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Willington Ortiz (Colombia)


Considerado uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol colombiano, Willington Ortiz nació en Tumaco (Nariño) el 26 de Marzo de 1952.
De pequeño, y fiel al mandato del fútbol tumaqueño destaca por su habilidad para proteger el balón y su velocidad, cualidades que hacen que con 17 años, en 1969, integre la selección juvenil de su departamento.
Tiempo más tarde es observado en un amistoso por Jaime Arroyave quien lo lleva a filas del Millonarios.

Millonarios (1971 - 1979)

Previo paso por las divisiones inferiores de esa institución, debuta en el segundo tiempo de un amistoso entre el cuadro embajador y el Internacional de Porto Alegre, Willington sería tenido en cuenta y haría su debut como profesional, nada más y nada menos que anotando el gol del triunfo.
Sus 1.69 metros de estatura, eran compensados y superados por las notables habilidades que poseía. Gambeta, velocidad, precisión, visión del campo y por supuesto el gol, destacaban Willington entre sus compañeros, por ese entonces albiazules.
En Millonarios lograría dos campeonatos locales: 1972 y 1978; el primero de la mano del también reconocido director técnico Gabriel Ochoa Uribe y de Pedro Dellacha en el segundo. Con Millonarios en 1972 tres jugadores se destacaron por su rendimiento e integraron la tripleta goleadora que se conoció como BOM artífice del título: Willington Ortiz, Alejandro Brand y Jaime Morón. Con los Embajadores estaría presente en las Copa Libertadores de América de 1973, 1974, 1976 y 1979.

Deportivo Cali (1980 - 1982)

Para finales del 79, Willington Ortiz dejaría a Millonarios para irse al Deportivo Cali por la suma de 13 millones de pesos, todo un récord para esos tiempos y dejando atrás ofertas de equipos españoles como el Barcelona y Valencia. Ya en la escuadra azucarera, su trayectoria no sería menos importante. En la temporada de 1980, sería el goleador del equipo con 17 tantos.
Su principal figuración vistiendo los colores verde y blanco de Cali, tuvo lugar en el Monumental “Antonio Vespucio Liberti” de Buenos Aires, Argentina. Se jugaba el último partido de la primera fase en la Copa Libertadores de América de 1981, entre el local River Plate y el equipo colombiano, encuentro que terminaría con victoria para la visita por 2-1 con goles de Capiello y Ortiz, siendo este último el de más grata recordación para los espectadores ya que en la jugada, Willington en velocidad y desde el medio campo, supera en velocidad a José Luis Pavoni, elude a Ubaldo Matildo Fillol, (uno de los mejores arqueros del mundo por esos momentos) y define ante el cierre desesperado de Alberto “Conejo” Tarantini.

América de Cali (1982 - 1989)

En 1982 sería el rival de patio del Deportivo Cali, América de Cali, quien se haría a los servicios del jugador. Con los Diablos Rojos fue tetracampeón consecutivo del Torneo Colombiano en los años 1983, 1984, 1985 y 1986 y además finalista de la Copa Libertadores de América en los años de 1985, 1986, 1987, para finalmente terminar su brillante carrera en el año de 1988.
América de Cali le organizo un partido de despedida el 15 de Marzo de 1989; América invitó al club Nacional de Montevideo. Los Diablos Rojos se reforzaron para ese partido con el arquero argentino Hugo Orlando Gatti, Norberto "Beto" Alonso y el uruguayo Jorge "Polilla" Da Silva. El día de su despedida el Alcalde de Cali, Carlos Holmes Trujillo, le entregó al “Viejo Willy” la Medalla al Mérito Deportivo “Alberto Galindo Herrera”.

Selección de Colombia (1972 - 1985)

Integró la Selección Colombia a los Juegos Olímpicos de 1972 en Munich, los equipos de las eliminatorias de los campeonatos mundiales de Alemania, Argentina y España, y los de la Copa América de 1975 y 1979.
Con la Selección de Colombia disputó su último partido el 3 de Noviembre de 1985: Colombia 2 / Paraguay 1, en Cali, partido de Eliminatorias a la Copa del Mundo de 1986 (Willington Ortiz anotó uno de los dos goles, el otro lo marco Sergio "Checho" Angulo). Lamentablemente Willington Ortiz jamás logró exhibir su extraordinaria gambeta en un Mundial.

Willington Ortiz, fue elegido por la Revista “Nuevo Estadio” como el mejor jugador de Colombia durante las décadas del 70 y 80. También recibió propuestas de ir a jugar a Argentina, Europa y en Estados Unidos para jugar en el New York Cosmos.
En 1993 participó en la televisión con un papel secundario en la seria colombiana "De pies a cabeza" donde era instructor de una Escuela de Fútbol.
En Marzo del 2002 se lanzó como candidato al Senado de la República, en representación de “Negritudes” obteniendo tiempo más tarde la banca a la cual se postulaba.
En 2005 presenta en el Senado un Proyecto en donde pide “el reconocimiento al derecho a la propiedad colectiva a las comunidades negras que han ocupado tierras baldías en zonas ribereñas de los ríos” en su permanente defensa de los derechos de los ciudadanos de origen afro-colombiano.
Es considerado por FIFA el mejor futbolista de la historia del Fútbol Profesional Colombiano, integra la lista de la IFFHS - 2006 que contiene los 46 mejores jugadores sudamericanos de la historia.
En síntesis, un excelente puntero derecho, veloz, habilidoso, de pique demoledor, con mucha potencia en los hombros y piernas que dejó siempre muy bien parada la exquisita escuela de toque del fútbol cafetero.



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Julio César Romero "Romerito" (Paraguay)


Nacido en Luque, Paraguay, el 28 de Agosto de 1960, Julio César Romero, "Romerito" es sin dudas una de los mejores jugadores que ha dado el fútbol paraguayo.

Inició su carrera, en la que alternó los puestos de extremo derecho y centrodelantero, en la Cuarta Especial del Sportivo Luqueño en 1976.

Romerito abrazó el fútbol ante la insistencia de su padre y luchó contra la tradición de su país de formar zagueros convirtiéndose en un volante de gran habilidad y excelente visión de juego.

Su buena actuación en el Sudamericano Juvenil de 1979, ya consolidado, mostró lo que sería capaz de hacer por el fútbol guaraní, actuación que luego se trasladó a la selección mayor con la que ganó la Copa América, ese mismo año.

Japón lo vio por primera vez cuando llegó con su selección al Mundial Juvenil de 1979, torneo que encumbró a un joven Diego Armando Maradona y que dejó a “Romerito” como segundo goleador del certamen.

En 1980 pasa al Cosmos de Estados Unidos coincidiendo con el primer intento serio de establecer una liga profesional de fútbol en ese país y donde tuviera de compañeros a figuras de la talla de Giorgio Chinaglia, Carlos Alberto, Wim Rijsbergen, Johan Neeskens y Franz Beckenbauer.

Tras tres años en ese incipiente fútbol, marcha luego al Fluminense brasileño en el que, entre 1984 y 1988, ofreció lo mejor de su carrera, proclamándose campeón de la Copa de Brasil en 1984 y recibiendo el Balón de Oro como mejor jugador sudamericano en 1985. Es ídolo indiscutido en el Fluminense y único jugador paraguayo elegido entre los mejores 125 futbolistas por la FIFA.

En 1988 fichó por el Barcelona, avanzada la Liga española y de una forma curiosa. Johan Cruyff, por entonces entrenador barcelonista, solicitó su contratación con urgencia ante la falta de delanteros, y le hizo debutar, apenas había bajado del avión, en el Estadio “Santiago Bernabéu” frente al Real Madrid, siendo este paso por la entidad culé tal vez el mayor fracaso de su carrera. Su desastroso debut ante el Madrid, que provocó todo tipo de burlas por parte de la afición merengue a los azulgrana durante años así como su notoria falta de adaptación al fútbol español, propiciaron su marcha al Puebla mexicano en 1990

En Enero de 1998, con 40 años de edad, regresó a los terrenos de juego tras haber fichado por su antiguo equipo, Sportivo Luqueño, que le viera nacer futbolísticamente, donde deja el fútbol activo para dedicarse de lleno a la vida política.

Tras ser Concejal de la ciudad de Luque de 2001 a 2006 se plantea un futuro en la política e incluso anhela llegar a ser Presidente de Paraguay, puesto por el que seguramente tendrá que competir con otro paraguayo de inmenso temperamento: José Luis Chilavert. El iracundo ex arquero de la selección paraguaya de fútbol que ha expresado muchas veces su intención de postularse como presidente de la República: “Jamás votaría por Chilavert. Necesitamos gente seria y él no es serio. Habla mucho”, señala en tono concluyente Romero.

Confeso admirador del General Alfredo Stroessner (1912-2006), el ex dictador paraguayo que enfrenta la acusación de haber formado en los 70, con Pinochet de Chile y otros militares de la época, parte de la “Operación Cóndor” para perseguir y matar a opositores de esos regímenes: “Después de que Stroessner salió todo se vino abajo. Lo que dicen de él son sólo mentiras”, dice “Romerito” abriendo la polémica en su país.

“Los políticos de nuestro país están destruyendo Paraguay y ya es hora que entremos a trabajar. Yo lo hice como concejal en mi ciudad, Luque, muy cerca a Asunción. Allí estamos en medio de un pueblo orgulloso de sus costumbres, pero que necesita ayuda social para la educación y el combate contra la pobreza”, declaró.

“Quiero educar a los niños en los valores de la vida a través del deporte. Allí debemos comenzar para cambiar el futuro del país. Proyecto torneos de fútbol, vóley, concursos de canto, poesía, dar becas de estudio y hasta fomentar intercambios de niños entre Paraguay y Japón. Hablo de unos 50.000 dólares por única vez porque tenemos capacidad para después autogestionarnos y vivir con nuestros propios recursos”, asegura este ex jugador que vive en el corazón del pueblo paraguayo como futbolista y de quien aguardan ahora, esperanzados, respuestas de este personaje humilde y sencillo con innegable vocación de político.

Trayectoria
* 1977-1980: Sportivo Luqueño (Paraguay)
* 1980-1983: New York Cosmos (USA)
* 1984-1989: Fluminense (Brasil)
* 1989: FC Barcelona (España)
* 1990: Puebla (México)
* 1991: Sportivo Luqueño (Paraguay)
* 1992: Club Olimpia (Paraguay)
* 1995: Deportes La Serena (Chile)
* 1995: Club Cerro Corá (Paraguay)
* 1996- 1998: Sportivo Luqueño (Paraguay)

Títulos
* Campeón de los Estados Unidos: 1980, 1982 (con el New York Cosmos)
* Campeonato Carioca: 1984, 1985 (con Fluminense)
* Campeonato Brasileiro: 1984 (con Fluminense)
* Tournoi Int'l de Paris: 1987 (con Fluminense)
* Torneo República: 1992 (con Olimpia)
* Copa América: 1979 (con Paraguay)

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Roger Milla (La historia se hace bailando)


En 1989, el delantero francés Dominique Rocheteau organizó su despedida con una fiesta que duró tres días con sus noches, e incluyó un encuentro de fútbol junto a las grandes estrellas de Europa. Los conserjes de varios hoteles de París, ocupados por los atractivos del evento, se restregaban las manos al hacer la caja y canjeaban su sueño por horas extras. Los ocupantes de una de esas lujosas habitaciones eran el carnerunos Roger Milla, el argentino Alberto Márcico y un hermano de Milla que se había pegado como lapa al éxito de su doble de cuerpo.
La primera mañana en común entre esos artistas del fútbol de procedencias tan dispares, fue un derroche de coreografía africana que Márcico alcanzó a ver como una sombra cerrada a través de los ojos de quien aún no ha terminado de dormir la mona. "No sé qué hora sería -recuerda el ex delantero de Boca- pero me despertaron unos ruidos, y cuando miré hacia el baño lo veo al negro Milla afeitándose y bailando como si pudiera hacerse una fiesta en cualquier momento y en cualquier lugar. Esa alegría era la misma que tenía para jugar al fútbol, pero no se trataba de indisciplina, como solían asegurar en Europa. El hecho era que cuando jugaba en África tenía reglas sociales más flexibles; salía a bailar la noche antes de los partidos, y eso para él era normal. Cuando llegó a Francia trató de conservar esas costumbres porque se identificaba con eso y no con el rigor del deporte profesional".Roger Milla fue uno de los últimos convocados a la selección de Camerún por su técnico, el francés Jean Vincent, para jugar el Mundial de España 82, luego de la dimisión del yugoslavo Banko Zutic, quien había entrenado al equipo africano desde 1975 tratando de colonizar con las técnicas europeas la plasticidad de sus dirigidos e incorporándoles la idea de que el fútbol es una disciplina de ataque pero también de defensa. A pesar de que Roger Milla -por entonces figura del Bastia francés- había sido el goleador de Camerún durante las eliminatorias, su nuevo técnico le reprochaba su indiferencia cuando no entraba en contacto con la pelota. Como los niños, para Milla no había juego sin instrumento -no había juego sin juguete-, y en esas circunstancias apenas si atendía a los avatares del encuentro, al margen de lo importante que éstas fueran, dando incluso la espalda a situaciones de riesgo que no lo tuvieran como protagonista.
Después de Thomas N' Kono -el arquero que se distinguía con sus pantalones largos en el verano español-, Milla era la otra figura de Camerún, un equipo descompensado en sus líneas pero que intentaba un delicado tratamiento de pelota y despertaba simpatías a su paso debido a la excentricidad de sus miembros y, acaso, al carácter inofensivo de su desempeño. Pero el Mundial de España -donde Camerún no pasó a la segunda ronda pero terminó invicto- no fue la consagración de Milla y sus legendarios leones, sino que habría de ser mucho más tarde, en el Mundial de Italia 90, cuando el fútbol africano se consagraría como una potencia, entrando a los cuartos de final luego de realizar una campaña que lo situó a la altura de las grandes selecciones.

