbol... Tengo muy presente al uruguayo Eduardo Collado, al Heber Mastrángelo...

- ¿Es verdad que, además, usted canta muy bien?

- Soy un aficionado. Me gusta todo lo que sea popular. Mi tema es el tango "Mis consejos", ese en el que el padre le habla al hijo. Me acompaña el maestro Nieto, que es director de la Orquesta del Tango de Córdoba. Canto para mis amigos, que son muchísimos. Eso es lo mejor que me dejó el fútbol. Nos juntamos siempre y yo canto.

- Recién me dijo lo mejor que le dejó el fútbol, ¿y lo peor?

- El haber estado durante diez años en la Preselección para jugar los Mundiales y que no me hayan elegido nunca. A los mejor en ese momento no quería quedar en la Selección, porque era distinto, no era lindo, se sufría más de lo que se disfrutaba. Pero ahora, viéndolo a la distancia, me hubiese encantado jugar un Mundial.

- ¿Qué le diría a los que lo criticaban y después de su retiro comenzaron a extrañarlo?

- Nada, el fútbol es así. Además, siempre los que juegan mejor son los más cuestionados, parece que la gente elige una patada antes que una gambeta. En ese entonces muchos creían que yo jugaba solo cuando quería. Pero a lo mejor uno que no sabía ni silbar me marcaba y no me dejaba jugar. Había un jugador de Atlanta, Collado. No me pegaba una sola patada pero igual me tenía de hijo. Y no era culpa mía, me marcaba muy bien.

- ¿Todavía sueña con goles propios?

- No, más bien recuerdo algunos. Como el que hice acá, en Belgrano, para Talleres, como de cuarenta metros. O el de la Copa de Oro de Montevideo, jugando para Vélez contra el Spartak. Arranqué gambeteando desde la media cancha y pasé hasta el arquero. Ah! también le hice uno a Ladislao Mazurkiewicz, el famoso arquero de Peñarol: le mandé un tiro libre de treinta metros y quedó una cosa blanca colgada de la red...

Daniel Willington, genio y figura. Jugador fantástico, entrenador romántico, cantante apasionado. Estatua viviente de Vélez Sársfield. Patrimonio cultural de fútbol argentino.

(entrevista realizada por el periodista Oscar A. Martínez y publicada el 14/03/05 en “Diario Castellanos”, de Rafaela, Santa Fe)

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Según parece, los árbitros son muy propensos a sentirse condicionados por los colores. A principio de los noventa, durante uno de los primeros partidos de Hugo "Perico" Pérez (foto) tras su llegada a Ferrocarril Oeste le cometieron una clara y fuerte falta, la cual el árbitro pasó por alto como si nada hubiera sucedido, cuestión que lo hizo reaccionar desconcertado reclamándole; por lo cual Carlos Timoteo Griguol (entrenador del equipo) le gritó desde el banco algo como: "Perico... por favor... ¡Mirá la camiseta que tenemos puesta! ¿Dónde te creés que estamos... en River? Cerrá la boca y seguí jugando, que acá no te cobran nada".
Otro ejemplo muy claro es el de Roberto Passucci, quien tras seis temporadas en Boca [1981-1987] donde le permitían (por decirlo de alguna manera) explayar libremente su riguroso trato a los rivales le fue muy difícil tener que adaptase a jugar sin esa habitual permisividad cuando le tocó desempeñarse en Talleres de Córdoba y en Unión de Santa Fe.

