A Tomás Roncero le delata la sonrisa con la que viste su saludo. Implacable en sus expresiones, el cuerpo le sigue para reafirmar lo que su boca exhala: un madridismo confeso que, en los últimos años, apenas sólo le da disgustos y le obliga a forzar más la mandíbula para mantener su faz alegre. Manuel Esteban, Manolete, es también rotundo en sus gestos. Bracea con insistencia en un orden casi siempre vertical para dejar bien claro que lo que dice va a misa, o al Calderón, según este colchonero de corazón, quien tiene en el feudo rojiblanco el templo de sus sueños y sus desvelos. Un seguidor del Real Madrid y otro del Atlético de Madrid, ambos acostumbrados a la discusión y al debate, separados por sus colores, pero unidos por el amor al fútbol y el convencimiento que en este deporte algo sobra: la violencia. Esta es la entrevista realizada a los dos periodistas de “As”:
Pregunta (P): Usted, Tomás, es del Real Madrid ¿me equivoco?
Tomás Roncero (TR): En absoluto. Más blanco que el Bernabéu.
P: Y Usted Manuel, evidentemente del Atlético ¿cierto?
Manuel Esteban (ME): Tenlo tan claro como que el Atleti es el mejor equipo de Madrid.
P: Sin embargo, ustedes son amigos.
TR: No me queda más remedio. El pobre Manuel se dio un golpe en la cabeza y mírale: está hecho uno más del Atlético. Le tengo que perdonar sus pecados e intentar llevarle por la buena senda del madridismo.
ME: A mí, fíjate, me pasa algo parecido. La gente descarriada me da algo de pena y siempre he sido generoso con los demás. Verdad solo hay una, es rojiblanca y a Roncero tengo que intentar enseñársela, aunque dudo de que algún día la vea.
P: Por lo visto, no dejan ustedes sus diferencias por los colores ni en una entrevista.
TR: Claro que no. Esto es lo más bonito que tiene el fútbol. Poder discutir con algún conocido en el bar de la esquina, en tu peña de amiguetes o en el trabajo aporta a este deporte una salsa sin la que sería bastante más aburrido. De hecho, presumimos de esa variedad. La afición en nuestro país es enrollada, latina, fresca, es, en definitiva, la representación de una forma de vivir natural y tolerante.
ME: Estoy totalmente de acuerdo. El fútbol es pasión, rivalidad, corazón y eso implica pasárselo bien discutiendo durante un partido con el que tienes al lado para, cuando el árbitro pita el final, irte con él a cenar y reírte a carcajadas de todo lo que ha sucedido durante ese encuentro. Todo lo que sea traspasar esa barrera de lo sano es de burros y gente que no merece un espacio en nuestra sociedad.
P: Entonces, ¿por qué tiene el fútbol esa fama de espectáculo violento?
ME: Es una mala fama que no se puede atribuir en ningún caso sólo al deporte por el deporte, al fútbol por el fútbol. Lo podemos comprobar con los chavalines que juegan cada fin de semana en los campos de toda España e incluso en los partidos que disputan los amigos a cualquier edad. Ahí no hay violencia. La violencia surge cuando insertamos el fútbol en un panorama social, cuando es la sociedad la que se une al fútbol y refleja, por lo tanto, todas sus miserias en un deporte. Pasa también en muchos otros espectáculos. No puede caerle al fútbol toda la culpa por ese estereotipo mal aplicado.
TR: Yo invito a otra reflexión que incluso va más allá de la que aporta Manolete. En los últimos años los casos de violencia en el fútbol, de vergüenza en este deporte, los han aportado los propios protagonistas del espectáculo y no tanto los aficionados a los que se les otorga el estereotipo de exaltados. Unos ejemplos: Rijkaard rompió un banquillo en el Lluís Companys de un puñetazo; jugadores de Valencia e Inter se lían a tortazos tras una eliminatoria de Champions League, los presidentes de Sevilla y Betis se enzarzan en discusiones subidas de tono por una simple foto. Son sólo unos cuantos casos que evidencian que la sociedad no tiene tanta culpa en esa mala imagen que se le quiere atribuir al fútbol. Las estrellas de este espectáculo son los que deberían reflexionar para dejar de creerse el ombligo del mundo y abandonar el egocentrismo que les impulsa a actos así.
