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Carlos Salvador Bilardo, quien como director técnico del seleccionado Argentino de fútbol consiguió una Copa del Mundo en México 86 y un subcampeonato en Italia 90, siempre se caracterizó por ser un entrenador minucioso que "estaba en todas", y que no pasaba detalle por alto ni dejaba circunstancia librada al azar.
Como muestra bien puede destacarse una actitud que el discutido técnico tuvo poco después que la Argentina igualara en dos tantos con Ecuador, como visitante, por la Copa América de 1983. Ese año el campeonato de selecciones sudamericanas se desarrollo por zonas y con partidos de "ida y vuelta" y no en un país que oficiara de sede, tal como aconteció en las últimas ediciones.
Tras el empate, Bilardo devolvió a la firma "Le Coq Sportif" -por ese entonces proveedora de la ropa deportiva de la selección- todos los pantaloncitos designados para el primer equipo, y pidió que se los cambiara por otros que poseyeran un bolsillo en la parte posterior.
"Quiero que cada jugador lleve allí dos o tres rodajas de limón" -se justificó el entrenador ante la prensa-, "cuando jugamos en Quito no tenían bolsillos, y Miguel Ángel Russo llevó pedazos de limones en dos bolsitas plásticas, que colocó junto a uno de los postes de Nery Pumpido y al lado del banderín de la media cancha".
Claro que el mediocampista albiceleste no contó con la "viveza" de los chicos alcanzapelotas, quienes desde el anonimato aportaron lo suyo para colaborar con el combinado nacional y, de paso, disfrutar de unos ricos y refrescantes trozos de cítricos.
"Cuando la altura empezó a secar las gargantas -prosiguió Bilardo-, todos pedían un pedazo de limón y no había más. Eso no volverá a pasar si tenemos bolsillos en los pantaloncitos".
Cabe destacar que en su primera época al frente de la selección Bilardo aún no contaba con los prácticos servicios del polifuncional masajista Miguel Di Lorenzo, popularmente conocido como "Galíndez".

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El domingo 31 de Mayo de 1931 fue un día muy particular para la historia del fútbol argentino. Es que en esa tarde, además de ser muy fría, se disputaba la primera fecha de nuestro campeonato de fútbol profesional.
En esa primera jornada, donde las crónicas de la época señalan que los estadios estuvieron colmados de público, se dieron los siguientes resultados:
Atlanta 0 - River Plate 1
San Lorenzo 4 - Tigre 2
Boca Juniors 0 - Chacarita Juniors 0
Platense 1 - Vélez Sársfield 0
Quilmes 0 - Huracán 4
Ferrocarril Oeste 2 - Argentinos Juniors 0
Lanús 1 - Gimnasia y Esgrima La Plata 2
Los dos partidos restantes, dejaron tema para la historia. Es que Estudiantes de La Plata le ganó a Talleres de Remedios de Escalada por 3 a 0 y allí el platense Alberto Zozaya convirtió el primer gol de la “era profesional” de la Argentina, quedando como un hito histórico que resaltan los estadígrafos.
El otro cotejo de importancia se dio en el primer clásico barrial que disputaron Racing Club e Independiente (el partido no se jugó ese día, porque fue postergado) y allí la “Academia” dio exhibición y se quedó con un triunfo por demás categórico: 4 a 1. El primer campeón de nuestra era profesional fue Boca Juniors (foto).

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Uno de los grandes goleadores de la historia del fútbol argentino fue el cordobés Manuel Pelegrina, quien se consagrara en Estudiantes de La Plata, logrando 221 conquistas.
Se inició a mediados de la década del '30 en el club Lavalle de Córdoba, destacándose por su poderoso remate de zurda. Sus actuaciones lo llevaron a integrar al seleccionado provincial.
Rosario Central se mostró interesado a incorporarlo a su plantel, pero los dirigentes de Estudiantes de La Plata les ganaron la iniciativa y se lo llevaron a ‘la ciudad de las diagonales’.
Pelegrina llegó a Estudiantes en 1938 para sustituir al legendario Enrique Guayta.
A partir de 1942, Peregrina integró una delantera que entusiasmó a los hinchas ‘pincharratas’. Gagliardo, Negri, Infante, De Sagastizábal (en 1945 se incorporó Arbios y más tarde Antonio) y Pelegrina.
Sus goles provocaron gran interés en los directivos de San Lorenzo, pero en Estudiantes quisieron conservarlo en el equipo.
En 1953 pasó a Huracán, donde convirtió 10 goles, llegando al final de su trayectoria con un total de 231 tantos. Volvió a Estudiantes en 1955, finalizando al año siguiente su exitosa campaña en Primera División.

