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Los traidores (Eduardo Sacheri - Argentina)
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El canto de los ausentes (Claudio Morresi - Argentina)
Los ravioles del domingo para ser un buen deportista (Nelson Castro - Argentina)
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“La chapa de ese gol te deja ir a todos los Mundiales”, dicen mis amigos. Al bajar del palco, nos cruzamos con Diego. Me muestra el tobillo y me baja la presión. Víctor Hugo y Diego, que tenía un melón en el tobillo, terminaron llevándome. Todo al revés.
(ALEJANDRO APO, periodista deportivo argentino)
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El hombre que espera (Alberto Fabián Montagna - Argentina)
En la casa todos dormían aún. Salió sin hacer ruido de la habitación y se dirigió al baño.
Entró, prendió la luz y se puso a orinar, después se lavó la cara. Ya un poco más despabilado, preparó las cosas para afeitarse. Se arregló prolijamente el bigote, cuando acabó, limpió con esmero los elementos y los guardó nuevamente en el último cajón. Posteriormente se desnudo frente al espejo. Primero se sacó la camiseta de River con la que hacía años dormía, luego el calzoncillo. Cuando ya estaba completamente desnudo, miró su imagen reflejada en el espejo, en su pubis descubrió un vello de otro color al resto, le llamó la atención que allí estuviera, pero no le prestó mayor atención.
De manera que abrió la ducha y se introdujo en la bañera. El agua tibia cayó sobre su cuerpo, lo relajó. Lo necesitaba. Estaba un poco ansioso y la ducha lo tranquilizaba. Habrá estado bajo el agua unos quince minutos, pero al él le pareció una eternidad. Cerró la canilla y se secó con esmero la cabeza, la espalda las piernas y los pies, mientras lo hacía se acordó del vello encontrado hacía un rato. Se volvió a mirar en el espejo, estuvo a punto de arrancárselo, pero desistió de la idea, después de todo no se notaba tanto.
Se puso desodorante en las axilas y talco en los pies. Peinó sus cabellos con la raya al medio como hacía años. Se vistió lentamente. Había elegido la ropa la noche anterior. Cuando estuvo listo, abrió la puerta tratando de no hacer ruido y se dirigió a la cocina. Allí, Rosa, ya había preparado el desayuno. La saludó con un beso en la mejilla y le musitó algo al oído.
Ella lo miró y sonrió.
Luego se sentó a la mesa mientras ella ponía una taza con café con leche y tostadas delante.
-Dulce de leche y manteca, le preguntó Rosa.
-No, solo manteca, le respondió él.
Luego le alcanzó el diario y se fue a preparar el desayuno para el resto de los habitantes de la casa, que en cualquier momento se levantarían.
Él tomó el desayuno en silencio mientras leía la parte de deportes. Se aseguró del horario del partido: A las cinco.
Ricardo quedó que pasaría a buscarlo para ir juntos a la cancha. Faltaba tanto.
Releyó la formación. Otra vez habían puesto a ese pibe que jugaba de nueve. A él no lo convencía, pero a la gente le gustaba y el pendejo hacía goles.
Luego de leer la parte de deportes, leyó el horóscopo, en sorpresa le decía: Un día muy especial. Y claro que lo sería pensó.
Cuando terminó el desayuno, juntó la taza, y el plato con tostadas y lo llevó a la mesada, guardó la manteca en la heladera y se fue para el living con el diario.
Se sentó en el sillón y leyó lo que le faltaba del diario. Luego prendió el televisor, el Napoli del Diego jugaba contra el Milán y lo quería ver. Un poco por eso y otro porque quería que el tiempo pasara rápido y que de una buena vez llegara el momento de que Ricardo lo fuese a buscar. Hacía tiempo que no iban a la cancha juntos y hoy, después de tanto, al fin lo harían.
El resto de los habitantes de la casa se levantaron y al igual que él fueron a desayunar. Rosa con esmero les fue sirviendo a medida que llegaban a la cocina.
Ángel, cuando finalizó el desayuno, se fue a sentar al living a mirar el partido con él. Mientras, en la cocina, las mujeres ayudaban a Rosa a preparar el almuerzo.
Como todos los domingos comerían ravioles, ya era un clásico y a todos les gustaba el tuco que Rosa preparaba.
El Napoli, con una extraordinaria actuación del Diego, le ganó al Milán 4 a 0.
Lástima que el Diego era bostero, que lindo sería verlo con la de River, pensó Juan Carlos.
A la una en punto todos estaban ubicados para almorzar. Él comió despacio, pero mirando el reloj, ya se acercaba la hora y su ansiedad aumentaba.
