31 de agosto de 2009

Manuel y la bandera (Rodrigo Damián Gaite - Argentina)


“Para el más grande”

Cuenta la leyenda que allá por el 1812 a orillas del Paraná, el General Manuel Belgrano se encontraba descansando en la calidez de su tienda de campaña. Transcurrían las primeras horas de una pintoresca mañana. Luego de la derrota al frente del ejército del Norte en Tacuarí, el gobierno lo había llamado de urgencia para contener el avance de las tropas Realistas en la Banda Oriental.

En Rosario, Belgrano creó dos baterías a las que bautizó con los nombres de Independencia y Libertad. El ciudadano ejemplar, el hombre que puso su vida al servicio de la patria quería empezar a escribir su nombre en la historia.

Desde su catre distinguió la figura de Blas de Mondéjar, su amigo fiel y hombre de confianza. Este se aproximó a la tienda acelerando el paso. Al verlo llegar, Belgrano un tanto sorprendido le preguntó si pasaba algo grave.

Blas de Mondéjar se llevó una mano al corazón como queriendo serenarse, respiró hondo y sus ojos desprendieron un halo enternecedor, trató de hablar con calma pero se lo notaba muy agitado.

-Manuel quería contarte algo que estuve pensando seriamente y hasta ahora nunca me atreví a confesártelo, pero creo que ha llegado el momento, ya no puedo sostenerlo más dentro de mí, es algo muy raro que me sucedió no hace mucho.

Belgrano que ya se había hecho a la idea de que el enemigo había descubierto sus planes y estrategias, volvió a recostarse en su catre.

-A ver contame.

Blas de Mondéjar sentía que el corazón le iba a estallar de un momento a otro.

-Manuel, siempre decís que no querés tener ninguna insignia ni nada por el estilo que provenga de España ni de don Fernando VII.

-Así es -aprobó Belgrano con un gesto de desconcierto.

Blas trató de serenarse pero la emoción lo embragaba.

-Hay que crear una bandera que nos represente- expresó con orgullo.

Belgrano enarcó las cejas en señal de admiración. Se encontraba frente a una frase que podía cambiar el curso de la historia.

-Imaginate Manuel. Una bandera que nos represente, que el viento agite con orgullo en los estandartes de la victoria, para que la llevemos en el alma, para que vean esos jetones de la Madre Patria que tenemos identidad, que tenemos colores.

Belgrano no salía de su asombro y a cada palabra de Blas de Mondéjar se le hacía agua la boca, se sentía suspendido en el aire placentero de Rosario.

-¿Qué te parece la idea Manuel?

-Sensacional, brillante, no se no tengo palabras para describir lo que siento, es una idea magnifica.

Belgrano se bajó del catre y juntos salieron de la tienda. Era una esplendida mañana, el sol se regocijaba en un cielo azul claro por dónde se lo mirase, caminaron distendidos por la ribera del Paraná, Blas hacía gestos y ademanes de entusiasmo, Belgrano caminaba lento, con las manos en las solapas de la chaqueta y el porte altivo que lo distinguía. Siguieron caminando. De pronto Blas se paró delante de él cortándole el paso. Su entusiasmo había decrecido, trató de mirar los ojos claros del General pero no pudo, era como si no se atreviese a decir lo que pensaba en ese momento. Manuel hizo una mueca de no entender, miró a su amigo quien a su vez miraba la hierba delante de sus zapatos, como si se sintiese avergonzado, cohibido.

-¿Qué sucede?- inquirió Belgrano.

-Bueno es que no se cómo decírtelo Manuel- murmuró Blas sin levantar la vista.

-Te pido que hables y seas claro- la voz de Belgrano sonó firme.

-Es que en realidad yo quería contarte algo más.

-Adelante. Te escucho.

Blas de Mondéjar miró en derredor como asegurándose de que nadie que anduviese por allí pudiese oírlos. Pero no había nadie, estaban solos con la naturaleza. Casi en un murmullo como si le costara hablar comenzó a decir:

-¿Te acordás cuando el otro día caí de mi caballo y estuve no se cuanto tiempo inconsciente?

-Si claro que me acuerdo. Estuviste inconsciente un día entero y para serte franco creíamos que no te ibas a volver a despertar- le recordó con un aire fraternal en sus palabras.

-Pero acá estoy, más sano y más lucido que nunca- dijo alegremente- ¿Y sabés lo que me sucedió mientras estuve inconsciente?- sin darle tiempo a responder agregó- Me vi inmerso en una luz muy tenue y una voz me iba relatando una especie de profecía o algo por el estilo. Era una voz muy cálida, muy agradable.

Belgrano soltó su mano derecha de la solapa, hizo un gesto vago y dijo con cierta indiferencia: “No jodás”.

Blas de Mondéjar se sobresaltó, no en vano se había atrevido a confesarle lo de la bandera a su amigo y ahora que tenía algo más importante que decirle a él parecía no interesarle. Pero no se iba a dar por vencido así porque si.

-Por favor Manuel te pido que me escuches un momento. ¿No somos íntimos amigos?, ¿alguna vez te fallé, te mentí? Por favor te lo pido, prometo contarte todo tal cual me sucedió sin omitir ni agregar nada. ¿O de donde te pensás que salió lo de la bandera? Pero como me imaginé la cara que ibas a poner si te decía que me lo dijo esa profecía no me quedó otra que decírtelo así y hacer un poco de teatro. Juro decir toda la verdad y nada más que la verdad, lo juro por la Patria.

Esta última frase hizo que Belgrano cambiara su parecer.

-Está bien- dijo un tanto resignado y sentándose sobre la hierba humedecida.
Blas se sentó delante de él y comenzó a recordar.

-Soñé o vi, no sé cómo decirlo con una voz que me iba recitando una serie de hechos que sucederán dentro de muchos años; en todo momento me sentí sumergido en esa luz muy tenue que me trasmitía paz y armonía. Esa voz fue la que me dijo lo de la bandera, si bien no fue un comentario breve tampoco se explayó demasiado en el tema; al parecer lo de la bandera era como una especie de introducción a la prédica que ahora te voy a contar, eso sí que fue largo. La voz me iba hablando que nuestro país llegará a ser una potencia mundial. ¡Pero no en lo que vos te imaginas Manuel!- se anticipó a aclarar viendo la cara que ponía Belgrano- nuestro país llegará a ser una potencia mundial en el fútbol.

-¿En el qué?- preguntó Manuel totalmente desorientado.

Blas hizo un gesto de comprensión.

-Trataré de ser breve así no nos vamos del tema que nos concierne. El fútbol es un juego que van a inventar los ingleses. Bah, en realidad no van a inventar nada, lo van a robar los piratas de algún lugar como hacen con todo lo que encuentran a su paso, es una vieja tradición inglesa.

El General Manuel Belgrano lo exterminó con la mirada, aun se palpaba el clima tenso sobre la ciudad de Buenos Aires, luego de la heroica resistencia de las milicias criollas en las traicioneras invasiones inglesas. Manuel sentía en su piel el ardor de las batallas, como esas heridas que no cicatrizarán fácilmente. Su patria sería agraviada por el enemigo y él se sentiría tocado en su fibra más íntima.

-¡Un juego inglés practicado en nuestras tierras!- su voz sonó amenazante y hasta el río pareció detenerse.

-¡Es que ahora viene lo mejor, no te impacientes!

-Según esta profecía en este juego, dos equipos de once jugadores por bando lanzan un balón con el pie y tienen que introducirlo en una especie de abertura.

Gana el equipo que más veces lo logra, lógicamente con el correr de los años, este juego adquirirá mucha popularidad, se crearán torneos nacionales, ligas, competencias mundiales, etcétera.


Pero para desarrollar eficazmente este juego se necesitan de varias condiciones más bien innatas. Como por ejemplo: Garra, tesón, sacrificio, voluntad, hacerlo con pasión. Bueno no hace falta que yo te lo cuente, ahí tenés el ejemplo de la revolución.

Belgrano siente en sus venas el ferviente sabor de la victoria, pero no dice nada solo se abstiene de seguir escuchando a su amigo y confidente.

-Pero además se necesita ser inteligente, tener hambre de gloria, tener picardía, ¿me seguís?, engañar al adversario, crear estrategias. Ahora decime Manuel ¿Qué nos falta a nosotros de todo lo que te nombré?

Belgrano seguía cavilando sin emitir palabra, el interés por conocer a fondo la profecía de Blas crecía en su interior.

-Ahora bien, este sería el nudo de la cuestión, ahora viene el desenlace, digamos lo más importante, la prédica decía que dentro de muchos, muchísimos años va a nacer en nuestras tierras, un pibe que con el correr de los años se va a convertir en el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos.

