Ahí va ella, otra vez, con su andar de siempre. ¿Quién puede resistirse a su caminar apasionado?
Los muchachos se pelean por tenerla aunque sea un instante para demostrarle que nadie la va a tratar mejor. Pero ella va sin más deseos que el de ser acariciada, sin más deseos que el de ser respetada por lo que es.
Pisando la tierra, levantando polvo o rodando por el pasto fresco, siempre cerquita del que la sepa seducir.
La infaltable de los sueños de pibe, la que cambia el ritmo de nuestros corazones, esa que tiene reacciones impensables y que es el centro de todas las miradas. La que hace detener los autos cuando sale a la calle, la que por un simple antojo puede cambiar la historia de nuestras alegrías.
Ella te da todo y nada, ya la conocemos, no le pidas promesas. Solo quiere que la traten como se merece, busca al que sabe, al que la quiere de compañera, al que le jura amor eterno sin tratar de cambiar su personalidad infiel.
Es que no se sabe quedar quieta y si la obligan se resigna esperando al que con encanto la invite a bailar. Si se lo sabes pedir hace lo que quieras, pero no es fácil, tiene su carácter y a veces sin importarle el momento, suele hacer bromas para las que hay que estar bien preparado.
Es tan sensible que siempre nos pide lo mejor de nosotros y solo ahí se dispone a mostrar lo que es capaz de hacer.
El precio de llevarla al lado es la obligación de conocerla bien y estar siempre listo para cualquier cosa.
Esa que extrañamos tanto cuando no llega y que cuando la tenemos deseamos no defraudarla para que se quede el mayor tiempo posible. Esa que se enoja si la dejamos afuera o llora cuando deja de ser el centro de la fiesta.
Es que sabe bien que no puede faltar, simplemente porque es ella la que enciende la pasión de los que se reúnen para verla.
Su espíritu es travieso y alegre, no importa si esta vestida de trapos viejos o de fino cuero, no le interesa si con ella te va la vida o el honor, lo único que quiere es divertirse.
Te puede llenar de tristeza y al instante llenarte de alegría.
Amiga inseparable de los más famosos reyes y príncipes sin olvidarse de los que están del otro lado del alambrado palpitando sus movimientos.
Sin ella no podríamos recordar esos momentos únicos, sonrisas que no caben en la cara, dolores que no se pueden disimular, vidas enteras que su mágico girar cambio para siempre llenándolas de historias inolvidables.
No tiene secretos, ella misma es un secreto. Un secreto que solo pueden descubrir los que saben que ella es la protagonista y le agradecen su presencia en cada beso. Esos que saben que su seductora forma no sabe resistirse al que con mágica poesía sepa llevarla hasta el altar.
Si nos habrá hecho trepar alambrados, saltar paredes, y hasta subir a los árboles haciéndonos prometer que íbamos a tener más cuidado la próxima vez.
Ella guarda en su corazón la imagen de todo el planeta, nos hace tocar el cielo y a veces morder el pasto.
Es la del barrio pobre, la de las copas, la del patio de la escuela, la del mundo.
El juguete favorito de los que perdemos noción de tiempo y lugar cuando ella nos invita a su ritual.
La que puede transformar al baldío en el estadio Wembley o al partido de la cortadita en el clásico de los clásicos.
Esa que alguna vez pedimos para el cumpleaños o para reyes y que cuidamos con el orgullo de creernos su dueño, tratando de que no se moje, cuidando de que no le falte aire y hasta llevándola al ladito de la cama para soñar juntos con la jugada perfecta.
Esa que compartimos con los amigos y que queremos demostrar a los demás que nos quiere más que a nadie.
Es que ella nos acompaña desde siempre y aunque a veces se rinda a nuestros pies simulando estar loca por nosotros, somos nosotros los que estamos realmente "locos por ella".
(Un gracias! enorme a José M. Pascual, por cederme este cuento para compartirlo con la gente de "Los cuentos de la pelota")
Hombres x.x tanto se van a mear por una pelota? A veces se olvidan del mundo por el fútbol y parece que perder un partido es el fin del mundo. Salen hasta llorando de las canchas y se la agarran con cualquiera. Dios, quien los entiende, a veces son odiosos.
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