Cuando terminaron el postre y el café sonó el teléfono.
Rosa fue la que atendió:
-Geriátrico “La casona”, ¿quién habla?
Desde el otro lado de la línea una voz de hombre pidió por Juan Carlos.
-Ya lo llamo, un segundito, le respondió Rosa.
-Juan Carlos, gritó Rosa desde el living, teléfono.
-¿Quién es?, preguntó él desde la cocina.
-No sé, no le pregunté, pero me parece que es su hijo.
-Hola, ¿Ricardo, sos vos?
-Sí papá, soy yo Ricardo.
Luego de unos minutos, Juan Carlos volvió a la cocina, una lágrima le rodaba por la mejilla.
Les pidió disculpa a todos y se fue a su habitación.
-Otra vez lo dejó cambiado y sin salir, comentó Ángel a los demás, cuando Juan Carlos ya se había retirado.
-Nunca tienen tiempo para nosotros, comentó Norma, mientras ayudaba a Rosa a lavar los platos.
-¿Jugamos un partidito de chinchón?, preguntó Ángel a los que todavía estaban sentados a la mesa.
-Yo me prendo, le contestó Norma secando un plato.
Mientras tanto, Juan Carlos, se desvestía en su habitación, colgó el saco, los pantalones, la camisa y la corbata en el roperito. Puso los zapatos debajo de la cama. Buscó la camiseta de River y se la puso. Se acostó y prendió la “Spica”.
La voz de Costa Febre les daba la bienvenida a todos los hinchas de River y anhelaba un gran triunfo del “Millonario”.
Con la radio de fondo, se quedó medio dormido. Recordó cuando él era jugador, sus tardes de gloria, junto con los otros integrantes de “La Máquina”
Un rato más tarde, cuando se estaba quedando dormido, la voz del relator lo sacó de ese sopor: Goooool de River.
El pendejo, ese que jugaba de nueve y que a él no le gustaba, le daba el triunfo, nuevamente, en el último minuto.
Besó la camiseta y ahora sí se durmió.
Tal vez el próximo domingo o el siguiente, Ricardo, su hijo, tendría tiempo y juntos irían a la cancha.
Pero a Juan Ramón Verón, en Estudiantes, lo acompañaban el sudor, la virilidad, el sacrificio y la generosidad de otros diez cinchadores, ninguno de los cuales estaba en la cuerda inspirada y sutil de La Bruja. No importaba.
Con esa ayuda, gravitante en el plano espiritual, mínima en el orden estrictamente futbolístico, Verón se las ingenió para darle a Estudiantes momentos memorables. El himno de la hinchada "pincha" en aquellos años decía: "Si ve una Bruja montada en una escoba, ese es Verón, Verón que está de moda".
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(ERNESTO LAZZATTI, excepcional jugador de Boca Juniors en la década del '40)
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El reggae de Maradona (Jovine - Italia)
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(ROMARIO, sobre sus cualidades como futbolista)
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Comienzo de un romance con la red
Habían pasado cuatro partidos desde su debut. Aquel 0-1 con Talleres en La Paternal, que lo vio ingresar en el segundo tiempo. Cuatro días más tarde, Juan Carlos Montes volvía a confiar en él, esta vez como titular. En Rosario, Newell's ganó 4 a 2 y fue la despedida del Director Técnico.
Jorge Enrico tomó las riendas del plantel, y el pibe volvió a ser titular un día después de su cumpleaños número 16. El 0-3 en el primer tiempo ante Ferro precipitó su salida para el complemento. Volvió a arrancar desde el banco y, junto a 'Bartolo' Álvarez, le cambiaron la cara a un apático Argentinos para ganarle en Boyacá a Huracán de Comodoro Rivadavia por 2 a 0.
En su quinto partido, nuevamente fue relevo. Álvarez, con sus dos goles del encuentro anterior, jugó de entrada por Ovelar. La cita era en el desaparecido Estadio San Martín, de la ciudad de Mar del Plata. El Rival, el San Lorenzo local. 'Bartolo' cumplió de inicio con su cuota goleadora, pero el legendario Norberto Omar Eresuma puso las cosas iguales. La clave estaba otra vez en el banco. Maradona reemplazó a Giordano y otro Argentinos saltó al San Martín en el complemento. Álvarez volvió a adelantar al Bicho con dos goles, descontando Miccio a quince minutos del final.
El gran segundo tiempo de Maradona se iba a redondear con dos goles. Sus primeras dos conquistas oficiales. A tres minutos del final (foto), y en tiempo de descuento, venció en dos oportunidades a Rubén Lucangioli, para el 5-2 final a favor del ‘bicho’.