Al compás del tamboril

Roger Albert Milla nació el 20 de Mayo de 1952 en Yaoundé, capital de Camerún, un país entonces desconocido para los argentinos, y que a partir de 1982 se convirtió en una onomatopeya que animaba los bares de Buenos Aires, atentos al desarrollo del Mundial de España. La participación de Milla en el triunfo 2 a 1 contra Marruecos, durante las eliminatorias africanas de 1981, produjo el efecto social de efusiones y un feriado nacional decretado por su Presidente, Ahmadou Ahidjo, quién contrató personalmente al francés Vincent y comenzó a soñar esos sueños de gobiernos en los que un triunfo deportivo termina siendo un triunfo del jefe de Estado.
Jean Vincent abandonó su cargo en el Nantes y viajó a Camerún, donde se topó con una mezcla extraña de virginidad profesional y un desbordante entusiasmo de novatos. "Me encontré con algo realmente desacostumbrado para el profesionalismo -ha dicho Vincent-: un grupo de jugadores que tenían que trabajar para vivir. Como es habitual en estos casos, la mayoría lo hacía en oficinas del Estado, y algunos oficios eran insólitos para un futbolista: había muchachos que hasta trabajaban como guardianes de cárceles. Pero lo que me sorprendió realmente fue el estado físico en el que se encontraban: eran fuertes, veloces, ágiles; y así como eran de tranquilos fuera de la cancha, se transformaban una vez que empezaban a jugar".
Pero Roger Milla ya había oído hablar de las ideas acerca de la perseverancia y la disciplina que intentaba inculcarles Vincent a sus discípulos. A los dieciocho años había abandonado su casa para probar suerte en Francia. Comenzó en el Valenciennes, de la Segunda División, luego pasó al Mónaco y más tarde al Bastía, con el que fue campeón de la liga y uno de los goleadores de su equipo durante la temporada de 1980-81. Fue una de las primeras figuras del deporte africano en conquistar Europa y sacudir con su estilo tribal la estética del festejo futbolero. La televisión no tardó en rendirse ante sus atractivos coreográficos cada vez que convertía un gol, y los franceses comenzaron a entender que, al menos en el fútbol, no todo era pensar y después existir.
El baile de Roger Milla, un festejo que le daba forma a la alegría íntima del goleador, consistía en sostener la mano izquierda en el aire, apoyar la derecha sobre el abdomen (aquellos gestos del bailarín solitario que se ha quedado sin compañera) y mover la cintura como en una sucesión de amagues. Esa imagen que comenzó a dar vueltas por el mundo, restituyó para el fútbol su carácter primitivo de juego humano, como si esas reacciones espontáneas del camerunés les recordaran a los amantes del deporte que, en el fondo, es en las proezas del cuerpo donde empieza y termina su verdad.

Necesidad y urgencia

Los diez millones de cameruneses que ansiaban ver a sus leones depredar las canchas mexicanas en el Mundial 86, debieron conformarse con los escasos recuerdos que les quedaron de España y comenzar a especular con una clasificación sin angustia para Italia 90.
Roger Milla permanecía como figura estelar del fútbol africano, dondequiera que éste fuera nombrado, pero en privado era un convencido de que su momento de gloria no había llegado todavía, al menos no del modo en que lo esperaba. Sin embargo, con treinta y siete años, y aun cuando hubiera necesitado demostrar a sus compatriotas y a la élite del fútbol mundial qué él seguía siendo alguien, decide retirarse en 1989 tras un partido homenaje que su país le brinda en Yaoundé. Luego de un año de tranquilidad, y poco antes de confirmarse el plantel de Camerún que trataría de brillar en Italia 90, el presidente de la pequeña república, Paul Biya, toma el toro por las astas, y ordena a su ministro de Deportes -a través de un decreto donde se invoca "el superior interés de la nación"- que se incorpore a la selección al viejo Roger. El técnico soviético, Valeri Nepomniaschi, acepta sin oposiciones semejante sugerencia y termina sentando a Milla en el banco de suplentes del Giusseppe Meazza de Milán, en el partido inaugural de la Copa del Mundo Italia 90, en el que -todo el mundo lo sabe, pero los argentinos lo saben en detalle- el equipo africano venció por 1 a 0 a la desorientada escuadra del previsor Carlos Salvador Bilardo.
Roger Milla jugó sólo nueve minutos frente a Argentina, pero atemorizó como una sombra del mal a la defensa nacional. Néstor Lorenzo participó de ese encuentro y recuerda a quien ya comenzaban a llamar “el Nono”, como "un jugador muy bien dotado técnicamente y muy alegre para jugar. Tal vez no fuera veloz, pero tenía una manera muy inteligente de utilizar el cuerpo y de aprovechar las jugadas de riesgo". Así como el ex defensor de Boca lo sufrió como rival, también pudo jugar junto al “Nono” en la despedida del arquero inglés Peter Shilton -en 1991, en Londres-, durante un partido en el que se enfrentaron la selección de Inglaterra y el Resto del Mundo. Lorenzo recuerda, además de ese juego acaso sudamericano, el modo en que el carisma de Roger Milla conquistó al público británico, a pesar de que durante esa noche no fue la única estrella de la constelación.

Al banco voy contento

Luego de esas insinuaciones contra Argentina, Milla convirtió dos goles contra Rumania en sólo treinta y dos minutos de juego, y más tarde sacrificó a Colombia con otros dos, transformándose en un implacable goleador de banco y en uno de los máximos exponentes de un juego vistoso al que él mismo llamaba "fútbol champagne". Pero el cenit de su carrera -y de la del fútbol camerunés- lo vivió a lo largo de los ciento veinte minutos de juego intenso que tuvieron lugar en Inglaterra 3-Camerún 2, uno de los trámites más emocionantes en la historia de los Mundiales, en un partido por cuartos de final de Italia 90. El hecho de haber sentido durante algunos momentos que Camerún era el fuerte e Inglaterra el débil, fue una compensación para el goleador, quien percibió el temor de los ingleses y el sabor dulce del triunfo moral a un mismo tiempo.
La idea de Roger Milla, de que "el nombre de Camerún se inscribiera en el mundo", había llegado a buen puerto. Su llegada a la concentración italiana, avalada por los hombres de Estado y el apoyo popular -aunque resistida de algún modo por las nuevas figuras del plantel-, fue acompañada por una frase de Milla que funcionó como la divisa colectiva: "El drama del fútbol no me interesa, pero hagan las cosas en serio por la patria".
Poco más tarde, en Febrero de 1991, volvió a retirarse de la Selección, esta vez en el estadio de Wembley, pero a pesar de su carácter de homenajeado, faltó a la cita. En un encuentro entre Inglaterra y Camerún -tibio remedo de aquel match salvaje-, Milla advirtió que había setenta mil espectadores en las tribunas y, entusiasmado por su capacidad de convocatoria, exigió un cachet de setenta mil dólares adicionales, de lo contrario no saldría a participar de su fiesta. No cobró, volvió a su elegante sport con el que había llegado al aeropuerto de Heathrow, y finalmente triunfó Inglaterra con dos goles de Gary Lineker.
Tres meses después, Roger Milla grabó junto al tenista Yannick Noah un disco de música pop llamado "Negro... ¿y qué?", con un éxito que no habría de alcanzar la trascendencia de sus goles. Pero el fútbol ya no volvió a tentarlo con grandes empresas, excepto para regresarlo como mito viviente al Mundial de Estados Unidos 94 y despedirlo, a los cuarenta y dos años, con un gol frente a Rusia, tras una derrota por 6 a 1 en la que su equipo comenzó a ser llamado -ya sin gracia de por medio- el de "los leones herbívoros”

(nota publicada en revista “Mística” del 22/01/00)

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Miguel Ángel Montuori: El ilustre desconocido


Pasó de la Reserva de Racing a ser campeón y figura en Chile, con la Católica, y en Italia, con la Fiorentina. Hasta fue capitán de la selección azzurra. Un pelotazo en un ojo lo devolvió al anonimato y la miseria.

Severino Varela, el crack de Boca Juniors de los años cuarenta, celebra un nuevo campeonato -el de 1944- emulando la euforia de su público y, en un gesto incomparable de desprendimiento, arroja al aire su boina blanca, el fetiche que lo hizo tan famoso como sus goles. La tapa de fieltro de ese gran cabeceador -y precursor del atleta adornado- gira varias veces y cae en la mano de Miguel Ángel Montuori, un niño rosarino de doce años que vive en Puente Alsina y sueña con heredar, o usurpar, la gloria de sus héroes. Al día siguiente, los diarios de la mañana publican la foto de ese morocho de ojos achinados, tomado a una pierna de Mario Boyé, como el náufrago que ha encontrado su tabla.
Miguel Ángel Montuori, hijo de padre sorrentino, llegó a Buenos Aires a los tres años y construyó su educación sentimental en las calles de La Boca y en las canchas de Primera. No eran las tribunas -el lugar de quienes miran- donde se sentía más cómodo, sino en el césped, a donde ingresaba con sus amigos cuando las bandas tocaban el Himno Nacional y la pandilla sacaba ventaja de la quietud patriótica. Esas intromisiones lo llevaron lejos: Barraza, un rudo zaguero de Independiente, un día lo sacó carpiendo y despertó en Montuori su curiosidad por Racing.
A la Academia llegó una mañana, en zapatillas y pijama, de la mano de Amaro Sande, "el Duchini de aquella época", como recuerda Juan José Pízzuti: "Montuori era chiquito y muy dotado técnicamente. Pero era una época en que Racing tenía jugadores a rolete, varios por puesto, y eso obligaba a muchos futbolistas capaces al éxodo. Aunque tuviera un juego parecido al de Rubén Sosa, no tuvo chances de jugar en Primera. Llegó a la Reserva y se fue a Chile".

