6 de agosto de 2009

En las buenas y en las malas (Federico Martínez - Argentina)


-No estoy llorando! (le dije a mi vieja)

-Vamos Rubén, te conozco demasiado. (me contestó)

-Es que me entró un bicho en el ojo y solté un par de lágrimas, nada más.

-¿Y los mocos que se le están cayendo? ¿Qué?¿ el bicho le aflojó los chocolates? Ahhhh, ya entiendo, se peleó con la Sandrita.

-No vieja, no me joda, ¿acaso no escuchó la radio? Me va a decir que no sabe que descendimos? Que nos fuimos a la B, que el próximo torneo no jugamos contra Boca, River, San Lorenzo, contra los grandes de verdad. ¿Adónde vive usted?

-¿Pero por eso llora? No sea abombado hombre...

-Discúlpeme mi tata, déjeme sólo...

Y ahí quedé, tirado en la cama, culo pa’rriba, mirando el poster del chimpancé con la camiseta de Alumni (ese poster lo tienen todos, lo único que cambia es la camiseta, mono traidor, se pone cualquiera) y apretando mi almohada mientras derrama un llanto que aliviaba mi angustia.

Todavía me retumbaba en la cabeza ese último pelotazo que se estrelló en el travesaño y, que si hubiera entrado, cambiaba la historia. Recordar el rostro desfigurado de dolor de toda la gente que llenó la cancha (como siempre) cuánto desconsuelo...

El saber que nuestro clásico rival se quedaba en Primera y nosotros otra vez a remarla en Torneo Nacional de Ascenso. Aguantarme las cargadas del "Pelado" Duarte, soberbio hincha del rojo de Avellaneda y enemigo íntimo de los equipos chicos, porque decía que le quitaban espectáculo al fútbol de jerarquía.

¿Pero a quién le ganó este gil? él porque no sabe lo que es pelearla desde abajo. Si tampoco festejaba los campeonatos de Independiente porque "ya estaba acostumbrado a ganar", ¡que fanfarrón!

Mientras que a mí se me había caído el mundo en un cabezazo al ángulo que "Pipo" Marconeti no pudo atajar. Lo único que quería era dormir y despertarme cuando empezara el torneo de la divisional de ascenso que era en dos meses.

Encima, lo tenía a mi viejo en el hospital, internado por un pre infarto leve.

¿Cómo carajo hacía para contarle que perdimos? y, por ende, el descenso directo. No se lo podía ocultar, yo sabía que cuando me viera lo primero que me iba a preguntar era el resultado del partido.

Me faltaban tres horas para ir a verlo, y todavía no lograba levantarme de mi cama debido a mi angustia. Pero no podía fallarle a mi papá, era injusto pobre, gracias a él conocí lo que es la pasión por un club, no le podía pagar de esa manera.

Practiqué durante media hora la mejor forma de decirle las cosas, para que no lo tome tan mal, nunca supe cuál sería. Entonces agarré la campera de cuero negro que estaba colgada en el respaldar de la silla, sequé mis lágrimas con un pañuelo, azoté la puerta y me fui a la parada del 46 que me dejaba a una cuadra del Hospital Español.

Durante el viaje, intenté dormir un poco, pero cada vez que cerraba los ojos me aparecían imágenes del partido, flashes, recuerdos...tristes recuerdos.

Me levanté de mi asiento una cuadra antes de la parada y una vez que descendí del colectivo, mejor dicho, que bajé del colectivo, me imaginé la cara que podría llegar a poner mi padre con la noticia, y verdaderamente me asusté. Me quedé parado... sin saber q hacer... medité durante unos segundos, respiré hondo, tomé coraje, y me largué a caminar esos 100 metros que me quedaban, prácticamente a los empujones.

Al entrar al hospital y saludar a la Sra. de la entrada (que por cierto debe haber sido hincha de Alumni por la tristeza que tenía en su rostro) me dirigí hacia la habitación Nº 18 donde estaba "el gordo" Mandurga, mi viejo.

