“En este club a los viejos se los respeta”
A nuestras glorias...
I
Hay cosas que pasan sólo una vez en la vida... y aquella tarde fue, definitivamente, una vez en la vida. El clima estaba más o menos templado. Como a las tres menos cuarto empezó a nublarse y los autos ya no circulaban tanto. Calle 1 había quedado casi desierta, y ya no había gente que fuese y viniese con ritmo desenfrenado. La parada del 214 no tenía más de 3 personas, y eso que tenía que llegar hasta Berisso igual que el 202, ese que va hasta el Jardín 904 del Barrio Obrero. Néstor y su Viejita que ya va por los 80, comen una pizza de panceta con ají parados en la barra de Bacci de diagonal 79. La especialidad de la casa después de la Tercera que mata. La cancha había quedado vacía hacía ya varios meses. El pasto, descuidado, crecía sin miramientos.
II
Don Alberto está sentado sobre una pelota de tiento detrás del arco que da al Industrial Albert Thomas con la mirada perdida en algún punto del césped, como queriendo revivir alguna jugada que no había salido bien durante el partido. Don Alberto es Alberto Zozaya, el hombre que juega y da vida a los míticos ”Profesores”. No levanta ni por un segundo la mirada, aunque la tarde se haya nublado y esté a punto de largarse a llover. Tiene muchos años y sin embargo está igual que en 1931 cuando clavó 33 en un solo campeonato y fue el goleador del primer torneo profesional del fútbol argentino.
Está igual que cuando hace algún tiempo ya, en su casa, jugaba con la sangre de su sangre. Cuando Claudia, la niña mimada, y Marcelo, callado, introvertido y con una pegada exquisita idéntica a la del Profesor, pasaban tardes enteras escuchando a Papá Alberto contar cuanto le gustaba hacer goles de cabeza porque le sacaba un cuerpo a los defensores rivales. Está igual que cuando soñaba ser el bisabuelo de Julia, de Juana y de Simón, aunque aún no hubieran nacido Juan, Rodrigo y Rosario, sus nietos.
Nadie lo sabe, pero Don Alberto está esperando a alguien. Hay cosas que pasan una sola vez en la vida.
De golpe un ruido lo saca de su concentración y lo hace levantar la vista.
A los lejos, por el costado de la cancha, se acerca un chico caminando. Trae una pelota entre las manos y la hace girar mientras masca un chicle. Viene de Defensores de Cambaceres para hacer historia como hace muchos años vino Alberto desde Entre Ríos.
III
- ¿Qué hacés pibe?, te estaba esperando -le dice Don Alberto extendiéndole la diestra para saludarlo, tenía ganas de conocerte.
- Hola, yo soy Calderón -contesta tímido el pibe mientras estrecha la mano de Zozaya.
Cuando el tiempo se detiene, es inútil tratar de contarlo… Y esa tarde el tiempo se detuvo.
Un sol radiante comenzó a asomar por entre las nubes que anunciaban chaparrones un instante antes y ya nunca nada volvió a ser lo mismo.
- Me contaron que estás por colgar los botines -dice Zozaya para romper el hielo-. Si Don, ya tengo casi 39, creo que este es el último que juego. Vengo peleándola desde hace mucho y ya va siendo tiempo de largar. Hay que dejarle el lugar a los más pibes, ¿vio? Recién, cuando venía para acá, me acordaba que el último gol en esta cancha lo hice yo en un partido contra Gimnasia.
La mirada de Calderón se nubla de golpe, como cayendo en la cuenta que los goles tienen fecha de vencimiento en la cancha pero no en el alma de la gente y se tapa las manos con la cara mientras pisa la pelota.
Zozaya paternalmente le acaricia la cabeza y bajito, casi al oído, le dice: - No llores pibe, hiciste tantos goles en Estudiantes que nunca nadie se va a olvidar de vos. Fijate si no en mí, que los hice allá por el ’31 y todavía la gente se acuerda. No llorés que vos sos parte de la historia del club y eso no te lo puede quitar nadie.
Calderón se seca las lágrimas con la camiseta número 9 y le sonríe a Zozaya.
- Gracias Alberto, si me lo dice Ud. que vive en la historia del club se lo creo. Igual me pone un poco triste dejar de jugar.
- Tranquilo, tranquilo, a todos nos pasó lo mismo cuando colgamos los botines -dice Zozaya y mira la pelota.
- ¿Me la prestás? Me dieron ganas de hacer unos jueguitos. El gran Alberto Zozaya se vuelve luz con una pelota.
- ¡Cuánto hace que no hacía esto, nene! ¡No sabés como lo extrañaba! ¿Tenés ganas de patear un rato? Tengo algunos amigos para que hagamos un picadito.
