13 de marzo de 2009

Gladiador (Rodrigo Damián Gaite - Argentina)


Yo me pasé casi 30 años de mi vida en el club. Imaginase, desde mi cargo conocí todos los detalles y pormenores no solo del club sino también de la ciudad, cuando yo empecé a trabajar estaba el viejo Flavio de presidente.

En la calle o en los comercios de la zona la gente solía preguntarme “Y usted ¿Qué cargo tiene en el club?” Y yo decía con orgullo: “Jefe de mantenimiento del estadio”. Je! ¿qué tal? Total la mayoría de los que me preguntaban después no aparecían por el club, sino se hubiesen dado cuenta que muy bien mantenido que digamos no estaba. Pero bueno.

Como le decía; yo pasé toda mi vida en el club y además veo fútbol desde que tengo uso de razón, y le aseguro que a lo largo de mi vida he visto a muchos jugadores recios, temperamentales, tipos que jugaban con el cuchillo entre los dientes como el cholito Simeone, “hacha brava” Navarro, Giunta, Aguirre Suárez, algún que otro marcador de punta uruguayo, que se yo, tantos. Pero no recuerdo a ninguno que lo hayan llamado “Gladiador” como a Rómulo Romano.

Muchos pensarán que como se llamaba Romano de apellido era un simple juego de palabras. Pero no. Por que yo le aseguro que Romano era un verdadero gladiador adentro de la cancha. Metía que daba miedo, enérgico, a veces sanguinario.

Me acuerdo que llegó muy joven al club, lo que no recuerdo muy bien es quien lo trajo. En los primeros entrenamientos ya comenzaba a mostrar esa personalidad que lo caracterizó durante toda su trayectoria. Alto, media como un metro ochenta, de espaldas anchas, el pelo bien cortito casi rapado. Tenia un par de cicatrices en la frente y en los muslos, siempre se lo veía con una barba de dos o tres días y una mirada extraña.

Yo me acerqué a él, por que ni bien llega un jugador nuevo, uno trata de hablarle, para que se sienta a gusto, así no le cuesta tanto el tema de la adaptación. Por eso yo me quedaba después de los entrenamientos y tomábamos unos mates en la utilería.

Me contó que vivía por allá por Pompeya, se notaba que le barrio le tiraba, y uno lo entendía. El barrio es el barrio. Lo que nunca entendí muy bien es como viviendo en Pompeya era hincha de Gimnasia, por que era bastante fana del lobo, me contaba que le gustaba andar a caballo, iría al campo supongo y que le gustaba mucho ir al teatro, la verdad que daba gusto dialogar con él. Me decía que la mejor materia que tuvo en el secundario era “Latín” y que se la pasaba leyendo y estudiando esa lengua. Después me decía cosas como que la comida principal la hacía a la noche con la familia, y bueno, cada uno tiene su manera de vivir.

También me contó que tenía un hermano gemelo. Lo que nunca me voy a olvidar es la cara que puso ese muchacho la primera vez que entró al estadio para entrenar con el primer equipo. Es el “Coliseo” me dijo después en la utilería. Por que como se habrá dado cuenta era un muchacho bien instruido.

Pero eso de Coliseo, que quiere que le diga, recién lo habían inaugurado y estaba reluciente, pero tampoco era para tanto. Tiene una forma medio circular, visto desde el aire es parecido a la cancha de Racing, más o menos. Por afuera esta pintado de un color ocre.

El estadio se construyó en esos terrenos que nos vendió la municipalidad en cómodas cuotas. Por lo que pude saber le habían pertenecido a unos inmigrantes griegos, que no se que problema tuvieron que se los terminaron rematando. Por eso el lugar estuvo abandonado por años.

Piense que era otra época. Se pensaba en el futuro, había gente emprendedora. Se inauguró bajo la presidencia del gordo Tito, buenazo el Tito, estuvo solo un año de presidente por que después falleció, era abogado, un tipo muy carismático, él se hizo cargo cuando murió su padre don Flavio, un militar de carrera y pocas pulgas. Pero el Tito era tan querido por la gente que parece mentira que haya muerto tan joven.