El camino de Santiago

En 1953 probó su suerte inconclusa en la Universidad Católica, generando al principio una antipatía en la prensa del fútbol, que veía intrascendencia en sus calesitas sin solución de continuidad. Temeroso del avance a fondo hacia el arco contrario, su aspecto de fenómeno de potrero se fue diluyendo en la falta de productividad y decisión para entrar al área y demostrar allí su valor. Con esos pobres resultados a la vista, la Católica juzgó demasiado alto el precio en que lo había tasado Racing y decidió su regreso a Buenos Aires. Montuori llevó su mano al bolsillo y dejó sobre la mesa de esos mandamases indiferentes un fajo de billetes que era la suma de todos sus ahorros. El escurridizo morocho de Puente Alsina renovó contrato bajo esas circunstancias y se convirtió, durante los meses siguientes, en el hombre gol del equipo. "¿Qué fue lo que le ocurrió a Montuori?", se preguntaban asombrados sus críticos chilenos: "Abrí los ojos", respondía el crack.
La leyenda trasandina cuenta que, al llegar a Santiago, Montuori se enamoró de una chilena, a quien entregó sus energías de atleta, y con quien diseñó grandes planes de futuro. Al bajar el rendimiento en su equipo, comenzaron a naufragar sus afanes familiares, de modo que decidió abocarse al éxito futbolero que habría de atraer a todos los demás, y recuperó su juego hábil y veloz.
Pedro Dellacha, uno de los símbolos del Racing de los años cincuenta, recuerda el estilo extravertido de Montuori: "Era un chico que hacía hacer goles, cosa que para mí es tan importante como hacerlos. Sin embargo, su triunfo en Chile, y después en Italia, no tuvo aquí la repercusión que le hubiera significado hoy. Antes no había tanta prensa. En cambio, ahora, cualquier chico que juega bien un partido, sale en las tapas de todas las revistas".
En Chile, Montuori alcanzó la fama primero, y la consagración deportiva después, como si la ansiedad hubiera alterado el orden en que hubieran debido ir las cosas en su vida. En 1954 se vestía "a lo Gatica", como a él mismo le gustaba decir: chaquetas partidas, pantalón de caña angosta, camisas floreadas y zapatos de "radiopatrulla". Ese estilo estrafalario era el que intentaba llevar -salvando las distancias- al vestuario deportivo, usando la camiseta fuera del pantalón, las medias bajas y empleando esa serie de mañas que hoy la FIFA pena en el jugador de malos hábitos.
Pero las cosas cambiaron de golpe: los dirigentes lo multaban, y con los descuentos de las multas le compraban zapatos negros, camisas blancas y corbatas. La Universidad Católica importó el rigor del entrenador William Burnickell, recomendado de la Federación Inglesa; un ex jugador de selección, ex técnico de Suecia y ex soldado aliado en la Segunda Guerra, que venía de realizar una intrépida estadía por Sudán. Las cosas empezaron a andar derechas, y en el año 1954, la Católica obtuvo el campeonato chileno. Desde allí se lanzó el argentino (que fue chileno para los chilenos, e italiano para los italianos) hacia la Fiorentina, donde ganó un nuevo torneo de liga -el primero logrado por el club viola- en la temporada 1955/56.

Michelángelo

Por su pasado reciente, en Italia lo llamaban "el chilenito". La Fiorentina lo compró en doce millones de liras, un récord para la época, y en apenas una temporada su valor se triplicó, al repetir la eficacia que había logrado en la Católica. Aquel pequeño ejemplar de potrero, criticado tanto tiempo por su amague innecesario, como si el fútbol fuera un juego y no cuestión de vida o muerte, terminó siendo uno de los artilleros del Calcio, aun cuando esas proezas parecieran reservadas a percherones de cien kilos.
A principios de 1956, Miguel Ángel Montuori integra -como una de sus máximas figuras- la selección de Italia que le gana 3 a 0 a Francia en Bolonia. El éxito de esa revelación despertó el asombro y la curiosidad de la prensa argentina, que se embarcó rumbo a Italia a comprobar qué de cierto había alrededor de ese mito que comenzaba a tejerse alrededor del negrito rosarino. Con frialdad de enemigo, una crónica de la época refiere el juego de Montuori en un partido de la Fiorentina: "No lo hallamos en una tarde feliz. Debe jugar mejor que esto. Lo podemos retratar así: jugador con necesidad de mucho campo para maniobrar. No nos parece un jugador excepcional. No parece ser conductor. Panorámicamente aún no tiene profundidad para ver el juego. Siempre arranca para el mismo lado. No nos parece un crack que Argentina dejará escapar sin darse cuenta de que lo era".
El comentario, que lo entierra vivo, habla también de la diferencia atlética y hasta cultural que, por aquel entonces, separaba al fútbol europeo del sudamericano. Montuori había entrado como pieza de una máquina, como parte de un conjunto que funcionaba colectivamente, o no funcionaba. De su imagen de futbolista descarado de potrero sólo le había quedado su caminar desaliñado y poco más. Ese andar sin brillo que señala la observación de El Gráfico era, sin embargo, utilitario a los fines de la selección italiana, donde jugó doce partidos internacionales y lució la cinta de capitán en el último de ellos, en 1960.
Los florentinos lo llamaban Michelángelo, un nombre que, para ellos, implicaba cierto mandato artístico, que Montuori recogió sin resistencia. Entregado a devolver el amor que recibía de sus vecinos, Montuori recorrió galerías de arte y ateliers, aprendió de golpe algunas técnicas del óleo y, finalmente, se convirtió en un pintor de motivos religiosos, con la tenacidad de quien intenta compensar con disciplina su falta de talento. "A mí me llegó una invitación, creo que a fines de los años cincuenta -recuerda Juan José Pizzuti-, donde se me invitaba a una muestra de pinturas de Montuori en Italia. Por ahí la debo tener, todavía...".

Ojos bien cerrados

En la tarde lluviosa del 15 de Abril de 1961, durante un entrenamiento de la Fiorentina, el arquero Sarti pateó hacia el centro del campo y la pelota cayó como una bocha sobre el ojo derecho de Montuori. En la pausa de la práctica, el goleador vio doble, tuvo náuseas y sintió un vértigo que lo llevó de inmediato a una clínica de Padua llena de eminencias. Lo operaron de urgencia y, luego de la intervención, los médicos le diagnosticaron un problema neurológico que no sólo ponía en peligro su carrera deportiva, sino su vista. Montuori -de 30 años- imploró a San Antonio (el de Padua, el preferido de su madre y el de sus pinturas de aficionado), pero el santo -como sucede en todo pacto- le devolvió la vista y lo sacó de las canchas para siempre, sin transición ni manera de encontrar consuelo.
El regreso de Montuori a Sudamérica no fue bueno, ni deseado. Dos años después de ese retiro, alardeó de un retorno a las fuentes en Rosario, y de una oferta de la Universidad Católica para convertirlo en técnico durante cinco años. Una de sus últimas apariciones públicas en la Argentina, a principios de los ochenta, le sirvió para desmentir -la desmentida se había convertido en su trabajo más estable- su pobreza y la depresión que le habría producido el haberse ido del fútbol de aquel modo. "No tendré cien vacas como tiene el Cabezón Sívori -dijo-, pero tengo cincuenta". Y desapareció.
El destino fatal del héroe avergonzado lo fue envolviendo, y su figura, de gestos infantiles e inquietos, fue perdiendo brillo y presencia pública poco a poco. "No sé por dónde andará ahora", dice Pedro Dellacha. Aquellos que lo han frecuentado en su juventud, prefieren no averiguar demasiado. En Santiago de Chile, las noticias no son buenas: el trato indiferente de la Universidad Católica lo alejó aún más de esa oportunidad de regreso que se disolvió en el tiempo, y él mismo se fue apagando. Dicen -dicen- que murió en Santiago hace seis años, y agregan dos detalles que, de estar vivo, ya hubiera desmentido: era pobre y estaba ciego.

(artículo del periodista Juan Becerra publicado en la revista “Mística” del 15/07/00)

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Julio César Dely Valdés (Panamá)


Nacido el 12 de Marzo de 1967 en la ciudad de Colón, hermano menor de Armando Dely Valdés y gemelo con Jorge Dely Valdés su familia ha dejado onda huella en el balompié panameño.
El delantero de 1.87 metros de estatura militó en su tierra natal en las filas del Atlético Colón cuando era apenas un adolescente de 19 años. Luego de pasar al Deportivo Paraguayo del fútbol de ascenso en Argentina en 1987. Julio hizo su incursión en el fútbol profesional cuando en 1988 es fichado por Nacional de Montevideo en Uruguay. Ya su hermano Armando había abierto el sendero en el fútbol sudamericano tras su paso por el balompié argentino con el Argentino Juniors donde en alguna medida había dado a conocer el nombre de Panamá en las competitivas Ligas del Sur.
En Uruguay, Julio se hace con el apodo del "Panagol", nombre con que era vitoreado por los hinchas uruguayos debido a su precisión a la hora de definir.
En Nacional, Julio llegó a jugar con su hermano Jorge, quien fue fichado posteriormente cuando la directiva y equipo técnico del club se dio cuenta la calidad de atacante que tenían en el panameño.
En 1993, año de la trágica muerte de su compatriota Rommel Fernández, Julio es contratado por el Cagliari de la Primera División del fútbol italiano con quien permaneció hasta 1995, cuando pasa a jugar a la liga francesa con el París Saint Germain. Con el Saint Germain jugó hasta el año de 1997 cuando es fichado por el Real Oviedo para así convertirse en el segundo panameño en jugar en el fútbol español.
Con el Oviedo permaneció hasta el año 2000 cuando ingresa a las filas del Málaga ya con 33 años de edad, donde, como era costumbre para Julio, se vuelve titular indiscutible en la delantera y figura del equipo al convertirse en el máximo goleador de toda la historia del equipo.
En su primera temporada con el Málaga, Julio se destacó al convertir tantos de gran factura como el recordado gol ante el Athletic de Bilbao (saliendo de la media cancha, llevándose a cuatro defensas y anotando desde fuera del área), y el "Hat Trick" ante el Valencia colocándose entre los cinco mejores artilleros de esa temporada 2000-2001 con 17 goles.
Julio se describía a sí mismo como el delantero central clásico, excelente en el juego aéreo y bueno con ambas piernas.
Ya en las siguientes temporadas Julio César llevó al Málaga a sus mejores campañas en toda la historia, llegando a jugar la Copa UEFA, hasta entonces desconocida para este equipo, torneo donde el panameño anotó cinco goles y formó una pareja inolvidable junto al uruguayo Darío Silva.
En el 2003 el "Panagol" abandona el Málaga entre una serie de especulaciones sobre el futuro de Julio. El equipo español ofreció una extensión del contrato del panameño, pero con una rebaja del salario. Según las declaraciones de Julio el dinero era lo de menos. Él deseaba jugar al fútbol y ya con 37 años de edad, en Málaga sería muy posiblemente relegado a la banca en la siguiente temporada.
En su momento se habló de todo: Málaga aún lo quería en sus filas; ofertas de otros equipos españoles; ofertas millonarias para jugar en el fútbol de Quatar; una propuesta para regresar al Nacional de Montevideo, e inclusive el panameño habló con la prensa española sobre retirarse definitivamente del fútbol.
Al final, el "Panagol" regresó al equipo que lo pusiera en el firmamento futbolístico y por el cual él mismo ha confesado que siente el más grande cariño debido al tiempo que jugó con ellos. El Nacional de Montevideo le hizo la promesa a Julio de que volvería a jugar con su hermano gemelo, Jorge Dely Valdés. Y así fue.
A pesar que en la práctica pocas veces se encuentran juntos en la cancha, los hermanos Julio y Jorge Dely Valdés se reunieron una vez más en el Nacional de Montevideo.
Con la selección de Panamá Julio ha participado en tres eliminatorias mundialistas al lado de su hermano Jorge, y una compartida con el fenecido Rommel Fernández,siendo uno de los mayores goleadores de la historia y partícipe con dicho equipo de la Copa de Oro de 2005, donde logró el subcampeonato, siendo éste el mayor logro del fútbol panameño hasta la fecha.
Ha participado en las fases de clasificación para la Copa del Mundo desde 1990 hasta 2006, año en que se retira de la práctica activa.
Fue nombrado mejor deportista panameño del siglo XX.
Actualmente es el seleccionador Sub-17 y Sub-20 de Panamá.

Trayectoria

Atletico de Colón (Panamá)
Argentinos Juniors (Argentina) -a prueba-
Deportivo Paraguayo (Argentina)
Nacional (Uruguay)
Cagliari (Italia)
Paris Saint Germain (Francia)
Real Oviedo (España)
Málaga CF (España)
Árabe Unido (Panamá) -retiro oficial-

Títulos

En 1992 ganó el Campeonato Uruguayo de Fútbol con Nacional.
En Europa ganó la Recopa y la Supercopa de Europa con el París Saint-Germain y la Copa Intertoto con el Málaga CF, club en el que es el máximo goleador de su historia.


