Un día, como cualquier otro, se resolvió la duda que había atormentado a generaciones de humanos durante mucho tiempo; la respuesta era simple: No estámos solos en el universo.
El ovni apareció de forma simple y elegante, no arrojó fuego sobre ninguna ciudad ni tampoco presentaba un tamaño descomunal. Era más bien pequeña y tal como la habían visto miles de humanos por todo el mundo: tenía la forma de un platillo volador común y corriente.
Los tripulantes de dicha nave se comunicaron inmediatamente con el Presidente de los Estados Unidos. En su viaje habían visto tantas películas producidas en Hollywood que daban por hecho que dicho presidente era el responsable de toda la raza humana. Así que se dirigieron directamente a él para hacer de su conocimiento las intenciones que los llevaban a la Tierra.
Estos alienigenas pensaban que todo ser extraterrestre que llegara al tercer planeta del Sistema Sol debía de ser llamado marciano y que obviamente procedía del planeta Marte. Y es que a diferencia de todas las otras naves que habían sido detectadas anteriormente, ésta no estaba tripulada por científicos; sino por fanáticos de los deportes en plan Holligan.
Decidieron pues ir a la Tierra, ya que uno de ellos había visto o leído en alguno de los canales de documentales de su propio planeta sobre la diversidad deportiva que los humanos practicaban. Sólo que por ignorancia, confundían nuestras películas de ciencia ficción, los documentales y los canales deportivos terrestres amalgamando todo ese conocimiento en una mezcla de realidad y fantasía que nosotros mismos habíamos ayudado a construir.
Sus demandas eran simples… Querían jugar un partido de fútbol soccer contra los mejores representantes de la Tierra. El partido debía ser en el Estado Azteca en la Cd. de México, y en caso de que la humanidad perdiera... la Tierra sería completamente destruida (Y por supuesto que podían hacerlo).
Todo esto tenía una explicación. Resulta que estos autodenominados marcianos habían visto transmisiones del Mundial de Fútbol celebrado en 1986 y daban por hecho que Argentina era el equipo a vencer y que los juegos más importantes del musno se hacían en México; hasta pidieron que se mostrara la “ola” durante la contienda.
El presidente de los Estados Unidos, trató de explicar los cambios que habían surgido con el paso del tiempo y sobre como eran las cosas en la actualidad; pero ellos se negaron a entender y lo único que logró conciliar fue que los “marcianos” no exigieran que Diego Armando Maradona jugara en dicho partido. Sin embargo, no pudo convencerlos de que la Chiquitibum ya no tenía el busto tan firme por lo que tuvieron que operarle para devolverle su gloria pasada y la querían ver entre los asistentes dando pequeños saltos a cada momento.
De lo que no hubo ningún inconveniente fue de que durante el partido se vendiera cerveza “Carta Blanca”, ya que la compañía cervecera estaba encantada con la publicidad que recibiría que dispuso toda la parafernalia neesaria sin objetar absolutamente nada.
El día del partido llegó y todas las televisoras del mundo apuntaban sus cámaras al evento que definiría el destino de la humanidad. Entro al estadio la selección de Argentina y los tripulantes de la nave. Los primeros de color azul y blanco, los segundos en uniforme de color rojo con la piel verde (como todos esperarían que aparecieran).
El estadio a petición de los “marcianos” estaba lleno de mexicanos y de un representante de cada uno de los países en dónde la FIFA tenía afiliados.
Se inicio el partido con el silbatazo del árbitro y en las gradas se escuchaba el grito ensordecedor de los mexicanos:
A la bio, a la bao, a la bim bom ba, ¡MARTE! ¡MARTE! ra ra ra.
(Muchísimas gracias a Francisco Hernández por la autorización para publicar este cuento y poder compartirlo con ustedes)
Desde Ayacucho, Argentina, un humilde homenaje a esa gran protagonista del juego traducido en cuentos, frases y anécdotas.
Sabiamente la definió el viejo maestro Ángel Tulio Zoff, "lo más viejo y a su vez lo más importante del fútbol".
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