Yo siempre padecí de éste problema, pero los chicos en el barrio y mi profesor de Educación Física en la escuela, nunca me dejaron de lado, El Profe siempre me cargaba y me decía ¡corré más rápido, parecés rengo!. Me hacía creer que no se daba cuenta, de lo que yo tenía.
Pero el igual me hacia correr, me hacía saltar, hacía que los chicos me trataran como a uno más, a veces hasta me hacía enojar, pero después cuando llegaba el boletín y yo me sacaba ‘MS’ (muy satisfactorio) igual que los otros pibes; que jugando al fútbol la rompían o al básquet o a lo que jugaran, yo me sentía bien y muy orgulloso, porque era el premio a tanto esfuerzo.
Me acuerdo que una de esas veces al recibir el boletín uno de los chicos fue a quejarse porque a él le había puesto ‘S’ y a mi ‘MS’, entonces el Profe le dijo:
-Mirá a vos te puse ‘S’ porque vos no te esforzás como lo hace él. Pudiendo rendir mucho más, das hasta ahí, y él de acuerdo a lo que puede hacer cada día mejora más su rendimiento y eso es lo que a mí más me importa. Yo no te pongo la nota porque vos seas más ligero que él o que puedas dar 3 vueltas manzanas sin parar, yo te pongo la nota por lo que vos podrías rendir; lo hago de acuerdo a como vos te esforzás en la clase.
Eso me favoreció para que yo siga luchando y llegara a ser el arquero titular del barrio, y como decían los chicos.
-El renguito es insustituible.
Ahora te voy a contar el partido que jugamos una vez contra los del barrio de Villa Laza.
Ellos tenían un muy buen equipo, jugaba Rubén, el Gurí, Tato, Farafa, Paoletta, Mingo (que pegándole a la pelota era una bestia), y otros pibes más que ya ni recuerdo.
Bueno, el partido se estaba jugando muy limpiamente, por supuesto con un árbitro neutral, que no era de ninguno de los dos barrios; los arcos los habíamos hecho con dos palos de eucaliptus a los que les habíamos sacado punta y los enterramos, eso sí, sin travesaño, y eso a mí me favorecía porque cuando me la tiraban alto si no la podía agarrar gritaba “alto” y era palabra santa, no se hablaba más.
Todo iba bastante bien. El partido estaba muy parejo, íbamos 9 a 9 o sea que el que hacía el último gol ganaba. Ya se estaba haciendo de noche y eso que habíamos empezado a las 3 de la tarde. Ellos ya se estaban cansando Tato Álvarez era un grandote que jugaba de 9 y ya me había hecho como 5 goles, era y es más bueno que el pan, me hacía un gol y me pedía perdón, El Ruso metía pata y pata y el Gama sacaba lo que venía, en una de esas se escapa Atilio y se me viene al humo como para matarme, Pili se le tiró de atrás y limpiamente le sacó la pelota, pero Atilio que a pesar de ser un caballero, se tiro y se revolcó haciendo teatro.
El árbitro se comió la gallina y cobró penal, que despelote se armó que si que no y no sé cuantas cosas más. Bueno yo me recalenté y me recontraenojé, y empecé a saltar en una pata, por supuesto si es la única que podía, y les dije que no era penal, que lo patearan que yo no lo atajaba. Mis compañeros estaban como locos y me decían “no te hagas problema renguín, atajalo, que ya lo cobró”. Yo dije ¡¡no, no y no, no lo atajo!! Porque no fue. Mientras tanto Tato, que era el que lo pateaba de ellos me decía:
-Dale renguito atajalo, que ganar así un partido no es ganar.
La verdad que Tato era un fenómeno, igual que lo demás pibes que me pedían por favor, pero yo me mantuve firme y les dije:
-Patéenlo, que yo no lo atajo.
El árbitro dio la orden.
Tato acomodó la pelota y yo me paré contra un poste maldiciendo y diciendo mil barbaridades y hasta hacia pucheros. Antes que el referee tocara el silbato les dije con todas las ganas:
-Esto es una injusticia y no lo voy a atajar, ¡carajo!
Tato entonces tomó carrera y como me vio parado y apoyado contra un poste, la pateó suave al otro palo. Ahí salí saltando como un rayo con mi única pata sana y se la atajé, mamita mía que quilombo se armó. El Tato me quería matar, el piñerio era terrible hasta que tuvimos que salir corriendo porque sino nos mataban. Es el día de hoy que todavía se recuerda “el penal que atajó el rengo” ellos a piñas nos ganaron, pero a vivos nosotros los matamos.