Blas abrió los brazos mirando al cielo como esperando una señal divina, su voz adquirió un tono Mosaico- Nacerá un domingo a los 30 días del mes de Octubre, será de origen humilde, de padres trabajadores y tendrá muchos hermanos. Él será el elegido entre millones para llevar a lo más alto la bandera que se ha de crear, su zurda prodigiosa nos conducirá inexorablemente hacia la victoria.

-Veinte. Serán las letras que han de conformar sus nombres y apellido completo.

-Diez. El número que llevará en su casaca más allá del tiempo.

-Muchas las piedras que ha de sortear en el camino.

-Único. El amor que emanará del pueblo hacia él.

-Dejará pinceladas eternas en el barrial del potrero de las siete canchitas. Su primer sueño será jugar en el mundial y el segundo salir campeón con Argentina.

Tendrá, su bautismo de fuego en una calurosa tarde de primavera, al ingresar al campo de juego con su melena enrulada resonará en sus oídos: “Juegue como usted sabe y si puede tire un caño”, y al primer contacto con el balón hará realidad aquel pedido. En el imperio del sol naciente levantará su primer trofeo con el conjunto nacional. El universo entero será testigo de su magia, no solamente paseará su arte y filosofía por las tierras del Río de La Plata, sino también por todo el viejo continente. Solo él podrá llenar escenarios y levantar multitudes y antes de irse a conquistar Europa, pasará por equipo de sus amores y cosechará otro título, no sin antes hacer una fantasía en una lluviosa noche de abril. Amortiguará el balón con su guante zurdo y haciendo morder el barro al arquero y al defensor definirá con un toque sutil. En el país de la Madre Patria no lo tratarán muy bien, pues allí tendrá prohibido ser artista. Luego trasladará su magia al país de la península, será el gladiador que llevará la bandera del sur empobrecido y de la mano de San Genaro desafiarán al norte rico.

Será el argentino más conocido del planeta, y entonces, cuando se encuentre en la cresta de la gloria con la picardía criolla y la mano de Dios les robará los ingleses, les robará descaradamente y saldrá corriendo con el puño en alto. Total ladrón que le roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Pero para que no queden dudas de su don celestial, algunos minutos después iniciará su obra más sublime; recorrerá más de sesenta metros y gambeteando a todos enfrentará al arquero, rubricando el tanto más extraordinario de la historia, en una corrida memorable, en una jugada de todos los tiempos, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina, y gracias Dios por el fútbol, por estas lágrimas. Y así regando de gloria este suelo les 'pasará el trapo' a los ingleses.

A Belgrano los ojos claros se les pusieron vidriosos. “Pasarles el trapo a los ingleses”.

-Alzará la copa para todo su pueblo, se jugará entero por su patria. Desde el pedestal más alto de la gloria hará flamear la bandera nacional y la besará tan solo como se besa al primer amor, porque después de todo la patria es el primer amor. Les dirá en la cara lo que piensa a los jetones del poder sin pelos en la lengua y desafiando a los infames poderosos. Por supuesto que los jerarcas de turno no se van a quedar de brazos cruzados, lo tildará de “Cabecita negra” y él les responderá: “Y a mucha honra”.

En la tierra donde deslumbrará con su magia, sacando a relucir su amor propio y con un martirio permanente en su tobillo izquierdo, luego de pasar un gran sofocón ante nuestros hermanos brasileños, el genio frotará la lámpara para que defina el hijo del viento y así continuar por la senda triunfal. Insultará a los cuatro vientos cuando una silbatina generalizada desprecie nuestra canción patria. Llorará con bronca y el alma herida cuando injustamente nos despojen de la copa. Intentarán crucificarlo con la misma intensidad con la de que ha de ser amado, pero como el llanto de su derrota será el llanto del pueblo y con el dolor corriendo por sus venas resucitará de sus cenizas, volverá contra todo y contra todos. Primero hará un paso fugaz dejando destellos de su destreza por las tierras de Andalucía y luego por Rosario. Se preparará como nunca.

Será nuestra identidad, el emblema de una nación con sus aciertos y sus errores; y cuando la máxima competencia se dé cita en el país de los que se creen los dueños del mundo, tras una perfecta combinación de toques con sus fieles compañeros, un zurdazo impecable se incrustará en el ángulo, asombrando hasta a los Dioses del Olimpo, y cuando nuevamente se regocije en el amor de su pueblo otra vez se ensañarán contra él y trataran de condenarlo al peor de los infiernos. Con el alma herida no podrá controlar las lágrimas que brotarán de su maltrecho corazón, pero por más que le corten las piernas seguirá caminando, pues todos sabrán que no correrá por esa extraña mentira sino por el amor a su gente, y ni así, aunque le den todo el oro del mundo le venderá el alma al diablo.

Y cuando los hipócritas mandamases se den por satisfecho creyendo haberlo aniquilado, en el club de sus amores él resucitará una vez más, su ángel emergerá nuevamente sobre el rectángulo verde, la ovación desmesurada bajará desde un Coliseo enajenado barnizado por un mar de humo azul y oro, y les tapará la boca a los que lo daban por muerto.

En una tarde de Octubre pondrá puntos suspensivos a su vasta e inigualable trayectoria, pues nunca tendrá punto final su carrera.

Un enemigo de blanca apariencia, pero oscuro y traicionero como Judas, intentará destruirlo y arrancarle el corazón, y ese ha de ser su partido más difícil, pero si te caes cien veces cien veces has de levantarte, porque cuanto más arriba se está más fácil es caerse, pero más heroico es levantarse.

Con el tiempo nos dejará una herencia inagotable de sueños y gambetas, y con el pasar de los años su trono quedará vacío, pues nadie ha de ocupar su lugar, simplemente porque no habrá ninguno igual y su corona no será cubierta jamás por el polvo del cruel e inmodificable pasar de los años.

En una isla del Caribe intentará restablecerse de tantos avatares. A la distancia seguirá ligado a su tierra y como ausentarse aumenta la nostalgia, un día volverá para ser alabado por una multitud que formará un río de lágrimas en homenaje al ídolo amado. El Dios del fútbol agradecerá una y otra vez a su querida gente, porque él será de la gente. Lo hará en el templo sagrado del fútbol mundial, que Dios ha de construir en las cercanías de las aguas del Riachuelo, de las aguas hasta las que navegó don Pedro de Mendoza, y en las tierras donde se produjo la primera fundación de Buenos Aires, y ha de convertirse por deseo del Supremo en el epicentro de las Provincias Unidas. Y allí, en un día que amanecerá nublado y lluvioso, pero que comenzará a sonreír con el correr de las horas, su zurda acariciará nuevamente a su amiga más leal, despertando la admiración de una multitud fervorosa que inundará la tarde de pasión y cariño.

Jugará simbólicamente junto a las figuras del fútbol mundial rodeado por sus afectos; convertirá dos tantos desde la pena máxima y sobre el final de la ceremonia cuando el aire del Riachuelo deslice un manto de nostalgia por los momentos vividos, enfundados en los colores de sus amores e inmersos en un silencio catedrático dirá a corazón abierto: “Esto es increíble. Cuando yo lo contaba no era creíble, pero ahora el mundo ve lo que son los argentinos, la pasión que sienten por el fútbol y la pasión que sienten por un número 10 que alguna vez le arrancó una sonrisa. Yo la verdad que no se con que pagarles de verdad. Yo traté de ser feliz jugando al fútbol y de hacerlos felices a todos ustedes y creo que lo logré, la verdad que esto no me lo esperaba, porque esto es demasiado, es demasiado para una persona, es demasiado para un jugador de fútbol, les agradezco con mi corazón. Esperé tanto este partido y ya se terminó. Ojalá que no se termine nunca el amor que siento por el fútbol, que no se termine nunca esta fiesta, que no se termine nunca el amor que me tienen. Les agradezco en nombre de mis hijas, en nombre de mi vieja, en nombre de mi viejo y de todos los jugadores de fútbol del mundo. El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo, de eso que no le quepa la menor duda a nadie. Por que se equivoque uno no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero… pero la pelota no se mancha” y cuando la multitud emocionada caiga rendida a sus pies con lágrimas en los ojos añadirá: “Les pido que este amor no se termine nunca, se los pido por favor”. La puta Manuel que se va a terminar.

Pero como el tiempo es orgulloso y sigue transcurriendo, también pasará ese día maravilloso que nunca será una despedida, por que el amor no conoce el paso del tiempo y los sentimientos que se graban en el alma no desaparecen jamás, y el idilio con la gente permanecerá inalterado en el corazón del ídolo, y dentro de tantas pálidas (que dicho sea de paso este país tendrá y muchas, todo por culpa de cuatro atorrantes) él intentará arrancarnos una sonrisa y hacernos participe de su obra.

Sus hazañas se trasmitirán de generación en generación, no te olvides Manuel que los griegos decían que los grandes acontecimientos suceden para ser contados; y así, los padres con los ojos humedecidos contarán a sus hijos y a los hijos de sus hijos sus memorables jugadas. Y el Dios del fútbol será alabado por los siglos de los siglos.