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No muchos jugadores en la historia del fútbol argentino tuvieron la riqueza técnica con la que Daniel Willington enamoró a dos hinchadas, primero a la de Vélez Sársfield en la década del 60 y luego a la de Talleres de Córdoba en los 70’.
Santafesino de nacimiento y cordobés por adopción, Willington fue uno de los más perfectos prototipos del jugador argentino 'vago', incapaz de transpirar más de lo estrictamente necesario, pero con una capacidad extraordinaria para jugar con elegancia de un artista.
Victorio Spinetto lo llevó a Vélez en 1961, a los 19 años, y la hinchada aprendió rápido a disfrutarlo por su extraordinaria habilidad, con la que realizó jugadas que provocaban admiración y también a perdonarle su displicencia ya que a veces se lo veía lento y hasta parecía sin muchos deseos de jugar. En 1968 fue la gran figura del equipo que, en el Nacional, le dio al club el primer título profesional de su historia.
En 1971 dejó Vélez, que le dio el pase libre en mérito a su trayectoria tras diez temporadas de romance con la hinchada velezana. Se fue a jugar a México.
Volvió a la Argentina en 1972 tentado por el famoso boxeador Oscar “Ringo” Bonavena, hincha de Huracán, quien habló con el presidente Luis Seijo para que se lo incorpore. En el Globo no rindió y regresó a Córdoba. Jugó en Instituto y luego en Talleres, donde se destacó en los Nacionales, dirigido primero por Labruna y luego por Pedernera y Rubén Bravo. Regresó a Vélez, 7 años después, para terminar su carrera.

Su campaña:

Vélez Sársfield: 1962/71 y 1978, 212 partidos, 65 goles.
Huracán: 1972, 8 partidos.
Instituto (Cba.): 1973, 8 partidos.
Talleres (Cba.): 1974/76, 35 partidos, 3 goles.

Jugó 263 partidos y convirtió 68 goles.

Como técnico dirigió a Vélez (1987/1988 y 1988/1989), a Instituto (1988) y a Talleres de Córdoba, con el que logró el ascenso a Primera División en la temporada 1993/1994. La última gestión de Willington en Talleres fue a principios de 2005. En ese momento fue acompañado por José Trignani. Luego, renunciaron por algunos conflictos con el Fideicomiso que maneja el club.
En la Selección (1962/1970) disputó 11 partidos y convirtió un gol. Siempre se quejó por las pocas oportunidades que le brindaron, pero cuando le tocó estar no rindió como se esperaba.

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Sentida carta de un niño a Papá Noel (Anónimo - Argentina)


Un papá, fanático de Belgrano de Córdoba, ve en Papá Noel la oportunidad de introducir a su hijo de 9 años, en su misma pasión, ya que el niño aún no ha decidido de que equipo ser hincha.

El chico encuentra como regalo de navidad una camiseta de Belgrano y cuando la ve pregunta: ¿Papi porqué me trajo Papá Noel la camiseta de Uruguay?

-No hijo, esa es la camiseta de Belgrano.

-Y papi, ¿cuál es el máximo rival de Belgrano?

-Talleres hijo, ese es nuestro máximo rival.

-Ahhh ¿y le llevamos muchos partidos de ventaja papi?

-No hijo, solo nos llevan 17 clásicos, pero ojo hijo, cuando ellos estaban en Primera y nosotros en el Regional (que ahora se llama Argentino ‘A’) les ganamos 18 amistosos (la mayoría por penales) claro que ellos ponían equipos de emergencia, pero contando esos hijo, les llevamos uno de ventaja.

-Pero papi los amistosos entre equipos grandes no se cuentan en las estadísticas…

-Sí hijito, tenés razón, nos llevan 17.

-Bueno papi, pero no te pongas mal, ¿seguro que tenemos más copas que ellos?

-No hijo, en el fútbol local ni sé, ni quiero saber porque nos llevan muchas (doce).

-¿Y en el fútbol oficial papá?

-Bueno ahí ellos tienen solamente dos y una, hijo, ya no se juega más.

-¿Y nosotros papi?

-No hijito, nosotros nunca en toda nuestra historia ganamos ninguna.

-No te pongas tan serio papi, si querés no te pregunto más…

-No hijo, tenés que saber.

-Bueno papito, seguro que alguna vez le habremos ganado algún partido definitorio ¿no?

-No hijo, la única final que jugamos fue un campeonato oficial de AFA, la ganaron ellos y encima nos dieron la vuelta olímpica en la cara, ese es el otro campeonato que ellos tienen.

El chico (ya preocupado) vuelve a preguntar: bueno papi, pero seguro que tenemos más hinchas que ellos ¿no?

-No, hijo somos menos, todas las encuestas locales y nacionales lo dicen, además también lo dice la historia de la AFA.