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Ustedes hablan del hijo... el padre jugaba diez veces más. ¡Ese sí era un fenómeno! No le podías dar un metro. Jugaba de puntero, enganchaba para adentro y ¡chau! El hijo no tiene nada que ver con el padre.

(JUAN MARTÍN MUJICA, ex jugador de Nacional de Montevideo, recordando en 'Ovación digital' del 24/06/09 sus duelos con Estudiantes de La Plata por Copa Libertadores de América a fines de la década del 60 y en particular a Juan Ramón Verón, padre de Sebastián)

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Para Bilardo (Jonathan Soriano - España)


Traicionar la belleza del lunfardo,
con la hartura del simple aburrimiento,
es mentir a los pibes con el cuento
de Clemente y Capello, de Bilardo.

Colocar los porteros a resguardo,
y perder los balones en el viento,
es cerrarle cerrojos al talento,
y ensuciar el escudo del tabardo.

Son las mentes cuadradas sin Redondo,
las que abrancan grilletes en las botas,
y silencian los poetas de Macondo.

El pensar un rival en la pelota,
apoliya a la Doce, que en el fondo
de las gradas, se añapa en la derrota.

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En la final del Metropolitano de 1968, San Lorenzo le ganó a Estudiantes de La Plata 2-1 en el Estadio Monumental.
Tras el partido, el plantel 'Pincha' aplaudió a sus rivales, justos ganadores. Mientras todos piensan que fue un acto de Fair Play, Oscar "Cacho" Malbernat cuenta la verdad: "el 'Gallego' Rosl, el 3 de San Lorenzo, era hincha del 'Lobo' y tenía la camiseta de Gimnasia y Esgrima de La Plata puesta abajo. Para que no la mostrase, lo primereamos con los aplausos. Y ya no daba para cargarnos".

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Bilardo es como Berisso; está detrás de la plata.

(DIEGO MARADONA, "atendiendo" a Carlos Bilardo y haciendo alusión a la localidad cercana a la capital de la Provincia de Buenos Aires)

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"¡Esos sí que eran partidos! No había respiro y pasaba de todo. Adentro y afuera de la cancha. Eran partidos cerrados. Ellos (los de Estudiantes) nos habían ganado 1 a 0 en La Plata y nosotros acá 1 a 0, cuando tuve la suerte de marcar aquel gol. Con ese triunfo nos fuimos al desempate en Lima. Fue lo más lindo porque estaban agrandados", dice. Y agrega: "en Los Céspedes se leía El País y allí vemos, ‘qué lindo es darle la vuelta en la cara’. ¡Era Pachamé el que había declarado en el aeropuerto que nos venían a ganar! Después, cuando les ganamos, lo esperé en el medio de la cancha. Le toqué el hombro y le dije: 'Pacha... dale... da la vuelta olímpica que yo te aplaudo. Me mandó a la puta que lo parió... (se ríe) y le dije... mirá que si no diste la vuelta acá, no la das más’. ¡Y no la dio! Les ganamos flor de partido en Lima. Manga sacó cada pelota... si nos hubiesen hecho un gol, nos ganaban. En aquella época, hacías un gol y la pelota desaparecía. Faltaban cincuenta minutos y terminabas jugando diez, se las quedaban los suplentes o la tiraban a la tribuna, era bravísimo ganar.
Estaba muy bien armado Nacional. Jugamos trece partidos y sólo recibimos cuatro goles ¡uno solo de cancha!, el que nos hizo Romero en La Plata. Después fueron dos goles de penal y uno en contra de Ancheta. Hicimos 27 goles, era flor de cuadro".

(JUAN MASNIK, ex jugador de Nacional de Montevideo, recordando sus duelos con Estudiantes de La Plata por Copa Libertadores de América a fines de la década del 60, tomado de 'Ovación digital' del 24/06/09)

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La mujer es como un jugador: si no quiere en determinada posición, no hay que insistirle.

