21 de septiembre de 2009

Que me quiten lo bailado (Antonio José Moreno Villa - España)


La pelota volaba por el aire.

Casi se podía leer la marca del balón de lo templado del pase.

La vista fija en él, era la última oportunidad del partido.

El tiempo corría, corría casi al mismo ritmo que mi corazón.

No podía fallar, tenía todo a mi favor.

Mi gran estatura, mi portentoso salto y mi espectacular y certero remate.

El desmarque de mis compañeros me dejaba un gran pasillo arrastrando a toda la defensa.

En tan poco tiempo, todo parecía no querer tener fin.

En mi mente todo se ralentizaba pese a transcurrir a gran velocidad.

Siento tan cerca el balón que mi cuerpo se tensa y ya, cuando empiezo a elevarme en el aire, mi vista recorre la posición del portero, el balón que llega, los contrarios que parece que no se percatan de mi presencia.

Con todas mis fuerzas meto la cabeza, «zas», el impacto es espectacular, donde no puede llegar el portero.

El portero ni nadie.

La luz me nubla la vista, la luz y el golpe que me doy.

¿Dónde está el balón?, ¡no lo tengo claro!

¿Y los compañeros que me dibujaron el desmarque?

¡Qué hago yo empotrado en el aparador!, y los gritos.

Los gritos, los de mi mujer.

-Pardillo, qué, ¡otro partidito!, y qué, ¡entro o no entro!

Qué golpe, qué afición la mía.

Lo malo de estos sueños es al despertar cómo quedó el terreno de juego.

La alfombra verde es una manta donde nunca voy a caer, y la portería o el área, el armario o el aparador.

Que el delantero se quedó en el metro sesenta.

Que tengo vértigo a las alturas y no doy una patada a un bote.

Eso sí, en sueños y mientras no haya golpes.

Que me quiten lo bailado.

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