-Bueno papi, pero ellos no van a la cancha…

-Siiiiii hijito, una vez llevaron 15.000 hinchas a Racing de Avellaneda y 18.000 a Rosario, pero bueno, estaban jugando arriba y encima los iban a ver de todo el país.

-Está bien papito, no te pongas así, seguro que nosotros tuvimos jugadores en la Selección ¿no?

-Sí, una vez citaron uno a la Sub17.

-No papi, yo digo a la selección mayor.

-No, en la mayor nunca tuvimos ninguno...

-Bueno, pero seguro que ellos tampoco…

-Si hijito, ellos tuvieron muchos y 5 fueron campeones del mundo (Tarantini, Baley, Oviedo, Valencia y Galván)

-¿Galván papi? ¿el que vi en tus revistas que fue el único jugador calificado con 10 en una final de un Mundial?

-Si hijo, fue un gran jugador...

-¿Y ese fue el ídolo de Talleres papi?

-Si ese y muchos más como Willington, Ludueña, Bravo (ese nos hizo 4 goles en un solo clásico), Valencia, Maidana, Borghello, Garay, etc...

-Y nuestro ídolo papi ¿quién es?

-HHHHUMMMMMMM, nuestro ídolo era la 'Pepona' Reinaldi, pero se hizo de ellos así que nos quedó el ‘Luifa’ Artime.

-¡Pero papi!

-Bueno hijo ya sé, pero ponía mucho huevo y además siempre le ponían un micrófono y hablaba mal de Talleres, por eso fue ídolo.

-¿Papito estás llorando?

-No hijo, es que los recuerdos me emocionan.

-Bueno papi, ¿cuántas copas internacionales jugamos nosotros?

-Ninguna hijo, ninguna, para jugar esas copas hay que ser muy buenos en Primera División y nuestra historia es de segunda categoría.

-Bueno ¿ellos tampoco no?

-Si hijo, ellos jugaron tres, la Copa Libertadores, la Sudamericana y la Conmebol.

-¿Esa es la que Talleres ganó, papi?

-Si hijo, pero esa era una Copa que no se juega más.

-Pero papi ¿entonces porqué Lanús y Rosario Central festejaron tanto cuando la ganaron?

-Bueno no sé, si sé, bueno que se yo, preguntale a ellos…

-Bueno papi, ¿querés que no te pregunte más porqué llorás?

-No hijo, preguntá, lloro de emoción.

-Bueno papi, seguro que clubes importantes del mundo vinieron a jugar con nosotros ¿no?

-No hijo, el Milan y el Santos de Pelé vinieron a jugar con ellos, pero escuchá hijito, en el año 1986 ganamos el Regional, en el último partido le ganamos 3 a 2 a Olimpo y subimos al primer Nacional ‘B’

-¿Y fuimos el único equipo papi?

-No hijo, eran 6 zonas y ascendieron todos.

-¿Entonces papi no fuimos campeones?

-Siiiiiií, fuimos 6 campeones!!

-Papaaaaá!!!

-Bueno… no fuimos campeones, además el Regional, ya te dije era el Argentino ‘A’ de ahora así que era amateur.

-Y Talleres, ¿no ganó ninguna zona de esas?

-No hijo, Talleres hacía ocho años que estaba en Primera División.

-Entonces papi ¿ellos jugaron más que nosotros en Primera División?

-Si hijo, ellos jugaron más de 1.100 partidos y nosotros 520.

-Papá, te pregunto en serio, ¿en qué les ganamos?

-Nosotros hijo tenemos la cancha más grande que la de ellos, el problema es que está en el medio de una villa, por eso nos dicen ‘bolivianos’.

-Bueno papito, pero ellos también…

-No hijo, ellos la tienen en una zona residencial.

-Bueno papi, pero nuestro predio es más lindo ¿no?

-Sí hijo, pero es alquilado.

-Bueno papi, estoy cansado y te veo muy triste.

-No hijo, me encanta hablar de fútbol con vos, preguntá nomás.

-Bueno papi ¿cómo nos fue en los clásicos sin público visitante?

-Ahhhh, empatamos casi todos.

-¿Como casi todos?

