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Delio Onnis tiene un récord en el fútbol francés al haber convertido un total 299 goles. Onnis nació el 24 de Marzo de 1948 en Frosinone, Italia, un pueblo cercano a Roma. Llegó a la Argentina traído por sus padres cuando estaba por cumplir los 3 años, afincándose la familia en la localidad de Caseros. Comenzó a jugar al fútbol en el equipo del barrio, Almagro, debutando en su Primera División en 1968.
En 1969 pasó a Gimnasia y Esgrima la Plata, donde jugó hasta 1971, teniendo como compañeros a Hugo Gatti, Chiche Diz, Castiglia, Pignani, Diéguez, Zywica, Masnik, el 'Ratón' Leonardi y el 'Gordo' Palma, entre otros muchachos. En 1971 fue transferido al Reims, de Francia, ante una insólita circunstancia: “Vinieron del Reims buscando al 'Mono' Obberti, pero cuando tenían casi todo arreglado en lo económico y solo bastaba firmar, la señora de Obberti no quiso viajar y el pase no se hizo y vinieron por mi. Fiché, sin pensar que cambiaría totalmente mi destino”, decía Onnis. En el Reims estaban los argentinos Zubiría y Larraigné.
En 1973 pasó al Mónaco (foto), jugando al lado de Pastoriza, Tarabini, Correa y Nogués. En 1980 fichó para el Tours, donde estaban el ‘Potro’ Domínguez y Víctor Rogelio Ramos. Finalmente, en 1983 lo contrató el Toulon, donde cerró su campaña en 1983. En todos los clubes se cansó de convertir goles.
Cabe destacar que los 299 goles de Onnis en Francia, son solo los computados en Primera División (donde fue 5 años goleador) y en partidos oficiales. Allí no figuran los 30 goles convertidos en el Mónaco, cuando éste equipo actuaba en segunda división, como tampoco se cuentan los anotados en partidos amistosos y por Copas Europeas.

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De la capital bonaerense al viejo mundo


Por aquellos años, la ciudad de La Plata no era tan conocida, los medios de comunicación eran otros y muy lentos. Lo cierto es que el club de Gimnasia y Esgrima La Plata salió con un equipo de fútbol reforzado como era la costumbre en aquella época.

Con toda la ansiedad de un puñado de jóvenes llenos de ilusiones y de alegría con la posibilidad de conocer el mundo salieron desde La Plata el 8 de Diciembre de 1930 presidiendo la delegación el señor Mario Sureda un conocido periodista platense y como entrenador Rafael “Kid” Lafuente, después gran boxeador de la ciudad.

Alfonso Doce fue el director técnico y empresario, partieron en el vapor francés “Lutetia” a lo que sería el debut en Brasilla delegación integrada por: Felipe Scarpone, Evaristo Delovo, Julio Di Giano, Vicente Ruscitti, José María Minella, Antonio Belli, Miguel Currell, Jesús Díaz, Arturo Naón, Juan González e Ismael Morgada de Gimnasia; plantel reforzado con Juan Botasso (Argentino de Quilmes), Pedro Chalú (Ferro Carril Oeste), Oscar Tarrio (San Lorenzo), Leonardo Sandoval y Juan Arrillaga (Quilmes) y Atilio Demaría (Estudiantil Porteño).

El debut no fue lo que se esperaba. En el arranque jugó con Vasco Da Gama con el que empató en un tanto. Cuatro días más tarde en la revancha perdió 4 a 0 con el Combinado Carioca, estos partidos se disputaron con luz artificial, a lo que no estaban acostumbrados los gimnasistas.

Desde Brasil el equipo a bordo del buque “Asturias”, siguió viaje hacia Portugal y desde allí hacia España donde jugó nada menos que contra el Real de Madrid, que no había podido ser derrotado ni por Boca en su gira del 25 ni por Nacional de Montevideo.

Lo cierto es que Gimnasia se impuso 3 a 2 y la prensa española dijo: Los argentinos parecen haber nacido para jugar bien al fútbol.

Gimnasia en Europa disputó 27 encuentros de los que ganó 11, empató 8 y perdió los 8 restantes, en esa memorable gira el equipo platense recogió innumerables elogios por su juego efectivo y vistoso. Se las tuvo que ver con el campeón de Europa, Sparta Praga, imbatible, ni la selección uruguaya campeona olímpica le había podido ganar.



Sureda contaba que los hinchas locales les mostraban los cinco dedos de la mano como vaticinando ya un resultado, el joven equipo de nuestra ciudad no se amedrentó y terminó ganando 3 a 1 en el nevado campo de juego quitándoles el invicto frente a equipos sudamericanos.

Gimnasia escribió una página gloriosa, jugando en el crudo invierno europeo, donde nadie lo había hecho antes, siendo el primer equipo argentino que jugó bajo la nieve, con arbitrajes a veces parciales.

Le cupo al equipo de Gimnasia quedar registrado en un hecho histórico, en Leipzig, 2 a 1 ganó Gimnasia al combinado de Düsseldorf en un día lluvioso y frío. Pero el hecho histórico para el fútbol argentino fue que un corresponsal de un diario de la Capital Federal envió a La Plata desde aquella lejana ciudad, la primera radiofoto que refleja el gol anotado por Ismael Morgada.

Si bien el tiempo pasó es bueno recordar esta página que tiene que llenar de orgullo a los platenses, si bien años más tarde Estudiantes de La Plata obtuvo su título intercontinental en Inglaterra, el “mens-sana” fue el primero en pasear la bandera argentina por aquellos remotos lugares.

(artículo del periodista Roberto Abrodos, publicado en el portal de Agencia NOVA del lunes 25 de Febrero de 2008)

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El gol más rápido en Primera División del fútbol argentino


Transcurrió tanto tiempo como dura un estornudo, un bostezo, un relámpago, o un largo suspiro. Fueron apenas cinco segundos los que pasaron desde que rodó la pelota por primera vez en la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata ese 18 de Marzo de 1979.

Aquella tarde le tocó iniciar el juego a un delantero corpulento, que había llegado desde River luego de un inicio muy prometedor en el ascenso defendiendo los colores de Flandria, el equipo ‘canario’ de Jáuregui.

Carlos Dantón Seppaquercia (foto) había mirado de reojo el arco rival que defendía un arquero que estaba hacía poquito en el arco de Huracán. Era Jesús Osvaldo Borzi, quien tras un paso fugaz por Ferro en 1971 se fue a probar suerte a Australia y regresó en el 78 para jugar en el club de Parque Patricios.

La mirada rápida le permitió verlo adelantado haciendo sobre el área chica dos marcas sobre la raya de cal. Entonces, Seppaquercia no dudó y le pidió la devolución a Tutino y se animó a patear desde la mitad de la cancha.

Ese "globo" tardó apenas una ráfaga en traspasar la humanidad del sorprendido Borzi y también superó la línea para transformarse en gol de Gimnasia -el partido fue flojo y terminó 1-1; Carlos Babington empató de penal en el segundo tiempo- y quedó registrado como el gol más rápido del fútbol argentino en el profesionalismo.

Hubo antes y después de ese gol, miles de goles que compitieron con la rapidez de aquel grito. Luis Torres, de Acassuso, alcanzó a superarlo por un segundo cuando le hizo un gol a Juventud Unida, pero no fue en Primera División sino en Primera 'D', en Octubre de 1996.