En realidad lo primero que se hizo fueron un par de estructuras de hormigón, después las plateas y recién después de un par de años las dos cabeceras. Por que en total se tardó casi diez años en construirlo todo, se había hecho correr la bola de que había un proyecto para techarlo. Pero no, nada que ver. Eso si. Si durante la semana llovía, teníamos que tirar un par de bolsas de arena en las áreas y en el medio campo.

Una vez llovió tanto durante un partido que parecía una batalla naval, al otro día, en el programa que pasan el resumen de la fecha, se leía en la parte inferior de la pantalla: “Una exhibición de Naumaquia”.

En la platea hay un sector para la prensa y el palco presidencial, no se por que motivo los comerciantes y funcionarios iban a un sector determinado. El día de la inauguración, vino el gobernador, varios intendentes y algunos senadores.

Es una maravilla, no es por nada. Para la cuidad es un orgullo, y eso que acá hay varias edificaciones lindas. Está el templo y la Basílica; hay muchos teatros y había un circo que no se si está todavía. Creo que lo primero que se hizo en la cuidad fue el acueducto, pero no estoy seguro.

Hay muchas plazas con esculturas de mármol. Edificios con arco de medio punto que tienen columnas que son una belleza. El que la tiene reclara con la historia de la cuidad es don Livio, que es tan fanático que se convirtió en el historiador oficial. Un filósofo el viejo.

Lo que es un verdadero lujo es el piso y la decoración de la sede social, no sabe lo que eran las cenas de fin de año o de cualquier otro festejo. Era entrar y ver esas mesas con fuentes de plata colmadas con frutas, ostras, pescados, carnes y garras de vino al por mayor.

Después, bueno, usted sabe tanto como yo de lo que fue pasando en las últimas décadas. Falta de presupuesto, lo que había no alcanzaba, y bueno, se hace lo que se puede. Al menos la gente de seguridad deportiva nos permite seguir jugando en nuestra cancha. Son macanudos los muchachos del Coprosede (Comité Provincial de Seguridad Deportiva); ponen esa cara de “y bueno hagamos la vista gorda, sino ¿A dónde van a ir a jugar?”.

Encima en nuestra cancha entre la línea de cal, ¡bah! de cal. Entre la línea del lateral y el alambrado es donde hacen el precalentamiento los suplentes. ¿Sabe lo qué es para los contrarios cuando el técnico manda a calentar algún jugador?, ni se imagina las cosas que le gritan los vagos desde las gradas. Antes era peor, por que ahora por lo menos hay una paresita de unos ochenta centímetros casi y después empieza el alambrado. Esa la hicieron los muchachos del corralón y algo aportaron los de la papelera a cambio de pintar la publicidad: “la estática” por que así quedó desde que la pintaron hace años. La verdad que jugar acá de visitante se la regalo, ¿Sabe como rugen las fieras?

Pero yo le estaba hablando de Romano. Rómulo era un jugador aguerrido (así decían los cronistas). Yo lo vi sacar partidos poniéndose el equipo al hombro. Con él ganamos en cada reducto que daba miedo el solo hecho de mirar las ‘caripelas’ de la hinchada contraria. Era un toro, se agrandaba en las difíciles.

Era el capitán y el emblema del equipo, manejaba a los árbitros con una labia que ni le cuento. Por que eso también hay que decirlo, era muy hábil, sabía cuando atacar y cuando tirarse atrás, arengaba a sus compañeros de tal forma que hasta el más desanimado salía a jugar con los tapones de punta. En la cancha era un líder positivo. Ya le dije que era medio sanguinario, le digo la verdad, trababa pelota tibia y peroné todo junto.

Corría y corría todo el partido por toda la cancha, era como si quisiera extender los límites del campo de juego. La pelota se iba al lateral y el seguía corriendo como si nada, ¿Sabe cuantas veces los jueces de línea lo tuvieron que zamarrear de la camiseta?