Las frías estadísticas dirán que Argentinos formó con Carlos Alberto Munutti; Dante Alfonso Roma, Miguel Ángel Gette, Ricardo Daniel Fusani y Humberto Jorge Minutti; Carlos Guillermo Fren (reemplazado a dos minutos del final por Rodolfo Carlos Ingaramo), Mateo Di Donato y Rubén Alcides Giordano (en el entretiempo ingresó Diego Armando Maradona); Jorge Orlando López, Carlos Alberto Álvarez e Ibrahim Hallar. Maradona volvería a ser suplente los dos partidos siguientes.
En ambos -victoria 3-0 sobre Central Norte de Salta en La Paternal y derrota 1-4 ante All Boys en Jonte y Mercedes- fue necesario su ingreso para la mejoría futbolística del Bicho. Ya no volvería al banco. Recién anotaría nuevamente en el Metro '77. Lucangioli pudo contarle a los suyos que los primeros goles que hizo Maradona se los marcó a él... No cualquiera se ha dado el lujo de contar semejante historia...
(texto del periodista Javier Roimiser, publicado en la página ¿Te acordás bicho? el 19/07/08)
Portero (Daniel Delfino “Maracho” - Argentina)
Papá, ¿es verdad que Maradona es Dios?, preguntó Lautaro mientras miraban en la tele un informe sobre el regreso del maravilloso diez al fútbol profesional.
-No Lautaro, no es Dios. Es el mejor jugador de fútbol que hubo en el mundo, pero no es Dios.
-Pero el papá de Fabián dice que Maradona es Dios.
Pablo, el padre de Lautaro, recordó un diálogo en la puerta del colegio. El papá de Fabián era un insoportable hincha de Boca, que se pasó toda la charla fanfarroneando con los logros de los de la ribera.
-El papá de Fabián está equivocado.
-Pero papá, muchos dicen eso. No sólo el papá de Fabián dice eso. En la tele lo dicen.
-Mirá Lautaro, Maradona le hizo el gol a los ingleses, el gol que cualquier argentino les hubiera querido hacer a esos piratas. Maradona nos hizo felices a todos, su habilidad es como una obra de arte en movimiento, pero no es Dios. Dios es otra cosa.
-¿Qué otra cosa?
-Un ser superior, que nos quiere a todos por igual.
-¿Y Maradona, no nos quiere a todos por igual?
Pablo lo miró abatido. Su hijo era más perseguidor que un Testigo de Jehová.
-Maradona es un hombre y como todo hombre, debe tener gente a la que quiere y gente a la que no quiere.
El niño lo miró con ojos extraños. Sin entender demasiado abrió su bombardeo de preguntas:
-¿Maradona nunca jugó en San Lorenzo?
-No.
-¿Y vos nunca jugaste en San Lorenzo?
-No.
-Y Dios, ¿de qué cuadro será?
-De ninguno.
-¿Y por qué no es de ningún cuadro?
-Porque es Dios y no puede ser de uno sí y de otro no.
-Y Maradona ¿de qué cuadro es?
-De Boca.
Pablo comenzaba a fastidiarse. Maradona, en su corazón, era una ambivalencia nunca resuelta definitivamente. Un añejo resentimiento le había impedido disfrutar con total intensidad de sus milagros. Como si el Diego fuera una mujer dorada que nos sonríe, pero elige a nuestro peor enemigo. Sólo nos queda admirar envidiosos su belleza.
Hinchas de otros equipos y hasta de San Lorenzo obviaron estas situaciones y lo aclamaron con toda la boca. Pero Pablo vivía cautivo en su rígido dogma futbolístico, que podría estar errado, pero que le dictaba el corazón: primero San Lorenzo y después todo lo demás, aun la Selección Argentina. Y a pesar del orgullo de que su hijo de ocho años fuera tan cuervo como él, tampoco quería transmitirle su fundamentalismo azulgrana.
-¿Sabés por qué no es Dios? -le dijo decidido.
El niño lo miró ansioso.
