QUERIDO DIARIO:
Acabo de llegar con el equipo al hotel de concentración. Mañana se supone que es el gran día, o al menos así lo esperan todos... todos menos yo. En el fondo me da igual. ¡Qué más dará ganar o no la Copa de Europa! ¡Otra más! Ya ni recuerdo cuántas tiene este equipo. Casi, casi, sería más noticia perder que ganar. Pero a mí ya me da igual. ¿Mi vida va a cambiar dependiendo del resultado? No. Ojalá cambiase de verdad.
Pase lo que pase soy consciente de que voy a seguir siendo el mismo, el mejor futbolista del año, el mejor del equipo. De no lograr la Liga de Campeones no me criticarían... Los he salvado en muchas ocasiones. Me adoran: prensa, afición, amigos, familia y mi esposa. Ella siempre está ahí. Lleva cinco años conmigo y es lo mejor que me ha podido pasar. Y es que sabe exactamente lo que tiene que hacer y lo que tiene que decir en la forma y momento adecuados. Es la chica perfecta para alguien como yo, para una estrella como yo. Nunca tiene una mala cara, un mal gesto... ni un reproche.
Ella siempre controla la situación, pero yo no. Sólo controlo cuando juego. Sobre el terreno de juego me siento libre, no tengo secretos para el balón y me entrego en cuerpo y alma, sabedor de que si remato bien la faena la afición me querrá, los rivales me admirarán, la prensa me alabará y yo seré feliz. Sin embargo, cuando el árbitro pita el final de cada partido llega el engaño.
A partir de ese momento, odio no poder comportarme como soy. ¿Por qué me escondo?, ¿por qué no puedo ser libre como...? No puedo más. Quiero vivir la vida que deseo. Lo he pensado muy detenidamente y creo que mañana podría ser un buen día para anunciarlo pero... ¿por qué tengo que hacerlo público, acaso soy un bicho raro? El hecho de que no pueda llegar nunca a querer a mi mujer ni a ninguna otra, no es pecado. Dios, ¡¡¡ayúdame!!!
¿Qué pensarán mis compañeros de equipo? El presi ya lo sabe y no le ha hecho ni pizca de gracia, fue muy claro el día que se enteró. ¿Y la gente? Supongo que habrá opiniones para todos los gustos pero ya me estoy imaginando las pancartas reluciendo en el Fondo Sur del estadio.
Y ella... ella no merece pasar por esto después de lo bien que se está portando. Y me angustia pensar en el dolor de mi familia, siempre tan discreta. No quiero lastimar a los míos pero necesito sentirme bien... Pero ¿qué estoy diciendo? No voy a tener valor, soy un cobarde... Dios, si no lo hago yo, ¿quién lo hará?, ¿la prensa? ¡¡¡Ah, esos carroñeros disfrutarán a mi costa!!!
Bueno, no sé. A lo mejor no me maltratarán tanto, digo yo que los tiempos han cambiado, todo el mundo lo entendería; sin embargo... aquí, ¿qué hay que entender? Mañana prefiero tener que marcar un penalti decisivo, en el último minuto, con todo el estadio al borde del infarto, que este fuego que me está quemando por dentro.
¿Por qué no puedo hacer algo que quiero, qué me lo impide? TODO, me lo impide TODO. No sé qué hacer. ¡¡¡Maldita educación que me hace verme como a un auténtico soldado sin armas!!!
Soy inocente, no he hecho nada... Pero mañana seré culpable. Lo he decidido. Será justo después de levantar la décima Liga de Campeones. La que nos acredite como el mejor equipo del Viejo Continente. ¿Qué importa que en vez de hablar de la victoria se hable de mí? No sería tan trascendental. Ya son 10 Copas de Europa, porque a una no se le haga caso, no va a pasar nada... pero la afición no lo merece.
Estoy acostumbrado a ser el protagonista pero tanto, tanto, tanto... no sé si estoy preparado.
Creo que mañana será un día grande, aunque todavía no tengo muy claro por qué lo será.
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