Belgrano agachó la cabeza, pestañó un par de veces y una lágrima rodó por su mejilla, no quería que Blas lo viese llorisquear, era un guerrero, pero por sobre todas las cosas era un mortal de carne y huesos ¿Cómo carajo no iba a llorar con todo lo que estaba escuchando?

Blas de Mondéjar dio por finalizado su discurso. Distendido se alejó a paso lento; él tampoco quería que Belgrano lo viese lagrimear, él también se sentía un soldado que tanto joder.

Sin darse vuelta dijo:

-Pensalo Manuel, vos vas a quedar en la historia y quien te dice en una de esas a algún gobierno de turno se le ocurra dedicarte una avenida, un barrio en la Capital, o sin ir más lejos algún equipo de fútbol lleve tu nombre, que se yo.

Belgrano se encontró solo sentado sobre la hierba viendo a la distancia la sobra irregular de su amigo.

“La puta Manuel. ¿Te estarás poniendo viejo? -pensó- esta no me la esperaba. Justo vos que batallaste en el Paraguay. Que anduviste entre libros por Salamanca y Valladolid, de tertulia en tertulia con las mujeres más hermosas. Que fuiste un duro en los días de Mayo. ¿Ahora se te pianta un lagrimón?”

“Por ese pibe por la patria hay que crear una bandera.”


Pensó que allí cerca del Paraná sería un buen sitio para enarbolar la nueva insignia patria.

“Necesito pensar -se dijo mientras trataba de controlar su agitada respiración- Todo esto me turbó. Tengo que relajarme, estar concentrado. Lo primero que tengo que hacer es pensar en los colores”.

Sintió la brisa de la esplendida mañana deslizarse por su rostro. Sus ojos claros contemplaron el cielo celeste, luego los cerró y trató de poner la mente en blanco.

(Mi agradecimiento a Rodrigo Gaite por cederme este hermoso cuento para compartirlo con todos ustedes)


El lunes 22 de Abril de 1985, el seleccionado de fútbol de Argentina Sub-16 (luego sub-17), conquistó, de manera invicta, el primer Campeonato Sudamericano de la categoría.
El torneo tuvo una enorme repercusión de público y fue televisado en directo para todo nuestro país y para el exterior.
El partido final se realizó en el estadio de Vélez Sársfield, (escenario de toda la programación) y Argentina le ganó a Brasil por 3 a 2, luego de dramáticas alternativas.
El local alineó así: Miguel; Valenzuela, Almirón, Cibulsky y Marino; Kuyumchoglu, Fernando Redondo y Hugo Maradona; Rocca (Dennis), Salaberry y Lorenzo Frutos. El director técnico fue Carlos Pachamé. En el banco de suplentes de nuestro representativo estaban Corrales, Fernando Cáceres, Montero, Presa, Diego Alvarez y Alejandro Ruidíaz.
Los goles de la final los anotaron Hugo Maradona (2) y Lorenzo Frutos.
La campaña del conjunto argentino resultó inmejorable: ganó los 8 partidos disputados, con 32 goles a favor y solo 5 en contra. El goleador fue Pedro Salaberry, con 10 anotaciones.
Un equipo de apellidos que hoy, en su mayoría son olvidados, salvo los de la trayectoria que posteriormente lograron Redondo, Cáceres y Salaberry.

Soy un revolucionario en el fútbol uruguayo. Digo lo que siento y no me pongo el cassette. Así como en la Argentina se dio la confrontación Menotti-Bilardo, acá es De León o Carrasco.

(JUAN RAMÓN CARRASCO, ex jugador y entrenador uruguayo, en diario “La Nación” del Lunes 19 de Mayo de 2003)


El fútbol está hecho de errores, porque el partido perfecto es cero a cero.

(MICHAEL PLATINI, ex internacional francés y actual presidente de la UEFA)

28 de agosto de 2009

Los colores de mi cuadro (Padre Raúl Entraigas - Argentina)


¡Rojo como sangre joven y azul,
como el mismo cielo,
son los colores que ostenta
nuestro heroico San Lorenzo!

Rojo como el sacrificio de sus muchachos primeros
que escalaron posiciones pero sólo a sangre y fuego;
y azul como la guardrapa turquí del cielo porteño
que envuelve, como una madre, la ciudad de los ensueños...

Rojo como los ocasos que tiñen de oro y bermejo
a nuestras pampas tranquilas en largas tardes de Enero;
y azul como los ideales que llevamos en el pecho
que son valor y energía en los bravos entreveros.

Rojo como los pimpollos de nuestro clásico ceibo,
que es la flor que simboliza todo lo criollo, lo nuestro;
y azul como la superficie dormida de un mar sereno
cuando parece que acuna diafanidades de sueños...

Rojo como sangre joven y azul como el mismo cielo
son los colores que ostenta nuestro heroico San Lorenzo.

Acabada la Guerra Civil y tras un año de interinidad en el que el F.C.Barcelona estuvo dirigido por una gestora, las autoridades franquistas, el COE (Comité Olímpico Español) y el CND (Consejo Nacional de Deportes), designaron al nuevo Presidente que, por lógica, debía ser una persona de absoluta fidelidad al régimen del General Franco, escogieron a Enrique Piñeyro de Queralt (Barcelona, 1883-1960) -foto-, aristócrata, poseía el título de Marqués de la Mesa de Asta, que durante la guerra había sido ayudante del General Moscardo, con cuyas tropas entró en Barcelona.
No era socio ni simpatizante del Barcelona y no tenía ninguna relación con el mundo del fútbol, los objetivos que se le habían impuesto al Marqués eran otros, descatalanizar el Barça y apartarlo de su significación cívica.
De su falta de conocimientos futbolísticos da idea la anécdota contada por Rossend Calvet, un domingo, ocupando un sillón en el palco presidencial, preguntó ingenuamente a cuantos iban los contendientes en el encuentro que se celebraba había confundido el fútbol con la pelota vasca, o su reglamentación de su discurso de toma de posesión destacamos dos frases: "Desde luego, opino que hemos de considerar nuestro mandato como servicio al engrandecimiento de la causa de España", "No he de ocultar que vamos a encontrar una tarea delicada y dura".
Dificultades de todo tipo se iban a cruzar en su camino, los jerarcas del deporte español realizan manifestaciones que ponen en duda la existencia del F.C Barcelona como sociedad deportiva en función de los valores que la situación política exige, él y sus directivos responden de forma contundente y se les impone una multa por alteración del orden público, la reacción de la masa social de apoyo a su directiva es fulminante, aportando donativos anónimos.
El Marqués presenta por primera vez la dimisión en el año 42, tras proclamarse el club Campeón de Copa y campeón de 8 especialidades deportivas, creía que había conseguido su objetivo de retornar al club al lugar que por su historia le correspondía, la dimisión no le fue aceptada y se enfrascó en el proyecto de la construcción de la gran tribuna del Campo de les Corts, uno de los proyectos más ambiciosos de la historia del Barça. Cabe destacar que durante su presidencia se ampliaron los laterales y los goles del campo de Les Corts y se construyó una pista de baloncesto. Además, también se crearon las secciones de béisbol y balonmano.
Tras la vergonzosa multa de 25.000 pesetas impuesta al Barcelona por el comportamiento del publico de Chamartín el día del 11 a 1, Enrique Piñeyro, Marqués de la Mesa de Asta, presentó su dimisión de forma irrevocable al no tolerar discriminaciones y lo que el creía una campaña orquestada y dirigida precisamente por aquellos que debían encauzarla por los caminos de la caballerosidad y deportividad
Era el 20 de Agosto de 1943. Un hombre que vino a destruir al Barça se convirtió a la fe azulgrana y eso no fue perdonado en los mentideros de la política española.

(tomado del blog "Cathonys")


Los futbolistas son todos homosexuales.

(MARIANA NANNIS, exposa del ex jugador argentino Claudio Paul Caniggia)

Pensó que el fútbol era una ciencia exacta basada en los ingresos y se equivocó. Pérez tiene amigos hasta en el infierno. Si el demonio decide hacer una autopista al purgatorio seguro que se la da a ACS, su empresa.

(JUAN CARLOS ESCUDIER, periodista español, autor del libro “Florentino Pérez, retrato en blanco y negro de un conseguidor”, el 03/12/2005, luego de la presentación del mismo)

27 de agosto de 2009

Por ella (José M. Pascual - Argentina)


Ahí va ella, otra vez, con su andar de siempre. ¿Quién puede resistirse a su caminar apasionado?

Los muchachos se pelean por tenerla aunque sea un instante para demostrarle que nadie la va a tratar mejor. Pero ella va sin más deseos que el de ser acariciada, sin más deseos que el de ser respetada por lo que es.

Pisando la tierra, levantando polvo o rodando por el pasto fresco, siempre cerquita del que la sepa seducir.

