Cuando Estudiantes de La Plata consiguió su primer título, el de Campeón Metropolitano de 1967, uno de los más alegres en el vestuario era un sacerdote, el Padre Tiscornia. Era una especie de asesor espiritual del plantel pero, en realidad, se trataba de un hincha fanático encubierto.
En medio del júbilo lo interrumpió la televisión. “¿Rezó mucho para que ganara Estudiantes, Padre?”, le preguntó el cronista. "Muchísimo, siempre rezo para que le vaya bien a los muchachos". "¿Y le parece justo mezclar el fútbol con la religión?", le repreguntó ahora con un tomo más duro. "Por supuesto hijo, absolutamente, -remarcó con énfasis el sacerdote- ya lo dice el refrán: A Dios rogando y con el mazo dando".
En medio del júbilo lo interrumpió la televisión. “¿Rezó mucho para que ganara Estudiantes, Padre?”, le preguntó el cronista. "Muchísimo, siempre rezo para que le vaya bien a los muchachos". "¿Y le parece justo mezclar el fútbol con la religión?", le repreguntó ahora con un tomo más duro. "Por supuesto hijo, absolutamente, -remarcó con énfasis el sacerdote- ya lo dice el refrán: A Dios rogando y con el mazo dando".
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