Lo vimos en su casa del barrio de Tijuca, lleva una vida tranquila, rodeado de pájaros a los que atiende todo el día. Recordó a Zizinho, a Sívori, a Paulo Valentim, a River, a Boca... nos habló de fútbol y de su ambición por ser director técnico. Tiene 39 años y tres nietos.
Manoel Dos Santos, Mané Garrincha, uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos. Así vive y piensa hoy.
¿Cuál es la casa de Garrincha?
Las tres chiquilinas que juegan en el medio de la tranquila Estrada de Sorima, nos indican una construcción sólida, con un auto grande en la puerta y enmarcada por el verde que baja de los cerros.
Desde la ajetreada Copacabana demoramos unos treinta minutos hasta llegar a la somnolienta calle del barrio de Barra de Tijuca. El camino fue gambeteando los árboles frondosos de Sao Conrado y Joao, con el mar haciéndole cosquillas a los peñascos allá abajo. Mientras viajábamos pensaba en el reportaje al chueco que arrancó aplausos con sus amagues desconcertantes a 80 kilómetros por hora. Con sus centros rasantes que cientos de veces explotaron finalmente en las redes. Íbamos con ese "no sé qué" que precede a la entrevista con un ídolo. Con los comentarios que siempre lo acompañaron. "Garrincha está fundido..., está acabado...".
Con el temor de que tuviese la intención de volver a jugar en algún club del interior, tratando de buscar, como hace cuatro años, que las migajas de su talento le rindiesen algunos cruzeiros.
-Pasen, Garrincha está en el fondo.
Apenas un short viejo. La misma sonrisa ingenua y buena. Los saludos. Su interés por saber sobre "mi gran amigo Sívori". Después pregunta por Rossi, por Labruna, por Di Stéfano, por River, por Boca. Y las preguntas y las respuestas siguen mientras Manoel dos Santos, "Mané Garrincha", sigue con su manguera refrescando el jaulón con decenas dé pájaros de los cuatro puntos cardinales de Brasil "y algunos también de la Argentina".
-Garrincha, ¿cómo vai vocé?
-Muy tranquilo. Llevo una vida muy hogareña. Ni voy a ver fútbol. Estoy todo el día cuidando los pájaros. Sigo los partidos por televisión. A mí nunca me gusto el barullo. Ahora estoy en paz. Nos mudamos hace un año a esta casa. Hay aire puro, árboles. El restaurante no anduvo muy bien. Es que no me gusta salir de noche, ni presentarme arriba de un escenario. Yo soy un tipo simple. Y tampoco vivo de recuerdos. No me gusta hablar de mi época de jugador. Me da vergüenza, porque pienso que muchos dirán que vivo en el pasado. No, yo sé que ahora cuido de mis pájaros y soy muy feliz con eso. Es mucho más tranquilo cuidar pájaros que jugar al fútbol. Me levanto a las seis de la mañana y los veo uno por uno. Ves, ése lo traje de Fernambuco…, aquél de Ceara…, aquél...
Le preguntamos por sus dos sobrenombres. El "Mané" se lo puso Nilton Santos y es un diminutivo de Manoel. El "Garrincha" se lo colocó uno de sus 14 hermanos. Es el nombre de un pajarito muy común en el estado de Río de Janeiro -donde nació hace 39 años- que permanentemente está en movimiento con giros imprevisibles. Como las gambetas que creó ese número siete inolvidable del Botafogo, del Flamengo, del Brasil campeón mundial de 1958 y 1962.
-Contanos, Garrincha, aunque te cueste trabajo.
-La jugada que más recuerdo fue en Italia, en 1958, cuando nos preparábamos para el campeonato Mundial de Suecia. Creo que fue contra el Juventus. Agarré la pelota «n la punta, a la altura de la mitad de la cancha. Empecé a gambetear a todos los que me salían, hasta el arquero. Llegué solo frente al arco, porque había dejado a todos atrás. Entonces tomé la bola con las dos manos. Ya no tenía gracia seguir. Ahora sigo jugando picados, pero soy mediocampista. Sólo toco de primera. En el 58 yo estaba muy joven. Tenía una velocidad bárbara. Las gambetas me salían a toda velocidad. Si gambeteas parado no le sacas mucha ventaja al marcador. A mi me gustaban esos defensores que salían a darme patadas. Porque son los que menos saben jugar al fútbol y peor defienden. Más patadas tiraban y peor jugaban. Los que eran técnicos eran los que me daban trabajo; por ejemplo, Jordán, del Flamengo. Nunca me dio una patada y me marcó muchas veces en forma excelente. Aunque también a veces le tocó perder...
-¿Cómo ves el fútbol '75?
