Uno de los mayores inconvenientes que tenían los organizadores de la Copa del Mundo de 1962, era el idioma, ya que con la fecha de inicio cerca no habían podido conseguir intérpretes más que para las lenguas más tradicionales, como el inglés, el francés y el alemán.
En esa instancia apareció en la Subcomisión de Informaciones, un muchacho de la región de Temuco (al sur de Chile), ataviado con ropas humildes llamado Segundo Sánchez pidiendo trabajo, “...domino dieciocho lenguas nada más señor...”, le comunicó al encargado de la Comisión de Fútbol Chilena.
Luego de una exhaustiva evaluación, notaron que Sánchez dominaba más de los dieciocho idiomas que dijo, entonces el joven declaró: “...en realidad hablo hasta veinticinco lenguas, sin contar algunos dialectos como el malayo y el indonesio...”, más tarde explicó que los había aprendido por su propia cuenta a través de diccionarios, libros y revistas comprados en una vieja librería.
El muchacho fue contratado de inmediato y una vez finalizado el Campeonato del Mundo continuó su carrera en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.
En esa instancia apareció en la Subcomisión de Informaciones, un muchacho de la región de Temuco (al sur de Chile), ataviado con ropas humildes llamado Segundo Sánchez pidiendo trabajo, “...domino dieciocho lenguas nada más señor...”, le comunicó al encargado de la Comisión de Fútbol Chilena.
Luego de una exhaustiva evaluación, notaron que Sánchez dominaba más de los dieciocho idiomas que dijo, entonces el joven declaró: “...en realidad hablo hasta veinticinco lenguas, sin contar algunos dialectos como el malayo y el indonesio...”, más tarde explicó que los había aprendido por su propia cuenta a través de diccionarios, libros y revistas comprados en una vieja librería.
El muchacho fue contratado de inmediato y una vez finalizado el Campeonato del Mundo continuó su carrera en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.
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