-Sí, uno lo ganaron ellos de pedo, con el gol de Borghello y ese día nació el ‘Día del Silencio’ porque éramos 37.000 y ellos habrán sido 30, uno de los que estuvo yo lo conozco, es amigo mío.

-Qué huevos para estar ahí ¿no? Papito, un compañero mío me dijo que Talleres pasó casi quince años sin poder ganarnos.

-Sí, sí, hijito. En esos quince años fue cuando le ganamos todos los amistosos, tenemos en nuestras vitrinas 12 Copas ‘Neder Nicola’.

-Papito ¿y por qué se jugaban solo amistosos?

-Bueno hijo, lo que pasa es que ellos jugaban en Primera División y nosotros los Regionales.

-Papi ¿entonces nos llevaban dos categorías?

-Si hijo, pero ahora si le ganamos a Gimnasia o a Rosario Central la Promoción nosotros también le vamos a sacar dos categorías.

-Papi ¿y cuando jugábamos los Regionales los ganábamos, no?

-No hijo, perdimos varias finales, pero hubo una que nos dolió hasta el alma porque fue 4 a 0 con Estudiantes de Río Cuarto y 3 goles los hizo el ‘Hacha’ Ludueña que era símbolo de Talleres.

-¿Y nunca ganamos papi?

-Sí hijo, ya te dije, ganamos una Zona del Regional 1986.

-Papi me voy a dormir...

-No hijo, ahora quiero contarte la parte buena de nuestra historia, la parte de los festejos.

-¿Y qué tenemos para festejar Papi?

-Hijo querido estamos en el medio de nuestra máxima alegría como club, la máxima alegría de nuestra historia, una alegría que nos permitió juntar miles de personas en el Patio Olmos y en la Plaza Jerónimo del Barco, una alegría que solo se puede comparar a una vuelta olímpica.

-No me digas nada papi, ¡¡salimos campeones!!

-No hijo, Talleres se fue al Argentino ‘A’.

-Y eso papi ¿es lo único que tenemos para festejar en esa historia de mierda que me contaste? ¿Y todos los años que nosotros estuvimos en el Argentino ‘A’ ellos festejaban así?

-No hijo, nos ignoraban y muchos hinchas nuestros viajaban a ver sus partidos, por eso los odiamos tanto.

-Pero papi eso es muy, pero muy mediocre y yo no quiero ser así...

El niño se fue llorando a su cuarto y comenzó a escribir una carta a Papá Noel: “Querido Papá Noel, sinceramente no sé qué tan mal puedo haber hecho las cosas, para que te hayas portado tan horrorosamente conmigo, yo creo que me he portado bien. Igualmente te perdono y te suplico si todavía hay tiempo que me traigas una camiseta de Talleres, si no tiro ésta y espero al año que viene, total con lo que mi papá me contó seguro que volveremos porque somos demasiado grandes.
Y quiero contarte Papá Noel, como secreto nuestro, que lo que me definió para hacerme para siempre de Talleres, fue que después de hablar con mi papá (pobre, quedó llorando) entendí por primera vez, lo de ‘Vírgenes’, ‘Mediocres’, ‘Ídolo Artime’, ‘Único festejo una desgracia ajena’.

-Noooooooooooo!!!! Yo no quiero ser así por favor...


(Mi agradecimiento a Raúl por el envío de este material, del cual desconozco el autor)

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Crónica de un caño con historia


El 20 de Octubre de 1976, cambiaría para siempre la historia del fútbol argentino. Un pibe de 15 años hacía la primera de sus miles de gambetas...

El 20 de Octubre de 1976 no fue un día más... Si bien el país pasaba por uno de sus momentos más negros -quizás el peor- de su historia, los cientos -años después fueron miles, millones- de simpatizantes que estuvieron ese día de mitad de semana en el viejo estadio de madera de Boyacá y Juan Agustín García veían consumado el hecho más destacado desde lo futbolístico que se había vivido en Argentinos Juniors en los últimos 15 años. Desde aquel espectacular equipo de 1960 que el hincha del 'Tifón de Boyacá' no se deleitaba ante tanto fútbol.

