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Una historia de fútbol y Navidad


La Primera Guerra Mundial había empezado en Junio de 1914 y enfrentó a los imperios alemán y austro-húngaro, más el otomano, con el resto de los países europeos. Ese mismo año, en el frente occidental de la guerra, se había demarcado una franja de territorio (línea según el mapa) por unos cuantos kilómetros en Francia y Bélgica, hacia cuyos lados estaban los dos bandos (alemán por uno, británico-francés por otro). 

Se le dio en llamar “La Tierra de Nadie”, y no tenía más de cincuenta metros de ancho. En esa misma franja de territorio se desarrolló por tres años la Guerra de Trincheras, una serie de ataques de uno y otro bando, hasta que Estados Unidos entró en guerra (1917) para torcer el conflicto en favor de los aliados. 

Lo cierto es que para Diciembre de 1914 habían aparecido algunos movimientos pacificadores, promovidos por un grupo de mujeres británicas y también por el Papa Benedicto XV. Mientras tanto para fines de mes, en la región de Ypres (Bélgica), del lado de la trinchera alemana, los altos mandos de este ejército habían mandado distintos adornos con los que adornar los arbolitos de Navidad y también distintas provisiones (a modo de regalo y de motivación) para los hombres de la guerra, como chocolates y cigarrillos. 

Los soldados alemanes pretendían, en su fuero íntimo, pasar aunque sea una Navidad en paz en medio del horror de la guerra, igual que los ingleses y franceses. ¿Pero cómo expresar este deseo sin que se enterasen los generales? En la gélida madrugada del 25 comenzaron a decorar los arbolitos (más luces que “arbolitos” dadas las condiciones), en señal amistosa, ante la sorpresa inicial de los soldados enemigos. Ya por la mañana del 25 empezaron a cantar distintos villancicos como "Noche de paz, Noche de Amor". 

Los soldados ingleses y franceses, apostados en sus trincheras, al ver lo que ocurría del otro lado, soltaron banderas blancas en tren de paz y comenzaron a caminar lentamente hacia la Tierra de Nadie. Y así ambos bandos fueron caminando en direcciones opuestas y se fueron encontrando cara a cara. Las armas habían quedado a un lado, aunque sabían -muy a su pesar- que esos mismos que ayer eran enemigos, en pocos días volverían a serlo. 

El encuentro en aquella Navidad nevada fue de abrazos y reencuentros, y de cantar juntos las canciones navideñas. También se intercambiaron regalos (cigarrillos, chocolates y alcohol; gorros y botones) y enterraron a los caídos que no habían recibido sepultura, en un emotivo homenaje. Y jugaron un partido de fútbol también, o varios según las crónicas. Lo cierto es que en medio de aquel frío no se sabía bien los límites de la “cancha”, usaron los buzos (pese al frío) como palos y ni que hablar que no había jueces. Podía jugar cualquiera, no importaba su origen, y cuando un hombre caía al suelo -resbaladizo- venía otro a levantarlo. El “partido” terminó cuando apareció un soldado para testimoniar el hecho, y según dicen terminó con victoria alemana por tres a dos. 

El soldado que dio cuenta de este suceso fue el alemán Johannes Niemann, y así lo inmortalizó en una de sus epístolas: “Un soldado escocés apareció cargando un balón de fútbol; y en unos cuantos minutos, ya teníamos juego. Los escoceses hicieron su portería con unos sombreros raros, mientras nosotros hicimos lo mismo. No era nada sencillo jugar en un terreno congelado, pero eso no nos desmotivó. Mantuvimos con rigor las reglas del juego, a pesar de que el partido sólo duró una hora y no teníamos árbitro. Muchos pases fueron largos y el balón constantemente se iba lejos. Sin embargo, estos futbolistas amateurs a pesar de estar cansados, jugaban con mucho entusiasmo. Nosotros, los alemanes, descubrimos con sorpresa cómo los escoceses jugaban con sus faldas, y sin tener nada debajo de ellas. Incluso les hacíamos una broma cada vez que una ventisca soplaba por el campo y revelaba sus partes ocultas a sus ‘enemigos de ayer’. Sin embargo, una hora después, cuando nuestro Oficial en Jefe se enteró de lo que estaba pasando, éste mandó a suspender el partido. Un poco después regresamos a nuestras trincheras y la fraternización terminó. El partido acabó con un marcador de tres goles a favor nuestro y dos en contra. Fritz marcó dos, y Tommy uno”