La infaltable de los sueños de pibe, la que cambia el ritmo de nuestros corazones, esa que tiene reacciones impensables y que es el centro de todas las miradas. La que hace detener los autos cuando sale a la calle, la que por un simple antojo puede cambiar la historia de nuestras alegrías.

Ella te da todo y nada, ya la conocemos, no le pidas promesas. Solo quiere que la traten como se merece, busca al que sabe, al que la quiere de compañera, al que le jura amor eterno sin tratar de cambiar su personalidad infiel.

Es que no se sabe quedar quieta y si la obligan se resigna esperando al que con encanto la invite a bailar. Si se lo sabes pedir hace lo que quieras, pero no es fácil, tiene su carácter y a veces sin importarle el momento, suele hacer bromas para las que hay que estar bien preparado.

Es tan sensible que siempre nos pide lo mejor de nosotros y solo ahí se dispone a mostrar lo que es capaz de hacer.

El precio de llevarla al lado es la obligación de conocerla bien y estar siempre listo para cualquier cosa.

Esa que extrañamos tanto cuando no llega y que cuando la tenemos deseamos no defraudarla para que se quede el mayor tiempo posible. Esa que se enoja si la dejamos afuera o llora cuando deja de ser el centro de la fiesta.

Es que sabe bien que no puede faltar, simplemente porque es ella la que enciende la pasión de los que se reúnen para verla.

Su espíritu es travieso y alegre, no importa si esta vestida de trapos viejos o de fino cuero, no le interesa si con ella te va la vida o el honor, lo único que quiere es divertirse.

Te puede llenar de tristeza y al instante llenarte de alegría.

Amiga inseparable de los más famosos reyes y príncipes sin olvidarse de los que están del otro lado del alambrado palpitando sus movimientos.

Sin ella no podríamos recordar esos momentos únicos, sonrisas que no caben en la cara, dolores que no se pueden disimular, vidas enteras que su mágico girar cambio para siempre llenándolas de historias inolvidables.

No tiene secretos, ella misma es un secreto. Un secreto que solo pueden descubrir los que saben que ella es la protagonista y le agradecen su presencia en cada beso. Esos que saben que su seductora forma no sabe resistirse al que con mágica poesía sepa llevarla hasta el altar.

Si nos habrá hecho trepar alambrados, saltar paredes, y hasta subir a los árboles haciéndonos prometer que íbamos a tener más cuidado la próxima vez.

Ella guarda en su corazón la imagen de todo el planeta, nos hace tocar el cielo y a veces morder el pasto.

Es la del barrio pobre, la de las copas, la del patio de la escuela, la del mundo.

El juguete favorito de los que perdemos noción de tiempo y lugar cuando ella nos invita a su ritual.

La que puede transformar al baldío en el estadio Wembley o al partido de la cortadita en el clásico de los clásicos.

Esa que alguna vez pedimos para el cumpleaños o para reyes y que cuidamos con el orgullo de creernos su dueño, tratando de que no se moje, cuidando de que no le falte aire y hasta llevándola al ladito de la cama para soñar juntos con la jugada perfecta.

Esa que compartimos con los amigos y que queremos demostrar a los demás que nos quiere más que a nadie.

Es que ella nos acompaña desde siempre y aunque a veces se rinda a nuestros pies simulando estar loca por nosotros, somos nosotros los que estamos realmente "locos por ella".

(Un gracias! enorme a José M. Pascual, por cederme este cuento para compartirlo con la gente de "Los cuentos de la pelota")


A mí la pelota me da una paz única. Y es una sensación, estoy seguro, que no va a cambiar nunca. Así lo viví en los potreros de Fiorito, así lo viví en la canchita de Argentinos, así lo viví en mi amada Bombonera, así lo viví en el césped lujoso de Wembley, así lo viví cuando llegué a la gloria en el Azteca y así lo sigo viviendo aunque sea en una cancha de showbol. A ver si se entiende: cambia el escenario, pero la escencia para mí es la misma, la del potrero. Por eso digo que yo no fui un chico de la calle: yo fui un chico del potrero.

(DIEGO ARMANDO MARADONA, prólogo del libro “Potrero”, del fotógrafo Gustavo Di Mario, editado por “Retina”)

Chilavert ya nos había destruido tres micrófonos. Se ve que no le gustaban nuestros chistes sobre su sobrepeso. Por eso nos propusimos no intentar más notas con él: no entendía la onda del programa y los micrófonos nos salían caros. Entonces me mandan a Vélez para ver por qué Bassedas era titular en la Selección y en el Vélez de Bielsa no iba al banco. Chilavert pensó que íbamos por él y, apenas me vio, nos insultó y me escupió en la cara.

(MARTIN CICCIOLI -foto-, periodista y conductor de TV argentino)

El fútbol argentino no precisa de los jugadores que están en el exterior.

(RAÚL HORACIO COLOMBO, Presidente de AFA, desde 1956 a 1964, durante la preparación de la selección argentina para el Mundial de 1958, en el que terminó en el 13º lugar, el cual se recuerda aún como “el desastre de Suecia”)

El técnico del seleccionado de Italia en la Copa del Mundo de 1934, Victorio Pozzo, tuvo el gran disgusto debido a que su half derecho, el incisivo marcador Pizziolo, se lesionara gravemente en el primer partido del certamen, frente a España. Fue hospitalizado, y no pudo seguir jugando el resto del torneo.
El suplente de Pizziolo era Attilio Ferraris (foto), muchacho que tenía un gran defecto: fumaba 40 cigarrillos diarios. El entrenador, entonces, no quería ponerlo como titular porque pensaba que no tendría resto físico para aguantar los 90 minutos de juego (por entonces no había cambios durante los cotejos), debido al castigo, de tanto "faso", que recibían sus pulmones.
Ferraris, que en su país pertenecía a la Roma, le suplicó a Pozzo que le tuviera confianza, que no lo iba a defraudar y que estaba dispuesto a hacer cualquier sacrificio por entrar a la cancha para defender la camiseta azzurra. Victorio Pozzo dudó pero, como no tenía demasiadas alternativas, no tenía buenos suplentes, excepto Ferraris, arribó a un insólito acuerdo con el futbolista. "Tienes que dejar de fumar hoy mismo", le ordenó. Y Ferraris le respondió: "Mire, maestro, no puedo dejar el cigarrillo de un día para otro, pero si me hace jugar, le prometo que fumaré la mitad de lo que estoy fumando".
El técnico accedió y Ferraris integró la selección italiana el resto del torneo. Todo a cambio de... ¡fumar solo la mitad de lo que acostumbraba!
Y así Ferraris, fumando entre 15 y 20 cigarrillos cada 24 horas, fue Campeón del Mundo.


Adriano tiene el poder para llenar el Maracaná.

(IBSON, opinando de su compañero en Flamengo en el portal “Globo Esporte” -27/06/09-. En la imagen Ibson, Adriano y Marcelinho)

¿Cómo se llama el pibe..., "pasarela"?; ¡No... con ese apellido nunca puede ser futbolista!

(Corría 1973, y la consulta del otro lado del teléfono provenía de un dirigente de River Plate hacia un cazatalentos del club que aseguraba, del otro lado de la línea, que había un muchacho en Chacabuco que prometía ser un fenómeno. Ese año Daniel Passarella terminó jugando para Sarmiento de Junín en la Primera C, para llegar finalmente a River en 1974)

25 de agosto de 2009

El primer grande del interior


Como si se tratara del barrio o el potrero, un grupo de empleados administrativos, policías, estudiantes, funcionarios, militares, maestros y taxistas formaron hace 40 años en la provincia de Santiago del Estero un equipo de fútbol para competir en el Torneo Nacional de 1967 bajo el nombre de Central Córdoba, club fundado el 3 de Junio de 1919. Habiendo empatado un partido y perdido cuatro, venció en la sexta fecha a Boca Juniors en la mítica Bombonera por 2-1, en lo que fue la primera victoria de un equipo del interior sobre uno de los cinco “grandes” en Buenos Aires.

Ricos contra pobres, clase alta ante la baja o profesionales frente a entusiastas… De muchas formas se podría nombrar al duelo que se llevó a cabo el 15 de Octubre de 1967. El club santiagueño, que actualmente milita con suerte diversa en el Torneo Argentino B, abrió el marcador a los 20 minutos del primer tiempo a través de Marcelo Aranda, un modesto taxista disfrazado de centrodelantero. La rústica defensa conformada por los empleados administrativos René Ruiz, Juan Carlos Rossi y Alberto Chazarreta fue fundamental para que el arco defendido por el profesor Antonio Carott se mantuviera en cero al cabo del período.

Claro que el mediocampo integrado por el funcionario Alfredo Mackeprang y los policías José Ayunta y Héctor Saganías tuvo el mérito de tener la pelota y jugar corto cuando Boca buscaba desesperadamente el empate. “No teníamos ningún pálpito antes del partido, solamente ir y jugarlo”, rememora el comisario Saganías, una de las figuras del encuentro.