Carlos Seppaquercia, que solo jugó 33 partidos en River y en Gimnasia y marcó 8 goles, entró en la historia con esa avivada: ese remate que tantos se perdieron de ver porque recién estaban sacando su entrada en la cancha del Bosque.

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Las máximas de la abuela (Lucas A. Burriel - Argentina)


-Mirá que no tengo nada de cambio, así que si vos tenés arrancamos. Si no, vas a tener que buscar otro taxi, pibe.

El conductor de aquel Peugeot 504 negro y de techo blanco, aunque convertido en grisáceo por la acumulación de tierra, advirtió a Pablo, cuando este abrió la puerta trasera del coche y se disponía a ingresar la pierna izquierda al vehículo.

-Buenas tardes -contestó el chico remarcando las palabras como para demostrarle al taxista que, tal cual le había enseñado su abuela Gladys, iniciar una conversación sin antes saludar era la peor falta de respeto que podía cometerse.

Pablo era más apegado a su abuela que cualquiera de las personas de su edad que él conocía. Notaba demasiadas diferencias en la relación de sus amigos con sus respectivas abuelas, sin llegar a comprender cómo eran capaces éstos de prescindir de los beneficios que acarreaba la cercanía con una abuela. Gladys era para Pablo, una necesidad. Aprovechando que solamente dos cuadras y la rambla de la 72 separaban su casa de la de ella, la visitaba diariamente.

Simplemente, su abuela era lo único que acomodaba en su pirámide afectiva a la misma altura que su otro enorme amor: Gimnasia y Esgrima La Plata.

-Buenas tardes y disculpame, lo que pasa es que estoy hecho mierda, hace trece horas que estoy acá arriba.

-Está bien, no hay problema -respondió Pablo, sintiendo algo de congoja por el desdichado tachero.

-¿Hasta dónde vamos? -60 y 118 -anunció el joven, con la voz firme y colmada de orgullo de nombrar esas calles.

-¿Juega el Lobo? -preguntó el conductor mientras ponía primera para comenzar el viaje y fruncía el entrecejo, gesto que Pablo pudo notar por el espejo retrovisor.

-No… Digo, sí. Pero no en el Bosque, jugamos esta noche en Rosario, contra Central. Lo que pasa es que el micro de la Barriada 'El Mondongo' sale de ahí…

Pablo miraba por la ventanilla, buscando alguna otra camiseta del Lobo y se encastró en su mente la imagen de su abuela.

Gladiola, como el la llamaba, fue quien le inculcó esa adhesión por el azul y el blanco, esa lealtad por aquel escudo, esa fidelidad por aquella camiseta, ese sentimiento de pertenencia por el Bosque…

Lo hizo socio al minuto, le infundió con más ternura y paciencia que una maestra jardinera los valores triperos, lo llevó a la cancha por primera vez (cuando Pablito todavía usaba chupete, babero, mamadera, pañales y todo el combo del bebé común).

Aquel día, Gladys lo planeó al igual que un criminal debe proyectar un asalto a un banco o un secuestro express de esos que estuvieron de moda hace unos años y ahora nadie habla de ellos.

“Las modas son así, son sólo soplos de tiempo, los recuerdos que deja una moda son efímeros, fugaces, Pablito. Y tené siempre en cuenta que una moda es algo pasajero, que no alcanza para enamorarte…”

Pablo no olvidaría jamás las máximas triperas de su abuela. Su preferida era: “Una de las mentiras más grandes del mundo es que el fin justifica los medios. El pelotudo que inventó eso está tan alejado de la verdad como el amor de la razón… El fin no justifica los medios, Pablito. Uno nunca debe dejar de lado sus valores para conseguir algo”.

La anécdota de aquel día en que él, siendo una criatura sin voz ni voto, conoció el Glorioso Estadio del Bosque, la había escuchado casi un centenar de veces y de distintas bocas.

Gladys imaginó ese domingo durante toda la semana previa: llegaría a la casa de su hija al mediodía, con la excusa de preguntar si necesitaba algo, porque ella iba a ir hasta el almacén a hacer mandados.

A la vuelta de las compras, fingiría estar preocupada por un supuesto aspecto de cansancio de su hija, le ordenaría que descanse durante la tarde y le aconsejaría que se despreocupe por un rato de Pablito, porque ella lo sacaría a pasear.

El plan salió a la perfección. Gladys pasó a buscar a su nieto aparentando un falso paseo por el zoológico. Pablito conoció el Bosque a los cuatro meses de vida y sus padres se enteraron recién cuando el niño ya iba a la escuela primaria, en una confesión de Gladys durante un almuerzo familiar.

-¿Así que te vas hasta Rosario?

El taxista curioseó con cara de asombro. Pablo no logró percibir la mueca, continuaba mirando hacia el exterior del coche y pensando en su abuela. Pronunció un “si” seco y se imaginó alentando al Lobo en el ‘Gigante de Arroyito’.

-Ustedes no se cansan, eh. ¿Me podés decir a qué van hasta allá, con el equipo de mierda que tienen?

Pablo calló por unos segundos. Y, de manera inevitable, otra de las máximas de su abuela apareció para deambular por su cabeza: “Nunca derroches palabras que intenten explicar lo que nosotros sentimos por Gimnasia. Los que no son de Gimnasia, sean de hinchas de quien mierda sean, jamás van a poder imaginarse, ni siquiera acercarse a imaginar, lo que significa Gimnasia”.

Pablo observó el rostro del conductor…

-Sé muy bien para qué voy. Pero vos no me lo entenderías… ¿Cuánto te debo?

Esa noche, en la tribuna, rodeado de amigos, disfónico antes de que comience el partido, producto de cantar en el micro, percibió la manera en la que se le aceleraba el corazón, sintiendo algo de congoja por el desdichado tachero.

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En un minuto y medio no se pueden hacer demasiadas cosas. Sin embargo, Eduardo Andrés Maglioni (foto) consiguió en ese lapso convertir tres goles. Fue el 18 de Marzo de 1973, en el 4 a 0 de Independiente sobre Gimnasia y Esgrima La Plata por la tercera fecha del Torneo Metropolitano. Y, por supuesto, es un récord vigente.
Aquella tarde en Independiente, el primer tiempo finalizó con la mínima diferencia a favor de los locales gracias a un gol del uruguayo Ricardo Pavoni. Esa victoria apretada se transformaría en goleada a poco de iniciado el segundo con la triple conversión de Maglioni.
Independiente, dirigido por Humberto Maschio, formó con: Santoro; Commiso, Miguel Angel López, Sá, Pavoni; Martínez, Montero Castillo, Semenewicz; Balbuena, Maglioni y Mendoza.
Gimnasia y Esgrima, con José Varacka como DT, presentó a: Gurruciaga; Gonzalo, Gottfried, García, Carnevale; Della Savia, Pedraza, Palacio; Pignani, Bulla y Villagra.
Roberto Goicoechea fue el árbitro que dirigió el partido y que cronometró la sorprendente serie goleadora del 9 de Independiente, Eduardo Maglioni, un centrodelantero que le pegaba a la pelota con ambas piernas y que era un especialista dentro del área.
Jugó en el club de Avellaneda entre 1969 y 1973, 135 partidos oficiales y marcó 58 goles. Fue campeón de los Metropolitanos 70 y 71, de las Copas Libertadores 72 y 73 y de la Interamericana e Intercontinental 73.

