a esos días
que, aunque domingo son,
no lo parecen.
No les digáis piropos
a esos días
que, aunque domingo son,
no lo merecen.
Sin la sal y pimienta
de la Liga
hay domingos que son
martes y trece.
Llamadles, ¡qué se yo!,
melancolía, soledad,
postración, aburrimiento.
Llamadles, por favor,
convencimiento de que
fútbol y vida son lo mismo.
¡Qué cruz! ¡Qué desazón!
¡Qué desconsuelo!
Es como un mal de amor,
como un tormento,
como la falta de aire
y alimento.
Un domingo sin fútbol
está mudo,
suena hueco,
banal y va desnudo,
poblado de fantasmas
y de ecos.
Ecos de goles
y giliproyectos,
banderas, himnos,
broncas, ovaciones,
supergarcía en superdirecto,
pichichis, puntos,
ceses y cesiones,
hinchas y asilvestrados
ágrafos presidentes,
árbitros invidentes,
guardas despendolados.
Un domingo
sin fútbol en primera
es un timo, un erial,
una patada,
una flor sin olor,
una putada,
un pecado mortal,
el mismo infierno.
Ningún partido hoy,
"porco governo".
En la tele no está
Ramón Mendoza,
pero sí un tal Solana.
Será Solana el del Zaragoza.
Con el fútbol, señores,
no hay quien pueda.
Se publican cien libros
sobre Franco.
Otro que juega en La Romareda.
El fútbol es el rey
de Las Batuecas.
En la radio, la tertulia
con Redondo y Camacho.
Tenerife de charla con Vallecas.
¡Qué incontinencia!
Ese González tan vilipendiado,
¿no es el portero
que fichó el Valencia?
Don Juan Carlos
te sale hasta en la sopa.
Se lo merece
por campeón de Europa.
Pero el cuero no rueda
en la moviola:
tan solo en mi cabeza.
Tengo "mono"
de Futre, de Guardiola,
de Stoichkov, de Pardeza,
del Buitre, de Bernardo,
de Amor, de Maradona.
A falta de balón intravenoso,
dadme triple ración
de metadona.
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