Aquel equipo xeneize, que contaba con figuras como Antonio Roma, Silvio Marzolini y Antonio Rattín (entre otros), tuvo que salir a jugar la segunda etapa con diez hombres por la lesión de Norberto Madurga (todavía no se usaban los cambios).

El panorama pintó más difícil para Boca cuando el militar Manuel Rojas convirtió un gol de antología a los 29 minutos, picando la pelota por encima del cuerpo de Roma. La jugada fue un contrataque llevado a cabo por los estudiantes René Taboada y Víctor Pereyra. Superados por los nervios, fueron expulsados un minuto más tarde Ruiz (Central Córdoba) y Pianetti (Boca).

Ni la expulsión de Chazarreta a los 36 minutos, ni el descuento anotado por Rattín a los 42 ayudaron al equipo de la Ribera para tratar de revertir la humillación. Los diarios de la época no pasaron por alto el inesperado acontecimiento. El matutino
La Prensa calificó de “decepcionante” la actuación de Boca, mientras que Crónica halagó a los santiagueños, al remarcar que “sin sutilezas, con la complicidad de un juego práctico y acorde con las circunstancias” se llevaron el triunfo, que fue caratulado como “El Boom de los Changos”.

Con el espíritu y la realidad de jugadores amateur, los futbolistas de Central Córdoba festejaron el batacazo. “Fue una satisfacción enorme, un sueño, una cosa increíble. Jamás pensamos en ganar. Santiago se paralizó y el vestuario fue una fiesta”, recuerda el volante Saganías. Para dejar en claro que el fútbol era sólo un hobbie para ellos, el policía afirma que “el premio por haberle ganado a Boca fue el reconocimiento de la gente. No hubo nada económico”.

La única distinción para los héroes santiagueños llegó 39 años más tarde, cuando los dirigentes del club hicieron socios vitalicios a los miembros de aquel plantel. “Este año no hubo reuniones ni anuncios de algún agasajo por los 40 años”, enfatiza resignado Saganías.

Del lado de los derrotados, el arquero Roma señala que lo de Central Córdoba “fue una hazaña grandísima” , ya que “tenían poco renombre y jugadores sin rodaje en Primera”. Además, justifica la derrota afirmando que “el equipo estaba un poco desarmado” y peleaban “la mitad de la tabla”.

Si se toman en cuenta las diferencias existentes entre los clubes, la victoria de los Ferroviarios toma más importancia. Mientras Boca entrenaba todos los días, hacía viajes al interior para jugar amistosos y sus futbolistas eran bien pagos, los provincianos tenían dos prácticas semanales y todos los jugadores priorizaban su trabajo extra deportivo para poder subsistir.

A pesar de la legendaria epopeya, Central Córdoba terminó decimocuarto en la competencia de 1967, sólo por encima de San Lorenzo de Mar del Plata y Chaco For Ever; mientras que Independiente fue campeón nacional. Además, los dirigidos por Antonio Collado tuvieron apenas una incursión más en Primera, en 1971. Más allá del pobre presente, nadie le quita lo bailado al club santiagueño después de tamaña proeza.

Síntesis

Boca Juniors -1-: Roma; Magdalena y Marzolini; Simeone, Rattín y Silveira; Pianetti, Madurga, Novello, Zarich y González

Central Córdoba (SE) -2-: Carott; Ruiz, Rossi y Chazarreta; Mackeprang, Saganías y Ayunta; Aranda, Taboada, Rojas y Pereyra

Goles: PT 20’ Aranda (CC). ST 29’ Rojas (CC) y 42’ Rattín (BJ)

Expulsados: ST 30’ Ruiz (CC) y Pianetti (BJ), 36’ Chazarreta (CC)

Árbitro: Roberto Goicoechea

(artículo de Denis Guillermo Rosales, publicado en el blog “Tridente ofensivo” el 18 de Octubre de 2007)


Sentí que me faltaron el respeto, pero por algo River está como está. Con todos estos años de manejo ha quedado claro que los dirigentes de River no son lo suficientemente capaces en lo que hacen. Se portan muy mal y le faltan el respeto al técnico. River se portó muy mal conmigo, me ilusionaron, pero después ante la falta de respuestas me di cuenta que no querían abrirme las puertas. Nunca hubo una oferta formal: está claro que no le hacen caso al entrenador. Cuando estaba de vacaciones y viajé a la Argentina, viajé convencido de que me quedaba en River. Dije en su momento que mi prioridad en la Argentina era River, pero Murcia demostró mucho más interés y seriedad por contratarme. Me quedé con las ganas de volver y no sé por qué razón.

(GUILLERMO PEREYRA, ex jugador del Mallorca y flamante incorporación del Real Murcia, opinando ayer, 24/08/09, en el programa “Indirecto” que se emite por la señal TyC Sports acerca de su frustrada llegada a River Plate)

Pretendo demostrar por qué me comparan con Messi. Estoy muy lejos de él, pero vine para intentar justificar esa comparación. Ojalá que me vaya tan bien acá como le fue a Carlos Tévez en su momento. Que haya un jugador como Ronaldo en el equipo tuvo un plus a la hora de decidirme por venir al Corinthians, él es una figura que ni precisa de comentarios.

(MATÍAS DEFEDERICO, flamante jugador del Corinthians, tras su polémica desvinculación de Huracán, a su llegada a San Pablo, Brasil, en el día de ayer -24/08/09-)

Recuerdo a Guillermo Stábile, Manuel ‘Nolo’ Ferreira (junto a Nasazzi en la imagen de la izquierda) y Varallo llorar después del partido… También a Mario Evaristo, al que una vez tuve que tomar de la camiseta porque se me iba al gol y me tiró un codazo, que si me agarra me deja sin dientes… Y a Monti abandonar la cancha con la cabeza baja… Fue una gran final y nostros la ganamos porque pusimos más sangre.

(JOSÉ NASAZZI, capitán del combinado charrúa, recordando la final del Mundial de 1930)

24 de agosto de 2009

Sueños Mundiales (Pablo Malagón - España)


Dormía. Se le secó un impulso de arrebato y machacó su sino contra la pared. El alma le sangraba y sus manos desprendían el sudor de la tormenta; agonizaba su ego y se hacía débil en su fracaso, su desquicio, su decepción. Sus sueños se tornaban en pesadillas al compás de una tarjeta roja que había hundido sus ansias en la desesperación infinita.

Un sueño; el Mundial, un deseo; la victoria, una realidad; la expulsión y el fin con que el cielo le había castigado aquel caluroso día ibérico. La jugada se había negado a surgir, el balón se alejaba de sus pies y de su garganta proliferó un grito de injusticia frente a la impotencia no castigada. No hubo más jugadas, no hubo más goles, no hubo más espectáculo, sólo hubo una tarjeta roja que le sumió en los perores sueños. Dormía pero no descansaba, dormía pero no vivía.

Dormía. Dormía y soñaba su éxito. Gozaba su momento y paladeaba el triunfo que había dado la vuelta al mundo. El balón se había pegado a su pie y ya no se le había despegado en ningún momento del torneo ¡Bendito balón! Bendito Mundial que le había dado la gloria eterna, bendita ilusión y bendita sensación de éxito en la venas.

Había levantado la copa, y su beso de campeón había llevado a su país al auténtico éxtasis de triunfo. Había unido a ricos y pobres en torno a un balón y había agrandado su mito hasta el punto de no ser sólo una persona o un jugador, sino el mismo Dios vestido con pantalón corto.

Todos le buscaban; la prensa, la afición, sus compañeros “¡Genio!” Le gritaban “¡Mago!” Le exclamaban. Y él lloraba, lloraba y lloraba. Lloraba porque nunca había sentido tanta alegría, lloraba porque sabía que si el fútbol tenía un rey no era otro que él mismo, lloraba porque el mundo estaba tan a sus pies que se sentía con fuerza para patearlo a la escuadra o hacerle un quiebro a la vida y colmarse de felicidad eterna.

Había marcado el gol de su vida, de la historia; una leyenda dibujada a base de regates, una carrera elegante, precisa, preciosa, una obra de arte unida a un balón y a su genio de indiscutible categoría.

Y ahora levantaba la copa del mundo, la copa que el distinguía como el mejor, la copa que le guardaba un sitio en los anales de la historia, la había besado firme, loco de alegría y colmado de paz ¡Dios! La vida no le podía ir mejor.

Dormía. Dormía sin dormir porque no comprendía su rumbo. Había conseguido destacarse, lo había dado todo, estaba vacío; vacío de fuerzas, de ganas y de fútbol. Le había dado a la vida todo su ser y ahora la vida le negaba otra victoria. Su ego de ganador no era capaz de asimilar aquella derrota. Ahora no dormía, solo intentaba dejar escapar una noche de furia y en la profundidad de sus sueños solo se oía el tambor de la decepción.

