9 de junio de 2009

Stanley Matthews: "Sir wing derecho"


Hubo un tiempo en el que la leyenda artúrica sembraba de épica la Vieja Europa. Cuenta la misma que existió un Rey, unos Caballeros y una Dama. Una época de leyendas míticas. Un tiempo mágico en el que “Excalibur”, prototipo de la “Tizona” de nuestro Cid y de la espada “Cantarina” del Príncipe Valiente, surgió del fondo de las aguas de la mano de la ‘Dama del Lago’ y con Merlín como testigo fue a parar a su nuevo dueño, Arturo, que se casaría con Ginebra y crearía una hermandad caballeresca en torno a la Tabla Redonda. Una nueva estirpe de héroes, caballeros rojos y negros sobre corceles blancos que partieron desde allí en busca del Grial. Y es que hubo un tiempo en el que las leyendas crearon personajes históricos arquetípicos. Un tiempo que llegó hasta nuestros días…

Todo comenzó un uno de Febrero de 1915 en Hanley, un pueblo de Stoke-on-Trent, una ciudad situada en Staffordshire, en la región de Midlands del Oeste, Inglaterra. Una ciudad en la que se hizo popular y se convirtió en héroe local un “Barbero boxeador” llamado Jack Matthews.

Cuenta la historia que aquel día una comadrona satisfecha en un humilde hogar de Hanley se acercó a aquel “Barbero boxeador” y le dijo: “Su esposa ha traído al mundo un wing derecho”.

Excalibur acababa de surgir de las aguas, aunque en este caso lo hacía de una mujer que desde ese momento supo que acababa de traer al mundo un chico especial.

De nombre “Sir Wing”, (desde su primer segundo de vida), fue un chico que creció bajo la estricta educación deportiva de su padre, que pretendió inútilmente que fuera boxeador pero que en buena parte forjó su tremenda fortaleza. Por ello siempre grabó a fuego en su memoria una frase que este le enseñó: “Nunca esperes nada. Nunca des nada por sentado. De esta forma nunca sufrirás una gran decepción”.

Y es que para cumplir nuestros sueños a veces la vida te lleva por caminos insospechados. En el caso de “Sir Wing” para mantener la economía familiar tuvo que trabajar como albañil y ayudar a su padre en la barbería, oficios que compaginaba con el deporte y en especial con el fútbol.

Cuentan que mientras practicaba su oficio de albañil entre paletas, planas y palustres surgía su personalidad de wing y ‘sorteaba’ los sacos de arena con la misma facilidad que se escabullía de sus rivales en el terreno de juego.

Al igual que Los Caballeros de la Mesa Redonda encontraron en Broceliande, un decorado a la medida de su destino, “Sir Wing” encontró en dos clubes el vehículo idóneo para forjar su leyenda: Stoke City y Blackpool.

Tenía quince años cuando el Stoke le acogió en sus filas, un club que comenzó pagándole una libra a la semana pero que sin ser conscientes de ello había sido fundado para que “Sir Wing” jugara en él. Y es que con el paso de los años todos los que le rodearon llegaron a la conclusión de que el Stoke, el Blackpool y el fútbol habían sido creados pensando en la figura de “The Move”, de “Dribling man”.

“Sir Wing” era depositario de las artes mágicas como el mago Merlín, hijo del Diablo y de una mujer mortal, que heredó los poderes de su padre y los puso al servicio del Rey Arturo. En el caso de “The Move” este poseía en sus pies la destreza de su padre con la navaja, la sutileza femenina de su madre y en su corazón la fuerza acerada de los puños de su padre. Cuentan además que sus piernas galopaban a la velocidad de corceles blancos y que estos poderes los puso al servicio del fútbol británico.

De entre sus muchos poderes destacaba una acción por la que se hizo acreedor al apelativo de “The Move”. El futbolista inglés amagaba con la izquierda, un ligero toque y luego un recorte seco, como un latigazo y el defensa, a pie cambiado, sólo podía mirar como se iba con el balón. “Sir Wing” se acercaba al defensa con el balón controlado, el defensa le tapaba la salida y le obligaba a hacer su “movimiento”. Los defensas sabían lo que les iba a hacer, e intentaban inútilmente una y otra vez impedirlo. Lo hacía mil veces y mil veces se iba.