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La verdad es que hoy no jugamos bien, para nada, pero ganamos, y el fútbol es resultado. El que quiera espectáculo, que vaya al teatro.

(GASTÓN SESSA, arquero de Gimnasia y Esgrima de La Plata, tras el trabajoso triunfo ante Lanús por 3 a 2 del pasado domingo)

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Caídos en desgracia (clubes grandes con archivos chicos)


A lo largo de su historia tuvieron todo dado para festejar, pero la sucesión de fracasos y extraños hechos de diverso tipo los transformó en los antihéroes del fútbol mundial. Estos son los elegidos-

No nacieron un martes 13 ni son un producto genuino del vudú. Sus hinchas tampoco rompieron una producción en masa de espejos en el día de su fundación. O tal vez sí, porque de manera casi inexplicable, estos clubes entraron en el imaginario popular por ser víctimas de una especie de conjura eterna.

Son clubes enyetados, resignados a que les sucedan las cosas más increíbles, clubes que se doblan, se achican y se retuercen en un sufrimiento no perecedero, pero que no quiebran (al menos, sentimentalmente) y ante cada fracaso sólo aumentan la pasión de sus hinchadas, todas ellas multitudinarias.

Son clubes que ven cómo sus rivales ganan mientras ellos pierden de las formas más ridículas, que aceptan que sus mejores jugadores se van y sólo llegan peores, que si llegan a traer grandes nombres inevitablemente presencian cómo son devorados por fantasmas que nadie tiene idea de cómo entraron, mucho menos de cómo hacer que se vayan.

Es la liga de la malaria. La misma a la que pertenecía el Chelsea que, hasta la llegada de Mourinho en 2003, hacía 50 años que no ganaba nada, con planteles riquísimos.

Es la misma liga a la que pertenecía -¿o pertenece?- el Inter, otro de planteles inigualados, gestor de derrotas increíbles como la del 5 de mayo de 2002 en la última fecha, el mismo Inter que se pasó 16 años sin salir campeón, que echó más técnicos que ninguno (con Moratti padre e hijo), y que cuando por fin logró el título este año, tuvo que cancelar los festejos previstos porque el Milán le arruinó la fiesta al ganar otra Champions con dos descartes interistas: Pirlo y Seedorf. Es la misma liga por la que pugnó para entrar el Bayer Leverkusen (2° en Bundesliga, Copa y Champions 2002) y donde estaría Inglaterra, si se contaran selecciones: siendo los inventores del fútbol, nunca pudieron ganar ni una Eurocopa, y el único Mundial que festejaron, hace 41 años, llegó como país organizador y con un gol que nunca cruzó la raya.

Los hinchas de éstos y otros clubes que no aparecen aquí podrían argumentar que sus equipos son más merecedores de figurar en esta lista. Y quizás tengan razón: pueden ser tan desgraciados que ni siquiera tuvieron la suerte de salir publicados en esta nota.

1 TORINO (Italia)

Si ser rival de la Juventus, el equipo más ganador de Italia, ya de por sí es una desdicha, el sufrimiento de los hinchas granates trasciende mucho más que ese.
En el campeonato de 1914/15 al Torino le faltaba jugar el último partido contra el líder del torneo (a quien había vencido 6-1 en la primera vuelta) y si le ganaba, era campeón. Empezó la Primera Guerra Mundial y al torneo se lo dio por finalizado como estaba. ¿Mala suerte?
En 1928, le revocaron un campeonato ganado por tentativa de soborno a Allemandi, un jugador de la Juventus, que luego fue sobreseído, aunque el título nunca devuelto. En los años 40, llegó a tener el mejor equipo del mundo: había ganado cinco títulos consecutivos, hasta que el 4 de mayo de 1949 el avión en el que volvía el equipo cayó en la Basílica de Superga, cerca de Turín. Todos los jugadores y miembros del cuerpo técnico murieron.
A mediados de los 60, la aparición de Gigi Meroni -el fantasista más refinado de su generación- relanzó al Torino a lo más alto, hasta que a los 24 años Meroni murió atropellado en una avenida. Quien manejaba el auto era un fanático del Torino, de 18 años, que años más tarde, curvas del destino mediante, se transformó en el presidente de un club al que pocas veces le sale una bien. Tuvo 5 descensos desde 1989, perdió una final de UEFA por gol de visitante, pegando tres tiros en los palos, y quebró en 2005: por este motivo no lo dejaron ascender aunque ya habían celebrado el retorno a la Serie A.

La frase: “Un club que el destino acarició como una flor y perforó con una espada sarracena” (Sandro Ciotti, periodista italiano)

2 RACING CLUB (Argentina)

La historia arranco demasiado bien para uno de los gigantes de Avellaneda. De los clubes que aún existen (Alumni desapareció), fue el primero en reinar en el amateurismo al lograr siete campeonatos seguidos (1913-19), y ganarse el mote de Academia. Fue el primer tricampeón del profesionalismo (1949-51) y el primer argentino en ser campeón del mundo (1967). Ostentó el récord de victorias consecutivas (39) durante 32 años (1967-99). Hoy, tras los 35 años sin festejos, Racing quedó como el grande con menos campeonatos locales (7), con Vélez pisándole los talones (6). El día que padeció la peor humillación de su historia y se fue al descenso, el escenario pareció montado por el Diablo: 22/12/83, cancha de Independiente, última fecha y el rival eterno dando la vuelta olímpica en las narices. Peor imposible. El DT era una gloria del club: Pizzuti. Estuvo dos años en la B, época en la que la barra golpeó a otro ídolo como Cejas, y logró el ascenso por un octogonal, sin ganar el campeonato. Al regresar, como se habían modificado las estructuras de los torneos, debió alquilar su equipo completo, que jugó para Argentino de Mendoza, para que no estuvieran seis meses parados y pudieran pagarle los sueldos. Apeló a manifestaciones religiosas para ahuyentar los malos espíritus, su estadio funcionó como depósito de papas, le dictaron la quiebra, fue el primer y único equipo grande gerenciado, tuvo que soportar que las hinchadas rivales le cantaran “a esta empresa le tenemos que ganar” y el esperado día en que se consagró campeón luego de 35 años, el día tan soñado y anhelado, coincidió con la peor crisis de la historia argentina (De la Rúa yéndose en helicóptero) y el hecho pasó casi inadvertido.

