Fue acusado por intentar abusar a un menor y terminó preso. Hoy es una celebridad mediática: es crítico de cine por tevé, comenta fútbol y su libro de anécdotas se convirtió en best-seller. Pero la misma sociedad que festeja su reinserción le niega ese beneficio a ex convictos que no son ricos ni famosos. Radiografía de una hipocresía social.
"Todos con el culo en la pared…" cantaban las hinchadas del fútbol argentino apenas Héctor Rodolfo Veira se asomaba en cualquier cancha como director técnico del Club Atlético San Lorenzo de Almagro. “…Llegó el Bambino. Larguen todo y salgan volando que acá está llegando el gran violador”. La popular, se sabe, es impiadosa.
Al recordar aquellas tardes de domingo, hoy, desde otra realidad que ubica a estos mismos actores en otro rol, caben algunas preguntas:
¿A dónde fueron a parar aquellos juicios de valor contra una persona que tiempo antes había sido idolatrado por toda la sociedad?
¿Quién silenció aquel canto/sentencia que bajaba implacable de las tribunas?
Un ídolo futbolero por excelencia, un icono viril y galante, habitué incansable de la noche porteña, aparecía involucrado en un caso de violación a un menor de edad. Así se conoció la noticia por esos días. Un hecho que lo sometió al escarnio público y por el que terminó tras las rejas. Hoy, veinte años después, vale una repregunta: ¿por qué la misma sociedad que lo culpó, hoy aplaude complaciente sus intervenciones televisivas?
El Bambino fue y es una estrella. Suma rating. Vende libros. Entretiene. Se presenta y lo presentan como un personaje de Buenos Aires. Fue un “matador” en las canchas y es un best-seller en las librerías. Aplausos para él, una figura que, la misma sociedad que le niega cualquier esperanza de reinserción a miles de compatriotas que pasaron por la tumba de la desesperación y la delincuencia, lo abruma de cariño como a una celebridad. Desigualdad o hipocresía, que va mucho más allá del Bambino y su locuacidad.
Pasado. En la tarde del 17 de Octubre de 1987, Sebastián Candelmo viajaba junto a un amigo en el auto conducido por su padre. Vieron a Veira, y los jóvenes se lanzaron del auto con una misión: conseguir su autógrafo. Veira accedió, pero no pudo dejar su rúbrica. No funcionó la lapicera. Pero el DT no quería defraudar: invitó a Candelmo -entonces de 13 años- a subir a su departamento. En esos minutos y en la intimidad, el joven sufrió el intento de abuso que condenaría a Veira a la cárcel. El escándalo, de inmediato, inundó las tapas de los diarios.
La suerte del ídolo cambió. La opinión pública, como es o debería ser lógico, se puso del lado de la víctima. No tuvo clemencia ni concesiones para el Bambino. El brillo se cubrió de sombra: la desilusión social fue implacable. Nadie en su sano juicio puede tolerar un delito aberrante. Pero el tiempo y la causa judicial siguieron su camino. El caso entró en un laberinto mediático y judicial, con un sinfín de idas y vueltas, donde estuvo involucrada la misma policía -que protegió al ídolo- al no dar parte inmediato al juez. Comenzó el lento proceso judicial que llevó a Veira tras las rejas.
Para 1988 y aún sin que la justicia se expidiera sobre la denuncia realizada al por entonces técnico de San Lorenzo de Almagro, Veira solía salir desde el vestuario hacia el campo de juego con la vista puesta sobre el césped y sin levantarla hasta llegar al banco de suplentes, mientras las miles de personas agolpadas en las tribunas se quedaban afónicas de tanto insultarlo.
El ídolo carismático que había sido el técnico campeón del mundo con River Plate en 1986, ahora era la cara del mal.
El 30 de Agosto de 1991, un fallo en primera instancia lo condenó a cuatro años de prisión por ser autor del delito de violación en grado de tentativa, en concurso ideal con promoción de la corrupción.
Días después el Bambino iniciaba su estadía en la cárcel de Villa Devoto. Estuvo sólo 11 meses detenido, hasta que abandonó el penal bajo libertad condicional. El caso estuvo cruzado por todo tipo de sospechas, la principal -un lugar común de aquellos años- recaía sobre la Justicia menemista, un terreno complaciente para ricos y famosos.
En Septiembre del ’92, la cárcel quedó atrás, y al poco tiempo Veira volvió al club de sus amores, San Lorenzo de Almagro.
Su camino de regreso había comenzado.
De a poco el Bambino, a fuerza de histrionismo desde el banco de suplentes, retomó su personaje más popular: el del porteño pintoresco y entrador.