Esta tregua navideña, que en algunas partes del frente duró hasta fin de año y en la que se vieron envueltos hasta cien mil hombres, se dio en llamar la "Tregua de Navidad". Luego hubo algún otro atisbo de tregua durante los tres años posteriores en que duró el conflicto, pero ninguna tan importantes como esta. Los altos mandos de ambos ejércitos -entre ellos Adolf Hitler- montaron en cólera cuando se enteraron del hecho, y juraron vengar a los principales promotores de la tregua, además de asegurarse en los años venideros generar un conflicto en estas mismas fechas, aunque fuese “inventado” por ellos mismos. También intentaron borrar cualquier prueba de los acontecimientos, quemando cartas y coartando a la prensa; sin embargo, para principios de 1915 ya los diarios británicos daban cuenta de algunas cartas y fotografías que algunos soldados habían mandado a sus familias contando los hechos tal cual fueron. 

Hoy en día, en Ypres, hay una cruz que recuerda aquella efímera pero sentida paz navideña. Para la humanidad siempre ha sido uno de los episodios más esperanzadores en medio del odio y un acto de fe en el ser humano a pesar de estar en las peores circunstancias. Igual que para Paul McCartney, que les tributó un video a aquellos valientes soldados.

(artículo de Ionatan Was, tomado del portal digital "Urugol")

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Alemania, un huracán; Maier, un coloso.

(Titular del diario español "Hoja del Lunes", al otro día de la Final del Mundial de 1974)

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Que el sempiterno hombre duro del fútbol alemán Lothar Matthäus y Stefan Effenberg no tenían por costumbre ir de vacaciones con sus respectivas era vox populi.
Quizá harto de vivir a la sombra de la leyenda tanto en el Bayern como en la selección, al rubio platino nunca le tembló la voz para ponerle las peras al cuarto al del brazalete eterno. Effenberg, en su autobiografía publicada en 2003, guarda un pequeño rincón forrado de seda para el gran Lothar y le tacha de cobarde por no querer lanzar el penalti decisivo en la final del Mundial 90 y por borrarse (en beneficio de Thorsten Fink) en la recordada final de Copa de Europa en Barcelona.
Incluso, con el sentido del humor de un Panzer, dedica un capítulo entero al capitán titulado "Lo que Lothar Matthäus sabe de fútbol". El episodio consiste en una hoja en blanco.

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Era siempre el más bajo y el más gordo. Un hamburgués rechoncho y petiso, de andar oscilante, que tenía un pie más grande que el otro, pero Uwe Seeler era una pulga cuando saltaba, una liebre cuando corría y un toro cuando cabeceaba.

(EDUARDO GALEANO, escritor uruguayo, dando su visión sobre Uwe Seeler)

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Aún no se ha ganado ningún partido con aforismos.

(OTTO REHHAGEL, ex futbolista y entrenador alemán, acerca de las declaraciones de un entrenador rival en vísperas de un importante encuentro)

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Los gays no tienen sitio en el fútbol. Si un jugador me confesara que es gay, le diría: 'Has sido valiente', pero después le pedidiría que se cambiase de trabajo. Todos los que han salido del armario han acabado rotos, ridiculizados por sus compañeros y los aficionados. Debemos liberarlos de esa caza de brujas.

(RUDI ASSAUER, entrenador alemán de la época dorada del Schalke 04, sorprendiendo la semana pasada a toda Alemania con duras declaraciones sobre los homosexuales)

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Alemania 1972, la mejor cosecha alemana


El mejor equipo alemán, y en esto es mejor ampararse en la subjetividad, disputó un partido memorable el 29 de Abril de 1972. Alemania regresaba a Wembley seis años después de su derrota en la final de la Copa del Mundo de 1966.

El equipo se había renovado con un grupo de jóvenes jugadores, muchos de ellos desconocidos. El seleccionador, Helmut Schoen, se apoyó casi exclusivamente en dos clubes: el Bayern de Munich y el Borussia Moenchengladbach.

La facción bávara estaba encabezada por Franz Beckenbauer, excepcional centrocampista que llevaba una semilla desastrosa. Muy pronto, decidió refugiarse como líbero, blindarse con defensas, retrasar al equipo diez metros, convertir sus formidables condiciones técnicas en pirotecnia y animar a los futuros grandes creadores a hacer lo mismo (Stielike, Matthaus…). El centro de gravedad del juego alemán pasó del medio campo al líbero. No hacía falta mucho para adivinar el siguiente paso: el pelotazo.