La frase: “Hoy Racing ha dejado de existir” (síndico Liliana Ripoll, Marzo de 1999)

3 GENOA (Italia)

El club más antiguo de Italia, fundado en 1898, comenzó dispuesto a ser uno de los grandes, pero el último de sus nueve scudettos data ya del año 1924. Todo lo glorioso del Genoa hay que verlo en blanco y negro. En 1925 ya empezaron sus penas, cuando una invasión de campo de los hinchas del Bologna obligó al árbitro a convalidar un gol aunque la pelota se había ido afuera. Ese gol le robó el décimo campeonato, que no llegaría nunca más, ni con la llegada de Guillermo Stábile, con el que se fueron al descenso.
Los hinchas, pasionales, llegaron a llenar el estadio Luigi Ferraris unas horas después del bombardeo inglés de 1941, que había dejado 144 muertos. La venta de Gigi Meroni al Torino provocó un cisma: muchos hinchas que habían hecho una colecta para que se quedara se sintieron traicionados por la sociedad: uno de ellos fue el inversor Paolo Mantovani, que en el 70 compró al clásico rival, la Sampdoria y la llevó a ganar la Copa Italia, la Recopa europea y el scudetto 91. En 2005, encontraron a un dirigente del Venezia saliendo de las oficinas del presidente del Genoa con 250 mil euros. Del ascenso a la A, ya celebrado, terminaron yéndose a la Serie C1 por soborno.

La frase: “En Génova, es la Sampdoria o el psicoanálisis” (graffiti)

4 ATLAS (México)

Los Zorros de Guadalajara fueron el primer equipo de México en tener escuelas de fútbol por lo que también se ganaron el apodo de “La Academia”, que reafirmó con los años ofreciendo juego de alta calidad. Atlas fue el primer campeón del estado de Jalisco, en 1951. Jamás imaginaron sus seguidores que sería el último. Y que el rival más encarnizado de la ciudad, Las Chivas, sumaría alegrías en la misma proporción que su adversario recibía cachetazos, hasta erigirse en el máximo campeón del país, con 11 títulos. De su cantera salen los mejores proyectos. En el último Mundial la base era “atlista”: Rafa Márquez, Pardo, Guardado, Oswaldo Sánchez y Borgetti. Llegó tres veces a la final, la más recordada fue la última (1999), con La Volpe como DT: cayó por penales con Toluca.

La frase: “La gente ve al Atlas como un equipo con alguna maldición, y por eso a su afición se la llama La Fiel Rojinegra; es ilógico que siendo vecinos de las Chivas, le vayamos al Atlas” (Fernando Clouthier, editor del diario Público Milenio e hincha del Atlas)

5 FEYENOORD (Holanda)

Ser uno de los grandes de Holanda es tener fortuna, dirán los equipos chicos de ese país. Pero el Feyenoord está dispuesto a rebatirlos: en una liga que sólo ganan tres, el Feyenoord es el grande más sufrido, que tuvo su apogeo en los 60 y llegó a ganar la Copa de Europa del 70, pero inmediatamente vio su logro opacado por la aparición del gran Ajax. Resignado a no jugar la Champions por culpa del Ajax y del PSV, el año pasado sufrió la descalificación de la Copa UEFA porque sus hinchas, cansados de perder, destrozaron la ciudad de Nancy. No ganan un título local desde 1999 y sólo ganaron tres en los últimos 32 años. Esta es la primera temporada en 16 años que ni siquiera clasificó a Europa.

6 BOTAFOGO (Brasil)

La máxima expresión del fútbol carioca reducida a un montón de escombros: el Botafogo llegó a ser un equipo muy próspero y terminó en el puesto 12° en la lista que hizo la FIFA entre los grandes clubes del siglo XX. Base de la selección brasileña muchos años, con Garrincha, Nilton Santos, Zagallo, Jairzinho o Didí, jamás pudo traducir su reinado a nivel local, perdió su estadio por falta de pago y cuando recuperó los terrenos la sede ya había sido demolida. Tiene sólo dos títulos nacionales, 1968 y 1995, y se pasó 21 años sin siquiera ganar un trofeo carioca. La increíble eliminación con River en la última Sudamericana fue sólo una más de su cadena de hechos aciagos, que por supuesto incluyó el descenso, en 2002.

La frase: “Hay cosas que sólo pasan en el Botafogo” (dicho popular)

7 GIMNASIA Y ESGRIMA LA PLATA (Argentina)

En ciudades como La Plata o Rosario, no hay escapatoria. Se es de uno de los equipos o del otro, y si se pierde el clásico, hay que encerrarse una semana en casa. Ni el River-Boca, más universal, es tan cruel con sus simpatizantes como el clásico rosarino o platense. Así, lo de Gimnasia podría asemejarse a un martirio inigualable. El Lobo no ganó ni un solo campeonato de los buenos en 76 años de profesionalismo mientras que su rival, Estudiantes, tiene 4. No sólo eso: el Pincha además logró 3 Libertadores (más que River, Racing y San Lorenzo), 1 Intercontinental y 1 Interamericana. Cinco Copas internacionales contra ninguna de Gimnasia. En la disputa directa, si bien no existe una diferencia sensible en el historial (Estudiantes ganó 4 partidos más), el Lobo lleva 115 clásicos y 64 años sin ir arriba. Y carga con las peores humillaciones. La mayor diferencia en un clásico la alcanzó Estudiantes (7-0 en 2006), la segunda mayor también es de Estudiantes (6-1 en tres ocasiones) y la tercera mayor lo mismo (5-1 una vez). La victoria más amplia de GELP fue por tres goles. Demasiado desparejo. Para peor, el Lobo dejó escapar cuatro campeonatos que tenía en la mano: 1933, 95, 96 y 2005. La más increíble fue en el Clausura 95: con un empate en la última fecha, en su cancha y contra un Independiente fuera de combate, daba la vuelta. Perdió 1-0 (gol de Mazzoni). ¿El colmo? El año pasado, los hinchas amenazaron a sus jugadores para que perdieran contra Boca y así perjudicar a Estudiantes. Después de la grotesca pantomima, el Pincha igual fue campeón.

8 AMÉRICA DE CALI (Colombia)

Es el segundo equipo más campeón en Colombia, detrás de Millonarios, con lo que resulta extraño rotularlo de “maléfico”. Sin embargo, a pesar del descomunal respaldo económico del cartel de la droga en los 80, en el continente hilvanó estrepitosos fracasos. Disputó cuatro finales de Libertadores y perdió las cuatro, tres consecutivas. La primera (1985) ante Argentinos, debutante en la Copa, por penales. La segunda (1986) ante otro que jamás la había conseguido por múltiples hocicadas (River). Y la tercera (1987), frente a Peñarol, fue la más insólita. Ganó 2-0 en la ida, perdió 2-1 la vuelta tras ir en ventaja y aguantar el 1-1 hasta faltando tres minutos. En el desempate fue al alargue tras el 0-0. Si mantenía el resultado era el primer club colombiano en alzar la Copa, pero cayó 1-0 en la última jugada del partido, el reloj clavado en 14´ 58´´ del ST. La cuarta final la perdió con River en el 96.
Es decir: River, con sus traumas coperos, sólo pudo ser campeón con el América enfrente. Encima, Atlético Nacional y Once Caldas fueron campeones de América en su primera final.

9 SCHALKE 04 (Alemania)

Hace 49 años que no salen campeones y se les escaparon tres títulos en la última fecha luego de ser líderes en buena parte del año: 1972, 2001 y 2007. El de 2001 fue el peor porque Bayern lo ganó en el cuarto minuto de descuento mientras el Schalke celebraba. Uno de los equipos más populares de Alemania, a sus hinchas se les conoce porque muestran un raro deleite ante la cultura del fracaso permanente y se enorgullecen de seguir siendo una pasión casi irracional. Su victoria en la UEFA por penales llegó ante otro candidato a este club, el Inter. Pero ni siquiera la filiación del papa Juan Pablo II como socio honorario les cambió la providencia: ese año se fueron al descenso. Eternos cebollitas, ahora suman tres subcampeonatos en los últimos siete años.

