Entramos a un bar de Caseros y Labardén y nos sentamos en una mesa con inmejorable panorámica de la avenida.
-Acá no digas que soy de San Lorenzo porque los de Huracán me achuran -le dije temiendo sus típicas humoradas. Painito es un Joker, un payaso, pero el ambiente de fútbol no entiende mucho de bromas. Y ni terminé de decírselo, que empezó con su show.
-Maaaaraaaaachooo es de Saaaannn Loren..... - y señaló mi cabeza con el dedo.
En el bar había más o menos diez personas, la mayoría tipos grandes, que al escuchar el cantito de Painito, comenzaron a mirarse entre sí, con ojos cómplices, informándose la presencia del cuerpo extraño, que lamentablemente, era yo. En voz baja le supliqué.
-No seas pelotudo, loco.
-No pasa nada, son toda gente buena -dijo en voz alta para que lo escuchen.
Un viejo que estaba apoyado en la barra abrió el fuego, el café se detuvo en mi garganta y retornó a mi boca.
-Che, por qué no vas a acomodar los changuitos al supermercado.
Yo lo miré a Painito con odio.
-Viste boludo, acá se arma el quilombo.
-No pasa nada, quedate tranquilo.
Un pelado desde una mesa me decía no sé qué. Yo no los miraba y observaba nervioso hacia afuera por la ventana. Painito hablaba con todos y todos juntos iniciaron un cantito: "San Lorenzo, no se diga, van a jugar un campeonato con Jumbo y Casa Tía".
Painito conducía la orquesta ampulosamente con los brazos y yo los miraba a todos presintiendo la catástrofe.
Como era de esperar, la jocosidad del cantito pasó a migas voladoras teledirigidas hacia mi cabeza. De repente uno con una remera verde se paró y con voz cruda dijo:
-Loco ¿qué tiene que hacer un cuervo acá? En este lugar no queremos pajarracos.
El clima se espesaba y Painito comenzó a defenderme tratando de calmar los ánimos. Pero la moción del de remera verde cosechaba nuevos adeptos a cada segundo.
-Loco paren, es mi amigo -Painito buscaba remendar el desastre que había desatado de puro fresco.
-Qué paren ni ocho cuartos. ¿Sabés cómo nos habrá puteado éste en la cancha? Que se vaya a acomodar changuitos con todos los cuervos piojosos a la Avenida La Plata.
No aguanté más y me levanté. Al verme de pie, todos enmudecieron como leones expectantes, saboreando a cuenta al cristiano próximo a devorar...
-Acá no digas que soy de San Lorenzo porque los de Huracán me achuran -le dije temiendo sus típicas humoradas. Painito es un Joker, un payaso, pero el ambiente de fútbol no entiende mucho de bromas. Y ni terminé de decírselo, que empezó con su show.
-Maaaaraaaaachooo es de Saaaannn Loren..... - y señaló mi cabeza con el dedo.
En el bar había más o menos diez personas, la mayoría tipos grandes, que al escuchar el cantito de Painito, comenzaron a mirarse entre sí, con ojos cómplices, informándose la presencia del cuerpo extraño, que lamentablemente, era yo. En voz baja le supliqué.
-No seas pelotudo, loco.
-No pasa nada, son toda gente buena -dijo en voz alta para que lo escuchen.
Un viejo que estaba apoyado en la barra abrió el fuego, el café se detuvo en mi garganta y retornó a mi boca.
-Che, por qué no vas a acomodar los changuitos al supermercado.
Yo lo miré a Painito con odio.
-Viste boludo, acá se arma el quilombo.
-No pasa nada, quedate tranquilo.
Un pelado desde una mesa me decía no sé qué. Yo no los miraba y observaba nervioso hacia afuera por la ventana. Painito hablaba con todos y todos juntos iniciaron un cantito: "San Lorenzo, no se diga, van a jugar un campeonato con Jumbo y Casa Tía".
Painito conducía la orquesta ampulosamente con los brazos y yo los miraba a todos presintiendo la catástrofe.
Como era de esperar, la jocosidad del cantito pasó a migas voladoras teledirigidas hacia mi cabeza. De repente uno con una remera verde se paró y con voz cruda dijo:
-Loco ¿qué tiene que hacer un cuervo acá? En este lugar no queremos pajarracos.
El clima se espesaba y Painito comenzó a defenderme tratando de calmar los ánimos. Pero la moción del de remera verde cosechaba nuevos adeptos a cada segundo.
-Loco paren, es mi amigo -Painito buscaba remendar el desastre que había desatado de puro fresco.
-Qué paren ni ocho cuartos. ¿Sabés cómo nos habrá puteado éste en la cancha? Que se vaya a acomodar changuitos con todos los cuervos piojosos a la Avenida La Plata.
No aguanté más y me levanté. Al verme de pie, todos enmudecieron como leones expectantes, saboreando a cuenta al cristiano próximo a devorar...
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