Ocurrió en la cancha de Racing hace muchos años atrás. El verborrágico relato de José María Muñoz iba dibujando las líneas de un partido que sólo parecía existir en su cabeza. Fue entonces que se escuchó la voz de su comentarista ‘Pepe’ Peña diciendo: "No mientas, gordo, no mientas".
La frase del copete, aunque dicha en tono festivo, sirve para descubrir el lado flaco de ese gordo relator radiofónico, transformado luego en el más poderoso empresario de la información deportiva.
Pero, ¿era cierto que Muñoz mentía? Digamos mejor que exageraba, que abusaba del lenguaje connotativo para crear imágenes auditivas fuertemente coloreadas de emotividad.
Él no inventó el estilo pero fue él quien lo exhumó mejor que nadie. Se trataba de un tipo de relato que funcionalmente se correspondía con la vieja radio cuando ésta era la única intermediaria entre el hombre y su fantasía o, por lo menos, el vehículo más idóneo para estimular su imaginación.
La realidad era maltratada por al radio que, a través del radioteatro, se empeñaba en inventar las historias más fantásticas con pretensión de creíbles, y por el relato deportivo que operaba una suerte de transfiguración metafórica de la realidad donde los jugadores eran leones o titanes y donde los espectadores en vez de gritar o aplaudir, rugían. A partir de tales datos la representación mental que cada uno se hacía de un partido narrado de esa manera tendría que ver con proyecciones y otros mecanismos igualmente sutiles de nuestra psiquis.
La era televisiva destruyó sólo parcialmente el mundo cerrado de fantasmas que creó la radio. Como un elemento residual sobrevivió el relato a la manera de Muñoz. Según él, a la gente le gusta que le mientan un poco.
En viejas declaraciones al diario “Clarín” dijo: "Cuando un partido es chato yo hago lo posible para levantarlo, darle ritmo, alegría, color. Eso es lo que la gente necesita". Cuando el Mundial del 78 el país entero experimentaba una sensación inédita al acoplar a la seca imagen de la televisión el fervor narrativo de Muñoz, mucha de la emotividad que anduvo por las calles en esos días se nutrió de aquella singular experiencia.
Intentemos ahora hacer el trazado sintético de los principales elementos contenidos en el discurso radiofónico del Gordo Muñoz. Veamos:
1) Juego alternativo de ambigüedad y exactitud en la información
"Va a ejecutar el tiro libre. Uno... dos... tres metros fuera del área chica". Más adelante es posible que diga: "Rechaza un marcador. Desde el lugar que nos encontramos se hace difícil identificarlo".
Sus colaboradores en las otras canchas debían informar acerca de la cantidad de espectadores. Se entendía que era una estimación a simple ojo, pero la referencia de cada uno de ellos los llevaba a decir: "Cancha de Boca, 75%; cancha de River, 90%" y así sucesivamente. Las estadísticas ya se empezaban a poner de moda y los relatores deportivos no iban a ser una excepción. Vanguardistas del boca de urna.
Otras formas habituales de narración presuntamente exacta y minuciosa: "Le pegó a la pelota con la cara superior del empeine. Le dio con el parietal izquierdo". En definitiva, también precursores del ya famoso tiro con tres dedos.
Cuando alguien se lesionaba, el diagnóstico era inmediato: "Fue una distensión en la parte anteroposterior del muslo. Esperemos que no tenga consecuencias". En otros pasajes asomaban vaguedades del tipo de: "Se produce un amontonamiento de jugadores. Rechaza un hombre del equipo adversario. Sale jugando un volante. Acciones confusas en el medio campo. Partido enredado. Pelota que se va en aire".
2) Juego expresivo con los tonos e inflexiones de voz
La actitud de solemnidad, por ejemplo, era manejada con mucha sagacidad. Comienza con el "Señoras y Señoras", ahuecando la voz y estableciendo imperceptibles pausas para luego lanzar chorros de palabras que se atropellaban entre sí, como si se ahogaran en la garganta.