Por eso nuestra hinchada lo bautizó “Gladiador”. Por su temple, por la garra que ponía en cada partido y no por que fuese un simple juego de palabras. En su carrera no tuvo muchos goles. Tarjetas rojas de amontones, ¡Lo que era sacarlo de la cancha cuando lo expulsaban!

Cuando el equipo salía al verde césped, él era el primero de la fila. Salía inflando el pecho y con la pelota bajo el brazo apretada contra la cadera. La hinchada lo ovacionaba, él saludaba y se venía todo abajo.

Después como siempre, usted sabe lo que es este ambiente. Se dijo de todo de él, se dijeron cada pavadas. Una vez leí una nota que decía que como el club le debía varios meses de sueldo él amenazaba con prender fuego el estadio y la sede social. ¡Una locura! Mire si iba hacer una cosa semejante.

Pero un par de semanas después hubo un foco de incendio en las tribunas y un diario dijo que había sido él. Lo acusaban lisa y llanamente. Lo fui a buscar al payaso que escribió esa nota y me dijo socarronamente:

¿Y qué me dice del fuego que los bomberos tuvieron que apagar en la cabecera local?, ¿o no se acuerda?

-Si que me acuerdo, ¡Pero por favor! -le dije indignado- lo que pasó es que había mucho viento y un par de brazas del puestito de choripán cayeron sobre unas serpentinas de papel y se volaron hasta un deposito en el que hay maderas y esas cosas, y ese deposito está debajo de la cabecera local. Así se originó todo. Por suerte los bomberos llegaron rápido y pudieron extinguirlo. ¿Qué tenia que ver Romano?

-¡Qué casualidad! -me dijo burlonamente- los equipos volvían para el segundo tiempo y Romano no aparecía. ¿Dónde estaba?

-¿Y no se, se habrá demorado en el baño? -vacilé.

-Si, puede ser- dijo y se alejó sonriente.

No se, yo la verdad no creo que Romano haya tenido algo que ver con lo sucedido aquel día, ya le dije que yo hablaba mucho con él y fuera de la cancha era un tipo muy centrado.

¿Vio que hay jugadores que cuando termina el partido dicen “lo comparto con todos mis compañeros” o tienen alguna cábala?

Bueno. ¿Sabe lo qué hacía Romano cuando terminaba el partido? Se paraba en el círculo central con la frente alta y la mirada altiva. Miraba hacia el palco presidencial, y el Tito lo saludaba levantando el pulgar hacia arriba y una sonrisa de oreja a oreja. Pero le voy a contar lo que sucedió una vez.

Jugamos de local y nos pegaron un peludo bárbaro. Rómulo no la vio ni pasar, estaba claro que no era su tarde, pero eso le puede pasar cualquier jugador, además se sabía que tenía una distensión en el muslo, pero él quiso jugar igual, y la verdad que jugó muy mal, en el diario le pusieron un 4 y creo que fueron generosos.

La cuestión es que termina el partido y Romano se va para el medio de la cancha. Se para y mira hacia el palco como lo hacía siempre y el Tito no se si por jodón o por la calentura del partido, extendió el brazo y apuntó con el pulgar hacia abajo mientras lo hacía subir y bajar varias veces.

¡Uy, para qué! La cara que puso Rómulo, se quedó duro. Pálido, parecía que le había bajado la presión de golpe, como si le hubiesen dicho que lo iban a decapitar. Pobre muchacho no sabe lo que costó hacerle entender que el Tito lo hizo por jodón no más.

-¿En serio me lo dicen?

-¡Pero claro hombre! No lo tomes tan a pecho- le decía el utilero.

El fue un jugador emblemático. Uno de esos 5 que están en las formaciones de los equipos durante años; como Rattín en Boca o ‘Mostaza’ Merlo en River. Mire que pasaron técnicos, jugadores y dirigentes, hasta una asamblea de representantes hubo una vez.