Se desesperaba, daba vueltas sobre la cama y solo pensaba amargado que le iba a ser imposible alcanzar a aquel genio de tez tostada al que tanto admiró de niño. Intentó hacerse fuerte en su refugio y pidió perdón por la derrota, suplicó perdón a su pueblo, a su gente, a sus compañeros, a si mismo, se suplicó un perdón que no pudo encontrar en ningún rincón de su alcoba.

La suerte les había acompañado a lo largo del campeonato, el balón había entrado siempre que lo habían necesitado, sus regates habían sido los justos, nunca los de antaño, eficaces latigazos asociados con remates de un socio de fatigas goleadoras y nocturnas que habían llevado a su equipo a la final ¡Maldita final! Y maldito el árbitro que había juzgado su suerte, y malditos los rivales, duros como piedras, que habían truncado su destino.

Y había llorado. Y lloraba. Había llorado al comprobar que la fortuna no iba a estar para siempre a su lado, y mientras observaba el gozo de sus rivales alzando la copa de la gloria, el suyo se había hundido en el pozo de la desesperación, había llorado por perder y lloraba por haber perdido su ilusión, su vergüenza, su torneo.

Dormía. Dormía y golpeaba con furia al aire que le viciaba la vida. Dormía y probaba el sabor de la peor derrota sin haber perdido más partido que el de la inocencia.

Había perdido la honestidad, le habían acusado sin compasión y le habían tirado a los leones a la primera de cambio “¿Por qué lo hiciste?” Le preguntaba la gente. Y él sólo intentaba contener su desánimo contestando un “yo no he hecho nada” que no percutaba ningún oído cuerdo.

Había caído en la trampa, le habían lanzado el lazo y él, tal caballo salvaje, hambriento de fútbol, no había hecho sino atraparlo sin saber que era a él, a su corazón, a su equipo y a su pueblo a quien estaban atrapando. Su expulsión había dado la vuelta al mundo y su desamparo se tornaba en perpetuo al no encontrar a nadie que el tendiera una mano, él miraba a los ojos del mundo y el mundo solo le preguntaba “¿Por qué lo hiciste?”. “Yo no hice nada” respondía ya sin esperanzas. “Yo no hice nada” repetía esta vez entre lágrimas.

Y eras sus lágrimas nota de desencanto, eran nota de la desesperación más absoluta, porque había llegado a este campeonato con más ilusión que nunca. Había perdido velocidad, había perdido fuerza y había perdido parte de su irrepetible regate. Había ganado, por otra parte, desconfianza, mala fama y los malos hábitos que le estaban hundiendo en la nada. Pero conservaba intacto su talento, conservaba sus ganas de ganar y conservaba la ilusión, aquella que los golpes de la vida estaban dispuestos a negarle una y otra vez. Pero el orden es cruel con los rebeldes y ahora se sumía en la impotencia y eran sus lágrimas un mar de desilusión porque ¡Le habían expulsado para siempre de su campeonato!

Su error, intentar demostrarle al mundo que él podía hacer todo lo que le diese la gana, su castigo, quedar condenado para siempre a una eterna sospecha y no disfrutar nunca más de lo que tanto le gustaba: jugar al fútbol.

Dormía. Y ahora su sueño era un grito silencioso a la agonía. Dormía sin cerrar los ojos porque sus pupilas se dilataban tanto que parecían buscar la muerte sin desearlo. Y ahora lloraba la gente, ahora el mundo pedía a Dios que le salvara la vida.

Su cuerpo intoxicado yacía ya sin ánimos ante la desorbitada mirada del grupo de doctores que le atendían, tan dolidos en su alma como su propio paciente, aquel genio que levantó el país a golpes de balón. Luchaban por devolverle la vida, la ilusión y las ganas de jugar. Y él, dormido en su angustia, ajeno a la realidad y atado al destino, se encomendó a Dios. Sin querer parecerlo él mismo en este caso, sino necesitándolo, suplicando su mano, porque ante la agonía no queda más Dios que la esperanza.

Y la esperanza se tornaba en desespero y el desespero en desasosiego y todos los sentimientos se encadenaban en uno cada vez que el pueblo sentía que su ídolo se perdía para siempre.

Había vivido el hambre, el éxito, la gloria y la suerte de tener ante sí todo el talento del fútbol. Había levantado estadios, pasiones, camas y fiestas. Había sido el número uno, el mejor, y ahora, la vida, a la que tanto había regateado sin sentido, le hacía a él, el rey del regate, un último quiebro hacia la muerte.

Y por su mente se pasearon todos los recuerdos; su infancia pegada al hambre y a un balón que siempre llevó cosido a su pie, su adolescencia prometiendo fútbol a sus creyentes, su juventud, levantando tantas expectativas como bocas fue dejando abiertas por los estadios, sufriendo la expulsión que le atormentó sus comienzos, cifrando traspasos multimillonarios y demostrando al fútbol que su cabeza y su corazón iban unidos a su pierna izquierda. Su madurez, alcanzando la gloria del Mundial y dibujando sonrisas en sus periplos, resucitando el espíritu de los mejores futbolistas, abocando a sus rivales a quedar sentados siempre que se enfrentaran a su cintura.

Risas y lágrimas que desnudaban un carácter presto al mínimo error, delirios de grandeza que no se hundieron con derrotas y un desparpajo nocturno al tiempo que cavaba su propia tumba. Y su hundimiento, sellado el día que le señalaron con el dedo y le declararon culpable por siempre, afirmado una tarde de junio cuando le prohibieron disfrutar de su último Mundial y culminado aquella noche en la que todo su país rezaba por su salvación.

Se encaramó a la esperanza y apuró su último esfuerzo mientras se apuntaba de nuevo a la vida. Decidió seguir siendo él mismo y no hundir a su gente en el llanto. Le molestó que aquellos que antes le empujaron ahora le diesen la mano, y se la rechazó, con orgullo futbolístico, como él sabía. Le indignó que ahora le lloraran los que le habían reído, se volvía loco, le creían loco, pero solo él y Dios sabían lo que pasaba por su cabeza, solo él y Dios pactaron una última oportunidad que le devolviera a la vida.

Abrió los ojos, sintió el olor a medicina y observó el techo inerte de la clínica que le hospedaba. Esbozó una sonrisa y recordó su último acuerdo con Dios; siempre sería un rebelde pero Dios estaba con él, al menos de momento, y aquello le hizo feliz. Por fin, como aquel día en el que levantó al mundo con su gol de recorrido antológico, como el día que levantó la copa de la vida ante los ojos del universo, volvía a ser feliz. Porque Dios estaba con él. Porque Dios también disfrutó con él. Porque Dios vive en él.

Dios salve a Maradona.

(Mi agradecimiento a Pablo por autorizarme a publicar este cuento)


El 20 de Septiembre de 1987, en Avellaneda, Racing le dio una enorme alegría a su hinchada, al ganarle a Boca por 6 a 0, con goles convertidos por José "Toti" Iglesias (2), Miguel Ángel Colombatti (2), Ramón Medina Bello y Jorge Acuña. Hugo Gatti era el arquero xeneize, casi cuatro años más tarde, Boca se tomó la revancha en la Bombonera.
El 2 de Junio de 1991, le ganó a la Academia por 6 a 1, en lo que parecía constituirse en un partido de tenis. Estaban igualados en sets.
Los goles del ganador fueron anotados por Gabriel Batistuta (3), Diego Latorre (2) y Alfredo Graciani. El descuento académico lo convirtió Ortega Sánchez. Sergio Goycochea estaba en la valla de Racing.
El 13 de Marzo de 1995, Boca pasó al frente en el fútbol-tenis, derrotando a Racing por 6 a 0, con anotaciones de Sergio Martínez (3, uno de ellos de penal), Rubén Da Silva, Alberto Acosta y Alberto "Beto" Carranza. Ignacio "Nacho" González fue el arquero que sufrió la goleada.
La paridad de este "fútbol-tenis" se produjo el 3 de Diciembre de 1995, en la Bombonera, cuando Racing le ganó a Boca por 6 a 4.
Los goles los convirtieron Rubén Capria (3), Claudio Piojo López (2) y Marcelo "Chelo" Delgado para el ganador, mientras que los de Boca los hicieron Carlos Mac Allister, Diego Maradona (de penal), Sergio "Manteca" Martínez y Darío Scotto.


Los jugadores de fútbol de hoy se creen estrellas de rock, les gusta más ser tapa de 'Gente' que de 'Olé' o 'El Gráfico'.

(JORGE RIAL, periodista argentino de espectáculos -2008-)


Al ver jugar a Pirlo me pregunté si yo era jugador de fútbol.

(GENNARO GATTUSO, mediocampista italiano, opinando sobre su talentoso compañero en la selección azzurra)

21 de agosto de 2009

Gran victoria (Gunnar Larsen - Noruega)

* Poesía dedicada a la gran victoria (2-0) de la selección de Noruega a la de Alemania en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.