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Néstor Rossi (Argentina)


Nacido el 10/05/1925 en Capital Federal, este locuaz y temperamental jugador argentino fue poco menos que el “inventor” del puesto de volante central. Dueño y señor de la mitad de la cancha, con su vozarrón gritaba y ordenaba a sus compañeros para pedir la pelota, que después cedía con precisión y al pie en la distribución del juego. Era el puesto clave de toda una época, que tuvo grandes cultores antes pero con él alcanzó la máxima dimensión; recibió el mote de “Patrón de América” en el equipo de “Los Carasucias” del Sudamericano de Lima en 1957.
Pocos jugadores lograron conjugar a lo largo de más de cien años de fútbol argentino las condiciones por las que el “Gritón” (uno de los tantos apodos que llegó a tener en su carrera) es considerado por todos los hinchas que “peinan canas” el más grande exponente de una vieja estirpe en extinción: la de los “números cincos” caudillos, mandones, capaces de convertirse en ejes de sus equipos por juego y despliegue pero también por autoridad sobre compañeros, rivales y hasta árbitros.
De los Juveniles de Acassuso, Carlos Peucelle lo llevó a River en edad de 5º División. Corría el año 1940 y se pago por él la cifra récord de $ 5.000 por un jugador no profesional. Luego del tránsito obligado por las divisiones inferiores de River, tras un paso por Platense, llegó a la Primera de River Plate para ser sostén indiscutido de “La Máquina”. Sus compañeros eran mayores que él, pero tenía la personalidad suficiente para parecer hasta irrespetuoso al gritarles y ordenarlos. Enseguida llegó a la Selección para discutirle el puesto a Ángel Perucca. Campeón con River en el 45 y el 47, participó luego del éxodo a Colombia. Allí vivió otro gran momento de su carrera en el “Ballet Azul” de Millonarios, aquél de Pedernera, Di Stéfano y Báez. Regresó a River y fue el pivote del tricampeonato de 1955/56/57.
Rossi contaba con una gran presencia física, por la que, en un caso totalmente novedoso para su época, llegó a ser modelo de una casa de ropa en Colombia. Pero aquello que realmente lo distinguía y hacía de él un verdadero "cacique" era su temperamento. Ese que derrochaba generosamente en su juego a la hora de trabar fuerte y ganar la mitad de la cancha, a veces con demasiada vehemencia como certifican sus múltiples expulsiones.
Más allá de esa personalidad, históricamente más emparentada con Boca que con River, Rossi era un exquisito a la hora de distribuir la pelota, capaz de colocar un pase “como con un guante” desde 40 metros de distancia o más. En definitiva, un típico producto de aquellas inferiores “millonarias” que, en su época, se cansaban de sacar jugadores con esa impronta que, para el momento en que él apareció en la primera del club en 1945, ya era todo un sello distintivo de los de banda.
En el seleccionado argentino fue protagonista del triunfo del Sudamericano de Lima en 1957 y luego testigo fundamental del desastre del Mundial de Suecia en 1958. Allí, "otro" fútbol superaba su lentitud de movimientos. Era el principio del fin para su carrera; fue a terminarla a Huracán, donde alcanzó a jugar un par de temporadas y también hizo sus primeras armas como director técnico.
En la memoria futbolera queda el recuerdo de su gran físico -era pesado para moverse, pero muy ágil para pensar-, su calidad para manejar la pelota, sus gritos y algunos golpes, producto de su fuerte temperamento, que le valieron expulsiones y persecuciones de los árbitros.
En la Selección Argentina, entre 1947 y 1958, alcanzó a jugar 26 partidos.
Néstor Rossi, falleció el 13 de Junio de 2007 a los 82 años pero, afortunadamente, resumió sus vivencias futbolísticas y una interminable cantidad de anécdotas en el libro autobiográfico “Yo, Pipo”, realizado en la colaboración del periodista Hernán Ceres.

Dijeron de él

Rossi no corría demasiado y tenía movimientos lentos, pero cuando le llegaba la pelota era el único que tenía una jugada pensada y dos alternativas para hacer. Hacía fáciles las cosas.
(JUAN CARLOS MUÑOZ, compañero en la célebre “Máquina” de River Plate)

En mi primera práctica con la selección le hice un caño a “Pipo” Rossi. En el vestuario, todos lo cargaban y yo le pedí perdón. Él me dijo: "No te hagas problema pibe, pero que sea la última vez".
(JOSÉ RAMOS DELGADO, compañero en la Selección Argentina)

Era un fenómeno... Era original porque era un fenómeno. Simplemente era así...
(ALFREDO DI STÉFANO, compañero suyo en River y en Millonarios de Colombia)

Era el que ponía las cosas en su lugar.
(ÁNGEL LABRUNA, compañero suyo en River Plate)

Anécdotas

- En el año 1959, siendo director técnico y jugador a la vez del club Huracán de su Parque Patricios natal, se dirigió al delantero Norberto “Beto” Conde, a quien él había hecho contratar, y tras mirarlo fijo le espetó: "Beto... a vos te llamaban “El goloso del área” ¿qué te pasa acá en Huracán?... ¿te agarró la diabetes?".

- Como entrenador de River en 1974, le dio por mirar un partido ante Atlanta con un solo ojo. Daniel Passarella, aún imberbe, le preguntó por qué hacía esto. "Para que voy a verlo con los dos si no pasamos del medio del campo".

- Héctor Scandoli, un compañero suyo en River, hizo un mal control con el pecho y le dijo: "che, Pájaro, ¿por qué no te ponés un clavo en el pecho?".

- Jugando contra Estudiantes de La Plata en 1954, Federico Vairo, antes de despejar un balón, le avisó: "Tuya, Pipo". El pase se marchó al limbo y Rossi le pidió ayuda: "bueno, ahora tírame la escalera".

- El debut de “Pipo” en Primera División ocurrió el 24 de Junio de 1945, y River Plate enfrentaba al Racing Club de Avellaneda. Rossi tomó la pelota en el mediocampo y avanzó rápidamente hacia el área racinguista cuando se encontró cara a cara con Milone, arquero de Racing. Cuando iba a “fusilarlo”, Solomón, capitán de Racing, lo derribó en el área y Ángel Labruna transformó el penal en gol. Camino del vestuario al finalizar el primer tiempo, “Pipo” le dijo al capitán de la “academia”: "eh, gran capitán, si no me hacés penal ¿qué pasaba?". "Calláte, mocoso insolente", le contestó un muy enojado Solomón.

- Dirigiendo a Huracán, un delantero volvió a cometer el pecado capital del abecedario futbolístico de Rossi: un mal pase. Y claro, nunca se las callaba: "¿A quién se la diste? ¿Al hombre invisible?".

- Cuenta Daniel Passarella, quién debutara en River bajo su dirección técnica en 1974: El Inter programó en los 80 una cena de gala para agasajar a futbolistas que fueron campeones con el club. A Pipo no le gustó la mesa que le habían asignado a Daniel y decidió acomodarse en una que estaba pegada al escenario. En vano fue el enojo del Kaiser. De pronto, un robusto personaje flanqueado por sus guardaespaldas se plantó delante de los argentinos esperando que le liberaran su ubicación. Pero Pipo, sin levantarse, tirado hacia atrás en su silla, miró y dijo: “Sentate Luchito, hacela corta papá, hacete gomía” (amigo). Luciano Pavarotti sonrió y se fue.

- Una desopilante anécdota lo tuvo de protagonista jugando en "Millonarios" de Bogotá, poderoso club de la "Dimayor" colombiana. Tenía compañeros futbolísticamente ilustres, como Adolfo Pedernera, además de Cozzi, Alfredo Di Stéfano, Báez y el uruguayo Pini entre otros.
En aquel "Millonarios" bogotano se divertían como locos dentro de las canchas y fuera de ellas. Una vez “Pipo” había estado de parranda una noche previa a un importante partido, de esas que empiezan apenas caen las primeras sombras de la noche del sábado y terminan al otro día cuando "el carro de la aurora se asoma por los balcones del Oriente".
Como a la hora del partido estaba que no podía con su alma y trazó un plan que recibió la aprobación caballeresca de sus compañeros: "en los primeros minutos hago un foul, el juez me lo cobra, yo le digo "¿qué cobra?" lo insulto de arriba a abajo, él me echa y yo, con el negocio hecho, me voy a dormir y que Dios los ayude".
Para su mal ocurrió que el árbitro se enteró antes del partido lo que tramaba Rossi. Y le jugó una mala pasada: se dejó insultar todo el partido, por lo que nuestro personaje tuvo que trajinar los 90 minutos “echando el bofe” y largando insultos al vacío porque el juez se hacía el burro olímpicamente…

- Después de su paso por Millonarios de Bogotá, Rossi regresó a River Plate en 1955. Venini, que durante la ausencia de Rossi había sido el mediocentro de River, despejó un balón que impactó con fuerza contra la nuca de Rossi. Y el Pipo, que no soportaba el maltrato de la pelota, justificó la razón de su regreso a River: "¿Cómo no iban a querer que regresara si este era el mediocentro de River?".

- Jugando para Huracán, un compañero suyo achacó que sacó mal un córner porque desde la tribuna le habían tirado un gato. "Un tigre le tenían que haber tirado", repudiando ese defectuoso golpe al balón.

- En una reunión informal sobre la valía de un jugador, alguien se apresuró a decir: "Es un jugador muy limpio". Rossi, socarrón, dijo: "sí, sobre todo con la pelota. Porque nunca la toca".

Trayectoria como jugador:
River Plate (1945-1949) y (1955-1958)
Millonarios -Colombia- (1950-1955)
Huracán (1959-1961)

Trayectoria como técnico:
Huracán (en dos etapas)
River Plate (en dos etapas)
Racing
Boca Juniors (campeón en 1965)
Millonarios (Colombia)
Granada (España)
Cerro Porteño (Paraguay)
Atlanta (notable campaña en 1973)
Elche (España)
All Boys
Atlanta
Colón (Santa Fe)

Títulos conseguidos:
River Plate: 1945, 1947, 1955, 1956 y 1957
Millonarios: 1949, 1950 y 1951
Sudamericanos: 1947 y 1957 (con la Selección Argentina)

Fuentes consultadas:
* Diario “Perfil”
* Blog “Café fútbol”
* Blog “La pelota no dobla”
* Diccionario Enciclopédico del fútbol (del Diario “Olé”)
* Libro “10.000 horas de fútbol” de Diego Lucero (Corregidor)
* Libro "De la Naranja Mecánica a la Mano de Dios" de Julio Maldonado

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Juan Gómez González "Juanito" (España)


Genio y figura

Juan Gómez González conocido como "Juanito" nació en Fuengirola, Málaga, el 10 de Noviembre de 1954, y falleció el 2 de Abril de 1992 en un trágico accidente de carretera, pero su aura sigue viva en el mítico Estadio "Santiago Bernabeu".
Fue un extremo derecho de gran calidad y enorme imaginación que dejó jugadas inolvidables en las retinas de los madridistas.
Como buen extremo nunca supo de términos medios: fue “Juanito” o “Don Juan”, héroe o villano. Temperamental dentro y fuera del campo, estuvo durante más de diez años en primera fila de la actualidad madridista. Juan Gómez González jamás defraudó a los que esperaban que sus actuaciones en el Real Madrid y en la selección le acreditaran como uno de los “grandes”. Como tampoco defraudó a los que pensaban que, por encima de todo, estaba su amor hacia la institución blanca. “Algún día volveré al Madrid”, dijo, pero se equivocaba. Juanito nunca se fue, siempre estuvo presente en nuestra memoria. Un hombre que amó tan intensamente al Real Madrid, que defendió con todas las armas posibles a este Club, no podía alejarse de su casa.

De la escuela a la calle

Juan Gómez “Juanito”, nació el 10 de Noviembre de 1954 en Fuengirola (Málaga). Hijo de un albañil, Juan era el primogénito de una modesta familia en la que luego vendrían otros cuatro vástagos: Carmen, Juani, Juan Antonio y Claudia. Juanito era un niño juguetón y travieso. Con dos años ingirió un frasco de píldoras y tuvo que ser sometido a un lavado de estómago en un centro hospitalario. Pronto le bautizaron en el barrio: “Juanillo el viejo”.
Como tantos otros chicos de su edad, aprendió a jugar al fútbol en la escuela de la calle. Será allí, en la calle, donde marque sus primeras pasiones… Y se meta en las primeras peleas. “Era el peleón de mi barrio –diría más tarde-. Siempre estaba metido en líos. Y me daban. Una vez, tras pelearme, al darme la vuelta me llegaron a romper una caña en la espalda. Y en otra pelea, cuando ya estaba a varios metros, el otro me pegó una pedrada en la cabeza y me hizo una brecha. Tampoco era muy difícil acertarme con esta cabeza que Dios me ha dado”, comentó con sorna. Y es que Juanito era capaz de reírse de sí mismo.
No era la primera ni la última. Juanito derramó mucha sangre jugando, sangre impregnada de fútbol desde su nacimiento. El malagueño lo tuvo claro desde el primer momento: el fútbol era su pasión y debía ser su vida. Así comenzó una larga carrera deportiva marcada por innumerables relaciones de amor y odio, de admiración y rencores. Una carrera que se empezó a gestar en el Aspes, su primer equipo oficial, ya con el “7” en la espalda, para ir rápidamente al juvenil del Fuengirola.
Tal vez fuera una premonición, o su primer dribling al destino. Lo cierto es que Juanito comenzó su carrera deportiva rozando los límites de lo permitido, arriesgando. Corría el año 1968. El chaval tenía demasiado talento para desaprovecharlo en juveniles, pero no tenía la edad exigida para debutar en Primera Regional. Y surgió el dilema: el equipo de su ciudad natal, el Fuengirola, lo necesitaba. Y jugó. Le falsificaron la ficha. Juan Gómez González tenía por entonces 14 años y un brillante futuro deportivo por delante. Su calidad apremió el ritmo de su ascensión, tan vertiginosa que apenas tuvo tiempo para reflexionar.