Acá hubo tipos como Adriano ¡Pero no el de la selección de Brasil!; el único brasilero que estuvo en el club fue Julio Cesar. Jugaba de armador, un estratega, pero era un poco egoísta con los compañeros, se le notaba que quería volar alto, soñaba a lo grande una vez le oí decir: “A mi edad, Alejandro ya había conquistado el mundo y yo aún no he hecho nada memorable”.

Después se ve que se metió en cosas raras por que lo mataron como de veinte puñaladas.
En cambio Romano jugó durante no se cuantas temporadas ininterrumpidamente. Pero vea como son las cosas, cuando todo hacía pensar que él se iba a retirar del fútbol con todos los honores, que la camiseta número 5 se la iban a entregar en reconocimiento a su trayectoria, no pasó nada de eso. Romano dejó el fútbol si, pero sin pena ni gloria. Pasó que cuando quemaba sus últimos cartuchos en primera, muchos decían que el tipo jugaba confiado, que ya no tenía esa chispa avasallante de su juventud. Yo que lo veía entrenarse todos los días lo atribuía más a la experiencia que brindan los años, además él era intocable.

El equipo se formaba él y diez más. Pero fíjese en este detalle interesante. Antes que empezara el campeonato, durante la pretemporada, alguien le dijo al técnico que en la reserva había un pibe que venia pidiendo la primera y el técnico lo mandó a llamar, me acuerdo que cuando vino a entrenarse con esa pinta de desfachatado el ayudante de campo le preguntó:

-¿Y vos de qué jugás?

-De 5 - Contestó sin vacilar.

Nadie iba a pensar que ese mocoso atrevido le iba a sacar el puesto a Rómulo Romano, eso era impensado.

El Turco le decían los vagos de la pensión, por que cuando hablaba a la “S”, la pronunciaba como “J”.

“Pajala” le decía a los compañeros. Por eso le decían el Turco.

La cuestión es que a las pocas fechas de haberse iniciado el campeonato, nuestro querido gladiador perdió el puesto en el equipo. Durante las semanas previas, en los entrenamientos, era como si él mismo presentía que había llegado la hora del retiro. El último partido que jugó fue en nuestra cancha; encima jugamos contra esos Vándalos que nos la tenían junada. Romano jugó muy mal, se lo veía abatido, desconcentrado. Por respeto a su trayectoria la gente no lo silbó cuando terminó el primer tiempo.

Camino al túnel no se lo veía triste, más bien resignado, como que se había dado cuenta de que había llegado la hora de colgar los botines; pero por otro lado tenía ese brillo en los ojos como de bronca, de querer seguir, de no darse por vencido, más que nada por la situación que se vivía en el ambiente, si el aire se podía cortar con una espada, El clima era una caldera, ya se sabía que los contrarios venían a provocar desmanes.
Lo cierto es que en el entretiempo a Romano lo reemplazó el pibe este que yo le contaba. El Turquito.

Cuando los jugadores salieron para el segundo tiempo, él se quedó en el vestuario sentado en uno de los bancos de listones, con la cabeza gacha y la camiseta toda traspirada, algunos rayos de sol que entraban por las ventanitas que están en la parte de arriba, le iluminaban el rostro pensativo. Esa es la última imagen que tengo de él. Así se fue del fútbol.

Uno se imaginaba que iba a seguir ligado al club de alguna manera. Pero no. Por que desapareció para siempre. Por supuesto que nos dejó un recuerdo imborrable de cientos de batallas.

De más está decir que el turquito ese no le llegó ni a los talones, pero bueno, de a poco la hinchada se fue acostumbrando a no ver más a Romano saliendo del túnel con la pelota bajo el brazo y aferrada a la cadera. Acá la mano ya venía fulera. Por que ojo. ¡Atenti!, que esto no se cayó de un día para otro como muchos creen eh. Esto fue el resultado de años de malas administraciones, de despilfarrar la plata, de querer siempre más y más sin medir las consecuencias. Pero bueno, que va ser.

El tiro de gracia fue cuando terminó aquel partido de Romano, con esos Vándalos se armó un quilombo de la puta madre. Fue una verdadera batalla campal. Perdimos, nos fuimos al descenso y la cuidad y el estadio parecían Sarajevo después de la guerra. Con ese panorama imagínese. “Se cayó un imperio” tituló días después la revistita esa que siempre nos tira palos.