Sin un papel relevante de sus creativos centrocampistas, sin Schuster, que rescató al equipo en fogonazo de la Eurocopa de 1980, Alemania comenzó a estirarse: cada vez más cerca de su portero y cada vez un gigante más alto en la punta del equipo: Dieter Hoenness, Hrubesch, Bierhoff. La simplificación llevó a la simpleza. Y la simpleza es deprimente. El precio que ha pagado el fútbol alemán es muy alto. No han faltado las victorias, pero los jugadores alemanes han perdido prestigio. Pocos actúan en las grandes Ligas. No añaden gran cosa. Se simplificó demasiado. Se creó un prototipo funcional que, a fuerza de repetirse, terminó por degradarse. Pero hubo un tiempo donde Alemania era una selección maravillosa.

En aquel partido de Wembley, cuartos de final de la Eurocopa, Alemania derrotó 1-3 a Inglaterra. El resultado fue menos importante que la manera de conseguirlo y quiénes lo consiguieron. A un lado, Beckenbauer se acompañaba del portero Maier, el central Schwarzenbeck, el lateral izquierdo Breitner, el goleador Gerd Müller y el media punta Uli Hoeness. Tanto Hoeness, extraordinario jugador prematuramente disminuido por una grave lesión, como Breitner eran jóvenes y desconocidos en Europa.

La otra parte del equipo estaba dirigida por Günther Netzer, eterno suplente de Overath. Netzer, que jugó el partido de su vida en Wembley, había conducido al Borussia Moenchengladbach del anonimato al primer peldaño de la Bundesliga. Junto a él, el lateral derecho Vogts, el magnífico centrocampista Wimmer y el delantero Jupp Heynckes. Todos estaban en Wembley, donde se exhibió Alemania con un fútbol perfecto.

El duelo con Inglaterra y la victoria en la Eurocopa de 1972 marcan el momento de mayor altura en el juego de la selección alemana. Antes de adentrarse en el fútbol especulador y pesadísimo que caracterizó al Bayern de los años setenta, la selección alemana jugó tan bien como Holanda y con jugadores tan brillantes. Fue un período que merece recordarse, lo mismo que el triste destino del Borussia Moenchengladbach. Siempre jugó mejor que el Bayern, pero perdió sus oportunidades en la Copa de Europa, mientras el equipo de Beckenbauer ganaba las finales con poco juego y mucha suerte.

Como Moenchengladbach, una pequeña ciudad junto a la frontera belga, no es Munich, las posibilidades de sobrevivir a la ausencia de éxito son mucho menores. El Borussia entró en un declive lastimoso para los aficionados que preferían su aventura a la calculadora maquinaria del Bayern. Y como el Bayern se ha preocupado de eliminar cualquier atisbo de oposición en la Bundesliga -cada vez que aparece un competidor, sus mejores jugadores acaban irremediablemente en el equipo bávaro-, el fútbol alemán es prisionero de un club con una perniciosa querencia por la depredación.

(artículo de Santiago Segurola, publicado en Marca.com el 24/10/07)

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La mayoría de los futbolistas ven su trabajo de la siguiente manera: 90 minutos de fútbol y me voy a casa. Y ya no se preocupan más por el tema. Para mí este oficio significa algo más. Tiene que haber más espectáculo, hay que echarle más vida al asunto. Los seguidores quieren ver personajes interesantes y pasarla bien.

(STEFAN EFFENBERG, ex futbolista alemán, opinando sobre la actitud hacia el trabajo de algunos futbolistas)

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El Hamburgo es un capítulo nuevo y al mismo tiempo será el último. Si hubiera convertido 15 goles para el Madrid, estará allí, yo estaría a gusto y el club no me habría vendido. Pero ahora, el Hamburgo es lo perfecto para mí. Viví los últimos nueve años muy movidos, con mucho revuelo, mucha prensa, con jugadores como (David) Beckham o Cristiano Ronaldo. Venían miles de personas a vernos al aeropuerto o al hotel, y ahora todo es más tranquilo. Incluso volamos en aviones de línea, es algo que me gusta.