Aquel 20 de Octubre de 1976 por vez primera integraba el banco de los suplentes un pibe que 10 días más tarde cumpliría 16 años. Ese miércoles por la tarde, el Director Técnico Juan Carlos Montes decidía que, para el segundo tiempo del partido que Argentinos perdía 1 a 0 por el gol de Ludueña -resultado finalmente definitivo- ante Talleres de Córdoba, ingresara por Rubén Aníbal Giacobetti un pibe... Un tal Diego Armando Maradona...

El pequeño gran genio llevaba en sus espaldas la casaca N° 16, y bastaron unos pocos minutos para que quienes no lo conocían supieran de su presencia y su capacidad de juego. Fue el 'Bicho' Pellerano quien le pidió al juez, Roberto Maino, que protegiera a ese muchachito de tres lustros de vida de los posibles golpes de los rivales. Quizás Juan Domingo Patricio Cabrera fue quien intentó imponer presencia y mostrarle a ese chiquilín que el fútbol no era lirismo y gambeta... Pero ese pibe le mostró toda su magia en tan sólo escasos segundos...

El mismo Maino fue testigo de un 'caño' que hizo historia... y Cabrera, con su impotencia a cuestas, sólo pudo observar como ese mago sacó un conejo de la galera... Las frías estadísticas dicen que Argentinos Juniors aquella tarde formó con Carlos Munutti; Dante Roma, Ricardo Pellerano, Miguel Gette y Humberto Minutti; Carlos Fren, Mateo Di Donato y Rubén Giacobetti; Jorge López, Carlos Álvarez y Sebastián Ovelar. En el entretiempo ingresó Diego Maradona por Giacobetti y promediando el complemento Ibrahim Hallar por Ovelar.

En ese Nacional de 1976 Argentinos desarrolló una buena tarea pero no pudo alcanzar las rondas finales. Quiso el destino que once días más tarde, Juan Carlos Montes dimitiera de su cargo de entrenador del primer equipo. Sin embargo Jorge Enrico primero y Antonio D'Accorso después no hicieron caso omiso a lo que se había gestado. Una nueva figura nacía... Quizás, la más importante de los últimos 32 años... Por varios años, Maradona mediante, la gente de Argentinos se olvidó del descenso... Por varios años, y por 166 partidos, la gente de Argentinos tuvo en sus filas a un jugador por el que valía la pena pagar la entrada...

Ese 20 de Octubre de 1976, miércoles laboral por la tarde, hubo un millar de personas en La Paternal... Varios años después, ese millar se transformó en un millón... Para los que dudaban de la capacidad del viejo y querido 'Cajoncito de Boyacá'...

Testimonios

JUAN CARLOS MONTES (DT ARGENTINOS Jrs.)
"Jamás imaginé que aquella tarde iba a quedar en la historia del fútbol. Nunca pensé que ese pibe de rulitos iba a ser el mejor del mundo en poco tiempo más. Antes de entrar le dije que tirara un caño, ¡y lo hizo!"

JUAN DOMINGO CABRERA (TALLERES Cba.)
"¡Cómo me voy a olvidar de ese caño! Es más: cada día estoy más orgulloso de haberlo recibido. Nuestro DT no nos había dicho nada sobre él. En realidad, eran pocos quienes conocían su potencial"

RUBÉN GIACOBETTI (ARGENTINOS Jrs.)
"Diego tenía que jugar. La gente lo pedía y hasta nosotros veíamos que él era diferente. Por el cambio quedé en la historia del mejor del mundo de casualidad, y bienvenido sea"

MIGUEL GETTE (ARGENTINOS Jrs.)
"Todo el mundo se acercó al vestuario para felicitarlo, especialmente la gente de inferiores. Diego puso una cara de felicidad que no olvidaré. Todos le dijimos que la derrota no importaba"

HUMBERTO MINUTI (ARGENTINOS Jrs.)
"Fue un caño terrible, pero no sé si fue la primera pelota que tocó o no. Lo que sí recuerdo es que Diego estaba cerca de uno de los laterales"

(artículo del periodista Javier Roimiser, publicado en la página web ¿Te acordás bicho?, 28/06/08)