El Atlético le rechaza por dos veces

Tras sus primeros escarceos con el Fuengirola ficha por el Atlético de Madrid. Ángel Castillo lo descubre para el Atlético de Madrid cuando sólo contaba 13 años de edad vuelve a insistir ante el equipo rojiblanco, pero a pesar de las ofertas, siguió una temporada más en el Fuengirola, en categoría regional, hasta que Víctor Martínez formalizó su fichaje con el Atlético por cinco temporadas. Los dirigentes atléticos le matricularon interno en el colegio Buen Consejo, donde sería algo más que un ídolo escolar.
Su etapa como rojiblanco no puede comenzar mejor, y eso que no debuta hasta que no cumplió los 15 años. De aquí en adelante, su ascenso es espectacular. Su proyección es tan rápida como su juego. Del juvenil pasa al filial de Tercera, cuando aún no había cumplido los 16 años. El entrenador de este equipo no vio las grandes condiciones que el jugador llevaba dentro y el jugador estuvo un tanto marginado. Esta era la primera equivocación de una larga cadena de errores que impidieron que Juanito triunfara en el Atlético.
Cuando le cierran las puertas del Atlético, le intentan ceder al Calvo Sotelo, pero el jugador no acepta y retorna a Fuengirola cuando aún no ha cumplido los 18 años. Sin embargo, la llegada del alemán Max Merkel y sus deseos de contar con el jugador, hace que éste, que ante todo desea triunfar en la elite del fútbol, vuelva al club colchonero con el que firma unas nuevas condiciones: 250.000 pesetas de ficha y 22.000 de sueldo.

Lesión de tibia y peroné

Sin embargo, su sueño se desvanece pronto. Sólo viaja a los torneos veraniegos y en calidad de suplente. Y, lo que es peor, jugando contra el Benfica, a beneficio de los damnificados de Managua, en una jugada desafortunada se rompe la tibia y el peroné tras un choque con Henrique. Juanito tarda toda una campaña en recuperarse, y cuando lo hizo, en julio de 1973, Juan Carlos Lorenzo, a la sazón entrenador de los rojiblancos, no cuenta con sus servicios. Es la segunda vez que el Atlético rechaza al jugador y la segunda ocasión en la que se equivoca de forma rotunda, dejando escapar a unos de los genios que ha dado el fútbol español.
El Sevilla rechaza el ofrecimiento de los atléticos de acoger cedido al malagueño porque, según penaban, “estaba cascado”. Lo cierto es que mucha gente se estaba equivocando con el fino extremo. Todos hablaban de él, pero muchos, los que no le han visto jugar y actúan “de oído”, se equivocan. Por fin, José María Negrillo, un hombre que siendo entrenador del Madrileño pudo comprobar la calidad del jugador, decide llevárselo al Burgos. El primer año de Juanito en el conjunto castellano fue difícil, ya que el equipo estuvo a punto de descender.
Cumplida la temporada, el Atlético le da la baja definitiva y el malacitano ficha por el Burgos. Con Naya y Müller sobresale en el equipo burgalés. Juega un gran partido en Madrid, ante el Atlético, demostrando la equivocación del club rojiblanco al dejarle escapar. A este partido le suceden otras extraordinarias actuaciones que hacen que el seleccionador nacional, Ladislao Kubala, se fije en él y le lleva a Montreal. Juanito se convierte en un jugador codiciado por los poderosos. Sus días en el Burgos estaban contados.

Real Madrid, un sueño cumplido

Juan siempre confesó que, siendo niño, su equipo preferido fue el Zaragoza, pero con los años su gran ilusión se convirtió en ser jugador del Real Madrid. Así lo expresó muchas veces, incluso cuando el Barcelona llegó a ofrecer 50 millones por su adquisición y la de Manzanedo, entonces portero del Burgos. El 19 de Noviembre de 1976 ve cumplido, por fin, su gran sueño: fichar por el Real Madrid. Como él mismo reconoció posteriormente, “llegar a esta casa era cono tocar el cielo, pues prefería ante todo al Real Madrid como equipo y a Madrid como ciudad”. Sus palabras escondían un secreto anunciado a voces: El Barcelona también pujaba por él, pero el Madrid se le adelantó por muy pocos días.
El malagueño se incorpora al Real Madrid en la temporada 1977-78, debutando con la camiseta blanca en México, ante el Guadalajara. Ese mismo año juega su primer partido en el Camp Nou, de imborrable recuerdo. Aquel día Juanito formó parte de la delantera blanca junto a Jensen y Santillana. El extremo hizo un partidazo, colaboró de forma decisiva en dos de los goles y el Madrid ganó 2-3, rompiendo una racha negativa que duraba siete años. Todo ello a pesar de estar aún convaleciente del botellazo sufrido días antes en Belgrado, jugando con la selección, y en donde el combinado español obtuvo el pasaporte para a Argentina tras doce años de ostracismo sin participar en un Mundial.

Una década de blanco

En los diez años que militó en el Real Madrid, Juanito fue capaz de dividir a parte de la parroquia blanca en dos corrientes de opinión. De un lado estaban sus admiradores, defensores a ultranza del temperamento racial, puristas del quiebro individual, de la espontaneidad en el juego y en la palabra. Del otro lado, los que preferían para el Madrid un modelo encorsetado, más conservador, de hacer y no decir. Pero ninguno discutía que el andaluz era un buen jugador, “a veces grande”. Juanito fue centro de atención y protagonista de innumerables tardes de tertulia, en las que el aficionado blanco escrutaba hasta el más mínimo detalle y en las que cualquier particularidad de su juego era puesta a debate.
Su trayectoria en el Real Madrid está jalonada de tardes de gloria y de algunos momentos tristes. En sus diez años en el Club consigue dos Copas de la UEFA, cuatro Ligas, dos Copas del Rey, una Copa de la Liga. Además, fue subcampeón de la Copa de Europa (1981) y subcampeón de la Recopa (1983). A título individual obtuvo un “Pichichi” en la Liga con 17 goles (1983-84).
Juanito estuvo presente en las grandes remontadas conseguidas por el Real Madrid en el Bernabéu, aquellas que ya han pasado a la historia de las grandes gestas blancas. En el año 1980 fue el protagonista de la eliminatoria ante el Celtic, ya que tras perder 2-0 en Glasgow, un gol suyo (el tercero del equipo), en el partido de vuelta supuso el pase a la semifinal de la Copa de Europa. Estas inolvidables noches se repetirían, años más tarde, ante el Inter, Borussia y Anderlecht. Fuero grandes borracheras de fútbol, de goles y de alegría compartido por todo el madridismo, con Juanito, uno de los líderes del equipo, a la cabeza.

Aquellos malditos dos segundos

Pero en la carrera de Juanito ha habido dos momentos especialmente oscuros y en ambos la UEFA le sancionó duramente. El primero sucedió en Noviembre de 1978, en un partido de Copa de Europa, en un partido de Copa de Europa frente al Grasshoppers. Juanito perdió los nervios y agredió a un juez de línea. Estuvo dos años sin poder jugar en Europa.
El segundo lunar lo tuvo en Abril de 1988, ante el Bayern de Munich, también en la Copa de Europa. Juanito le pisó en la cabeza al alemán Matthaus y el árbitro del encuentro le expulsó del terreno de juego. Su temperamento impulsivo le costó una sanción que significaría el adiós definitivo a Europa y al Real Madrid. Sin embargo, prueba de su arrepentimiento instantáneo, de querer reparar en la medida que fuese posible, nada más llegar de viaje reunió al grupo de niños a los que impartía conocimientos en la escuela de la AFE y dirigiéndose a ellos les espetó: “lo que yo hice ayer, no lo hagáis nunca”.

Madridista hasta el final

Su despedida en el Real Madrid no fue como a él le hubiera gustado. Pero sería injusto que hoy le recordáramos tan sólo por esos segundos irrefrenables, por ese temperamento caliente que en ocasiones le traicionó. Juanito fue un jugador imprevisible, trabajador siempre, sufrido. Un hombre que sintió profundamente los colores del Real Madrid, que admitía, tiempo después de su despedida de la casa, el excelente trato que siempre tuvo el Club con los jugadores que vistieron su camiseta, y que nada como estar en el Bernabeu.
Juanito fue líder de un Madrid dotado de una impresionante fortaleza, de un tremendo espíritu que nacía de hombres tan raciales como Benito, Camacho, Stielike, el propio Juanito y otros más que ofrecieron “su vida” por el Club. Juanito, “aprendiz de todo y maestro de nada”, que gustaba definirse, era capaz de transmitir estos sentimientos porque sólo los que han llorado alguna vez sobre el escudo blanco pueden hacerlo. Con la cara por delante, sincero. Con la misma sinceridad que puso en sus últimas palabras con la camiseta madridista: “No se me van a caer los anillos por pasar del mejor equipo del mundo a un Segunda División. Me voy al Málaga, pero volveré algún día como técnico de la casa”.
Camino llevaba de ello, cuando un fatídico 2 de Abril (1992) la carretera segó la vida a uno de los hombres que más amó a nuestro Club, cuando había madurado y ennoblecido, como los grandes vinos, y el que pasito a pasito recorría, inexorablemente, el camino que le llevaría a ocupar el puesto que tanto anhelaba. Juanito se fue y nos dejó con el corazón roto en mil pedazos.

Internacional y despedida

Juanito debutó con la Selección nacional el 10 de octubre de 1976, en Sevilla, en un partido ante Yugoslavia. Jugó un total de 34 partidos internacionales en la máxima categoría, en los que marcó 8 goles. Participó en el Mundial de Argentina, en la Eurocopa de Italia y en el Mundial de España. En este campeonato disputó su último encuentro, ante Alemania. Tras este Mundial, Muñoz le relegó de la selección a pesar de encontrarse en un excelente estado de juego.
Fue un duro golpe para un hombre que había realizado grandísimos partidos con la selección, como los disputados en Wembley, ante Inglaterra, o en el Parque de los Príncipes francés. Juanito aceptó con resignación esta decisión, aunque le dolía no poder lucia más la camiseta nacional: “Mis hijos me preguntan por qué no estoy en la selección, y yo les digo que porque hay otros mejores”.
Fue un momento agridulce en su carrera internacional, peor que cuando sufrió el botellazo de Belgrado. Ocurrió en 1978, cuando al ser sustituido por Dani hizo un gesto con el dedo a la afición yugoslava. Recibió un botellazo y perdió el conocimiento: “Expresé lo que sentía. Obre mal. Afortunadamente, el botellazo me cayó a mí y en paz”. Así era Juanito.

El Mérida, su último destino

Juanito marcó su último gol con el Madrid ante el Nastic. Del Madrid se fue al Málaga, donde era considerado un héroe nacional. A su regreso al Bernabeu se sintió extraño jugando contra su “equipo de siempre”. El 4 de Junio de 1989 marcó un excepcional gol a Buyo de vaselina, desde 25 metros. Fue su penúltimo tanto. El último se lo hizo al Zaragoza, antes de retirarse el 27 de Junio de 1989. El maestro Curro Romero cortó la coleta en La Rosaleda al “pasmo de Fuengirola”. En su etapa malacitana disputó 71 encuentros y marcó 15 goles. García Anaya, presidente de la entidad andaluza, le nombró directo técnico del Málaga.
Rechazó ofertas para entrenar al Valladolid y al Burgos. Empezó el curso de entrenador, pero la morriña le llevó a reaparecer dos años más tarde con el modesto Los Boliches. Había perdido velocidad, pero seguía con el mismo talento de siempre. Tras esta breve etapa regresa a sus clases de entrenador, obtiene el título y acepta las oferta del Mérida para entrenar al equipo en Segunda División.
En Mérida se metió a la afición en el bolsillo y llevó al equipo al sexto lugar de la tabla clasificatoria. Como dijo Boskov, “Juanito estudiaba cada día un poco de cuantos entrenadores creía que podían enseñarle algo. Todo iba en su memoria para ‘el día que entrene al Madrid’. Hubiera sido aún mejor entrenador que jugador”.
Juanito estuvo casado con Mari Carmen Mira, con quien tuvo tres hijos: Juan David, Joaquín y Jennifer. Más tarde, contrajo matrimonio en segundas nupcias con Fernanda Encinas “Feiny”, madre de su hijo Borja.