(RUUD VAN NISTELROOY, ex delantero del Real Madrid, en declaraciones recientes al dominical alemán "Bild am Sonntag")

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Todo lo que tenía que hacer era escribir las nueve letras de mi nombre y con esto hubiera resuelto mi vida, pero decidí seguir en mi equipo de toda la vida, el Hamburgo, porque era donde me sentía querido. Preferí la comodidad de mi casa, de estar con mi familia y de poder seguir siendo comercial de Adidas.

(UWE SEELER al declinar la oferta del Inter italiano y aceptó quedarse en el equipo que amaba, el Hamburgo)

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Viendo la metamorfosis que se ha producido en el fútbol argentino -y mundial- cuando se festeja un gol, da para que los maduros hinchas muestren sus quejas. Alguna vez Daniel Onega expresó que si en su época de jugador, cuando anotaba un gol se hubiera sacado de encima a algún compañero para ir a gritarlo solo: "En los vestuarios habría cola para querer pegarme un cachetazo".
Al respecto, Víctor Hugo Morales, recordó un cuento corto de Alejandro Dolina que habla de alguien que driblea a diez jugadores, otro viene, la empuja y la mete al gol, y lo festeja abrazándose con todos. Vuelven a la mitad de la cancha y el que la empujó le dice al que hizo la gran jugada: "Bien, che", en una demostración de cierto egoísmo que se produce en ese momento.
Por su parte, Osvaldo Ardiles dijo que "a mí me gusta cuando los jugadores festejan los goles con sus compañeros, no cuando se lo dedican a alguien que no es parte del grupo. El esfuerzo es el de todo el equipo y pienso que tiene que ser festejado entre ellos".
Por último y evocando su maravilloso gol en la final de la Copa del Mundo de 1986, Jorge Burruchaga, expresó: "Cuando lo hice, busqué el rincón porque faltaban tres minutos. Pensé mirar a Dios y agradecerle el momento. Me arrodillé para tomarme un poco de tiempo, y encima llega el ‘Checho’ Batista y se arrodilla conmigo y me dice 'quedémonos acá un rato'. Siempre digo que cuando lo vi venir al ‘Checho’ con su barba a festejar conmigo, fue como si hubiera visto a Jesús que se me acercaba".

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El trofeo fue a Alemania, la gloria a Holanda.

(titular del diario italiano "Corriere dello Sport" al otro día de la Final del Mundial de 1974)

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La forma de jugar de esos maravillosos artistas era fácil, tan fácil que parecía un sueño. Esa clase de fútbol es la que hace ver a los equipos británicos como de segunda clase.

(Titular del diario británico "THE DAILY HERALD" del 19 de Mayo de 1960 tras la Final de la Copa de Europa ganada por el Real Madrid al Eintracht Frankfurt por 7 a 3 el día anterior en el Hampden Park de Glasgow, Escocia, ante 135.000 espectadores)

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Alemania ha encontrado el remedio para Cruyff: Berti Vogts.

(Titular del periódico inglés “The Guardian” el 8 de Julio de 1974, al otro día de la Final del Mundial de ese año entre Alemania y Holanda)

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El fútbol que derribó el Muro de Berlín


Esta madrugada se cumplieron 20 años de la caída del Muro de Berlín, lo que significó el principio del fin para los clubes de fútbol de la antigua República Democrática Alemana (RDA).

Veinte años después, ningún equipo de la RDA ha logrado ganar un título de Liga y parece imposible que alguno lo vaya a conseguir alguna vez. El único conjunto de Alemania del Este que sobrevive en el fútbol unificado alemán es el Energie Cottbus, fundado el 31 de Enero de 1966, quien milita en la 2. Bundesliga o Zweite Bundesliga (segunda categoría de la Liga de Alemania).

Curiosamente, el Energie nunca fue uno de los grandes de la extinta DDR Oberliga. Hablamos de un equipo ascensor que se vio perjudicado por la reunificación alemana cuando vivía su mejor momento en la máxima competición de la RDA.

Tuvieron que pasar nueve años para que el Energie Cottbus, amadrinado por la canciller Ángela Merkel, completase su viaje desde cuarta división hasta la Bundesliga actual para descender a la Zweite Bundesliga en el pasado mes de Mayo, con una final de Copa perdida por el camino en 1997 ante el Sttutgart.

