Los jóvenes se dirigieron al Almacén de la 33, en el único lugar que funcionaba un metegol fuera de temporada, compraron dos fichas y se dispusieron dos por lado. El dueño sabía que con una ficha trabarían la palanca para jugar unas bolas gratis pero no les dijo nada.
Los chicos jugaban al mismo tiempo que relataban el partido nombrando jugadores de moda, -“Rossi para Berta, Devaca para Luque, amaga, la toca para el centrooo, gooool de Bragieri”- “Bragieri, quien es Bragieri, si ustedes lo hubieran visto jugar al Pela, ese era un goleador, como definía el Pela”, dijo el hombre a medida que se acercaba a los muchachos.
La mujer cebó el primer mate, apoyó la pava en el mostrador, tomó un paquete de galletitas de la góndola y se marchó a abrir su peluquería, sabiendo que su esposo atacaría a los chicos con historias de Quilmes, de finales de los ochenta, con hazañas que no fueron y jugadores que ya nadie recuerda. “El Pela don Martín? ¿Y ese quién es?” preguntó uno de los chicos.
El hombre sacó de un cajón una carpeta polvorienta, y empezó a mostrar unos recortes de diario amarillentos. “Miren acá está, éste era un nueve, no como estos giles de ahora que hacen dos goles y se van a Europa. Miren que equipo, Amestoy, Morán Arias Coronel y González, De Sábato Silva y Abelen, Navarro Di Luca y Di Luca, ven este es el Pela, el Pela Di Luca, el mejor nueve que ví”.
El hombre acercó un escudo de Quilmes hecho en fundición, que un tío le había dado cuando trabajaba en la fabrica Istilart, y se le llenaron los ojos de lágrimas: “qué equipo por Dios, qué equipo” les dijo mientras sacaba un recorte cuyo título era “Ocho goles para cimentar una ilusión”. “¿Ocho goles don? ¿en serio?”. “Si pibe, ese era un equipo no como esos giles de Huracán que no le ganaron a nadie y llegaron a primera, por favor, antes no llegaba cualquiera eh, el cervecero se recorría toda la provincia, Dolores, Azul, Madariaga, Mar del Plata, Necochea, Bahía, y eran todos equipazos ¡eh! no te confundas pibe” “¿y salieron campeones jefe?” preguntó uno de los jóvenes, “no, después de hacerle ocho a Defensa de Dolores, perdimos en Necochea y no pasamos por un punto, si hubiéramos empatado pibe, si hubiéramos empatado…”
El hombre sacó una ficha de la caja y se las dio a los chicos “jueguen el último y vayan a la canchita, que en el club hacen falta jugadores de fútbol y no de metegol”.
Se quedó en silencio, guardó los recortes, acomodó el escudo en la repisa, se sirvió otro mate y meneando la cabeza repitió, “si lo hubieran visto al Pela, si lo hubieran visto…”
(Mi agradecimiento a Martín, fanático del cervecero tresarroyense, quien gentilmente me envió este cuento, y la imagen que lo ilustra, para compartirlo con todos ustedes. Gracias Martín!!)
Los chicos jugaban al mismo tiempo que relataban el partido nombrando jugadores de moda, -“Rossi para Berta, Devaca para Luque, amaga, la toca para el centrooo, gooool de Bragieri”- “Bragieri, quien es Bragieri, si ustedes lo hubieran visto jugar al Pela, ese era un goleador, como definía el Pela”, dijo el hombre a medida que se acercaba a los muchachos.
La mujer cebó el primer mate, apoyó la pava en el mostrador, tomó un paquete de galletitas de la góndola y se marchó a abrir su peluquería, sabiendo que su esposo atacaría a los chicos con historias de Quilmes, de finales de los ochenta, con hazañas que no fueron y jugadores que ya nadie recuerda. “El Pela don Martín? ¿Y ese quién es?” preguntó uno de los chicos.
El hombre sacó de un cajón una carpeta polvorienta, y empezó a mostrar unos recortes de diario amarillentos. “Miren acá está, éste era un nueve, no como estos giles de ahora que hacen dos goles y se van a Europa. Miren que equipo, Amestoy, Morán Arias Coronel y González, De Sábato Silva y Abelen, Navarro Di Luca y Di Luca, ven este es el Pela, el Pela Di Luca, el mejor nueve que ví”.
El hombre acercó un escudo de Quilmes hecho en fundición, que un tío le había dado cuando trabajaba en la fabrica Istilart, y se le llenaron los ojos de lágrimas: “qué equipo por Dios, qué equipo” les dijo mientras sacaba un recorte cuyo título era “Ocho goles para cimentar una ilusión”. “¿Ocho goles don? ¿en serio?”. “Si pibe, ese era un equipo no como esos giles de Huracán que no le ganaron a nadie y llegaron a primera, por favor, antes no llegaba cualquiera eh, el cervecero se recorría toda la provincia, Dolores, Azul, Madariaga, Mar del Plata, Necochea, Bahía, y eran todos equipazos ¡eh! no te confundas pibe” “¿y salieron campeones jefe?” preguntó uno de los jóvenes, “no, después de hacerle ocho a Defensa de Dolores, perdimos en Necochea y no pasamos por un punto, si hubiéramos empatado pibe, si hubiéramos empatado…”
El hombre sacó una ficha de la caja y se las dio a los chicos “jueguen el último y vayan a la canchita, que en el club hacen falta jugadores de fútbol y no de metegol”.
Se quedó en silencio, guardó los recortes, acomodó el escudo en la repisa, se sirvió otro mate y meneando la cabeza repitió, “si lo hubieran visto al Pela, si lo hubieran visto…”
(Mi agradecimiento a Martín, fanático del cervecero tresarroyense, quien gentilmente me envió este cuento, y la imagen que lo ilustra, para compartirlo con todos ustedes. Gracias Martín!!)
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