Los años fueron pasando. Yo me jubilé un par de meses después cuando al club lo tomó la gerenciadora. Hay cambió todo. Trajeron un montón de juradores de refuerzo, aumentaron la cuota social y le cambiaron el color a la camiseta para que coincidiera con el logo de la empresa. Todo en medio de promesas de ascensos y campeonatos. Todo duró un suspiro. No ascendimos ni por decreto, a la gerenciadora la hinchada la sacó a patadas en el orto, pero no en sentido figurado y volvimos a usar la camiseta de siempre. La gloriosa.

Al tiempo me encontré en el bar que esta frente al estadio con un periodista amigo. Resulta que cuando él empezó lo mandaban a cubrir los partidos que jugábamos de local, ahí hicimos buenas migas. Después el tipo no paró de crecer, parece que tenía un estilo muy objetivo y no se casaba con nadie. Esos tipos del estilo de Dante Panzeri o de Osvaldo Ardizzone. Se que viajó por todo el mundo, pero siempre se acordó de mi y cuando nos encontrábamos charlábamos de todo un poco. Tipo humilde de esos que no se agrandan cuando tienen un programa en la televisión.

Parece que andaba haciendo una antología del ascenso o algo por el estilo y por eso me llamó para hablar. Ahí fue cuando mediante café y café fue desarrollando el tema del fútbol, pero más bien desde un punto de vista sociológico, desde el lugar que ocupa en la historia de los pueblos.

Me explicaba, que el fútbol como la vida tiene un ciclo. Todo lo que empieza se desarrolla y termina. Termina una etapa para dar comienzo a otra. Le soy sincero, al principio no entendía muy bien a que se refería.

-Vos fíjate- me decía mientras hacía girar la cucharita en el pocillo- que en la historia se marcan fechas para dar comienzo o terminar una etapa, pero entre medio del comienzo y del fin esta ese “desarrollo” y eso es nada más y nada menos que la vida misma, que puede ser linda y cruel, de amores y odios, con guerras, democracias o dictaduras, con metas, proyectos, etc. Así se van desarrollando los hechos, y así se van trazando las épocas.

Pero tomemos al fútbol en este “desarrollo”. Un club de fútbol nace con proyectos, con mucho sacrificio y pasión. Vive etapas de alegrías y frustraciones y finalmente muere como todas las cosas. Mira estos casos: Mandiyú de Corrientes y Chaco For Ever. Desaparecieron. Hay ciclos que se terminan más rápidos que otros, algunos llevan años de angustia y sufrimiento por parte de los hinchas, por que está claro que a los dirigentes el sentimiento les importa un carajo. Ellos hacen y deshacen; transan y comercian; compran y venden y algunos son tan ineptos que no saben como manejar la situación y viene el colapso. Después tratan de hacer malabares creando el fideicomiso, convocatoria de acreedores. Cualquier cosa. A la gran mayoría eso no les interesa ya que la cuestión de fondo es usar al club como trampolín hacia una carrera política. Los únicos que quieren al club de verdad son los hinchas.
Se demuele un estadio emblemático como el “Viejo Gasómetro”, para hacer un supermercado, ¡total que importa la historia!
Mira Argentinos Juniors vendió ciento de jugadores que después fueron cracks, O sea que plata había. ¿Y cuanto tiempo estuvo sin poder remodelar el estadio de La Paternal? ¿Quién te asegura que donde está el Monumental el día de mañana no haya un complejo turístico o habitacional?

Se puede avasallar la tradición, todo vale. A Boca le agregan dos rayitas blancas a la camiseta por una cuestión de marketing. La camiseta de Banfield es blanca con una banda verde y juega con una toda naranja, ¿y Ferro?, uno dice verde y ya piensa en Ferro Carril Oeste. ¿Y qué hacen los dirigentes en 1999? Aceptan el diseño de una marca deportiva para jugar con una casaca ¡violeta!, y para no ser menos los de San Lorenzo en el 2000 aprueban una ¡negra y amarilla!