La DDR Oberliga se disputó desde 1949 hasta 1991. Tras la reunificación, sólo dos equipos (Hansa Rostock y Dinamo Dresden) se integraron en la competición de la RFA. El resto no pudo hacer frente a las exigencias económicas que exigían sus vecinos del Oeste. La fuga de talentos como Mathias Sammer, Ulf Kirsten, Andreas Thom o Thomas Doll resultó inevitable.

El daño que sufrieron los equipos de la Liga comunista fue, en muchos casos, irreparable. Sólo algunos alemanes orientales como Michael Ballack, nacido en Gortliz y criado futbolísticamente en el Chemnitzer, han logrado triunfar a gran escala y en la selección nacional.

Se abrió, entonces, un panorama distinto para los deportistas alemanes. Muchos de ellos, en el apogeo de sus campañas, sintieron cómo cambiaba su destino.

Un caso emblemático es el de Matthias Sammer, que se desempeñaba en Dinamo de Dresden -su ciudad natal- y para el año siguiente al que la gran mole de material se había convertido en polvo ya era un crack de Stuttgart, fuerte entidad de la cara occidental. En 1990, Alemania ganó el Mundial realizado en Italia cuando aún las entidades madres futbolísticas no se habían unido, por lo que Lothar Matthäus alzó la Copa en el Olímpico de Roma, rubricando el título para Alemania Federal.

En el Mundial de EE.UU. 94, Alemania actuó unificada, y en ese plantel Sammer fue una figura destacada a pesar de la eliminación teutona. El volante actuó en 50 partidos con el seleccionado occidental y su nombre fue un símbolo de unificación cuando Alemania ganó la Eurocopa 96 en Inglaterra.

El último campeón de la ex RDA fue el Hansa Rostock, que logro el único título de su historia en 1991 y ahora pelea en Tercera División. Peor le fueron las cosas al Dinamo Dresden, uno de los clubes más populares y laureados de la RDA con ocho títulos de Liga y siete de Copa. Tras penar en la Bundesliga durante los años posteriores a la caída del Muro terminó descendiendo en 1995.

La mala situación económica por la que atravesaba el club provocó su descenso administrativo a la Regionalliga. Los actos violentos protagonizados por sus seguidores es lo único noticiable en los últimos tiempos en el Dresden, sumido en la nueva Tercera División alemana.

El Dinamo de Berlín es otro de los antiguos campeones de la RDA que han desaparecido del mapa futbolístico alemán. El equipo de la Stasi (policía secreta de la RDA) fue el dominador absoluto de la DDR Oberliga durante diez años consecutivos, desde 1978 a 1988. Sin embargo, sus triunfos siempre estuvieron rodeados de polémica por las acusaciones de compra de partidos y de árbitros.

Tras la reunificación, cambió su nombre por el de FC Berlin para intentar disimular su vergonzoso pasado pero, en 1999, recuperó su antigua denominación. Sin la protección de la Stasi, el Dinamo Berlín luce en la Oberliga Nord (cuarta división) una estrella encima de su escudo que recuerda los diez títulos obtenidos bajo la sospecha de un gran fraude.

La Recopa del Magdeburgo

El honor de ser el único campeón europeo de Alemania Oriental le corresponde al Magdeburgo, vencedor de la Recopa de Europa en 1974 y que ahora milita en la Regionallia Nord. El equipo de Jurgen Sparwasser, autor del famoso gol que le dio la victoria a la RDA ante la RFA en el Mundial de Alemania de ese mismo año, hizo historia venciendo 2-0 al Milan en la final de Rotterdam.

El Carl Zeiss Jena (actualmente en la 3. Bundesliga) y el Lokomotiv Leipzig (refundado desde la categoría más baja del fútbol alemán tras su desaparición) rozaron la gloria en las finales de de 1981 y 1987 ante Dinamo Tbilisi y Ajax de Ámsterdam, respectivamente. En la Copa de Europa y en Copa UEFA las actuaciones de los equipos de la RDA no fueron tan brillantes.

El día que cayó el Muro de Berlín Michael Ballack tenía 13 años. Jugaba con sus amigos en las calles de su pueblo, Görtlitz, en la República Democrática Alemana. Su club era el Motor, de la cercana ciudad de Karl-Marx-Stadt. Hoy, Ballack es una de la máximas figuras del fútbol internacional, juega en el Chelsea de Londres, suele ser capitán de la selección alemana y Karl-Marx-Stadt no ha cambiado de sitio pero recuperó su nombre original de Chemnitz. Recuerdos de un pasado que para los clubes de la antigua RDA fue mejor con el Muro de Berlín en pie.