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Ese día estuvimos todos (Rodrigo Damián Gaite - Argentina)


“En el colegio me enseñaron
que este país es grande y tiene libertad”
(Moris)

La semana anterior, mientras acomodaba unos apuntes sobre el mantel de hule en la mesa de la cocina, le prometió a Clarita que la plata del préstamo la iba a emplear en la refacción de la casa. O parte de la refacción, porque para todo no iba alcanzar. En el baño iba a cambiar los azulejos y los artefactos, pero lo más probable era que la cocina quedara para más adelante. Pero por lo menos hasta que se casaran podría dedicarse tranquilo a arreglar la vivienda de sus padres, sobre todo la habitación matrimonial que comenzarían a utilizar cuando regresaran de la luna de miel. Tenía que rasquetear las paredes y darles unas manos de pintura, reparar el placar y engrasar las bisagras de las puertas.

Y como iba a ver polvo por todas partes, le pidió que esperara para llevar el Wincofon y los discos de vinilo de rock nacional, encima ella era tan cuidadosa que a los de Almendra y Pescado Rabioso solo faltaba que los pusiera adentro de una caja de cristal.

A ella la conocía de toda la vida por que vivían en el mismo barrio, pero recién en un asalto que hicieron sus compañeras de 5º comercial, se animó a encararla, desde entonces comenzaron un noviazgo que fue afianzándose cada vez más hasta que llegó la propuesta que a ella casi la deja muda: El casamiento.

Cuando llegó al bar se acordó que al otro día debía llevar la seña por el juego de muebles del comedor.

Hacía rato que el Ford Falcon estaba estacionado sobre la calle Gavilán, pero Manuel no lo vio; de haberlo visto, tampoco le hubiese llamado la atención. Desde que veía camiones del ejército apostados en las esquinas parando a los colectivos y haciendo una minuciosa requisa de los pasajeros, ya nada le llamaba la atención.

Desde que había comenzado a trabajar en la empresa nunca le manifestaron nada por su aspecto personal, pero hacía unos días, le habían “sugerido” que se cortara el pelo, para que sus cabellos castaños luciesen lo más prolijos posible.

Le pidió al mismo mozo lo mismo de todos los días. Se le vinieron a la mente las palabras que no se atrevió a decirle a su madre cuando la encontró en el patio regando los malvones y hablando con los canarios: “Tengo el presentimiento que hoy va a pasar algo importante”. Pero para qué. No fuese a ser que con la situación que se estaba viviendo la vieja pensara cualquier cosa y se hiciese mala sangre.

De hecho no era un día cualquiera, cientos de cordobeses habían llegado al barrio porteño de La Paternal para ver a su amado Talleres, ese Talleres fino y exquisito de Valencia, Ludueña, Galván, Bravo y Bocanelli.

Manuel, acodado en la superficie de madera y con los dedos de la mano entrecruzados, los veía pasar caminando a través del ventanal, siempre tardaba bastante el gallego para traerle un simple café con leche y tres medias lunas. Igual tenía tiempo para entrar a la cancha, no para ver a Talleres sino para ver a su querido Argentinos Juniors, y de paso ver si ese pibe que vio jugar un par de partidos en la tercera podía soportar la presión y las patadas en primera división.

También lo había visto tiempo atrás en el programa de Pipo Mancera haciendo malabares con la pelota, cuando su primo Rafael invitó a toda la familia para mostrarles el nuevo televisor blanco y negro que había comprado y costado un ojo de la cara. Pero lo que más le llamó la atención fue la estampa y la personalidad de ese pibe que ahora le faltaban diez días para cumplir los 16 años.

Como en su casa el fútbol importaba poco y nada, no se sintió afectado para ser de determinado equipo. Le gustaba Independiente por que le gustaba la camiseta roja. Pero quizás si haya tenido influencia eso de querer ser distinto, de pensar de otra manera, por que de Boca, de River y hasta de Independiente eran todos. Entonces no dudó en hacerse hincha de otro que también tenía la divisa roja y el nombre ya lo hacía sentir orgulloso: “Argentinos”. Claro que para eso también debía soportar el mote de equipo chico y el sin sabor de magras campañas.