Para que en Europa vean un partido por televisión lo más tranquilo, de este lado del mundo se juega con 40 grados, y los entretiempos que antes eran de 15 minutos, hoy duran lo que dura la tanda publicitaria y durante el partido te mandan una propaganda cada 30 segundos. Antiguamente las camisetas no tenían numeración, después por una cuestión lógica el arquero usaba el 1, un delantero el 7 o el 11. Hoy es cualquier cosa, usan el 36, el 44, ¿sabés que número le dieron al brasileño Ronaldo en el Milán? El ¡99!, dejémonos de joder.

-¿Me vas siguiendo?, ¿te das cuenta como nace y se transforma un ciclo?

La mayoría de las veces no nos damos cuenta, algunos llevan décadas pero a la larga todo termina.

Mira Racing, sino desapareció fue por su gente, de eso no hay duda. ¡Si hasta por la tele dijeron que había dejado de existir!, ¿Y Español? Zafó por que pasó del Deportivo al Social. ¿Y Temperley? Nació, jugó en primera, descendió, presentó quiebra, volvió a nacer.

Hoy manda la televisión y los grupos empresarios. Antes la fecha se jugaba los domingos la primera “A” y el sábado el ascenso. Hoy tenés partidos los viernes, sábado, domingo a la tarde y a la noche. Copa de acá y copa de allá los miércoles y jueves.

Y así, como pasa con los clubes pasa con los jugadores. Mira Carlos Roa. Arquero de la selección nacional, lo quería el Manchester United. Deja el fútbol por motivos religiosos y vuelve al tiempo con la condición de no jugar los sábados.

Antes, el espectáculo se centraba en los jugadores. Se hablaba del “Expreso” de Gimnasia de la Plata, de la “Máquina” de River, de los “Cara sucias” de San Lorenzo.
Después el protagonismo lo tomaron los directores técnicos: El Estudiantes de Zubeldía, el Boca de Bianchi, y en el futuro va ser el Liverpool de tal empresa, el Ajax de tal otra.
¿Y que me decís de los jugadores que fueron ídolos y terminaron en el olvido?- hizo una pausa para ubicar al mozo.

¿Qué me decís de Alzamendi? Fue a ver a River y no lo dejaron pasar por que no lo conocían. ¡A Alzamendi! Que hizo el gol de la Intercontinental en Japón. ¿Y Corbatta? ¿No terminó en la miseria en un cuartito de prestado en la cancha de Racing?
El Real Madrid. El mejor club del mundo ¡Tres años sin ganar un torneo!, pero contrata a un jugador por que es carilindo y habla en ingles, y venden 8.000 camisetas en un día hasta en Asia.

Hoy un jugador se cambia los botines en medio de un partido frente a las cámaras por contratos de publicidad y los estúpidos de los periodistas dicen que se pone tapones altos por que la cancha está mojada.

¿Cual es la mayor expresión de alegría en el fútbol? El gol. Antes se jugaba con 5 delanteros. Hoy es todo defensivo, mezquino. 4-4-2, 4-3-3, como si fuese un número de teléfono. ¿Entendés a que me refiero?

Entiendo le dije mientras salíamos a la calle. Me puse a mirar la deteriorada fachada del estadio y pensaba en Rómulo Romano. Él y nosotros habíamos sido parte de la historia, de esos ciclos de la vida que forman la religión, las creencias, los usos y costumbres que un buen día se terminan y aparecen otros. De hecho, la forma de vivir de nuestros abuelos era muy diferente a la nuestra. Las culturas van cambiando con el paso generacional y el fútbol de hoy ya no es el de antes. Todo cambia. Pero por más que cueste, hay que aceptar que los tiempos cambian con el avance de la ciencia y la tecnología. Es nacer, vivir y morir. Morir: Verdad universal irrefutable.

-Así se va escribiendo la historia José- me decía mientras nos despedíamos- Así se va escribiendo la historia.

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