-Feo. Todos salen a defenderse. Yo ví el Mundial del '74 por televisión. Y no había ningún equipo grande, de verdad. Holanda no me convenció para nada. Si tuviese todo ese equipo que le vieron no perdía la final. Y eso de que el fútbol actual es más rápido no es verdad. Antes se llegaba con dos toques al arco contrario. Y ahora se precisan veinte. Mira el equipo de Brasil en la copa de Alemania. Toques, toques y no pasaba nada. Y volviendo a Holanda, para mí el mal del fútbol actual es que no se conservan hombres en cada posición. Cambiar de posiciones es un cuento. Vos ves todos los domingos que a un puntero se lo cambia de lado, que al zaguero central se lo pone de mediocampista. El puntero es puntero. El punta de lanza es punta de lanza. Yo empecé a jugar como centrodelantero. Me costó acostumbrarme a la punta. Después de años de ser puntero derecho me quisieron poner de centrodelantero. No te imaginas lo que me costó. Cada posición tiene su secreto. No se puede jugar de memoria en un puesto que no es el tuyo. Claro que hay jugadores que cambian y la aciertan. Pero la aciertan porque la posición de ellos es la última que probaron o porque tuvieron suerte. No comparto para nada eso de improvisar. Tenés los fenómenos que pueden jugar en cualquier posición, pero por eso son fenómenos.
-¿Y qué aconsejas?
-Hay que jugar ofensivo. El director técnico que manda a jugar a la defensiva es porque tiene miedo de perder el empleo. El fútbol es muy simple. Se ataca y se defiende. Si se monta una línea de zagueros buena podes jugar tranquilo al ataque con varios jugadores. Si tenés un Pelé y un Zico se puede jugar nada más que con dos hombres arriba. Pero si arriba hay dos burros no se puede jugar, porque no hay capacidad para hacer goles. Y por eso hay tantos cero a cero. La mayoría de los equipos no tienen ni a Pelé ni a Zico, y sin embargo siguen con apenas dos delanteros netos.
-Garrincha, ¿querés ser técnico?
-Sí, claro que quiero. Yo jugaba y miraba. Desde la raya veía bien el partido. Aprendí muchísimo viendo de cerca a grandes jugadores. Si agarro un equipo no voy a pedir grandes contrataciones. Me parece que no tiene gracia ser nombrado técnico y presentar una larga lista de jugadores costosos. Con grandes jugadores sólo basta desearles suerte en el túnel. El secreto es agarrar los pibes con condiciones y prepararlos para un puesto, para el puesto que tengan más condiciones. Sin pensar que se los puede utilizar para otra función.
Agarrar un puntero joven y ponerlo dos partidos en Primera. Después seguir puliéndolo en la división juvenil hasta que en un momento se lo pueda largar definitivamente en primera, y como puntero. En mi equipo pondría también dos jugadores mayores de 30 años. Esos que ya están de vuelta de todo dentro de un campo de fútbol. Son muy necesarios para imponer el ritmo justo en un partido difícil. Y como técnico sólo jugaría con esquema ofensivo. Claro que podría perder rápidamente el puesto. En primera división la gente quiere resultados de inmediato. Me parece que un equipo juvenil sería mejor para comenzar como técnico. En el fútbol las cosas llevan tiempo. Había gambetas que yo las tenía en la cabeza durante mucho tiempo y, sólo después de varios partidos maduraban y me salían bien en el campo.
-Garrincha, ¿tuviste algún ídolo?
-Zizinho. Un jugador excepcional. Me pareció un sueño cuando pude jugar una vez con él, en una selección carioca. Él estaba ya veterano. En el campo me dijo "vos, sos mi ídolo" y yo le dije exactamente lo mismo.
-¿Y cuál fue el mejor compañero en el campo?
-Paulo Valentim. Yo podía tirar el centro atrás desde la línea de fondo con los ojos cerrados porque Valentim estaba siempre ahí. Me enteré que está en México y que no anda muy bien. ¡Qué lástima! Era un jugador sensacional y en Boca fue figura y pudo haber hecho mucho dinero.
-Pero vos, ¿hiciste dinero?
-No. Nunca le di importancia. Cuando empecé en Botafogo, en 1953, mi gran alegría era jugar. Después fue igual. Inclusive yo firmé varios contratos con mi salario en blanco para que el club me pagase lo que considerase apropiado. Si eran 10.000 cruzeiros estaba bien, si eran 12.000 también. Una vez Juventus ofreció 700.000 dólares por mi pase, pero la transferencia no se hizo porque Botafogo pidió un millón de dólares. A mí la plata no me interesó. Y sigo igual. Con los planes de ser director técnico es lo mismo. Yo quiero hacer lo que me gusta, el dinero es secundario. No voy a ir a un club por dinero sino para enseñar lo que aprendí...
La casa en Barra de Tijuca fue el resultado de la recaudación en el partido de homenaje que le hicieron en Diciembre del '73 en el Maracaná, su mujer, la popular cantante Elza Soares, abrió un restaurante en el barrio de Villa Isabel para ver si Garrincha participaba como pequeño empresario. Pero no. A Garrincha no le gustan las complicaciones. Aunque hizo malabarismos con su vida, que ahora lo encuentra con 39 años y tres nietos, tras un casamiento a los 15 años; Garrincha se queda con la simplicidad del fondo de su casa. Con los trinos y el alpiste. Dibujando gambetas con la manguera para refrescar el jaulón.
(entrevista realizada por el periodista Guillermo Piernes y publicada en la revista “El Gráfico” Nº 2885, del 22 de Enero de 1975)
Desde Ayacucho, Argentina, un humilde homenaje a esa gran protagonista del juego traducido en cuentos, frases y anécdotas.
Sabiamente la definió el viejo maestro Ángel Tulio Zoff, "lo más viejo y a su vez lo más importante del fútbol".
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