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La historia de la Copa del Mundo de 1950 tuvo su punto clave en el inolvidable Maracanazo; ese partido definitorio cuando contra todos los pronósticos, Uruguay venció a Brasil por 2 a 1, ganando el torneo.
La desazón de los locales fue indescriptible: el Maracaná estaba colmado por casi 220 mil espectadores.
Más allá de las críticas a sus jugadores, los cañones periodísticos apuntaron hacia el director técnico, Flavio Costa quien, hasta el partido ante Uruguay, era uno de los hombres más elogiados, como estratega. Luego de la derrota final, los hinchas lo querían matar y Flavio debió alejarse del ambiente del fútbol por un tiempo.
De todas formas, con el paso de los años, se le reconocieron sus virtudes y se destacaron algunos de sus preceptos futbolísticos, que colocaba en carteles pegados a las paredes del vestuario. Uno de ellos, decía: "Tú puedes ser el Jesucristo del fútbol, pero si te marca un loco que no te deja dar una patada a la pelota, nunca podrás jugar al fútbol". Otro, señalaba: "Los extremos (wines) son al equipo lo que los brazos al cuerpo humano".
Y también inculcaba: "Las distancias iguales entre los jugadores del mismo equipo mantienen la geometría del cuadro".
Flavio Costa había nacido en Río de Janeiro el 14 de Septiembre de 1906. Quiso seguir la carrera militar, pero se dedicó al fútbol jugando en el Flamengo. Después de varios años con los pantalones cortos, se convirtió en DT dirigiendo al Flamengo, para luego irse al Vasco Da Gama.
De allí pasó a ser técnico de la selección de su país, en una primera etapa desde 1944 hasta 1950. Pese a su fracaso en la Copa del Mundo, cinco años más tarde lo volvieron a llamar, dirigiendo a Brasil entre 1955 a 1957.
Falleció en Río de Janeiro en 1999, a los 93 años de edad.

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