Alguna vez lloró por su cuadro, era muy chico pero recordaba bien que había sido allá en el 60. Hicieron una campaña brillante, pero perdieron 3 a 1 con Lanús en La Paternal y con esa derrota terminaron segundos a dos puntos del campeón Independiente. Pero nunca en su vida había llorado con tanta angustia y tanto dolor, como dos años antes cuando aquel 1º de Julio falleció el General. Igual se puso contento cuando en el 73, los diablos rojos vencieron a la Juventus con el gol antológico de Bochini.

Durante su adolescencia se enteró que los fundadores de Argentinos eran de ideales socialistas y por eso no era un club, sino una “asociación atlética” y de ahí el color rojo para la casaca. Cuando no lo iba ver de visitante, le gustaba escuchar al gordo José Maria Muñoz, en la oral deportiva. Por que de tanto en tanto interrumpían la transmisión para informar desde las otras canchas y así se enteraba de la suerte de su equipo. Por eso el bichito colorado era algo especial en su vida, era una alegría ir a la cancha, encima desde aquel 24 de Marzo lo que menos tenía el pueblo era alegría.

Se le escapó una sonrisa irónica con eso de “Proceso de Reorganización Nacional”. Hacía poco había estado con otros compañeros en La Plata reclamando por el boleto estudiantil cuando sucedió lo que más tarde se conocería como “la noche de los lápices”.

“Linda manera de reorganizar al país a palazo limpio”, pensó.

Cuando salió del bar, se dirigió rápidamente al estadio y se ubicó en la colmada platea que daba espaldas a Boyacá.

El campo de juego estaba en muy malas condiciones y no daba pie con bola Argentinos cuando empezó el partido, y como era de suponer a mediados del primer tiempo Talleres se puso en ventaja con gol de Ludueña. Cuando terminó la primera etapa, todos se preguntaban por el pibe que estaba sentado en el banco de suplentes.

En el entretiempo Manuel desvió sus pensamientos hacia otras cuestiones. Pensó en sus viejos y sus hermanos, en el sueño de compartir con Clarita toda la vida, en el sueño de que sus hijos crecieran en un país mejor, sin miedos y sin ataduras, con la libertad de expresarse y de elegir, en un país con igualdades sociales. Maldijo la hora de haberse metido en la facultad, estaba jodida la mano en Filosofía y Letras. Maldijo la hora de pensar distinto.

Ese zurdito que la descosía en los potreros de Villa Fiorito y se preparaba para ingresar en el segundo tiempo, lo hizo volver a la realidad. La melena enrulada, la camiseta roja con la banda blanca cruzada en diagonal, el número 16 en la espalda y los botines Adidas, eran el centro de atención de todos los presentes. Era el mismo que Manuel había visto llegar a la cancha vestido con camisa blanca y pantalón de corderoy turquesa con botamangas y se había preguntado si el pibe no tendría calor con la temperatura que hacía.

Años después el pibe contaría casi con gracia que ese pantalón era el único que tenía.

El árbitro Maino autorizó el cambio que todos esperaban que hiciera el técnico Montes por Giacobetti, y Manuel se acordó de sus presentimientos “Va a pasar algo importante”.

Él, nunca le podría contar a nadie, que a la primera jugada el pibe recibió el balón a espaldas de su marcador, se dio vuelta al tiempo que hacía pasar la pelota Pintier por entremedio de las piernas del número 8 Cabrera y mientras bajaban los aplausos de las tribunas, sin saber muy bien por que Manuel tuvo la sensación que comenzaba a escribirse una nueva historia y a partir de ese momento muchas cosas importantes iban a suceder.

Para la historia quedará que Talleres se llevó la victoria por la mínima diferencia. Para las estadísticas también quedará que esa no sería una tarde más.

Al salir de la cancha, no tuvo mucho tiempo de pensar en lo que había presenciado. A pocos metros de la parada de colectivos los cuatros integrantes del Ford Falcon se bajaron y lo increparon al tiempo que le pedían documentos. Eran todos iguales: peinados a la gomina, con camperas de cuero y lentes oscuros. El que tenía cierto aire de “jefe” le inmovilizó los brazos y lo metió a los empujones en el asiento trasero del auto que aceleró bruscamente. Sus ojos marrones se vieron por última vez con un brillo de resignación y desconsuelo. Nunca más se supo de él. Por supuesto nadie vio nada.