La frase: “Tengo malas noticias para ustedes, soldados. El Schalke hoy perdió 5 a 0” (famosa línea del capitán del submarino en el filme Das Boot)

10 TOTTENHAM HOTSPUR (Inglaterra)

Bautizado originalmente Hotspur FC en homenaje a un personaje de Shakespeare, su historia tiene mucho de tragedia, especialmente en las últimas décadas. El primer club inglés en ganar en Europa (al Atlético de Madrid, curiosamente), tuvo su último momento de gloria en las FA Cups de 1981 y 1982, con Ossie Ardiles y Ricky Villa, y la Copa UEFA del 84. Y aunque tuvo a jugadores como Venables, Gascoigne, Klinsmann, Lineker, Sheringham o Waddle en su plenitud, no sólo no logra ganar el campeonato local desde 1961, sino que tuvo fracasos estrepitosos, marcados además por el crecimiento del Arsenal y la explosión del Chelsea. Estuvo al borde de la quiebra en 1990 y hace 17 años que lo único que gana es una cosa: para elegir un equipo antihéroe en Inglaterra, frente al Tottenham cualquiera pelea por el segundo puesto.

11 ATLÉTICO DE MADRID (España)

Pese a los fichajes estelares de jugadores y entrenadores (Bianchi duró 6 meses), el segundo club en simpatizantes de España conquistó una liga de las últimas 30. En ese lapso, el Madrid logró 13 y el Barcelona, 9. Si hace 30 años, el Aleti peleaba con el Barcelona por el segundo lugar del podio (9-8 en títulos), hoy está tercero lejos y con chances de ser superado por el Athletic de Bilbao (8).
Acumula 12 años sin levantar la Copa del Rey, lapso en el cual perdió dos finales. Es el único grande que se fue al descenso (99/00) y salió 4° en su primer intento. Suma ocho años sin ganarle al Madrid (7 PP y 4 PE). Una sola vez llegó a la final de la Copa de Campeones, en 1974: vencía 1-0 al Bayern Munich y a un minuto del final le igualaron con un disparo de mitad de cancha porque su arquero le estaba regalando los guantes a un fotógrafo. Desempataron a los dos días y perdió 4-0. El clásico por excelencia, que en los 70 era Madrid-Atlético hoy es Madrid-Barcelona. Eso sí: tiene la hinchada más fiel.

12 UNIVERSIDAD DE CHILE (Chile)

Colo-Colo y la u son los clubes más populares de Chile. A ese nivel, que uno de los dos esté 25 años sin ser campeón (1969-94), cuando el otro estuvo como máximo 7, y que encima en ese lapso se vaya al descenso (1988, Pellegrini DT) cuando el otro jamás cayó a Segunda, invita a la comparación y el encasillamiento. Allí cimentó su rasgo de equipo sufrido.
Colo-Colo, además, fue el único chileno en ganar la Libertadores, en 1991, año en que la U zafó del descenso (fue 14° de 16). En 1996, con Russo como DT y Salas como figura, la U llegó a la semifinal de América: fue superado por River Plate por un gol, con un arbitraje escandaloso en la revancha. Hoy, lleva 6 torneos sin ser campeón y ganó 1 de los últimos 12.

13 PARIS SAINT-GERMAIN (Francia)

Un equipo sin mucha fortuna desde sus comienzos, en 1904, ya que el Paris Saint-Germain nunca pudo situar a la capital en el lugar que se merecía (a pesar de la pretenciosa cuna real que muestra en su escudo) frente a otras ciudades como Marsella, Nantes o Saint Etienne que sí tenían equipos dominantes. En 1970 se fusionó con el FC Paris pero la unión duró lo que un suspiro y el PSG fue obligado a recomenzar en Tercera División. Ganó sólo dos títulos en su historia, el último en 1994, a pesar de haber tenido cracks como Just Fontaine, Djorkaeff, Ginola, Weah, Rai, Okocha, Anelka y Ronaldinho. La creciente inversión millonaria en sus planteles y la falta de resultados los transformó en el hazmerreír de Francia, un equipo que de tan parisino, hasta aprendió a perder con estilo.

(nota publicada en la revista argentina “El Gráfico”, en la edición de Diciembre de 2007)

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Siempre se sostuvo que el inolvidable cantante Carlos Gardel tenía predilección futbolera por Racing de Avellaneda, entre otros motivos por ser amigo de uno de los jugadores "académicos" de mayor renombre de los primeros tiempos de nuestro fútbol: Pedro Ochoa, "Ochoíta", como le decía el "Zorzal Criollo".
Sin embargo, el libro del periodista Enrique Escande, "La Viruta, con anécdotas del fútbol", dice textualmente en unos de sus párrafos: "No existe documento alguno en el que figure que Gardel era hincha de Racing, y, por el contrarío, hay una entrevista publicada por la revista "La Cancha" (Nº 277), del 16 de Septiembre de 1933, en el que Gardel deja en claro que no tiene ninguna preferencia por un equipo y que, más que el fútbol, a él le gustaban los chuchos (caballos de carrera)".
El autor de la entrevista fue el periodista Julio César Marini, quien ante una pregunta referida al tema de su predilección, el cantante respondió: "Mis simpatías las distribuyo entre todos por igual. Me gusta Racing, Gimnasia, que dicho sea de paso está haciendo una campaña maravillosa, y Boca Juniors". Gimnasia y Esgrima La Plata era puntero del campeonato de ese año durante 27 fechas, con José María Minella como capitán.
Por último, Carlos Gardel, quien tenía como guitarrista y amigo personal a Guillermo Barbieri, (padre de Alfredo Barbierí y abuelo de Carmen Barbieri) acérrimo hincha de Huracán, aclara: "¿Si soy hincha de Huracán?.. A ciencia cierta no se si soy hincha de alguno. Me interesa el desarrollo de los campeonatos, me interesa ver algunos partidos de vez en cuando, pero... Vea, un domingo llegamos a la cancha, nos palpitamos el primer tiempo, pero no pudimos aguantar. Fue más fuerte la pasión por los burros y en un auto, a todo lo que daba, nos fuimos al hipódromo de Palermo".

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El 23 de Septiembre de 1973, en la ciudad de La Paz, Bolivia, el seleccionado de fútbol de Argentina jugó un partido trascendental ante el representativo local, por las Eliminatorias del Mundial de Alemania, que se jugaba al año siguiente.
Nuestro equipo tenía una base de jugadores elegidos de una "selección fantasma", denominación que se le dio porque estuvo conformado por un grupo de futbolistas que había realizado un periodo de adaptación a la altura en el norte de nuestro país. Y parece que dio resultado porque Argentina venció a Bolivia por 1 a 0. El cotejo se disputó en el estadio "Hernando Siles", y la Argentina jugó con Carnevali; Glaría, Bargas, Tagliani y Cortés; Galván, Telch y Poy; Fornari, Ayala y Kempes. Luego ingresaron Trobbiani por Telch y Bochini por Kempes.
Lo curioso es que el único gol del partido lo convirtió Oscar Fornari (en la foto, quien vistiera, entre otros equipos, la camiseta de Gimnasia y Esgrima La Plata) en su primer y único partido en el seleccionado nacional. Y fue debut -glorioso por cierto- con gol de su autoría, e inesperada despedida.

