Quizá la historia que voy a contarles haya comenzado en alguno de esos lugares en donde los parroquianos se reúnen a distraerse un rato después de la culminación de la jornada laboral.
En nuestros pagos hay miles de ritos que rodean a lo telúrico pero sin dudas una de las cuestiones que religiosamente llevaban adelante nuestros paisanos ha sido la reunión en el boliche del pago, al finalizar la jornada de trabajo.
Y allí se podían encontrar muchos y muy lindos personajes. Desde el que se bajaba del tractor y venía por un trago y un rato de mus, hasta aquellos que entre copa y copa, apasionados por el deporte, intentaban llevar adelante algún que otro emprendimiento que popularizara y diera vida a ese pequeño grupo de gente afincada en medio del campo.
Bien podría decirse que esta historia nació en una de las tantas mesas del buffet, en un club de un pueblo muy cercano a Tandil.
Futboleros de alma, un grupo de paisanos miraban con desazón la cancha que yacía vacía, descuidada y hasta mostrando una imagen dolorosa por la falta de hombres que corrieran en ella detrás de una pelota.
La mesa de los paisanos daba a un gran ventanal que dejaba ver lo que alguna vez había sido todo un orgullo para ellos, la cancha de fútbol.
Era sábado por la tarde, llovía y el pueblo estaba apagado. Lo poco que pasaba se congregaba en el club. En la mesa los hombres. Parecía que todos querían decir algo pero nadie se animaba. Hasta que el “Gallego”, uno de los más viejos preguntó: ¿qué nos pasa…?
Como contrapartida, el más joven de la reunión de parroquianos, un estudiante de Medicina que pasaba unos días con sus padres en al campo y que además era miembro de la comisión del club, manifestó con firmeza y hasta con cierta crueldad “lo que pasa es que acá uno mira la cancha y parece que las redes están dormidas, el césped se nos ha teñido de gris y da la sensación que los alambres quisieran desprenderse para ir en busca de otro lugar”.
¿Este está estudiando pa’ médico o pa’ poeta?, se preguntaron algunos. Pero las palabras del joven calaron muy profundo en aquellos dirigentes que amaban el fútbol a tal punto que uno de ellos, el delegado político manifestó, casi como si fuera un discurso presidencial; “es el momento de revivir el deporte que más nos gusta. Porqué no trabajamos para formar un gran equipo que vuelva a darle al pueblo orgullo y reconocimiento desde el ámbito futbolero, vayamos por más” -culminó.
Y algo más por esta parte del mundo… significaba por ejemplo jugar y ganar el torneo de la liga.
Fueron un par de días cargados de debate hasta que aquellos gauchos futboleros finalmente decidieron por mayoría armar un gran equipo para afrontar el torneo de la liga local.
En aquel momento hablar de una figura emblemática que comandara todo lo futbolístico era cosa seria y más aún si el personaje en cuestión era nada más y nada menos que el “Conejo” Aníbal Roberto Tarabini. Un emblema del fútbol argentino, con innumerables diplomas y un gran arraigo en la zona. Pero uno de los directivos trajo su nombre a la mesa una de esas tardes de debate y finalmente el reconocido y famoso jugador se transformó a los pocos días en el nuevo técnico del equipo.
Dicen algunos que Tarabini era uno de esos tipos a los que les gustaba duplicar la apuesta rápidamente. A tal punto que se menciona por ahí, que al ser tentado para dirigir el equipo y sugerírsele como meta ganar el torneo local, el mismo manifestó a los dirigentes; “¿el torneo local? Yo te armo un equipo y llegamos al Nacional”.
Al escuchar esas declaraciones el primero que puso la voz en alto fue el Presidente de la institución, un hombre hecho y derecho, muy serio pero un poco ingenuo y más adelante verán por qué, quien dejó en claro que el club “no iba a hacer ninguna locura que los perjudique”.
Las charlas fueron “la vedette” de la semana y al comenzar la jornada de trabajo del lunes el pueblo era un alboroto.
- “Viste que el club va a armar un gran equipo” -chusmeaban las viejas en cada uno de los boliches. Algunas despotricaban contra la decisión, sobre todo las más veteranas quienes argumentaban que solo serviría para que sus maridos gasten plata. En cambio las más jóvenes apoyaban el proyecto que traería al pueblo no solo el fútbol sino los bailes para recaudar fondos, y alegres tardes de domingo que convocarían a toda la gente de las zonas aledañas.
Así fue nomás que el conjunto “albiceleste”, el club del pueblito cercano a Tandil, de la mano del “Conejo”, comenzó a ganar y ganar y fue de a poco y merced a las virtudes futbolísticas de sus jugadores, el protagonista que finalmente se quedó con la gloria del torneo de la liga local.
Increíblemente o no ese grupo de muchachos había hecho que el nombre de Gardey ahora fuera noticia en los diarios más importantes de la zona y también en las páginas de “Clarín” y “El Gráfico”.
Algunos de los jugadores que integraban ese plantel aseguran hoy en día que jamás ganaron tanto dinero en el fútbol lugareño como el que lograron con ese equipo. Sobre ese tema precisamente está centrada esta historia.
