7 de septiembre de 2009


En mi paso por las canchas me encontré con todo tipo de rivales, unos que salían a buscar francos y otros que iban a buscar las piernas.
A veces tener fama de goleador tiene sus bemoles, porque muchos querían eliminar a “Lolo” de prepo, o sea a la mala.
Una tarde nos tocó jugar contra el Sporting Tabaco (actualmente Sporting Cristal) y salió un zambo medio desteñido a marcarme. Se apellidaba Cancino y tenía fama de bravo en el Rímac.
De arranque comenzó a provocarme, a trabajarme a la boquilla tratando de ganarme la moral, quería atarantarme con frases subidas de tono y me soltaba de vez en cuando “te voy a romper la pierna blanquiñoso…”
Yo estaba tranquilo y el árbitro ya se había dado cuenta de lo que buscaba Cancino, en esos tiempos no había nada de tarjetas amarillas.
En una de esas, en que voy a parar la pelota, con el rabillo de lo ojo “manye” que el zambo se me venía encima con malas intenciones. Entonces voltee rápidamente y lo enganché en el aire, y se metió un revolcón de los mil diablos.
Se levantó enfurecido y se me cuadró en plan desafiante. En ese momento me acordé de las cowboyadas, de esos héroes del lejano oeste como Tom Mix, Red Barry y tantos otros, y lo crucé con un golpe de derecha en la mejilla y luego lo empalmé con uno en el ojo.
¡Para qué contarles...! El zambo no regresó por el vuelto. Salió de la cancha con el ojo morado sin ser Octubre. Pero lo que tuvo más significado para mí, fue que el árbitro ni siquiera me llamó la atención. Es que se había percatado que Cancino era malero y había cobrado en plato hondo.

(TEODORO “Lolo” FERNÁNDEZ (1913-1996), célebre jugador peruano de las décadas del ’30 y ’40)

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