Antes del partido revancha de la Intercontinental de 1968, entre Estudiantes de La Plata y Manchester United, el lateral izquierdo pincharrata, Hugo “Tato” Medina, consiguió una foto de George Best, a quien debía marcar a fuego y acero en el “Día D”.
Cada noche, antes de acostarse, ya instalado en el hotel de la ciudad inglesa, miraba la fotografía del hábil jugador Best y le prometía, por lo menos, una patada en la cabeza. Se lo prometía incluso a sí mismo. Se lo juramentaba más bien.
El gol de la bruja Verón a los ocho minutos de juego (foto) empezó a marcar el termómetro de lo que iba a pasar, y a pudrir toda respetuosa relación entre los equipos adentro de la cancha.
El DT Osvaldo Zubeldía solo tuvo que hacer un gesto casi inadvertido para que sus muchachos desplegaran todo su repertorio de trampas, embustes, mal intenciones, y actitudes al límite del reglamento. Se hacía tiempo, se cargaba a los rivales, se tomaba el pelo a los espectadores, y se insultaba derecho viejo a los más habilidosos, tratando de anularlos anímicamente. Jugar un partido con el Estudiantes de fines de los sesenta era como jugar al cuarto oscuro, pero con la habitación repleta de pervertidos, melindrosos, y ninguna señorita linda. Además, claro está, si fallaba todo el arsenal de intimidación psicológica y moral, la enmienda al fracaso era la patada artera y descalificadora. Casi con precisión de cirujano.
El duelo entre el “Tato” Medina y George Best (éste un tipo hábil pero también díscolo y malhumorado) alcanzó su pico máximo a los 43 minutos del segundo tiempo. Cuando el árbitro yugoslavo Zecevic los mandó a los dos para las duchas. Habían pasado 88 minutos de agresiones verbales y físicas de toda laya.
Cuando terminó el partido, y se desató la locura de los dirigidos por Zubeldía, la policía inglesa tenía otros planes para el marcador de punta siniestro.
Mientras todo era festejo y matraca en el vestuario visitante, alguien se acercó a Medina y le dijo que la cosa iba en serio, que la cana estaba esperándolo a la salida para detenerlo. Dice el jugador platense: “No encontraba forma de zafar de aquella situación porque había solamente una puerta para salir. Entonces Carlos Bilardo sacó de un bolso una peluca y un habano y me los dio. Me puse todo eso encima, incluso unos anteojos, y salí de allí pidiendo permiso entre los policías, que me dejaron pasar mientras seguían mirando hacia adentro. No sé cómo se arregló el asunto después, pero yo me fui”.
Cada noche, antes de acostarse, ya instalado en el hotel de la ciudad inglesa, miraba la fotografía del hábil jugador Best y le prometía, por lo menos, una patada en la cabeza. Se lo prometía incluso a sí mismo. Se lo juramentaba más bien.
El gol de la bruja Verón a los ocho minutos de juego (foto) empezó a marcar el termómetro de lo que iba a pasar, y a pudrir toda respetuosa relación entre los equipos adentro de la cancha.
El DT Osvaldo Zubeldía solo tuvo que hacer un gesto casi inadvertido para que sus muchachos desplegaran todo su repertorio de trampas, embustes, mal intenciones, y actitudes al límite del reglamento. Se hacía tiempo, se cargaba a los rivales, se tomaba el pelo a los espectadores, y se insultaba derecho viejo a los más habilidosos, tratando de anularlos anímicamente. Jugar un partido con el Estudiantes de fines de los sesenta era como jugar al cuarto oscuro, pero con la habitación repleta de pervertidos, melindrosos, y ninguna señorita linda. Además, claro está, si fallaba todo el arsenal de intimidación psicológica y moral, la enmienda al fracaso era la patada artera y descalificadora. Casi con precisión de cirujano.
El duelo entre el “Tato” Medina y George Best (éste un tipo hábil pero también díscolo y malhumorado) alcanzó su pico máximo a los 43 minutos del segundo tiempo. Cuando el árbitro yugoslavo Zecevic los mandó a los dos para las duchas. Habían pasado 88 minutos de agresiones verbales y físicas de toda laya.
Cuando terminó el partido, y se desató la locura de los dirigidos por Zubeldía, la policía inglesa tenía otros planes para el marcador de punta siniestro.
Mientras todo era festejo y matraca en el vestuario visitante, alguien se acercó a Medina y le dijo que la cosa iba en serio, que la cana estaba esperándolo a la salida para detenerlo. Dice el jugador platense: “No encontraba forma de zafar de aquella situación porque había solamente una puerta para salir. Entonces Carlos Bilardo sacó de un bolso una peluca y un habano y me los dio. Me puse todo eso encima, incluso unos anteojos, y salí de allí pidiendo permiso entre los policías, que me dejaron pasar mientras seguían mirando hacia adentro. No sé cómo se arregló el asunto después, pero yo me fui”.
(extraido de la página “En la tribuna”)
1 comentario:
Digamos, una pagina escrita por un mal intencionado, o un boludo. ¿que equipo puede ganar solo con "trampas" supuestas? ¿que equipo puede "apretar" a los ingleses en su propia casA? por favor, ni un idiota se lo cree!!!
Verso viejo y fuera de circulacion del Stablishment futbolistico mas repugnante de la Argentina, que cuando EDLP conseguia su primer titulo destacaba a ese equipo y que, cuando vio que venia en serio a golpear su negocio, invento todas estas historietas. No era un equipo de señoritas, claro, pero no mas tramposo que Boca o River seguramente ¿ o por que creen que ganaron todo hasta el 67? Claro, el que corto con eso fue Estudiantes. Agradezcanlo todos los demas. La realidad es que ese dia, y en esa epoca, un club humilde de una ciudad por entonces muuuy pequeña, le rompio el culo a una Sociedad Anonima. Y le rompio el culo a los empresarios locales, que no podian creer como eso no sucedia con los denominados grandes. El que quiera oir que oiga.
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