Cuando Noruega juega al fútbol, que sin duda es un regalo,
mi pegaso inicia el trote como si de salida oyera el disparo.
¡Hola, viejo, le dije, actúas bastante solo
y ni siquiera estás inscrito en saltos ni en polo!
Pero contento y esperanzado el animal relincha a una
y entramos velozmente galopando en la tribuna.

En la primera fila se agolpaba toda la nobleza del deporte
desde la cima del ilustre Sir Thomas hasta Hitler y su cohorte
y allí la voz de líderes como Rudolf Hess y Goebbels mezclaban su gloria
con la plebe ordinaria y se mostraban contentos y seguros de la victoria
porque como es sabido la voz en Alemania es el espejo del alma
y todos estaban tan contentos y todos gritaban Heil! y daban palmas.

40 000 espectadores, el estadio de Post estaba abarrotado,
y el Gran Kal y sus parientes ya se habían achispado
y el patinador Haraldsen y toda la hinchada noruega con su brillo
el embajador Scheel noruegamente embanderado tarareaba el estribillo
y la gente de Aftenposten estaba en la tribuna norte
jugando a patriotas noruegos en el pequeño formato del deporte.

Así una Noruega unida asistió orgullosa al futbolístico combate,
del gran Jowe los alemanes rugían el nombre, pero resistimos el embate,
ante los ojos del propio Führer vimos intervenir a Tippen, el veterano,
y el Gran Kal entusiasmado secó sus lágrimas en un pañuelo samaritano,
cuando Brustad pasó a Isaksen y este chutó y marcó
la propia madre Noruega allí presente emocionada se sonó.

Miré a Hitler que al devolverme el saludo se equivocó
y vi que un gran desánimo en el bigote se le enredó,
el embajador Scheel se lamentaba y Fladvad andaba compungido,
Camillo Holm estaba triste, pero siempre a la última vestido.
No era para eso para lo que al Führer al estadio habían llevado,
así es que el ambiente al final del primer tiempo estaba cargado.

¡Bravo Noruega! otro gol en el segundo tiempo marcado con presteza
y la Madre Germania quedó transformada en la Señora Tristeza.
Jørgen Jowe, Brostad, Olleberg, Quammen, todos tan famosos
formaban con el medio izquierda Isaak un equipo fabuloso,
cada balón que caía de lo alto los noruegos lo despejaban de cabeza
y ante Deutschland über alles pies noruegos alzaban una fortaleza.

Gran día fue para la madre Noruega y estaba muy contenta,
luego le lanzaron incesantes bravos hasta que perdió la cuenta
y cuando el mismísimo Hitler se marchó, si yo no oí mal,
en el tristemente conocido heil la “l” se convirtió en “a”.
El alemán Nertz tres jugadores había reservado, era el entrenador,
y la masa enfurecida gritaba: ¡Eso sí que fue un inmenso error!

A pesar de alguna rispidez pasajera, el pueblo argentino y uruguayo siempre tuvieron muchísimos puntos en común, y una reciprocidad cultural y social asombrosa.
Argentinos y uruguayos, rioplatenses al fin, fuimos sin dudas el centro del mundo futbolero de los años '20. Los Charrúas, Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos 1924, defendían su presea en Ámsterdam 1928.
No la tenían fácil. Argentina mando representativo, y se sabía que la el duelo rioplatense era final segura. Pero entre ambas delegaciones que se reflejaba en continuas reuniones, cenas y amistad permanente.
En una de esas cenas, antes de jugarse las semifinales, los jugadores de ambos países sellaron un pacto por demás particular: si una de las dos delegaciones no pasa a la final, el otro país utilizaría en el partido definitivo, en modo de homenaje, los colores del hermano rioplatense. Un hermoso gesto, propio de un fútbol todavía amateur, en lo económico, y por suerte, en lo moral.
Argentina y Uruguay derrotaron a Egipto e Italia respectivamente, jugando las final el 10 de Junio, y repitiéndola el día 13, en la cual, finalmente; Uruguay se alzó con la presea dorada.

(tomado de la página “Xenen”)

Por su forma de ser, Makelele y Fernando Redondo, en distintas épocas, fueron muy generosos con los demás, pensaban más en el equipo que en ellos mismos. Fueron jugadores importantísimos.

(VICENTE DEL BOSQUE, entrenador español, en el diario español "El Mundo" 7 de Abril de 2008)

No fui yo quien mató a Michael Jackson ni quien trajo la gripe A a Río de Janeiro. No maté a nadie ni le robé nada a nadie. Parece que me convertí el villano de Brasil y no lo soy.

(ROMARIO, ex internacional brasileño, en declaraciones que concedió a periodistas durante el lanzamiento de su libro el pasado 21 de Julio. Está acusado en la actualidad por su ex mujer, Mónica Santoro, por el atraso en el pago de la pensión alimenticia, así como también es señalado como uno de los inversores en una red financiera irregular que quebró y que dejó a varias personas en la bancarrota)

20 de agosto de 2009

La pasión desde lejos (Manoel Castanho - Brasil)


A los diez años de edad conocí a Nacional. Fue a través de un número de la revista Placar cuyo tema era 'los mayores clubes del planeta'. Datos, historia, ídolos y títulos de 31 clubes del mundo (y 13 de Brasil, por ser una revista brasileña). El que me interesó fue Nacional, uno de los últimos de la revista. Y decidí en aquel momento (mitad de 1991) que este sería mi equipo. Antes tenía alguna simpatía por Vasco (y no era Ostolaza precisamente), pero era pequeño. Nacional fue una decisión.

Lejos de Uruguay, casi no había manera de enterarme sobre su realidad. A veces encontraba resultados de la Libertadores en los diarios. Solamente cuando llegó el Libro del Año 1992, de la Enciclopedia Británica, pude saber que Nacional fue campeón uruguayo en aquel año.

En una noche normal de 1993 encendí la televisión para ver fútbol. La primera cosa que escuché fue un grito de gol de Nacional (al contrario de Uruguay, en Brasil los relatores gritan los goles de equipos extranjeros, aunque sin la misma fuerza). ¡Yo no sabía que hacer! Corrí por todo el ambiente en lo que estaba, gritando gol. Aquella noche vencimos a Cruzeiro por 1-2, con goles de Vidal Gonzalez y Severo, descontando transitoriamente para los brasileños el joven Ronaldo, todavía sin cumplir 17 años.

Algunas pocas veces, cuando Nacional jugaba contra equipos brasileños, lo podría ver por televisión. Recuerdo, por desgracia, algunos momentos malos: un partido contra Flamengo en 1995 (en lo que su portero, Clemer, recibió dos amarillas y no fue expulsado), otro contra Palmeiras en 1998 (perdimos 3-1). En este período aprendí a soportar las cargadas. La gente no creía que un brasileño era capaz de ser hincha de un cuadro uruguayo.

También fue en 1998 que comencé a aprender español y esto me abrió algunas puertas. En 1999 encontré un E-group en Internet, pero tenía muy poco movimiento. Sin embargo, me permitió conocer algunos amigos bolsilludos. De ellos destaco Gabriel Mancini (con quien tengo contacto hasta hoy), Ricardo Varela (me envió una vez el semanario Tricolores) y Andrés Saavedra (me envió una camiseta de Nacional a cambio de una de São Paulo).

Aquel año también conocí el sitio web futbol.com.uy. Semanalmente yo seguía los resultados. Esto mejoró cuando conocí otra web, elsitio.com.uy, en la que pude seguir las finales del campeonato uruguayo con transmisión de texto actualizada a cada 3 minutos. Para uno cualquiera puede sonar aburrido, pero lo viví con pasión.

Así empecé a seguir el Apertura 2000. En la sexta fecha, conseguí conectarme con la radio Sarandí Sports (hoy Sport 890). Jugaba Nacional contra Huracán Buceo. Ganaba Nacional 2-1 y yo estaba tan perdido que cuando vino el tercer gol, no sabía para qué equipo era. Y escuchando los relatos de 'la voz del gol' Alberto Sonsol, festejé aquel título conquistado un 11 de Junio, dos fechas antes, en la cara del rival de siempre (1-0, gol del Chengue). Al final del año salimos campeones uruguayos. Y los partidos que vi por TV fueron un par de derrotas contra Atlético Paranaense, además de una victoria y un empate contra Corinthians. Pero quedé tristemente impactado cuando el empate con Boca nos eliminó de la Copa Mercosur.[1]

El año siguiente, confieso que estaba medio desilusionado. Nacional había sido campeón uruguayo con dos goles de penal del Manteca Martínez. Pero la noche de 17 de Febrero es inolvidable: empezamos con goleada contra Deportivo Maldonado y el personaje que me devolvió la ilusión de hincha fue Vicente Sanchez, quien ingresó en el complemento y sufrió un penal. 'Que le corren de atrás, que le corren de atrás, penaaaaaaaaaaaaaaaaaal', escuché de Sonsol. Se tornó mi ídolo. 'Lástima que no va a durar mucho', pensé. Y así fue. En la mitad del año se fue (mi sueño de periodista y de hincha es entrevistarle un día). Pero vino Abreu y me trajo la mismísima ilusión, además de traer junto el bicampeonato. Pude ver los goles en el noticiero SportsCenter, lo que ya me daba mayor alegría.