En 1995 sacó campeón a San Lorenzo. Habían pasado 21 años desde que el club no ganaba un campeonato. El Bambino recuperaba su lugar de ídolo popular. La sociedad lo había indultado.
¿Por qué?
La psicóloga María Beatriz Müller, especialista en abuso de menores, intenta encontrar una respuesta: "Recuerdo que cuando sucedió lo del Bambino, hubo un fuerte posicionamiento a favor suyo y en contra del joven. La gente pretende, en estos casos, tratar el tema del abuso como si fuera una mentira del abusado y, en este caso más, porque el chico Candelmo era ‘rarito’. Hoy el trato de la sociedad sería diferente".
Respecto a Veira visto como un modelo social, técnico de fútbol ganador o crítico de cine por TV, hay una gran desmemoria que, también, refleja la decadencia de la sociedad: nivelamos para abajo”. Y enfatiza: “El Bambino forma parte de ese grupo de personas que son los ídolos de una sociedad ciega, sorda, muda y sin memoria”.
La reinserción social de Veira una vez que dejó la dirección técnica de fútbol para trabajar en los medios de comunicación, fue de menor a mayor. Desde su lugar de comentarista fue captando al público que esperaba sus intervenciones ocurrentes y festivas con la misma ansiedad con la que esperaban gritar un gol. Sentado frente a las cámaras y amparado por su gracia natural, se instaló como una celebridad mediática de la tevé.
Para una emisión del programa “Hay equipo” que se emite por la señal de TyC Sports, en la que integrantes de equipos recordados juegan un partido contra los periodistas del canal y luego comparten un asado, el Bambino fue invitado junto a algunos ex jugadores del San Lorenzo campeón de 1995, a compartir la mesa. Llegada la hora de la sobremesa, sin guiones ni formatos diagramados, el Bambino hizo explotar de risa a los más de quince comensales que lo rodeaban. Inesperadamente, Héctor Rodolfo Veira promovió la risa desde el fútbol y alcanzó el estrellato como comediante a tal punto, que YouTube tiene entre sus videos más visitados a los del Bambino.
Desde otra perspectiva, un conocedor del derrotero de ex convictos que intentar volver a ser admitidos por la sociedad, el abogado Christian Vargas, defensor de Luis “Gordo” Valor y Hugo “La Garza” Sosa, define que la exposición pública contribuye a que el perdón social prevalezca por sobre las críticas. “No hay que olvidar que en algunos lugares, como cuando Veira estaba dando una nota durante el Mundial 2006, le gritaron ‘violador’. Sin embargo, la exposición del propio personaje genera que se lo acepte y se echen al olvido las cosas antiguas. La mayoría de los que incursionan en estas cuestiones delictivas, con el tiempo buscan expiar las culpas, a fin de que la sociedad lo absuelva. Pero algo es cierto: si los padres de Candelmo estuvieran reclamando públicamente como los padres de Cromañón, el Bambino no tendría un segundo más en televisión”.
La vida de Veira andaba sin mayores sobresaltos, gozando de su fama recobrada, hasta que el pasado volvió para sopapearlo. En 1998 debió indemnizar a Candelmo, por daños y perjuicios, con 145 mil dólares. Además, sufrió el embargo del 90 por ciento de sus bienes y el 20 por ciento de su sueldo como entrenador de San Lorenzo.
Y tiempo después, el joven Sebastián Candelmo volvía a aparecer en público: para entonces ya era Malena, una travesti que decidió contar su drama en el programa de Jorge Rial: “Aunque recuerdo todo, trato de no revivirlo porque me hace mal. Veira fue mi primer hombre. Por eso siento que es culpable de mi homosexualidad, aunque no de mi travestismo. Mi apellido es una cruz. Mis amigos se borraron. A los 16 años me escupían y pegaban. Fui discriminado en el colegio y en el barrio. Siempre era conocido como el chico del caso Veira. Odiar no odio a nadie, pero si me cruzase con el Bambino le diría: ¡Cómo me cagaste la vida!”. Por esas semanas, Veira se alejó de la exposición.
No hizo declaraciones.
El psicólogo, especialista en grupos de riesgo, Alfredo Moffatt analiza: “En el pibe no pensó nadie. Hasta el propio padre lo sometió a un escándalo mediático. La sociedad entera lo desprotegió. Luego vendría su transformación de identidad y más puntos de rating. La Justicia es injusta. Demora 30 años en poner tras las rejas a Mario Benjamín Menéndez mientras que a los ídolos los pone en un lugar de inimputabilidad. Los ídolos populares ejercen la impunidad o es la gente misma la que se la regala. La sociedad olvida estos hechos. El ídolo es más fuerte”.