Aunque extrañamente todo comenzó con: -“Acá no hay un mango”.
Dicen que el momento más difícil fue ese, en el que el “Conejo”, con su equipo ya clasificado para el torneo Regional, mantuvo una reunión con los dirigentes.
Los muchachos le habían dado la facultad al técnico para que negociara las pretensiones económicas de sus muchachos con vistas a la competencia que se avecinaba.
Lo que pedían los jugadores, hoy por hoy y simplemente para graficarlo serían unos ochocientos pesos por mes, a lo que el club respondió, podemos pagar $ 150 y de ahí no nos movemos.
La cara del “Conejo” lo decía todo. Su rostro mostraba el fracaso de la negociación cuando ingresó al vestuario luego de un entrenamiento para comunicarles la decisión de la dirigencia a sus muchachos.
- “Listo, que se vayan a la mierda, que jueguen ellos”; le habría manifestado el más temperamental del plantel.
De común acuerdo la muchachada decidió que no iban a jugar en esas condiciones. La gran ilusión de ir por más y llevar el nombre del pueblo a una esfera futbolística mucho más importante, comenzaba a derrumbarse.
Pero el tema no terminaría ahí, porque “el Conejo”, esa misma noche tramaría con la almohada una hermosa idea que no solo haría jugar a todo el mundo sino que si le salía bien le haría ganar mucho dinero.
El DT se presentó al otro día en el club y pidió hablar a solas con el Presidente. Una vez solos en una pequeña oficina al costado del buffet, el “Conejo” le manifestó, contrariamente a lo que habían decidido sus jugadores, que sí aceptaban los $ 150 y que iban a jugar, pero que debía hacerle una promesa.
Ni lerdo ni perezoso y con esa habilidad para hablar similar a la que mostraba en la cancha “el Conejo”, le dijo que aceptaban esa plata por la primera fase, pero que si llegaban a clasificar a la etapa final, el equipo se repartiría las recaudaciones de los partidos que jugara de local.
Era una más de las tantas apuestas del querido “Conejo” a lo largo de su vida, pero esta integraría la lista de las que le salieron bien.
Luego del entrenamiento, el DT volvió a reunir a sus muchachos en el vestuario y allí los convenció de que debían jugar, ganar y clasificar y que allí empezarían a obtener réditos económicos.
Llegar a la fase final les garantizaba tener en el Estadio “General San Martín”, un promedio de 5.000 personas. Eran otros tiempos.
Demás esta decir que el potencial futbolístico del “albiceleste”, le permitió a Racing de Gardey ganar su zona y llegar a la fase final. Sus muchachos disfrutaban al ver la cancha llena. No solo por el aliento sino por lo que significaba toda esa gente trasladada a las boleterías y posteriormente al bolsillo de cada uno de ellos.
Y así llegó la noche del 29 de Enero de 1984. Hoy se cumplen 25 años de la noche más negra que recuerden los simpatizantes de Rivadavia de Lincoln.
Los muchachos de Juan Carlos Pirez le habían ganado en su cancha 3 a 2 a los de Gardey y llegaban a Tandil con la expectativa más grande del mundo. No se les podía escapar.
No estaba en ellos la palabra derrota. Era tal la chance de ascender a la Primera División del fútbol argentino que el acompañamiento para el equipo por parte de sus hinchas sentó un precedente que aún hoy no ha podido ser ni siquiera igualado.
Si bien el conjunto tandilense también tenía cierta chance, era de los tres el que más complicado estaba a la hora de la definición por goles. Para clasificar al Nacional no solo debía ganar sino que también debía golear a Rivadavia, cosa que era imposible.
Pero lo que Pirez y sus muchachos no sabían es que en la semana previa un alto directivo de Olimpo de Bahía Blanca, el otro candidato al ascenso, se había comunicado con el “Conejo”, manifestándole que ellos sabían que para Racing era bastante difícil llegar. Por eso si los tandilenses les daban una manito con todo gusto ellos llegarían con un regalito para el plantel.
Ante tanta bondad y sabiendo que quien hablaba era un tipo de códigos, el entrenador del albiceleste le garantizó al menos un empate pero no tuvo reparos a la hora de manifestarle; “Ché Gordo el regalito tiene que ser de tanto”.
Incentivación, soborno ¿???, no señores. Sencillamente algo que siempre ha sucedido en todos los ámbitos de la vida.
¿O acaso tu mamá no te daba un caramelo para que te quedaras quieto?
¿En el laburo no te daban premio por ir todos los días?, siendo una obligación.
Que nadie quiera hacerse el puritano, además la causa ya prescribió.
En el estadio casi 8.000 personas. La recaudación 184.185 pesos argentinos.
El árbitro, Carlos Coradina, y en la cancha, Tato Medina, Solimanto, Gamalero, Chazarreta y el ‘Negro’ Conti; Villar, Fava, Daniel Tarabini, Oudoukian, Ruysch y Sommi, dirigidos por el “Conejo” Tarabini, quien además integraba el banco de suplentes e ingresaría faltando muy poco para el final y a los 41 minutos del complemento convertiría el gol del empate que garantizaba el pacto con los del sur.