(CARLOS BILARDO, ex jugador y entrenador argentino)

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El joven que estudia tiene muchas más posibilidades de jugar al fútbol que el que no estudia, porque desarrolla más la inteligencia. Hoy hay muchos jugadores que no pueden jugar porque no piensan, y si no se piensa hoy en día con toda la táctica que hay, es imposible.

(JUAN RAMÓN VERÓN, ex jugador de Estudiantes de La Plata y padre de Juan Sebastián)

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¿Si hubo fútbol en Manchester? Tal vez no. Pero, de todos modos, en Manchester preocupaba poco. Lo que importaba realmente era esto: llegar a la vuelta triunfal frente a tribunas que seguían gritando: ¡animals, animals!

(OSVALDO ARDIZZONE, periodista argentino, en revista “El Gráfico” tras la Intercontinental de 1968 ganada por Estudiantes de La Plata con gol de Juan Ramón Verón -foto-)

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Lamentable papel cumplió Estudiantes de La Plata en Noviembre de 2000, cuando hizo una minigira por Costa Rica que le reportó algo de dinero y una vergüenza deportiva más grande que la mismísima ciudad de las diagonales.
De entrada, los dirigentes que habían acordado un amistoso con la selección tica, olvidaron decirle a los organizadores que no viajarían los mejores jugadores del Pincha, sino que lo harían aquellos que no eran tenidos en cuenta por el técnico y varios juveniles de la Reserva.
Con el lógico fastidio del periodismo local, el 'León' dirigido por Juan Ramón Verón afrontó el compromiso con lo que pudo, pero no alcanzó la medida mínima de dignidad.
Con tantos de Fonseca (3), Sunsing (2) y Bryce, el combinado centroamericano se impuso por 6 a 1 ante los argentinos, que llegaron al gol a traves de Acciari.
Los medios fueron durísimos con el elenco de La Plata, destacando su falta de preparación. “Los tricolores hicieron tiro al blanco ante Estudiantes, al que enviaron a Sudamérica con seis recuerdos” afirmó el periódico 'La República'.
Como si fuera poco, a raíz del resultado catastrófico la delegación del Pincha tomó la decisión de suspender otro partido acordado de palabra ante un club local, el Santos de Guapiles y se volvió antes de tiempo... para seguir haciendo papelones.
En un primer momento, el Diario 'Hoy' había publicado la crónica del match, con una formación de Estudiantes que no demostraba nada raro, más allá de la escasa presencia de suplentes: Evangelisti, Juan Fernández, J.J. Lezica, Menghini, Baratteri; Bezombe, Acciari, Cejas; Fúriga, Simone y Piersimone (Pablo Figueredo, Lucas Nardi y Ricardo Pérez en el banco).
Sin embargo, un día más tarde saltó la ficha de un dato para nada menor. Algunos problemas en la documentación de Figueredo y Pérez, retrasó la llegada de ambos a Costa Rica e inexplicablemente el que comenzó atajando para el equipo albirrojo fue... ¡el portero costarricense Miguel Mena! Sí, aunque cueste asimilarlo, al Pincha le hicieron los 3 primeros goles con un rival en el arco propio. Figueredo llegó justo para el comienzo del segundo tiempo y se comió los restantes.

(tomado del portal "Taringa")

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Cuando Estudiantes de La Plata consiguió su primer título, el de Campeón Metropolitano de 1967, uno de los más alegres en el vestuario era un sacerdote, el Padre Tiscornia. Era una especie de asesor espiritual del plantel pero, en realidad, se trataba de un hincha fanático encubierto.
En medio del júbilo lo interrumpió la televisión. “¿Rezó mucho para que ganara Estudiantes, Padre?”, le preguntó el cronista. "Muchísimo, siempre rezo para que le vaya bien a los muchachos". "¿Y le parece justo mezclar el fútbol con la religión?", le repreguntó ahora con un tomo más duro. "Por supuesto hijo, absolutamente, -remarcó con énfasis el sacerdote- ya lo dice el refrán: A Dios rogando y con el mazo dando".