- Más bien don Alberto, yo quiero jugar siempre -responde José Luis mientras para de pecho el centro que tiró Zozaya.
- Ya lo sé pibe… ya lo sé…. Te veo todos los domingos desde la platea preferencial. Esperá que le chiflo a unos amigos que siempre se prenden a jugar.
Zozaya se lleva los dedos índices de las dos manos a la boca y emite un chiflido que aturde. Por las dudas lo repite. No pasa nada.
- ¡Siempre lo mismo con estos pibes! Se deben haber quedado charlando en los vestuarios -dice- es que hace mucho que no se ven, sabés? Vuelve a chiflar dos veces con la misma intensidad. A los pocos segundos un chirrido metálico interrumpe el silencio del estadio. Es el sonido característico de la puerta del túnel que lentamente comienza a abrirse. Por ese hueco en el corazón del césped comienzan a salir de a uno en fila: el “Indio” Guaita, Alejandro “el Conejo” Scopelli, el “Nolo” Ferreira y Miguel Ángel “Flecha de Oro” Lauri, todos vestidos con la camiseta de ‘Los Profesores’. La camiseta de Estudiantes de La Plata.
Todos saludan a Calderón estrechándole la mano.
Estos juegan conmigo -dice Zozaya- ahora llamo a los de tu equipo.
Don Alberto nuevamente se lleva los índices a la boca y vuelve a emitir un silbido matador. Otra vez nada… El “Conejo” y el “Indio”, que jugaban unas cabezas a unos metros de distancia, comienzan a reírse por el fallido.
- Hey, Padilla, ¿qué pasa? ¿Te estás poniendo viejo? Zozaya los mira y se ríe.
- ¿Viejo yo? Viejo es el viento y todavía sopla...
Otra vez el chiflido ensordecedor.
- Voy a tener que afinar la puntería -le dice Zozaya por lo bajo a José y larga la carcajada. Ahora van a ver estos dos. Un chiflido más ensordecedor aún.
Por debajo de la techada, al trote, aparece Osvaldo Zubeldía con un pizarrón bajo el brazo y unas tizas en la mano. No hay tiempo para saludos ni presentaciones.
- Calderón, usted juega arriba, de 9, pero va a jugar con la camiseta número 4 así los del otro equipo no van a saber que lo tienen que marcar, ¿me entendió? No lo hago jugar con la ‘2’ porque esa está reservada.
- Don Osvaldo, yo voy al arco de 57 -grita el “Flaco” Pezzano poniéndose los guantes a las corridas y dejando la carterita de cuero con los documentos y las llaves del Fiat 600 a un costado mientras le hace un guiño a Caldera que a esta altura no puede creer lo que está viendo y se frota los ojos como un niño que recién se despierta.
- ¡Calderón! ¡Deje de toquetearse los ojos que no tiene conjuntivitis y póngase a jugar porque si no, le hago hacer 20 abdominales más!
La voz del “Profe” Echeverría retumba en todo el José Luis Hirsch. Ninguno de los presentes presta importancia al hecho, pero el Profe está en pijama y con un sobretodo encima, como cuando lo llamaron a las 2 de la mañana Bilardo y Correbo para que se sume al equipo del ’82.
- Nene, hacé caso que yo sé lo que es hacer 200 abdominales, yo ya lo pasé con Kistenmacher -le dice Eduardo Luján Manera a Calderón por lo bajo para que el “Yacaré” no escuche y se pone a hacer piques cortos para ablandar las piernas.
- ¡Mirá que el “Yacaré” te deja todo roto de tanto hacerte correr y después no te cura ni Marelli, eh! -acota Felipe Ribaudo mientras le sonríe a Echeverría y corre a darle un abrazo.
- Caldera, mirá como la clavo olímpica igual que contra el Boca de Rattín -grita El “Piojo” Zibecchi y, como quien no quiere la cosa, la clava nomás. El “Cusa” Orife mientras tanto, le cuenta a quien quiera escucharlo que sueña con romperla en Primera. Cabezas, para no perder la costumbre y como para impresionar, hace 3 seguidos como contra Deportivo Galicia aquel 30 de Marzo de 1976 por la Libertadores, cuando la muerte oscura andaba rodando por aquí.
- Dale Calderón, pateáme unos tiros así voy entrando en calor, soy Gabriel Mario Ogando, arquero, encantado.
- Alberto, ¿en serio vinieron todos para jugar conmigo? pregunta José Luis.
- Esto no es nada pibe -le dice Zozaya con una sonrisa cariñosa y sobradora- esperá un ratito que alguno más seguro va a caer.