A los dieciocho “Sir Wing” firmó su primer contrato profesional por diez libras semanales con el Stoke y ese mismo año, concretamente un 29 de Septiembre de 1934 se puso por primera vez la armadura de la selección inglesa, en una victoria 4 a 0 en la que hizo su primer gol.

En dos años “los alfareros” como eran conocidos los jugadores del Stoke ascendían a primera división. “The Move” seguía haciendo magia por los condados y estadios del fútbol británico pero una terrible Guerra frenó en seco las andanzas y galopadas de este legendario caballero. “Sir Wing” tuvo que servir como preparador físico en la Royal Air Force.

A la finalización del conflicto “Sir Wing” tenía 31 años y volvió a retomar su leyenda aunque defendiendo los colores de los “tangerines” de Blackpool, que pusieron todo el oro posible (11.000 libras, un cifra récord) para hacerse con los servicios del caballero de Stoke-on-Trent.

Allí sufrió varias decepciones en forma de finales de la FA Cup perdidas, pero llegó aquel 2 de Mayo de 1953 en el que Wembley pareció ser un estadio construido para él, en el que aquella final pareció haberse disputado para él, una fecha en la que el destino se topó de bruces con el genio.

Aquella tarde el Blackpool perdía por 3-1 ante el Bolton Wanderers en la primera mitad y cuando todos pensaban en un nuevo fracaso del genio futbolístico, a dos minutos de la conclusión del choque y con 3 a 2 en el marcador, apareció su imponente y elegante figura para dejar sentados a tres defensas y dar en bandeja en sendas ocasiones los goles a Mortensen (que hizo un hat trick), primero, y Perry después para certificar una épica remontada (4-3) y levantar el primer título de su carrera: la inolvidable FA Cup de 1953 y con 38 años de edad. Aquella final que quedó para la posteridad, fue bautizada con su nombre por la prensa británica.

Aquellas andanzas del caballero de Hanley traspasaron las fronteras del Imperio británico y en 1956, en Francia, una tierra que ha legado al fútbol grandes personajes como Jules Rimet, Henry Delaunay… se creó un trofeo individual a la medida de un genio como él. La revista especializada France Football a través de la iniciativa y la idea de Gabriel Hanot creó el “Balón de oro” al mejor jugador europeo y buscó al jugador idóneo que reuniera todas las cualidades que deben adornar a un genio del fútbol. Y ese jugador no podía ser otro más que “The Move”, al que para nada le pesó el hecho de contar con 41 años de edad puesto que “Corazón de León” seguía rompiendo cinturas en los campos británicos.

El 15 de Mayo de 1957 y a los 42 años de edad se colocó por última vez la armadura inglesa. Y como no podía ser de otra manera, aquellas hazañas del wing derecho que más alto anduvo sobre la tierra inglesa llegaron hasta palacio. La reina Isabel II le nombró “Sir”

Estuvo al servicio de la “Orden de Blackpool” hasta 1961, cuando a los 46 acudió al rescate de sus viejos escuderos del Stoke City, que coqueteaban peligrosamente con el descenso a Tercera División pero que con el espíritu de este notable caballero mantuvo la categoría y al año siguiente (1962) regresó a la Primera División Inglesa. Una año más tarde en 1963, fue nombrado “futbolista del año” por segunda vez (la primera en 1948).

Fueron 34 años de wing derecho, de ala mortal, desde 1931 a 1965, disputó su último partido con 51 años y cinco días, el 28 de Abril de 1965, en el estadio del Stoke, donde una selección de Gran Bretaña y una del “Resto de Europa”, dejaron para el recuerdo en una tarde memorable un 6-4 favorable al “Resto de Europa”.

Cuentan que aquel día en el que ese “abuelo diabólico”, que un día aterrorizó a una leyenda del fútbol como Nilton Santos, dijo adiós, llegaron caballeros desde todos los reinos futbolísticos. Desde Castilla la Nueva llegaron el caballero blanco, Sir Alfredo Di Stéfano y el caballero magyar Sir Ferenc Puskas, a los que acompañó otro caballero magyar Sir Ladislao Kubala y desde el hielo llegó el caballero negro Lev Yashin. Todos ellos para homenajear y honrar a una leyenda, a un caballero llamado “Sir Stanley Matthews” con la orden de caballero del Imperio británico, algo que había demostrado ser durante toda su vida, pero que desde aquel momento le convirtió en el primer jugador en actividad en lograrlo.

(extraordinario artículo tomado del portal "El enganche")

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