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El hincha de Almirante Brown (Carlos Correa - Argentina)


¿Hay algo más pasional e irracional que el hincha de fútbol? No, seguro que no. Y sino, mírese al espejo, entrecierre los ojos y recuerde. Rememore todas las veces que fue a la cancha y no cuando el equipo hacía una buena campaña, sino cuando jugaba por nada, en una tarde donde el frío calaba los huesos o el sol derretía los sesos. O cuando decidió ir a alentarlo a aquella canchita de los suburbios del conurbano, donde había que cruzar una vía muerta, saltar el alambrado, esquivar en puntas de pie el barro de la cuneta y hacerse el distraído cuando acechaban los perros.
Después, a sacar religiosamente el boleto de ingreso, bancarse la requisa de la yuta, subirse a los tablones y gritar hasta el desmayo.
¿Acaso no se identifica con esta figura? ¿Acaso ese no es o fue usted?
Es que si es hincha de un club del ascenso no hay espacio para los renunciamientos. Uno va solo, nadie lo lleva, garpa la entrada y sólo quiere que el equipo gane, que el pito no lo bombee, que el jugador deje todo y si su cuadro pierde, jura no volver nunca más… Pero al otro sábado estará otra vez al pie del cañón.
Ese es el hincha del ascenso. Ese es el verdadero hincha aurinegro, el que va a todos lados sin pedir nada a cambio, el que es totalmente anónimo y genuino. El que estará en las buenas y en las malas, con esa pasión única que hace emocionar hasta el más duro.

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