Que pena que se terminó el potrero…
(cuento extraído de un partido real jugado en la ciudad de Tandil, Pcia. de Bs. As. Los nombres están cambiados, pero algunos de ellos participaron o vieron ese partido jugado cerca del barrio “La Movediza”. Un gracias enorme al Profe Quintela por su generosidad al autorizarme a publicar este cuento)
Pero el igual me hacia correr, me hacía saltar, hacía que los chicos me trataran como a uno más, a veces hasta me hacía enojar, pero después cuando llegaba el boletín y yo me sacaba ‘MS’ (muy satisfactorio) igual que los otros pibes; que jugando al fútbol la rompían o al básquet o a lo que jugaran, yo me sentía bien y muy orgulloso, porque era el premio a tanto esfuerzo.
Me acuerdo que una de esas veces al recibir el boletín uno de los chicos fue a quejarse porque a él le había puesto ‘S’ y a mi ‘MS’, entonces el Profe le dijo:
-Mirá a vos te puse ‘S’ porque vos no te esforzás como lo hace él. Pudiendo rendir mucho más, das hasta ahí, y él de acuerdo a lo que puede hacer cada día mejora más su rendimiento y eso es lo que a mí más me importa. Yo no te pongo la nota porque vos seas más ligero que él o que puedas dar 3 vueltas manzanas sin parar, yo te pongo la nota por lo que vos podrías rendir; lo hago de acuerdo a como vos te esforzás en la clase.
Eso me favoreció para que yo siga luchando y llegara a ser el arquero titular del barrio, y como decían los chicos.
-El renguito es insustituible.
Ahora te voy a contar el partido que jugamos una vez contra los del barrio de Villa Laza.
Ellos tenían un muy buen equipo, jugaba Rubén, el Gurí, Tato, Farafa, Paoletta, Mingo (que pegándole a la pelota era una bestia), y otros pibes más que ya ni recuerdo.
Bueno, el partido se estaba jugando muy limpiamente, por supuesto con un árbitro neutral, que no era de ninguno de los dos barrios; los arcos los habíamos hecho con dos palos de eucaliptus a los que les habíamos sacado punta y los enterramos, eso sí, sin travesaño, y eso a mí me favorecía porque cuando me la tiraban alto si no la podía agarrar gritaba “alto” y era palabra santa, no se hablaba más.
Todo iba bastante bien. El partido estaba muy parejo, íbamos 9 a 9 o sea que el que hacía el último gol ganaba. Ya se estaba haciendo de noche y eso que habíamos empezado a las 3 de la tarde. Ellos ya se estaban cansando Tato Álvarez era un grandote que jugaba de 9 y ya me había hecho como 5 goles, era y es más bueno que el pan, me hacía un gol y me pedía perdón, El Ruso metía pata y pata y el Gama sacaba lo que venía, en una de esas se escapa Atilio y se me viene al humo como para matarme, Pili se le tiró de atrás y limpiamente le sacó la pelota, pero Atilio que a pesar de ser un caballero, se tiro y se revolcó haciendo teatro.
El árbitro se comió la gallina y cobró penal, que despelote se armó que si que no y no sé cuantas cosas más. Bueno yo me recalenté y me recontraenojé, y empecé a saltar en una pata, por supuesto si es la única que podía, y les dije que no era penal, que lo patearan que yo no lo atajaba. Mis compañeros estaban como locos y me decían “no te hagas problema renguín, atajalo, que ya lo cobró”. Yo dije ¡¡no, no y no, no lo atajo!! Porque no fue. Mientras tanto Tato, que era el que lo pateaba de ellos me decía:
-Dale renguito atajalo, que ganar así un partido no es ganar.
La verdad que Tato era un fenómeno, igual que lo demás pibes que me pedían por favor, pero yo me mantuve firme y les dije:
-Patéenlo, que yo no lo atajo.
El árbitro dio la orden.
Tato acomodó la pelota y yo me paré contra un poste maldiciendo y diciendo mil barbaridades y hasta hacia pucheros. Antes que el referee tocara el silbato les dije con todas las ganas:
-Esto es una injusticia y no lo voy a atajar, ¡carajo!
Tato entonces tomó carrera y como me vio parado y apoyado contra un poste, la pateó suave al otro palo. Ahí salí saltando como un rayo con mi única pata sana y se la atajé, mamita mía que quilombo se armó. El Tato me quería matar, el piñerio era terrible hasta que tuvimos que salir corriendo porque sino nos mataban. Es el día de hoy que todavía se recuerda “el penal que atajó el rengo” ellos a piñas nos ganaron, pero a vivos nosotros los matamos.
Que pena que se terminó el potrero…
(cuento extraído de un partido real jugado en la ciudad de Tandil, Pcia. de Bs. As. Los nombres están cambiados, pero algunos de ellos participaron o vieron ese partido jugado cerca del barrio “La Movediza”. Un gracias enorme al Profe Quintela por su generosidad al autorizarme a publicar este cuento)
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