Clubes que participaron en la última DDR Oberliga (1990/1991)

Se integraron en la 1. Bundesliga

1. FC Hansa Rostock (actualmente en la 3. Bundesliga)
2. SG Dynamo Dresden (3. Bundesliga)

Se integraron en la 2. Bundesliga

3. Rot-Weiß Erfurt (3. Bundesliga)
4. Hallescher FC Chemie (Regionalliga Nord IV)
5. Chemnitzer FC (Regionalliga Nord IV)
6. FC Carl Zeiss Jena (3. Bundesliga)
7. Lokomotiv Leipzig (NOFV Oberliga Sud V)
8. Stahl Brandenburg (Landesliga Brandenburg VI)

Se integraron en la Regionalliga

9. Eisenhüttenstädter FC Stahl (Verbandsliga Brandenburg VI)
10. FC Magdeburg (Regionalliga Nord IV)
11. FC Berlin (NOFV Oberliga Sud V)
12. FC Sachsen Leipzig (Regionalliga Nord IV)
13. Energie Cottbus (2. Bundesliga)
14. Victoria 91 Frankfurt (Verbandsliga Brandenburg VI)

Fueron muchos más los futbolistas que vieron sus carreras atravesadas por aquel acontecimiento histórico. Sin embargo, veinte años después, parece que el fútbol alemán es una cuestión que se dirime en el Oeste, como tantas otras en la Alemania unificada.

Fuentes consultadas:

* Wikipedia
* Diario Marca
* Diario Vasco
* Yahoo! Eurosport
* Página oficial del Energie Cottbus
* Página oficial del FC Lokomotive Leipzig

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Por la final de la Copa de Campeones de Europa 1974 se enfrentaron Atlético de Madrid, entrenado por Juan Carlos "Toto" Lorenzo, y el Bayern Munich en el estadio Heysel de Bruselas (Bélgica). Cuando faltaban siete minutos para finalizar el encuentro Luis convirtió para el Atlético y todo pareció liquidado, más aún cuando ya en el último minuto de juego hubo tiro libre para los "colchoneros". Pateó Gárate y lo atajó Sepp Maier, quien sacó con el pie; Cacho Heredia interceptó el balón y lo mandó al lateral. Beckenbauer repuso y le dio la pelota a Schwarzenbeck, zaguero que se destacaba técnicamente por su torpeza; este no supo que hacer con la pelota y como era su costumbre, conciente de sus limitaciones, cerró los ojos y le pegó de puntín para adelante: igualmente le salió un tirito en dirección el arco.
¿Saben dónde estaba el arquero Miguel Reina? ¡Dándole los guantes como recuerdo a un fotógrafo del diario Marca! En 48 horas tenían que jugar el partido desempate.
En el vestuario el presidente del club, Vicente Calderón, (literalmente) por poco se muere. Reina (foto) no apareció ni se lo pudo encontrar por ningún lado. Según parece los árbitros se compadecieron y aceptaron esconderlo en su vestuario.
Bayern Munich venció por 4-0 en el partido desempate, igualmente desistió de jugar la Copa Intercontinental, la cual Atlético de Madrid logró tras vencer a Independiente de Avellaneda.

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Decision blues (Bernd Baldus - Alemania)

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No soy el único que estuve ausente durante mucho tiempo pero tengo que luchar por mi lugar. No lo entiendo. Esto me pone furioso y de mal humor. Estoy en forma, hago todo lo posible para ayudar al equipo y quiero demostrarlo. Tendría que haber tenido el mismo apoyo que otros jugadores que volvían tras una lesión.

(MARTÍN DEMICHELIS, jugador argentino del Bayern Munich, quejándose la semana pasada -tras una larga ausencia por lesión- en el diario sensacionalista alemán 'Bild' contra el técnico holandés Louis Van Gaal)

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Nosotros nunca retrocedemos.

(ALFREDO DI STEFANO, antes de la final de la Copa de Europa de Glasgow, contra el Eintracht de Frankfurt en 1960, mientras el plantel "merengue" bajaba apresuradamente del autobús porque este iba a aparcar ¡marcha atrás!)

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Beckenbauer (Annelies Štrba - Suiza)

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