Rivadavia de Lincoln formó esa noche con Pérez, Casado, Coria, Digilio y Domenech; Salse, Cillo y Diosquez, Naites, Mazola y Juan José Lupino quien a los 24 minutos del primer tiempo puso en ventaja al conjunto de Pirez, que estuvo a 4 minutos del logro histórico que significa un ascenso a la Primera División del fútbol argentino. Cosa que aún hoy no ha podido lograr.
Olimpo jugó ese mismo día pero a las 21,30 hs., cuando el partido en Tandil había finalizado. Nadie puede corroborar un pacto con los muchachos de Zárate pero debía ganar y golear para lograr el ascenso. El partido terminó 7 a 1. Como atenuante y a favor de los muchachos de Belgrano de Zárate sirve decir que terminaron últimos con una sola unidad lo que hacía que el marcador en definitiva no fuera tan sospechoso… digo yo, se me ocurre.
Para Rivadavia fue una noche sombría y pálida, llena de llantos aunque hoy se recuerde a ese equipo como el de la mayor hazaña lograda por la institución.
Para el “albirojo” de Lincoln el estadio “San Martín” de Tandil, se guardó debajo de sus redes las explicaciones del porqué.
Los postes del arco que da al Calvario enterraron las ilusiones de aquellos muchachos que indudablemente hubieran preferido vivirlo del lado de enfrente.
La llegada a los vestuarios de Pirez y sus jugadores fue una prolongada procesión de piernas arrastradas, ilusiones deterioradas y sueños destruidos.
Más de uno caminaba recordando a los santos y angelitos que no escucharon las plegarias. Eran rostros que mostraban resignación como los condenados ante la lectura del veredicto en contra.
A unas cuadras de allí y luego del partido mientras en el colectivo de la delegación “albiroja” persistían la tristeza y el llanto, el “Conejo” y sus muchachos degustaban placenteramente un rico asado.
Como contrapartida, en el salón de ese viejo hotel no había lágrimas sino alegría, risas, música y una gran incógnita a medida que la noche iba pasando. Todos se miraban como sintiendo que algo faltaba… el postre que no era precisamente helado.
Por ahí uno de los más desfachatados del plantel soltó la frase: - “¿Ché vendrán no vendrán los de Bahía?”
- ¡Esperalos sentado! Ya está, clasificaron.
- ¿Vos te pensás que van a venir? ¿todavía crees en los Reyes Magos?
- Hoy es 29, no 6 de Enero.
Algunos testigos que estuvieron ahí afirman que solo quedaban un par de botellas a las que le quedaban un poco de bebida y nadie quería servirse como para que el encuentro gastronómico durara un poco más. Sin embargo a algunos los atrapó el sueño y se marcharon a sus casas.
Era de madrugada ya, como las dos y pico, cuando se abrió la puerta del viejo hotel y los muchachos en medio del salón que daba a un gran patio, divisaron la figura de tres hombres.
Uno de ellos portaba una especie de valija.
- “Es el Gordo”, afirmó el “Conejo”. ¿Qué te dije? Estos son de primera, estos no te fallan.
Los hombres que habían ingresado al viejo hotel eran tres dirigentes de Olimpo de Bahía Blanca.
Como el capitán del equipo era uno de los que ya se había ido a dormir, “el Conejo”, mandó a un delantero y un morocho y reconocido defensor para contar el premio.
Algunos afirman que ese regalo les valió para pagar un año entero del alquiler de su casa. Otros dicen que lograron cambiar el autito y los más austeros guardarla en el colchón pensando en alguna inversión a futuro.
Pero eso no sería todo para este equipo. Porque el “Conejo” iría por más. Caro le había salido al presidente bonachón aquel ofrecimiento pobre, de tan solo ciento cincuenta pesos.
Pero como el compromiso del club y las recaudaciones era hasta que los muchachos le pusieran punto final a su paso por la institución el “Conejo” programó un encuentro despedida.
Utilizó su amistad con el “Pato” Pastoriza y el amigo no dudó en venir a jugar con el Independiente campeón de la Copa Libertadores un amistoso frente a Racing de Gardey.
Hasta ese lujo se dio el equipo del pequeño pueblo cercano a Tandil. Obviamente aquella recaudación también fue repartida entre los muchachos.
Historias, anécdotas, exageraciones, alguna que otra mentira y este relato para compartir con aquellos que aman nuestro fútbol. Con aquellos a los que alguna vez se les escapó una lágrima en una cancha de Tandil.
Brindo por esos muchachos que integraron el plantel y el cuerpo técnico de Racing de Gardey en la temporada 1983-1984, en especial por ese 29 de Enero, un día como hoy pero de 1984, el día que aquellos hombres fueron por un rato… LOS DIOSES DEL OLIMPO.
(Mi enorme agradecimiento a Juan Ignacio Casero por este hermoso relato que tanto valoramos los amantes del fútbol de esta parte de la Provincia de Buenos Aires así como la ilustración del gol del "Conejo" Tarabini esa histórica noche. Muchas gracias Juan!!)