Eran largos parlamentos que más parecían arengas que exposiciones de ideas.
En las entrevistas nunca había dudas sobre quién dirigía la conversación. Las concluía con un expresivo "¡eh!", interjección denotativa de dudoso gusto.
El grito de gol le demandaba el esfuerzo máximo de su voz. De golpe, la tensión se quebraba mediante un "GOL-GOL-GOL" que iba creciendo en potencia y extensión. Era la descarga final. Cuando el gol era de buena factura la exclamación era: "IM-PRE-SIO-NANTE".
3) Empleo de un vocabulario sui generis
Para mantener vivo el interés del oyente, el Gordo Muñoz acuñó la expresión PELIGRO DE GOL. El relato exigía también el uso de un dialecto o argot cuya paternidad nadie podía -en rigor- adjudicarse. Tal jugador hacía un puente, una pared o tiraba un caño o lanzaba centros a la olla, palabras éstas que se mezclaban con el inglés nada ortodoxo del off-side o el córner.
Determinadas palabras tenían gran variedad de sustitutos. Así el arco era la portería, el vertical, los tres palos, el marco, la ciudadela.
¿Tenía alguna ideología el señor Muñoz? "A mí la política no me interesa", dijo más de una vez. Se sabe que estuvo interdicto durante varios años por haber pertenecido a la organización de Luis Elías Sojit, voz notoria del gobierno peronista caído en 1955. Pero la anécdota fue irrelevante con el tiempo porque si de algo se preciaba Muñoz era de no asumir compromisos.
En la vieja revista “Match” apareció un reportaje donde se le preguntaba por ciertas recomendaciones de técnicos que habría hecho cuando la estrella de Menotti, meses antes del Mundial 78, amenazaba apagarse. Muñoz respondió: "No, no. Yo en esa no me quemo nunca. Esa la aprendí en el año 55 con Campagnale y Aróstegui. Nunca hay que dar nombres. Yo nunca recomiendo técnicos porque te podés quemar".
Un curso abreviado de oportunismo debería tener como lema: "Hacer las cosas según como venga la mano". De seguro que aquel que lo cumpla no va a perder. No importa si para alcanzar esa meta deban perderse principios o convicciones muy íntimas.
Que Muñoz padeciera de fobias y manías persecutorias es algo que tal vez muchos no sepan.
Sin embargo fue así. Cuando en la cancha visualizaba a algún jugador con el pelo muy largo o con barba, no podía disimular su disgusto. Lo señalaba con el dedo y de paso le recomendaba la máquina de una conocida marca de hojas de afeitar. Si el jugador tenía el pelo largo o barba en algo raro andaría. Y el fútbol no podía permitirse esas cosas. El fútbol es derecho y humano.
Para concluir no podemos menos que incurrir en el vicio de una nueva cita. Dante Panzeri escribió lo que sigue sobre nuestro personaje: "José María Muñoz es un retrato del país actualizado y metido en el cambio. Corresponde a la degradación del buen gusto que nos inferioriza respecto de lo que éramos nosotros mismos hasta el actual auge de la mersería con ese. Muñoz es una prolongación de Sojit. Pero éste era inteligente. El pobre gordito es un carrero puesto a orientar la cultura de un país a través de su deporte. Con bases educacionales tales como las de confundir ‘harina de otro costado’ por ‘harina de otro costal’, ‘idiosincrasia’ por ‘idiosincracia’, ‘éstasis’ por ‘éxtasis’, ‘enjuagar por ‘enjugar’ el déficit; o descubrir en algún colorido espectáculo ‘una policromía de colores’. A lo que hay que agregar su ductilidad dialéctica para felicitar a un caballo, descubrir que una delegación futbolística es ejemplar si la absolvemos de una bochornosa pelea y de su mal jugar".
Y sí. Está todo dicho.
(artículo de Miguel Bianchi, especialista en sociología de los medios de comunicación, publicado en el portal “El ático”)
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