P: Lo que dicen es cierto, pero no lo es menos que un aficionado pudo matar al entrenador del Sevilla, Juan de Ramos, por un botellazo en un partido de Copa del Rey.
TR: Sí, pero estoy convencido de que aquello no hubiera sucedido sin las provocaciones previas entre directivas. El ambiente estaba demasiado caldeado y ese acto de un necio fue sólo la consecuencia de un bochornoso comportamiento entre varios dirigentes que se desenvolvieron como dos miembros más de cualquier barra brava. Sea como fuere, son actos que se deben perseguir, no podemos dejar a los violentos impunes.
ME: Se deben perseguir tanto en la grada como en los despachos. Somos muchos los que llevamos tiempo reclamando sanciones duras contra los directivos que se comportan de manera grotesca, tal y como sucedió en los prolegómenos de ese Betis-Sevilla. Actuaciones así sólo sirven para alentar a los 50 imbéciles que acuden a un campo de fútbol con intenciones violentas. Si sus presidentes se permiten extralimitaciones verbales, ellos se sienten legitimados para sacar pecho y cometer las burradas que vimos en ese derby.
P: Quizá el primer fallo es permitir el acceso a los estadios a esos 50 violentos.
ME: Que no te quepa la menor duda y ahí son de nuevos los directivos del fútbol los que tienen que actuar, en ningún caso se puede responsabilizar al aficionado que acude a un campo.
Son los clubes los que permiten que los grupos ultras tengan cuartos donde guardar las herramientas con las que cometen sus tropelías, los que les facilitan carnés de socio a precios económicos, los que les ubican en gradas privilegiadas o los que les financian los desplazamientos. Hasta que no se consiga cortar el grifo de las gratificaciones a semejante chusma, no seremos capaces de avanzar seriamente para poner fin a la violencia en el deporte.
TR: Tampoco podemos dejar a los clubes solos delante de semejantes decisiones. También la ley debe actuar para criminalizar a todo aquel individuo inadaptado que pretende convertir el fútbol en una crónica de sucesos constante. El Estado posee una capacidad punitiva que debe esgrimirse con la máxima radicalidad posible para aislar al violento de cualquier deporte. Solo así conseguiremos que el fútbol deje de estar teñido por actos siempre aislados, pero nunca olvidables.
P: ¿Los medios de comunicación deben cambiar en algo para evitar la violencia?
TR: Está claro que podemos tener nuestra parte alícuota de culpa. Pero, sinceramente, no creo que sean los medios de comunicación los que alientan a la violencia en el fútbol.
Sólo reflejamos, siempre de manera muy comedida, la pasión que tiene este deporte. Si fuéramos totalmente asépticos, si no diésemos esa imagen de ímpetu que posee el fútbol nadie querría comprar un periódico o escuchar la radio o ver un partido por televisión. En general somos bastante honestos.
ME: En realidad solemos ejercer una función de barrera para frenar este tipo de actos violentos. Cuando detectamos que determinada actuación o determinado evento pueden alimentar la violencia, activamos los mecanismos necesarios para llamar a la calma, al sosiego y al espectáculo bien entendido; prever, en definitiva, cualquier desmadre de dimensiones incalculables.
P: Muchas gracias y que gane el mejor.
TR: Gracias a vosotros y seguro que ganará el Real Madrid. Siempre el Madrid.
ME: Gracias, pero no hagáis caso a Tomás. Si tiene que ganar el mejor, ese será el Atlético de Madrid.
(entrevista del periodista Francisco Javier Martín y publicada en la revista "Deporte y gestión de Madrid" Nº 14, Febrero/Marzo de 2007)
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Entrevista a Manuel Esteban y Tomás Roncero
Etiquetas: Club-ESP: Real Madrid, Entrevistas, España, Violencia en el fútbol
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