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En una nota en la que repasaba su vida, el boxeador argentino José Menno, que fue campeón sudamericano de la categoría medio pesado a fines de la década del sesenta, recordaba su pasión por el fútbol: “Yo no era malo, era bravo. Si me buscaban, me encontraban fácil. De chico fuí a la cancha, soy hincha de Estudiantes de La Plata, y siempre me hice respetar en la tribuna. Era otra época, sin droga ni armas en el fútbol y yo tenía un lomo bárbaro”.
En la misma nota, cuenta la pelea donde más lo habían golpeado: “¡Vaya si lo recuerdo!, pero no fue sobre un ring sino en una cancha de fútbol: Le cuento, yo era de La Plata y soy ‘pincha’ de toda la vida. Se venía la final de la Copa Libertadores contra Peñarol, en 1970, y el clima estaba muy pesado.
Para colmo, el segundo partido, el decisivo, debía jugarse en Montevideo. Cuando llegó el momento, los dirigentes del club pensaron que sería conveniente garantizar, con mi presencia en el micro y en el vestuario, la seguridad de los jugadores. Yo acepté encantado, porque iba a vivir el partido de adentro, como lo soñaba de chico. Pero alguien le avisó a los uruguayos. Cuando bajé del micro había seis negritos esperándome. Los seis eran boxeadores. Cuando los reconocí, apenas pude atajar la primera piña. ¡Nunca me pegaron tanto en toda mi vida!”.

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Porteño y de Estudiantes (Humberto Costantini - Argentina)


Uno vivió humillado y ofendido,
se sintió negro, paria,
risible minoría
adventista, croata
o bicho raro.

Uno aguantó silencios,
miradas bocayunior,
sonrisas riverplei y
condolencias.

Uno sufrió, mintió,
dijo no es nada,
se congeló el amor en un descenso,
honestamente quiso sacudir su carga.

Uno debió explicar con voz de tío
que había una vez un Lauri,
y había un Guaita,
y había una delantera,
y había un sueño dragón y una princesa,
y había un rey Estudiantes de La Plata.

Uno dejó colgada durante veinte años
la foto de Zozaya,
porque sí, porque bueno, por costumbre,
porque le daba no se qué sacarla.

Y un día la sacó
como se sacan
los relojes viejos,
el diploma de sexto
o las nostalgias
(estaba desteñida y amarilla,
y en la pared quedó como una marca
o un fantasma).

Uno se fue,
se rechifló del fútbol,
por despecho
se volvió criticón y sociológico;
se dedicó al latín, al mus, a la política,
al ajedrez, al sánscrito, a la siesta,
a la literatura, o a Beethoven,
o simplemente a nada.

Y se indignó
y habló del opio de los pueblos,
y la revolución
que se vacía en el vicio de las canchas.

Y aguantó como un hombre,
y vio a su hijo
colgar la foto de Rattin
(justo en aquella marca)
y lo vio bostezar
de tanto cuento viejo y tanto Lauri,
tanta caperucita y príncipe encantado
y tanto rey Estudiantes de La Plata.

Uno vivió humillado y ofendido
se sintió negro, paria
risible minoría
adventista o croata.

Entonces
¿se dan cuenta
por qué ando así
bastante bien últimamente
con sonrisa de obispo
y con dos alas?

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Antes del partido revancha de la Intercontinental de 1968, entre Estudiantes de La Plata y Manchester United, el lateral izquierdo pincharrata, Hugo “Tato” Medina, consiguió una foto de George Best, a quien debía marcar a fuego y acero en el “Día D”.
Cada noche, antes de acostarse, ya instalado en el hotel de la ciudad inglesa, miraba la fotografía del hábil jugador Best y le prometía, por lo menos, una patada en la cabeza. Se lo prometía incluso a sí mismo. Se lo juramentaba más bien.
El gol de la bruja Verón a los ocho minutos de juego (foto) empezó a marcar el termómetro de lo que iba a pasar, y a pudrir toda respetuosa relación entre los equipos adentro de la cancha.
El DT Osvaldo Zubeldía solo tuvo que hacer un gesto casi inadvertido para que sus muchachos desplegaran todo su repertorio de trampas, embustes, mal intenciones, y actitudes al límite del reglamento. Se hacía tiempo, se cargaba a los rivales, se tomaba el pelo a los espectadores, y se insultaba derecho viejo a los más habilidosos, tratando de anularlos anímicamente. Jugar un partido con el Estudiantes de fines de los sesenta era como jugar al cuarto oscuro, pero con la habitación repleta de pervertidos, melindrosos, y ninguna señorita linda. Además, claro está, si fallaba todo el arsenal de intimidación psicológica y moral, la enmienda al fracaso era la patada artera y descalificadora. Casi con precisión de cirujano.
El duelo entre el “Tato” Medina y George Best (éste un tipo hábil pero también díscolo y malhumorado) alcanzó su pico máximo a los 43 minutos del segundo tiempo. Cuando el árbitro yugoslavo Zecevic los mandó a los dos para las duchas. Habían pasado 88 minutos de agresiones verbales y físicas de toda laya.
Cuando terminó el partido, y se desató la locura de los dirigidos por Zubeldía, la policía inglesa tenía otros planes para el marcador de punta siniestro.
Mientras todo era festejo y matraca en el vestuario visitante, alguien se acercó a Medina y le dijo que la cosa iba en serio, que la cana estaba esperándolo a la salida para detenerlo. Dice el jugador platense: “No encontraba forma de zafar de aquella situación porque había solamente una puerta para salir. Entonces Carlos Bilardo sacó de un bolso una peluca y un habano y me los dio. Me puse todo eso encima, incluso unos anteojos, y salí de allí pidiendo permiso entre los policías, que me dejaron pasar mientras seguían mirando hacia adentro. No sé cómo se arregló el asunto después, pero yo me fui”.

