Un exiguo grupo en las gradas
se calentaba gritando.
Y cuando
-enorme aureola- atrás de una casa
apagó el sol su resplandor, la cancha
metió el presentimiento de la noche.
Corrían arriba abajo camisetas
rojas, blancas, en una luz extraña
de iridiscente transparencia.
El viento desviaba la pelota,
la Fortuna se vendaba otra vez los ojos.
Era hermoso
ser tan pocos, juntos,
entumidos,
como los últimos hombres en un monte,
mirando el último partido.
se calentaba gritando.
Y cuando
-enorme aureola- atrás de una casa
apagó el sol su resplandor, la cancha
metió el presentimiento de la noche.
Corrían arriba abajo camisetas
rojas, blancas, en una luz extraña
de iridiscente transparencia.
El viento desviaba la pelota,
la Fortuna se vendaba otra vez los ojos.
Era hermoso
ser tan pocos, juntos,
entumidos,
como los últimos hombres en un monte,
mirando el último partido.
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