Trágico final

Juan Gómez "Juanito" falleció en accidente de tráfico el 2 de Abril de 1992 cuando regresaba a la ciudad extremeña de Mérida donde entrenaba, poco después de presenciar un Real Madrid-Torino, correspondiente a la Copa de la UEFA. Su muerte supuso una enorme manifestación de dolor entre los aficionados madridistas que no lo olvidan.
Jorge Valdano, refiriéndose a la gran calidad humana y al carácter conflictivo de Juanito (con el que tuvo un conflicto siendo compañeros en el propio campo), resumió su vida con una frase: "todo lo malo que ha hecho cabe en 30 segundos". El recuerdo de Juanito sigue en los aficionados, que cada tarde cantan en el Bernabeu: "Illa Illa Illa, Juanito Maravilla"

Palmarés

5 Ligas de España
2 Copas de España
1 Copa de la Liga
2 Copas de la UEFA
3 Trofeos" Teresa Herrera
3 Trofeos "Santiago Bernabéu"
3 Inmortal Gerona
2 Ciudad de Palma
2 Ciudad de la Línea
2 Trofeo "Ciudad de Barcelona"
2 Festa D’Elig
1 Ciudad de Vigo
1 Milenario de Bruselas
1 Colombino
1 Concepción Arenal
1 Torneo "Ramón de Carranza"

Fue 34 veces internacional con la selección "A" de España y 2 veces con la selección Olímpica. En nueve ocasiones defendió la selección Juvenil.
En el Real Madrid jugó 284 juegos por la Liga, 50 por la Copa de España y 11 por la Copa de la Liga, 55 partidos por competiciones europeas además de 73 cotejos amistosos nacionales e internacionales. Marcó 153 goles

Fuentes consultadas:
Página web "Soy vikingo"
Página web no oficial club Real Madrid
Wikipedia



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Marco Antonio Etcheverry (Bolivia)


Marco Antonio Etcheverry nació el 26 de Septiembre de 1970 en Santa Cruz, Bolivia y es considerado uno de los mejores jugadores de Bolivia de todos los tiempos.

Etcheverry, cuyo sobrenombre es “El Diablo”, surgió de las canteras de la academia “Tahuichi Aguilera” y en su trayectoria pasó por los equipos de fútbol de Bolivia Destroyers, Bolívar, Oriente Petrolero, el español Albacete Balompié, el chileno Colo-Colo, el colombiano América de Cali, el estadounidense D.C. United (club en el que estuvo por 8 años), y los ecuatorianos Barcelona y Emelec.

El Diablo, fue la figura estelar de los últimos 20 años de la Selección de fútbol de Bolivia, habiendo participado en ella en 71 partidos, marcando 13 goles. Fue pieza fundamental para la clasificación de Bolivia al Mundial de USA 1994 junto con Erwin "Platini" Sánchez, Julio César Baldivieso, entre otros, dirigidos por el vasco Xabier Azkargorta.

Jugó la Copa Mundial de Fútbol de 1994, donde es recordado por jugar sólo cuatro luego del juego inaugural del partido contra Alemania, pues fue expulsado. También es recordado por haberle metido uno de los dos goles en los minutos finales del partido a la selección brasileña en la ciudad de La Paz, con el cual Brasil perdería el invicto en eliminatorias mundialistas.

Etcheverry, se unió al club de Estados Unidos D.C. United de la Major League Soccer (MLS) en su temporada inaugural en 1996, obteniendo con el club 3 campeonatos, siendo nombrado como el mejor jugador del campeonato en 1998. En 8 años con el equipo, Etcheverry jugó 191 partidos en la liga, anotando 34 goles y registrando 101 asistencias (el número de juegos y asistencias es un récord para el DC United). Etcheverry se retiró a finales de la temporada 2003.

En el 2005, fue nombrado como uno de los mejores jugadores de la historia de la MLS. También fue nominado para el botín de oro junto a jugadores como Carlos "El Pibe" Valderrama y otros de su época.

Para su retiro se hizo un partido de despedida en el Estadio "Ramón Tahuichi Aguilera" en la ciudad Santa Cruz De La Sierra en el cual estuvo presente el Presidente Evo Morales, la legendaria selección del 94, además de otras estrellas del fútbol como Diego Latorre, Sergio Martínez, José Luís Chilavert, Carlos Valderrama, Alex Aguinaga, Fernando Gamboa, Sergio Acosta, entre otros.

A los 36 años de edad, el 30 de Marzo de 2006, Etcheverry dejó el fútbol y el 12 de Abril de ese mismo año fue condecorado por la Cámara de Diputados de Bolivia como "Ciudadano Meritorio".



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David Arellano, hasta el último aliento

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No era él quien había inventado esa pirueta, pero nadie la dibujaba mejor. Liviano y de frágil contextura, el chileno David Arellano se acostaba en el aire, de espalda al arco, y voleaba hacia atrás por encima de su alma. Se identificó tanto con este gesto que todos creían que lo había inventado, aunque en el Sudamericano de 1916 la prensa argentina ya lo había bautizado como “chilena” después de vérselo a Ramón Unzuaga.
Había nacido en Santiago, en julio de 1902, y desde niño se enamoró de la pelota. Tanto que en la Escuela Normal ya era irremplazable en el equipo. Enrique Abello era inspector de la Escuela e integraba la Selección Chilena, y lo llevó a Magallanes, su club.
Su carrera fue ascendente. En 1919, con 17 años, Arellano debutó con Magallanes en la primera división. Era un pequeño insider izquierdo, lo que décadas después sería “el 10”. En 1924 le llegó la hora de debutar en la Selección, donde ya jugaba su hermano Francisco, y se destacó en el Sudamericano disputado en Montevideo. Chile perdió los tres partidos y quedó en último lugar: el único gol de su país lo anotó David.
Además era profesor de educación física, en una década en la que la cultura deportiva se expandió definitivamente en toda Sudamérica. Era muy sencillo y respetuoso, parecía tímido. Pero era un visionario: sabía de la importancia del deporte y junto a sus hermanos y un grupo de entusiastas decidió que la mejor manera de expandirlo era fundar un club. Fue así que en 1925 dieron nacimiento a Colo Colo, sin saber que pronto se convertiría en sinónimo del fútbol chileno.
Siguiendo su espíritu pionero, Colo Colo fue el primer equipo de Chile que se aventuró en una gira lejana: Ecuador, Cuba, México y Portugal fueron testigo en 1927 de la calidad del equipo. Después España lo recibió con asombro y admiración. Y fue Arellano quien popularizó la “chilena” en Europa.
Ya en la Madre Patria había vencido al Deportivo Espanyol, con el arquero Ricardo Zamora y todo, una leyenda. En cada presentación despertaba más interés y arrastraba multitudes. Así llegó el 2 de mayo a Valladolid para enfrentar a la Real Unión Deportiva en el campo anexo a la Plaza de Toros...
Como una postal de época, los colocolinos salen portando una bandera española; David, el capitán, encabeza la fila con un ramo de flores. La cordialidad se traslada al juego, pero enseguida los locales se ponen 2-0 con goles de Barbachón y Pipi-Bombo. La reacción no tarda: “como si recién despertase ‘El Indio’, empiezan a atacar con mayores bríos, con más pujanza, con más fiereza. ¡Pero una fiereza limpia, caballerosa! Fiereza del corazón”, rescata la crónica de Raúl Ahumada.
Subiabre descuenta y el ‘Negro’ González empata. Colo Colo quiere ganar y Arellano se luce. Su hermano ‘Pancho’ tira el centro, David salta a cabecear y choca en el aire con Hornia, el centrehalf. Una rodilla del español impacta en su vientre y él cae exánime. Un murmullo helado atraviesa la cancha. Arellano yace pálido, la camilla que entra, la ambulancia después, el silencio, el juego que se reanuda 11 contra 10... Los chilenos ya no piensan en el partido.
Vuelven al Hotel Inglaterra, donde David agoniza. En la noche, las palabras del médico destrozaron el alma de la delegación: sólo se espera el final, de nada valdría una operación, sería un milagro que se recupere de esa peritonitis traumática. Las horas pasan. Valladolid amanece, pero no despierta. Porque no durmió. Tampoco él, con los ojos entrecerrados y en un solo quejido, pese a los calmantes. No hay consuelo, el compañero, el amigo se está yendo. Todos miran el alba desde los ventanales del hotel, pero sus miradas no están allí; buscan, sin encontrarlos, los picos de la Cordillera en el horizonte, como si la patria fuese una madre que los proteja del dolor. Arellano implora una operación que lo salve. Dos de sus hermanos, también del club, buscan a otro médico.
El sol no salió. Llueve en Valladolid. David despierta y pregunta cuándo lo operan, el doctor contesta con un silencio mortal. Lloran. Tratan de consolarlo, pero David pide un sacerdote para confesarse. Y se va.
Pasaron ocho décadas, pero en cada grito de gol, en cada alegría por un nuevo campeonato, Colo Colo lleva sobre su corazón el luto perpetuo en memoria del querido David Arellano.

(artículo escrito por Pablo Aro Geraldes a quien agradezco infinitamente su autorización para reproducirlo en este blog)

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Argentino Geronazzo (Argentina)


Argentino Geronazzo se inició en las inferiores del club Vélez Sarsfield como volante central en donde llegó a jugar en Primera División. En el equipo de Liniers jugó desde 1952 a 1954, 13 partidos y convirtió 13 goles. Luego pasó al Nápoli de Italia y sin escalas recayó en el Argentino de Quilmes en 1958.

Integró el plantel del "Mate" de 1958 y 1959 que disputó el Torneo de la 2ª División de Ascenso. Con la celeste y blanca jugó 28 partidos y marcó 1 gol (el 9 de Mayo de 1959, frente a Flandria en Cancha de Quilmes en el triunfo Mate por 4 a 2).
Cabe destacar que Argentino de Quilmes, tanto en la temporada 1958, como en 1959 obtuvo consecutivamente el subcampeonato de la 2ª División de Ascenso.

Lo cierto es que Argentino Geronazzo trascendió en el mundo del fútbol como entrenador. Fue un técnico innovador en sus tiempos, con inquietud por la táctica, fue uno de los primeros que comenzó a pensar en el rival, por eso mandaba a espiar a los equipos contrarios, algo totalmente desusado por aquel entonces. Dirigió numerosos equipos de Primera, trabajó en el Cuerpo Técnico de la Selección Nacional encabezado por Osvaldo Zubeldía en 1966 y armó el equipo de Chacarita Jrs. que obtuvo el campeonato Metropolitano 1969 pero dejó el cargo poco antes que finalizara el certamen.

Además, se convirtió en uno de los grandes teóricos del fútbol ya que es autor de varios libros sobre técnica y táctica del balompié. Entre los títulos más conocidos se encuentra “Táctica y Estrategia del Futbol” escrito en coautoría con Osvaldo Zubeldia.

Pero sin duda, Geronazzo ha sido un personaje singular y sus anécdotas lo pintan de cuerpo entero. Tal es así que en una oportunidad, el hombre sintió que el fútbol lo tenía cansado y entonces decidió que sólo iba a dirigir en clubes que estuvieran en un radio no mayor a 30 cuadras de su casa para poder dormir la siesta. Entonces tomó un mapa de Buenos Aires y con un compás trazó un círculo de treinta cuadras de radio, haciendo centro en su domicilio. Cada vez que lo venían a ver, consultaba el mapa. Si alguien lo tentaba y estaba a más de la "distancia mínima” le agradecía a los dirigentes y les decía “Lo siento, pero no puedo aceptar”, sin dar más detalles.

Eran famosos sus desplantes y respuestas descabelladas. En una ocasión, un interventor de la Asociación del Fútbol Argentino lo tentó telefónicamente para hacerse cargo de la Selección Nacional. Sin rodeos, Geronazzo le dijo “No doctor, por favor, charlemos otro día y a otra hora... Es que en ese momento estaba haciendo la siesta”.

A raíz del título que Chacarita obtuvo en el 69 y siendo el factótum de aquel palmar, un periodista le preguntó a Argentino Geronazzo sobre la receta del éxito. A lo que el DT contestó "La primera vez que los vi me dije… Ningún equipo puede jugar bien si tiene más de 30% de bobos...bajé el porcentaje y fuimos campeones..."