Las preguntas de la gente seguían siendo las mismas. No comprendían como un brasileño era hincha de Nacional. Preguntaban cómo yo tenía noticias de Nacional, y yo les contaba, hasta que comprendieran que yo era un hincha en serio. Bajé de Internet todo el CD del Centenario de Nacional y me defendí de algunas cargadas regalando copias del disco a los que más me tomaban el pelo. Y a veces yo escribía poesías a Nacional.

En 2003, yo tenía unos compañeros con quienes hablaba en la radio cada lunes. A veces transmitíamos fútbol. Las cargadas seguían, pero me tuvieron que respetar cuando apenas por penales el campeón de Brasil (Santos) pudo eliminar a Nacional. Un empate por 4 goles en Montevideo y un empate por 2 en Santos, con derecho a un gol de chilena de Eguren! Pero fallamos en los penales, apenas Munúa convertió el suyo.

En 2005 fui a Rivera. Allí me compré lo que pude de Nacional: bandera, copa, banderín, llavero, papelitos, sombrero, me compré hasta una térmica! Ya tenía la camiseta. Mi segunda visita a Rivera, el año siguiente, me trajo un nuevo amor uruguayo: los alfajores! Y dejé un saludo, con el dedo central apuntado al cielo, cuando pasé ante un 'Club Atlético Peñarol'.

En 2006, pude ver todos los partidos de Nacional por la Libertadores por cable. Ahora los canales transmitían todos los partidos y pude ver más seguidamente el Bolso. Aunque a veces tenía que soportar cada inepto comentando... 'Ahí está el Parque Central, en donde Nacional es muy fuerte cuando juega por Libertadores' (y habíamos perdido los tres partidos en 2005); 'Este es (Rodrigo) Vasquez, el hombre de confianza del entrenador' (y él había quedado ausente dos partidos por pelearse con Lasarte). Pero la peor de todas fue interrumpir la transmisión del partido contra Tigres, por la Libertadores, ¡para empezar un amistoso de Flamengo contra nuestro rival! Tuve que escuchar por radio Oriental los últimos minutos.

Una curiosidad fue el partido final de la fase de grupos. Nacional jugaba con Tigres en México; Inter recibía a U.A. Maracaibo. La TV transmitió al partido de Inter, pero le quité el audio y me conecté con la radio. Empatamos, nos clasificamos... para jugar otra vez con Inter.

Desde que me casé ya no tengo TV por cable. Sigo apenas escuchando por Internet, enterándome de las noticias en decano.com y otros sitios, apoyando al Bolso de la manera que puedo. Desde lejos, busco ayudar a Nacional. Tengo pendiente un viaje a Montevideo -ya lo prometí a mi esposa- y ver allí un partido de Nacional (y si es en el Parque, mejor). Y cuando esté finalizada mi casa (que la estoy construyendo), querré guardar un dinero para tornarme socio del glorioso Club Nacional de Fútbol.

“Hoy celebraré con ganas
que juega mi tricolor;
estoy en tierras lejanas
pero tengo el mismo amor”.

[1]Supe unos años después que el árbitro (el brasileño Edilson Pereira de Carvalho) había sido presionado por directivos arbitrales brasileños para favorecer a Nacional. Enojado y sin aceptar la presión, él dejó de marcar un penal clarísimo sobre la hora, que hubiera significado la victoria y la clasificación.

(agradezco a mi amigo Manoel -en la foto de la derecha junto al actual presidente tricolor Ricardo Alarcón- su autorización para publicar este relato)



El desaparecido técnico serbio Simo Vilic, campeón con Unión Huaral en 1989, dirigía a Alianza Lima en 1991 y necesitaba un delantero para repotenciar la ofensiva de su equipo.
La búsqueda de la directiva aliancista fue muy intensa, pero terminó por darle el gusto al DT de la hoy desintegrada Yugoslavia. A La Victoria llegó en silencio Iordani Alexander Petrov Petrova -foto- (inscrito así en los registros de la FPF), delantero búlgaro que perteneció a Lokomotiv de Sofía, al mismo tiempo que estudiaba Ingeniería en Refrigeración en una universidad de esa ciudad.
Petrov abandonó su país por el comunismo dominante, se marchó luego a Canadá y terminó en el Perú. Iba a reforzar a Independiente de Cañete en la Segunda División, pero este equipo no participó en ese certamen por problemas económicos, y el atacante europeo apareció de la noche a la mañana en Matute. Hizo algunos goles -ya como Jordan Petrov- con la camiseta aliancista en 1991, pero Alianza Lima no pudo ser campeón.
Vilic falleció por una penosa enfermedad en su país y la directiva blanquiazul optó por otros técnicos (primero el argentino Pedro Dellacha, luego los nacionales César Cueto y Javier Castillo, después el sureño Miguel Ángel Arrué) Justamente el chileno pidió a Petrov de vuelta, pero al goleador se le secó la pólvora en el último tramo del Descentralizado de 1992.
En 1993 actuó en Defensor Lima y luego no se supo más de él como futbolista profesional. Cuando ya estaba retirado del fútbol, Petrov se desempeñó por buen tiempo como dealer (repartidor de barajas) en un conocido casino en Lima. Hoy pocos conocen su paradero.

(anécdota tomada de la página "Goal peruano")

No nos damos cuenta, alimentamos que queremos ganar a cualquier precio. Esto es a 'matar o morir’, escucho a veces, y no lo puedo creer. Se confunde la locura con transpirar la camiseta, que es muy distinto. El problema está en que, por el otro lado, si no decís que ‘dejás la vida’ la gente se enoja, entonces uno queda preso del sistema.

(ADRIÁN GONZÁLEZ, jugador argentino en revista "El Gráfico", Julio de 2008)

Si le quitas de encima el glamour y el negocio que lo rodea cada vez más es una cosa muy dramática. Una contienda simulada que tiene euforia, victoria, derrota, dolor, decepción y lealtades.

(ALMUDENA GRANDES, escritora española y simpatizante del Atlético de Madrid)

Al legendario arquero Edgardo Norberto Andrada, que apareciera en Rosario Central en los años 60, lo apodaban ‘Gato’, por su agilidad.
Andrada, mundialmente conocido como el arquero del Vasco da Gama cuando Pelé, con la camiseta del Santos, le convirtió su gol Nº 1000 en el estadio Maracaná, tuvo en su año debut, 1960, un resultado catastrófico. Fue cuando, en Avellaneda, Racing le convirtió a Rosario Central ¡11 goles!... con él en el arco. Sin embargo, esa tarde, fue considerado como uno de los mejores jugadores de la cancha. Recordando ese partido, dijo: "Nos tendrían que haber hecho veinticinco goles".
El partido, disputado el 2 de Octubre de 1960, por la 21ª fecha del certamen, arrojó la siguiente síntesis:

Racing (11): Negri; Anido y Murúa; De Vicente, Víctor Rodríguez y Cap; Corbata, Pizzuti, Mansilla, Sosa y Belén.

Rosario Central (3): Andrada; Bautista y Cardoso; Álvarez, Lombardi y Ramos; A. Rodríguez, I. López, Pagani, Castro y F. Rodríguez.

Goles en el primer tiempo: 6m. Sosa (R), 20m. Pizzuti (R), 21 m. Sosa (R), 25m. Lombardi (RC), 27m. Corbatta, de penal (R), 30m. y 37m. A. Rodríguez (RC). (en este tiempo, y con el resultado 4 a 3 a favor del local, Pagani, de la visita, marró un penal).

Goles en el segundo tiempo
: 1 y 14m. Mansilla (R), 11m. Corbatta, de penal (R), 16m. Pizzuti (R), 20m. y 25m. Sosa (R) y 42m. Corbatta, de penal (R).

Árbitro
: Eduardo Velarde

Al final de ese cotejo, el puntero izquierdo de la Academia, Raúl Belén, se retiró a los vestuarios llorando porque no pudo conquistar ni uno solo de los 11 tantos de su equipo.
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Román me dijo que le habían metido el dedo en el culo. Y yo le creo porque es un jugador que no miente.

(FABIÁN MADORRÁN 1965-2004, ex árbitro argentino, en un Boca-Banfield del Clausura 2002, cuando el volante banfileño Fabián Santa Cruz toma del pantalón a Riquelme quien reacciona y se va por primera vez expulsado en su carrera)