Best Seller. Los amigos que estuvieron al lado de Veira durante toda su vida no se cansan de decir que el Bambino es un personaje único de Buenos Aires. Son pocas las voces de la farándula que se animan a realizar un juicio de valor sobre los motivos que lo dejaron tras las rejas.
Fueron esos compañeros de la vida, del fútbol o de la farándula, quienes lo animaron para que sus anécdotas pasaran al formato de libro. Una idea audaz. Una gran negocio.
Otro condimento para el análisis.
La directora del Comité de seguimiento y aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, Nora Shullman, señala: “Veira logró a través de la televisión que la gente se olvidara de una faceta oscura que marcó la vida de un chico que se desarrolló con una mancha que no pudo olvidar. Muchas veces la credibilidad de los chicos se pone en duda, como en el caso Grassi, mientras que personajes como Veira ganan la pantalla. El hecho de ser una persona mediática condiciona la condena social: ‘¿cómo va a ser abusador si era futbolista?’. Ese olvido se da con los ricos y famosos y, obviamente, también con el poder”.
Analizado este y otros casos donde se presentan hechos de abusos de menores, las estadísticas sostienen que casi el cien por ciento de los abusadores y violadores reincide. Para el psiquiatra y perito legista Miguel Maldonado, “lo que ocurre en general con los abusadores de menores es que tienen un perfil no tan virulento. Suelen recurrir a la seducción, al convencimiento y a la persuasión. Este tipo de mecanismo se ve en los abusos intrafamiliares, donde los individuos comienzan con una fase de envolvimiento que va llevando a lo demás. Recuerdo que cuando Veira volvió a la cancha, la tribuna lo ovacionó. Hay un trastocamiento de valores en la sociedad. Soy de la opinión de que los que cometen delitos sexuales deben quedar presos de por vida en institutos especiales. Tanto la castración como otros métodos no sirven”.
Pero la figura del Bambino, paradójicamente, despierta simpatía en un sector de la sociedad que aboga por la mano dura cuando el delito no viste Versace ni huele a fragancia importada. Reflejo de una sociedad desigual y miope. Veira tuvo la oportunidad de reinsertarse. Pero no todos corren la misma suerte. En este marasmo de estadísticas imprecisas que es la Argentina, no hay datos fidedignos sobre el porcentaje de ex convictos que lograron retomar una vida socialmente aceptada tras el encierro, pero según los especialistas consultados, la cifra es tan menor que explica, en parte, el nivel de reincidencia en el delito. La vara, se sabe, no es igual para todos.
Arremete el diseñador Roberto Piazza: “La Argentina es un país de pelotudos sin memoria. Si viera a mi hermano, que me abusó desde los seis años frente a una cámara para hacerse famoso, no pararía hasta verlo en el último averno del Dante. No hay justificación para semejante crueldad”. Y va más allá: “Que un acusado por violación sea ídolo de multitudes me parece la atrocidad más grande que le puede pasar a este país. El Bambino es ídolo, best seller y columnista en televisión. Solo le falta que conduzca programas infantiles. Ahí me pondría tetas y me hago puta”, ironizó.
¿En dónde anida el olvido?
¿En dónde el perdón?
¿Y la hipocresía?
Y valga una discreción: soy “cuervo” desde la cuna y he disfrutado oír hablar a los abuelos de mi barrio sobre el eximio jugador de fútbol que fue Veira. También lloré de emoción durante el campeonato “azulgrana” del ‘95 en una fría noche rosarina de Junio.
Un año después, cuando Veira ya era el director técnico de Boca Juniors, en un partido jugado en estadio de San Lorenzo, la tribuna local no tardó en reclamar la patria potestad de uno de sus máximos ídolos. Cuando Veira entró al campo de juego para sentarse en el banco de suplentes visitantes, la espontaneidad futbolera dijo lo que hoy podría resumir de dos o cinco maneras las múltiples y disímiles caras de la sociedad en la que estamos inmersos. El grito ensordecedor duró diez minutos y Veira saludó aprobando aquella ocurrencia popular: “Esta es tu hinchada, la que siempre te bancó, los bosteros te gritaban violador”. El Bambino sonrió. La sociedad ya lo había perdonado.
Pero la Argentina, más allá de Veira, es desigual. Perdona a unos pocos y condena a la mayoría.
(artículo de Lucas Cremades, publicado en revista “Veintitrés”, Octubre de 2008)
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