Otra de Geronazzo. Dirigía a Chacarita en una jornada en que su equipo jugaba en forma horrible. Al finalizar el Primer Tiempo encaró a los jugadores. Les pidió que se calmaran y para sacarles tensiones les dijo que jugaran tranquilos “para divertirse”. E insistió “No les pido que ganen sino que traten bien la pelota y procuren reivindicarse del desastre que hicieron en la primera parte. Nada de apretar los dientes, quiero que se suelten, que jueguen”. Al dejar el vestuario para ir a la cancha se cruzaron con el presidente del club que, para alentarlos les gritó “Vamos Chaca, garra y corazón”. Geronazzo lo increpó indignado y le preguntó “¿Quién es usted para darle instrucciones a los jugadores?”. El sorprendido dirigente le contestó: “No les di instrucciones, sólo les dije que pusieran corazón”. “Justamente -replicó el técnico- es todo lo contrario a lo que les pedí yo”.
Geronazzo fue un personaje sin par y es innumerable la cantidad de ocurrencias y anécdotas que lo tuvieron como protagonista, aquí enumeramos algunas de las más conocidas:

Un día lo llamaron de Independiente de Avellaneda, era un día muy caluroso y Geronazzo fue en camisa. Conversó en la sede con la comisión directiva y a los dos o tres días uno de los dirigentes le comunica que no lo van a contratar. Geronazzo preguntó el motivo. "Y... no lo vamos a contratar porque usted vino a la reunión en mangas de camisa...", explicó el dirigente Y Geronazzo respondió: "¿Cómo querían que fuera? ¿Con saco, corbata y sobretodo?"

Posteriormente estuvo como técnico en Independiente, le faltaban elementos, todos los días Geronazzo reclamaba lo que necesitaba. Especialmente, veinte pelotas para entrenamiento. Siempre le daban diez. Vuelta a reclamar. Y vuelta a darle las mismas diez. Un día se cansó. Agarró las diez pelotas, las pateó a las vías del ferrocarril y se fue. Nunca más apareció por el club.

Se hizo cargo de la AFA el doctor Porri. Y antes de llamar a Pedernera para que tomara la selección, en vísperas de las eliminatorias del último mundial, lo llamó a Geronazzo. Eran las dos de la tarde. Geronazzo atendió el ofrecimiento, que habría enloquecido a cualquier técnico, y le contestó: "No, doctor, por favor... Conversemos otro día y a otra hora. En este momento estoy haciendo la siesta..."

Geronazzo dirigió a Gimnasia. Perdieron un partido en La Plata y antes de salir del vestuario les avisaron a Geronazzo y a los jugadores que afuera los esperaba una barra brava. El técnico hizo entonces una invitación: "Muchachos, sólo nos puede salvar una cosa. Salgamos todos juntos y les damos una buena tunda...". Dicho y hecho. Geronazzo salió al frente seguido por sus jugadores y corrieron a los hinchas a lo largo de varias cuadras...

Otra vez, los hinchas “triperos” lo siguieron hasta la estación de La Plata y al verlo solo lo rodearon. Ellos no sabían que Argentino Geronazzo estudió karate. Lo supieron cuando se puso de espaldas a la pared, empezó a meter planazos y comenzaron a volar hinchas...

Dirigía a Deportivo Morón y un día les anunció a sus jugadores: "Esta semana se portaron mal y están todos sancionados. Como castigo van a tener que jugar contra Estudiantes de La Plata...". Los "pincharratas" se estaban preparando para una final de Copa y Zubeldía le había pedido el equipo para un partido de entrenamiento...

Geronazzo estaba en Chacarita y lo fue a ver un jugador para pedirle un permiso especial después de un partido. En vez de volver el martes al entrenamiento, quería tomarse un día más y volver el miércoles. "Como no", le dijo Geronazzo, "vaya. Y no vuelva más..."

Una tarde que Chacarita protagonizaba un encuentro muy malo se fue de la cancha. Recién apareció cuando terminó el partido. Otra vez que Chaca jugaba por el promocional contra un equipo sanjuanino, viendo que el partido era muy aburrido, se acostó a dormir en el banco de los suplentes...

Fuentes bibliográficas

- Argentino de Quilmes: 100 años de fútbol criollo. Raúl Herrera. Editorial "Tiempo Sur"
- Sitio web no oficial del club Argentino de Quilmes "Unidos por el Mate"
- ABC del Ascenso de Olé - Tomo 3
- Sitio oficial de la Asociación del Fútbol Argentino
- Revista “El Gráfico” Nº 2106 (03/02/1960)
- Revista “El Gráfico” Nº 2731 (08/02/1972)

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Neném Prancha (Brasil)


Antonio Franco de Oliveira nació el 16 de Junio de 1906 y murió el 16 de Enero de 1976, siendo conocido por todos como Neném Prancha debido que sus manos median 23 centímetros de largo y usaba zapatos número 44.

Fue hincha de Botafogo de Futebol e Regatas desde el día que llego a Copacabana, procedente de Resende, ganando fama en el desaparecido Posto Quatro Futebol Clube y en Carioca Esporte Clube. Verdadero mito y profundo conocedor del fútbol brasileño, Neném Prancha fue utilero del departamento de atletismo de Botafogo desde 1943 y trabajo para la división juvenil de fútbol.

Neném Prancha fue siempre una figura misteriosa que nunca hablaba de su pasado y que, a pesar de vivir mucho tiempo en la playa, nunca lo vieron bañarse. Vivía en una pieza en la sede de Botafogo, como muchos empleados, paso privaciones a causa de los atrasos en los sueldos.

Jamás pensó en abandonar el club de su corazón y con mucha dificultad fue internado en la clínica donde más tarde moriría. Neném Prancha nunca pensó en casarse y apenas tenia para “parar la olla” como se dice por acá, además leía en los diarios de peleas conyugales y comentaba que “el casamiento es algo serio para terminar en los diarios y revistas”.

A lo largo de décadas Neném Prancha fue creador de muchas frases memorables sobre el fútbol. Es posible que algunas sean de la autoría de João Saldanha, pero el propio Saldanha parece que las asumía como si fueran del hombre que, por esa razón, quedo conocido como el "filósofo de la bola" Neném era adepto al fútbol objetivo y sin lujos, afirmando que el "fútbol es muy simple: quien tiene la pelota ataca, quien no defiende". Por eso el no gustaba de la gambeta y recomendaba a los jugadores de área para "jugar la pelota para arriba, mientras ella estuviera en lo alto no hay peligro de gol". Neném Prancha tampoco era adepto a las concentraciones y decía que "si la concentración ganara partidos, el club del presidio no perdería ningún partido", tal como era enemigo de supersticiones, porque el creía solamente en el talento del jugador y afirmaba que "si la macumba resolviera un campeonato, el bahiano terminaba siempre empatado".

Neném descubrió grandes jugadores -entre ellos el famoso Heleno de Freitas- y siempre les decía a los jóvenes talentos que "el jugador tiene que ir a la pelota con las mismas ganas que va a un plato de comida. Con hambre”. Para los goleros el tenía también una máxima: "el golero debe andar siempre con la pelota, lo mismo cuando va a dormir. Y si tiene mujer tiene que dormir abrazado a las dos". Esta frase está seguramente relacionada con otra en que afirma que "el golero tiene una posición tan rebuscada y difícil que donde el pisa ni crece el pasto".

Sobre los buenos jugadores el "filósofo da bola" garantizaba que "jugador bueno es el que tiene no una si no varias cualidades". Uno de los que más admiró, considerándolo uno de los mejores armadores de fútbol del mundo, fue Didí, y dijo que "Didí juega al fútbol como quien chupa una naranja, con mucho cariño".

Neném era admirador del fútbol clásico y por eso consideraba que el "fútbol moderno no es un picado donde todos corren y nadie sabe para donde". Por eso es que defendía aquello de "quien corre es la pelota; si no, era solo hacer un equipo de atletas y nada más".

La seriedad era una de las características fundamentales de Neném Prancha y cuando fue jugador en el fútbol de playa, antes de ser entrenador de juveniles de Botafogo, el "filósofo de la bola" evitaba patear penales, porque "el penal es una cosa tan importante, que quien debe patear es el presidente del club".

A veces sus frases eran un poco incomprensibles, como la que afirma que "quien pide tiene preferencia, quien se desmarca recibe". Pero quien tenga dudas sobre la perspicacia del "filósofo", tendría que recordar que, entre varios miedos que rodeaban el tema de la altura para la Copa del Mundo de 1970, Neném Prancha predijo ante todo la conquista definitiva de la copa Jules Rimet con el tricampeonato brasileño de fútbol: "el jugador brasileño no va a tener problema en México, porque él ya sabe lo que es vivir en una favela y no se puede quejar entonces de la altura…¨

Fuentes consultadas
• Folha de Sao Paulo, 17 de Enero de 1976.
• Nunca hubo un hombre como Heleno, de Marcos Eduardo Neves, Ediouro (2006)

Traducción: Alejandro Sayago

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Washington "Pulpa" Etchamendi (Uruguay)


Washington “Pulpa” Etchamendi nació en Soto, Departamento de Paysandú, el 2 de Marzo de 1919.
Nunca llegó a jugar en el fútbol profesional, solo una trayectoria sin mayores sobresaltos en el fútbol amateur hasta los 19 años, pues una grave lesión de rótula lo marginó en forma definitiva de las canchas.
El "Pulpa" fue un personaje, no sólo por sus anécdotas, sino también por sus dichos, fruto de su enorme "carpeta". Así, cuando el fútbol empezaba a ser cada día defensivo, repetía: "En el mundo cada vez hacen más falta dos cosas: ¡democracia y delanteros!".
De la misma forma, cuando Racing de Avellaneda impuso un estilo atacante y fue campeón de América y del Mundo en 1967, el "Pulpa" sentenció: "Pizzutti (el técnico argentino) los manda a todos al ataque porque es soltero; ¡si fuera casado y con tres hijos jugaría muy diferente!"
Dueño de picardía callejera, un graciosa forma de expresarse, en algunas ocasiones folklórica y ocurrente, pero siempre muy gráfica y directa; y, sobre todo, una manera visceral de vivir el fútbol, al punto de morir al costado de un campo de juego.
En una oportunidad, cuando un amigo le reprochó que llevara al equipo que dirigía a un jugador muy capaz pero complicado como persona, el “Pulpa” se defendió diciendo: “Dónde está el problema, si yo no lo quiero para hermano ni para yerno. Yo lo quiero para que esté los domingos de tres a cinco de la tarde en la cancha, haciendo goles...” Y en otra oportunidad, tratando de encontrar una solución a los escasos resultados positivos de Uruguay, apuntó: “Saben cuál es el problema uruguayo, que todos somos muy vivos. Habría que traer dos o tres camiones de bobos y mezclarlos, a ver si conseguimos mejorar la especie”.
En otra ocasión, recriminándole a un arquero su falta de reflejos y actitud, le dijo: “vos transformás en gol hasta las pelotas que se van afuera...”
Después de iniciar sus actividades como estratega en Defensor Sporting de Montevideo y estar al frente de los destinos del equipo nacional de su país, hizo un prolongado periplo por conjuntos como Liverpool, también de Uruguay, Unión de Santa Fé y Los Andes, en Argentina, Cerro, Bella Vista y Nacional, una vez más en tierras ‘Charrúas’. Dirigió igualmente la selección nacional del Paraguay y prestó también sus servicios al equipo León de México.
En 1972, Peñarol trajo al rosarino Castronovo para cortar la hegemonía de Nacional, el "Perro" hacía goles de todos los colores y, con dos suyos, los aurinegros ganaron un clásico de pretemporada por 4 a 0. Viéndose casi impotente, el "Pulpa" le hizo conseguir una "novia" en Pocitos para que el goleador no pudiera ni con su esqueleto, pero como no logró su objetivo, se conectó con un empresario amigo y logró que el delantero fuera adquirido por el Málaga, con lo que se acabó el problema: otra vez Nacional campeón, con los goles de Artime y Mamelli.
El "Pulpa", a su vez, les decía a los jugadores de Nacional antes de los clásicos: "Ya saben. A estos hay que ganarles y, si pueden, con un gol de penal en los descuentos... ¡así se van bien calientes!" Se le dio el 2 de Marzo del 72. Ganaba Peñarol con gol de Castronovo, empató Artime a los ’85 y ganó Nacional con un gol de penal de Mujica a los 90`.
Por aquellos años al terminar el primer tiempo de un partido de Nacional, se le quejó a Montero Castillo en el vestuario: `¡Mudo, le dije que se volcara a la izquierda y no me hizo caso, miro para ahí y hace rato que no lo veo!". El padre de Paolo le respondió: "Pero, ‘Pulpa’, ¡si hace 20` que me echaron!`. El técnico cerró el diálogo: "¿Ve como tengo razón en lo que le estoy diciendo?".
Otra vez, en Colombia, un periodista de la Cadena Caracol finalizó una extensa entrevista, preguntándole a Etchamendi: "Profesor, ¿por qué se viste tan mal?. El "Pulpa" lo miró y le contestó en seco: "Yo no me visto, me tapo".
El "Pulpa" tenía, a su vez, sus "códigos de procedimiento", que aplicaba sin espíritu racista, o discriminatorio, ni cosa que se le parezca: "Arquero y back derecho negro, ¡no! En EE.UU. los basquetbolistas son unos fenómenos porque tienen manos flexibles, parecen de goma! ¡Y el golero tiene que tener las manos de fierro! Además, a los morochos les gusta la cumbia, se mueven con plasticidad, son muy alegres... y ahí atrás, se precisa gente dura y seria!".
A comienzos del año de 1976 llegó a la dirección técnica del Deportivo Cali, contratado por el presidente Alex Gorayeb.
Al equipo verdiblanco llegó en reemplazo de Raúl Rodríguez Seaone, a quien sustituyó por pocas semanas, antes del “Pulpa”, el inolvidable “Pancho” Villegas.
En ese entonces en el equipo caleño militaban jugadores como Carlos Samboní, Ricardo César Ruíz Moreno, Abel Da Graca, Alberto ‘El Tigre’ Benítez, Hernando ‘La Pinta’ García, Miguel Escobar, César ‘El Caballo’ Lorea, Alvaro Contreras, Oswaldo ‘Pescadito’ Calero, entre otros.
El domingo 30 de Mayo de 1976 se cumplia en el “Pascual Guerrero” de Cali la 5ª fecha de la II Vuelta del Certamen ‘Apertura’ del fútbol colombiano.
A ese partido llegaba el Deportivo Cali ocupando el segundo lugar en el torneo con 20 puntos (compartido con Millonarios) mientras el Santa fe ocupaba la tercera posición.
El equipo caleño se puso en ventaja por intermedio del argentino Ricardo César Ruiz Moreno, pero en la parte final el equipo ‘Cardenal’ alcanzó el empate por acción de José Antonio Tébez.
A raíz de la expulsión del jugador Oswaldo Calero, por agresión a Recúpero, el técnico uruguayo abandonó el banco y se refugió en el vestuario por algunos minutos. Después de un buen rato retornó al banco, para terminar de orientar a sus dirigidos.
Hacia las 17.57 minutos, en el banco técnico del Deportivo Cali se desplomaba Washington ‘El Pulpa’ Etchamendi, víctima de un fulminante ataque cardiaco.
De inmediato fue auxiliado por el gerente de la entidad, Walter Collazos y otras personas que estaban junto al director técnico. La ambulancia que lo condujo hasta el Hospital Universitario ‘Evaristo García’ sólo pudo llegar hasta la denominada ‘Puerta de Maratón’ del estadio, pues la pista de tartán no podía ser pisada por vehículo alguno.
El cuerpo, ya casi sin vida del “Pulpa”, fue llevado al trote, en una camilla de lona, hasta la citada puerta, ubicada en el costado sur del estadio.
Los esfuerzos médicos de los doctores Luis Carlos González, Oscar Bolaños y Camilo Rengifo, fueron inútiles. El técnico oriental llegó muerto al Hospital. Su deceso se confirmó hacia las 6:30 de la tarde.
Washington ‘El Pulpa’ Etchamendi, hombre de gran parecido físico con el presidente chileno, Salvador Allende, moría a los 59 años de edad. Su cuerpo fue enviado pocos días después a Montevideo, su ciudad natal.
Al conocerse el día lunes 31 de Mayo, en forma profusa, los detalles de su muerte, la conmoción en la familia del fútbol de América fue enorme. Había fallecido, en su ley, frente a sus jugadores, uno de los mejores entrenadores sudamericanos de su generación.
Con él se iba un singular protagonista del mundo del fútbol, de esos que ya no existen, famoso no sólo por sus conocimientos sino por las ocurrentes salidas que tenía y un modo por demás pintoresco de ser.