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Siempre dije que Gimnasia era lo máximo, como Brigitte Bardot. Ahora me di cuenta que Lanús es igual, pero con ojos más lindos.

(CARLOS RAMACCIOTTI, ex técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata, a pocos días de asumir como DT de Lanús en 2004)

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Los estábamos esperando (Mariano Roufast - Argentina)


Desperté pasadas las once de la mañana. Estaba transpirado, las sábanas y la almohada se encontraban empapadas en un mar de sudor y mi boca seca como el desierto. Bajé las escaleras en busca de un vaso con agua para hidratar mi cuerpo exprimido por el calor y así poder despabilarme un poco y despertarme definitivamente.

Tomé tres vasos bien llenos de agua refrescante y me encaminaba hacia el cuarto cuando me interrumpió la voz de mi vieja: ¿a qué hora te vas a la cancha? La pregunta me descolocó. Cierto ¡¡hoy juega Gimnasia!! Reaccioné. Y cuando me di cuenta de lo que sucedía el alma se me vino al cuerpo. Estaba tan dormido que no me había percatado de que hoy iba a ser el día más feliz de mi vida porque jugaba el Lobo, y lo hacía nuevamente en su casa. Sí, después de tanta lucha, el Lobo volvía al bosque esa misma tarde.

Subí las escaleras cantando y temblando por la emoción que entía. Abrí el ropero y saqué mi remera de combate, esa que me acompañó estos últimos tiempos y que reza “no hay Lobo sin bosque”. Me puse el short azul marino con el glorioso escudo y alpargatas blancas. Después agarré el carnet de socio, unas monedas y bajé.

Me mojé la cabeza, saludé a mi vieja y Salí para mi otra casa, esa que está en el medio del bosque. Tomé la decisión de ir solo porque se que si voy a mi casa, cuando entre voy a conocer a todos. Y si no los conozco seguramente son amigos de un conocido, como sucede en todo hogar.

En cuestión de minutos ya estaba caminando por la 60 hacia 118. El calor era agobiante y el cielo del domingo era tan azul como la bandera de Gimnasia. Enfilé por la callecita que lleva por debajo de la tribuna y desemboca en el monumento. Los árboles estaban todos pintados de blanco con franjas azules. Tirantes, de los mismos colores, daban al bosque un aspecto tan festivo como conmovedor. Pasé por debajo de la cabecera que estaba a medio llenar y fui derecho al monumento porque la gran mayoría estaba allí.

Miles de personas cantaban al ritmo de la batucada, las banderas bailaban en el aire y de fondo las bombas y las bengalas mostraban una verdadera fiesta. Empecé a saludar a amigos y a conocidos con fuertes abrazos. A muchos los conocí en épocas de lucha cuando nos habían sacado de casa y nunca los había visto sonreír, esa tarde sus sonrisas iban de oreja a oreja. “Llegó el día llegó”, gritaba un tipo grande que tenia una bandera en su mano y estaba parado al lado de un lobo que mostraba una pancarta que decía: “esta es mi casa”.

Empezamos a entrar y me crucé con un amigo que me gritó en tono de broma: “¿Qué pasa J.J?”. Al principio me molestó, pero luego me alegró saber que el “falso profeta” ya no estaba más, que habíamos sacado al cáncer que estaba matando al club. Lo abracé y entramos cantando por los jardines hasta la tribuna que ya no daba abasto.

No podía creer lo que mis ojos veían, esa tribuna hermosa y llena de gente provocaban grandes lágrimas que caían en mi mejilla. Hice una pausa para recordar esos domingos que no jugábamos en casa pero estaba con mis amigos pintando en el estadio e imaginando cómo sería la vuelta.
Tanto tiempo sufriendo y peleando por lo que nos correspondía y ahora el momento había llegado: en casa y para siempre.

Justo cundo terminé de subir y ubicarme en la tribuna apareció Gimnasia en el campo de juego y la cabecera explotó con una cortina de papel y globos, seguido de bombas de humo y el grito de “Ginasiá, Ginasiá” que era ensordecedor. Una vez más tranquilo observé todo el estadio y me llamó mucho la atención una bandera de gran tamaño que estaba colgada en la platea. El trapo decía: “los estábamos esperando”. No tuve mucho tiempo de pensar porque la consigna en ese momento era alentar.

El partido casi no lo ví porque no voy a la cancha a ver los partidos, para eso esta la tele. A la cancha de Gimnasia se va a alentar. El cotejo fue chato, cerrado y aburrido, lo mejor hasta ahí había sido “La 22”.

Cerca de los 47 minutos del segundo tiempo el Lobo concretó un gol que le daba la victoria por 1 a 0. Recuerdo que en el afán de festejarlo me di vuelta y abracé a un tipo grande que tenía un guardapolvo blanco. La avalancha me llevó puesto y nos separó. No lo volví a ver. El partido terminó, la hinchada deliró y festejó como nunca. Me quedé hasta que se fue toda la gente y me senté solo en la tribuna, estaba feliz. El estadio parecía un local cuando ni bien termina una fiesta. Acababa de suceder eso, una fiesta.

Todos se habían ido y lo único que quedaba era esa bandera que decía: "los estábamos esperando". Nadie se la había llevado. Me intrigaba demasiado. ¿Quiénes nos estaban esperando? También recordé a ese tipo de guardapolvo blanco que abracé en la tribuna, ¿Quién era?, ¿Qué hacía con un guardapolvo en la cancha? Feliz me fui lo de unos amigos triperos para festejar la vuelta a casa.

Nos juntamos a tomar unos mates y cada uno relató su vivencia del regreso al bosque. Luego de un rato de charla un amigo contó, pidiendo por favor que no nos riéramos de él, que cuando Gimnasia hizo el gol, él se abrazó con una persona que era igual al “Loco Fierro” y luego de la avalancha no lo volvió a ver. Obviamente eso era difícil de creer, pero él juraba que por unos segundos se abrazo a “Fierro”.

Instantáneamente otro de los chicos juró que vio al “negro José Luís” subido al alambrado mostrando una bandera pincha y que varios más lo habían visto, o al menos a alguien muy parecido a la gran bestia pop.

Mi cabeza empezó a funcionar a mil, “¿y esa bandera?” Pregunté, “la que decía los estábamos esperando ¿la vieron?” Todos me respondieron afirmativamente. Mi cabeza daba vueltas ¿Quiénes nos estaban esperando?, el corazón se me aceleró al contar que abracé a un hombre medio canoso de guardapolvo blanco. Todos pensábamos, la bandera, el Loco Fierro, José Luis y el hombre de guardapolvo que abracé por segundos, ¿Quién era? Un amigo me dijo más sorprendido que yo “¿no será el doctor?” Me puse pálido, ¿el doctor de los corazones ahí en la tribuna con nosotros? no, no puede ser, no puede ser.

“te alentamos en la tierra… pero también desde el cielo”

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Tuve ganas de darle una trompada. Es muy feo que un colega, un compañero de trabajo, te haga eso. En ese momento tuve ganas de pegarle, pero me contuve y traté de manejar la situación.