Casi todos comienzan a patearle unos tiros al arco a Ogando y al Flaco y, cinco minutos después, entran corriendo Ricardo “El Beto” Infante y el “Payo” Pellegrina, agitados como si hubieran perdido el tranvía que los trae a 57 y 1.
- Perdón muchachos, se nos hizo un poquito tarde ¿para quién juego? -dice el “Beto” mientras se ata los cordones de los botines. ¿Qué hacés Caldera?, disculpame, no te había visto -acota el “Payo”.
- ¿Jugás con nosotros, Beto? -le dice Zozaya- ¿o ya te olvidaste como era?
El Beto lo mira, y así como venía la pelota que le había tirado el Nolo con la excelencia de siempre, la clava de rabona en un ángulo como en aquel partido contra Central, cuando el arquero rival se acercó a felicitarlo por el gol.
- Ahora andá a buscarla -le dice Infante - Ahí tenés, mirá como me olvidé. Infante y Zozaya se ríen y se dan un abrazo como si hiciera años que no se vieran. José Luis no sabe a quien mirar primero. Tiene a todas las glorias de Estudiantes ante sus ojos y no lo puede creer. Nuevamente la 9 se empapa de lágrimas: “Si mi viejo me viera con todos estos monstruos” piensa.
- ¡Calderón, hey! ¡Calderón! Preste atención que voy a dar la charla técnica -ruge el “León” Zubeldía.
- Préstele atención Calderón, yo sé por qué se lo digo, préstele atención, yo lo conozco a este tipo, vaya si lo conozco. No nos presentaron. Soy Mariano Mangano, Presidente del Club.
José lo mira como quien mira a un Prócer hasta que una voz, que le resulta familiar, lo trae de vuelta a la realidad.
- Jóse! Jóse! ¡Dale pedazo de boludo, dale que queremos arrancar. Dale que vinimos todos a jugar con vos! ¡Es tu partido, boludo! Yo conozco esa voz -piensa José Luis por unos instantes, yo conozco esa voz- y comienza a buscar con la mirada para ver de donde viene.
Edgardo Prátola con los rulos sobre los hombros y metiéndose la camiseta dentro de los pantalones le sonríe desde la medialuna del área grande. - ¡Dale boludo, dale así arrancamos! -le repite el “Ruso” para aclarar los tantos y revolea un fulbazo a la tribuna para dejárselo bien claro mientras se acomoda el brazalete de Capitán.
- Vio Calderón, yo se lo dije. La ‘2’ estaba reservada -aclara Don Osvaldo para poder arrancar el partido.
IV
Teodoro Nitti, el árbitro, da por comenzado el match. A los 3 minutos, para ser exactos, “Los Profesores” comienzan a dar cátedra. Solamente pasaron setenta años desde la última vez que jugaron juntos y sin embargo las paredes de Guaita y Scopelli salen solas. Tienen la misma vigencia que si las hubieran tirado ayer, domingo a la tarde. Lo llevan en la sangre. El “Ruso” trata de cerrar como puede y de paso le pega un par de gritos a sus compañeros para que apuren la marca y no se duerman en los laureles.
El “Beto” Infante toca con la maestría habitual para que Lauri se escape por derecha y lance un centro incontrolable como un rayo que Alberto Zozaya conecta de memoria con la cabeza, como a él más le gusta, para mandarla al fondo del arco.
- Un golazo, veo que todavía te acordás -le dice el Nolo a Don Alberto mientras lo abraza para festejar la conquista. Zozaya se ríe y le hace un gesto a Ferreira como diciendo: “pueden pasar cien vidas y jamás voy a olvidarme”.
Al reanudarse el juego sale Calderón al ataque y hace una jugada de antología con Eduardo Luján Manera. Tocan ambos como si toda la vida hubieran jugado juntos. Felipe Ribaudo, Manera y Calderón se entienden de memoria y Prátola comanda desde el fondo. “Los Profesores” se miran desconcertados, la jugada termina con un penal de Gabriel Ogando a Calderón.
- No me quedó otra que bajarlo porque se iba solo al gol -explica el guardameta cuando Scopelli pregunta.
- ¡Patealo vos José Luis! -grita desde el arco Oscar Pezzano.
- ¡Dale que es tu partido! Calderón lo mira a Prátola y le dice: “Ruso, pateálo vos, regalame un gol más. Regalame el de la despedida”. El “Ruso” le guiña un ojo como diciendo: “te debo una” y con actitud decidida parte hacia el punto del penal. Acomoda la pelota, toma carrera y la clava al lado del palo. La estirpe de gran Capitán en el alma.