Así se lo recuerda…

Silvia Etchamendi, (hija): "La imagen que tengo de mi padre en casa es sentado en su sillón, leyendo.
Cuándo él falleció yo tenía 12 años y mi manera de acercarme a su recuerdo era a través de la biblioteca que dejó en casa. Tenía desde Zolá hasta Víctor Hugo o Galeano. Era un lector ecléctico y voraz..."


Juan Masnik -capitán del Nacional del ‘71-: "Teníamos que ir a jugar a San Pablo un partido importantísimo por la Copa contra el Palmeiras, ya que si no ganábamos de visitantes, quedábamos afuera.
Hacía 5 días que yo estaba en cama y la prensa decía: `Mansnik no viaja`, porque había perdido 5 kilos, volaba de fiebre. El día antes el `Pulpa` se apareció en mi casa, se tomó un par de whiskys Old Smuggler y cuando se iba sólo me preguntó:`¿Mañana le mando un remise para que lo lleve al aeropuerto?`. Además, le agregó: `Acá, en confianza, ¿sabe qué pasa? Ancheta es un gran jugador, pero sin Ud., es mucho menos`. Yo me dije: `¡La pucha, qué importante que soy!` Agrandado anímicamente, me levanté y al día siguiente viajé. Ganamos 1 a 0 y clasificamos. En San Pablo, Ancheta me contó que el `Pulpa` lo había preparado, por las dudas de que yo no pudiera jugar, diciéndole: `¿Sabe lo que pasa, Atilio? Masnik es flor de jugador, pero... en confianza: sin usted, ¡es mucho menos!"

Alfredo Amarillo (último jugador uruguayo en vestir la camiseta del Barcelona de España, donde fue compañero de Johan Cruyff), se fue del país con apenas 19 años, después de haber jugado en la selección uruguaya y ponerse la blusa del Nacional del 73. Esto recuerda: “Yo era un chiquilín de 17 años y jugaba en la reserva de Nacional... yo siempre pensaba ‘algún día se va a lesionar alguno...’ ¡Aquel Nacional era tremendo! No dejaban el puesto ni equivocados... El “Pulpa” Etchamendi era un personaje fantástico.
Debuté contra Cerro, el partido iba 0 a 0 y en el entretiempo el “Pulpa” me dice: ‘cuando vayan 15 minutos usted vaya para donde estoy yo’. Él estaba del lado de la tribuna Olímpica y lo veo que levanta la mano... Ya habían pasado los 15 y yo no me animaba. Le comenté a Hynes que era el equipier y me dijo. ‘¡Andá muchacho, que van 17 minutos!’. Allá salí corriendo.
Cuando llegué allá, Etchamendi enojado dice: ‘¡Usted quiere o no quiere jugar. ¿No fue a la escuela?!’ Entré, tiré un centro, gol de Artime y ganamos 1 a 0.


Otro día Nacional va a jugar con Botafogo en el Maracaná, por la Copa Libertadores. El "Pulpa" me incluye en el grupo que viaja. En Botafogo jugaba aquel Jairzinho, que era un fenómeno, venía de salir campeón del mundo con Brasil en el 70. Antes del partido viene el Pulpa y me dice: ‘¿Quién es mejor, usted o Jairzinho? Yo tenía 18 años, le digo: ‘Y... Jairzinho, maestro’ Entonces me mira serio y seco y me dice con esa voz ronca: ‘¡Usted es un hijo de puta..., a usted yo no tendría ni que ponerlo...!’ Fui y marqué a Jairzinho y lo anulé. Se cambió de punta porque no lo dejé agarrar una pelota. Después, en los diarios, dijo que yo lo había marcado muy bien, para lo joven que era y la experiencia que tenía”.
“El Pulpa Etchamendi venía y te decía: ‘Usted va a jugar... ¡No se me cague!’.

Una vuelta le dijo al "Coco" Martirena -con quien jugábamos en la reserva de Nacional- ‘Coco, vos sos mi ídolo, sos un fenómeno, pero no te puedo poner porque está el Ildo Maneiro’.
Nacional tenía un cuadrazo. Y todos los domingos jugaban siempre los mismos. Las charlas del Pulpa eran tremendas...
Te decía: ‘Esto es así muchachos, si ellos hacen tres y nosotros hacemos sólo dos goles... miren que perdemos!’. Él no te decía nada, ni pizarrón ni tiza, ni subí ni bajá... Nada. ‘Vaya y juegue’.

‘En un partido le cae la pelota a Calcaterra, así de frente al arco. Y Calcaterra erró un gol hecho. En el vestuario, el "Pulpa" Etchamendi va y lo encara y le dice:¿Qué le pasó?Y Calcaterra le contesta: ‘La verdad es que no esperaba la pelota...’ Y Etchamendi se calentó: ‘¿Y qué esperaba? ¿Qué cosa esperaba en el área? ¡Que cayera un boniato en vez de una pelota de fútbol!’El Pulpa además de ser un gran técnico de fútbol ¡tenía cada cosa!, de la vida, de la noche, de los boliches... El Pulpa era un libro”. (Alfredo Amarillo, recuerda innumerables anécdotas -como las antes mencionadas- del popular DT uruguayo)

Peta, usted ya no es el mismo de antes. Lo tiró tres veces a su wing y el tipo todavía sigue respirando".(Del técnico de Nacional de Uruguay a su jugador, Luis “Peta” Ubiña, al final de un primer tiempo por Copa Libertadores en 1968. Infidencia de Luis Artime).

Luis Ernesto Sauco Borges, ex jugador uruguauo, integrante de aquel plantel de Unión que ascendió en el año 1966, recuerda al "Pulpa":-¿Quién te trajo a Unión, Luis? -Los que hablaron primero conmigo en Uruguay fueron don Ángel Malvicino y Osvaldo Kopp. Pero el que me convenció para venir a Santa Fe fue el "Pulpa" Etchamendi, quien me dijo que me necesitaba para ascender a primera con Unión. Vinimos desde Uruguay en el auto de él, una coupé Ford modelo '38 descapotable. Yo venía de jugar la final de la Copa Libertadores con Nacional, cuando perdimos contra Independiente. Llegar a Santa Fe para mí fue todo un desafío. -¿Con qué te encontraste cuando llegaste? -En Unión me encontré con excelentes dirigentes y una muy buena hinchada. Me acuerdo de lo que me dijo Etchamendi: "Mire, Luis, que a Unión vinimos para ser campeones porque el año pasado “Pepe” Etchegoyen salió campeón con Colón y ascendió, así que nosotros tenemos que plantar la bandera uruguaya y romperle la cabeza a cualquiera que se interponga". Era un tipo sensacional.

En un Nacional-Peñarol, después del Mundial '70, me tocó marcar a Losada, que era dificilísimo de marcar de tan chiquito que era. No había cómo agarrarlo y fue compañero de pieza mío en la selección. Entonces antes del partido, el "Pulpa" Etchamendi le pidió a Franklin Morales que le hiciera un reportaje a Losada, preguntándole si creía que Ubiña lo iba a golpear. Losada dijo que no, que éramos compañeros de pieza en el Mundial, que yo conocía a sus padres, que eso no podía pasar.
Franklin Morales le llevó la grabación al "Pulpa" y éste me llamó para hacérmela escuchar. "Usted contra Peñarol no juega", me dijo. Fui a embolsar mis cosas, los zapatos, todo, porque si no iba a jugar el clásico para qué me iba a quedar. "A menos que no sea cierto lo que dice Losada -me dijo el Pulpa cuando vio que me iba-, en ese caso usted juega".
El Pulpa se sentaba en un pozo que había para los técnicos frente a la torre de la Olímpica y a los quince minutos del partido se encontró con que tenía a Losada en los brazos. Lo agarré con pelota y todo al chiquito y lo tiré sobre el Pulpa. Y entonces el Petiso Losada se para y le dice al Pulpa: "¡De esto sos vos el culpable, Cara de Goma!".
(LUIS "Peta" UBIÑA, ex jugador de Nacional de Montevideo, reviviendo inolvidables clásicos de comienzos de la década del '70)

Al recibir la medalla de 50 años de socio de Nacional, el Dr. Carlos Suero contó: "En el `71 fuimos a España y nos recibió el embajador, que era Jorge Pacheco Areco. Al llegar, fuimos saludando a Pacheco uno por uno y cuando le tocó al `Pulpa`, Pacheco Areco le dice: `¿Cómo le va? ¿Cómo están las cosas por Montevideo?` y el `Pulpa` le respondió: `Y... como nos dejó usted... ¡esquivando las balas por la 18 de Julio...!"

Fuentes consultadas:

• Diario “El País” de Uruguay
• Francisco “Paco” Fernández (periodista de Radio “El Espectador”)
• Página web del Deportivo Cali (no oficial)
• Página web "Tenfield digital"
• Diccionario enciclopédico del fútbol del diario “Olé”
• ABC del Ascenso (del diario “Olé”)

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