-Cuando yo tenía doce años, sólo cuatro más que vos, con el abuelo fuimos a la cancha de Ferro. San Lorenzo, nuestro querido y adorado San Lorenzo, jugaba con Argentinos Juniors y el que perdía se iba al descenso. Y San Lorenzo perdió y se fue al descenso, a la primera B, a jugar con equipos desconocidos. Todo el mundo se reía de nosotros. El abuelo y yo, esa tarde estábamos muy tristes, como toda la gente que lloraba por las calles. Y cuando llegamos al auto, el abuelo encendió la radio. El periodista que hablaba contó que Maradona, que jugaba en Boca y que había salido campeón esa misma tarde, arribó al vestuario en silencio y que sólo dio rienda suelta a su festejo cuando se enteró de que Argentinos Juniors, el club de sus comienzos, se había salvado del descenso. El abuelo de un arrebato apagó la radio. Tenía bronca. Yo me daba cuenta que lo que había dicho el periodista le había provocado mucho dolor. En silencio, continuó manejando por esas calles grises de Caballito, que nos devoraban como un túnel de tristeza.
-¿Y vos lloraste mucho ese día, papá?
-Sí. Por eso no me gusta que digas que Maradona es Dios. Porque Maradona es una persona como vos y yo. Los que lo dañan son los alcahuetes que viven de su magia. Él, esa tarde, quería que Argentinos no sufra, y estaba bien, porque ésa era su gente. Pero los de San Lorenzo estábamos muy tristes. Dios no quiere que nadie esté triste y nunca se va a alegrar cuando a alguien el corazón se le esté reventando de tristeza. Por eso, nunca hay que pedirle por el resultado de un partido, porque Dios no puede elegir entre uno o el otro. Tiene que ganar el que juegue mejor y haga más goles.
En el informe de la televisión decían que a Maradona le gustaría jugar en San Lorenzo de Almagro.
-¡Escuchaste papi, Diego quiere jugar en San Lorenzo!
La rutilante noticia dejó obnubilado a Pablo e inmovilizó sus ojos sobre la pantalla del televisor. Su mente se puso en blanco. Lo volvió a mirar su hijo, pero esta vez, el que habló fue su corazón:
-¡Dios quiera!
(ROBERTO MARELLI, médico, psicólogo y verdadero gurú espiritual de aquel plantel de Estudiantes de La Plata en The Cavern Club, lugar obligado en una recorrida por Liverpool, antes de la final de la Intercontinental del miércoles 16 de Octubre de 1968 contra el Manchester United)
En Porto Alegre, como local, Gremio venció con un terminante 5 a 0. Pero en la revancha, en San Pablo, el local ganó 5 a 1. Fue así que Gremio siguió en la Libertadores con mucho susto, apenas por un gol de diferencia. Después terminó ganando la Copa de dicha edición.
Por su parte Newell’s Old Boys, en 1992, perdió de manera contundente en Rosario ante San Lorenzo de Almagro: 6 a 0. Pero en la revancha, los “leprosos” derrotaron a los “santos” por 1 a 0. Ambos siguieron a la siguiente fase y en Rosario, Newell’s ganó por 4 a 0, devolviéndole la goleada.
Por último, quedó en la historia un histórico triunfo venezolano en la Libertadores. Fue en 1971, más precisamente el 17 de Febrero, cuando el Fluminense, de Brasil, derrotó a Deportivo Italia, en Venezuela, por 6 a 0. La revancha fue el 3 de Marzo, en el Maracaná, y en la previa, los hinchas cariocas hacían apuestas acerca del número exacto de goles que se llevarían los de Venezuela. Pero Deportivo Italia produjo otro 'Maracanazo', ganando por 1 a 0. Así, queda claro que “los partidos hay que jugarlos”.
(JORGE VALDANO, ex jugador y entrenador argentino)
La más divertida anécdota del "Mono" Burgos
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El partido estaba muy disputado, hasta que el árbitro sancionó un penal favorable a River. Era la gran oportunidad para el local, pero Pedernera ejecutó el tiro desde los 12 pasos de manera muy anunciada, permitiendo que desviara el arquero de Boca, Juan Estrada, arrojándose hacia el palo derecho de su valla (foto). Ahí River perdió confianza y el partido. Era el primer triunfo de Boca en el nuevo estadio de River, la por entonces 'Herradura de Núñez'. Resultó un partido histórico para ambos clubes.
River formó con Besuzzo; Vassini y Blanco; Yácono, Rodolfi y Wergifker; Peucelle, Caffaratti, Maffei, Moreno y Pedernera.
Por su parte Boca alineó con Estrada; Ibáñez y Valussi; A.López, Angeletti y Suárez; Varallo, Alarcón, Liztherman, Pícaro y Danza.
El árbitro fue A. Destaillats. Los goles boquenses fueron anotados por Pícaro y el legendario Francisco "Pancho" Varallo. Un recuerdo a todo azul y oro.
(NORBERTO "Ruso" VEREA, periodista argentino, opinando en 2003, sobre el combativo volante de Quilmes, hoy en Estudiantes de La Plata)