Dedicado a Carlos Felipe “El Loco” Ponce
-Y si… decirlo es fácil… y repetirlo tantas veces como se te venga a la boca, aun más. Pero lograr aquello…, daba la sensación que era casi imposible, -sentencia Joselito Maldonado, mientras engulle una aceituna.
-No digo que nunca sucedió, porque estaría mintiendo. Dos o tres, a lo sumo cuatro veces he visto una cosa así, haciendo un esfuerzo enorme para tratar de recordar. Seguramente si lo vi, fue por televisión, porque estas cosas no son de pasar todos los años, -agrega ante la atenta mirada de la barra de amigos reunidos en el Club.
Se juntaban todos los lunes, cuando la noche le iba pidiendo permiso a la tardecita, y los ecos del fútbol dominguero todavía no se habían acallado. Generosa picada de por medio, que algunos acompañaban con cerveza, otros con espumosos Cinzanos con fernet, y, los menos, con gaseosa.
Era una cita casi obligatoria. Salvo causa de fuerza mayor, el lunes cerca de las siete y media de la tarde, comenzaba el ritual. Cada uno con su lugar reservado, alrededor de la mesa grande, cerca de la ventana.
-Es más, pasaron diez años y pico de aquel momento y va a pasar mucho tiempo, para que alguien, en la zona, pueda volver a ver algo igual, en vivo y en directo como dicen los relatores de televisión -extiende su recuerdo Joselito.
-Pensar que nosotros estábamos ahí mismo, en el punto justo y estirando el cogote para ver si, en realidad, aquello iba a ocurrir -rememora, como abriendo el tema para que los demás participen.
-Es cierto- toma la posta el 'Chapu' Bertero. La suerte te tiene que acompañar, como en todos los órdenes de la vida. Y en aquella tarde, típica de nuestro pueblo y de la zona, el viento fue cómplice de todo lo que iba a transcurrir -añade, aludiendo a una situación climática que había sido clave para el desenlace de la situación.
-¡El viento que había! ¡Impresionante! -exclama.
-Aunque lo que ocurrió en aquel partido, para mí, fue la frutilla de un postre de ídolo que nunca dejaré de saborear -interviene 'Beto' Santolaria, apelando a una de esas frases literarias, con las que cada tanto sorprendía a la barra.
-Tenés razón -confirma Joselito.
-Para indagar un poco en la historia de su vida, podríamos llamarla semiprofesional, porque hasta ese momento casi todos jugaban con el corazón y eran poquitos los que se ganaban el mango dentro del rectángulo de cal. Por eso es más elogioso lo de él o lo de ellos, porque fueron varios los que se llevaron la gloria por aquellos años, y todavía hoy guardamos en la retina los hermosos recuerdos que nos dejaron husmear detrás del alambrado -sigue Santolaria haciendo gala de sus dotes de filósofo.
El flaco Ignacio estaba serio, como siempre, buen tipo, pero muy reservado el flaco, aunque la conversación le estaba interesando.
-Creo que hoy, el tema excluyente es la historia del 'Loco' Poncini. Me parece bien. Se podría filmar una película con la vida futbolística del Loco -asevera el flaco, mientras busca, con el palillo, pinchar un dadito de queso.
-¡Qué arquero! Estuvo más de veinte años en primera. Un personaje -afirma el Beto.
-Porque jugar de esa manera y ser reconocido y muchas veces silbado y puteado, porque antes sí que se puteaba y se sacan los trapitos al sol ¡eh! -dice el Chapu.
-Y tener que cruzarte al otro día con los rivales cara a cara, no era nada sencillo en este pueblo. Y el loco siguió jugando, a veces se alunaba, ¡pero cuando se agrandaba no había Cristo que le metiera un gol! -agrega el flaco Ignacio.
Intercede en la conversación el cantinero, don Roque Salinas, que había llegado con la bandeja repleta de platitos con ingredientes para reponer la picada.