(extraido de la página “En la tribuna”)

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Me reventaban el frente a piedrazos hasta que me avivé: antes de cada Mundial ponía el cartel “SE VENDE” y, más tarde, ya con todos los partidos encima, le agregaba otro de “VENDIDO”.
Igual cuando perdimos contra Camerún, en Italia ´90, nos tiraron de todo.

(CARLOS BILARDO, recordando lo que ocurría con la casa que tiene en el Bajo Flores cuando era entrenador del seleccionado nacional)

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Durante una concentración, cuando era entrenador de Estudiantes de La Plata, mientras miraba un partido por televisión escuché que desde otra habitación gritaron como locos ¡goool!
Fui corriendo a ver porque pensé que también se transmitía otro encuentro; pero cuando entré vi que ¡estaban jugando a los video games con la Play Station mientras se disputaba un partido del campeonato argentino!
Además, para colmo de males, cuando ingresé Marcelo Carrusca se distrajo mirándome y le metieron un gol. ¡Ay nene, en la cancha siempre te pasa lo mismo!, le dije.

(CARLOS BILARDO, ex futbolista y entrenador argentino)

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La Copa Libertadores, a su vez, entraba en su fase crítica histórica. Llovían reclamos de todos los medios acerca de la brutalidad criminal que imperaba en el torneo continental. Y Estudiantes, que seguía para 1970 en la cumbre de la Copa, viajó a Montevideo para chocar en el partido revancha ante los mirasoles de Peñarol. Y chocar es una buena forma de definirlo, sin eufemismos de por medio.
El partido de ida había sido para los de La Plata por uno a cero. Los platenses buscaban su tercera copa consecutiva, cosa que lograrían al empatar en cero en la capital uruguaya.
El ex jugador de Estudiantes "Tato" Medina recuerda: “Faltaban quince minutos para el final, empatábamos cero a cero, y cuando iba a sacar un lateral, Bilardo me gritó que lo hiciera engranar a "Tito" Gonçalves (foto). Empecé a demorar el saque, me acerqué al uruguayo y lo insulté para que reaccionara ahí mismo. Ni se inmutó. Me miró fijamente y me dijo ‘cuando termine el partido te vas a acordar de mí’. Pasaron los minutos, llegó el final y salí corriendo para celebrar con mis compañeros la tercera Libertadores seguida que ganaba Estudiantes.
De repente, sentí que me agarraban del cuello y me pegaban en la trucha. No recuerdo nada más. Cuando me desperté, estaba en mi cama, en el hotel, con una bolsa de hielo en el melón para achicar los chichones. Durante los diez días siguientes, mi única alimentación fueron líquidos que tomaba con una pajita. Recién entonces comprendí por qué le habían hecho fama de caudillo a Tito Gonçalves”.

(tomado de la página “En la tribuna”)

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Con Estudiantes de La Plata nunca pudimos salir campeones porque, como la mayoría de los equipos, jugábamos con once, mientras que algunos lo hacían con catorce: los jugadores, el árbitro y los líneas.

(RICARDO INFANTE, ex futbolista argentino, emblema y segundo goleador histórico de Estudiantes de La Plata en donde jugó de 1942 a 1952 y de 1957 a 1960)

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