Traicionar la belleza del lunfardo,
con la hartura del simple aburrimiento,
es mentir a los pibes con el cuento
de Clemente y Capello, de Bilardo.
Colocar los porteros a resguardo,
y perder los balones en el viento,
es cerrarle cerrojos al talento,
y ensuciar el escudo del tabardo.
Son las mentes cuadradas sin Redondo,
las que abrancan grilletes en las botas,
y silencian los poetas de Macondo.
El pensar un rival en la pelota,
apoliya a la Doce, que en el fondo
de las gradas, se añapa en la derrota.
con la hartura del simple aburrimiento,
es mentir a los pibes con el cuento
de Clemente y Capello, de Bilardo.
Colocar los porteros a resguardo,
y perder los balones en el viento,
es cerrarle cerrojos al talento,
y ensuciar el escudo del tabardo.
Son las mentes cuadradas sin Redondo,
las que abrancan grilletes en las botas,
y silencian los poetas de Macondo.
El pensar un rival en la pelota,
apoliya a la Doce, que en el fondo
de las gradas, se añapa en la derrota.
Basta de demonizar a Bilardo. Si viste a Maradona en su esplendor, a Sabella, Trobbiani y Ponce juntos, viste los primeros pasos del principito José Sosa, fueron en equipos de Bilardo Y la lista puede ser interminable pero estoy festejando la libertadores
ResponderEliminarYo no lo demonizo. Solo he publicado un poema en donde, aparentemente, no comulgan con su forma de ver el fútbol. Nada más.
ResponderEliminarMuchas gracias por la visita y por la participación.