-Perdonen que me meta pero, ¿ustedes saben que yo jugué con el Loco? -pregunta, y sin esperar respuesta continúa:
-Yo era bastante madera para jugar. Siempre fui defensor. ¡Tengo el honor de haberle metido el primer gol en contra al Loco Poncini! -parece enorgullecerse de una hazaña poco plausible.
-Fue en el partido en que debutó en el Deportivo, la quise rechazar de cabeza y apenas la rocé, cuando miro para atrás lo veo al Loco, que se había corrido del arco para buscar la pelota, ¡pero yo se la había cambiado de palo! -culmina don Roque, causando el abucheo de la barra.
-Mirá que hay profesiones jodidas, hay actividades complicadas. En el fútbol, por ejemplo, hay unos puestos más difíciles que otros, pero el de arquero, para mí, fue, es y será, uno de los oficios más injustos. Podés quedar bien parado o ser defenestrado con todas las letras -asegura el Beto Santolaria, con esa forma algo rebuscada que tiene para hablar.
-El Loco es de esos tipos que van de menos a más, como quien no quiere la cosa y con el paso de los años se fue afirmando, y las situaciones se le pusieron más claras, salir desde abajo y que seas reconocido no es para nada fácil -agrega el Beto, dándole una larga pitada a su Particulares 33.
-¡Y cuando se puso a llorar en un partido! -irrumpe nuevamente don Roque tratando de seguir aportando recuerdos vividos con el Loco adentro de la cancha.
-Resulta que nos estaban cagando a pelotazos, por allá el árbitro nos cobró un corner en contra, y alguien protestó, creo que fue el 'Coco' Figueredo, con quien integrábamos la dupla de marcadores centrales, el referí escuchó la protesta, pensó que había sido Poncini, y lo amonestó. ¡El Loco se puso a llorar! No quería seguir jugando. No lo podíamos convencer. Hasta que el árbitro se dio cuenta y no tuvo más remedio que, en el medio del partido, ir a pedirle disculpas al Loco. Por favor perdoname, le dijo. Y recién ahí el Loco aflojó y volvió a ocupar el arco -cuenta don Roque, mientras destapa una cerveza bien helada.
-El Loco Poncini, ¡qué arquero! -exclama Joselito, haciendo notar que el segundo Cinzano le está pegando un poco. Ahora se escucha como más sentimental.
-¿Se acuerdan lo que había hecho un par de años antes de coronarse el número uno de todos los superhéroes que uno, a esa edad, puede tener? -pregunta, temblándole un poco la voz y con cierto brillo en los ojos.
-Suficiente para mí. Para idolatrarlo hasta el alma. Aunque seguramente para los mayores y fanáticos del Club, fuera un acto de responsabilidad solamente. Que le podía haber tocado a él, como a tantos otros que se hubiesen parado debajo de los tres palos. Y más teniendo en cuenta que el Deportivo hacia como treinta años que no salía campeón. Ya no querían prorrogar más la necesidad de ganar -rememora Joselito ya casi al borde del llanto. Evidentemente entre el Cinzano y los recuerdos le estaban jugando una mala pasada.
-Claro Joselito, como no nos vamos a acordar. Aquellas tardes de la Liguilla. Era final tras final, partidos de ida y de vuelta. El que ganaba seguía y el otro se iba para la casa -interrumpe el Chapu con una carcajada, tratando de levantar el ánimo de la reunión.
-¡El partido con los de Rivadeo! -exclama don Roque, mientras riega con soda al fernet depositado en el fondo del vaso de Joselito, para darle forma al copo de espuma que adornará su tercer Cinzano consecutivo.
-Aquel fue uno de esos pleitos en los que parece que los noventa minutos y los treinta de alargue, hubiesen estado de mas, tendrían que haber ido derecho a los penales. Obviamente si todos hubiesen sabido cual sería el resultado final. Esa tarde, el Loco Poncini, abarajó dos penales seguidos y le dio el pase a la final al Deportivo -agrega el cantinero.