Sin hacer nada de ruido entré a verlo y al darme cuenta que estaba dormido, me quedé un poco más tranquilo porque aún no tenía que decirle nada. Me senté en una silla que había a su lado y al sacarme la campera, no va que el cierre pegó sobre la pata de hierro y ese simple ruido hizo que se despierte.

Medio dormido todavía me dijo:

-Hola Rubencito. ¿Y? ¿Ganamos? ¿Nos quedamos otro año en Primera, no?

-Hola papá (atiné a decirle tartamudeando)

-Que tanto hola, contestame...

Me quedé helado, un sudor frío comenzó a recorrer todo mi cuerpo, no sabía que decirle, sólo agaché la cabeza.

-Ahgg, deja nomás, no me digas nada con la cara que pusiste seguro que descendimos, ¡puta madre carajo!

¡La cara que tengo que haber tenido para que sólo se diera cuenta! Pasa que era así, no lo podía ocultar y menos a un tipo que me conoce tan bien y que siente lo mismo que yo, era imposible.

Lo miré a los ojos y ya más tranquilo me dijo...

-Y bué, que va a ser, ya vendrán tiempos mejores. ¿Sabés los descensos que tengo en el lomo yo? Con este es el quinto. ¿Y sabés una cosa? Fueron las únicas veces que lloré de verdad, con sentimiento y dolor. ¿O acaso vos no lloraste?

-Claro pá, como no voy a llorar...

Tomó mi mano, la apretó fuerte y se suscitó una charla que comenzó de esta manera...

-Muy bien hijo, te felicito porque hoy conociste el amor, el amor a los colores, a la camiseta, al barrio, a la enseñanza que nos dejó el abuelo.
Esto es amor, amor sincero, puro, verdadero que sólo el fútbol te puede dar. Porque más de una vez te vas a pelear con el mundo con tal de defender este sentimiento inexplicable, que sólo vos entendés.
Es el único amor que nunca, ni por nada, ni por nadie lo vas a cambiar, es fiel de verdad.
Porque naciste y vas a morir hincha del club que elegiste, por éste amor das todo, sin pedir nada a cambio, porque siempre lo vas a querer, aunque desciendas, pierdas campeonatos o lo que sea, siempre vas a estar ahí; alentando, puteando, llorando ya sea de alegría o tristeza, será la herencia que vas a recibir y la que vas a dejarle a tus hijos.
Es así pichón, no hay vuelta de hoja.


Después de escuchar esas palabras sentí un gran alivio, por la forma en que me habló y cómo lo había tomado. Al final lo tenía más claro que yo al tema.

Que grande el gordo... infartado y todo... me seguía dando sus enseñanzas y por si fuera poco me explicó lo que es el amor y recién en ese momento entendí lo que era.

Hoy miro para atrás y pienso lo lejos que quedó ese momento en mi vida, ya han pasado 10 años de aquel 15 de Diciembre de 1988.

Gracias a Dios este presente es totalmente distinto, todavía estamos festejando otro nuevo ascenso. Después de tantos años de frustración y tras dos finales perdidas.

Es por eso viejo, que mientras en una mano tengo tu foto y en la otra llevo en brazos a mi primer hijo, para que de chico sepa lo que es esto, es que damos la vuelta olímpica juntos, solos los tres, con el sol de invierno a punto de caer... es una hermosa postal, ojalá estuvieras acá con nosotros para compartirlo.

Pero no te preocupes, porque sé que allá a lo lejos y con el abuelo estás festejando éste nuevo logro, y quedate tranquilo que ahora me toca a mi inculcarle a mis hijos el amor por nuestro querido Alumni.

SALUD CAMPEON. HASTA SIEMPRE.

(Un gracias enorme a Federico y a Sebastián Farías por cederme este cuento y la ilustración correspondiente al mismo. Gracias amigos!)

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