(JULIO CÉSAR CÁCERES, defensor paraguayo de Boca Juniors, refiriéndose al delantero de Gimnasia y Esgrima La Plata, el uruguayo Diego Alonso, quien le tocó el culo durante el partido del domingo pasado)

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Una postal para el día del arquero (Gabriel Impaglione - Argentina)


a Juan Carlos Olave,
por hacer posibles los imposibles



Antes de descolgar la bola con las dos manos y aterrizar como un bailarín del Bolshoi sobre el césped del área chica, una película de esas, bien caseras, le pasó frente a los ojos.
La vio con lujo de detalles, como en una pantalla gigante, a una velocidad fantástica. Y pudo reconocerse en cada escena y reconocer cada palmo de geografía, cada habitante de la cancha, el calidoscopio de las tribunas embanderadas.

—Eso le pasa a uno, sólo una vez en la vida, y depende de cómo termine sale uno disparado hacia el tiempo. El tiempo es infinito hasta que se demuestra lo contrario... pero nada, Pibe, nada... de qué te sirve saber que el tiempo es infinito si cuando te morís, listo, chau, se acabó y listo. Hacéla ahora, Pibe, ahora... ahora mismo... dale. ¡Volá! ¡Dale volá! Andá a buscarla antes que comience a caer y metele brazo a la distancia, colgate de esa luz mágica y atrapála ahora, no después, ahora Pibe, dale, dale ¡andá!

Qué maestro el Flaco, difícilmente encuentre otro como ese técnico. Bah, técnico, más que técnico, Maestro de Arqueros. Y eso es mucho más que técnico y que cualquier cosa. Porque sabés, DT... muchos, hay muchos... pero Maestro de Arqueros... muy poquitos, ehhh, poquitos... te los cuento con los dedos de una mano sin guante, si querés... porque, te explico, no es que un maestro de arqueros para llegar a la patria chica del área deba traer un pasado lleno de medallas, atajadas en el noticiero de la tele, penales desviados con el dedo índice de la zurda enguantada o vuelos celestiales, no... ese es el error... un maestro de arqueros, sabés, tiene que traer las revelaciones planetarias de la patria chica en el pecho. Mezcladas en la sangre bien caliente.
Y no cualquiera.

El Juan Carlos estaba en el aire, brazos extendidos, pelota fundida en la goma de los guantes implacables.
Y el tiempo detenido como en una postal del Día del Arquero.

Las tribunas alrededor como una jornada de gloria, azul y blanco estallándose en todas partes, y la defensa en su lugar exacto y el nueve ayudando en la medialuna y todo como estaba predicho.
Podía ver la película, claramente.

—Siempre arriba la rodilla, siempre arriba, inflando los pulmones, rodilla levantada y... voy ¡carajo! Que se caguen los delanteros contrarios, que se mueran de miedo, que se hagan pis en el punto del penal y en la raya del área chica, que tus compañeros se queden congelados pa evitar el encontronazo con la locomotora... ¡voooyyy carajoooo! Y arriba esos brazos, antes que la pelota se caiga, antes que la cabeza del nueve esté cerca, arriba, bien arriba, lo más arriba posible, con fuerza, ¡tenaza machaza! ¡Voy carajo!
Se veía doce, once años, flaquito, largo, lleno de miradas para todos lados y la vocecita que le saltaba apenas a los costados y que Don Carlos ni escuchaba desde el alambrado.

—¿Qué? ¿Gritó el Pibe o no gritó? —se preguntaba.
—¡Dale, gritá, no tengas miedo! —vociferaba Don Carlos y el Flaco se reía...
—Ya va a gritar...ya va a gritar, ¡cuando largue la mamadera!
Y el Pibe que se retorcía de bronca y amor propio.

Minuto cuarenta y el Juan Carlos arriba, en el espacio, colgándose de la luna.

—Esa es tu casa, tu barco, tu patria, la cama donde soñás a tu novia, la mesa de la cocina donde comés, hacés los deberes, allí plantás bandera, Pibe, y listo, no se toca, es tuya esa patria chica, tuya y de tus hermanos, y de tu novia, que cuando llega lo hace para que la abracés y la besés... y no se te quiere escapar ni pasar de largo, llega a dormirse en tu pecho...¡y vos minga que la largás! ¡Minga que la largás Juan Carlos! Es tuya y de nadie más... te pertenece, y cuando entra en tu patria chica está con vos y en vos y adentro tuyo y no hay nadie que la entienda mejor que vos, no hay nadie que la abrace mejor que vos, no hay nadie que la haga sentir mejor que vos cuando la abrazás... cuando no la soltás, cuando te pertenece.
¡Porque es tuya hasta el alma!

Ni el Diego la entendió tanto, Juan... ¿entendés? El Diego pudo haberla inventado si querés... le metió direcciones desconocidas, rotaciones inverosímiles, piques encantadores, combas jamás vistas... pero en sí, es tuya, haga lo que haga es tuya, te pertenece, y con eso no hay con que darle... ¿entendés...?
Te digo, es amor... puro amor... entendés... no hay forma de romper ese embretamiento entre vos y ella... te pertenece, la conocés... es tuya y ella te quiere a vos.
¿Te das cuenta?


Un palito de murmullo de cuarta vocal desenrollaba su brote en el césped detrás del arco, y nada.
El azul y el blanco estallándose por todas partes y un dos contrario mirando como se le rompían las ilusiones, finalmente.

—Y cuando vas, vas... derecho, decidido, lleno de aire y de fierros y de piedras y de postes y de vagones de tren y de paredones en los codos y de locomotoras en las rodillas, ¿entendiste? Vas, ¡vas Juan! Gritás y vas... y no hay muralla china que te pare el salto, la voz, el cuerpo levantando vuelo, vas... ¿entendiste? Nada de dudar, de quedarte parado, de clavarte a la raya, de mirar para otro lado, de pensar que ya está, que bueno, es una desgracia... ¡no!
Vas con las bolas como un ejército de kamikazes y no te importa que hay adelante. Grito ¡y voy carajo!, y arriba, bien arriba, lo más arriba posible, atenazo y vuelvo a la tierra. ¡Y suelto el aire mientras la abrazo a esa preciosura que es tu amor de toda la vida! Entendiste... Y miro alrededor... y que me vean: con esa luna en mi pecho y la boca llegándole al beso. ¿Tá claro?


Alguien se animó a pensar lo contrario. ¡Vaya a saber! Un gil de lechería, un loco, algún pelmazo que de fútbol nada... porque se agarraba la cabeza mientras no pasaba ni una.
Y el Viejo que comenzaba a hacer sonar la cajita de chicles para que los muchachos agudizaran la oreja y el cascabel de los botines del Cóndor saliendo a pique por la raya para campo contrario.