-¡Qué final aquella! ¡Qué cruce bravo! -recuerda el Beto mientras le entra a un bastoncito de mortadela.
-¡Gracias a Dios y a todos los santos, se dio el ansiado campeonato! -dice, casi gritando Joselito.
-¡Dale campeón! ¡Dale Campeón! -empieza a cantar mientras levanta su Cinzano sugiriendo un brindis al que todos se suman de inmediato.
-¡Por el Deportivo! -propone.
-¡Salud! responden todos.
-¡Por el Loco Poncini! -induce Joselito.
-¡Salud! -contesta la barra.
Y se chocan los vasos para terminar en un fondo blanco memorable.
-Pero aquello fue solo una parte. Porque el moño final lo puso después -retoma la conversación el Chapu.
-Y, no pasó mucho tiempo, solo un par de años, cuando al Deportivo le tocó jugar otra final de la liga. Ya con un poco más de experiencia en estos aspectos y con la seguridad de saber lo que es tener enfrente un conjunto similar y en condiciones parecidas -dice el Beto.
Joselito lo mira como no habiendo entendido muy bien la frase, pero de pronto se le vienen a la mente una catarata de recuerdos.
-Ahora si, a esto quería llegar -dice como queriendo significar que el momento clave de la conversación está cerca.
-Porque dos penales en un partido los puede llegar a atajar casi cualquiera les podría decir. Pero lo que hizo este hombre es mil veces más. Ni hablar que esa final la ganamos -expresa Joselito.
-Estábamos en una tribuna que se había inventado con el semirremolque del camión del 'Muñeco' Saravia. Solo para estar unos metros más arriba del ras del suelo, y poder, tan si quiera, llegar un poco más lejos con el gargajo si el línea que corría por esa banda no levantaba la bandera o se la dejaba guardada ante situaciones dudosas -dice Joselito, que a esta altura está parado y gesticula como si todavía estuviera arriba de aquella improvisada tribuna.
-Nos mirábamos atónitos en la hinchada por lo que acababa de suceder. Hasta el relator de la radio no sabía que había pasado y estiraba el grito de gol para otorgárselo a quien era el merecedor. Porque todos saltábamos y festejábamos. Veíamos que la pelota había ingresado adentro del arco, pero nadie se había podido imaginar algo así -sigue Joselito, mirando a los amigos de la barra, que a pesar de conocer la historia, se encuentran ensimismados ante semejante relato.
-Eso era justamente lo que había pasado. ¡Al segundo gol lo había hecho el 'Loco' Poncini! -grita Joselito.
-Y no como nos tienen acostumbrados algunos arqueros modernos, que patean tiros libres o penales -continúa.
-Este gol fue de arco a arco. Si, sacó desde el arco, un furibundo remate de derecha, la pelota cruzó toda la cancha, y se le metió en el ángulo al arquero rival -dice, haciendo los ademanes pertinentes, para luego reflexionar…
-Por eso les decía que a veces la suerte te tiene que acompañar en cada momento de la vida, y a veces un poco el viento claro, que otro más amigo de nuestras tierras le iba a dar una manito -concluye Joselito al borde las lágrimas, por la emoción, por el recuerdo, por el beneplácito de estar hablando de su máximo ídolo en la historia del fútbol local.
-Ah, me olvidaba, ese fue su último partido. El Loco colgó los botines… bah, uno solo, porque el glorioso botín derecho quedó en la vitrina del Club. Y él se retiró como se retiran los grandes. A los que nunca les podés reprochar absolutamente nada -finaliza, ahora sí, Joselito Maldonado, y arranca para la puerta, yéndose, con los ojos húmedos y varios Cinzanos encima.
-¡Viva el Loco Poncini viejo y peludo nomás!
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