En ese momento, en un rincón oculto del deteriorado vestuario, el pibe estaba sentado en un banco de madera cubierto por una toalla, contestando las preguntas de algunos cronistas.

Lástima que Manuel y miles más no podrán contar jamás, la historia que comenzaba a escribirse desde aquel caluroso miércoles, del 20 de Octubre de 1976.

(Mi agradecimiento a Rodrigo Gaite por cederme este hermoso cuento que alude al debut en 1ª División de Diego Armando Maradona)

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¿Para ser arquero hay que estar un poco loco o ser muy masoquista?

Hay que ser muy inteligente. Este es un puesto para inteligentes, al menos según la manera que yo tengo de sentir el fútbol. No se trata sólo de volar de palo a palo, sino de leer el juego, buscar que la jugada sea más sencilla antes de que se transforme en peligro. Así como lo hizo Amadeo, el maestro de todo, el 'Flaco' Errea y Hugo Gatti.

En los '60 había una frase que decía: “wines locos, arqueros boludos” ¿La suscribís?

Para nada. El de arquero es un puesto difícil, sufrido, ingrato pero de mucho reconocimiento también.

¿Y hay que tener el ego potenciado también?

Mucha capacidad de absorción en circunstancias difíciles, diría yo. Y el que ve eso es el técnico. El DT ve si tenés las pelotas suficientes para recomponerte enseguida de un error. Burgos es el primero en ese rubro.

De los que se quedan pateando en las prácticas, ¿quién te tuvo de hijo?

El 'Loco' Willington, en Talleres. Le pegaba de una manera monstruosa. También me las metía en la cara, me decía que había que aguantar. Trabajaba más para él que para mí el hijo de puta, se divertía.

(ÁNGEL DAVID COMIZZO, ex arquero argentino, en revista "El Gráfico" de Mayo de 2002)

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¿Es verdad que una vez te negaste a ser suplente de Fillol?

Algo así. Fue en 1987, el “Coco” Basile estaba en Racing. Yo me vine para acá, arreglé mi situación económica y fui a hablar con Basile. El Coco me advirtió: “Mire pibe, aquí el titular es Fillol”. Enseguida pensé: así no voy a tener la chance de nada, ni siquiera de pelearla. Entonces le dije al “Coco”: “Le agradezco mucho, pero yo no soy suplente de nadie”. Y me volví a Córdoba.

¿El gol más bobo que te comiste?

Uno de Craviotto, en la cancha de Estudiantes, en la época de Menotti. La pelota me picó adelante, tomó un efecto rarísimo, yo salté y me pasó por arriba. Craviotto estaba atrás y metió la cabeza. Los medios me mataron. A los pocos días me crucé a Amadeo Carrizo por el club y me la dejó bien clara: “No se preocupe pibe, todavía se va a comer 300 goles bobos más, el tema es que no sean todos en el mismo partido”.

¿Alguna vez te agarraste a trompadas con un compañero?

Me pegaron. Linda piña me dio en Talleres Tévez, un negro grandote como de tres metros. Estábamos discutiendo, jetoneando y me metió una piña terrible. Me bajó los humos. Yo era de pelearme bastante en esa época.

(ÁNGEL DAVID COMIZZO, ex arquero del fútbol argentino, en un reportaje publicado en la revista “El Gráfico” en Mayo de 2002)

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Yo jugaba en Belgrano de Córdoba y cuatro días antes de un clásico contra Talleres iba a tomar un taxi para volver a mi casa desde el entrenamiento. En un primer momento el taxista no me reconoció, pero cuando abrí la puerta, el tipo me miró, se bajó los lentes negros que tenía y me dijo: "¡No, querido, caballos no llevo!" Y arrancó con la puerta abierta. Se ve que era hincha de Talleres.

(LUIS FABIÁN ARTIME, ex jugador e ídolo de Belgrano de Córdoba)

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