Después de hacer el gol, automáticamente se besa la camiseta albirroja. Ana Laura y sus dos nenas lloran de emoción en la techada. Zubeldía y Mangano también. José Luis lo abraza como se abraza a un hermano y Prátola cariñosamente le palmea la espalda. Ambos caminan juntos hacia el centro de la cancha. Antes que el partido se reanude José Luis se saca la número 9 y se la da a Prátola.
- Ruso, estás con nosotros -le dice y comienza a caminar hacia el costado de la cancha. “Los Profesores” le hacen una doble fila de honor a José Luis. Lo van abrazando mientras sale del campo de juego y entra en la gloria. El ‘Beto’ Infante llora de emoción. La emoción de los grandes. Con la salida de Calderón la gente comienza a treparse al alambrado. De a uno van subiendo todos.
El réferi lo mira a Prátola y le dice: -Mister, hágase cargo. Ud. es el Capitán. Pellegrina y el “Yacaré” Echeverría sonríen. Prátola, como buen caudillo, se encarga del asunto.
- Espere un cachito Jefe -le dice al árbitro-, espere que son todos amigos los que están subidos al alambrado.
Está bien que están gritando como unos desaforados, pero son todos amigos. Espere que ya los bajo. ¡Ché, loco, bájense y miren el partido! Ya sabemos que vinieron todos al partido de despedida del Jóse, pero siéntense y no hagan quilombo que queremos seguir jugando un ratito más!
- Ruso, vos no perdés más la maña de gritar adentro de la cancha ¿eh?
- ¡Mirá que yo también juego con ese número! -grita, subido al alambre, Julián Camino y todos le festejan la humorada.
José Luis Calderón los mira de frente desde la línea de cal y golpeándose el corazón con el puño derecho parece querer decirles “Gracias por todo, los llevo conmigo”.
De golpe el gesto de José Luis funciona como un bálsamo y uno a uno, todos los que están colgados del alambrado, van sentándose en la tribuna: Camino, el “Negro” Rubén Agüero, Juan Carlos Delménico, el “Bambi” Flores, Hugo Medina, Raúl Forteis, Abel Herrera, Luis Raimundo, Alberto Poletti, Carlitos Cajade, Ignacio Peña, Antonio García Almeijenda, Hugo Issa, José Luis Brown, Néstor Togneri, Hugo Gottardi, Juan Ramón Verón, Guillermo José Trama, Marcos Conigliaro, Alejandro Sabella, Raúl Madero, Huguito Spadaro, “Juanchi” Taverna, Carlos Maschio, Oscar “Cacho” Malbernat, José Daniel “Bocha” Ponce, Milano, Rudzki, el “Petiso” Frassoldatti, el “Tucu” Aguirre Suárez, Henry Barale, el “Fantasma” Benito, Alfredo Letanú, Raúl Lavezzi, Miguel Ángel Russo, Eduardo “El Bocha” Flores, Rubén Horacio Galletti, Carlos Pachamé, Hugo Mateos. Todos.
El grito de “Caldeeera, Caldeeera” comienza brotar de las gargantas de toda la tribuna y a bajar por los tablones de madera del viejo estadio de 57. Bilardo se arregla el nudo de la corbata y mira para otro lado porque no quiere que lo vean llorar. En el alambrado quedó solo un chico trepado. Es Juan Sebastián, el amigo de José Luis que grita emocionado porque es el hincha más fanático…
V
Llovía a cántaros y las chapas goteaban por todos lados. El despertador sonó como cada mañana a las siete menos cuarto dentro de la diminuta habitación de paredes descascaradas. La mamá de José Luis fue hasta el cuarto del fondo esquivando pelotas y camisetas a despertarlo.
- Má, no sabés lo que soñé, no sabés lo que soñé! -le dijo José Luis aún transpirado por el sueño a su madre-. Soñé que jugaba en la Primera de Estudiantes, ¡Mamá, con todos los grandes! Zozaya, Zubeldía, Manera, Pezzano, Prátola, Infante, Ferreira, Ogando, estaban todos Mamá. Estaban todos!!!!!!!!!! Y sabés lo que me dijo Zozaya en el sueño ¿Ma, sabés? ¿Querés que te cuente? Me dijo: Pibe, el viejo Ignomiriello algún día dirá que Estudiantes antes que deportistas forma hombres de bien. Ahora vos lo sabés tan bien como nosotros… Ahora sabés que nada en el mundo se compara a lo que siente una persona que se pone la camiseta del Pincha. ¡Eso me dijo Má! ¿Y sabés que? ¿Sabés que, mami? Ya se que quiero ser cuando sea grande.
Quiero ser el goleador de Estudiantes de La Plata.
Simplemente ESPECTACULAR.
ResponderEliminarFernando