—Y una vez arriba, Juancito, ¡atento siempre!
¡Ojos bien abiertos en la altura pibe!
Desde allá arriba, desde las alturas celestes, como la camiseta que se pone tu corazón cada fin de semana, se ve mejor toda la cancha, se ve mejor el estadio entero, y la ciudad, y ¡el país si te lo proponés!
Pero a vos te interesa solamente el campo contrario, entendiste. Nada de filosofar mientras estás allá arriba, nada de eso: ojos bien abiertos; aire en los pulmones, tenazas apretando la luna en lo más alto, lejos de cualquier cabeza mortal, y la mirada Juan, la mirada larga y ancha y profunda, como la del águila, viéndolo todo, hasta advertir el pique del siete o del once, la soledad llena de urgencias del nueve que sale, la orfandad del último zaguero contrario dudando entre las vías aceradas del wing izquierdo o la puntada certera del diez cabeza levantada.
Eso, ahí, ¡ese es el secreto Juan! En la altura, allá arriba, atenazando, ya viste todo... y estás cayendo recién, ¡y ya viste todo! Como un Dios que ha descolgado la luna para que alguien se emocione allá abajo.


Un cronista deportivo pela un caramelo mientras le sonríe a la reportera del canal con acento centroamericano, que le devuelve un guiño de ojo azul como la altura en donde quedó un desgarrado hueco de pelota abrazada por dos alas implacables.
Alguien vuelve sobre el tema recurrente: está para el seleccionado. Y vuelta la polémica en el patio o en el living. En la boletería del Club no queda nadie.

Hay una cancha de puertas abiertas desde los veinte del segundo tiempo.

—Sabés qué pasa Juan Carlos... es ese el momento... el botón de muestra, entendés... si allí te clavás los botines al pasto, si allí te chocás contra tus compañeros, si allí cualquier fulano con la camiseta contraria te pisa los cordones o te puede en el salto, ¡cagaste hermano!
Pero en serio te digo: ¡cagaste con todas las letras!
Si no podés una de esas pelotas, no tenés patria chica, sos nadie en un terreno de prestado, y ahí ni una prefabricada levantás, ¡que vendrán a sacarte a patadas en el culo! ¿Entendiste? Es tu patria chica, carajo, mandás vos. ¡Nadie, pero nadie te puede ahí!
Sí, ya sé, no tomés de ejemplo la patria grande, ni la mediana, no... la verdadera patria siempre es otra cosa que se llena de huevos, de honra, de ética, de hombría, de solidaridad, de codo a codo, de vergüenza ajena, de valentía, de heroicidad, de sueños, de victoria... entendés... por eso haceme caso, vos pensá que es tu patria chica y listo, nadie la toca, ni se te ocurra aflojarle un centímetro... ni un milímetro a nadie...¿entendiste?
¡Mandás vos de punta a punta!
Y te sobra paño para embanderarla con tus colores... ¿entendiste?


La barra brava parece una quinceañera cada vez que sube el Juanca a las alturas... es tan lindo verlo que hasta el bosque larga a pasear aromas salvajes entre aullidos enamorados.
¿Quién puede decirle algo al Pibe? Si es ídolo, salvador, fuente de energía para todo el equipo, seguridad y más... ejemplo para las generaciones futuras. Prócer. Modelo de la estatua propia en los jardines del estadio.

Pero a él no le importa pensar en semejantes cosas.
Está en lo alto, echándole ojo a toda la cancha, preparando músculos de brazo derecho para el momento en que aterrice con sorpresa, con todo pensado, con el grito de ¡andá Cóndor! ¡Corréla carajo!

—Y te digo algo más: Ninguna canchereada con nadie, ¿entendiste? Siempre así, humildón, que sos un buen tipo, un tipazo, para andar refregándole ese don maravilloso que tenés, en la cara de los delanteros contrarios... vos... en la tuya, sencillito.

Y mucha agua, ¿entendiste? Mucha agua, mucho laburo, concentración, imaginación a full, pero a full en serio... y atento como si tuvieras que saltar en cualquier momento sobre la otra punta del arco. ¿Tá claro?

Vos en tu patria chica con tu piba enamorada y listo.

Y te veo y me acuerdo de aquel sablazo de uno de Rafaela que te rebotó en el pecho como si por primera vez en la vida te hiciera un desplante en público. Y el principio del fin para un partido que estaba recontraganado. Pero es así, ¿no? El fútbol es así. Esa maravilla de lo imprevisto. Ya está, tragamos saliva, miramos para otro lado, nos reímos por hacer algo nomás. Y de pronto vos hablándole a un gil a cuadros de micrófono en mano que se le pasa hablando boludeces de muchos, menos de un par que ya se sabe... y escucho que decís que la culpa fue tuya...y lo miro a Martín que está a mi lado y decimos: ¡Daaale! qué querés... y encima el Maestro ¡que es maestro, no milagrero! Porque, sabés, se te perdona cualquier cosa... si se te nota en los ojos ese amor que andás repartiendo en la patria chica. No es joda, che.

Mirá que el Buzo no le va a cualquiera... sabías, ¿no? Aunque se pare delante de los tres maderos del Estadio que sea, no es para cualquiera el Buzo... ya se sabe... todos lo sabemos.

Los tapones se hunden apenas en el césped y sale el latigazo a la punta y el grito que despeina al banco de suplentes: ¡Corréla carajo! Y el Cóndor que la corre, porque si no después se le arma la podrida con él y con el Maestro y con nosotros y todo el mundo, claro.
¡Y es vivo este Uno, ché! ¡Qué vivo que es! Todavía en el aire habilita al compañero mejor posicionado. Es seguro, arriba, abajo, tiene personalidad, pisa fuerte, es vivo... ¿quién me dice que no está para la Mayor? Y el partido que se termina.
Y la historia de toda una vida en la patria chica, que en cada pelota se cruza como una película que nunca termina de pasar ni de rodarse.

Y que ahora, en este preciso ahora de ahorita mismo, puede salir disparada a cualquier sitio del tiempo infinito. Porque a pesar de lo que le haya dicho el Flaco alguna vez, para él, para El Uno, el tiempo es infinito.

Mirá si será infinito... que en una simple descolgada de centro a la olla se cruzan tantas cosas, tantos recuerdos imborrables, tanta escuela desde los primeros años en donde el soplo de las revelaciones comienza a llenar los pulmones de íntima mística.
Mirá vos si fuera una de esas pelotas cruzadas, al otro palo, que desde afuera del área comienzan a tomar vuelo con destino de ángulo inalcanzable. Esas pelotas cuya trayectoria ingobernable marca un tiempo que se le mete a uno en el pecho milímetro a milímetro, y todo el salto del mundo, a veces no alcanza para llegarles con el manotazo imbatible... pero sí alcanza, porque al final, en ese tramo final de no sé, ¿medio metro, más o menos? resulta que llega un envión desde el fondo del tiempo que alarga un dedo o achica el arco o pincha la pelota o resulta que al guante le nace un campo antigravitatorio alrededor que termina rompiendo el equilibrio de los cuerpos celestes...

¡Si lo sabrá este arquerito de la 96, de rulitos y pose canchera en la medialuna, que se llama Gonzalo, a veces Martín, el pelilargo de catorce y a full con los mejores sueños, mientras busca club como patria definitiva!
Cosas de arqueros, nomás... íntimas revelaciones, que se dice.

(Mi agradecimiento a Gabriel Impaglione, escritor y periodista argentino, radicado en Italia, desde donde dirige la excelente publicación Isla Negra)

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Los mellizos Barros Schelotto son unos fracasados, nacieron para perder.

(JOSÉ LUIS CHILAVERT, en alusión a los, por entonces, jugadores de Gimnasia y Esgrima La Plata)

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